Estudio bíblico: El libro de Hageo - Introducción -

Serie:   Hageo   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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El libro de Hageo - Introducción

Presentación y objetivo de estos estudios

Presentamos aquí las notas de los estudios sobre el libro del profeta Hageo que fueron impartidos por el querido hermano don Eric Bermejo en el centro de estudios bíblicos del Centenillo, en España, a un grupo de jóvenes de diferentes procedencias. Ahora las compartimos por este medio con la confianza de que, con la ayuda del Señor, también pueden ser de utilidad para otros hermanos.
La necesidad más urgente de la hora que vivimos, es la de una generación de jóvenes dispuestos a ser gigantes espirituales. Jóvenes totalmente dedicados a Dios, y dispuestos a decir "NO" a la impiedad y a los deseos mundanos, para vivir vidas disciplinadas e íntegras, vidas que honren a Dios en medio de este mundo en el cual vivimos (Tit 2:12). Cualquier cosa que tienda a enfriar en lo más mínimo tal clase de determinación y devoción, indicaría un punto de tragedia espiritual en la vida de tal persona. Esta es nuestra visión, y por esto oramos, trabajamos y celebramos estos cursillos intensivos cada año.
Si alguien nos preguntase: ¿Cuál es el camino que he de seguir para llegar a ser un joven totalmente dedicado a Dios de verdad, con una vida que honre a Dios de verdad, y que sea un canal de auténtica bendición —y hasta de salvación— para la gente en mi alrededor? Nuestra respuesta sería la siguiente:
El camino comienza con una vuelta sincera, verdadera y de corazón a la Biblia, con la intención expresa de encontrarse allí con Dios, escuchar atentamente su voz, inclinar el corazón y la voluntad ante Él, conocerle, amarle y adorarle, para así ser transformados de gloria en gloria hacia la misma imagen de su Hijo por el Espíritu del Señor, cuya maravillosa influencia fluye con poder por cada renglón de este Sagrado Libro que Él mismo inspiró, (2 Co 3:18) (2 P 1:21). No existe otro camino.
Y Dios sigue buscando hoy lo mismo que en los tiempos descritos en los primeros capítulos de 1 Samuel: Personas dispuestas a decirle al Señor, con todo el corazón y con todas las consecuencias, lo que dijo el joven Samuel: "Habla Señor, porque tu siervo oye" (1 S 3:10). Personas deseosas de llegar a conocer a su Dios de una forma real, personal y entrañable, para que tal como pasó en el caso de Samuel, Jehová se manifieste a él por su Palabra (1 S 3:21). Entendiendo primero que nada de valor podremos hacer para el Señor sin este conocimiento íntimo y creciente de Él. Y personas dispuestas a servir a Dios en sus casas, negocios, en medio de una sociedad indiferente y superficial, e incluso en medio de la decadencia espiritual que abunda en el mundo llamado cristiano en el día de hoy, como también ocurrió entre el pueblo de Israel en los tiempos de Samuel.

