Estudio bíblico: Introducción -

Serie:   Daniel   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Daniel - Introducción

Su lugar en la Biblia

En nuestras Biblias el libro de Daniel se encuentra en la sección de los profetas, entre Ezequiel y Oseas, no obstante, en la Biblia hebrea, Daniel no está incluido junto con los profetas, sino con otros libros que se denominaban "los Escritos" y que incluían Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Esdras, Nehemías y los dos libros de Crónicas.
En todo caso, aunque en la Biblia hebrea no figurara junto con los otros profetas, el Señor Jesucristo se refirió a Daniel como un profeta (Mt 24:15). Es verdad, no obstante, que Dios no envió un mensaje público a la nación de Israel a través de Daniel, algo que claramente hizo con los otros profetas, pero esto no quita que él fuera un auténtico mensajero que el Señor usó para revelar grandes verdades espirituales. Quizá lo que se subraya con estos hechos es que Daniel fue un profeta diferente de los demás. A continuación veremos algunas de sus características peculiares.

Autor

Los seis primeros capítulos del libro están escritos en tercera persona, mientras que los seis últimos lo están en primera persona. En la primera parte, aunque no se afirma que haya sido escrita por Daniel, él es uno de los personajes principales junto con sus compañeros de cautiverio Ananías, Misael y Azarías. En la segunda parte del libro, sí que se afirma que Daniel fue su autor (Dn 12:4). Además de esto, el mismo Señor Jesucristo reconoció la autoría de Daniel (Mt 24:15).
Varias cosas son las que sabemos de este personaje:
Era "del linaje real de los príncipes" (Dn 1:3).
Fue llevado cautivo a Babilonia en el tercer año del rey Joacim de Judá, sobre el año 606 a.C. (Dn 1:1). Esto quiere decir que creció en el ambiente del gran avivamiento religioso llevado a cabo por el rey Josías y del ministerio del profeta Jeremías.
Una vez en Babilonia fue seleccionado para recibir una formación especial a fin de estar "en el palacio del rey" (Dn 1:4). El propósito último de este período de tres años de formación era el de borrar cualquier rastro de su cultura y religión anterior, pero Daniel y sus amigos resistieron con fidelidad toda esta influencia y se mantuvieron fieles a su Dios.
Después de completar su formación sobresalió por encima de "todos los magos y astrólogos" que había en el reino de Nabucodonosor por su "sabiduría e inteligencia" (Dn 1:20).
Dios le dio un don especial "en toda visión y sueños" (Dn 1:17) (Dn 2:25-30) (Dn 4:7-9) (Dn 5:12-14).
El ministerio de Daniel fue muy prolongado. Comenzó siendo "gobernador de toda la provincia de Babilonia" bajo el mandato de Nabucodonosor (Dn 2:48), y "prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa" (Dn 6:28). De hecho, cuando Darío de media tomó el reino de Babilonia, colocó a Daniel en un puesto de responsabilidad superior a todos los sátrapas y gobernadores (Dn 6:1-3). La última vez que tenemos constancia de su ministerio fue "en el año tercero de Ciro rey de Persia" (Dn 10:1). Por lo tanto, si suponemos que Daniel tenía unos diecisiete años cuando fue llevado cautivo a Babilonia en el año 605 a.C. y vivió hasta el tercer año de Ciro (536 a.C.), Daniel debía tener unos ochenta y seis años cuando terminó su ministerio.
Todo esto nos lleva a la conclusión de que Daniel fue contemporáneo del profeta Ezequiel, quien también profetizó a Israel en el cautiverio. De hecho, en los días de Ezequiel la fama de Daniel como hombre de Dios era ampliamente reconocida, tal como podemos ver en las referencias que el mismo Ezequiel hace de él (Ez 14:14,20) (Ez 28:3).
Sin embargo, los ministerios de Jeremías, Ezequiel y Daniel fueron muy diferentes. Daniel fue un alto funcionario de estado que sirvió en las cortes de Babilonia y Persia anunciando el mensaje de Dios a reyes y príncipes, mientras que Jeremías se quedó con los judíos en Jerusalén y Ezequiel vivió en medio de los cautivos que fueron llevados a Babilonia. Por otro lado, mientras que Jeremías y Ezequiel eran profetas que se dedicaban completamente a la predicación de la Palabra, Daniel fue un hombre de estado que usaba las oportunidades que Dios le daba en ese ambiente para transmitir el conocimiento del Dios eterno. ¡Cuánto necesita nuestro mundo moderno a profetas del tipo de Daniel, que sean capaces de servir a Dios con fidelidad en las altas esferas del gobierno de las naciones! ¡Qué bueno sería encontrar políticos creyentes que supieran aprovechar las oportunidades que sus cargos les confieren para proclamar el mensaje divino y promocionar los principios de la Palabra de Dios!
Daniel siempre demostró un amor profundo hacia Dios y hacia su pueblo Israel, y aunque el texto no nos dice nada, es probable que tuviera algún tipo de influencia en la decisión de Ciro de facilitar el retorno de los judíos a Jerusalén para la reconstrucción del templo (Esd 1:1).

