Estudio bíblico: Libres de la ira de Dios - Apocalipsis 7:9-14

Serie:   Apocalipsis   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Libres de la ira de Dios - Apocalipsis 7:9-14

(Ap 7:9-14) "Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero."

El propósito de esta visión

Aunque ahora vamos a estudiar una visión muy diferente de la anterior, sin embargo, no debemos perder de vista que el Señor todavía está contestando a la pregunta que encontramos al final del capítulo anterior: cuando llegue el gran día de la ira del Cordero, ¿quién podrá sostenerse en pie? (Ap 6:16-17).
Esta pregunta es contestada por medio de dos visiones muy diferentes. En la primera, se le mostró a Juan que en el tiempo del fin, y antes de la venida en gloria del Señor Jesucristo, el pueblo de Israel creerán en él como su Mesías. Esa visión de Juan tiene lugar en la tierra al final del período de la gran tribulación, y por lo tanto, es muy posible que aquellos creyentes judíos tengan que sufrir la persecución del anticristo, sin embargo, sí que serán librados de la ira del Cordero.
Pero después de esto, Juan tiene otra visión en la que describe a un segundo grupo muy diferente del primero, pero que también estarán en pie cuando el Cordero manifieste su ira. En contraste con los ciento cuarenta y cuatro mil del primer grupo, lo que Juan ve ahora es "una gran multitud, la cual nadie podía contar". Además, lo que se enfatiza es que no son descendientes de Israel, sino que provienen de "todas naciones y tribus y pueblos y lenguas". Y tampoco se encuentran en la tierra, sino que "estaban delante del trono y en la presencia del Cordero".
Por lo tanto, hay evidencias suficientes para pensar que estamos ante un grupo de personas diferente al anterior, pero que igualmente será librado de la ira del Cordero.
Es importante notar que el texto no nos dice cómo este segundo grupo ha llegado a estar en el cielo. Más adelante se nos explica "que han salido de la gran tribulación" (Ap 7:14), y quizá debamos entender esto como una alusión al martirio. Esto sería comprensible, porque sabemos por otras partes de este mismo libro, que el anticristo ejercerá una severa persecución contra todos los creyentes. En ese caso, tendríamos que identificar a estas personas como aquellos "hermanos que también habían de ser muertos" por "causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían" y añadidos al número de las almas que estaban esperando debajo del altar a que su sangre fuera vengada (Ap 6:9-11). Notemos que a ellos también se les dieron "vestiduras blancas" (Ap 7:9) y "se les dijo que descansasen", algo que vemos cumplido con este grupo que ya disfruta de la paz de Dios (Ap 7:15-17). Aunque es verdad que esta multitud de redimidos no están bajo el altar sino delante del trono, por lo que quizá debamos pensar en un momento posterior al descrito en la apertura del quinto sello.
En todo caso, puesto que el texto no nos dice expresamente cómo han "salido de la gran tribulación", es posible interpretarlo también como una referencia al arrebatamiento de la iglesia, que podría ser llevado a cabo en algún momento anterior o durante el período de la gran tribulación.
Otro detalle que debemos considerar es que aunque el texto nos dice que todos en esta multitud son creyentes que "han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero", sin embargo, no se nos explica cómo ni cuándo llegaron a convertirse. Afirmar que conocerán el evangelio por medio del testimonio de los ciento cuarenta y cuatro mil es ir más allá de lo que este pasaje nos dice, lo mismo que afirmar que en el período final de la gran tribulación habrá un avivamiento espiritual como nunca antes lo ha habido. Así pues, dado que el texto guarda silencio sobre muchas de las cuestiones que a nosotros nos gustaría saber con precisión, debemos evitar ser dogmáticos en las conclusiones a las que llegamos a base de hacer conjeturas.
Con frecuencia, ponemos mucho interés en determinar aspectos que el texto no nos revela, y al hacerlo, perdemos de vista lo que Dios nos está diciendo con claridad. Y lo realmente importante aquí es que hay un grupo incontable de personas que ya están en el cielo y han sido librados de la ira del Cordero.

