Estudio bíblico: Herencia de Jehová son los hijos - Salmo 127:3-5

Serie:   Los Salmos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Herencia de Jehová son los hijos (Salmo 127:3-5)

Introducción

Hoy el mundo ha redefinido el concepto de matrimonio y familia, contraviniendo los principios bíblicos establecidos por su Diseñador. Pero como cristianos, sabemos que sólo aplicando los principios bíblicos podremos disfrutar plenamente de esto que Dios creo para el gozo y la bendición del ser humano. A lo largo de esta parte del Salmo encontraremos muchos principios que chocan con la cultura en la que vivimos, pero debemos estar atentos a lo que la Palabra de Dios nos quiere decir si queremos apropiarnos de su bendición.

La familia es una bendición de Dios

(Sal 127:3) "He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre."
Después de haber descrito en los dos primeros versículos del salmo la autosuficiencia humana como inútil, ahora pasa a establecer un nuevo fundamento para una vida de verdadero significado. Seguramente muchos no lo esperarían, pero nos va a revelar que la familia y los hijos son un regalo de Dios por medio de los cuales llega a nosotros su bendición.
En la Biblia la familia era la unidad básica, el elemento más importante de la sociedad. El creyente se preguntaría: ¿Para qué se construye la casa si no es para la familia? ¿Por qué los vigilantes protegen la ciudad si no es porque las familias viven en ella?
La familia es una idea de Dios; fue él quien formó y entregó a Eva, la primera mujer, a Adán, el primer hombre, y les dijo: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla" (Gn 1:28). La familia es un regalo divino para la humanidad por el que debemos estar agradecidos.
Más adelante en la revelación bíblica vemos que la familia sería el medio por el que las promesas y pactos que Dios hizo con Abraham llegarían a cumplirse. Recordemos las palabras de Dios a Abraham: "de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos" (Gn 22:17).

