Estudio bíblico de Isaías 53:1-54:17

Isaías 53:5 - 54:17

Nos encontramos, amigo oyente, una vez más hoy, en este maravilloso capítulo 53 de Isaías, uno de los grandes capítulos de la Biblia, y así es considerado por los grandes eruditos de la Biblia. En nuestro programa anterior consideramos una primera sección titulada "El sufrimiento del Salvador" y dejamos nuestro estudio en el versículo 4. Vamos a leer entonces, los versículos 5 y 6:

"Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por su llaga fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros."

Ante la frase "por su llaga fuimos nosotros sanados" surge la pregunta: ¿De qué somos sanados? ¿Somos sanados de alguna enfermedad física? ¿Es éste el significado principal? Bueno, vamos a permitir que Simón Pedro interprete estas palabras con la inspiración del Espíritu de Dios. El apóstol Pedro en su primera epístola, capítulo 2, versículo 24, dijo: "El mismo llevo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por su herida habéis sido sanados". Ahora, ¿sanados de qué? Pedro dejó claro que hemos sido sanados de nuestros pecados. Quisiéramos destacar ahora, algo del versículo 6. Comienza con la palabra "Todos" y finaliza diciendo "todos nosotros."

"Todos nosotros nos descarriamos como ovejas". No algunos de nosotros, sino "todos nosotros". Y ¿cuál es realmente el problema de la humanidad? ¿Cuál es el problema básico suyo y mío estimado oyente? Bueno, se indica aquí en la siguiente frase: "cada cual se apartó por su camino". Ése es nuestro problema. El hombre se ha ido por su propio camino, descuidando el camino de Dios, y las Sagradas Escrituras además nos dicen: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte". (Proverbios 16:25) También se nos dice: "Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas". (Proverbios 3:6) Aunque el Señor Jesucristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". (Juan 14:6), nos hemos desviado cada uno por su propio camino.

La última frase del versículo 6 dice: "mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros". El profeta Isaías está aclarando que cuando Cristo murió en la cruz estaba simplemente ocupando su lugar y el mío. Él no había cometido ninguna falta. Él era santo, inocente, puro, sin mancha, y separado de los pecadores. Él fue el sustituto que el amor de Dios proveyó para la salvación suya y mía.

Por cierto que nuestros corazones se conmueven y sienten compasión hacia Él, al morir sobre ese madero. Con toda seguridad, no quedamos insensibles ante tanto dolor y sufrimiento. Tendríamos que ser personas de demasiada sangre fría si nuestro corazón no reaccionara con estos sentimientos. Se dice que cuando a un antiguo gobernante de Francia, se le contó acerca de la crucifixión de Cristo, fue tan impactado por esa historia, que se puso en pie, desenvainó su espada y dijo: "Ah, si sólo pudiera haber estado allí con mis soldados". Sin embargo, estimado oyente, Cristo no quiere su compasión. Él no murió para ganar eso. Él no murió para reclutarle a usted para que le defendiera. Recordemos que cuando el Señor Jesucristo se dirigía hacia la cruz, las mujeres de Jerusalén estaban llorando por Él. Y Él se volvió a ellas y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos". (Luc. 23:28, 31) "Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?" Cristo no quiso la compasión de ellas, así como tampoco desea la nuestra.

Alguien puede estar pensando que Jesús murió como un mártir. Él no murió la muerte de un mártir, porque se adhirió a una causa perdida. Él no murió como los mártires, que en su muerte cantaban canciones alegres y confesaban que Cristo estaba a su lado. Podemos comparar Su muerte con la de Esteban. Esteban triunfante dijo: "veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la derecha de Dios". (Hech. 7:56) El Señor Jesucristo no murió de esa manera. Él murió abandonado por Dios y dijo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mat. 27:46) Su muerte fue diferente. Jesús murió solo con los pecados del mundo sobre Él.

Alguien más pueda querer expresar qué influencia maravillosa debería ejercer la muerte de Cristo en nuestras vidas. Al contemplar Su vida y Su muerte, seguramente deberíamos ser persuadidos a apartarnos del pecado. Sin embargo, ésa no ha sido la experiencia del hombre. A propósito, amigo oyente, ¿cómo ha influenciado esta muerte en su vida? Ese punto de vista no explicará satisfactoriamente este versículo. Leamos el versículo 6, otra vez: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros". Ninguno de esos puntos de vista será suficiente para explicar Su muerte, porque Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús ocupó nuestro lugar. Y ahora llegamos a la segunda sección del capítulo, titulada:

La satisfacción del Salvador

En este punto debemos citar el versículo 3, que habla del dolor de Cristo.

"Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos."

Cristo ha sido identificado como el "varón de dolores, experimentado en sufrimiento" y la inferencia es que Cristo era un hombre muy infeliz mientras estaba aquí en la tierra. Y para reforzar esa posición se citan algunos incidentes aislados donde dice que Él lloró. Pero, dentro de lo posible quisiéramos corregir esta idea. En el versículo 4, de este capítulo 53 de Isaías dice: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores". Podemos ver claramente que fueron nuestras enfermedades y nuestros dolores los que el llevó. Jesús mismo no tenía enfermedades y dolores. Él estaba completamente feliz con la misión que tenía que realizar aquí en la tierra. En Hebreos 12:2 se dijo de Él: "el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz". Esos cuadros que le muestran con un rostro triste y muy solemne, no le representan correctamente. Aun en la cruz, Jesús tomó nuestro lugar con alegría. Él convirtió esa cruz en un altar sobre el cual ofreció un pago satisfactorio por el castigo de sus pecados y los míos. Él murió allí por Su propia voluntad, porque en el versículo 7 leemos: "como una oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, no abrió su boca."

Quizá usted, amigo oyente, se está diciendo a sí mismo: "esto no tiene ningún sentido para mí. No lo creo, ni tampoco me interesa esa clase de religión. Yo no quiero que Dios haga un sacrificio por mí. Yo no le pedí que lo hiciera". Bueno, es cierto que usted no le pidió que lo hiciera, pero permítanos hacerle una pregunta bien directa. Estamos seguros que usted estará de acuerdo con nosotros, en que el hombre ha llevado a este mundo a una triste posición conflictiva. La sabiduría del hombre ha fracasado en el intento de resolver los problemas de la vida. ¿Ha pensado usted alguna vez que el hombre puede estar equivocado en cuanto a la próxima vida, cuando él rechaza el remedio de Dios, sin darle la más mínima consideración? Una filosofía vana y una supuesta ciencia no han resuelto los problemas del diario vivir. Pues, bien, si ellas están equivocadas en tantas otras áreas, también pueden estar equivocadas en su punto de vista sobre la Biblia.

Supongamos por un momento que Dios sí entregó a Su Hijo para morir por usted y que Él realizó un sacrificio tremendo. Concedamos que la cruz es el remedio de Dios para los pecados del mundo y que eso es lo mejor que Dios puede hacer. Y supongamos también que usted continúa rechazando esta oferta gratuita de salvación. ¿Cree usted que puede razonablemente esperar que Dios haga algo por usted en la eternidad? Si Dios ha agotado Su amor, Su sabiduría, y Su poder, al entregar a Cristo para morir, y ha esperado pacientemente para que usted se vuelva a Él, ¿qué más puede Él hacer para salvarle? ¿Qué más cree usted que Dios puede hacer por usted, o por cualquier otra persona, que rechaza a Su Hijo? Él regresaría otra vez en este momento y moriría otra vez, si ésa fuera la forma de salvarle a usted. No es un asunto de poca importancia el rechazar el regalo del amor de Dios, que Él le está ofreciendo a usted.

Esto no concluye la historia del evangelio. Nosotros no adoramos a un Cristo muerto, adoramos a uno que vive. Él no sólo murió, sino que también resucitó saliendo de la tumba victorioso. Cristo ascendió a los cielos, y en este mismo momento Él está sentado a la derecha de Dios, y como dijo el profeta Isaías en el versículo 11:

"Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre sí las iniquidades de ellos."

Nosotros tenemos a un Salvador viviente y que se alegra porque Su sufrimiento le llevó a quedar satisfecho. Él tomó nuestro infierno para que nosotros podamos tener Su cielo. Él está feliz porque a través de los siglos, multitudes, sí, amigo oyente, y aun millones, han venido a Él y han encontrado una dulce liberación de la culpa, el perdón de sus malos actos, y sanidad de la lepra del pecado. Cristo dijo en Lucas 15:7 que hay alegría en los cielos por un pecador que se arrepiente, y ese número puede ser multiplicado por millones. Pensemos en la alegría y satisfacción de Cristo hoy. Tenemos a un Cristo feliz, y estar en Su presencia será una experiencia que merecerá la pena disfrutar.

