Estudio bíblico: Pablo en Éfeso - Hechos 18:23-19:40

Serie:   Hechos de los Apóstoles (II)   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Pablo en Éfeso (Hechos 18:23-19:40)

Consideraciones generales

De nuevo hemos de recordar al lector que Lucas selecciona para su historia las fases de la obra de Pablo que tienen por fin el establecimiento de nuevas bases que faciliten la extensión del Evangelio en Asia Menor y por los alrededores del mar Egeo, abreviando muchísimo la labor de confirmación; en esta época el apóstol vislumbra la ampliación de su labor que le llevará a Roma: hito en el camino hacia el Imperio Occidental que deseaba evangelizar también.
1. El significado de la obra en Éfeso
El nombre que se destaca en las dos fases del relato del tercer viaje es el de Éfeso, tratándose no sólo de la fundación de la gran iglesia en dicha ciudad según el relato en la sección que tenemos delante, sino también del importante mensaje de Pablo a los ancianos de la Iglesia que estudiaremos en la sección siguiente. El Evangelio triunfa en Éfeso y en Asia, pero a la vez es la época de grandes dificultades en la iglesia recién fundada de Corinto, a las que corresponde la redacción de las dos Epístolas canónicas, con una (o quizá dos) más dirigida a la misma iglesia, que no se ha conservado. Hubo una breve visita a la misma iglesia que no se narra (2 Co 2:1) (2 Co 12:14) y (2 Co 13:1-2), además de una creciente preocupación por el estado de las iglesias de Galacia que admitían a los falsos doctores judaizantes. No sólo eso, sino que el período de trabajo en Éfeso se asocia con luchas y sufrimientos agudos y persistentes que Lucas no refiere, ya que quiere poner de relieve el triunfo del Evangelio en tan fuerte bastión de Satanás: énfasis que habría perdido su fuerza dramática si hubiese narrado en detalle las experiencias personales de Pablo, que hemos de deducir tanto de su mensaje a los ancianos como por el estudio de las cartas escritas desde Éfeso a los corintios (1 Co 15:30-32) (2 Co 1:8).
2. La extensión del testimonio por la provincia de Asia
Al mismo tiempo, por la sabia y persistente aplicación de los métodos de la estrategia misionera que hemos detallado repetidas veces en este Comentario, las Buenas Nuevas se extendieron por toda la provincia de Asia, resultando en la fundación de las iglesias de Colosas, Laodicea e Hierápolis, del Valle del Lico, como también, según suponemos, las de Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis y Filadelfia (Apocalipsis capítulos 2 y 3). La alarma de Demetrio en vista de la extensión del Evangelio "en casi toda Asia" (Hch 19:26) es un tributo involuntario a la importancia de la gran labor de Pablo y de sus colegas durante esta época, como resultado de la cual la provincia de Asia llegó a ser uno de los principales bastiones de la Iglesia durante los siglos sucesivos.
En su lugar veremos que Lucas hace un alto para considerar el poderoso crecimiento de la Palabra en Asia, pasando en seguida a la mención de los planes inmediatos de Pablo que le habían de llevar fuera de las regiones del Oriente del Imperio (Hch 18:20-21) hasta Roma. Llegamos, pues, al fin de las tres célebres expediciones misioneras para pasar al cumplimiento del apostolado de Pablo por medios más extraños.
3. La ciudad de Éfeso
Pérgamo era la capital de la provincia romana de Asia, pero Éfeso era por mucho la ciudad más importante, destacándose por su movimiento comercial, por su cultura y, más tristemente, por sus prácticas mágicas y por el cercano gran Templo de Diana, una de las maravillas del mundo.
La ciudad misma fue situada a cinco kilómetros de la desembocadura del río Caister, en la costa occidental de la provincia. En los tiempos de Pablo fue dotada de un buen puerto artificial, que hacía competencia con el de Mileto, un poco más al sur. Buenas rutas facilitaban las comunicaciones de Éfeso con todas partes de Asia y con las demás provincias de la unidad geográfica que nosotros llamamos Asia Menor, como también con Siria y el Este. Las rutas marítimas enlazaban el puerto con Grecia y con Roma, más allá al Oeste.
Como una de las doce ciudades jónicas, había sido un gran centro de cultura griega desde tiempos remotos, pero pasó al poder del reino de Lidia en 560 a. C., y tres años más tarde participó en la suerte de Lidia al ser conquistado este reino por los persas. Recobró su carácter griego bajo Alejandro Magno y sus sucesores, pasando a ser parte de la provincia romana de Asia en el año 190 a. C. Podemos comprender el interés de Pablo en fundar una iglesia misionera en tal lugar, siendo tan evidente la importancia de la ciudad como nudo de comunicaciones desde donde el Evangelio había de extenderse por toda la región. Los planes que no pudieron cumplirse en el curso del segundo viaje (Hch 16:6) se han de realizar ampliamente durante la tercera expedición, abriendo el Espíritu Santo de par en par la puerta que antes había cerrado.
