Estudio bíblico: La Cruz y la circuncisión - Gálatas 6:11-18

Serie:   Exposición a los Gálatas   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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La Cruz y la circuncisión (Gálatas 6:11-18)

Consideraciones generales

Pablo ha llegado al fin de su exposición doctrinal, a la que acaba de añadir unos importantísimos principios y exhortaciones, pero no quiere dictar la bendición acostumbrada sin antes hacer otro esfuerzo por enternecer los corazones de los hermanos gálatas, volviendo a subrayar al mismo tiempo el antagonismo fundamental entre la Cruz (entendida como la totalidad de la Obra redentora que Cristo llevó a cabo en ella) y la obra negativa y aun retrógrada de los judaizantes al insistir en la circuncisión de los creyentes gentiles. Es probable, como veremos abajo, que pidiera la pluma al amanuense, añadiendo los profundos y conmovedores conceptos de este epílogo con su propia mano, utilizando las grandes letras unciales (mayúsculas) del griego al efecto de prestar mayor énfasis al mensaje final, y quizá obligado a ello por las deficiencias de su vista. Las últimas palabras son dignas de la totalidad de esta Epístola, caracterizada por la lucha espiritual, que nos explaya las doctrinas fundamentales de la fe a través de la experiencia vivida del peligro de los gálatas y del gran esfuerzo de Pablo por volverles a la bendita senda de la gracia.

La redacción del epílogo (Ga 6:11)

1. Las grandes letras
Quizá la traducción más satisfactoria de este versículo se halla en la Vers. Mod.: "Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propio puño (mano)". El verbo se halla en el tiempo "aorista", que normalmente se traduce por el tiempo pasado, que sería "escribí" aquí. Pero los griegos a menudo terminaban sus cartas usando el "aorista epistolar", con referencia a lo escrito, colocándose (por cortesía) en el lugar del lector quien leería el escrito como algo pasado. La mayoría de los escriturarios, pues, creen que lo más adecuado como traducción es nuestro tiempo presente "escribo", creyendo que Pablo, según su costumbre, había dictado la carta a un amanuense, pero, llegando a este punto, toma la pluma de sus manos para poder ponerse así en contacto más íntimo con sus vacilantes hijos en la fe antes de despedirse de ellos. Su escribiente habría empleado una letra cursiva, en minúsculas, pero a Pablo le conviene más emplear las UNCIALES, o mayúsculas, llamando la atención de los lectores al hecho: "¡Mirad con cuán grandes letras os escribo (como hago ahora) por mi propia mano!". Parece ser que su exclamación no tiene sentido si no se trata de algo fuera de lo normal y aun algo que suponía un esfuerzo especial. Recordando las expresiones de (Ga 4:13,15), parece ser que aquí tenemos otro dato que señala la posibilidad de que Pablo padeciera oftalmía, enfermedad que le dificultaría la tarea de escribir, constituyendo quizá la "estaca en la carne" de (2 Co 12:7). Con todo, es prudente no dogmatizar sobre estos puntos de fondo, ya que los datos que tenemos no son lo bastante completos para llegar a una finalidad absoluta.
2. La reacción de los gálatas
Bien quisiéramos saber algo de la reacción de los gálatas frente a los repetidos esfuerzos de Pablo por hablarles corazón a corazón, con referencia especial a esta nota tan patética y conmovedora escrita en "grandes letras". Nos imaginamos el efecto que causaría en quienes habían recibido la bendición de la salvación directamente por la predicación del apóstol si examinasen de cerca los trazos (quizás irregulares) de las mayúsculas de este Epílogo, sabiendo que su padre en la fe se había esforzado hasta tal punto con el fin de que se fijasen en su mensaje, que no era sino otra presentación —lógica y profunda— del que habían escuchado con gozo al principio. La historia no sabe nada más de la herejía judaizante en la provincia de Galacia, de modo que nos es lícito deducir que la lucha por ganar el corazón de los gálatas no fue en vano.