La situación del pueblo de Israel al que se dirigió Hageo

Como fácilmente observamos de una lectura rápida de este profeta, uno de los temas predominantes tiene que ver con "la casa de Dios". Si nos fijamos, la expresión aparece un total de 10 veces en 38 versículos.
En los primeros versículos se nos dice que la casa de Dios estaba en ruinas y desierta (Hag 1:4). También vemos que el pueblo estaba sumido en una increíble indiferencia ante esta situación (Hag 1:4,9). Como consecuencia de todo ello, vemos cómo Dios, por medio de su profeta Hageo, reta al pueblo para que reflexione sobre la incongruencia de su indiferencia y sobre las tristes consecuencias que estaba teniendo en sus vidas: "Meditad sobre vuestros caminos" (Hag 1:5,7).
Hoy seguimos escuchando estas mismas palabras dirigidas como fuertes toques de bocina al pueblo de Dios para despertarles de su apatía fatal. "Esforzaos", "cobrad ánimo" y "trabajad" les dirá en (Hag 2:4). Y les animará con una hermosa promesa: "Porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los Ejércitos".
Este título de Dios, "Jehová de los Ejércitos" se encuentra nada menos que catorce veces en este corto profeta, y enfatiza el señorío y la autoridad absoluta de nuestro Dios sobre todos los poderes de este mundo, del universo entero y del mundo sobrenatural más allá de nuestra vista. Sus ejércitos se componen de incontables millones de ángeles que administran en su nombre los asuntos diarios de sus vastos dominios (Gn 28) (Sal 103:21) (Sal 104:4) (He 1:7). Y con esos mismos ejércitos un día irrumpirá en nuestro desdichado mundo para imponer por la fuerza, aquí en la tierra, la gloriosa "casa de Dios", o lo que es lo mismo, su Reino y la Administración del cielo (Hag 2:6-7) (Hag 2:20-23) (2 Ts 1:7) (Ap 19).
Mientras esto ocurre, estos mismos "ejércitos" son "espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (He 1:14).
Todas estas palabras transmitieron un tremendo ánimo a la gente de aquel entonces, sirviendo para despertarles de su fatal apatía e indiferencia, y llevarles a trabajar en la casa de Dios, reparar sus ruinas, restaurar su culto y sus actividades, y de ese modo glorificar al Dios de Israel.
Pero estas palabras son de tremenda importancia también para nosotros, ya que al igual que ellos, nosotros somos llamados a trabajar hoy a favor de la casa y los intereses de Dios, luchando contra toda clase de apatía, indiferencia, obstáculo y oposición humana o diabólica. Y oposición siempre la habrá, tal como veremos a lo largo de estos estudios.
Pero debemos animarnos, porque si este Dios que cuenta con todos los recursos del universo está por nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? (Ro 8:31,37-39). Y por supuesto, Dios "no será injusto para olvidar vuestra obra, y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre" (He 6:10). "Así que, recibiendo nosotros un Reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia" (He 12:28).

La casa de Dios

Puesto que Dios nos llama a trabajar en su Casa, es necesario que antes de nada sepamos a qué se refiere este concepto y qué implicaciones tiene para nosotros hoy.
Leyendo algunos pasajes bíblicos rápidamente nos damos cuenta de que la expresión "la Casa de Dios" implica mucho más que un mero edificio de madera, piedra u otros materiales.