4. El Templo de Diana
Una antigua tradición pagana y oriental declaraba que la diosa de la tierra había nacido en Éfeso; los griegos asociaron la tradición con su diosa Artemisa (Diana), aunque, de hecho, Diana de los efesios, diosa madre, representada por imágenes antiestéticas con muchos pechos, distaba mucho de la exquisita diosa cazadora de las leyendas griegas sobre Artemisa. El hecho es, sin embargo, que la superstición se hizo muy popular, levantándose una serie de templos en honor de la diosa, siete de los cuales habían sido destruidos por fuego, reemplazándolos el inmenso e intrincado templo de la época de la visita de Pablo, que medía 130 por 65 metros y servía no sólo como centro de idolatría, sino también como un banco donde los efesios depositaban su dinero. Los sacerdotes (eunucos) se enriquecían enormemente, no sólo a causa de las peregrinaciones hechas al santuario, sino también por el valor de sus extensos terrenos y el rendimiento de sus negocios. Como es natural, muchas otras personas vivían a la sombra de este templo y cuanto significaba, incluso Demetrio y los artesanos de su gremio, que fabricaban sus templecillos de plata, pequeños santuarios, vendiéndolos con pingües ganancias a los peregrinos.
Éfeso se sentía honrada por ser guardiana del Templo de Diana (Hch 19:25), o, más literalmente, "barredora" del templo. Una parte considerable de la vida y de la prosperidad de la ciudad dependía de la superstición dominante, con los ingresos turísticos que de ella dependían.

Una labor confirmatoria (Hch 18:23)

1. Una temporada en Antioquía (Hch 18:23)
Después de la visita privada a Jerusalén, durante la cual dio fin a su voto nazareo, Pablo se dirigió a Antioquía en Siria, su amado hogar espiritual, donde había sido apartado para su especial labor, quedando, como dice Lucas con su acostumbrada vaguedad cronológica, "algún tiempo". Nuestra imaginación tiene que suplir los detalles de la hermosa comunión, las exhortaciones, los consejos, las enseñanzas, los reportajes que habrán llenado la temporada en Antioquía. Sin duda salió fortalecido en espíritu y viendo más claramente el camino a seguir.
2. Un recorrido por la región de Galacia y Frigia (Hch 18:23)
No hay duda en cuanto al propósito de la primera etapa del tercer viaje de Pablo, pues iba donde ya había plantado obras "confirmando a todos los discípulos". Todas las iglesias tendrían sus problemas y verían delante de sí nuevas oportunidades, de modo que las visitas del apóstol les servirían de precioso estímulo, abriendo delante de ellos nuevas perspectivas de servicio y de testimonio.
La ruta del viaje no es tan clara. Este asunto no tiene mayor importancia, ya que nosotros, como Lucas mismo, deseamos llegar a Éfeso para presenciar la inauguración de una de las obras de mayor envergadura de toda la admirable carrera del apóstol. Con todo, nos interesa considerar lo que hay detrás de la frase: "salió recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia". No dejaría de visitar ninguna de las iglesias que se hallaban en su ruta por Cilicia, Licaonia galática y Frigia galática, bien conocidas por las narraciones anteriores. "La región de Galacia y Frigia" se relaciona quizá con la labor "de paréntesis" que notamos al considerar (Hch 16:6), en cuyo caso "la provincia de galacia" es la verdadera Galacia del Norte, la Galacia étnica, y Frigia la parte de esta extensa área racial que no caía dentro de los términos de la provincia romana de Galacia. Todo ello cuadra bien con la descripción paralela de este viaje en (Hch 19:1), donde leemos que Pablo llegó a Éfeso "después de recorrer las regiones superiores", o sea, la meseta del centro de Asia Menor, antes de tomar la fácil ruta que le llevaba hacia el Oeste por el valle del Lico. La referencia en (Ga 4:14) menciona la primera visita que resultó ser de mucha bendición y gozo, a pesar de ocasionarse por una enfermedad, y presupone otra ocasión, que sería la de esta visita, cuando tomaron a mal que les dijera la verdad al percibir los principios del error judaizante (Ga 4:15-16). Si Lucas hubiese sospechado que su brevedad habría de dar lugar a tantas lucubraciones de parte de tantos escriturarios al paso de los siglos, quizá nos habría complacido por extenderse un poco más, haciendo constar los nombres de algunos de los pueblos de la ruta, añadiendo alguna indicación de la duración de este extenso viaje de confirmación. Faltándonos tal ayuda, dejamos a Pablo en las vagas "regiones superiores" para dar consideración a un incidente interesante, no exento tampoco de problemas, que tuvo lugar en Éfeso antes de su llegada.

