Estudio bíblico: Pedro y Herodes - Hechos 12:1-25

Serie:   Probados y transformados   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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Pedro y Herodes (Hechos 12)

El que la hace la paga

Hacía frío en la celda. El piso estaba húmedo y maloliente. Un hombre yacía allí tirado, entre despierto y dormido. Se oían los rítmicos pasos de los centinelas haciendo la ronda.
Allí el apóstol Pedro estaba pasando la noche.
Uno de los centinelas se le acerca y le entrega un pedazo de pan viejo y un jarro de agua y le dice:
— ¡Come bien que esta es tu última comida!
El prisionero con tranquilidad le responde:
— Si es la voluntad del Señor que esta sea mi última comida, lo acepto bien, pero mi Dios es el que manda en este mundo y no tu jefe. ¡Podría ser que fuese él quien muy pronto va a disfrutar de su última comida!
Ante el asombro del guardián, Pedro se arrodilla, cierra sus ojos y le da gracias a Dios por esos alimentos que muchos de nosotros no los consideraríamos buenos ni para los puercos. Pedro siente en su corazón esa "paz que sobrepuja todo entendimiento".
Sí, se ha enterado que hace pocos días, Jacobo, el hermano de Juan, ha sido ajusticiado. Su crimen ha sido creer que un hombre llamado Jesús es el Hijo Eterno de Dios.
El rey Herodes ha planeado para la mañana siguiente ejecutar a Pedro. Su delito no era grave, pero en aquellos tiempos no se necesitaban muchas pruebas para eliminar un enemigo. Se le había acusado de muchas cosas. La más grave de todas era designada como un "ataque injustificado y criminal con arma letal a un siervo del sumo sacerdote".
Sin embargo, había un problema: aunque había muchos testigos que habían visto a Pedro cortarle la oreja a un tal Malco, siervo del sumo sacerdote, sin embargo, aquel hombre seguía con sus dos orejas y no tenía ni una sola cicatriz. También se le atribuía repetir una acusación contra las autoridades religiosas y civiles diciendo: "vosotros matasteis al Autor de la Vida a quien Dios ha resucitado de los muertos".
En otra parte de la ciudad el rey Herodes está terminado su cena. Tiene un grupo de sus amigos con él. Están bastante contentos después de unas cuantas copas de los mejores vinos de la región.
— Alteza, ¿cómo está la situación en el país? — pregunta uno de los cortesanos profesionales.
— Bueno — responde el rey con ese tonito de voz muy similar a la de los políticos hablando ante las cámaras y micrófonos, — es la historia de siempre, pero hay un grupo de fanáticos que están perturbando el orden público diciendo que ese Jesús que fue crucificado vive todavía. ¿Se imaginan que haya gente que pueda creer que alguien que es crucificado pueda seguir viviendo? Mañana a primera hora hacemos un juicio de urgencia y "lo eliminamos".
Uno de los comensales con una sonrisa burlona le dice:
— Espero que no se les escape como un pajarito.
Herodes con una sonrisa diabólica responde:
— Es imposible, está en un lugar de alta seguridad. Me han confirmado que está aprisionado con dos cadenas. Por las dudas han reforzado la guardia con dos soldados al lado de él para custodiarlo. He dispuesto cuatro grupos de cuatro soldados cada uno para que lo custodie las veinticuatro horas del día. Y si esto no fuera suficiente, la cárcel tiene una fuerte guardia de lanceros alrededor para evitar cualquier eventualidad.
Mientras tanto Pedro está profundamente dormido. De pronto siente que alguien le toca en el costado. No es el golpe bruto de los soldados que él conoce tan bien y que siempre es doloroso y acompañado de gritos y palabras profanas. Ese toque es muy distinto. Al mismo tiempo una luz intensísima ciega y paraliza a todos los guardianes. Pedro trata de ver a ese ser que le está hablando pero le cuesta mucho. Es como si uno tratara de ver algo que está delante del sol. Apenas puede divisar la forma de ese ser angelical que parece que estuviera muy apurado. "Levántate pronto", le dice el ángel. Ante su asombro, los grillos que tiene en las muñecas caen al suelo como si se hubieran derretido. La segunda orden no se tarda: "cíñete y ata las sandalias". Pedro actúa como si estuviera hipnotizado. Se cubre con sus ropas y se ata rápidamente las sandalias. Entonces viene la tercera orden: "Envuélvete en tu manto"; sugiriendo que es una noche fría.