Usted puede añadir alegría a Su corazón aceptando el regalo de la vida eterna que Él anhela entregarle. Él no le está pidiendo nada a usted, al contrario, Él quiere darle algo. Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 4:5, "Pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". Todo lo que usted tiene que hacer es aceptarle allí donde ahora mismo se encuentra. Dios le invita a ir por la fe al pie de la cruz, donde usted encontrará el perdón de sus pecados.

Un antiguo himno expresa estos sentimientos con las siguientes palabras: "Junto a la cruz de Cristo yo quiero siempre estar. Pues mi alma albergue fuerte y fiel allí puede encontrar. En medio del desierto aquí, allí encuentro hogar. Do del calor y del trajín yo pueda descansar. Bendita cruz de Cristo, a veces veo en ti la misma forma en fiel visión del que sufrió por mí. Hoy mi contrito corazón confiesa la verdad de tu asombrosa redención y de mi indignidad."

Ésta es una hermosa oración para que el pecador la dirija a Dios. Deja claro que no todos los seres humanos se salvarán, y que todos deben aceptar al Sustituto divino, o se perderán. También destaca la depravación total del hombre, tal como la enseña la Biblia, y que no estamos en condiciones de salvarnos a nosotros mismos. Todos, sin excepción están implicados en la culpa, y todos sin excepción están implicados en el pecado, y todos sin excepción son culpables de extraviarse, todos sin excepción se han apartado de Dios, y todos, sin excepción, han elegido sus propio camino. Y así llegamos al:

Capítulo 54

El tema del mismo se expresa en dos frases. La esposa del Señor reunida y restaurada (vv. 1 al 10) y la esposa restaurada del Señor alegre y justa (vv. 11 al 17). Es un capítulo lógico para seguir al capítulo 53 de Isaías, porque es la canción que acompaña a la salvación y a las glorias futuras de Israel. Es que el Redentor vendrá a Sion y ellos algún día le contemplarán. El profeta estaba hablando directamente a Israel diciéndoles que deberían cantar. Leamos entonces el primer versículo de Isaías 54, que encabeza el párrafo que nos habla de:

La esposa del Señor reunida y restaurada

"¡Regocíjate, estéril, la que no daba a luz! ¡Eleva una canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto!, porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho el Señor."

La redención ha traído una canción al mundo. El mundo produce melodías tristes, sin esperanza, pero los redimidos cantan sobre bendiciones. No son muy bellas, no son realmente gozosas. El mundo expresa con música sus tensiones y conflictos, mientras los redimidos cantan sobre la redención. El mundo transmite con su música una imitación de la verdadera alegría, mientras los redimidos cantan desde la realidad de su verdadera alegría. Los redimidos cantarán la canción de la redención, estén en la tierra o en el cielo. Dice el Apocalipsis en 5:9-10, "Y cantaban un cántico nuevo, diciendo; Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, lengua, pueblo y nación: nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra". ¡Qué imagen que tenemos aquí! Es la iglesia mencionada en Apocalipsis, pero en Isaías 54 se trata de la nación de Israel. La iglesia es llamada una virgen casta mientras que Israel es descrita como la esposa restaurada.

Veamos la frase "Regocíjate estéril". En el pasado Israel ha sido una esposa estéril. La vida de Sara, esposa de Abraham, era como esa esposa en miniatura. Ella era estéril, no tenía hijos, siendo una mujer de 90 años. Y Dios hizo que la estéril diera a luz un hijo, y pensemos en los millones que han provenido de ella.

Así que las primeras palabras después de la crucifixión del capítulo 53, son "Regocíjate. . . eleva una canción". Es una invitación a que el pueblo cante. Pero los judíos no están cantando hoy en su tierra. En el pasado Israel ha sido como una esposa estéril, pero en el futuro sus dolores de parto se terminarán, y tendrá muchos hijos. Ahora, en el versículo 2 de este capítulo 54 de Isaías, leemos:

"Ensancha el sitio de tu tienda y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas apocada; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas."