Empecemos por considerar la primera vez que aparece esta expresión en la Biblia. La encontramos en (Gn 28:17). Es evidente que allí Jacob no vio ningún edificio. Lo que sí que vio fue el gobierno de Dios y su vasta administración en pleno funcionamiento, allí mismo, a su lado. Para entender esto un poco mejor podemos ver la referencia que un poco más adelante se hace a la "casa de Potifar" (Gn 39:1-6). Por el contexto queda claro que se refería a los negocios y múltiples intereses de Potifar, tanto dentro de su residencia como fuera; en el campo y en el mercado. Otro ejemplo lo encontramos en (2 S 3:1), cuando al hablar de "la casa de Saúl" y "la casa de David", claramente nos da a entender que se trataba de aquel que estaba sentado en el trono de Israel y lo gobernaba. Por lo tanto, el concepto se relaciona con la "Casa Real" y la administración de todos sus recursos.
Y no debemos olvidar que el legítimo heredero de la casa de David sería un descendiente suyo, el Mesías, nuestro Señor Jesucristo, ante quien un día toda rodilla se tendrá que doblar, y toda lengua confesará que él es el Señor, para gloria de Dios (Fil 2:11).
Pero ya en los evangelios encontramos que, desde el momento en que el Señor fue al templo con doce años, dejó clara esta cuestión cuando les dijo a sus padres: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (Lc 2:49).
Más adelante, el escritor de Hebreos, hablando acerca de los largos años de abnegado servicio de Moisés a favor del pueblo de Dios, sacándolos de Egipto, guiándolos a la Tierra Prometida, instruyéndoles en la Palabra, desviviéndose por ellos día tras día durante cuarenta años, Hebreos nos dice que todo ese trabajo fue realizado con fidelidad a favor de la Casa de Dios (He 3:2).
Y la situación sigue siendo la misma hasta el día de hoy. Por eso, cuando Pablo escribió a Timoteo le recordó que todo su trabajo de enseñanza, exhortación y pastoreo en la iglesia de Éfeso en la que se encontraba, era trabajo en y a favor de la Casa de Dios:
(1 Ti 3:15) "Para que sepas cómo debes conducirte en la CASA DE DIOS, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad."
Y de la misma manera que aun una pequeña isla perdida en el gran océano en la que sólo viven dos familias en unas sencillas cabañas es el territorio de alguna nación, y por lo tanto es intocable, así es con cualquier iglesia local en cualquier parte del mundo. Es una parte de la Casa de Dios en este mundo, y de igual manera es intocable. Por eso, la solemne advertencia que Pablo hizo a los creyentes en Corinto:
(1 Co 3:17) "Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es."
Y por esa misma razón cada uno debe tener cuidado de cómo edifica esta casa:
(1 Co 3:10-15) "Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego."
Resumiendo podemos decir que al hablar de la "Casa de Dios" hemos de pensar en términos de su Soberano, sus ministros, su gobierno y administración, y sus múltiples asuntos e interesen en este mundo. Podríamos decir que su uso se parece en ciertos sentidos al que hacemos cuando nos referimos a "la Casa Blanca" o "la Casa Rosada" para hablar de los gobiernos de Estados Unidos o de Argentina.
No obstante, aunque este mundo es de Dios, hay un impostor que se ha rebelado y que ha levantado su bandera aquí, ganando para sí la ciega lealtad de innumerables seguidores.
(1 Jn 5:19) "Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno."
Hoy se repite la misma situación que encontramos en (2 S 3:1), donde la casa de Saúl luchaba contra los intereses de la casa de David. Y el diablo, el gran usurpador, ha establecido su casa en este mundo y lucha contra los intereses del Reino de Dios.
Pero el Señor Jesucristo, el Hijo de David, y también el Hijo de Dios, ya vino a este mundo para velar por los "negocios de su Padre" (Lc 2:49).
Ahora, al estudiar el libro de Hageo, nos vamos a encontrar con la misma lucha espiritual, y también descubriremos cómo aquellos primeros israelitas a los que el profeta se dirigió, podían y debían ocuparse de "la Casa de Dios". Al hacerlo, descubriremos principios que también nos ayudarán a nosotros en esa misma lucha espiritual.