Los hijos son una bendición de Dios

1. Dan continuidad a nuestra herencia
Una familia numerosa heredaría la propiedad familiar y continuaría con el apellido, razones por las que en aquel tiempo se consideraba una bendición de Dios. Hoy en día esta forma de pensar ha cambiado radicalmente en nuestro mundo moderno.
Por otro lado, es cierto que hay matrimonios que no pueden tener hijos. ¿Quedan ellos excluidos de la bendición de Dios? Bueno, siempre se puede influir en la vida de otras personas para bien, y por esa razón no se debe interpretar que la ausencia de hijos biológicos sea una maldición de Dios. La meta final es invertir en aquellas personas que Dios pone a nuestro alcance; ellos son nuestra próxima generación. Por ejemplo, el apóstol Pablo hablaba de Timoteo como "verdadero hijo en la fe" (1 Ti 1:2).
La tragedia no está en no tener hijos naturales, sino en no dejar una descendencia espiritual en este mundo.
2. Los hijos son una inversión
Los hijos son una responsabilidad de los padres, y son la mejor inversión que podemos hacer, tanto para la iglesia como para la sociedad.
Ahora bien, como cualquier herencia, debe ser administrada y cuidada. Del mismo modo, los hijos requieren que invirtamos en su educación y formación espiritual. Mientras los hijos vivan bajo el mismo techo, los padres deben moldear y dirigir a sus hijos con una influencia piadosa. Desgraciadamente, muchos padres y madres esperan para comenzar a hacerlo cuando es demasiado tarde.
Algunas malas actitudes de los padres hacia sus hijos:
Hoy en día, como fruto de nuestra sociedad individualista y materialista, los hijos son vistos como una carga que nos impiden disfrutar de la vida (comprar más cosas, viajar, tener una casa mejor?), razón por la que cada vez se retrasa más la paternidad, y eso si no se opta por tener mascotas en lugar de hijos, que al fin y al cabo, requieren mucho menos compromiso y dedicación.
Algunos padres sacrifican a sus hijos sobre el altar del consumismo. Los dejan al cuidado de otros mientras ellos se dedican a ganar dinero. Compensan cualquier acusación de su conciencia comprándoles todo lo que quieren: computadoras, celulares, videojuegos, vacaciones, actividades extraescolares? pero ignoran la formación de un verdadero carácter cristiano.
Estos mismos padres pasan la responsabilidad que Dios les ha asignado a ellos a terceras personas: el colegio o la iglesia. No olvidemos que Dios va a pedir cuentas de esta responsabilidad a los padres. Y a los que transfieren esta responsabilidad al colegio deber recordar que la educación pública es en la mayoría de los casos un sistema descarado de adoctrinamiento de valores antibíblicos. Es necesario que los padres conversen continuamente con sus hijos para supervisar su formación y corregir aquellas cosas deficientes. Y a los que transfieren la responsabilidad a la iglesia, no deben olvidar que los hijos llegan a la iglesia habiendo absorbido los ideales del hogar. Es allí donde se han formado y modelado, dejando una huella que permanecerá para siempre.
Otros abusan de sus hijos física o verbalmente, tratándolos con desprecio. Todos hemos conocido hogares donde cada uno de los padres tenía a su favorito entre los hijos, como Isaac y Rebeca (Gn 25:28).
Hay otras muchas cosas que están destruyendo el concepto de familia tal como nos es presentada en la Biblia, como por ejemplo, el predominio del aborto, el divorcio (los hijos de padres divorciados se divorcian, y en muchos casos sufren abusos), los hijos adoptados por parejas no heterosexuales.
Debemos buscar la ayuda de Dios para criar bien a nuestros hijos. Necesitamos orar por ellos, enseñarles la Biblia, llevarlos a la iglesia y, sobre todo, darles ejemplo viviendo nosotros mismos para Dios. Si hacemos esto, el trabajo invertido en nuestras familias no será en vano. Al contrario, Dios nos bendecirá a nosotros y a nuestros hijos también.
¡Qué Dios nos ayude a construir hogares cristianos en un mundo de malas influencias y tentaciones seductoras! ¡Qué nos libre de convertirnos en parte de esta sociedad globalizada que corre de espaldas a Dios, y de perder el sentido de misión con nuestros hijos que nos ha sido encomendado!
3. "Herencia de Jehová son los hijos"
Desde la perspectiva bíblica, "herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre".
Los niños no son un obstáculo, son una herencia, un patrimonio. Pero como decimos, esto ha cambiado en nuestro mundo moderno. Antiguamente las familias grandes eran consideradas como bendecidas por Dios. Sólo hay que recordar la angustia que vivieron varios de los patriarcas y otros santos del Antiguo Testamento cuando tenían esposas estériles y no podían tener hijos.
Los hijos son una bendición del Señor, y cada padre y madre deben reconocerlos como un don divino, una expresión del favor divino.
Ahora bien, el concepto de "herencia" en este caso ha sido interpretado de dos formas diferentes:
Una herencia que es posesión del Señor: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que él escogió como heredad para sí" (Sal 33:12). Este planteamiento nos hace pensar que los hijos que nacen como fruto del matrimonio son propiedad del Señor: "tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí" (Ez 16:20). Así pues, los padres reciben a sus hijos como un préstamo. Ver a los hijos como la posesión de Dios significa que hemos de consultar con él para ver qué quiere que hagamos con ellos. No son meramente un juguete para distraernos cuando son pequeños. Los padres tenemos la solemne tarea de moldear su carácter durante el tiempo que nos son prestados. Recordemos como ejemplo a la madre de Moisés que fue capaz de imprimir en él un amor a Dios y a su pueblo en el corto tiempo que lo tuvo bajo su responsabilidad.
Una herencia que el Señor nos da como un regalo. De alguna manera está comparando a los hijos con las tierras que Israel recibió como su heredad cuando entraron en la Tierra Prometida. Entre todos los bienes con los que Dios nos bendice desde lo alto, uno de los más significativos son los hijos. El reconocimiento de que los hijos son un don de Dios constituye la base para la formación de un hogar cristiano.
4. Los hijos acaban de formar a los padres
Los hijos nos ayudan a entrenarnos y desarrollarnos como personas y creyentes. Tener hijos elimina el egoísmo. Ya no puedes hacer lo que quieras, debes tener otras consideraciones. Ya no podemos vivir para nuestras comodidades, placeres y actividades.
Por otro lado, nos ayudan a ver la vida desde otras perspectiva. Antes nosotros éramos hijos y no valorábamos a nuestros padres, ahora que somos padres, empezamos a entender las cosas de otro modo.
5. ¿Son realmente los hijos una bendición?
Por supuesto, donde las condiciones sociales son tales que, por muy dispuesto que esté un hombre a trabajar, no se puede encontrar trabajo, y por más que se esfuerce no puede ganarse la vida, entonces el hecho de una familia numerosa es, en cualquier caso, por un tiempo, un aumento de dolor.
Otros consideran que fomentar la procreación es una actitud irresponsable en un mundo de recursos finitos.
En otros casos, cuando los hijos no se quieren convertir y son inmorales, están muy lejos de ser una bendición, sino que traen dolor a los padres.
También cuando los hijos tienen enfermedades graves.
Hay creyentes que deciden no tener hijos porque no quieren traer prole a este valle de lágrimas. Dicen: "el mundo está tan mal que no queremos añadir sufrimiento teniendo hijos".
En cualquier caso, frente a todas estas posturas, debemos notar que la norma divina que el salmo expresa es que los hijos son flechas en mano del valiente. Si el mundo está mal, lo que necesita son hijos formados en la fe y lanzados para su bendición.