Un paréntesis: Apolos en Éfeso y Corinto (Hch 18:24-28)

1. La persona y preparación de Apolos (Hch 18:24-25)
Mientras que Pablo proseguía su ardua labor pastoral en el corazón de Asia Menor, se les presentó a sus queridos amigos y colaboradores Priscila y Aquila, quienes le esperaban en Éfeso, una hermosa ocasión de ser útiles a la causa del Señor. Durante un culto en la sinagoga se sorprendieron al ver levantarse un rabino, de porte distinguido, quien enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, apoyando su testimonio por medio de abundantes citas del Antiguo Testamento, pero sin llegar a redondear su importante mensaje con claras referencias a la consumación de la Obra de Cristo y al descenso del Espíritu Santo. Se trataba de un judío erudito y culto (vocablos que expresan el sentido de "logios" mejor que "elocuente") de Alejandría, gran centro de erudición griega, como también de la mayor tradición helenista del judaísmo, lugar de origen de la célebre Versión Alejandrina del Antiguo Testamento.
La erudición de Apolos, que así se llamaba el predicador, con la elocuencia que tanto fascinaba a sectores de la iglesia de Corinto más tarde, armonizaban bien con el ambiente alejandrino, ciudad del filósofo judío Filón; pero nos preguntamos de qué modo había podido ser instruido con exactitud en el camino del Señor y haber recibido conocimientos de la Persona de Jesús, sin haber llegado a aprender la plenitud de la doctrina cristiana, conociendo sólo el bautismo de Juan (Hch 18:25). Nada se sabe de los principios de la evangelización de Alejandría, pero se hallaba una iglesia cristiana allí muy tempranamente, fundada, con toda probabilidad, por siervos de Dios que ya conocían la doctrina de la Resurrección y la venida del Espíritu Santo. No es probable, pues, que hubiera sido instruido en su ciudad natal, y notamos también que se le describe como natural de Alejandría, sin decir que había procedido de allí en el momento de esta historia.
Doctrinas exactas, pero incompletas, acerca de Jesucristo podrían hallar su origen en Galilea, extendiéndose luego por creyentes que habían conocido los comienzos de la Obra del Señor sin haber sido instruidos en cuanto a la consumación de la Resurrección. No sabemos hasta dónde llegaban los "exactos" conocimientos de Apolos, pero sabemos que faltaba algo, y aun bastante, ya que Priscila y Aquila tuvieron que comunicarle la doctrina que ellos habían recibido del apóstol Pablo. La frase "de espíritu fervoroso" de (Hch 18:25) no indica la plenitud del Espíritu Santo, sino el fervor del espíritu de Apolos al contar en la sinagoga lo que sabía de Jesús.
2. La labor de enseñanza de Priscila y Aquila (Hch 18:26)
El piadoso matrimonio pudo gozarse llevando al sabio predicador a su casa —siempre a la disposición del Señor y de los suyos— con el fin de exponerle más exactamente el Camino de Dios. Ya hemos notado que los conocimientos de Apolos eran exactos en sí, pero incompletos, de modo que es fácil figurarnos la sustancia de la enseñanza que Priscila y Aquila presentarían en su casa y que Apolos escucharía embelesado: el significado pleno de la Cruz y de la Resurrección, el hecho del descenso del Espíritu Santo, el simbolismo del bautismo cristiano, la verdadera naturaleza de la Iglesia como Cuerpo de Cristo compuesto de creyentes de entre los judíos y gentiles, etcétera. Habían aprendido de un maestro excelente, y, siendo discípulos aptos y aprovechados, estarían muy capacitados para aleccionar a su vez a tan distinguido alumno, según la norma de (2 Ti 2:2).
De paso hallamos implícita en estas frases la humildad del hombre erudito, quien tenía un corazón de niño unido a la inteligencia de un sabio, pudiendo así recibir la revelación que sólo se abre ante los niños espirituales (Mt 11:25-26). Aprovechó de tal forma las enseñanzas, que se destacó casi en seguida como uno de los enseñadores más apreciados y útiles al Maestro de los tiempos apostólicos, compartiendo y suplementando los trabajos de los apóstoles mismos.
Nada se dice aquí del bautismo de Apolos, y muchos expositores, fundándose en este silencio, creen que no volvió a bautizarse. Unos versículos más abajo, sin embargo (Hch 19:4-5), leemos que los doce discípulos que sólo sabían del bautismo de Juan fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesús al oír el Evangelio en su plenitud, obviamente por la dirección del apóstol mismo. Su posición fue igual a la de Apolos, de modo que suponemos que éste también fue bautizado en el Nombre, o que debiera haberlo sido. El silencio en este caso no prueba nada, y las deducciones de muchos expositores se deben más al horror al "anabaptismo" (la repetición del bautismo) que no al sentido de este pasaje juntamente con el siguiente.
