¡Qué triste es ver cuando un hijo de Dios que antes corría bien se aparta de los caminos del Señor como lo hizo Amasías! Dé allí en adelante va a tener una catástrofe después de otra.
Si el hombre dice que no se puede conocer a Dios, está mintiendo, porque él se ha revelado a la humanidad de forma continuada y clara. Esta revelación ha llegado a su clímax en la persona del Señor Jesucristo, el mismo Hijo de Dios. Por lo tanto, cada persona tiene una gran responsabilidad frente a este hecho: creer en él implica tener vida eterna, pero rechazarlo nos coloca bajo la justa ira de Dios.
El apóstol Pablo deseaba que cada creyente disfrutase plenamente de todo lo que Dios tenía reservado para ellos de acuerdo al plan que había trazado desde la eternidad y que encontraba su fundamento en Cristo. Por esta razón ora nuevamente a favor de los creyentes.
La palabras del profeta Zacarías siguen siendo realidad hoy: "No prosperaréis; porque por haber abandonado al Señor, él también os abandonará". Este es un principio que todos por igual debemos recordar.
Los discípulos de Juan el Bautista se sintieron molestos al ver la creciente popularidad de Jesús. Desgraciadamente encontramos aquí un ejemplo de los celos ministeriales que con frecuencia existen entre nosotros. Pero la respuesta de Juan nos da las claves para no caer en estas cosas...
Juan 3:16 es sin duda el versículo más famoso de la Biblia y es conocido como el evangelio en miniatura: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
En Cristo desaparece toda causa de división y toda separación entre Dios y los hombres y entre hombre y hombre, creándose una nueva entidad espiritual, un nuevo pueblo, la Iglesia, en el que se establece una íntima relación vital entre todos sus componentes, por muy diversas que sean sus procedencias religiosas o raciales.
Josafat fue uno de los mejores reyes que tuvo Judá, sin embargo, su debilidad fueron las malas compañías. El Señor nos advierte innumerables veces acerca de este peligro. Josafat tuvo que aprenderlo por medio de un importante naufragio en su vida.
Jesús dijo que era necesario nacer de nuevo para poder ver el reino de Dios. Este nuevo nacimiento no se consigue por medio de buenas obras, sino que es una obra del Espíritu Santo en el hombre que se arrepiente y pone su fe en Cristo.
El apóstol establece un claro contraste entre nuestro triste estado como pecadores y lo que hemos llegado a ser por nuestra identificación con Cristo. Todo es fruto de la gracia de Dios y sólo él debe ser adorado eternamente por ello.