Estudio bíblico: Los cuatro jinetes del Apocalipsis - Apocalipsis 6:1-8

Serie:   Apocalipsis   

Autor: Luis de Miguel
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España
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Los cuatro jinetes del Apocalipsis (Ap 6:1-17)

Introducción

Al estudiar los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, hemos tenido el privilegio de entrar en el cielo para ver los preparativos que allí se hacían de cara a establecer el reino de Dios en este mundo. Ahora, a partir del capítulo 6, nuestra atención se dirige a la tierra, donde veremos inmediatamente que el programa divino comienza con diferentes juicios.
Debemos notar que estos juicios son enviados por Cristo, quien en todo momento está en el control y siempre tiene la última palabra. Nosotros haremos bien en aferrarnos a él, el único Dios soberano que gobierna la historia, porque fuera de él no hay nada más que sea firme y permanente.
Ahora veremos que según el Cordero va abriendo los siete sellos del libro, tienen lugar diferentes juicios. Y la primera pregunta que debemos hacernos es en qué momento tendrán lugar estos juicios. Para contestarla correctamente es fundamental que notemos el paralelismo entre el pasaje que ahora estamos estudiando y el sermón profético de nuestro Señor Jesucristo que encontramos en Mateo 24. Consideremos algunos de los detalles paralelos entre ambos textos:
Los cuatro primeros sellos describen juicios similares a aquellos de los que habló el Señor Jesucristo en el evangelio: "guerras y rumores de guerras... se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares" (Mt 24:6-7).
El quinto sello centra nuestra atención sobre aquellos que "habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían" (Ap 6:9). Y también el Señor anunció en su sermón profético que habría persecución contra los creyentes (Mt 24:9-14).
La apertura del sexto sello trae un gran terremoto y los cuerpos celestes son conmovidos (Ap 6:12-14). Y una vez más, el Señor también hizo referencia en su sermón a estos mismos acontecimientos: "E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas" (Mt 24:29).
Por último, en la segunda parte del sexto sello, vemos a la humanidad pecadora y rebelde escondiéndose de la presencia aterradora del Cordero que viene a juzgar a los hombres (Ap 6:15-17). Y así termina también el sermón profético del Señor: "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria" (Mt 24:30).
Es importante notar el paralelismo entre ambos pasajes porque esto nos ayudará a interpretar nuestro texto correctamente. El Señor nos da ciertas claves de gran utilidad para ello. Por ejemplo, hablando de los primeros juicios dice: "pero aún no es el fin" (Mt 24:6); "Todo esto será principio de dolores" (Mt 24:8). Aquí el Señor utiliza la figura de una mujer embarazada que empieza a tener dolores de parto, pero todavía no ha llegado el momento del alumbramiento. Será necesario que las contracciones sean más seguidas y los dolores más intensos, entonces el niño estará listo para nacer. Y del mismo modo, estos juicios que son descritos en ambos pasajes siempre han estado presentes en este mundo, pero irán ganando en intensidad según se acerque el momento de la Segunda Venida del Señor.
Otro detalle importante acerca de estos juicios es que son acumulativos, es decir, cuando comienza el juicio del segundo sello no se termina el del primero, sino que ambos tienen lugar al mismo tiempo. Por lo tanto, no es difícil ver en la historia de nuestro mundo escenarios en los que al mismo tiempo han convivido la guerra, el hambre y las pestes. Así que, en lugar de ver en estos juicios un orden cronológico, más bien debemos apreciar aquí el tipo de juicios característicos que precederán la venida en gloria del Señor, aunque como ya hemos señalado, serán juicios que irán ganando en intensidad según se acerque ese momento.
Algunos comentaristas bíblicos piensan que estos juicios sólo tienen que ver con la última parte del período de la gran tribulación, y que para ese tiempo la iglesia ya no estará aquí. Sin embargo, no hay suficientes evidencias en el texto bíblico para sustentar esta afirmación. Y por otro lado, la realidad histórica confirma que tanto los juicios descritos en los cuatro primeros sellos, como la persecución de los creyentes que vemos en el quinto sello, han sido la nota dominante a lo largo de toda la historia de la iglesia hasta nuestros días en el presente.
Ahora bien, antes de comenzar a considerar los diferentes juicios que encontramos en este pasaje, tal vez debemos pensar en algo que constantemente escuchamos a muchas personas: "Si Dios existe, ¿por qué permite que haya guerras, que la gente pase hambre y que haya terremotos que acarrean desgracias sin fin?". Con frecuencia, los creyentes contestamos a esta pregunta intentando eximir a Dios de toda responsabilidad en este tipo de desgracias, pero lo cierto es que el libro de Apocalipsis nos dice todo lo contrario: Dios existe, y por esa misma razón envía sus juicios sobre esta tierra. ¿Qué Dios sería si viendo las continuas injusticias de los hombres les enviara sus más ricas bendiciones? ¿Cómo puede permanecer Dios callado después de que este mundo crucificara a su propio Hijo? Es evidente que a veces enfatizamos tanto el amor de Dios que nos olvidamos por completo de su justicia, de su santidad y también de su justa ira, pero todos estos son también atributos de Dios. Y la Biblia no se avergüenza de hablar de la ira de Dios como un atributo que le honra tanto como su amor.
Por último, antes de empezar a estudiar en detalle cada uno de estos sellos, hemos de decir que el propósito divino con todos ellos es advertir a los hombres rebeldes que se levantan contra Dios, que están viviendo una fantasía, y que finalmente Dios va a explotar su burbuja y los va a traer a la realidad. Y en ese momento, cuando la altivez del hombre haya sido abatida y su soberbia humillada, tendrá que reconocer que sólo Dios será exaltado en aquel día (Is 2:17). Y aquí están estos textos para que mientras aún hay tiempo, el hombre se arrepienta y busque a Dios.