Preguntas previas

Antes de empezar el estudio de Hageo, y con el fin de preparar bien el terreno que hemos de trabajar, nos conviene considerar y contestar algunas preguntas:
1. ¿Por qué es necesario estudiar el Antiguo Testamento?
Esta es una pregunta importante, ya que mucha gente cree que para el pueblo de Dios en esta dispensación de la gracia, ya tenemos suficiente con el Nuevo Testamento, y el Antiguo nos sobra. Para esas personas, el Antiguo Testamento está allí simplemente como una especie de curiosidad histórica, útil únicamente para aquellos a los que les interesan esas cosas. Otros piensan que sólo sirven para entretener a los niños de la Escuela Dominical con interesantes historias como las de David y Goliat, o Jonás y el gran pez. Pero la verdad es muy diferente.
En el Antiguo Testamento Dios nos está hablando en el día de hoy (He 1:1-4). Y cuando Dios habla, es una actitud muy peligrosa no escucharle.
Pero además, en el Antiguo Testamento es donde Dios comienza a revelarse a sí mismo en toda su incomparable gloria, su divina majestad, su soberano poder, su perfecta justicia y sus increíbles propósitos de bien para con los habitantes de este diminuto planeta, ¡nosotros!
Por eso, nunca tendremos una visión adecuada de Dios, ni un aprecio adecuado de sus maravillosos propósitos para con nosotros, a no ser que nos empapemos bien en el contenido del Antiguo Testamento.
Recordemos siempre que es en el Antiguo Testamento donde comenzamos a detectar los grandes trazos del programa de Dios para la resolución del gran dilema humano que el pecado ha creado con todas sus desastrosas consecuencias. Es allí donde se nos empieza a mostrar cómo Dios va a restaurar todo lo que ha quedado desfigurado y roto en este desdichado mundo como resultado de esa gran calamidad. Y es allí también donde empezamos a ver el restablecimiento del Gobierno y la Administración de Dios (la Casa de Dios), sobre todas las naciones de este mundo.
Por lo tanto, el que descuida la lectura y el estudio serio del Antiguo Testamento se coloca en una posición de gran desventaja en cuanto a la comprensión de estos grandes temas, tan esenciales para nuestra formación espiritual. De ese modo nunca podremos llegar a ser verdaderamente útiles en la Casa de Dios y en los negocios de nuestro Padre en este mundo terrenal ahora, y en el mundo sobrenatural de Dios en el futuro.
No nos olvidemos del mensaje básico de la segunda epístola de Pedro: esta vida temporal es una preparación para la vida venidera en ese otro mundo infinitamente superior y eterno.
2. ¿Cómo hemos de estudiar el Antiguo Testamento?
Esta es otra pregunta de mucha importancia, ya que esta cuestión se presta frecuentemente a confusión y error. Algunos tienen la tendencia a alegorizar el texto, o sea, a no tomar el texto de forma literal, sino de forma simbólica, mientras que otros lo espiritualizan todo, sin prestar atención a las lecciones primarias, históricas y literales.
En términos generales existen tres niveles de interpretación:
El nivel histórico
Una parte muy importante del Antiguo Testamento es historia, y así hay que tratarlo. Por lo tanto, hemos de esforzarnos por entender en primer lugar el momento y las circunstancias históricas del libro o pasaje que estamos estudiando, y las lecciones literales que Dios estaba enseñando a la gente que se encontraba allí en ese momento y circunstancias concretas. Este siempre deberá ser nuestro primer objetivo.
Cuando vayamos estudiando el libro de Hageo nos enfrentaremos con una lección de primordial importancia: la historia humana no es simplemente una serie de eventos totalmente causales e irracionales, sin ningún plan o propósito, y sin ningún fin u objetivo específico, tal como afirman los historiadores seculares. Por el contrario, veremos que la historia del pueblo de Israel demuestra que existe un Dios detrás de la historia, conduciéndolo todo hacia el glorioso clímax del cual Hageo nos habla, cuando vendrá por fin el "Deseado de las naciones", y este mundo tan dañado por la maldad humana, será transformado bajo el reinado maravilloso de ese "Deseado".
El nivel espiritual
No debemos perder nunca de vista el hecho de que existe un mundo de grandes y gloriosas realidades espirituales a nuestro alrededor; un mundo espiritual y eterno, no como este mundo material y pasajero en el que pisamos. Se trata de un mundo sobrenatural, pero intensamente real e infinitamente superior a este.
Además, es un mundo con el cual podemos contactar ahora mientras vivimos aquí; si en verdad hemos "nacido de arriba" (Jn 3:3), y si el Espíritu de Dios mora en nosotros. Notemos cómo lo expresa el autor de Hebreos:
(He 12:22-24) "sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel."
Notemos bien la primera frase: "os habéis acercado", ¡Ya! Además, es un mundo donde nuestros nombres están escritos en los cielos. Es el mundo donde Dios, el Juez de todos, mora. Y también Jesús, el Mediador del Nuevo Pacto, cuya sangre autoriza nuestra entrada allí. El mundo donde se mueven incontables millares de ángeles, y donde se congregan multitudes sin número de los redimidos que ya terminaron su peregrinaje aquí en este mundo. Es el Reino inconmovible de Dios, al cual pertenecemos, y por cuya causa se nos reta a servirle con temor y reverencia (He 12:28).