3. Apolos en Corinto (Hch 18:27-28)
La iglesia en Corinto pasaba por tiempos difíciles y es probable que los daños internos causados por tendencias que habían surgido durante la ausencia de Pablo, habrían sido mayores aún si los hermanos no hubiesen recibido la visita de Apolos. Quizá tuvo él negocios particulares que realizar en Corinto (Hch 18:27), que explicaría su deseo de ir a Acaya. De todas formas, notamos que ya hubo un grupo de hermanos que se habían reunido en torno a Priscila y Aquila en Éfeso (Hch 18:27) —y distinto de los doce discípulos que hallara Pablo más tarde—, que le animaron a visitar la iglesia en Corinto, proveyéndole de cartas de presentación para los hermanos corintios.
Fue bien recibido en la gran urbe y su ministerio fue de gran provecho para los creyentes, a la vez que se distinguía por su elocuente y vehemente presentación de Jesús como el Mesías frente a los judíos, haciendo buen uso de los Escritos Sagrados, que tan bien conocía (Hch 18:27-28). El hecho de que sectores díscolos de la iglesia en Corinto adoptaran luego el nombre de Apolos como banderín de partido (1 Co 3:4) no indica en lo más mínimo que este siervo del Señor fomentara un espíritu partidista en la gran iglesia griega, ya que Pablo le reconoce como colaborador que regaba la semilla que él mismo había sembrado, pasando luego a ilustrar sus enseñanzas sobre la mayordomía de los apóstoles por referencias tanto a Apolos como a sí mismo (1 Co 3:6) (1 Co 4:6). Más tarde Pablo quiso que volviera a Corinto, lo que no tuvo a bien hacer en aquel momento, reservando la visita para otra ocasión (1 Co 16:12), que ilustra muy a las claras el espíritu de colaboración que existía entre los apóstoles y sus colegas, complementando cada uno la labor de sus compañeros. De paso podemos notar que Pablo, el apóstol, pudo rogar lo que le pareciera conveniente para Apolos en relación con Corinto, sin que sus ruegos se convirtiesen en mandatos de tipo autoritario. Podemos suponer que, en general, el ruego de un apóstol determinaría el movimiento de cualquier siervo de Dios que formaba en tan bendita compañía de colaboradores en la Obra; pero, con todo, cada uno era siervo de Dios consciente de su propia responsabilidad y no siervo de un hombre, ni siquiera del apóstol Pablo.

Los comienzos de la obra de Pablo en Éfeso (Hch 19:1-10)

1. Pablo halla los doce discípulos (Hch 19:1-3)
Es un error pensar que la Obra en Éfeso empezara con la instrucción y el bautismo de los doce discípulos, quienes, cual Apolos, solamente conocían el bautismo de Juan, pues ya hemos visto por el incidente de Apolos que existía un grupo de "hermanos", fruto sin duda del testimonio de Priscila y Aquila durante la larga ausencia de Pablo, que había adquirido suficiente personalidad para poder escribir una carta de presentación a favor de Apolos a la numerosa iglesia de Corinto. Habríamos esperado que Lucas escribiera: "Pablo, después de recorrer las regiones superiores, llegó a Éfeso donde se reunió con Priscila, Aquila y los hermanos", recogiendo el hilo de la historia tal como se dejó en Éfeso en (Hch 18:19-21). Hemos de aprender una vez más que el historiador solamente recoge unos cuantos hilos de la complicada urdimbre de los principios del cristianismo, quedando muchos factores sin mencionar y muchos problemas históricos sin resolver. ¿Cómo es que Pablo pudo hacer contacto con este grupo sin antes saludar a sus amigos y colaboradores? ¿Por qué no habían hecho contacto estos doce hombres con Priscila y Aquila, como lo había hecho Apolos, a través de los cultos en la sinagoga? Si fuesen discípulos de Apolos, como algunos suponen, el misterio se haría más oscuro todavía. Es mejor pensar en distintas corrientes de predicación y de instrucción que partieron de Galilea, encauzadas por los judíos creyentes que habían salido del Norte de Israel antes de aprender la "consumación" de la Obra del Señor. Las providencias de Dios pusieron a Pablo en contacto con estos doce hombres, siendo vanas todas las especulaciones sobre el "cómo" del encuentro. Lo único seguro es lo que se saca del análisis del incidente, y el hecho de que no habían estado en contacto con otros creyentes en Éfeso antes de la fecha de su encuentro con Pablo.