Fecha de redacción

Si el libro fue escrito por Daniel y su ministerio se prolongó hasta el tercer año del reinado de Ciro rey de Persia (Dn 10:1), tenemos que concluir que tuvo que haber sido completado sobre el año 535 a.C., mientras Daniel se encontraba en el exilio.
Por lo tanto, creemos que Daniel escribió este libro mientras aún se estaban desarrollando los eventos que se narran en él. Esto se vería confirmado por la familiaridad que su autor demuestra con los hechos históricos registrados, y que coinciden con el conocimiento que los descubrimientos arqueológicos nos han proporcionado de las cortes reales de Babilonia y Persia. Un conocimiento así habría sido imposible si su composición hubiera sido hecha varios siglos después por personas que no hubieran conocido de primera mano los acontecimientos narrados.
Además, el hecho de que el libro de Daniel fuera aceptado por los judíos como parte del canon del Antiguo Testamento, es otra evidencia más de su autenticidad. A eso hay que unir que todos los judíos y cristianos de la antigüedad aceptaron el libro de Daniel como redactado en los períodos babilónico y persa del siglo VI a.C. en la ciudad de Babilonia o en sus proximidades. Y a más de esto, tenemos el testimonio del mismo Señor Jesucristo, quien atribuyó su autoría a Daniel (Mt 24:15).
Algunos manuscritos del libro de Daniel fueron encontrados en las cuevas del Qumrán, quizá escritos sobre el siglo II a.C., pero no debemos confundir estas copias con los originales, que tuvieron que ser escritos mucho antes en Babilonia. Esto se ve confirmado por el hecho de que la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, que fue realizada antes del período macabeo, ya contenía el libro de Daniel. Y también el libro de Ezequiel, escrito en el siglo VI a. C., incluye referencias a Daniel como un profeta reconocido de Dios entre el pueblo del cautiverio. Es más, el Talmud judío atribuye el libro al siglo VI a.C.
Sin embargo, a pesar del consenso que había en la antigüedad sobre el hecho de que Daniel había escrito el libro que lleva su nombre en el siglo VI a.C., en tiempos recientes esto ha sido fuertemente discutido por los críticos modernos. Y aunque han intentado impugnar este hecho pretendiendo hacer un estudio detallado de su contenido histórico, teológico o lingüístico, la realidad es que lo que realmente les molesta profundamente es la exactitud de las detalladas profecías que encontramos en él, y que se han ido cumpliendo con asombrosa precisión. Esto es una prueba innegable de la inspiración divina de las Escrituras, lo que apunta al mismo tiempo a la existencia de Dios; hechos estos que los críticos modernistas se niegan a aceptar. Pero en realidad, aunque intentan justificar con complejos argumentos que el libro de Daniel fue escrito cuatrocientos años después de que este hombre de Dios viviera, lo que realmente les mueve son sus prejuicios racionalistas; ellos no pueden admitir ningún elemento sobrenatural en este mundo, y evidentemente, el libro de Daniel contiene muchos de ellos.
Así que, para justificar que Daniel no fue realmente el autor del libro que lleva su nombre, los críticos racionalistas han desarrollado la teoría de que el libro fue escrito en el siglo II a.C. por un autor anónimo o un seudónimo que vivió en Israel en el tiempo de los Macabeos. De este modo el autor del libro no sería un profeta que anunciaba de antemano lo que iba a ocurrir, sino un historiador que relataba los hechos que ya habían ocurrido. Y es que en el libro de Daniel hay demasiados milagros, demasiada profecía que se cumple con asombrosa exactitud, y esto no lo pueden admitir los enemigos de la Biblia. Pero incluso admitiendo una fecha mucho más tardía para la redacción del libro, aun así sigue habiendo profecías que demuestran un conocimiento tan exacto del futuro que sólo pueden atribuirse a la inspiración divina. Un ejemplo de esto lo encontramos en el capítulo 9, donde el escritor inspirado anuncia el día exacto de la muerte del Mesías.
Veamos brevemente algunos de los argumentos críticos contra una fecha temprana para la redacción del libro de Daniel.
Daniel no pudo haber conocido anticipadamente los eventos que registra en su libro y que ocurrieron en la historia de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Por lo tanto, el libro tuvo que ser escrito después de que estos hechos ocurrieran. Pero este argumento sólo manifiesta ciertos prejuicios sobre lo que es posible e imposible para Dios.
