Estudio bíblico de Hebreos 11:31-34

Hebreos 11:31-34

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el capítulo 11, de la epístola a los Hebreos. En la última parte de nuestro programa anterior estuvimos analizando la fe de Josué y dijimos que su vida había sido un ejemplo de la vigilancia de la fe. Precisamente el párrafo con el que continuamos hoy, podríamos decir que es cronológicamente simultáneo con la conquista de la ciudad de Jericó por parte de Josué. Entonces, recordando el ejemplo de Josué, observaremos el marcado contraste de personalidades entre la fe del general que dirigió la caída de la ciudad de Jericó, y la fe de una mujer perteneciente a una de las clases más despreciadas de la ciudad. Así que veremos la fe de dos personajes totalmente diferentes, actuando simultáneamente y expresando, cada uno a su manera, su fe en el Dios vivo y verdadero. Por ello, en nuestro estudio de este capítulo, llegamos ahora a considerar lo que dice el versículo 31, que nos habla de:

La fe de Rahab

"Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, porque recibió a los espías en paz."

Queremos designar a la historia de Rahab como la maravilla de la fe. Su historia figura en el relato de la caída de las murallas de Jericó. Ella estaba viviendo dentro de la ciudad, y estamos seguros de que, después de 10 días en el interior de aquella ciudad sitiada, se estaría preguntando qué iba a suceder.

Dice aquí que "por la fe Rahab no pereció juntamente con los desobedientes". Hace algunos años apareció un libro titulado "La religión en lugares insospechados". No leímos dicho libro y no sabemos si en su contenido se incluyó a Rahab pero, por su actitud quizás debía haber sido citada en esa obra. Ese habría sido el último lugar de Jericó en el cual habríamos buscado una demostración de fe. Ella vivía en una ciudad malvada, pagana e idólatra, en la cual practicaba la más antigua de las profesiones. Generalmente se ha considerado a los que practican esa profesión como pecadores, pero en una sociedad secularizada como la nuestra muchos enfatizan que la prostitución es una profesión como cualquier otra. Pero aquella mujer era pecadora y, sin embargo se nos dice aquí que "por la fe Rahab no pereció juntamente con los desobedientes". Quizás el alcalde de aquella ciudad u otros funcionarios que se encontraban socialmente en una posición elevada creyeron que eran lo suficientemente buenos como para salvarse. Pero ellos no eran salvos. El relato nos informa que perecieron en la ciudad, simplemente por una razón: ellos no creyeron.

Veremos que Dios fue muy generoso en la forma en que trató con la ciudad de Jericó. Sabemos que los críticos encuentran muchas objeciones contra Dios por haber destruido al pueblo de Jericó, y se lamente por la suerte corrida por sus habitantes. Paradójicamente estos críticos, al mismo tiempo, han demostrado muy poco interés por otros colectivos o grupos de personas, incluidos sus propios estudiantes.

Ahora, quisiéramos examinar detenidamente a esta mujer, Rahab, porque ella expresó su fe de una manera muy concreta. Cuando el pueblo de Israel hubo cruzado el Mar Rojo, las noticias llegaron a Jericó y sus habitantes sintieron temor. Es que nunca se imaginaron que durante la época de las inundaciones el numeroso pueblo de Israel podría haber sido conducido a cruzar el caudaloso río. No había puentes disponibles para cruzarlo y el río se encontraba desbordado. Y los habitantes de Jericó se preguntarían como sus enemigos habrían podido atravesar semejante caudal de agua. Los pobladores dentro de aquellas murallas, conociendo la proximidad de los israelitas, pensaron que tenían tiempo suficiente como para planear una defensa y que no tendrían que preocuparse hasta que la época de las inundaciones llegara a su fin.

