Estudio bíblico de 1 Samuel 4:19-7:6

1 Samuel 4:19-7:6

Estamos llegando ya al final del capítulo 4 de este primer libro de Samuel. Y en nuestro programa anterior, vimos cómo los israelitas habían salido a luchar contra los filisteos sin consultar a Dios por medio de Samuel. Y vimos cómo fueron vencidos, cómo perdieron la batalla y un hombre de la tribu de Benjamín llegó a la ciudad y les contó que muchos israelitas habían sido muertos, incluyendo entre ellos a los hijos de Elí, y que el arca de Dios, había sido tomada. Ahora, estas malas noticias causaron un gran griterío de desesperación entre el pueblo. Elí oyó el clamor y quiso saber qué era lo que pasaba. Este mismo mensajero entonces, que había sido testigo presencial, le contó lo que había sucedido.

Elí, el último de los jueces de Israel era a la vez el sumo sacerdote. Cuando le informaron de la muerte de sus hijos, quedó traspasado de dolor. Era un padre indulgente, pero mantuvo su serenidad ante la noticia de la muerte de sus hijos. Elí, con todos sus defectos era un padre débil, con una piedad sin carácter, pero tenía un interés genuino en las cosas de Dios. Cuando le dijeron que el arca había sido tomada, eso fue demasiado para él. Al parecer, estaba sentado en una silla elevada. Era un hombre grande y grueso y al oír la noticia de la pérdida del arca, entonces cayó hacia atrás y se desnucó. Y esta muerte, entonces, colocó a Samuel en la posición de ser el portavoz de Dios.

Este capítulo concluye entonces con el relato del nacimiento del nieto de Elí, que ocurrió casi en el mismo instante de su muerte. Leamos entonces los versículos 19 al 22 que narran el nacimiento de Icabod, cuyo nombre significa literalmente "sin gloria". Leamos estos versículos:

"Su nuera, la mujer de Finees, estaba encinta y próxima al alumbramiento. Cuando oyó el rumor de que el Arca de Dios había sido tomada y que su suegro y su marido habían muerto, se inclinó y dio a luz, pues le sobrevinieron sus dolores de repente. Al tiempo que moría, las que estaban junto a ella le decían: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Pero ella no respondió ni se dio por enterada. Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡La gloria ha sido desterrada de Israel!, por haber sido tomada el Arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido. Dijo, pues: La gloria ha sido desterrada de Israel; porque había sido tomada el Arca de Dios."

Y así concluye el capítulo 4 de este primer libro de Samuel. Llegamos ahora a

1 Samuel 5 y 6

El tema general de estos capítulos es el juicio de Dios sobre los filisteos. Describen las experiencias de los filisteos con al arca del pacto en posesión de ellos. Tuvieron que aprender que no había ningún mérito en el arca para traerles bienestar ni buena suerte, sino más bien, todo lo contrario. Dice 1 Samuel 5:6, que la mano del Señor les castigó severamente. En este capítulo vemos que los filisteos metieron el arca en la casa de su ídolo Dagón. Dagón fue derribado y sus brazos y piernas se quebraron. Y los filisteos fueron heridos con tumores de una extraña enfermedad y muchos de ellos murieron. Y esto les infundió gran temor, y entonces decidieron enviar el arca a Gat, y allí fue llevada a Ecrón. Pero una devastación mortal siguió al arca dondequiera que fue llevado. Entonces los filisteos, temiendo por sus vidas, lo devolvieron a Israel. Comencemos, pues, considerando en detalle el juicio de Dios sobre los filisteos, debido al arca. Leamos los primeros 4 versículos de este capítulo 5 del primer libro de Samuel:

"Cuando los filisteos capturaron el Arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod. Tomaron los filisteos el Arca de Dios, la metieron en la casa de Dagón y la pusieron junto a Dagón. Cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, encontraron a Dagón postrado en tierra delante del Arca del Señor. Tomaron a Dagón y lo devolvieron a su lugar. Al levantarse de nuevo de mañana, al siguiente día, Dagón había caído postrado en tierra delante del Arca del Señor, y la cabeza de Dagón y sus dos manos estaban cortadas sobre el umbral; a Dagón solamente le quedaba el tronco."