"Saetas en mano de valiente"

(Sal 127:4) "Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud."
A continuación los hijos son comparados con saetas: "Como saetas en mano del valiente".
Anteriormente se había afirmado que Jehová guarda la ciudad (Sal 127:1), ahora vemos que un instrumento por medio del cual se lleva a cabo esta labor son los hijos. En todo caso, se sigue insistiendo en que este mundo es un lugar lleno de adversarios.
De todo esto sacamos la conclusión de que la mejor arma para vencer en este mundo contradictorio es la familia. Son las armas defensivas y también para el ataque. Es el medio por el cual puede incidir en el mundo y cambiarlo para bien.
Los hijos son guardados en la aljaba hasta el momento oportuno en que sea necesario enviarlos al mundo. Pero para que una saeta sea efectiva, primero debe ser tallada. Hay que convertir un trozo de rama en una flecha. Con esto queremos subrayar que si bien es importante educar profesionalmente a nuestros hijos, aún es más importante formarles en los valores eternos del Reino de Dios, sólo así podrán alcanzar su objetivo. Los padres tendrán que enseñarles multitud de cosas: una ética correcta del trabajo, el manejo del dinero, las sutilezas de las relaciones humanas, los modales correctos, la curiosidad intelectual, un compromiso con el servicio, la aceptación del sacrificio... y, por supuesto, inculcarles buenos valores espirituales y darles un ejemplo coherente, sensato y espiritual. Para todo ello es importante crear un entorno edificante en el hogar. Sólo entonces podrán llegar a ser independientes de sus padres y útiles en el mundo cuando llegue el momento de partir.
Por lo tanto, la bendición no está en tener muchos hijos, sino en tener hijos bien formados. Engendrar muchos hijos para luego dejarlos a su suerte no constituye ninguna bendición. Formar un hijo para que sea maduro y ame a Dios requiere mucho trabajo de parte de los padres. A veces puede resultar una tarea frustrante, y debemos se pacientes y continuar enseñándoles la Palabra de Dios. Y sólo una vez que la "saeta" está bien formada se puede colocar en la aljaba para después usarla en la batalla.
Dar en la diana significara que han sido bien formados y que por lo tanto llegan a tocar las vidas de otras personas para bien. Pero para que una saeta llegue a su objetivo es necesario que esté bien dirigida. ¿Cuál es el objetivo con el que educamos a nuestros hijos? ¡Cuántos padres hay que no tienen un objetivo digno para sus hijos! Se alegran de que "salgan adelante", se enriquezcan, ocupen buenos puestos en la sociedad, pero qué torpemente se ocupan de que sus hijos sean para el Señor.
Por otro lado, lanzar una flecha acertadamente requiere de habilidad. No es fácil ser preciso. Los padres tenemos que reconocer esta dificultad y buscar el oportuno socorro en la gracia de Dios.
También hay que enviar las flechas con fuerza. Es necesario doblar bien el arco y tirar la flecha con fuerza para que llegue lo más lejos posible. Esto nos habla del esfuerzo arduo y cuidadoso que hemos de hacer para impulsar a nuestro hijos en el camino correcto. ¡Qué poco esfuerzo hay en este asunto!
Desde otro punto de vista, los hijos pueden volar y llegar a donde los padres no pueden ir. Los hijos, ya sean descendientes biológicos o discípulos espirituales, llevan los valores de los padres a lugares donde ellos nunca podrán ir personalmente. No puede haber satisfacción mayor para los padres que sus hijos lleguen más lejos en la vida que lo que ellos lograron. En ese caso, los padres se sienten contentos de no haber vivido en vano cuando dejan tras de sí una familia respetable y bien ordenada que es útil en el Reino de Dios.