Es un mundo espiritual, cuyo carácter, vida, valores, leyes, preceptos y objetivos son muy diferentes a los de este mundo material. Pertenecen a un nivel y una categoría muy superiores.
Por lo tanto, si vamos a servir a Dios en su Casa y en sus negocios (que son esencialmente conceptos y realidades espirituales) de forma aceptable y eficaz, tendremos que ir aprendiendo y asumiendo las grandes lecciones espirituales que la Palabra de Dios nos quiere enseñar, y que yacen detrás de muchos de los incidentes históricos que la Biblia nos narra, como por ejemplo en Hageo.
Pero, ¿cómo detectaremos esas lecciones espirituales sin caer en interpretaciones fantásticas y falsas? Teniendo en cuenta dos cosas.
La primera es dándonos cuenta de que Dios ha ordenado muchas de las características de este mundo material de tal manera que reflejen e ilustren realidades superiores y espirituales que pertenecen a ese mundo espiritual, el mundo de Dios. Así que hemos de estar siempre alertas para detectar, detrás de las circunstancias históricas, un posible nivel espiritual. Y "subir de clave", por así decirlo, de las circunstancias históricas a las lecciones espirituales.
Y en segundo lugar, notando que el nivel espiritual y sus lecciones, siempre serán confirmadas por las grandes verdades claramente expuestas para nosotros en el Nuevo Testamento.
Por ejemplo, vamos a ver en Hageo cómo el lamentable descuido de la Casa de Dios por parte de la gente de aquel entonces trajo como consecuencia una serie de malas cosechas que resultaron en una escasez de alimentos y hambre. Sufrieron una gran insatisfacción física real (Hag 1:6). ¿Hay alguna lección espiritual para nosotros aquí? ¿O es simplemente un dato histórico sin mayor importancia para nosotros, ya que tal vez en nuestro caso no estamos pasando hambre? ¿Qué nos puede enseñar esto si nuestros supermercados están llenos y repletos de productos y nosotros estamos más que satisfechos físicamente? ¿Qué lección puede haber aquí para nosotros?
Sospechamos que sí debe haber alguna lección espiritual detrás de esa circunstancia física, pero ¿cómo detectarla sin pisar en falso y sacar conclusiones que simplemente salen de nuestra imaginación y que por lo tanto no tienen ningún valor?
Como decíamos, el Nuevo Testamento nos puede ayudar. Por ejemplo, en la historia que encontramos en el capítulo 4 del evangelio de Juan, vemos que el Señor usó el elemento físico del agua, junto con nuestra necesidad fisiológica de ella, como una ilustración de una gran verdad espiritual. El Señor le hizo notar a la mujer samaritana que el agua que ella sacaba del pozo nunca podría darle una satisfacción física, lo que le sirvió como ilustración de una sed mucho más profunda que cada ser humano tiene en su alma y espíritu, y que sólo Cristo puede satisfacer.
Esta sigue siendo una lección válida hasta nuestros días. Somos seres con una dimensión espiritual, y por eso nunca hallaremos plena satisfacción en lo meramente físico y material. Sólo la hallaremos por medio de un encuentro personal con el Señor, bebiendo hondamente de las aguas de la salvación que él nos ofrece.
Por otro lado, notamos que en su conversación posterior con sus discípulos (Jn 4:31-34), el Señor usó la comida que ellos traían para satisfacer el hambre física como una oportunidad para hablarles de otro tipo de hambre mucho más profunda. Un hambre del alma y del espíritu que sólo podrá hallar plena satisfacción haciendo de la obra de Dios y sus interesen en este mundo, la principal prioridad de nuestras vidas.
Con esto último coincide otra de las importantes lecciones que aprendemos en el capítulo 1 de Hageo: el descuido de la Casa y los intereses de Dios traerá como consecuencia una profunda insatisfacción espiritual a nuestras almas.
Esto es así porque hemos sido creados para un mundo superior, para el mundo de Dios y los intereses de su Casa, por esa razón, mientras el Señor nos tenga aquí, ninguna otra cosa que no sea ocuparnos de esto nos traerá auténtica y duradera satisfacción.
Así que, en nuestro estudio de Hageo estaremos siempre atentos para saber cuándo hemos de subir a la "clave mayor" para sintonizar con las lecciones espirituales que Dios nos quiere enseñar en este Libro inspirado.
El nivel profético
Hay un refrán inglés que dice: los eventos del porvenir echan sus sombra por delante. O sea, que primero vemos la sombra de lo que se va acercando, y después de un tiempo aparece en el escenario la realidad detrás de la sombra. Y eso, en el contexto bíblico, tiene una resonancia muy certera.
Los eventos históricos narrados en la Biblia muchas veces resultan ser una especia de sombra o anticipo, a pequeña escala, de lo que va a ocurrir en los tiempos finales de la historia de este mundo a una escala mucho mayor y final. Y esto también lo vamos a encontrar en el libro del profeta Hageo.
Por ejemplo, la caída repentina e inesperada del gran Imperio Babilónico ante el ejército de Ciro el Persa en el año 536 a.C., conmovió y trastornó todo el escenario político, militar, comercial y social de todas las naciones limítrofes de aquel entonces.