El argumento lingüístico. Los críticos argumentan que la presencia de palabras persas sugieren una fecha tardía para el libro, posterior al tiempo del imperio babilónico en el que vivió Daniel. Pero este argumento no tiene en cuenta que entre ambos países había contratos de comercio incluso antes de los días de Daniel, tal como ha revelado la arqueología. Además, se ignora con frecuencia que la última parte de Daniel fue escrita después de que el imperio medo-persa se hubiera apoderado de Babilonia. De hecho, lo que sería difícil de explicar es cómo un falsificador del siglo II a.C., que viviera en Israel, pudiera conocer estas palabras persas. Por otro lado, hay también algunas palabras griegas que aparecen en este libro, bueno, en realidad son sólo tres, y se refieren a instrumentos musicales. Este hecho no resulta sorprendente, porque no hay nada de imposible en que los nombres de estos instrumentos hubieran llegado a Babilonia mucho antes de que el Imperio Griego llegara a su esplendor siglos después. Lo que sería realmente extraordinario es que sólo aparezcan tres palabras griegas si el libro hubiera sido escrito en el siglo II a.C. cuando el imperio griego estaba en su máximo apogeo. Si la teoría de los críticos racionalistas fuera cierta, el libro de Daniel debería haber reflejado la influencia de la cultura dominante en aquella época. Y en cuanto al arameo empleado en el libro, varios expertos han demostrado que encaja perfectamente en el período en el que vivió Daniel.
El argumento teológico. Los críticos observan que Daniel habla de la vida después de la muerte (Dn 12:2), lo que para ellos sólo aparece en las Escrituras en un período de la revelación mucho más avanzado. Sin embargo, ignoran que la doctrina de la resurrección ya aparece muy tempranamente en el libro de Job (Job 19:25) y en los Salmos (16, 49, 118).
Algunos críticos discuten la unidad del libro y esto les lleva a atribuir la autoría del libro hasta a nueve escritores diferentes. Sin embargo, este es un argumento muy subjetivo, que quedará desmontado según vayamos analizando el contenido del libro. Una vez hecho esto veremos que la unidad del libro apunta a un solo autor.
Algunas partes del libro de Daniel pertenecen al género apocalíptico y los críticos afirman que este género no surgió hasta bien entrado el período helenístico. Y si bien es verdad que este tipo de literatura proliferó en Israel en una fecha posterior durante el tiempo de los macabeos, no debe olvidarse que ya se encuentran ejemplos de literatura apocalíptica en el libro de Ezequiel, escrito al igual que Daniel durante el siglo VI a.C.
El argumento histórico. Puesto que los judíos colocaron el libro de Daniel en la sección del Antiguo Testamento llamada "Los Escritos" y no entre los profetas, por esta razón los críticos deducen que su contenido tiene que ser histórico y no profético, razón por la cual tuvo que haber sido escrito después de que los hechos de los que se habla en él ya hubieran tenido lugar. Sin embargo, como ya hemos mencionado más arriba, los judíos distinguían entre los profetas oficiales como Elías, Eliseo, Isaías o Jeremías, de aquellos que aunque tenían el don de profeta su ocupación cotidiana era otra, como era el caso de Daniel, que era un hombre dedicado a los asuntos del gobierno. Así que el criterio por el que el libro de Daniel fue colocado en la sección de "Los Escritos" no se debió ni a la fecha en que se escribió ni a que no tuviera un carácter profético, sino al puesto o función que desempeñó su autor.
El argumento histórico. Los críticos objetan que el libro contiene errores históricos que no tendrían lugar si su autor hubiera sido realmente Daniel en el siglo VI a.C. Pero algunos de estos supuestos errores se explican sin dificultad una vez que conocemos la cultura judía. Por ejemplo, los críticos nos hacen notar que Nabucodonosor no fue el padre del Belsasar, tal como se afirma en (Dn 5:2), sino un sucesor suyo. Nos dicen que un error así no hubiera sido cometido si el autor del libro fuera Daniel, sin embargo, se ha demostrado que cualquier sucesor al trono real era llamado "hijo" aunque no existiera una relación de sangre con el rey anterior. También cuestionan la mención de Darío de Media como predecesor de Ciro (Dn 5:31) (Dn 6:28). Esta cuestión se tratará con más detalle en el comentario del texto, pero podemos adelantar que el hecho de que una afirmación bíblica no se pueda demostrar con la historia secular, no quiere decir que sea falsa. Como en muchas otras ocasiones, en la misma medida en que la arqueología ha ido haciendo nuevos descubrimientos, se ha visto confirmada la Palabra de Dios que con anterioridad había sido duramente cuestionada.