2. "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" (Hch 19:2)
Pablo notó en seguida que los doce hombres, a pesar de hablar familiarmente de Jesús, no poseían la plenitud de la vida cristiana. No anduvo con rodeos, sino que les hizo una pregunta de importancia vital, que había de revelar necesariamente su estado. El lector verá que Pablo esperaba que cada verdadero creyente recibiese el Espíritu Santo cuando había creído; la traducción exacta de (Ef 1:13) enseña la misma verdad. Los doce discípulos no sabían nada del asunto. Tanto por el Antiguo Testamento como por el ministerio del Bautista sabían necesariamente que el Espíritu había de ser dado por medio del Mesías, pero lo que les faltaba era el conocimiento de la consumación del hecho en el Día de Pentecostés.
3. "¿Qué bautismo recibisteis?" (Hch 19:3-5)
Era concepto conocidísimo entre los judíos que el bautismo por inmersión señalaba el traslado del candidato de una esfera a otra. Los prosélitos recibían tal bautismo al aceptar los postulados del judaísmo, pasando de la gentilidad al terreno religioso de Israel; los bautizados por Juan demostraban que se unían con el resto fiel, arrepentido y expectante que renunciaba la mera religiosidad judaica y aguardaban al Mesías; los creyentes en Jesús aceptaban todo cuanto significaba el Nombre, pasando de cualquier otra esfera a la de la Iglesia de la cual él es Señor. ¿A qué esfera se habían trasladado estos doce discípulos que creían lo que habían recibido, pero sin saber que la Obra del Mesías se había consumado mediante el derramamiento del Espíritu Santo? He aquí lo que quería saber Pablo. La contestación puso de manifiesto que no habían pasado del terreno de los fieles expectantes que esperaban al Mesías según las enseñanzas de Juan, habiendo recibido, además, alguna instrucción sobre el ministerio del Señor Jesucristo.
Pablo les dio una clara explicación del significado del bautismo que habían recibido, pasando a hablar de la necesidad de la fe en Jesús ya plenamente revelado: "cuando oyeron esto, fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesús" (Hch 19:4-5). No bastaba el símbolo de la expectación de almas israelitas contritas; fue preciso el símbolo de la identificación con aquel que murió y resucitó por ellos (Ro 6:1-10), única base para la plena manifestación del poder del Espíritu Santo. Creyentes del siglo XXI deberían perder el miedo al "anabaptismo", que surgió no sólo de los excesos de algunos así llamados de la época de la Reforma, sino mucho más de las calumnias que se amontonaron sobre muchos fieles hermanos que tuvieron la temeridad de entender que la Reforma debería amoldarse completamente al patrón del Nuevo Testamento. Lutero y Calvino sacaron a luz grandes verdades bíblicas, pero también construyeron sistemas eclesiásticos en los que las verdades bíblicas se mezclaron con ciertas conveniencias religiosas y políticas, lo que les hizo mirar de reojo a los sencillos hermanos que insistían en fundar iglesias autónomas, llegando Lutero a la persecución de quienes bautizaban a creyentes sólo por serlo, sin conceder valor al bautismo de infantes. Debemos hacer caso omiso de la mera tradición eclesiástica, enfatizando la posición bíblica: el verdadero creyente, unido por su entrega personal de fe al Señor que murió y resucitó en su lugar, simboliza el gran hecho de su unión vital con Cristo al ser bautizado "en el Nombre del Señor Jesús", saliendo de la esfera que sea para ingresar en la de la Iglesia verdadera y espiritual.
4. La extensión de la Obra del Día de Pentecostés (Hch 19:6)
En escala muy reducida se repite aquí lo que hemos considerado en el caso de los creyentes samaritanos y de los gentiles en la casa de Cornelio. La Iglesia fue bautizada una vez para siempre por el Espíritu Santo, de modo que las personas que se unen a ella por su unión con Cristo reciben el Don celestial. En el caso de los samaritanos y de los doce discípulos de este pasaje, hubo un impedimento en cuanto a la manifestación de la plenitud del Espíritu, debido en un caso a la posibilidad de un espíritu cismático y en el otro a la falta de una comprensión completa de la Persona y Obra de Cristo. En los dos casos la imposición de manos apostólicas fue símbolo de la identificación de tales personas y esferas con la Iglesia de Cristo redimida y bautizada por el Espíritu, motivando las manifestaciones de plenitud que antes faltaban. Repetimos aquí lo que hicimos constar en otro lugar sobre la inutilidad de preguntas como: ¿Eran salvos antes? o ¿tenían el Espíritu Santo antes? No se trata de la íntima relación del alma con Dios, quien es "rico para con todos los que le invocan" (Ro 10:12), sino de la manifestación de la plenitud del Espíritu en la esfera de la Iglesia.