Para un prisionero que está preparado para morir al día siguiente, la libertad es sin duda el anhelo más importante. El apóstol funciona como alguien que no sabe si está despierto o soñando. Actúa en forma casi automática. Pedro comienza a seguir a ese ser angélico. Tiene que entornar sus ojos para no quedar deslumbrado. Ve con asombro cómo los soldados de la primera guardia están como "paralizados". La luz los ha enceguecido de tal forma que no pueden hacer más que cerrar sus ojos. Llegan así al segundo nivel de seguridad y pasan con toda naturalidad como si fuera su propia casa, de una habitación a otra. Llegan así al tercer nivel de seguridad. Las pesadas puertas de hierro hacen un quejido metálico y se abren lentamente como si fueran una de esas puertas modernas que se abren con un "dispositivo electrónico".
En la calle caminan unos ochenta metros. El ángel entonces se esfuma de la misma manera que apareció. El frío de la noche hace reaccionar a Pedro. Mira hacia atrás y ve los temidos muros de la horrenda cárcel. Se da cuenta que no es un sueño, sino que en verdad está libre. Como si estuviera hablando consigo mismo dice: "ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo el pueblo de los judíos".
En la otra parte de la ciudad, en la casa de María, la madre de Juan Marcos, se ha reunido un grupo de creyentes para orar. Lo han hecho desde el momento en que se enteraron del encarcelamiento de Pedro. Es una casa bastante grande. Han entrado en pequeños grupos para no llamar la atención y se ha dado la consigna que a ningún desconocido se le abra la puerta bajo ninguna circunstancia.
Las oraciones son todas más o menos similares y se repiten frases tales como:
— Señor, da fortaleza en esta hora de prueba a nuestro hermano Pedro.
— Oh Dios, si es tu voluntad, obra un milagro y que nuestro hermano pueda quedar libre.
Alguno ora diciendo:
— "Señor, por favor, cambia el corazón del rey Herodes para que lo deje libre y no lo mate".
Otros han dicho frases similares a:
— "Señor, dale paz y hazle sentir tu presencia a nuestro hermano Pedro".
Una y otra vez las oraciones van subiendo a la presencia del Señor. Un fuerte y bien sentido amén es repetido por los hermanos y hermanas.
De súbito se oye un suave golpeteo en el postigo.
— Es el viento — dice uno de los presentes.
El ruido se repite y cada vez es más fuerte. Una muchacha que está sentada cerca de la entrada va a investigar qué sucede. La casa para mayor seguridad tiene dos puertas. Abre la primera, y por la rendija de la segunda mira hacia afuera. Allí, por la luz de la luna reconoce la cara inconfundible del apóstol Pedro. Vuelve donde están los creyentes orando y empieza a los gritos ¡Es Pedro, es Pedro!
— Estás mal de la cabeza — le dice uno de los creyentes.
— No seas loca, Pedro está preso ? le dice otro.
Ella sigue repitiendo como un disco rayado: "Es Pedro". Otro sugiere que quizás sea su ángel.
— ¡Lo he visto — repite Rode — es nuestro hermano Pedro!
Por fin todos se ponen de acuerdo y repiten al unísono como un coro bien entrenado: "¡tiene que ser su ángel!".
Se hace un silencio. El supuesto ángel golpea otra vez la puerta con más intensidad y se pregunta a sí mismo: ¿Por qué no abren?
Por fin alguien decide abrir y ante el asombro de todos Pedro entra en la habitación. Algunos empiezan a gritar: ¡Aleluya!, pero el apóstol les hace una seña de silencio. Los rostros de los hombres y mujeres muestran la alegría de ver al hermano amado, a quien casi daban por muerto.
Todos se callan. Pedro les cuenta con detalles cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Les pide que le informen a Santiago y a los otros hermanos de lo que ha acontecido.
Han pasado varias semanas. Se ha corrido la voz de que Herodes se está muriendo revolcándose de dolor. Varios días después la noticia corre por todo el país. Herodes ha muerto en Cesarea. Algunos han dicho que "el Angel del Señor lo hirió por cuanto no dio la gloria a Dios" (Hch 12:23).