Trasfondo histórico

Daniel vivió en una época de profundos cambios sociales. Probablemente nació en los últimos días del imperio asirio cuando cayó ante la invasión del ejército de Babilonia y Media en el año 612 a.C. Unos años más tarde, en el 609 a.C., los asirios pidieron ayuda a Egipto, y faraón Necao II condujo su ejército para unirse a Asiria. Josías, rey de Judá, trató de evitar que los egipcios se unieran con los asirios, así que se enfrentó con el ejército egipcio en Meguido donde sus tropas fueron derrotadas y él murió (2 R 23:28-30) (2 Cr 35:24). Faraón Necao II se unió a los asirios pero no tuvieron éxito en su lucha contra Babilonia. A partir de ese momento Asiria salió del escenario mundial, aunque el conflicto entre Egipto y Babilonia continuó.
En el año 605 a.C., Nabucodonosor de Babilonia peleó contra Egipto en la batalla de Carquemis y derrotó a los egipcios. Poco después, a la muerte de su padre Nabopolasar, su hijo Nabucodonosor fue coronado rey. A partir de aquí comenzó un período de gran prosperidad y gloria para el imperio babilónico.
En septiembre del año 605 a.C. Nabucodonosor regresó a Israel y atacó Jerusalén, llevándose cautivos a algunos judíos. Fue en esta ocasión cuando Daniel y sus amigos fueron llevados a Babilonia. Ellos eran príncipes (Dn 1:3), y probablemente fueron usados como rehenes a fin de que los judíos no se rebelaran contra el poder de Babilonia. Después de esto Nabucodonosor todavía reinó 43 años (605 a 562 a.C.).
En el año 597 a.C. Nabucodonosor volvió a Judá para sofocar la rebelión de Joaquín. En esta incursión Jerusalén quedó sometida a Babilonia y fueron llevados diez mil cautivos, entre los que se encontraba Ezequiel (Ez 1:1-3) (2 R 24:8-20) (2 Cr 36:6-10).
Pero Nabucodonosor aún regresó una vez más en el año 588 a.C. En esa ocasión, después de sitiar a Jerusalén por largos días, sus ejércitos lograron atravesar los muros de la ciudad y la arrasaron por completo, quemando el templo en el año 586 a.C. Los judíos que no murieron en la invasión, fueron deportados a Babilonia (2 R 25:1-7) (Jer 34:1-7) (Jer 39:1-7) (Jer 52:2-11).
Como vemos, Daniel fue llevado cautivo en la primera invasión que hizo Nabucodonosor y tuvo la triste experiencia de ver cómo después de él, en años sucesivos, llegaban otros muchos cautivos, junto con las noticias de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su templo. En total, tal como había anunciado el profeta Jeremías (Jer 25:11-12), fueron setenta años los que Israel iba a permanecer cautivo en Babilonia.
En el año 539 a.C. Ciro rey de Persia, derrotó a Babilonia, y poco después firmó un edicto por el que permitía a los judíos regresar a Jerusalén para reconstruir el templo (2 Cr 36:22-23) (Esd 1:1-4). El templo quedó terminado en el año 515 a.C. (Esd 6:5).
