Estudio bíblico: Nehemías: ¡Esta noche te van a matar! - Nehemías 6:1-19

Serie:   Hombres y mujeres de fe   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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Nehemías: ¡Esta noche te van a matar! (Nehemías 6)

Como si tratara de ocultarse con las sombras del atardecer, Nehemías camina por las callejuelas de Jerusalén. Mira a uno y otro lado del callejón que está desierto. El cielo está cubierto, y la luna aparece y desaparece tras las negras nubes. Por fin llega a la casa de Semaías. Golpea suavemente con el picaporte como para no hacer mucho ruido, pero no hay respuesta. Vuelve a llamar, esta vez con algo más de fuerza y nadie contesta. Al tercer intento ya lo hace más fuerte y ahora sí se escucha una vocecilla amedrentada, apenas perceptible, que pregunta:
— ¿Quién es?
Nehemías responde:
— Soy yo.
— Espere, ya abro.
Se escucha el ruido de maderas y hierros que se mueven, desatrancando la fuerte puerta. Por fin entra en la habitación que parece una pequeña fortaleza. El dueño de casa se ha atrincherado, colocando muebles pesados detrás de cada abertura.
Nehemías saluda a Semaías y le dice:
— Aquí estoy, ¿por qué me llamaste con tanta urgencia y en secreto?
Semaías, que podría ser un buen actor de teatro, está agitado y tartamudea. Mira al gobernador, y afectando una voz grave y lúgubre, le dice:
— iA la noche vendrán para matarte! Tenemos que escondernos en un lugar que sea seguro. Reunámonos en la casa de Dios, dentro del santuario, y cerremos las puertas del templo.
Por unos momentos Nehemías guarda silencio. Siente que su corazón palpita con fuerza. Ve el rostro aterrorizado de aquel que cree es su amigo. Pero pocos segundos después una paz profunda le inunda. Su corazón recupera su ritmo normal. Las palabras de David resuenan en su alma: "El Señor es la fortaleza mi vida; ¿de quién me he de atemorizar?" (Sal 27:1).
Nehemías siente como que el Señor le está diciendo: "Yo estoy contigo, no temas" y en su mente repite la corta oración: "¡oh Dios, fortalece mis manos!" (Neh 6:9).
Semaías, como un disco compacto rayado, sigue repitiendo: "Esta noche te van a matar, esta noche te van a matar...".
Nehemías escudriña los ojos de Semaías de una manera tan penetrante que el rostro de éste se ruboriza. Luego se levanta y alzando la voz responde:
— ¿Un hombre como yo ha de huir? Y usted ¿quién cree que soy yo? ¡No soy un cobarde! Las amenazas no me asustan, porque sé que mi Señor invencible y eterno, está sentado en su Trono. ¡Un hombre como yo no huye!
Pasan unos momentos de silencio sepulcral y continúa:
— ¿Quién siendo como yo entraría en el templo para salvar su vida? ¡No entraré! Semaías, si tú crees que por salvar mi pellejo voy a esconderme en templo del Señor estás equivocado. Yo sé que Dios me protegerá.
El rostro de Semaías ha cambiado. Se ha dado cuenta de que su treta no funcionó.
Nehemías nuevamente lo mira como si lo fuera a traspasar. Con voz firme, como si fuera un comisario de policía le pregunta:
— ¿Quién te dijo que me iban a matar?
Semaías, temblando y nuevamente con cara de tomate maduro, responde:
— Yo no sé, es un rumor que se corre...
El gobernador responde:
— Yo no huyo de mis responsabilidades ante rumores.
Nehemías pronuncia unas pocas palabras más y se retira. Semaías, en cuanto lo ve perderse en la distancia, corre a informarles a sus cómplices que el plan ha fallado.
Nehemías va andando hacia su casa y medita en lo que el Señor ha revelado a su corazón. Se pregunta a sí mismo una y otra vez: "¿Cómo es posible que Semaías me sugiera que usemos el santo templo de Dios para escondernos y protegernos?". "Así entendí que Dios no lo había enviado" (Neh 6:12). Se da cuenta entonces de que aquel que él creía su amigo es un traidor y está siendo utilizado por el enemigo. Ahora todo tiene sentido:
— Semaías quería que "yo fuera intimidado e hiciera eso y así pecara, de modo que les sirviera de mal nombre para desacreditarme" (Neh 6:13).
El gobernador llega a su morada. Esa noche duerme apaciblemente. Al día siguiente abre las ventanas de par en par para que todos sepan que está en su casa y que no teme las amenazas humanas.
Varias semanas antes había comenzado la reparación de la muralla de Jerusalén. Bajo la dirección de Nehemías el trabajo está progresando rápidamente. Sus enemigos han tratado de detener la obra atacando en distintas formas y maneras. Ese día uno de los criados se acerca con respeto a Nehemías:
— Gobernador, tengo otra carta procedente de Sanbalat y Gesem.
Esta es la quinta carta que le envían. La lee. Parece una reproducción textual de las otras cuatro, una fotocopia de las anteriores.
Tras los saludos protocolares dicen: "Ven y reunámonos en alguna de las aldeas del valle de Ono. Allí podremos discutir la situación no solo de la ciudad sino también del país, y podemos llegar a un acuerdo para usar nuestros esfuerzos en forma conjunta". Firman: Sanbalat y Gesem.
Nehemías ordena a su secretario que envíe la respuesta. Esta también es exactamente la misma que a los cuatro mensajes anteriores.
Sanbalat y Gesem la leen como escudriñando cada palabra: "Señores: Estoy realizando una gran obra. No puedo ir, porque cesaría el trabajo si yo lo abandonara para ir a ustedes" (Neh 6:3).