La historia bíblica y yo

¿Por qué Dios permite que Jacobo muera por la espada de Herodes y en cambio actúa para que Pedro sea liberado de esa manera tan espectacular?
Sin duda el Señor tiene planes muy especiales para la vida de cada uno de nosotros y tenemos que repetir las palabras de Job: "De oídas te había oído mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5).
¿Cómo puede ser que ese Pedro que antes tenía temor ahora no tiene miedo y puede descansar plácidamente unas horas antes de su ejecución?
El apóstol demuestra una calma extraordinaria al poder dormir la noche previa a la aplicación de la pena capital. Él ha aprendido, cómo lo va a decir más tarde, que el Eterno a veces permite que pasemos por tribulaciones. Es así que va a escribir: "El Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, el mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca" (1 P 5:10).
Pedro era uno de los que estaban aterrorizados junto con los otros discípulos que estaban en el barco durante la tormenta y empezaron a gritar: "¡Maestro, que perecemos!" (Lc 8:24). También se atemorizó cuando la sirvienta dijo: "este era uno ellos y él lo negó" (Lc 22:57).
Sin duda que la única respuesta que tenemos a esa paz que el apóstol exhibe es que Dios ha obrado especialmente dándole la paz que sobrepuja todo entendimiento. El apóstol ha crecido espiritualmente, desde el punto de vista de aceptar la voluntad de Dios en su vida. Años después va a decir: "echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 P 5:7).
Es interesante que Pedro hace señal con la mano no solamente para tomar la palabra sino para que no hagan mucho ruido. Seguramente los soldados muy pronto llenarían las calles buscando al prófugo y el bullicio despertaría las sospechas de las autoridades. Él tiene sentido común y no quiere que lo apresen de nuevo. Está agradecido al Señor que lo había liberado de la cárcel pero no tenía interés que el Todopoderoso tuviera que repetir el milagro.
Es interesante que ese mismo Ángel del Señor que libera al creyente fiel va a actuar en forma judicial estricta con ese hombre impío que era el rey Herodes.
El rey Herodes con todo su poder no podía eliminar a Pedro porque el Todopoderoso tenía otro propósito.
Dios en su providencia puede permitir que los suyos padezcan injusticias, enfermedades, accidentes o aún la muerte. Sin embargo, el propósito que el Señor tiene para cada una de nuestras vidas se va a cumplir.
El Eterno va a realizar su plan de rescate la noche previa a la ejecución. Pensamos que el Señor lo podría haber liberado la primera noche pero no lo hace. Esta aparente "demora" obliga al creyente y a la iglesia a ejercer su fe y constancia en la oración.
Es importante notar los hechos extraordinarios que se suceden para integrarse en el milagro de la liberación de Pedro:
Una luz repentina en la cárcel (Hch 12:7).
La aparición de un ángel (Hch 12:7).
Las cadenas se sueltan espontáneamente (Hch 12:7).
La puerta de hierro se abre por si sola como si fuera por el uso de unos de estos dispositivos electrónicos de "control remoto" (Hch 12:10).