Por lo tanto, desde la primera derrota de Jerusalén en el año 605 a.C., hasta que los judíos regresaron a reconstruir los cimientos del templo en el año 586 a.C. transcurrieron 70 años. Y desde la destrucción del templo en el año 586 a.C. hasta su reconstrucción en el año 515 a.C. también habían pasado setenta años. De esta manera se cumplió con exactitud la profecía de Jeremías.

Género literario

El libro de Daniel presenta dos partes claramente diferenciadas. La primera, que abarca los seis primeros capítulos, es esencialmente histórica y recoge algunas de las experiencias del profeta junto a hechos históricos importantes que ocurrieron en su tiempo. La segunda parte, que consta de los últimos seis capítulos, es esencialmente profética y es expresada en un género literario conocido como apocalíptico.
Algunas de las características distintivas de la literatura apocalíptica son las siguientes:
Es frecuente el uso de símbolos y visiones.
Suele haber mensajeros celestiales que declaran e interpretan el significado de las visiones y los símbolos.
Este género lo podemos encontrar también en otras partes de las Escrituras: (Ez 37-48) (Zac 1:7-7:8, 12-14) (Is 13-14) (Is 24-27) (Is 56-66) (Ez 1, 26-28, 35-40) (Ap 4-22).
Para interpretar correctamente estos pasajes es importante no dejarse llevar por la imaginación subjetiva. Por el contrario, será necesario analizar cuidadosamente los símbolos empleados dentro de su contexto y en otros pasajes bíblicos donde aparezcan en contextos similares.

Idiomas de escritura

Aparte de los géneros literarios usados en Daniel, hay otro detalle importante que tiene que ver con su composición, y es que curiosamente este libro fue escrito en dos idiomas diferentes: las secciones de (Dn 1:1-2:4a) y (Dn 8:1-12:13) fueron escritos en hebreo, mientras que la sección de (Dn 2:4b-7:28) lo fue en arameo.
En esos momentos el hebreo era la lengua de Israel, mientras que el arameo lo era del mundo gentil. Por lo tanto, teniendo en cuenta que el libro de Daniel pone el énfasis tanto en la nación de Israel como en el programa de Dios para las naciones gentiles, no es de extrañar que dependiendo del tema tratado fuera usada una lengua u otra. Este detalle es una ayuda adicional que el texto nos ofrece para interpretar su contenido correctamente.
En cuanto al arameo, es interesante saber que llegó a ser el idioma usado comúnmente en Oriente Medio durante los años 700 al 300 a.C., siendo reemplazado posteriormente por el griego a raíz de la helenización llevada a cabo por Alejandro Magno en las naciones que conquistó. Sin embargo, el arameo no desapareció, sino que de hecho llegó a ser el idioma común del pueblo judío a partir del siglo II a.C., quedando el hebreo como la lengua usada sólo para el culto oficial en el templo. A esto contribuyó sin duda el hecho de que el Antiguo Testamento había sido escrito en hebreo. Esto quiere decir que tanto el Señor Jesucristo como sus apóstoles y la gente con la que trataban, todos ellos hablaban en arameo.