El primer sello - El caballo blanco

(Ap 6:1-2) "Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer."
Cuando el Señor Jesucristo abre cada uno de los primeros cuatro sellos, aparecen cuatro jinetes montando caballos de diferentes colores que traen juicios sobre la tierra. Y debemos darnos cuenta de que es el Señor que está en el trono celestial de quien procede esta orden. Y notamos también que los cuatro seres vivientes están conectados con la ejecución de los juicios divinos.
En este punto quizá sea importante señalar que son preferibles aquellas traducciones que dicen simplemente "ven" y no "ven y mira". Aclarado esto, entendemos que lo que encontramos aquí no es una invitación a Juan para que vaya a ver lo que iba a ocurrir, sino una orden a cada uno de los jinetes para que salgan a ejecutar los juicios de Dios.
Como decíamos, el Señor Jesucristo es quien abre cada uno de los sellos, pero son los cuatro seres vivientes quienes con voz de trueno llaman al jinete a salir. Suponemos que lo que quiere decir es que Juan escuchó una voz potente. El hecho de que sean los cuatro seres vivientes quienes hacen este llamamiento a los juicios no nos debe sorprender, puesto que ellos son seres vivientes que aman la vida, así que claman contra todo aquello que la destruye y arruina la paz. Además, ellos tienen un pleno conocimiento de la voluntad divina y se identifican activamente con ella.
En cuanto a los cuatro caballos de diferentes colores que traen los justos juicios de Dios sobre la tierra, encontramos un antecedente parecido en la visión que tuvo el profeta Zacarías (Zac 6:1-8). También aquí en Apocalipsis los caballos y sus jinetes son fuerzas de destrucción y agentes de la ira divina.
"Y miré, y he aquí un caballo blanco"
Juan está observando todo lo que ocurre, y el primer caballo que ve aparecer es de color blanco. En el libro de Apocalipsis siempre que aparece el color blanco es símbolo de pureza, santidad, verdad y victoria (Ap 2:17) (Ap 6:11) (Ap 7:13) (Ap 19:14) (Ap 20:11). De todos estas estas posibles sugerencias, es probable que el color blanco debamos identificarlo aquí con la victoria, ya que como ahora veremos "salió venciendo y para vencer".
"Y el que lo montaba tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer"
En cuanto al jinete que lo montaba, no se nos dice quién era, lo que no ha impedido a los comentaristas bíblicos especular acerca de su identidad. Pero si Dios hubiera querido que lo supiéramos, nos lo habría dicho. Notemos que cuando aparece el cuarto jinete se nos dice con claridad que "el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía" (Ap 6:8). Por lo tanto, si en el caso de los otros tres jinetes no se nos proporciona esta información, es por demás que nosotros hagamos vanas afirmaciones. De hecho, los comentaristas que se empeñan en averiguar su identidad, llegan a enfrentarse entre ellos haciendo conjeturas tan dispares como que se trata del mismo Señor Jesucristo o que por el contrario es el anticristo. Y aunque se pueden llenar innumerables páginas en los comentarios defendiendo cada una de estas posturas, al final nunca llegaremos a nada cierto porque la Biblia guarda silencio.
Lo que sí que se dice es que "tenía un arco", lo que indudablemente nos sugiere que estaba armado para la guerra. Además se añade que "le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer". Tenemos por lo tanto a un guerrero conquistador al que ningún poder militar puede hacer frente: vence y sigue venciendo.
En cualquier caso, no debemos olvidar que en el contexto de los sellos el tema que se está tratando es el de los juicios de Dios. Por lo tanto, aunque aquí tenemos a un jinete que representa la conquista en la guerra, no debemos interpretar esto como una hazaña, sino como una gran tragedia. Es verdad que a veces los grandes conquistadores militares han pasado a la historia con cierta aureola de gloria, pero desde la perspectiva divina, han traído juicios dolorosos sobre la humanidad. Podemos pensar en hombres como Nabudoconosor, Alejandro Magno, Napoleón o Hitler, que aunque llegaron a conquistar naciones y reinos, sembraron el mundo de desolación.
Un detalle importante es que la corona "le fue dada". Es decir, si consigue victorias es porque Dios se lo permite. Y por cierto, esta es una expresión que aparece muchas otras veces en el libro de Apocalipsis. Esto nos recuerda la verdad que el Señor Jesús le dijo a Pilato: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba" (Jn 19:11). Según esto, Dios interviene en la historia humana permitiendo y dirigiendo determinadas acciones bélicas de los hombres para traer con ellos sus juicios sobre el mundo. Esto queda muy claro en el Antiguo Testamento, donde Dios se refiere a Nabucodonosor como "su siervo", al que dirige a la victoria porque es un instrumento suyo para traer juicios contra su propio pueblo y sobre otras naciones (Jer 27:6) (Jer 43:10). Y lo mismo dice acerca de Ciro, rey de Persia (Is 45:1).
Podemos decir que los juicios de este primer jinete han estado presentes en este mundo durante toda la era cristiana. Sin embargo, cuando el tiempo del fin se acerque, surgirá el anticristo, quien conquistará este mundo para su causa y se enfrentará ferozmente contra Dios y su pueblo. Aun así no debemos olvidar que él mismo estará sujeto a la autoridad divina y aunque consiga ciertas victorias entre los hombres, nunca podrá vencer a Dios.