La historia bíblica y nosotros

¿Qué clase de personas somos nosotros? ¿De qué clase de "material" estarnos hechos? Con la nieve se pueden hacer estatuas muy lindas, pero cuando sale el sol desaparecen. Con la arena de la playa es posible levantar castillos muy llamativos, pero cuando sube la marea se los lleva. En ambos casos la fragilidad del proyecto tiene que ver con el material o la ubicación. Nehemías era un hombre que en su interior poseía la dureza del acero. Cuando experimentaba la presión de aquellos que trataban de intimidarlo, de inmediato iba a Dios en oración (6:9). Sus cimientos no estaban en la arena movediza sino en una confianza firme en la fidelidad del Omnipotente.
El huir del peligro no era parte del plan de Nehemías. Si hubiese optado por una vida sin riesgos se podría haber quedado disfrutando de las comodidades y la tranquilidad de la ciudad de Susa. Nehemías suponía que Semaías era uno de sus amigos, pero luego de la sacrílega propuesta que le hizo se dio cuenta de que no era así. Sus enemigos habían subestimado el carácter del gobernador. Ingenuamente creyeron que el Tirshata (gobernador) se iba a asustar cuando uno de los de su confianza le informara del peligro. Cualquier individuo se hubiera asustado pero Nehemías no era un hombre común.
Nehemías no se apoca. No tiene de sí "más alto concepto que el que debe tener" (Ro 12:3) pero tampoco tiene una opinión indebidamente baja. Él es un hombre de oración. No debe tomársele como alguien que se pone a orar por horas interminables y se olvida de sus responsabilidades. Una y otra vez en este libro leemos de sus plegarias. Son cortas y precisas. Algunas se pueden decir en 15 segundos, pues son súplicas de un alma que depende de Dios y sabe que él puede obrar.
La estratagema de Semaías y sus cómplices era lograr que Nehemías se escondiera en el templo para protegerse del "peligro". Si lo hubiera hecho, habría quedado manifiesto que no tenía confianza en Dios como decía sino que su seguridad dependía de sus habilidades y recursos. Por supuesto que de inmediato la obra de la reconstrucción de la muralla se hubiera interrumpido por temor a que la persecución se extendiera a los colaboradores del gobernador.
En el ardid de Semaías y sus secuaces se pueden ver varios aspectos:
(1) Los adversarios crean una falsa emergencia o crisis. "No hay tiempo que perder. El ataque se va a producir esta misma noche". "Tenemos que apresurarnos a hacer algo de inmediato".
El creyente debe guardarse de esas decisiones precipitadas en las cuales "no se puede esperar". El Señor no nos da el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor (Ro 8:15).
Las Escrituras están llenas de frases que nos hablan de la importancia de esperar "en el Señor" (Sal 27:14).
(2) Se sugiere utilizar el templo como refugio. El único sector que sería realmente seguro sería el "lugar santísimo". En este podía entrar únicamente el sumo sacerdote una vez al año. Nehemías no cometería esa profanación conociendo bien la ley y el castigo al infractor rey Uzías (2 Cr 26:19).
(3) Se plantea como solución una conducta contraria a las enseñanzas de las Escrituras. Cuando esto sucede, debe sonar una alarma a la espiritualidad y los principios bíblicos que posee la persona. Un creyente que tiene conocimiento de la Palabra y reverencia a Dios nunca claudicará. Nehemías se da cuenta inmediatamente de que hacer algo que Dios mismo ha prohibido no puede ser la voluntad divina.
(4) El propósito de Semaías y los enemigos era desprestigiar el "buen nombre" de Nehemías. Nuestra reputación y conducta son importantes, por eso las Escrituras dicen: "Así alumbre la luz de ustedes... de modo que vean sus buenas obras..." (Mt 5:16).
Si Nehemías hubiera seguido el plan insinuado habría sido obvio que él temía a los hombres; que no confiaba que realmente Dios le podía ayudar y que con tal de salvar su vida estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, inclusive cometer el sacrilegio de esconderse en el templo.
(5) Al comienzo del capítulo 6 de Nehemías vemos la invitación a reunirse para conversar en el valle de Ono. Este valle estaba situado al sudeste de Jope (11 km) y a unos 50 km al occidente de Jerusalén.
Al igual que en el caso de Nehemías, el enemigo siempre quiere sacarnos del lugar donde Dios nos ha puesto para servirle.