Quiénes son y dónde están

(Ap 7:9) "Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos"
1. Quiénes son
Cuando el apóstol Pablo recorría el mundo predicando el evangelio, siempre seguía este orden: "al judío primeramente y también al griego" (Ro 1:16) (Ro 2:9-10). Es verdad que en la antigüedad Israel fue designado como el pueblo de Dios, pero eso no quería decir que sólo ellos iban a disfrutar de sus bendiciones. Serían los primeros, pero no los únicos. De hecho, Dios deseaba hacer llegar sus bendiciones a todas las naciones a través de ellos. Y aunque es cierto que fracasaron una y otra vez en cumplir ese propósito, sin embargo, Dios lo hizo. Y ahora lo estamos viendo. Siguiendo el mismo orden que el apóstol Pablo seguía, en la primera visión de este capítulo se nos ha presentado un grupo de creyentes descendientes de las doce tribus de Israel, y ahora vamos a ver otro grupo incontable "de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas" que también están delante del trono de Dios disfrutando de sus bendiciones. De este modo se cumplirá plenamente la promesa que Dios había hecho a Abraham: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 22:18).
2. Dónde están
En cuanto a la cuestión de dónde están, una vez más la acción vuelve a discurrir en torno al trono de Dios. Así que se nos dice que esta gran multitud "estaban delante del trono y en la presencia del Cordero". Ya antes hemos visto a los veinticuatro ancianos "alrededor del trono" (Ap 4:4), y ahora estos aparecen también "delante del trono". El trono de Dios es el centro de todo, y estos están aquí de pie después de haber sido librados de la ira del Cordero. Sin duda, es una gran maravilla que hombres pecadores puedan ocupar esa posición.