La cruz o la circuncisión (Ga 6:12-13)

1. La circuncisión evitaba la persecución por los judíos (Ga 6:12)
Quizá algunos de los judaizantes creían sinceramente que agradaban a Dios al esforzarse por llevar a los convertidos gentiles al redil de Israel, inculcando la necesidad de la circuncisión. Pero los móviles de la mayoría no eran puros aun desde el punto de vista de ellos, notando Pablo su interés propio. Era posible que un judío confesara que Jesús era el Mesías sin sufrir mucho a las manos de su compatriotas, con tal que no se apartara de la sinagoga y del Templo, cumpliendo las "costumbres" de los judíos ortodoxos. Como hemos notado anteriormente (Ga 5:11), el "escándalo de la Cruz" consistiría en nivelar a todos los hombres frente a Dios de tal forma que tanto judíos como gentiles tenían que arrepentirse y entrar en el Reino por la sola fe en Cristo. Los judaizantes que indujeran a muchos gentiles a circuncidarse adquirían méritos frente a los judíos ortodoxos, embotándose en su caso el filo de la espada perseguidora en contra de los nazarenos. Querían "hacer una buena apariencia en (la esfera de) la carne" (Vers. Mod.), agradando a los mismos que habían crucificado al Señor de la gloria. Así, obligando a los gálatas a circuncidarse, no serían perseguidos a causa de la Cruz de Cristo. Pero todo ello pertenecía a la esfera de la carne, donde no se conocía ni la potencia de la Cruz ni las operaciones del Espíritu de Dios.
2. La circuncisión de los gálatas sería motivo de jactancia carnal (Ga 6:13)
La flojedad de la posición de los judaizantes se revelaba por el hecho de que, inculcando la necesidad de cumplir la Ley, ellos mismos eran incapaces de hacerlo. Probablemente tenemos aquí una reiteración de la tesis principal de Pablo: "por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de Dios", acrecentando las infracciones de la Ley la gravedad de la sentencia legal sobre aquel que así quería establecer su justicia propia. Es posible que haya una referencia también a las "costumbres", puesto que personas que se llamaban cristianos (aun siendo judaizantes) con dificultad podían cumplir con todos los requisitos señalados por los doctores de la Ley como esencial para el judío practicante. De todas formas, el apóstol percibe lo que hay de hipócrita en la actitud de los judaizantes y sus campañas para ganar adeptos, señalando que sus esfuerzos se dirigían no sólo a la finalidad de "estar bien" con los judíos, evitando así la persecución, sino también a la de poder "gloriarse en la carne de los gálatas". Sin duda la frase tiene referencia indirecta a lo que es la circuncisión como rito, pero la palabra "carne" guarda también su sentido de "todo lo humano en estado caído". Los líderes de la "campaña" —si tuviera pleno éxito— podrían volver luego a Jerusalén en triunfo, proclamando que habían salvado a tantas y tantas personas —ya prosélitos circuncidados— de las manos de Pablo, gloriándose en su victoria carnal. Su breve triunfo no se diferenciaría mucho del de un candidato que sacara la mayoría de votos en unas elecciones. Frente a maniobras tan indignas del Evangelio, Pablo vuelve sus ojos a la Cruz de Cristo, base única para gloriarse, no en sí mismo ni en sus trabajos, sino en el Hecho triunfante que corta con todo el pasado carnal para introducir al creyente a la Nueva Creación.
3. Pablo se gloría en la Cruz de Cristo (Ga 6:14)
