Estudio bíblico: Jeremías: En el sube y baja - Jeremías 20:1-18

Serie:   Hombres y mujeres de fe   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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Jeremías: En el sube y baja (Jeremías 20)

Son las dos de la tarde. Un hombre de mediana edad se acerca caminado lentamente. La gente se aglomera. Es el sacerdote Jeremías. Su rostro revela una seriedad y tristeza como la de alguien que ha perdido un ser muy cercano y querido unos pocos días atrás. No mira a los costados. Se abre paso entre la multitud y llega al atrio del templo. Allí se coloca en un lugar prominente. Se hace un silencio casi sepulcral.
— "Así ha dicho el Señor de los Ejércitos, Dios de Israel: He aquí, yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus aldeas todo el mal que hablé contra ella" (Jer 19:15).
— ¿Por qué un Dios de amor va a hacer esto? — pregunta un levita con una sonrisa mordaz.
El profeta continúa:
— "Porque han endurecido su cerviz para no escuchar mis palabras".
La multitud está dividida, unos dicen:
— iQue se calle!, ¡Que se calle! ¿Cuándo dejará este fanático de profetizar calamidades?
Otros miran al suelo porque se dan cuenta de que este hombre es uno de los pocos que tienen un mensaje de Dios.
De entre el grupo de los burladores se abre paso el sacerdote Pasur. Es un cincuentón. Sus vestidos son impecables denotando su jerarquía en el sistema. Se acerca rápidamente a donde está Jeremías y le propina un fuerte bofetón.
El profeta acepta el castigo. El silencio de la multitud es tal que se escucha el zumbido de los insectos.
Pasur prosigue:
— ¿Quién se cree usted que es para venir a decirnos esto? Aquí, por unanimidad, todos los sacerdotes de prestigio nos aseguran que Dios está muy contento con nosotros y todo este problema de los babilonios se va a solucionar. Se le prohibe terminantemente volver a hablar desde este sitio o de cualquier lugar en Jerusalén en contra de Israel.
Hace un gesto y los guardias del templo se acercan.
— iQue le den 40 azotes de acuerdo con la ley, para que aprenda a no intimidar al pueblo con ideas negativas!
Atan a Jeremías a un poste y comienzan a caer los latigazos sobre sus espaldas. Se oye el silbido aterrador del flagelo y luego el impacto brutal sobre su espalda. A mitad del escarmiento cae doblado. La sangre mana lentamente por las heridas provocadas por las correas.
Entre golpe y golpe su mente es asaltada con pensamientos nefastos: "Maldito sea el día en que nací" (Jer 20:14). Otro latigazo lo hace retorcerse. "Maldito el hombre que dio a mi padre las nuevas, diciendo: Un hijo varón te ha nacido..." (Jer 20:15). El rebenque sigue cayendo con fuerza y el torturado exclama: "¿por qué no me hizo morir en el vientre? Así mi madre hubiera sido mi tumba" (Jer 20:17).
Pareciera que los burlones se deleitan al ver el castigo. Aquellos que saben que el profeta es un enviado del Señor miran hacia otro lado. Tienen vergüenza porque reconocen que no tendrían que permanecer callados. Termina el último azote. Jeremías prorrumpe en otro alarido de dolor. Pasur, con aire de triunfo, dice:
— iAl cepo con él!
Primero le ponen los pies en el cepo, luego las manos y después el cuello. El profeta está ahora en una posición que hace que su sufrimiento sea más intenso. Su cuerpo está arqueado. Pasur habla nuevamente:
— iQue lo pongan a la entrada de la puerta de Benjamín!
Así el siervo de Dios pasa la noche allí con sus huesos doloridos.
La oscuridad cubre la cuidad. En el cepo el profeta está completamente inmovilizado. La posición de su cuerpo es muy incómoda. La espalda le arde y sus pensamientos siguen acosando su mente. Esa noche el hombre de Dios se lamenta orando:
— Señor, yo traté de ser fiel a ti; les dije el mensaje que tú me diste que diera ¡y mira lo que me han hecho, me han azotado y puesto en el cepo!
Jeremías se acuerda cuando escuchó por primera vez la voz de Dios y él trató de resistirse al llamado divino: "Tú me has persuadido, oh Señor, y yo fui persuadido" (Jer 20:7). Rememora cómo trató de resistir ese llamado pero no pudo. Él mismo exclamó: "Fuiste más fuerte que yo, y has prevalecido".
