Después de la oración de Moisés, Dios decide renovar su pacto con Israel, y lo hace de una forma gloriosa; dándoles a conocer su nombre, es decir, mostrándoles aquellos atributos que caracterizan su ser y por los que pueden seguir disfrutando de la comunión con él a pesar de ser pecadores.
El antiguo pacto de la ley fue glorioso a pesar de que no podía traer salvación a las personas, pero la gracia y la verdad que Cristo trajo fueron mucho más gloriosas.
El pueblo reaccionó a la misericordia renovada de Dios con agradecimiento, y ofrendó generosamente para la construcción del Tabernáculo. Por su parte, Dios manifestó su gloria una vez terminada la obra. Un buen ejemplo para todos nosotros.
¿Qué pretendía Dios cuando salvó a Israel de la esclavitud de Egipto? ¿Sólo le preocupaba la opresión social que sufría o pretendía hacer con ellos algo mucho más grande? ¿Qué lugar debe ocupar la acción social en la iglesia?...