Cuando los filisteos tomaron el arca, creyeron que tenían en sus manos algo bueno, un valioso despojo, pero cada vez que la metían en la casa de Dagón, el ídolo se caía. Ahora, queremos decirle algo que no creemos que encuentre en ningún comentario. Hemos leído que cada vez que el arca del Señor era introducida en la casa de Dagón, el ídolo se caía, y como vemos aquí, no quedaba nada sino su tronco. Creemos que eso revela el sentido de humor de Dios. Dios les estaba revelando a los filisteos que el dios de ellos no tenía poder, era impotente ante la presencia del Dios único y verdadero. Ésta fue una manera dramática de demostrarlo, que irritó notablemente a los filisteos. Pronto se dieron cuenta que no había ningún mérito en poseer el arca. Más bien era para ellos un verdadero peligro. Leamos ahora, los versículos 5 al 7:

"Por ésta causa, los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy. La mano del Señor cayó sobre los de Asdod y los destruyó, hiriéndolos con tumores, en Asdod y en todo su territorio. Al ver esto, los de Asdod dijeron: Que no se quede entre nosotros el Arca del Dios de Israel, porque su mano se ha endurecido contra nosotros y contra nuestro dios Dagón."

Ahora, ya no es solamente su ídolo Dagón el afectado, sino los mismos habitantes de Asdod, quienes sufrieron tumores dolorosos. Dándose cuenta de que esas calamidades no eran casuales, enviaron el arca a otra ciudad filistea. Continuemos con los versículos 8 al 10:

"Convocaron, pues, a todos los príncipes de los filisteos, y les preguntaron: ¿Qué haremos con el Arca del Dios de Israel? Ellos respondieron: Trasládese el Arca del Dios de Israel a Gat. Y trasladaron allá el Arca del Dios de Israel. Pero cuando se la llevaron, la mano del Señor cayó sobre la ciudad provocando un gran pánico; y afligió a los hombres de aquella ciudad, y desde el más pequeño hasta el mayor se llenaron de tumores. Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero cuando el Arca de Dios llegó a Ecrón, los ecronitas exclamaron: Nos han traído el Arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo."

Entonces se celebró una reunión de los jefes de los filisteos, quienes se hicieron una sola pregunta. ¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Así fue como el sucesivo paso del arca por las ciudades de Gat y Ecrón continuó sembrando el pánico y las plagas. Finalmente decidieron enviar el arca de regreso a Israel. Leamos los dos últimos versículos de este capítulo 5 del primer libro de Samuel, el 11 y el 12:

"Convocaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: Enviad el Arca del Dios de Israel, y regrese a su lugar, para que no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; pues había un terror mortal en toda la ciudad, porque la mano de Dios los había castigado duramente. Los que no morían estaban llenos de tumores, y el clamor de la ciudad subía al cielo."

Y así concluye el capítulo 5 de este primer libro de Samuel. Llegamos ahora al capítulo 6. Entremos, pues ahora, en nuestro estudio directo de este capítulo 6 del Primer Libro de Samuel. El primer versículo de este capítulo 6 dice:

"Estuvo el Arca del Señor en la tierra de los filisteos siete meses."

Dondequiera que ponían el arca cerca a un ídolo de Dagón, el ídolo se caía y se rompía. Todo lo que quedaba en pie era el tronco, y eso, por supuesto, no era un objeto muy satisfactorio para adorar. Ya leímos sobre las dolorosas experiencias de los habitantes de Gat y Ecrón. Y leamos ahora los versículos 2 al 4 de este capítulo 6 del primer libro de Samuel:

"Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos con el Arca del Señor? Hacednos saber de qué manera podemos devolverla a su lugar. Ellos dijeron: Si enviáis el Arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía, sino ofrecedle una reparación; entonces seréis sanos y conoceréis por qué no se apartó de vosotros su mano. Ellos dijeron: ¿Y qué reparación le pagaremos? Ellos respondieron: Conforme al número de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, porque una misma plaga os ha afligido a todos vosotros y a vuestros príncipes."

Los filisteos a toda costa querían librarse del arca, pero no estaban seguros de cómo debían enviarla de vuelta a Israel. Por eso, consultaron con los sacerdotes y los adivinos, quienes les aconsejaron que no debían devolver el arca vacía. Les dijeron que tenían que enviar una ofrenda; y esa ofrenda nos da a conocer la vileza de la adoración pagana de los filisteos.

Muchos se preguntan en cuanto al motivo por el cual Dios expulsó de Su tierra a los filisteos. La tierra prometida estaba en la misma encrucijada del mundo, de modo que aquellos que la ocupaban influirían sobre los habitantes de todo el mundo. Dios los expulsó debido a sus malas y perversas maneras de adoración pagana, maneras que no sería incluso conveniente expresarse detalladamente en un programa de radio. Se habían alejado completamente de Dios. Y aquí, Dios les estaba dando una oportunidad de volverse a Él. Leamos ahora el versículo 11, de 1 Samuel 6:

"Luego pusieron el Arca del Señor, la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores sobre el carro."