La nación de Israel nunca ha llegado a ocupar toda el territorio que Dios le había dado según Josué 1:4, ni siquiera de forma aproximada durante el apogeo del reino, alcanzado en los días de David y Salomón. En este versículo Dios les estaba diciendo que tendrían que alargar sus cuerdas y reforzar sus estacas. E iban a tener seguridad en la tierra. No tendría que tener temor a sus enemigos. Durante el reino futuro ocuparían el territorio y la ciudad de Jerusalén tendría una zona suburbana muy grande. Y el versículo 3, dice:

"Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; tu descendencia heredará naciones y habitará las ciudades asoladas."

Los pueblos de otras naciones han ocupado la mayor parte de la tierra prometida en el Antiguo Testamento, pero cuando Cristo reine, los pueblos tendrán sus propios territorios y podrán vivir en paz con sus vecinos. El problema de varias regiones del mundo hoy radica no sólo en que algunos están tratando de ocupar el territorio de otros, sino que algunas naciones están tratando de ampliar sus territorios y áreas de influencia, lo cual causa tensiones, conflictos y guerras. Está claro que en este mundo aún no reina el Príncipe de Paz y las naciones, al sentirse amenazadas e inseguras, consideran la expansión territorial como una táctica defensiva. Ahora, en el versículo 5, leemos:

"Porque tu marido es tu Hacedor; Señor de los ejércitos es su nombre. Él es tu Redentor, el Santo de Israel, el que será llamado Dios de toda la tierra."

Ellos pertenecerán a Dios en ese día, como Sus redimidos. Y el versículo 6 dice:

"Porque como a una mujer abandonada y triste de espíritu te llamó el Señor, como a la esposa de la juventud que es repudiada, dice el Dios tuyo."

Israel es hoy como una esposa que se ha divorciado por haber cometido adulterio. Ésa es la figura retórica que encontramos aquí. El versículo 7, dice:

"Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con gran compasión te recogeré."

En aquel día, amigo oyente, no sólo Israel, sino también todos nosotros vamos a mirar atrás a lo que pensábamos que era terrible aquí en esta vida, y nos parecerá, como lo describió el apóstol Pablo en 2 Corintios 4:17 y 18, "una aflicción leve y pasajera que nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación". Necesitamos fijar nuestra mirada en las cosas que no se ven, que son eternas, antes que en las que se ven, que son temporales Pasando luego al versículo 10, leemos:

"Porque los montes se moverán y las colinas temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz se romperá, dice el Señor, el que tiene compasión de ti."

Si alguien piensa que Dios va a quebrantar ese pacto que Él hizo con Abraham, Isaías le indica que está equivocado, porque Dios no va a quebrantar Su pacto. Nunca lo hará.

Leamos ahora el versículo 11, para entrar en la última sección de este capítulo, titulada:

La esposa restaurada del Señor alegre y justa

"¡Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo! He aquí que yo cimentaré tus piedras sobre antimonio y sobre zafiros te fundaré."

En este versículo vemos que Dios comenzó a consolar a Israel para que el pueblo pudiera alegrarse. Dice el versículo 13

"Todos tus hijos serán enseñados por el Señor, y se multiplicará la paz de tus hijos."

Éste será el día en que el conocimiento del Señor se difundirá por toda la tierra. Este conocimiento traerá la paz. Continúa diciendo el versículo 14:

"Con justicia serás establecida; estarás lejos de la opresión, porque no temerás, y lejos del temor, porque no se acercará a ti."

Una consecuencia de la justicia es la libertad del temor. Y leamos ahora, finalmente, este hermoso versículo de la Biblia, el versículo 17:

"Ninguna arma forjada contra ti, prosperará, y tú condenarás toda lengua que se levante contra ti en el juicio. Esta es la herencia de los siervos del Señor: su salvación de mí vendrá, dice el Señor."

Tanto en al pasado como en el presente, Dios se ha opuesto al antisemitismo y cualquier otro tipo de racismo. Ningún enemigo del pueblo elegido por Dios ha podido prosperar. Hay personajes de la historia que podrían dar testimonio de esta verdad, como por ejemplo, Faraón, Amán, Herodes y Hitler.

Y para aquellos de todo pueblo, raza y nación que como sus mensajeros están llevando a cabo los planes de Dios en la tierra, y están ocupados en la tarea que Él les ha encomendado, esta promesa de protección es también una realidad. Nada les ocurrirá que el Señor no permita. Recordemos las palabras del Salmo 34:7, "El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen y los defiende".

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