"Lejos esté de mí que yo me gloríe, sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de la cual el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo": he aquí la traducción que mejor corresponde al texto griego y al énfasis del contexto. Pablo se coloca firmemente en una posición antagónica a la de los judaizantes, manifestando su desdén por las necias jactancias carnales que socavaban los mismos fundamentos de la Fe, puesto que el creyente llega al fin de sí mismo al identificarse con la Obra expiatoria de Cristo en la Cruz, sabiendo que no vive ya aparte de la vida de Cristo que recibe por la fe (Ga 2:19-20). Para quien escribe, el pronombre relativo ha de leerse "por la cual" y no "por quien"; las dos traducciones son posibles gramaticalmente, pero el tema aquí no es la Persona de Cristo sino su Obra de Cruz, que se contrasta con los vanos intentos de conseguir una posición de privilegio mediante la circuncisión. La espada de la Cruz corta mucho más profundamente que el cuchillo de la circuncisión, ya que hace morir todo lo que es carnal, poniendo fin al pecado delante de Dios por medio de la consumación de la muerte. Por un Hecho tan sublime, de alcance tan amplio, de significado tan profundo, Pablo halla que el "mundo" fue crucificado allí para él, que lleva implícito en sí el corolario: "y yo al mundo".
Las tres cruces de (Ga 6:14). Se destacan aquí tres cruces: la del Señor mismo, aquella en que el mundo está crucificado para Pablo, aquella en que él mismo se halla crucificado al mundo. Podemos pensar que estas cruces corresponden a tres etapas de la vida del apóstol. No sabemos si Saulo de Tarso se hallaba en Jerusalén cuando el Señor fue crucificado, pues, a pesar de que tenía su residencia habitual allí durante aquella época, pudo haber estado ausente en la fecha exacta del gran Acontecimiento. La referencia al "conocimiento de Cristo según la carne" de (2 Co 5:16) no determina la cuestión. Lo más probable es que oyera la historia por boca de sus compañeros de la secta de los fariseos al volver a Jerusalén, y, juntamente con ellos, habría sentido un gozo fiero al pensar que el pretendido Profeta de Galilea, que se hacía Dios, había sido ajusticiado en las circunstancias de máxima ignominia y vergüenza para la mayor gloria del judaísmo. Pero llegó el día de la visión de Damasco cuando Saulo vio realmente, en gloria celestial, a aquel que reconoció como Jehová del Antiguo Testamento, al mismo que Isaías había contemplado "sentado sobre un trono alto y excelso", cuya gloria llenaba la tierra. A su pregunta "¿Quién eres, Señor?", recibió la contestación: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues", estableciéndose la identidad entre Jehová, a quien adoraba, y al Nazareno a quien perseguía. Es asombroso que pudiera sobrevivir al impacto de aquella revelación, que destrozó en un momento el concepto eje de su vida anterior, exigiendo una revolución total y absoluta de su manera de pensar. Recordemos que Saulo era un hombre que no sólo pensaba con la inteligencia, sino también con todo su ser. Durante los días de ceguera que siguieron al encuentro con el Señor, volvió a contemplar la Cruz a la luz de la nueva revelación: ¡Jesús de Nazaret era el Señor de la gloria! Lo que antes había sido vergüenza e ignominia se convirtió en la plenitud de la gloria, ya que era Dios encarnado, quien había llevado todo aquello en su afán de salvar al pecador, de salvarle a él, a pesar de que sus manos estaban manchadas de la sangre de los santos. Esta experiencia explica la profundidad de las enseñanzas de Pablo sobre la Cruz, que no pudo por menos que ocupar el lugar central de su pensamiento en sus meditaciones posteriores. He aquí "la Cruz de nuestro Señor Jesucristo".