Los filisteos pusieron el arca y la caja que contenía los objetos viles de su adoración sobre el carro. Nada les sucedió por haberla colocado en un carro. ¿Y por qué? Francamente, ellos no sabían nada ni tenían ningún conocimiento sobre el respeto y la reverencia debidos al arca del pacto. Dios no les haría responsables por este acto, que cometieron en su ignorancia. Pero en el caso de Israel era diferente. Los israelitas sabían cuál debía ser su actitud con respecto al arca y más adelante veremos que Dios les juzgaría por la manera en que actuaron con el arca. ¿A qué se debió esta diferencia en el trato de Dios? En que los israelitas tenían otro conocimiento que no tenían los filisteos y Dios, que juzga a cada uno según el conocimiento que Él mismo le ha dado, consideró que los israelitas eran responsables, al conocer las reglas establecidas y las consecuencias del no cumplirlas. Continuemos leyendo el versículo 12:

"Las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían recto, andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda del camino. Los príncipes de los filisteos fueron tras ellas hasta el límite de Bet-semes."

Las vacas que fueron enganchadas al carro estaban evidentemente yendo contra su instinto natural, al dejar sus becerros en casa. Ésta fue una prueba convincente para los filisteos de que sus penurias habían sido causadas por la acción de Dios. Continuemos leyendo los versículos 13 al 15, de 1 Samuel 6:

"Los de Bet-semes estaban segando el trigo en el valle. Al levantar los ojos, divisaron el Arca y se regocijaron de verla. El carro llegó al campo de Josué de Bet-semes y se paró allí, donde había una gran piedra. Ellos cortaron la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor. Los levitas bajaron el Arca del Señor y la caja que estaba junto a ella, en la cual se encontraban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra. Los hombres de Bet-semes sacrificaron holocaustos y dedicaron sacrificios al Señor en aquel día."

La actitud de los israelitas de no aceptar nada para ellos mismos de parte de los filisteos, fue encomiable. Y dice el versículo 16:

"Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, regresaron a Ecrón el mismo día."

Los filisteos vieron que el arca había sido recibida y se sintieron satisfechos por haberse librado de ella. Pero ahora veremos que cuando los israelitas recibieron el arca, inmediatamente tuvieron problemas con ella. Leamos el versículo 19, de 1 Samuel 6:

"Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del Arca del Señor. Hizo morir a cincuenta mil setenta hombres del pueblo. Y lloró el pueblo, porque el Señor lo había herido con una mortandad tan grande."

Los hombres de Bet-semes hicieron algo que Dios había prohibido estrictamente. El arca pertenecía al lugar santísimo del tabernáculo. Solo podía ser contemplado por el sumo sacerdote a quien, incluso, solo se le permitía entrar en aquel lugar donde se encontraba el arca, una vez al año. Cuando el arca debió ser transportada, durante la travesía del desierto, había sido reverentemente cubierta, para que nadie pudiera verla. Como dijimos anteriormente, los filisteos no sabían nada al respecto y por ello, no fueron castigados. Pero los israelitas, sí lo sabían. Dice el versículo 20:

"Los de Bet-semes dijeron: ¿Quién podrá estar delante del Señor, el Dios santo? ¿A quién la enviaremos nosotros?"

La cuestión no fue que hubiesen mirado el arca y vieran algo que no debieran haber visto. Ése no fue el problema. El arca era solo un cofre, lo que siempre había sido. El problema fue que era en el arca, colocada en el lugar santísimo, donde Dios se reunía con Su pueblo. Él no tenía ningún encuentro con ellos en esa época, porque ellos se habían apartado de Él. Su rebelión y blasfemia se revelaron en su desobediencia a Dios. A causa de ello, Dios trajo juicio sobre ellos. Y dice el versículo 21, de 1 Samuel 6:

"Entonces enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: Los filisteos han devuelto el Arca del Señor; descended, pues, y lleváosla."

Entonces vemos que, revelando una actitud supersticiosa, quisieron librarse del arca. En otras palabras, Israel no estaba preparado para recibir el arca. El pueblo de Dios no estaba preparado para volverse a Él.

Y así concluye el capítulo 6 de este primer libro de Samuel. Nos encontramos ahora en

1 Samuel 7:1-6

Y en este capítulo vemos que el arca fue traída a la casa de Abinadab. Los israelitas se arrepintieron solemnemente. Los filisteos fueron vencidos y Samuel juzgó a Israel. Después de pasar veinte años, Israel hizo los preparativos para recibir el arca. Israel por fin se apartó de su adoración de los Baales y de Astarot para servir a Dios. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 7 del primer libro de Samuel, en los cuales vemos que

Samuel encabezó una renovación

"Vinieron los de Quiriat-jearim, se llevaron el Arca del Señor y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar, su hijo, para que guardara el Arca del Señor. Desde el día en que llegó el Arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel suspiraba por el Señor."