Ha llegado la medianoche. Sus ideas siguen atropellándolo como una tropa de caballos desbocados. El vigilante que está medio dormido le oye musitar:
— No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre (Jer 20:9).
El vidente, con sus espaldas ardiendo, al poco rato dice:
— No, no puedo hacerlo: "...hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo" (Jer 20:9).
Por fin son las 3 de la mañana. Solo se escucha el paso de los centinelas en la distancia. Todos sus huesos le atormentan, está sediento y no hay nadie que le pueda ayudar. Vuelve a autoexaminarse y protesta:
— ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver sufrimiento y tormento? ¿Para que mis días se consuman en vergüenza? (Jer 20:18).
El sube y baja ha llegado a la parte más baja, parecería que se va a quedar allí con el profeta vencido mordiendo el polvo. Por fin empieza a amanecer. Una pequeña claridad se percibe en el horizonte. El sol, con su luz vivificante, se levanta y el sube y baja lo acompaña y empieza lentamente a subir.
El Espíritu del Señor le da nuevas fuerzas y comienza a hablar en alta voz. El guardián que lo custodia se le acerca y Jeremías grita:
— Pero el Señor está conmigo como poderoso adalid. Por eso los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán (Jer 20:11).
El custodio le pregunta:
— ¿Qué dice?
Y el profeta desde su cepo parecería que se elevara a otras esferas y con seguridad declara:
— "El Señor está conmigo como poderoso adalid".
Horas después los transeúntes que se dirigen al templo lo observan con desprecio. "¡Sin duda que si está ahí es que se lo merece!", piensan dentro de sí.
El profeta siente un ardor insoportable en su espalda, todo por el castigo que injustamente ha recibido.
Con dificultad puede ver a aquellos que se dirigían hacia el templo: algunos, con un propósito sincero; otros, no más por aparentar piedad.
¡Cómo apreciaba y su corazón se regocijaba cuando él podía ir a la casa del Señor! Pero ahora está totalmente inmovilizado. Todo lo que puede hacer es ver el camino que conduce a la casa de Dios.
A la media mañana aparece Pasur acompañado por un grupo de autoridades religiosas.
Ordena que saquen al profeta del cepo. De a uno, piernas, brazos y cuello son liberados. Jeremías hace varios movimientos para lograr enderezarse.
— Amigo — dice el déspota con una sonrisa burlona — espero que esta sea la última vez que nos veamos obligados a disciplinarlo y espero que nunca más se me cruce en el camino.
Jeremías tiene una lucha interna. Sabe que si se calla la boca todo va a quedar tranquilo y que el resto de su vida va a ser más fácil. Sin embargo, él es un hombre de Dios, y un siervo del Señor no se puede callar porque mejor le convenga. No tiene otra alternativa que comunicar lo que Dios le ha puesto en el corazón.
Vienen a su mente de nuevo las palabras: "Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo" (Jer 20:9).
El grupo lo observa con esa combinación de burla y desprecio de aquellos que se sienten superiores pero que no lo son. Pasur habla con voz afectada:
— ¡Oiga bien lo que he dicho y nunca más venga a dar esas prédicas si no quiere que le pase algo peor!
Miradas y expresiones diversas se intercambian entre los presentes. Se hace una larga pausa. El Señor le ha dado nuevas fuerzas a Jeremías (Is 40:31). Su rostro muestra el sosiego y la serenidad que solo el Todopoderoso puede otorgar. Con voz firme, sentencia:
— El Señor no ha llamado tu nombre Pasur (tranquilidad), sino Magor-misabib. Porque así ha dicho el Señor: "He aquí, yo te convertiré en terror a ti y a todos tus amigos... Y tú, Pasur, y todos los que viven en tu casa irán cautivos. Entrarás en Babilonia, y allí morirás. Allá serán sepultados tú y todos tus amigos a los cuales has profetizado con engaño" (Jer 20:3-6).
El semblante del prepotente empalidece. Trata de hablar pero solo puede tartamudear. Se da cuenta de que si el profeta al que ha castigado tiene razón, su futuro será desolador. El verdugo, con sus labios apretados y el rostro enverdecido por el odio, está temblando como una cuerda de guitarra. En cambio el profeta de Dios que tiene la paz "que sobrepasa todo entendimiento" (Fil 4:7), está en completo control de la situación.