La nueva visión debía haber provocado toda una cadena de pensamientos en el fuero interno de Saulo. ¿Quiénes habían crucificado al Señor de la gloria? ¡El mundo! Sobre todo el mundo religioso, el judaísmo, donde antes había militado como jefe, pero sin excluir la responsabilidad del mundo filosófico y artístico de los griegos, el mundo militar y legal de Roma, amén de las pasiones y veleidades de la multitud inconsciente y brutalizada que clamaba por la sangre de Jesús. El "kosmos" aquí es todo el sistema que Satanás ha organizado entre los hombres en oposición a Dios, incluyendo desde luego —y sobre todo en este contexto— la religión que tuvo sus orígenes en una palabra de Dios, pero que había sido falseada por los manejos del diablo. ¡El mundo se había manchado por la sangre del Dios-Hombre! ¿Qué podía ofrecerle ya el mundo? ¿Qué trato podía tener con él? "Por la Cruz de Cristo todo aquello me es crucificado". Recordemos que eso no es una mera impresión subjetiva del apóstol, sino que corresponde al pensamiento de Dios, ya que todo el sistema del pecado, de la carne y del mundo finalizó a sus ojos cuando Cristo consumó la muerte después de haberse cargado con todas las consecuencias morales del mal. He aquí la segunda cruz, en la que Pablo contempló el mundo crucificador como "crucificado" y anulado por todo el sentido de la Cruz de Cristo.
En la tercera cruz Pablo se tiene por "crucificado al mundo", que en primer término significa una separación absoluta y recíproca. No esperaba que el mundo le apreciara ni que alabara sus grandes trabajos en pro del Evangelio. Él obraba como siervo del Crucificado que resucitó, mientras que el mundo seguía aún la pauta marcada por su "dios". Se tenía siempre como sentenciado a la muerte, ya que actuaba en Nombre del Crucificado en medio del territorio enemigo y rebelde (2 Co 1:9) (2 Co 4:10-11). Pero, calando un poco más hondo, podemos vislumbrar aquí la doctrina de la identificación del creyente con la Muerte y la Resurrección de Cristo, que llega a ser la sólida base de las enseñanzas de Pablo sobre la justificación, la santificación, la resurrección y la glorificación del hombre de fe.
Notemos que la magnífica declaración de Pablo en (Ga 6:14) surge del contraste que señala entre su norma de vida y la de los enseñadores judaizantes, entre las santas ambiciones del siervo de Dios que quiere "poner todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo" (2 Co 10:5) y el afán de los judaizantes de "gloriarse" en el número de secuaces que podrían circuncidar en provecho de su partido. De igual modo la Cruz determina nuestra separación del mundo, orienta nuestro pensamiento, controla nuestros deseos y, juntamente con la Resurrección, es la segura base de nuestra santificación. Cuando podamos decir con Pablo: "Lejos esté de mí que yo me gloríe, sino en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo", habremos solucionado muchos de los problemas de conducta y de servicio que vuelven a surgir constantemente por la razón de que aún guardamos otros objetos en que quisiéramos gloriamos y otros deseos que quisiéramos satisfacer.