El segundo sello - El caballo bermejo

(Ap 6:3-4) "Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada."
El segundo caballo era "bermejo" o rojo, como la sangre. Su misión era quitar la paz de la tierra. Representa, por lo tanto, la rivalidad destructiva que pone a las personas y a las naciones unas contra otras en un caos de trágica destrucción.
La paz es un sueño de la humanidad que nunca se ha llegado a conseguir. Es verdad que en algunos lugares y naciones se ha podido disfrutar ocasionalmente de tiempos de paz y que sus ciudadanos han vivido más o menos "quieta y reposadamente" (1 Ti 2:1-2). Por ejemplo, el Imperio Romano consiguió establecer por algún tiempo la "Pax romana", pero no iba a durar para siempre.
En realidad, la misión de este segundo jinete no es difícil, puesto que "quitar la paz de la tierra" es algo de lo más sencillo para el ser humano. La ambición, la envidia, el odio, la maldad del corazón humano es causa constante de conflictos de todo tipo que llevan a los seres humanos a matarse los unos a los otros en guerras civiles, raciales, tribales, religiosas o entre naciones. La paz que en ocasiones disfrutamos es ficticia o muy frágil. Todas las páginas de la historia de la raza humana están manchadas de la sangre derramada abundantemente en infinidad de guerras pequeñas y grandes. En ninguna parte ni en ninguna época se ha conseguido disfrutar de una paz indefinida.
No es difícil explicar este fenómeno. Al fin y al cabo, si los hombres rechazan al Señor Jesucristo, "el príncipe de paz" (Is 9:6), lo único que les queda es la guerra.
Hoy en día el "caballo bermejo" sigue corriendo desbocado por todas las partes de este mundo. Nadie es capaz de controlarlo. Organizaciones tales como las Naciones Unidas no consiguen domarlo. Nuestra civilización moderna que mira hacia el pasado creyendo que ya ha superado los días pasados de barbarie sigue cautiva de los mismos males. El siglo XX que se prometía como el clímax de la civilización, se convirtió en una tumba abierta: en la Primera Guerra Mundial toda una generación de jóvenes sembró con sus cuerpos los campos de batalla de Verdún y Somme, los seis millones de judíos de Hitler, los veinte millones de ciudadanos soviéticos de Stalin, las decenas de millones de enemigos políticos y campesinos que fueron víctimas del hambre bajo Mao, los dos millones de camboyanos que murieron bajo Pol Pot, el millón de ruandeses tutsis masacrados a manos de los interhamwe, y los millones de vidas pisoteadas durante los cuarenta años del gobierno de apartheid. En lugar de alcanzar la paz, la humanidad sólo ha conseguido desarrollar medios más efectivos para matar a sus semejantes que los que tenían en el pasado.
Como el resto de los juicios, este también irá ganando en intensidad, y cuando se acerque el fin, los hombres estarán hablando de "paz y prosperidad", y "entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina" (1 Ts 5:3).
Si el primer sello terminaba con la venida del anticristo, aquí tenemos que la aparente paz que él traerá a este mundo será rápidamente sustituida por conflictos de una intensidad nunca antes conocidos.