Unidad del libro

Debido a que los capítulos 1 al 6 registran mayormente hechos históricos mientras que los capítulos 7 al 12 tienen que ver con visiones proféticas, algunos críticos han cuestionado la unidad de Daniel y rápidamente se apresuran a deducir que no puede ser la obra de un solo autor. Además añaden el hecho de los dos idiomas usados en la obra, un hecho aparentemente extraño.
Ahora bien, ya se ha explicado anteriormente las razones por las que Daniel usó dos idiomas diferentes en su libro. Pero de este hecho no se puede deducir que el libro que lleva su nombre no pudiera haber sido escrito únicamente por él, dado que Daniel estaba perfectamente familiarizado con ambos idiomas.
Y en cuanto a la unidad del libro de Daniel, debemos notar que aunque la primera parte se centra principalmente en hechos históricos, aun así también hay partes que contienen importantes profecías. Por ejemplo, la visión que tuvo Nabucodonosor en el capítulo 2, que por cierto, está íntimamente ligada con la que tuvo el mismo Daniel en el capítulo 7, ya en la segunda sección del libro.
Por otro lado, el énfasis constante en la soberanía de Dios que rige y controla los reinos de los hombres, está presente por igual en ambas partes del libro.

Contenido y Propósito

A partir del contenido del libro podemos deducir algunos de los propósitos con el que fue escrito, que podríamos resumir de la siguiente manera:
En los primeros capítulos notamos que sobresalen las figuras de Daniel y sus amigos, que a pesar de vivir en circunstancias muy adversas, decidieron ser fieles a Dios y fueron vindicados por él. Esto serviría de ejemplo y estímulo para muchos otros deportados que también podrían verse tentados a olvidarse de su Dios y adaptarse a la cultura pagana de Babilonia.
Inmediatamente vemos también el interés de Dios por los gentiles. Hay varios detalles que nos lo demuestran. Por un lado, Daniel es usado una y otra vez para llevar el conocimiento de Dios a reyes gentiles como Nabucodonosor y sus sucesores. Y no sólo eso, sino que en varias de las visiones del libro vemos que Dios les da a conocer un completo programa profético acerca del futuro de los reinos gentiles. Sin duda, el propósito que Dios perseguía con todo esto era que los gentiles llegasen a conocer al Dios de Israel.
Cuando Daniel escribe, tanto él como el pueblo de Israel se encontraban cautivos en Babilonia. Este hecho podría hacer pensar a muchos judíos que Dios se había olvidado de ellos y de todas las promesas que les había hecho en el pasado. Pero este libro tiene el propósito de presentar la fidelidad de Dios hacia el pueblo de su pacto. Por eso, a pesar de que debido a su desobediencia tuvieron que ser castigados, aun así Dios seguía protegiéndolos y preservándolos a fin de cumplir con ellos todas las promesas que les habían sido hechas.
El libro de Daniel pretendía enseñar a los judíos que estaban exiliados junto al profeta, y también a aquellas generaciones de judíos que vendrían después de ellos, cómo deberían vivir en medio de una sociedad pagana. Ellos no deberían vivir intimidados por sus amenaza (Dn 3:16-18), ni seducidos por sus ofertas mundanas (Dn 5:17). Incluso en los períodos de gran angustia y dolor que el libro anuncia, ellos nunca deberían olvidar a su Dios. En este sentido, las palabras que encontramos en (Dn 11:32), sirven para resumir bien cuál debería ser su actitud en esos momentos: "el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará".
Otro detalle característico del libro es la larga oración que Daniel hace en el capítulo 9 y en la que pide perdón por el pecado del pueblo, implorando al mismo tiempo la misericordia de Dios. Es un ejemplo que debería guiar a la nación en su retorno a Dios.