La nueva creación (Ga 6:15-16)

1. La invalidez de la circuncisión (Ga 6:15)
Después de su conmovedora "confesión de fe", tan rica en doctrina y que resume su propia experiencia del Señor, Pablo reitera el axioma de (Ga 5:6): "Ni la circuncisión ni la incircuncisión valen algo, sino una Nueva Creación". Los símbolos externos no dejan de ser importantes cuando expresan una realidad interna, ya que estamos en el cuerpo y nuestra flaca memoria necesita la ayuda de los sentidos para recordar la obra que Dios ha realizado en Cristo y la que sigue realizando en la vida de los suyos. Es un error, por lo tanto, prescindir del bautismo y de la Cena del Señor en esta dispensación so pretexto de que, siendo espiritual la realidad, no necesita símbolos. Pero todo acto externo llega a ser tan inútil como un hermoso sello sobre un sobre vacío si no corresponde en el terreno simbólico a una verdadera obra de Dios en la vida íntima del hombre. La separación de los israelitas para un cometido especial en el Antiguo Testamento fue algo que Dios había ordenado desde el llamamiento de Abraham, de modo que la circuncisión, como "señal del pacto", hablaba un lenguaje muy elocuente; y además, ayudaba precisamente a mantener la necesaria separación de Israel de las naciones. Pero Pablo escribe después del rechazamiento del Mesías por parte de los líderes de la nación y de la gran mayoría de los judíos; después de caducar la misión especial de Israel durante esta dispensación a causa de tan trágico rechazamiento y después de que los símbolos del antiguo régimen hallaran su cumplimiento en la Cruz de Cristo. Por tales razones la circuncisión perdió el subido valor que la revestía en el caso de los hebreos fieles, de la manera en que el bautismo llega a ser un acto de alcance meramente social si se administra a personas que no están íntimamente enlazadas por la fe con la Persona de Cristo. Reiteramos que nada impedía a los cristianos hebreos circuncidar a sus hijos si así lo querían hacer, sin que tuviera relación alguna con el profundo significado de la Cruz de Cristo y la Nueva Creación.
2. La Nueva Creación (Ga 6:15)
Frente al rito caducado, Pablo coloca la nueva creación. La palabra "ktisis" puede traducirse: el acto de creación, la creación misma o la "criatura" en el sentido de la persona creada. Casi todas las versiones llevan "criatura" en el texto aquí, notando algunas la traducción alternativa de "creación" en el margen (véase Vers. H. A.). Para nosotros el pensamiento de Pablo abarca los dos conceptos, pues si bien la persona que cree en Cristo llega a ser una nueva criatura, lo es porque ha entrado en la esfera de una Nueva Creación; o sea, en la de la Obra de Dios en Cristo que tiene por base la Cruz y la Resurrección. Es un hecho espiritual ahora, aunque su plena manifestación espera la recreación de todo cuanto existe, cuando saldrán de las manos del Creador "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Ap 21:1). El concepto depende de la visión que Pablo tenía de la Cruz como el lugar donde había finalizado todo lo viejo a los ojos de Dios, fundándose todo lo nuevo sobre la victoria que quitó el mal y venció la muerte. Cristo es el "Principio, el Primogénito de entre los muertos", que inaugura la Nueva Creación que reemplaza la antigua, manchada por el pecado (Col 1:16-18).
Tenemos una porción análoga en (2 Co 5:14-18) cuyas sublimes enseñanzas arrancan del hecho de que "Uno murió por todos, luego todos (en él) murieron, y que por todos murió para que los que viven, no vivan para sí, sino para aquel que por ellos murió y resucitó". Por ende, prosigue el apóstol, ahora conocemos a Cristo espiritualmente y no como le conocieron los discípulos durante su ministerio terrenal. Y sigue razonando: "De modo que, si alguno está en Cristo, él es una nueva creación (alternativamente, "hay una nueva creación"); las cosas viejas pasaron. ¡He aquí! ¡Todo ha llegado a ser nuevo! Y todas las cosas son de (= de la sustancia de) Dios". El estilo es exclamatorio ya que el apóstol ha subido a sublimes alturas de visión y de inspiración, desde las cuales contempla las maravillas de la Nueva Creación, libre de pecado, anticipo espiritual en la experiencia del creyente de lo que será la perfecta Obra de la consumación de ella según los propósitos de Dios.
Hacemos bien en anhelar la gloria celestial y las mansiones eternas donde Cristo nos prepara lugar, pero, mientras esperamos nuestra traslación, no nos olvidemos de la actualidad de la Nueva Creación inaugurada por Cristo y vitalizada por el Espíritu Santo, donde debemos vivir ahora en plena libertad y poder, victoriosos sobre el "yo" carnal, sobre el mundo, sobre las circunstancias, el tiempo y la materia, por medio de las santas energías del Espíritu de Dios. Todos comprenderán que este amplio concepto de la Nueva Creación complementa maravillosamente las enseñanzas anteriores de esta Epístola, enlazándose además con las frases introductorias: "Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para sacarnos del presente siglo malo, según la voluntad del Dios y Padre nuestro, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén" (Ga 1:3-4).