El tercer sello - El caballo negro

(Ap 6:5-6) "Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino."
Cuando el Cordero que fue inmolado abrió el tercer sello, apareció un "caballo negro". Curiosamente, a diferencia de los dos anteriores que llevaban armas de guerra en su mano (un arco y una gran espada), este "tenía una balanza en la mano". Sin duda es un extraño instrumento para un jinete, pero su función consistía en pesar el pan en tiempo de hambre. Por lo tanto, anuncia un tiempo de escasez de los alimentos básicos que provocará racionamientos. El Antiguo Testamento anunciaba que esta sería una maldición fruto de la desobediencia:
(Lv 26:26) "Cuando yo os quebrante el sustento del pan, cocerán diez mujeres vuestro pan en un horno, y os devolverán vuestro pan por peso; y comeréis, y no os saciaréis."
(Ez 4:16) "Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto."
Comer el "pan por peso" indica tiempos de escasez y hambre. En cierto sentido es el resultado natural de las guerras que ha traído el segundo jinete.
Notemos el precio de los alimentos básicos: "Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario". Un denario era el jornal diario de un trabajador común (Mt 20:2), y lo que podría comprar con él en tiempos normales sería unos diez kilos de trigo y treinta de cebada. Pero lo que aquí se describe es que un denario apenas daría para una medida de trigo o tres de cebada. Esto sería completamente insuficiente para alimentar a una familia. ¿Y las demás necesidades?
Pero no sólo las guerras son la causa de este tipo de situaciones. La avaricia de los hombres o la mala gestión de los gobernantes, hace que en muchos lugares los alimentos básicos tengan precios prohibitivos. Mientras que los sueldos no suben, los alimentos alcanzan precios desorbitados. En esas circunstancias, llenar la cesta de la compra para dar de comer a la familia resulta imposible y crea una terrible angustia a muchas personas.
Hoy en día una parte muy importante de este mundo se acuesta con hambre y la desnutrición sigue siendo una causa muy importante de mortandad infantil.
Sin embargo, a pesar de esto, el jinete recibe una curiosa orden: "Pero no dañes el aceite ni el vino". Podríamos considerar el aceite y el vino como artículos de lujo en tiempos de hambruna. Así que, al mismo tiempo que es imposible cubrir las necesidades vitales de los pobres, el lujo de los ricos no cesa. Aunque finalmente también ellos sufrirán los estragos del hambre, aunque por el momento, como siempre, la gente pobre es la primera en sufrir.
Estas desigualdades las podemos ver hoy día cuando comparamos el mundo occidental que vive en opulencia y sufre problemas con la obesidad, con el tercer mundo que no deja de padecer hambre. Esta situación no sólo refleja una terrible injusticia, sino también una burla para aquellos que no encuentran la forma de cubrir sus necesidades básicas.
Pero lo más trágico de todo esto es que la naturaleza puede producir lo suficiente para que todas las personas tengan lo necesario. Pero una vez más el egoísmo y la falta de solidaridad llevan a este mundo a la desigualdad, de tal manera que la mayoría de la riqueza se acumula en las manos de unos pocos mientras que los pobres se multiplican. Y esto no es debido a la diligencia en el trabajo, sino a la especulación y las ansias de poder desenfrenado de los hombres.