En relación a esto último, este libro fue escrito también para bosquejar el período profético conocido como "el tiempo de los gentiles" (Lc 21:24). Este tiempo comenzó en los días de Daniel cuando Israel fue conquistado por Babilonia y perdió a su último rey de la dinastía de David. A partir de ese momento el trono fue ocupado por una larga sucesión de gobernantes gentiles. En total, Daniel les hizo saber que pasarían por cuatro períodos de dominio gentil. Pero finalmente ese período terminará cuando el Mesías de Dios, el Señor Jesucristo, el legítimo descendiente de David, se siente en el trono en Jerusalén. Daniel anuncia en repetidas ocasiones este hecho (Dn 2:44-45) (Dn 7:13-14), lo que sin duda debería traer consuelo y esperanza a toda la nación judía.
Otro de los propósitos que el libro de Daniel tiene es el de dar información sobre los cuatrocientos años que iban a transcurrir desde la finalización del Antiguo Testamento y el comienzo del Nuevo Testamento, un período de silencio en el que no se levantó ningún profeta inspirado por Dios. Los capítulos 10 al 12 de Daniel tratan acerca de ese difícil tiempo para Israel, anticipándoles lo que iba a ocurrir a fin de que se dieran cuenta de que Dios seguía estando en el control de su historia y de que finalmente serían vindicados si permanecían fieles a él.
Otro tema recurrente a lo largo de todo el libro es la soberanía de Dios y el control que él tiene no sólo de la historia de su pueblo sino también de los más poderosos reinos gentiles. Sólo Él es el Soberano de todos los reyes de la tierra, quien pone y quita reyes, tal como finalmente llegó a reconocer Nabucodonosor (Dn 4:34-35).
Hay también otros detalles importantes que no debemos pasar por alto. Por ejemplo, tenemos una de las declaraciones más claras que encontramos en el Antiguo Testamento acerca de la muerte del Mesías, proporcionándonos incluso la fecha exacta en la que tal acontecimiento habría de ocurrir (Dn 9:25-26). Aquí aparece por primera vez el término "Hijo de hombre" que el Señor Jesucristo utilizó constantemente como un título propio (Dn 7:13). Y también encontramos en este libro la declaración más clara de todo el Antiguo Testamento acerca de la resurrección de los justos y de los injustos (Dn 12:2).
Otro asunto relevante que encontramos en el libro de Daniel son las repetidas referencias al Anticristo. Este personaje siniestro que perseguirá al pueblo de Dios en el último tiempo y que también se opondrá al Mesías de Dios, aparece claramente caracterizado en este libro. Es presentado como "un cuerno pequeño" que "tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas" (Dn 7:8), y "hacía guerra contra los santos" (Dn 7:21), "hablaba palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Dn 7:25). En ocasiones, algunas de las actitudes de un gobernante del "reino del norte" sirven para tipificar anticipadamente cómo sería ese terrible personaje que hará su aparición al final de los tiempos: "Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuando quiso, y prosperó" (Dn 8:9-12). Encontramos otras referencias en (Dn 9:26-27) (Dn 11:31) (Dn 11:36-45) (Dn 12:11). El Señor Jesucristo hizo mención de este personaje usando las palabras de Daniel (Mt 24:15), y también el apóstol Pablo (2 Ts 2:3-4).
La asombrosa exactitud de las profecías de Daniel ha llevado a los críticos de la Palabra a buscar explicaciones alternativas, pero no han conseguido que perdieran su fuerte poder como evidencia de la revelación divina.
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