Entonces Josué envió espías a la ciudad de Jericó, y ellos se pusieron en contacto con la prostituta Rahab. No sabemos hasta que punto ella intentó considerarlos como potenciales clientes. Lo que sí sabemos es que ellos le aclararon que estaban llevando a cabo una misión, que necesitaban protección, y que Dios iba a entregarles la ciudad de Jericó en sus manos. Al menos, ellos la facilitaron toda esa información. Entonces ella se hizo cargo de ellos y los escondió en el tejado de su casa. Al hacerlo, suponemos que arriesgó su vida. Ahora, ella les pidió a aquellos hombres un favor: que cuando tomaran la ciudad, se acordaran de ella y de su familia, y que los salvaran. Y ellos prometieron hacerlo. Los espías le pidieron que colgara un cordón rojo en la ventana de su casa, que estaba sobre la muralla de la ciudad, para que pudieran identificar la casa; de esa manera, cuando Josué conquistara la ciudad, se ocuparía de salvarla a ella y a su familia.

El testimonio de Rahab se encuentra en el libro de Josué. Dice Josué 2:9-11: "9Sé que el Señor os ha dado esta tierra, porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los habitantes del país ya han temblado por vuestra causa. 10Porque hemos oído que el Señor hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y también lo que habéis hecho con los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, con Sehón y Og, a los cuales habéis destruido. 11Al oír esto ha desfallecido nuestro corazón, y no ha quedado hombre alguno con ánimo para resistiros, porque el Señor, vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra".

Por cierto que esta fue una declaración bastante extraña procediendo de los labios de esta mujer; pero fue una revelación tremenda del hecho de que Dios no destruyó arbitrariamente esa ciudad de Jericó. Es que durante 40 años sus habitantes habían estado recibiendo, en Jericó, información en cuanto a un pueblo que había cruzado el Mar Rojo. Ella estaba diciendo: "Esto sucedió hace 40 años, lo hemos oído, yo misma lo he creído. Otros creyeron en los hechos, pero nunca creyeron en Dios. Nunca creyeron en el Dios vivo y verdadero". Más tarde, se enteraron de cómo Dios estaba guiando a Israel y de que Él las había dado la victoria del otro lado del río Jordán en su lucha con los amorreos. Y Jericó se debía haber beneficiado de estas informaciones. Finalmente, el pueblo de Israel cruzó milagrosamente el río Jordán, y se encontraban acampados justamente fuera de la puerta de Jericó. ¿Qué había estado haciendo Dios? Él les había dado una oportunidad de creer en Él, de confiar en Él, y de volverse a Él.

Creemos que a todos les resultará obvio que si Dios salvó a esta prostituta que creyó en Él, entonces Él habría salvado al alcalde de la ciudad, y también habría salvado a cualquier habitante de la ciudad que hubiera creído en Él, como esta mujer que había creído. No cabe duda de que Dios los habría salvado. Dios los vio a todos ellos a un mismo nivel, los vio como pecadores. Dice la Escritura que "todos pecaron y están lejos de la presencia gloriosa de Dios". Rahab probablemente pecaba más abiertamente que el alcalde de la ciudad. Según nuestra opinión, la vida privada del alcalde no habría superado una inspección, y estamos seguros que ése habría sido el caso de muchos otros habitantes de la ciudad. Pero todos ellos tuvieron una gran oportunidad de confiar en Dios. Tuvieron nada menos que 40 años para decidir si creían en Dios, y no lo hicieron.

Nos gustaría recordar a los críticos que lamentaron tanto la suerte corrida por los habitantes de aquella ciudad, que Dios les dio esos 40 años para que tomaran una decisión de creer en Él o no, y que sólo una mujer se decidió a confiar en Dios, y entonces Dios la salvó. Resulta obvio que teniendo en cuenta que ella se salvó, cualquier otra persona podía haberse salvado si hubiera confiado en Dios. Ahora, ¿pensarán los críticos que Dios probablemente les debía haber concedido más de 40 años? Estimado oyente. Si después de 40 años, que es aproximadamente el paso de una generación a otra, ellos mantuvieron su actitud de no creer en Dios, quedaba claro que habían resuelto que no iban a creer en Dios. Dios es paciente, compasivo, y no quiere que alguien se pierda. Incluso a una prostituta que creyera en Él, Él la salvaría. O sea que el pueblo de Jericó creyó en los hechos que habían ocurrido cuando recibieron las noticias, pero no confiaron en Dios. Si lo hubieran hecho, habrían sido salvados.