Después de pasar veinte años, los israelitas comenzaron a volverse a Dios. También se apartaron de la adoración pagana de los Baales y de Astarot. Por fin llegaron al momento en que estaban dispuestos a buscar a Dios.

Estimado oyente, en este tiempo en que vivimos parece haber un interés renovado en la Palabra de Dios. Es nuestra firme convicción que el pueblo de Dios necesita volverse a la Biblia. Y creemos que toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, es la Palabra de Dios. Creemos en la integridad y veracidad de la Biblia, y en el hecho de que necesitamos volver a sus enseñanzas. Nos hemos estado demorando mucho en nuestro regreso a la Palabra de Dios. El progreso ha sido lento. ¿Cuántos años más pasarán?

Muchos hoy en día, se cansan de escuchar a algunos políticos, que hacen promesas y frecuentemente no las cumplen. En su defensa habría que decir que muchas veces no pueden cumplirlas, porque sus ideales tropiezan con la maldad y egoísmo del ser humano. También escuchamos panaceas expresadas por agentes sociales y profesionales de todas las áreas. Solo hay un problema: y es que algunas veces, aunque buenos proyectos se pongan en marcha, no pueden convertirse en realidad o alcanzar los objetivos propuestos. Quizás en su desesperación o frustración, al romperse los ideales y las ilusiones, muchos se vuelvan a Dios. Eso es lo que le ocurrió a Israel después de pasar veinte años alejados de Él. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4 de este capítulo 7 del primer libro de Samuel:

"Habló entonces Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis al Señor, quitad de entre vosotros los dioses ajenos y a Astarot, dedicad vuestro corazón al Señor y servidle solo a él, y él os librará de manos de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron solo al Señor."

Éste fue en verdad el principio del gran ministerio de Samuel. Los israelitas se hallaban sumidos en la idolatría. Se habían apartado del Dios vivo y verdadero. Habían sido derrotados en tantas batallas que el sufrimiento se había convertido en algo habitual para ellos, y estaban extremadamente desalentados, al no poder salir de esa situación crónica. Estaban comenzando a lamentarse de su estado ante el Señor. Nosotros, estimado oyente, también necesitamos volver al Señor. Hay gran hambre espiritual en el corazón de muchos hijos pródigos como el de aquella parábola que relató el Señor, que se hallan lejos del hogar en la provincia apartada, y dicen: "Estamos cansados de comer las algarrobas que comen los cerdos. Queremos regresar a la casa del Padre". Pues bien, entonces necesitan pasar por la puerta de la Palabra de Dios. Leamos ahora los versículos 5 y 6 de este capítulo 7 del primer libro de Samuel:

"Luego dijo Samuel: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros al Señor. Se reunieron, pues, en Mizpa, sacaron agua y la derramaron delante del Señor; ayunaron aquel día allí, y dijeron: Contra el Señor hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos de Israel en Mizpa."

Samuel no fue solamente profeta de Israel, sino también juez de la nación. Aquí vemos a Israel convirtiéndose de los falsos dioses al Dios verdadero. Este hombre Samuel estaba orando por ellos, y ellos confesaron sus pecados. Éste fue el camino de regreso para el pueblo de Dios. No creemos que haya otro camino de regreso. Oímos mucho acerca de toda clase de métodos en la actualidad, que serán bendecidos por Dios. Y lo que el pueblo de Dios necesita hacer es ir a Dios y confesarle sus pecados. Ellos necesitan verse a la luz de la Palabra de Dios. Si realmente nos vemos a nosotros mismos, comprobaremos que, como dijo Pablo en Romanos 3:23, estamos lejos de la presencia gloriosa de Dios. Y entonces podemos tener la certeza de que la sangre del Señor Jesucristo continúa limpiándonos de toda maldad, como nos recuerda 1 Juan 1:9. La confesión de pecado restaurará la comunión del creyente con su Dios.

Estimado oyente. En este pasaje hemos visto que cuando las personas reconocen su verdadera situación frente a Dios, Él, por medio de Su Espíritu, comienza a transformarlas, a renovarlas. Si la persona es creyente, como acabamos de ver, Dios la restaura, la renueva y continúa transformándola. Si la persona aún no ha creído en el Señor Jesucristo, el reconocimiento de su falta de relación con Dios, y de que sus pecados la mantienen en un estado de perdición, la llevarán a admitir su necesidad de un Salvador. Y Dios, que ve el estado real de cada uno, por Su Espíritu Santo regenerará a aquel hombre, a aquella mujer, que, por la fe, desee confiar en ese Salvador y Señor que se complace en recibir a los pecadores.

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