5.La labor en la sinagoga (Hch 19:8-9)
En la ocasión de su breve visita anterior a Éfeso, Pablo había hallado una recepción favorable en la sinagoga (Hch 18:19-21) y el incidente de Apolos muestra que Priscila y Aquila no habían roto toda relación con sus hermanos de raza. El hecho de que el matrimonio fiel había podido continuar su testimonio entre los judíos por tanto tiempo, que Apolos había podido dar sus elocuentes mensajes en la sinagoga probando que Jesús era el Mesías, y que Pablo halló posible permanecer en la sinagoga tres meses más antes de la inevitable ruptura con los recalcitrantes, es evidencia de que muchos judíos en Éfeso estaban dispuestos a escuchar el mensaje mesiánico; es de pensar que cuando por fin Pablo apartara a los discípulos de la sinagoga donde, una vez más, la Palabra no se podía hacer oír, llevaría consigo a un número considerable de judíos y temerosos de Dios convertidos que formarían el núcleo de la iglesia local.
Notamos que su ministerio entre los judíos se describe de este modo: "discutiendo y persuadiendo acerca del Reino de Dios". Las discusiones —sobre cómo se habían de entender las profecías— eran normales al dar a conocer el Evangelio en las sinagogas, pero es nueva la frase: "persuadiendo acerca del Reino de Dios", que nos deja vislumbrar una mayor amplitud de ministerio en la sinagoga antes de la separación, hallándose un eco de este tema del Reino en el discurso de Pablo frente a los Ancianos (Hch 20:25).
Los incrédulos endurecieron el corazón, y no sólo resistieron ellos mismos la verdad del Evangelio, sino que calumniaron el Camino en pública sesión de la sinagoga, que es lo que significa "delante de la multitud"; podemos suponer que la asistencia normal a la sinagoga se había aumentado mucho gracias al interés levantado por las discusiones y predicaciones de Pablo. De nuevo el testimonio se había entregado en primer lugar a los hebreos, sacándose de entre ellos un buen "resto fiel", cuyas normas morales y cuyo conocimiento de las Escrituras serían de inestimable valor al desarrollarse la vida normal de la iglesia local compuesta de creyentes de ambas razas.
6. Las sesiones en el aula de Tirano (Hch 19:9-10)
En el mundo grecorromano abundaban centros sociales provistos de baños públicos, con sus salas para gimnasia y también con aulas para la enseñanza, donde conferenciaban filósofos o daban lecciones de matemáticas los maestros. Un tal Tirano dirigía uno de estos establecimientos, utilizándolo sin duda desde temprano por la mañana hasta las once, cuando sus clientes o alumnos irían a sus casas para comer y luego echar la siesta. No tendría inconveniente, pues, en ceder a Pablo y a los hermanos el uso de su "escuela" durante las horas cuando normalmente no se aprovechaba. Mientras que los clientes de Tirano se divertían o discutían, Pablo estaría en el taller de Aquila y Priscila ejerciendo su oficio con el fin de cubrir los gastos de su compañía (Hch 20:33-35), pasando después a su ministerio público. Sin duda el celo de los cristianos les disponía para aprovechar las horas del día que los mundanos dedicaban a interminables comidas y largas siestas.
No hemos de entender que el aula de Tirano fuese el hogar de la iglesia, sino más bien el lugar de la pública demostración de lo que era el Evangelio, como indica el verbo "discutir" (Hch 19:9). Es probable que la congregación partiera el pan en la casa de Priscila y Aquila y sabemos por el discurso de Pablo a los ancianos que enseñaba "públicamente y por las casas" (Hch 20:20). Hemos hecho varias referencias al discurso de despedida a los ancianos que estudiaremos más tarde, y que por su gran importancia como "fondo" al breve resumen que Lucas nos da del ministerio en Éfeso aquí debe leerse conjuntamente con los versículos que tenemos delante. Recordemos también lo que se expuso arriba sobre las muchas aflicciones del apóstol que corresponden a este período de su vida, por otra parte tan ricamente bendecido por el Señor.
7. La duración de ministerio en Éfeso (Hch 19:10)
A primera vista hay una contradicción entre el período de dos años de (Hch 19:10), y el de tres años que se nota en (Hch 20:31). Probablemente no se incluyen aquí los tres meses del ministerio en la sinagoga de (Hch 19:8), de modo que si el período total pasaba de los dos años —que señala únicamente el período de las enseñanzas en el aula de Tirano— entonces llegamos a los tres años según la manera inclusive de calcular los orientales el paso del tiempo, redondeando a menudo los números.