La historia bíblica y nosotros

Jeremías no es un deprimido crónico que con un pañuelo grande se seca las lágrimas continuamente. El profeta es un gigante de la fe. Es un hombre valiente, al extremo de que aun después de ser torturado no se calla y denuncia el fin aterrador de los rebeldes. Él es como la vara de un junco grueso que la podemos doblar en dos pero no se quiebra y siempre vuelve a su posición original.
Jeremías muchas veces experimenta el peso de la tristeza espiritual al ver el rechazo que el pueblo de Israel hace de su Dios. La inminente destrucción de Jerusalén y la ruina de la nación son cosas tan tremendas que él preferiría no haber nacido para no verlas. Pero este mismo hombre que baja tan profundo en su depresión y tristeza es como uno de esos muñecos que tienen un resorte y si se les golpea vuelven al mismo lugar, como si no hubiera pasado nada. No hay ningún personaje en el Antiguo Testamento cuyo corazón podemos conocer más íntimamente; quizá aún mejor que el del rey David. Los grandes problemas de este rey fueron sus pruebas personales. Los de Jeremías fueron la situación rebelde e incrédula de Israel y la venidera destrucción total de esa ciudad que él amaba con todas sus fuerzas. El profeta no tenía "problemas personales".
Es nefasto cuando en las esferas de responsabilidad religiosa están aquellos que no son temerosos de Dios; cuando en vez de haber siervos fieles de Dios hay personas cuyo propósito es escalar a posiciones de poder y dinero para lograr sus propósitos egoístas.
Los siervos fieles de Dios han sufrido en el curso de la historia por su fidelidad. El mismo Señor Jesucristo lo enseñó: "porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!" (Lc 13:33-34).
Qué apropiadas son las palabras de nuestro Salvador: "Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!" (Jn 16:33).
El profeta asemeja su experiencia espiritual con Dios a una seducción: "Me sedujiste, oh Jehová, y yo fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste" (Jer 20:7).
Una paráfrasis sería algo así: "El Señor me mostró algo, me convenció de que yo tenía que ser su servidor fiel y me sedujo. Yo me resistí lo más que pude pero al final me convenció. Creía que las cosas iban a ser distintas; suponía que si yo le era fiel todo iba a estar bien y que todo marcharía sin problema. Traté de luchar pero fuiste más fuerte que yo y me venciste".
El siervo de Dios mira a la realidad de su situación y exclama: "Todo el día he sido objeto de risa; cada cual se burla de mí. Porque cada vez que hablo, grito; proclamo: ¡Violencia y destrucción!. Pues la palabra del Señor me ha sido afrenta y escarnio todo él día" (Jer 20:7-8).
Cuando el creyente quiere servir al Señor aparecen críticas tales como: "Lo está haciendo para hacerse ver". "Quién sabe si es tan sincero como parece". "Vaya a saber si es un creyente tan espiritual como aparenta".
Cuando el sube y baja llega al punto más bajo parecería que él se expresara diciendo algo así como: "Yo no aguanto más, me doy por vencido, todo se acabó". El profeta lo manifiesta de esta manera: "Digo: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre" (Jer 20:9).
Pero luego se da cuenta de que no puede abandonar su misión y confiesa: "Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo" (Jer 20:9). Experimentar un fuego ardiente que nos queme la piel es doloroso. Él siente un fuego ardiente "apresado en los huesos", es decir, en la parte más profunda de su ser. Allí el sufrimiento es insoportable e indescriptible.
Después agrega: "He oído la calumnia de muchos: ¡El terror está por todas partes! ¡Denúncienlo, y denunciémoslo! Todos mis hombres de confianza aguardan mi tropiezo" (Jer 20:10). El profeta tiene una agobiadora sensación cuando dice estas palabras. No son sus enemigos los que le preocupan sino sus amigos.
De súbito, en medio de la crisis, se alzan unas palabras de triunfo: "Pero el Señor está conmigo como poderoso adalid. Por eso los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán" (Jer 20:11). No tenemos un ayudador raquítico y débil sino un poderoso coloso. No es un gigante con los pies de barro como el de la visión de Daniel, que se va a caer y hacer añicos. Este adalid es un titán o un poderoso terrible. Nunca ha padecido una derrota ni la sufrirá.
El estado emocional del siervo de Dios sigue oscilando con tremendas "bajadas" y "subidas" espectaculares.
Las sentencias que siguen nos muestra claramente la desesperación del profeta. "Maldito sea el día en que nací; no sea bendito el día en que mi madre me dio a luz" (Jer 20:14). Luego continúan frases similares que muestra su tremenda angustia y aún podríamos decir depresión. Se cuestiona a sí mismo: "¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver sufrimiento y tormento?" (Jer 20:18). Aquel que un tiempo antes se gozaba en que el Señor está con él como un poderoso gigante, ahora el sube y baja lo ha llevado a la parte más baja.
Se pregunta: ¿Por qué nací? ¿Vale la pena vivir? La Biblia, a diferencia de todos los otros libros, nos dice la verdad, y nos muestra fielmente lo que los hombres dijeron y sintieron. Las biografías escritas por seres humanos tratan de ignorar o llanamente cubren debilidades, pecados, fallas y vicios de sus héroes. La Escritura, cuando habla de un individuo, dice exactamente lo que la persona hizo, dijo y aun pensó. Todo se presenta sin arreglos ni maquillajes.
El profeta no se queda allí estancado en ese estado de desesperación. Pocas líneas después leemos: "La palabra que vino a Jeremías de parte del Señor..." (Jer 21:1). Dios lo utiliza nuevamente y le da otro encargo. A este hombre que estaba tan desanimado y deprimido el Omnipotente lo vuelve a usar. Y esto mismo lo sigue haciendo el Señor en su misericordia en el día de hoy.
De esa boca de la que salieron estas palabras de desesperación van a surgir expresiones de gozo, paz y confianza: "He aquí que yo les traeré medicina y sanidad. Yo los sanaré y les revelaré tiempos de paz y de verdad" (Jer 33:6). Es este mismo profeta Jeremías quien ha de declarar: "Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. El Señor es mi porción, ha dicho mi alma; por eso, en él esperare" (Lm 3:22).