Detalles técnicos

Herodes actúa no en relación a lo que está éticamente bien, sino lo que le ayuda a su popularidad, imagen política y relaciones públicas. La Escritura nos dice: "y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro" (Hch 12:2-3). Con tal de congraciarse con el pueblo, no tiene problema en matar a un hombre inocente. El cree firmemente en el principio que muchos años después lo iba a destacar Maquiavelo: "el fin justifica los medios".
Dieciséis soldados para cuidar que un hombre no se escape no son suficientes cuando el Omnipotente decide lo contrario. La iglesia hacía sin cesar oración por él.
Al parecer los creyentes tenían la idea errónea que cada uno tenía un ángel especial, quizás para protegerles, y que éstos tenían su mismo aspecto físico. Si bien las Escrituras nos dicen: "el Angel del Señor acampa alrededor de los que le temen y los defiende" no hay base para inferir esto en cuanto a una semejanza física.
Respecto a la muerte de Herodes, como médico, sospecho que hubo una obstrucción intestinal y luego una perforación probablemente del colon y una peritonitis. En este tipo de situación la muerte ocurre luego de varios días de sufrimiento intenso.
Aquel monarca, que unos días atrás arrastraba las multitudes que quedaban deslumbradas con sus vestidos resplandecientes y su oratoria extraordinaria, en su interior tenía los parásitos de una corrupción repulsiva.

Comparación entre la liberación de los israelitas de Egipto y Pedro

Un pueblo es liberado — Un hombre es liberado
El Mar Rojo se abre — Las puertas de la cárcel se abren
El pueblo se alegra — Los creyentes se regocijan
El ejército de Faraón perece — Herodes perece

Comparaciones entre la liberación de Pedro y de Pablo

El enemigo es el pueblo y Herodes — El enemigo es el pueblo (Hch 16:22).
El Señor utiliza un ángel — El Señor utiliza un terremoto.
Hay una luz — No hay luz (Hch 16:29).
Pedro sale inmediatamente a la calle — No salen inmediatamente.
Se soltaron las cadenas de Pedro — Se soltaron todas las cadenas (Hch 16:26).
Los carceleros son ejecutados — El carcelero se convierte al Señor.
La iglesia ora por él — Pablo y Silas también oran (Hch 16:25).

El líder que hay en cada uno

En la historia relatada en el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles hay tres líderes. Dos de ellos son siervos de Dios y por lo tanto justos y el tercero es un rey inicuo (Herodes).
Jacobo, el hermano de Juan, es muerto por la espada por orden de Herodes. El otro, es decir el apóstol Pedro, es liberado en forma extraordinaria.
Cuando hay una inestabilidad social o política frecuentemente los lideres están en una condición de peligro mucho mayor que el resto de la congregación. Cuando se levanta la persecución, son los líderes los primeros que sufren el desprecio, ostracismo, cárcel o aún la muerte.
Pedro lo sabía pero tenía la convicción de que el Señor está en su Trono eterno e inconmovible.
El líder debe preparar a quien lo sustituya en sus responsabilidades y también aconsejar los pasos a seguir cuando se da cuenta que está llegando al fin de su ministerio.
Al pasar de los años el apóstol expresará: "Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas" (2 P 1:13-15).

Temas para discusión en grupo de estudio

1. ¿Por qué Dios actúa en forma diferente con Jacobo y Pedro?
2. ¿En qué se basan los creyentes para interceder por Pedro? (Jn 14:14) (Jn 15:7) (Jn 16:23).
3. ¿Por qué podía Pedro dormir plácidamente la noche antes de su ejecución?
4. ¿Dónde se ve la justicia y la severidad de Dios en este capítulo?

Comentarios

Chile
  Carolina Velozo Ojeda  (Chile)  (22/02/2023)
Muchas gracias, ha sido de mucha bendición el estudio, un abrazo y que la paz de Dios repose en sus corazones.
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