3. Paz para aquellos que siguen la norma (Ga 6:16)
"A cuantos anden según esta regla (o norma), paz y misericordia sean sobre ellos, y sobre el Israel de Dios". Estas palabras constituyen una parte de las bendiciones finales, pero se relacionan estrechamente con las consideraciones anteriores, puesto que Pablo comprende que los legalistas pierden el disfrute de la paz y la misericordia de Dios por fatigarse en sus esfuerzos para cumplir la Ley y para recordar los múltiples preceptos de las tradiciones de los judíos. La misericordia de Dios —muy emparentada con su gracia— la necesitamos todos, pues comprendemos que nuestra voluntad se deja mover tantas veces por la carne; si la aprovechamos por medio de la confesión de todo el mal que percibimos en nosotros, descansaremos en el valor permanente de la sangre de Cristo, gozándonos de la paz de Dios. La palabra "regla" (o norma) traduce la voz griega "canon" —que después se aplicó a la lista de los libros bíblicos inspirados— con clara referencia a (Ga 6:14-15), pues solamente esta norma nos capacitará para llevar una vida fructífera y de paz. Hemos de reconocer el lugar céntrico de la Cruz en nuestras vidas, ordenando nuestros pensamientos y proyectos según los principios de la Nueva Creación que existe ahora en medio de la loca agitación del mundo. He aquí el secreto de la paz. Pablo vuelve a emplear la palabra "andar" (Ga 5:25), que viene a ser bastante más que "dar pasos por una senda", pues lleva el sentido de "ordenar el camino" —quizá conjuntamente con otros— según los grandes principios de la Cruz de Cristo y de la Nueva Creación. ¡Paz y misericordia sobre quienes así lo hacen!
4. El Israel de Dios (Ga 6:16)
¿Está pensando Pablo en dos grupos de personas aquí, o en uno solo? La conjunción "kai" es normalmente copulativa en el griego, añadiendo otro elemento diferente, igual que "y" en castellano. Con todo algunas veces es explicativa del elemento anterior, en cuyo caso se traduce por "aun": "Misericordia sobre ellos, aun sobre el Israel de Dios". En este caso Pablo considera a los fieles (judíos y gentiles), que andan conforme a la norma de la Cruz y la Nueva Creación, como si fuesen el verdadero Israel de Dios en esta dispensación, reemplazando el testimonio del Israel nacional y racial. Éste es el pensamiento de la mayoría de los expositores, siendo muy adecuado al contexto general.
Con todo, tomando en cuenta otras enseñanzas de Pablo y las del Nuevo Testamento en general, queda la posibilidad de que el apóstol pensara no sólo en los fieles hermanos dentro de la Iglesia de Dios, sino también en el "resto fiel" del pueblo de Dios: los israelitas humildes y obedientes que conservaron la luz dentro de la nación —muchas veces apóstata— a través de los siglos anteriores a Cristo, y quienes, según (Ro 11:11-32), desempeñarán un papel importantísimo después de que se haya recogido la "plenitud de los gentiles". Si "Israel" se emplea aquí para la Iglesia es caso único en todo el Nuevo Testamento, ya que suele usarse la palabra en contraposición tanto a la Iglesia como a los gentiles, hecho que cualquier estudiante puede observar por medio de una buena concordancia. Muchas figuras e ilustraciones sacadas de la vida del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento se aplican a ciertos aspectos de la vida y testimonio de la Iglesia, como es natural, pero sin que se diga jamás que Dios prescinde totalmente y para siempre del instrumento que labró con tanto cuidado desde los tiempos de Abraham en adelante. Años más tarde, en el curso de su testimonio ante Agripa, Pablo había de reconocer plenamente la existencia del "Israel ideal", hablando de él con verdadero entusiasmo: "Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado a juicio: promesa cuyo cumplimiento esperan alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo fervientemente a Dios día y noche" (Hch 26:7). Ahora el "verdadero Israel" está escondido, pero los pasajes citados muestran que estaba muy presente en el ánimo del apóstol que de una forma tan notable se identificaba con todos los propósitos de Dios. Desde luego, si éste es el sentido de la frase, el "Israel de Dios" no podrá volver a servir eficazmente a Dios sin llegar a la Cruz, según la profecía de (Zac 13:1): "Y en aquel día habrá una fuente abierta a la casa de David y a los habitantes de Jerusalén para el pecado y para la inmundicia".