Pero aunque en muchas ocasiones la maldad humana es la causa de la escasez de alimentos, y con ella las penurias, desnutrición y hambruna mortíferas, también es cierto que Dios permite o envía situaciones especiales que causan estos desastres, como las sequías, fuegos, inundaciones, sunamis, terremotos.
Este es uno de los métodos de Dios para despertar al mundo impío que se siente autosuficiente (Dt 11:16-17). Porque a pesar de toda la tecnología agrícola avanzada que los ingenieros y científicos han desarrollado en tiempos modernos, el hombre sigue dependiendo de Dios para que envíe la lluvia a su tiempo y cuide este planeta. Es en esas circunstancias cuando el hombre se da cuenta de cuán frágil es su existencia y cuánto necesita de su Creador.
No hay duda de que el hombre está bajo este juicio divino, y hoy en día sigue habiendo un billón de personas que sufre desnutrición y hambruna.
En cualquier caso, los creyentes en los países con más recursos económicos no pueden ignorar esta realidad pensando que es un juicio de Dios contra el que no debemos interferir. Es nuestro deber cristiano aliviar en todo lo que esté a nuestro alcance las necesidades de aquellos que nos rodean. Al fin y al cabo, todos estamos sujetos a este tipo de juicios.

El cuarto sello - El caballo amarillo

(Ap 6:7-8) "Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra."
El cuarto de los caballos es de color amarillo, y aquí por primera vez se nos dice quién es el que lo montaba: "tenía por nombre Muerte". La palabra griega traducida como "muerte" puede significar también "peste", lo que parece estar relacionado con el color amarillento, como de un cadáver, del caballo.
Por otro lado, la muerte es seguida por su compañero inseparable, el Hades: "y el Hades le seguía". Parece que este segundo iba detrás actuando como "carroza fúnebre" que recogía las víctimas que la muerte iba segando.
Este último juicio sugiere una impresión de profundo horror. Y aunque todavía no ha llegado el momento de la destrucción total de este mundo, aun así, tiene "potestad sobre la cuarta parte de la tierra". Matar al veinticinco por ciento de los seres humanos es algo realmente espantoso, aunque todavía es un juicio parcial.
Sólo cuando regrese el Señor Jesucristo será abolida la muerte, y juntamente con el Hades serán lanzados al lago de fuego (Ap 20:14).
Los medios para llevar a cabo su misión son descritos a continuación: "para matar con espada, con mortandad, y con fieras de la tierra". La acumulación de los juicios traídos por los cuatro primeros sellos son los mismos de los que habló el profetas Ezequiel: "mis cuatro juicios terribles, espada, hambre, fieras y pestilencia" (Ez 14:21).
La "espada" representa a todo instrumento de guerra o crimen. La "mortandad" se refiere probablemente a la peste, pero también puede representar a cualquier epidemia o plaga que causan gran número de muertes. Y las "fieras de la tierra" abarcan a todas las criaturas capaces de matar al ser humano, desde las más grandes y feroces hasta las más pequeñas. En el Antiguo Testamento encontramos que Dios ha usado una gran variedad de animales para traer sus juicios sobre la humanidad: Langostas (Ex 10:3-6), serpientes ardientes (Nm 21:6), avispas (Ex 23:28) (Jos 24:12), leones (2 R 17:25), osos (2 R 2:24), diversas plagas de insectos (Jl 1:4). El aumento de las fieras es el resultado de la tierra despoblada por la muerte.