"Así son los hijos habidos en la juventud"

(Sal 127:5) "Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta."
Se especifica que "así son los hijos habidos en la juventud". Estos se mencionan especialmente porque llegarían a ser un apoyo natural para sus padres en su vejez, cuando más necesitarían de su ayuda.
Desde la perspectiva divina, cuantos más hijos tengamos, más bendecidos somos: "Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos".
Como vemos, esta herencia del Señor se compara con una aljaba llena de saetas. Así como en el mundo antiguo ningún guerrero saldría a la batalla con solo una o dos flechas, tampoco nadie se quedaría satisfecho con un pequeño número de hijos.
Hay que tener en cuenta que en aquella época no tenían los problemas de exceso de población que actualmente hay en algunas partes de este mundo, y estaban muy lejos de cumplir el mandamiento de "llenad la tierra" (Gn 1:28).
Además, no debemos olvidar que la tasa de mortalidad infantil era muy alta, por lo que tener muchos hijos era una especie de seguro para que un número suficiente sobrevivirían para perpetuar la familia. En este sentido la analogía con la aljaba llena de saetas es apropiada, porque nunca un guerrero o cazador puede estar seguro de que alcanzará su blanco con sólo una saeta, por lo que debe tener las más posibles.
En todo caso, en nuestro momento actual podríamos pensar también en los "hijos espirituales", y en ese sentido, nunca es posible tener demasiados. Bienaventurado el creyente o la iglesia que llena su aljaba de ellos.
Una familia numerosa genera mucho trabajo y preocupaciones, pero también tiene grandes recompensas. Aquí se menciona una de ellas: "No será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta".
El hombre que tiene abundantes hijos en su juventud, tiene una fortuna reservada para su vejez. Sus hijos podrán cuidar de él en la enfermedad o sustentarle cuando ya no pueda generar recursos propios. El descuido y el desprecio hacia los padres ancianos es un mal muy generalizado en la cultura occidental. Son vistos como una carga que nos impide disfrutar de la vida.
En especial se subraya la defensa que los hijos harían de su padre frente a sus enemigos "en la puerta". Ya sabemos que en el mundo bíblico la puerta servía como sala de audiencias de la ciudad (Rut 4:1,10-11) (Is 29:21) (Am 5:12) (Pr 22:22), lugar de reunión (Pr 31:31), mercado (2 R 7:1), o la puerta de entrada a la ciudad, lugar de reunión de ancianos y jueces donde se resolvían disputas y dictaban sentencias. Lo que implica es "ante los ojos de todos".
Si el salmista está pensando en los enemigos que tratan de invadir la ciudad, un numero abundante de hijos son una garantía para defenderla. Si estaba pensando en personas que podrían aprovecharse del padre cuando llegara a su vejez y fuera más vulnerable, los hijos defenderían sus derechos de una manera que no disfrutarían las viudas, los huérfanos o los extranjeros.
También los hijos dan fe de la calidad personal de sus padres. Unos hijos bien educados cierran la boca de los opositores. Los enemigos son los que se oponen a los valores del padre, pero los hijos, como sus flechas, son capaces de extender sus valores a la comunidad. Su discurso, entonces, es su contribución activa a la batalla intelectual y moral contra el mal, en lugar de una capitulación pasiva ante él. A través de sus esfuerzos, los padres tienen un impacto significativo que sobrevive a su propio tiempo.
La bendición de un padre piadoso se experimenta cuando sus hijos lo ayudan a salir adelante en tiempos de adversidad.
Terminamos nuestras reflexiones en este salmo recordando que comenzó tratando la vanidad de la vida que no tiene en cuenta a Dios, para terminar de manera positiva hablando del efecto permanente que tienen los hijos. El dolor de la vanidad se alivia con la perspectiva de un impacto duradero en la sociedad humana por medio de los hijos.

Comentarios

Colombia
  Lourdes Torres  (Colombia)  (09/12/2023)
Un comentario muy edificante ya que en ocasiones pierdo de vista el propósito de Dios para la familia y nuestros hijos, esto me ánima y me recuerda la maravillosa responsabilidad que Dios ha puesto en mis manos, la dependencia de Él y de su gracia infinita para educar a mis hijos en amor, la gracia y la capacidad que viene de Él por su Palabra y Espíritu. Gracias.
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