Hageo nos muestra que aparte de ser un evento histórico real, es un presagio de un trastorno venidero de mucha mayor envergadura, relacionado con la Segunda Venida del Señor en poder y gloria para imponer su Reino y asumir el gobierno del mundo entero. Véase (Hag 2:6-9) (Hag 2:20-23) (He 12:26-29).
3. ¿Tiene el Antiguo Testamento un mensaje actual para nosotros hoy?
La respuesta es un sí enfático. Es por eso que los 39 libros del Antiguo Testamento han sido conservados en el canon de las Sagradas Escrituras y tienen una voz y validez perpetua (Mt 5:18). Vemos también que cuando Pablo escribió a Timoteo hizo referencia a las Escrituras del Antiguo Testamento (2 Ti 3:14-17), y dijo de ellas que habían sido inspiradas por Dios y eran útiles, no sólo para llevar a la persona a la salvación, sino también para crear en él un carácter maduro. Por supuesto, a las Escrituras del Antiguo Testamento hay que añadir las del Nuevo. Todas las Escrituras son imprescindibles para nosotros.
Como vemos son muchas las cosas que podemos aprender del Antiguo Testamento. Pablo explica otra razón más:
(1 Co 10:11) "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos."
Si miramos con atención los versículos anteriores a esta cita, veremos una importante lista de lecciones vitales que hemos de aprender de la historia del pueblo de Dios en el pasado.
Con esto mismo coincide el escritor de Hebreos en los capítulos 3 y 4, donde nos explica gráficamente otra lección fundamental para los hombres de todos los tiempos:
(He 3:15) "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones"
Notemos esta seria advertencia a "oír su voz" que hablaba desde el Antiguo Testamento por medio de la historia y las experiencias que el pueblo de Dios había tenido en el pasado. No hacerlo sería grave.
Aun en el mundo secular se enfatiza la importancia de aprender bien las lecciones de la historia. Esto se expresa en el refrán popular: Los que ignoran las lecciones de la historia, están condenados a repetir sus mismos errores.
Esta es una verdad que sigue estando vigente para el hombre del siglo XXI. Porque a pesar de todos los enormes progresos de nuestro mundo moderno, en el fondo, el ser humano sigue siendo igual. Y Dios tampoco cambia, ni su Palabra, ni el carácter y los principios de su Casa, ni sus planes y proyectos para hoy y para mañana.
4. ¿Cómo debo yo reaccionar ante este libro de Hageo?
En primer lugar, creyendo de verdad que a través de estos 38 versículos, Dios mismo me está hablando. El Dios que edificó el inmenso Universo, que lo sostiene por la palabra de su increíble poder, y quien administra sus vastos dominios por medio de incontables millones de ángeles, este mismo Dios me está hablando. ¡Jehová de los Ejércitos!
En cuanto a esto, notemos la repetición enfática de ciertas frases a lo largo de este corto libro:
"Vino palabra de Jehová"
"Así ha dicho Jehová"
"Dice Jehová"
"Ha dicho Jehová"
Por eso, cuando leemos este libro debemos creer de corazón que el Dios de la historia me está hablando hoy a mí, personalmente, por medio de estas palabras escritas por su profeta Hageo.
En segundo lugar, pidiéndole a Dios que al leer estos versículos, Dios despierte mi espíritu, como despertó el espíritu de la gente de aquel entonces hace 2500 años (Hag 1:14), para que pueda detectar y aprender las tremendas lecciones espirituales que yacen bajo la superficie de este pequeño libro.
Porque a no ser que las palabras de este libro vayan filtrándose más allá de la materia gris de nuestros cerebros para llegar a nuestro espíritu, con el que sintonizamos con Dios y su mundo espiritual, todo lo demás no valdrá para nada de cara a la eternidad que nos espera.
Necesitamos que el mismo Espíritu de Dios obre en nuestro espíritu para producir en nosotros el ferviente deseo de responder plenamente a la voz de Dios, tal como explica el apóstol Pablo en (1 Co 2:6-16).
(1 Co 2:12) "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido"
Y en tercer lugar, tomando nota de que estamos ante un Dios que apunta en sus registros celestiales la fecha en la que nos habló por medio de este profeta. Dios está esperando el momento en que nosotros respondamos a su llamado a trabajar para él en la reedificación de su casa (Hag 1:8) (Hag 2:4).
Quedó apuntado en los registros celestiales que aquella generación que recibió por primera vez las palabras del profeta Hageo tardaron tres semanas en reaccionar. Comparar (Hag 1:1) con (Hag 1:14-15). ¿Cuánto tardaremos nosotros?
Tengamos en cuenta que Dios tiene intenciones serias para nuestra vida. Lo que está en juego son los mismos intereses de la Casa de Dios, y también de nosotros mismos en aquel gran día futuro.
Quiera Dios que haya en nosotros el mismo deseo que hubo en el rey David cuando dijo:
(Sal 27:4) "Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo."
(Sal 69:9) "Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí."

Comentarios

Puerto Rico
  Angel Luis Gomez  (Puerto Rico)  (12/05/2021)
Muy buena introducción ya entraré en el estudio, creyendo que me será de edificación, la cual podré compartir. Libro olvidado y de mucha relevancia en estos día, ¡adelante en los diferentes estudios !
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