Apuntes

Pasur era un sacerdote. Tenía un puesto de jerarquía como encargado de mantener el orden en el templo. Su nombre significa "tranquilidad". Magor-inisabib implica todo lo contrario: "Yo te convertiré en terror". Hoy diríamos "Vas a ser un Frankenstein andante".
Probablemente el profeta sufrió el castigo de azotes y luego fue puesto en el cepo. Este era un instrumento de tortura. Se colocaban las manos, los pies y el cuello en el cepo, y la persona quedaba media doblada en dos, prácticamente completamente inmovilizada.
Los 40 azotes se mencionan en (Dt 25:3). Para estar seguros de que no dieran uno de más en general se daban 39 latigazos (2 Co 11:24).
El castigo físico que sufre Jeremías nos hace acordar a nuestro Salvador (Mt 26:67) y a la bofetada que soporta el apóstol Pablo (Hch 23:2).

Temas para análisis y comentario

1. Dios está en completo control aunque todo parezca fuera de control.
2. ¿Qué hacer cuando nos sentimos deprimidos? El profeta se alentó en las Escrituras (Is 43:1-4).
3. ¿Vale la pena ser un testigo fiel de Jesucristo? (2 Ti 1:8) (Ap 3:10). ¿Quién le dio la fuerza a Jeremías para poder soportar tanto? (1 Ti 1:12) (2 Ti 4:17).
4. ¿En qué consiste la importancia de reconocer que el Señor está con nosotros en nuestras pruebas? (Mt 28:20).

Comentarios

Honduras
  Doris Catalina Maldonado Guzmán  (Honduras)  (06/04/2024)
Bello estudio !
Colombia
  Elizabeth García  (Colombia)  (22/06/2022)
Es hermoso , muchas gracias y bendiciones.
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