8. El éxito del ministerio en Éfeso (Hch 19:10)
"Así continuó por espacio de dos años, de modo que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús". Aquí y en (Hch 19:20) Lucas compendia los gloriosos resultados de los múltiples y persistentes trabajos de Pablo y de sus colaboradores en Asia, notando una "saturación" de una amplia provincia con la Palabra que raras veces se ha conseguido en la historia de la evangelización. No es de extrañar que se levantara luego una ola de oposición, y comprendemos por qué fue necesario que Dios reforzara las manos de su embajador por medio de señalados milagros, haciendo posible que el Evangelio se extendiera y que sus siervos fuesen protegidos en una ciudad que era notoria como sede de varias y tenebrosas operaciones satánicas. El que rechazaba el Evangelio en Asia no podía alegar que nunca lo había oído, pues el Mensaje se proclamaba y suscitaba comentarios hasta los últimos rincones de tan extenso e importante territorio.

La Palabra acompañada de grandes señales en Éfeso (Hch 19:11-20)

1. El poder del Nombre de Jesucristo se manifestó en Éfeso (Hch 19:11-12)
Éfeso era ciudadela de Satanás, no sólo en lo que se refiere al Templo de Diana y las nefastas obras asociadas con él, sino también por ser la escuela y sede más notoria de artes mágicas en el oriente del Imperio. En tal ciudad el enemigo podía desplegar imponentes fuerzas del mal en contra del Evangelio, además de utilizar el odio fanático de los judíos incrédulos. Fue conveniente y necesario, pues, que el embajador del Reino de Dios pudiese exhibir sus "credenciales" que daban prueba manifiesta de su autoridad como enviado del Cielo contra la fuerza y las intrigas de todos los secuaces del diablo. Por eso Pablo recibió poder para obrar milagros ("potencias" en el griego) hasta el punto de que enfermos fueron curados sólo por tocar pañuelos que habían ceñido su cabeza o delantales que utilizaba en su trabajo de fabricante de tiendas (Hch 19:11-12). Nos parecen raros los medios, que pueden compararse con las curaciones hechas por la sombra de Pedro durante la crisis decisiva del Evangelio en Jerusalén (Hch 5:12-16), pero hemos de entender el poder del Nombre de Jesucristo en todo ello, como es evidente por el caso mismo, por otros en Los Hechos y por el mal uso que los siete hijos de Esceva querían hacer del Nombre de Jesús (Hch 19:13-14). Repetimos aquí lo que se ha hecho constar en otros lugares análogos: que los milagros no son normales —en cuyo caso perderían su carácter de señales—, sino medios extraordinarios que Dios concede para acreditar a sus siervos frente a fuerzas de otra forma incontrastables o al iniciar una nueva etapa de su obra que necesita la manifestación de la aprobación divina. Fue preciso que el ministerio de Pablo en Éfeso fuese prolongado con el fin de extender el Evangelio por toda la provincia de Asia, de modo que Dios le proveyó de esa fortaleza inexpugnable de armas especiales y de credenciales de máxima autoridad, como requería tan gran cometido frente a formidables fuerzas visibles y escondidas.
2. El Nombre es para los siervos del Señor (Hch 19:13-17)
Es curioso y aleccionador el incidente de los hijos de Esceva y sin duda Lucas lo incluye aquí en contraste con las "mayores obras" que los siervos del Señor realizan en su Nombre durante su ausencia (Jn 14:12-13). Pero el Nombre se ha dejado sólo para el uso de los siervos fieles que anhelan hacer la voluntad del Padre en el adelanto de su Reino. Veremos, además, que el curioso fallo tuvo gran repercusión en los círculos de Éfeso influenciados por la magia, de modo que llegó a ser importante, no tanto por su interés intrínseco, sino también por los efectos que produjo. Muy a pesar suyo, los hijos de Esceva se convirtieron en los mejores propagandistas del Evangelio en Éfeso.
Los magos y exorcistas de la ciudad concedían gran importancia a nombres y fórmulas que, según las ideas contemporáneas sobre la magia, podrían poner en operación poderes ocultos. El mismo hecho de que la reverencia algo supersticiosa de los hebreos les impedían el uso claro del Nombre de Jehová, despertaba el interés de los magos del paganismo por conocerlo. Pablo y varios de sus compañeros eran judíos, de modo que los exorcistas pensaban que "Jesús" sería el Nombre prepotente que les permitiría controlar a los demonios a la manera de Pablo. Compárese con el caso de Simón el Mago (Hch 8:12-20).
La descripción de estos siete exorcistas ambulantes como "hijos de un judío, sumo sacerdote, llamado Esceva" (Hch 19:14) es muy extraña, pues de manera alguna pudo ser Esceva el "sumo sacerdote", príncipe del pueblo judío en Jerusalén. Quizá se trata de una familia judía de costumbres degeneradas, de ascendencia sacerdotal, cuyo jefe se anunciaba como "sumosacerdote" a los efectos de sus embustes. El profesor F. F. Bruce comenta que si tal forma de puntuación hubiese sido conocida en griego, Lucas habría escrito "sumosacerdote" entre comillas.