La adoración celestial

(Ap 7:10-12) "y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén."
Todos en esta multitud, sobrecogidos por la gloria, majestad y esplendor del que está sentado en el trono, se postran sobre sus rostros y le adoran.
El texto nos dice que "clamaban a gran voz". Está claro que no adoraban de forma desganada, como tantas veces ocurre con nosotros. Además, lo hacían a una sola voz, aunque la multitud provenía de todas las naciones y lenguas. No cabe duda de que la escena que se nos describe a continuación tiene que ver con la celebración de una victoria.
Como ya vimos en los capítulos 4 y 5, esta es la ocupación constante de todos los que están en el cielo. En aquella ocasión la adoración se relacionaba con el hecho de que Dios era el Creador de todo y también el único digno de juzgar a este mundo. Pero en este momento, después de que los primeros sellos han sido abiertos, y los juicios de Dios han comenzado a venir sobre este mundo, la adoración que resuena en el cielo tiene un nuevo colorido. Para entenderlo debemos fijarnos en algunos detalles.
1. Los adoradores
En primer lugar se nos dice que estaban "vestidos de ropas blancas". Como en otras ocasiones, esto nos sugiere que estas personas habían sido justificadas de sus pecados y por lo tanto sus ropas simbolizaban su pureza e inocencia.
Luego se añade que tenían "palmas en sus manos". Las palmas se asocian en las Escrituras con celebración, liberación y gozo. Recordamos la entrada triunfal del Señor Jesucristo en Jerusalén y cómo las multitudes le recibieron con palmas en las manos:
(Jn 12:12-13) "El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna!¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!"
Fue un acto por el que reconocían que él era el Mesías esperado que venía a librarles de la esclavitud. En realidad, en ese momento, ellos se disponían a celebrar la fiesta de la pascua en la que se recordaba la forma milagrosa en la que Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Así que, cuando aclamaron de este modo a Jesús, lo que estaban queriendo decir es que él era aquel que esperaban de parte de Dios para llevar a cabo su liberación.
Si relacionamos ambos pasajes, podríamos decir que esta escena en el cielo es el cumplimiento de esa gran liberación que los judíos celebraron anticipadamente cuando el Señor Jesucristo se presentó en Jerusalén al comienzo de la fiesta de la pascua.
Pero las palmas eran también características de la fiesta de los tabernáculos. En (Lv 23:39-43) se nos dice que los israelitas debían cortar ramas de palmeras y hacer con ellas tabernáculos en los que habitaran durante siete días para recordar su peregrinaje por el desierto después de que el Señor los liberó de Egipto.
Y aquí en Apocalipsis encontramos también el cumplimiento de aquella fiesta, cuando el Señor "que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Ap 7:15). Este será el fin de su peregrinaje y la entrada a su morada definitiva en el cielo.
2. La razón por la que adoran
Más adelante se nos hará saber que esta multitud ha "salido de la gran tribulación" (Ap 7:14). Ese será un período especialmente difícil para los creyentes, porque durante ese tiempo del régimen de la bestia nadie podrá comprar ni vender si no tiene la marca de la bestia y adora su imagen (Ap 13:15-17). Pero estas multitudes han salido de la gran tribulación y ahora están en el cielo delante del trono de Dios, por eso le adoran diciendo: "La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero".
Su gozoso cántico de alabanza es un reconocimiento de la fidelidad de Dios, quien ha cumplido sus promesas y les ha salvado del diablo. Además, les dio las fuerzas necesarias para no doblar sus rodillas delante de la bestia ni de su imagen.
3. Un gran coro celestial se une a la adoración
Aunque los ángeles de Dios no disfrutan de esta salvación como los hombres pecadores, sin embargo, se interesan en ella (1 P 1:12), entienden la maravillosa gracia de Dios manifestada en la salvación de los pecadores y se gozan (Lc 15:10). Así que, junto con los ancianos y los cuatro seres vivientes, estos ángeles se unen a la multitud que había salido de la gran tribulación, y juntos se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios. Todos estaban de acuerdo en expresar su alabanza con motivo de su salvación.
El hecho de que hombres pecadores hayan sido salvados, es un triunfo de la gracia de Dios, que hace que los ángeles todavía glorifiquen más a Dios.
4. El contenido de la adoración
Las expresiones son casi idénticas a las que encontramos en (Ap 5:12), aunque allí la alabanza iba dirigida al Cordero y aquí a Dios. Finalmente viene a ser lo mismo.
Notemos también que toda la alabanza celestial se centra en la exaltación de los atributos de Dios. Y haremos bien en meditar y aprender de ello.
(Ap 7:12) "Diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén."
Notemos cuáles son estos atributos que deben ser reconocidos en Dios y por los que su pueblo le debe adorar:
"La bendición". Dios es la fuente de toda bendición, tanto en el ámbito de la creación como también de la salvación.
"Y la gloria". Se trata de la majestad esplendorosa que acompaña la presencia de Dios. "Excelso sobre todas las naciones es Jehová, sobre los cielos su gloria" (Sal 113:4), "su gloria llena toda la tierra" (Nm 14:21) (Is 6:3), "los cielos cuentan la gloria de Dios" (Sal 19:1), "él es el Rey de la gloria" (Sal 24:10). En consecuencia, todos los hombres deben reconocer su gloria.
"Y la sabiduría". Dios es la fuente de toda ciencia y sabiduría. El salmista decía: "¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría" (Sal 104:24). Y Pablo afirmaba que en Cristo "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col 2:3). Cuando Dios salvó a los hombres no lo hizo conforme a la sabiduría de los hombres, que es locura (1 Co 1:18-25).
"Y la acción de gracias". A Dios debemos dar las gracias por sus muchos beneficios para con los hombres. El salmista decía: "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios" (Sal 103:1-6).
"Y la honra". Dios tiene un honor y una dignidad únicas que deben ser reconocidas por el hombre. El salmista decía: "Dad a Jehová la honra debida a su nombre" (Sal 96:8).
"Y el poder". Dios es el Todopoderoso, todo lo que se propone hacer, lo hace. Así se presentó a Abraham: "Yo soy el Dios Todopoderoso" (Gn 17:1).
"Y la fortaleza". Dios es el único refugio seguro frente al enemigo. El salmista escribe: "Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio" (Sal 18:2).
El carácter de Dios nunca cambia, por eso, esta adoración debe ser dada "a nuestro Dios por los siglos de los siglos".