Reflexión

No es necesario tener una gran fe para saber que todas estas cosas vendrán sobre este mundo. Al fin y al cabo, cada uno de los juicios relacionados con estos sellos ya han estado y siguen estando presentes entre nosotros. Aun así, lo que estos sellos nos anuncian es que cada uno de estos juicios llegarán a unos extremos sin precedentes en nuestra historia.
Sin duda Dios quiere llamar nuestra atención y por eso nos muestra anticipadamente las terribles consecuencias a las que nuestro pecado nos llevará si no nos arrepentimos. De este modo Dios nos obliga a enfrentarnos con la realidad. Pero, ¿serán tenidas en cuenta las advertencias que estos juicios nos han presentado?
Todo parece que el hombre no quiere reaccionar, y en un esfuerzo desesperado por negar la verdad, sigue imaginando que pueden solucionar esta situación y que nunca les alcanzarán estos juicios. Pero lo cierto es que ninguna persona o nación puede escapar de las consecuencias de sus propios pecados.
Aun así nunca faltarán "vendedores de humo" que, en contra de todas las evidencias, seguirán anunciando un siglo de oro lleno de paz y prosperidad. Un ejemplo reciente de esto es Yuval Noah Harari , profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén y escritor de éxito que se pasea por medio mundo dando conferencias como si de una estrella de rock se tratara. En uno de sus libros, "Homo Deus: Breve historia del mañana", con un estilo ameno y entretenido intenta convencer a sus lectores y oyentes del futuro brillante que espera a la raza humana. Y por supuesto, sin la necesidad de recurrir a Dios. Miren cómo se expresa:
En los albores del tercer milenio, la humanidad se despierta, estira las extremidades y se restriega los ojos. Todavía vagan por su mente retazos de alguna pesadilla horrible. "Había algo con alambre de púas, y enormes nubes con forma de seta. ¡Ah, vaya! Solo era un mal sueño". La humanidad se dirige al cuarto de baño, se lava la cara, observa sus arrugas en el espejo, se sirve una taza de café y abre el periódico. "Veamos qué hay hoy en la agenda".
A lo largo de miles de años, la respuesta a esta cuestión permaneció invariable. Los mismos tres problemas acuciaron a los pobladores de la China del siglo XX, a los de la India medieval y a los del antiguo Egipto. La hambruna, la peste y la guerra coparon siempre los primeros puestos de la lista. Generación tras generación, los seres humanos rezaron a todos los dioses, ángeles y santos, e inventaron innumerables utensilios, instituciones y sistemas sociales, pero siguieron muriendo por millones a causa del hambre, las epidemias y la violencia. Muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían de ser una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada excepto el final de los tiempos nos libraría de ellas. Sin embargo, en los albores del tercer milenio, la humanidad se despierta y descubre algo asombroso. La mayoría de la gente rara vez piensa en ello, pero en las últimas décadas hemos conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra. Desde luego, estos problemas no se han resuelto por completo, pero han dejado de ser fuerzas de la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables. No necesitamos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra, y generalmente lo hacemos con éxito.
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