La respuesta de Nehemías tiene varias enseñanzas. Revela que el gobernador no ignora las intenciones de aquellos que pretenden ser sus amigos: "ellos habían pensado hacerme daño" (Neh 6:2). Él se había enterado de la conspiración por medio de sus colaboradores.
Nehemías está consciente de que lo que está haciendo es una "gran obra". Se podría argumentar que Nehemías está sobrestimando su tarea. Reparar las murallas, aunque era un gran proyecto, era relativamente pequeño comparándolo con los gigantescos planes arquitectónicos promovidos en esos tiempos por los egipcios, los medos y los persas. Pero para el Tirshata su trabajo de reparación era una gran obra.
Dios nos ha dado una "gran obra" a todos los creyentes: "...vayan y hagan discípulos a todas las naciones" (Mt 28:19). Pero también creo firmemente que el Señor le da una obra específica a cada creyente: "... lo que se requiere de los mayordomos es que cada uno sea hallado fiel", (1 Co 4:2). La ejecución escrupulosa de una obra pequeña hará que el Señor nos dé otra de mayor responsabilidad (Mt 25:23).
Nehemías tiene un objetivo y es terminar su proyecto. En 52 días logran restaurar la muralla en forma tal que la ciudad está nuevamente defendida. Él se niega a interrumpir el trabajo aun por un breve tiempo. Desea concluir la empresa que Dios le puso en el corazón que debe ejecutar.
Después de la negativa de ir al valle de Ono, los adversarios le hacen un ataque frontal donde se le acusa de traición con el deseo de coronarse a sí mismo e independizarse del monarca Artajerjes (Neh 6:6).
Nehemías responde con una negación concluyente al decir: "No han sucedido estas cosas que tú dices, sino que tú las inventas en tu corazón" (Neh 6:8). No proporciona una serie de razones complicadas que podrían confundir, sino que sencillamente le está diciendo: "No es verdad, sino que mientes".
Matthew Henry dijo: "El mayor daño que nuestros enemigos nos pueden hacer es asustarnos para que no hagamos nuestro deber y llevarnos a hacer lo que es pecaminoso".
Una vez más él pronuncia la pequeña pero profunda oración: "¡Oh Dios, fortalece mis manos!" (Neh 6:9).
La reacción de Nehemías a la amenaza de muerte nos hace recordar a la de nuestro Señor a la reconvención de Pedro (Mt 16:21-23) y también a cómo se sobrepuso a la sensación de agonía en el huerto de Getsemaní, tras decir: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte" (Mt 26:38).
En el caso del gobernador de Jerusalén fue una intimidación que no se llevó a cabo. En el caso del Señor Jesucristo fue una amenaza que sí se cumplió. Pero él pudo decir: "...no sea como yo quiero, sino como tú" (Mt 26:39), pues a eso había venido, lo sabía, y se lo había anticipado a los suyos, aunque entonces no le entendieran.
Para Nehemías el acabar la obra era muy importante. Para el Señor Jesús era de primordial importancia. Él podía anticiparse a decir: "Yo te he glorificado en la tierra, habiendo acabado la obra que me has dado que hiciera" (Jn 17:4).
Cuando Dios nos da una responsabilidad tenemos que ser fieles y cumplirla.
A veces tenemos oposición o dificultades y estamos prontos a desistir. Permaneciendo firmes un poco más en el lugar que el Señor nos ha puesto vamos a experimentar su bendición, que es la que enriquece.
Tenemos que recordar continuamente que cualquiera sea nuestra situación presente, somos príncipes, dado que somos hijos del Rey e hijos de Dios (Jn 1:12). A veces pensamos en nuestras limitaciones y decimos como el Apóstol: "¡Miserable hombre de mí!" (Ro 7:24). Soñamos con todas las cosas y habilidades que nos gustaría tener y que no poseemos. Entonces, con aire de conformismo espiritual, decimos "somos siervos inútiles". Pero debemos ser equilibrados en este asunto. No debemos imaginar que somos más de lo que somos, pero tampoco tener esa falsa humildad que nos paraliza al convencernos que somos inservibles.
El Apóstol podía decir con confianza: "¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!" (Fil 4:13).
Y en otro lugar agrega: "...somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Ro 8:37).

Temas para análisis y comentario

1. ¿De qué cosas debe huir el creyente? (deseos mundanos, fornicación, etc.).
2. ¿Cómo puedo resistir si no soy un "creyente fuerte"? "Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Co 12:9).
3. ¿Cómo debemos actuar ante la calumnia?
4. ¿Dónde radica la fortaleza del creyente?
5. ¿Por qué no hay protección para la espalda en la armadura de Efesios 6?
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