El origen de la multitud vestida de ropas blancas

(Ap 7:13) "Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?"
Ahora uno de los ancianos hace esta pregunta a Juan con la finalidad de enfocar su atención sobre la identidad de la gran multitud. Y el detalle que se subraya es el hecho de que están "vestidos de ropas blancas". Juan tiene que admitir que no sabe quiénes son, y es entonces cuando le es revelada su identidad:
(Ap 7:14) "Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero."
El hecho de que Juan no supiera quién era esta multitud, puede ser debido a diferentes razones. Una de ellas es que los creyentes seremos muy diferentes cuando seamos glorificados en el cielo. Entonces no será tan fácil reconocernos.
En todo caso, aunque el Señor se podría haber referido a esta multitud como la Iglesia, evita hacerlo porque quiere subrayar ciertos aspectos de ellos.
1. Sus vestiduras
En primer lugar se hace referencia a sus vestiduras. Ese detalle sirve con frecuencia en las Escrituras para representar la pureza y dignidad de la persona. Veamos cómo lo empleaban los profetas:
(Is 64:6) "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento."
(Zac 3:1-5) "Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie."
Puede simbolizar también triunfo y victoria.
2. Han salido de la gran tribulación
Estos fieles han salido de la gran tribulación y ahora están en perfecta paz en la presencia del Señor. Notamos aquí cierto tono de triunfo. Se cumple lo que la Palabra dice:
(Ro 8:33-39) "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Es verdad que todos los cristianos deben pasar a través de muchas tribulaciones (Hch 14:22), pero esta "gran tribulación" será un tiempo único de prueba en toda la historia de la humanidad que demandará una fe absoluta de parte de los creyentes. En muchos casos tendrán que sufrir el martirio por causa de su fe. No olvidemos que en el tiempo de la gran tribulación el anticristo estará en el clímax de su carrera y la persecución contra los santos será mucho más intensa. El Señor Jesucristo se refirió a ella de la siguiente manera: "...gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá" (Mt 24:21).
Pero en todo caso, aunque estos creyentes sufran la persecución del anticristo, sin embargo, serán librados de los efectos directos de la ira de Dios.
Este será un período especialmente difícil para aquellos cristianos que están acostumbrados a un estilo de vida cómodo, que se sienten a gusto en el mundo. En especial para ellos, este tiempo será muy difícil, porque ni están acostumbrados al sufrimiento por el nombre de Cristo ni tampoco lo consideran un privilegio. Es muy probable que aquellos otros creyentes que en esta hora ya están sufriendo algún tipo de persecución en uno de los muchos países donde el cristianismo es perseguido, cuando llegue este momento de prueba estarán mucho mejor preparados para soportarla.
Para estar debidamente preparados para ese momento debemos vivir buscando siempre glorificar a Cristo, y debemos considerar un privilegio si también con nuestra muerte podemos darle la gloria a él.
3. "Y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero"
Podríamos pensar que estos mártires han ganado el derecho a estar en el cielo por su propio sacrificio o fidelidad, pero la realidad es muy diferente; han obtenido el triunfo por medio del sufrimiento y la victoria de Cristo en la cruz.
Por lo tanto, el triunfo sobre el anticristo no es por medio de la lucha armada, sino por la sangre de Cristo.
Ahora bien, la idea de lavar y emblanquecer las ropas en la sangre del Cordero nos puede resultar extraña y hasta contradictoria. La sangre no limpia, sino que mancha la ropa, diría alguno. Pero el lenguaje empleado aquí no lo debemos interpretar literalmente, sino de la misma forma simbólica en la que es usado por toda la Biblia.
(Lv 17:11) "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona."
Lo que vemos en este versículo es que la sangre representaba la vida. Esta idea es fácil de entender: cuando una persona se desangra, pierde la vida. Por lo tanto, Cristo, el Cordero de Dios, ha quitado nuestro pecado entregando su vida por la nuestra. Por eso es representado como "un Cordero como inmolado" (Ap 5:6).
En todo caso, aquí hay una verdad universal: nadie podrá ser limpiado de sus pecados si no es por el sacrificio de Cristo en la cruz. Veamos algunos versículos que confirman el valor salvífico de la sangre de Cristo:
(Ro 3:25) "a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados"
(Ro 5:9) "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira."
(Col 1:20) "y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz."
(Ef 1:7) "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia"
(He 9:14) "¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?"
(1 Jn 1:7) "pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado."
(Ap 1:5) "y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre"
(Ap 5:9) "y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación"
Notemos también que estas personas "han lavado" y "han emblanquecido" sus ropas. Y nos preguntamos cómo han podido hacerlo. Parece evidente que no han sido lavadas automáticamente por el hecho de que Cristo muriera en la cruz, sino que ellos tuvieron que hacer algo. Y efectivamente, la única forma de apropiarse de los beneficios de la obra de Cristo es por medio del arrepentimiento y la fe. De otro modo, no nos podremos beneficiar de la salvación que nos ofrece.
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