Los estigmas de Pablo (Ga 6:17)

1. El anhelo de paz (Ga 6:17)
Los sufrimientos físicos y psicológicos de Pablo en el desarrollo de su ingente labor —sobre todo los morales que le sobrevinieron a causa de las luchas contra ciertas tendencias carnales en las iglesias de Galacia y de Acaya por esta época—le han envejecido antes de tiempo (Flm 1:9), arrancando de su dolorido corazón —tras el heroico esfuerzo que supone esta Epístola— el profundo anhelo, no exento de un reproche, del versículo 17: "De aquí en adelante nadie me cause molestias (o "trabajosas tareas"), pues llevo penosamente en mi cuerpo las marcas ("ta stigmata") de Jesús". Nadie duda de que las marcas (o "estigmas") que Pablo llevaba penosamente en su cuerpo significan las cicatrices de las heridas causadas por tantos azotes con varas y látigos, de tantas pedradas en el caso de la dolorosa lapidación en Listra, amén de los accidentes naturales de los muchos viajes en circunstancias a menudo dificultosas y penosas (2 Co 11:23-29). Al emplear el término "ta stigmata" piensa en ciertas categorías de esclavos que fueron marcados en alguna parte del cuerpo con el nombre de su dueño, destacándose precisamente los esclavos de los templos paganos en Galacia. Esta costumbre se extendía hasta ciertas legiones del ejército romano, ya que algunos soldados, deseosos de manifestar su inquebrantable lealtad a su general, marcaban su nombre en su misma carne. Pablo se presenta, pues, como el rendido esclavo de Jesús, siendo patente el hecho por las señales que delatan los sufrimientos por el Nombre. Lleva penosamente ("bastazo") tales estigmas en el cuerpo gastado y debilitado por los largos años de un servicio abnegado, ya que Pablo nunca buscaba la comodidad propia, sino sólo el adelanto del Reino. ¿No sería bueno que los gálatas cesaran de proporcionarle disgustos y preocupaciones, creando problemas que el apóstol tenía que esforzarse por solucionar a precio de tantos afanes que le restaban las energías necesarias para seguir adelante con la evangelización del mundo gentil? Tomando alguna libertad con el texto podríamos expresar el sentido en castellano corriente parafraseando el anhelo de esta forma: "¡Por favor, hermanos! ¿No son suficientes los sufrimientos y cargas anteriores en el servicio del Maestro? ¿No es posible que os portéis de tal forma que de aquí en adelante pueda descansar un poco de cargas tan abrumadoras como innecesarias?" El anhelo no ha perdido actualidad, ya que muchos siervos de Dios en nuestros tiempos se ven obligados a perder salud física, además de fuerzas morales y psicológicas, al intentar solucionar entre hermanos dificultades que no tienen razón de ser, perdiendo así las fuerzas y el tiempo que necesitan para adelantar de una forma positiva los asuntos del Reino de Dios.
Huelga decir que los estigmas que han aparecido en las manos y pies de algunos místicos al concentrar su pensamiento en los sufrimientos físicos del Señor (San Francisco es el ejemplo más conocido y respetable) no tienen relación alguna con estas marcas en el cuerpo del apóstol, ya que éstas son el resultado de la persecución externa que sobrevino a Pablo en el curso normal de su ministerio, mientras que aquéllas son el efecto de misteriosos procesos psicológicos que se conocen también en esferas no cristianas.

La bendición final (Ga 6:18)

Echamos de menos los saludos a hermanos conocidos que suelen hallarse al final de las cartas del apóstol, siendo muy breve la bendición como lo es también la introducción. La grave crisis que aún duraba entre las iglesias de Galacia frenaba las cariñosas expresiones que solían fluir tan espontáneamente de la pluma del apóstol.
Con todo, Pablo llama a sus lectores "hermanos", reconociendo en ellos un principio de vida espiritual a pesar de sus peligrosas fluctuaciones frente a las enseñanzas judaizantes. La gracia que necesitaban recibir (en contraste con sus esfuerzos legales) era del Señor Jesucristo, cuya Obra de la Cruz abrió el cauce para que llegara a ellos. El anhelo de que la gracia del Señor reforzase el espíritu de los gálatas no es único en esta clase de bendición (Flm 1:25) (2 Ti 4:22), pero no es muy corriente, y aquí subraya la importancia del adelanto del "hombre interior" en contraste con la atención a los ritos externos tan típica del mensaje judaizante. De nuevo notamos que cada frase de la carta tiene una relación directa con el tema que embargaba el espíritu del apóstol en aquellos momentos, pero lo que pierde el escrito en extensión —por la limitación de los temas tratados— gana en profundidad y concentración, ya que el "tema único" se desarrolla con gran poder, como si toda la personalidad de Pablo llegase a ser instrumento de inspiración, al entregarse a la dirección del Espíritu Santo. Todo era poco con tal de salvar a los gálatas de sus perniciosos errores y devolverlos a la bendita senda de la gracia y de la fe.
Añadimos nuestro fervoroso "amén" a la oración del apóstol, anhelando que la meditación de las verdades tan fundamentales y poderosas que hemos hallado en esta Epístola traigan nueva iluminación a nuestros ojos y nuevas fuerzas a nuestro espíritu en el conocimiento y en el servicio del Hijo de Dios, el cual nos amó y se dio a sí mismo para nosotros".

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra: a) sobre el tema de la Cruz según se presenta en (Ga 6:14) o b) sobre el tema de la Nueva Creación (Ga 6:15), notando en el caso de b) el sentido de un importante pasaje análogo.
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