Ahora esta mujer demostró que había creído en Dios porque les dijo a los espías: "Vais a tomar la ciudad, y cuando lo hagáis, quiero que me salvéis". Ella realmente dio un paso de fe y al hacerlo, arriesgó su vida. Su fe comenzó a ponerse en movimiento. La fe se transforma en acción, no se queda al margen de los acontecimientos. Así que, como dice el texto que hemos leído, "no pereció juntamente con los desobedientes, porque recibió a los espías en paz". Bien dice la Biblia que la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. Ella les dijo a los espías: "hemos oído lo que Dios ha hecho por medio de vosotros, y lo creemos". Fue como si hubiera dicho: "Yo creo en Dios, creo en Él hasta el punto de que estoy dispuesta a arriesgar mi vida". De esa manera demostró la fe que tenía.

En esta mujer llamada Rahab vemos la maravilla de la fe. Comprobamos que en este mundo perdido Dios no considera a un grupo de personas como superior a otro grupo. Dios nos ve a todos como pecadores, y cuando alguien se vuelve a Él, Dios lo salva. Esta es, pues, una hermosa realidad.

En el versículo 32, de este capítulo 11, de la epístola a los Hebreos, leemos acerca de:

La fe de otros personajes

"¿Y qué más digo? El tiempo me faltaría para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas."

El escritor de esta epístola a los Hebreos, había llegado a un punto en la historia del Antiguo Testamento, en el cual dijo: "¿Qué más puedo decir ahora?" Él podía dirigirse en cualquier dirección y preparar una lista de héroes de la fe, si usted quiere calificarlos de esa manera. Él podía demostrar cómo la fe había obrado en las vidas de muchos hombres y mujeres. Así que incluyó una lista y dejó claro que no podía extenderse hablando de cada uno de ellos en detalle, pero que todos ellos debían estar incluidos en este capítulo extraordinario.

En las vidas de estos personajes que el escritor mencionó, vemos la guerra de la fe. Ninguno de ellos fue descrito detalladamente, pero todos tuvieron algo en común. Cada uno de los mencionados en esta lista fue un líder, un gobernante. Gedeón, Barac, Sansón, Jefté y Samuel fueron jueces; y David fue un rey. Como gobernantes, estuvieron comprometidos en una guerra de Dios. Cada uno de ellos ganó esa batalla por la fe.

No podremos entrar en los detalles específicos de la trayectoria de estos personajes, aunque nos agradaría destacar a Gedeón. Si alguna vez hubo un hombre que tuviera una fe débil, ése fue Gedeón. En realidad, Gedeón fue un hombre muy débil. Siempre se ha destacado el reducido tamaño del ejército de Gedeón. Pero, estimado oyente, lo verdaderamente significativo no fue el tamaño del ejército de Gedeón, sino la fe que aquellos hombres tuvieron. En cuanto a Gedeón, él fue un hombre que realmente tenía muy poca fe.

Gedeón era un juez cuando los madianitas se habían apoderado de la tierra de Israel. Los hebreos no siquiera podían recoger sus propias cosechas, porque los madianitas se las arrebataban. Este joven Gedeón se encontraba sacudiendo trigo en el lagar. Pero aquel no era el lugar donde él debía estar. Por lo general, se llevaba el trigo a la cumbre de una montaña, se lanzaba hacia arriba en el aire, y el viento se llevaba entonces todo el tamo, y el trigo caía limpio donde estaba el trabajador. En esa tierra el viento soplaba por la tarde. Pero Gedeón era un hombre temeroso. Él había llevado el trigo a un lagar situado abajo en el valle, donde nadie lo podía ver. Y si uno quiere ver a una persona frustrada, puede ver a Gedeón allá abajo; cuando él lanzaba el trigo hacia arriba, y cuando no había viento para separar el tamo del grano, ¿sabe usted lo que sucedía? La paja le caía alrededor del cuello y se le introducía entre la ropa. No podemos pensar en nada que hubiera sido más incómodo y desalentador que lanzar el grano al aire y que le cayera la paja por la espalda.

Bueno, así era Gedeón y fue precisamente en aquel momento en que el ángel del Señor se le apareció diciéndole: "Varón esforzado y valiente".

Aquella no pareció una forma apropiada de dirigirse a Gedeón. Creemos que nuestro personaje debió pensar que el visitante se estaba dirigiendo a otra persona. Creemos que él tal vez levantó la cabeza y dijo: "¿Quién? ¿Yo?" Bueno, él era un hombre controlado por el miedo y estaba dispuesto a admitirlo. Entonces dijo: "Pertenezco a la familia más pequeña de la tribu. Y en esa familia, yo soy el menor. Has elegido a la persona más insignificante. Yo no soy nadie."

Y Dios le respondió "Esa es la razón por la cual te he elegido, porque tú no eres nadie. Yo quiero que creas en mí". Y más adelante descubriremos que Dios comenzó a fortalecer la fe de este hombre hasta que llegó un día en que, con sólo 300 hombres, fue capaz de derrotar a los madianitas. Amigo oyente, la fe operó en la vida de este hombre llamado Gedeón.

Muchos cristianos hoy creen que tiene que realizarse un gran espectáculo, una gran concentración de público, si se ha de llevar a cabo un ministerio que sea para el Señor. Permítanos afirmar que Dios no actúa de esa manera. Creemos que la obra más grande para Dios está siendo desarrollada por personas y por grupos pequeños en todas partes y alrededor del mundo. Y uno puede ver esto en situaciones prácticamente ignoradas, en las que no se oye hablar tanto de los protagonistas, porque estos no reciben publicidad, ni la buscan, no desean que sus nombres sean mencionados, aunque como verdaderos testigos del Señor, sufren persecución. Es como si hubiera muchos "gedeones" esparcidos por el mundo, y ellos actúan por fe. Dios usa a aquellos que se consideran nadie, si ellos confían en Él. Dios se está moviendo de maneras misteriosas para realizar sus maravillosas obras.

El escritor de la carta a los Hebreos mencionó a Gedeón, Barac y Sansón. Por nuestra parte, no sabemos si incluiríamos a Sansón en esa lista, o no. Sansón fue un completo fracaso en lo que su servicio se refiere, pero él creyó a Dios. Hubo un momento en que el Espíritu de Dios vino sobre él y él comenzó a librar a Israel; sin embargo, él nunca llegó a completar su tarea. Luego, el escritor de esta epístola continuó mencionando a Jefté, y también a David (Ah, aquí podríamos detenernos y dedicar mucho tiempo a hablar de David). Después citó a Samuel y al los profetas. Pero, el autor aclaró que no dispondría de tiempo para mencionar a todos los que se destacaron por su fe en la historia Bíblica.

Ahora observemos lo que todos estos hombres hicieron aquí, en el versículo 33, de este capítulo 11 de Hebreos:

"Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones"/h4>

Aquí nos llama la atención la frase "taparon bocas de leones". Sabemos que ésta fue una referencia al profeta Daniel, aunque su nombre no haya quedado registrado en la lista general. Pero las hazañas de aquellos valientes de la fe llegaron aun más lejos: continuemos leyendo el versículo 34 de este capítulo 11 de Hebreos:

"Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros."

Esta es, pues, la guerra de la fe, y éstas son las victorias alcanzadas por aquellos que las enfrentaron por fe, y éstos fueron los vencedores.

Estimado oyente, como nuestro tiempo de exposición Bíblica ha llegado a su fin, le sugerimos que lea los últimos versículos de este capítulo 11, que aún han de ofrecernos interesantes detalles sobre las terribles persecuciones sufridas por otros hombres y mujeres que se destacaron por su fe de tal manera, que honraron a su Dios, su Dios destacó sus logros para que sirvieran de ejemplo a los creyentes de todas las épocas en la historia de la iglesia, y en particular, que llegaran hasta nuestros días, en que muchos cristianos se conforman con una tibia profesión de fe, con una vida centrada únicamente en el esfuerzo por lograr la mayor calidad de vida que sea posible alcanzar en esta tierra. La contemplación de aquellas vidas, además de ser un desafío a nuestro testimonio cristiano actual, debería impulsarnos a seguir su ejemplo de vivir y actuar por fe, con una confianza inquebrantable en Dios, sabiendo hasta que punto valora Dios la fe, por encima de las lógicas debilidades humanas.

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