Frente a un endemoniado, los siete proceden a su exorcismo utilizando su nueva fórmula: "Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo"; pero el espíritu maligno, conociendo para dolor suyo el potente Nombre de Jesús, no concedía valor alguno a su uso en boca de los extraños a la vida de Jesucristo: "A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?". Irritado por el intento de controlarle por un mero subterfugio, se echó sobre los pretendidos exorcistas —utilizando el cuerpo de su pobre víctima— pudiendo más que los siete y forzándoles a huir maltrechos y desnudos.
El incidente, por su carácter escandaloso, no podía esconderse y los comentarios se extendieron como reguero de pólvora por todos los círculos de Éfeso, tanto judíos como griegos. Enfocó la atención de todos en las verdaderas obras de poder de Pablo, levantó así más interés en el mensaje que explicaba, y puso de relieve el carácter sagrado del Nombre de Jesús, elevándolo a un nivel muy por encima de los misteriosos nombres y fórmulas mágicas tan en boga en la ciudad. Por todo ello: "tuvieron temor todos ellos y era magnificado el Nombre del Señor Jesús".
El diligente lector notará el estrecho paralelismo que existe entre esta etapa de la obra de Pablo y la proclamación del Evangelio en Jerusalén, sede del judaísmo muerto, donde Pedro y sus compañeros fueron protegidos por medio de "potencias" realizadas en el Nombre hasta concluirse la etapa de oportunidad para los jerosolimitanos.
3. Los "nombres falsos" son quemados públicamente en Éfeso (Hch 19:18-19)
El pavor del Nombre veraz había caído sobre muchos del gremio de magos en Éfeso, lo que les habría inducido a escuchar el Mensaje de vida. Los muchos que creyeron confesaron sus malas artes y tretas en público, y para mayor señal de su sinceridad hicieron una hoguera con sus rollos, quemando los nombres falsos en honor del excelso Nombre de Jesucristo. He aquí una señal muy evidente de que habían sido "rescatados de la potestad de las tinieblas y trasladados al Reino del Hijo" (Col 1:13). El acto señaló el auge del triunfo del Evangelio en la ciudad de tinieblas y algún curioso estimó el valor de los rollos quemados, hallando que llegaba a cincuenta mil monedas de plata, lo que representa varios miles de euros en la moneda de hoy. Cuando los creyentes sacrifican considerables intereses materiales por el honor del Nombre de su Señor se puede exclamar con Lucas: "¡Así crecía y prevalecía poderosamente la Palabra del Señor!" (Hch 19:20).

Planes de gran envergadura (Hch 19:21-22)

La amplia extensión del Evangelio por toda Asia señalaba el fin de la labor pionera del apóstol en el Oriente, aquella labor que consideraba ser la suya por antonomasia. Se halla libre, pues, para meditar en sus planes para los años sucesivos de trabajos apostólicos, y si bien la frase "Pablo se propuso en el Espíritu ir a Jerusalén" podría indicar el ejercicio de su propio espíritu delante del Señor, es más probable que tengamos aquí una indicación de la guía del Espíritu Santo, tan manifiesta en todas las etapas del servicio del apóstol. Este alto que Lucas hace aquí para hablar de los planes del apóstol debe compararse con (Ro 15:18-29), pasaje escrito un poco más tarde en Corinto y que también resume lo que creía ser la voluntad de Dios para su vida durante los años sucesivos. Se señalan tres etapas en el desarrollo de estos planes, que son como sigue:
a) Recorrer las provincias de Macedonia y Acaya (toda Grecia), sin duda para confirmar las muchas iglesias fundadas en sus viajes anteriores, ayudándolas a solucionar sus problemas. Las Epístolas a los Corintios, que corresponden a estas fechas, muestran lo graves que podían ser los problemas internos de algunas iglesias. Al mismo tiempo quiso dar cima a su plan de recoger las ofrendas de las iglesias gentiles para llevarlas a la iglesia de Jerusalén.
b) Visitar Jerusalén, que era ya costumbre suya después de ciertos años de trabajo misionero en las provincias del Imperio; esta vez, sin embargo, se relacionaba estrechamente con el propósito que hemos mencionado de llevar personalmente a Jerusalén la generosa ayuda de las iglesias de las provincias. Concedía mucha importancia a esta labor por la que dio cumplimiento a la petición de los apóstoles en Jerusalén de que se acordase de los pobres (Ga 2:10), y que había de ser, en su pensamiento, una manera práctica de mantener la debida comunión cristiana entre iglesias de origen tan distinto (Ro 15) (1 Co 16) (2 Co 8-9).
c) Llegar hasta Roma, metrópoli del mundo gentil, donde podría confirmar en fe y doctrina a una iglesia que tenía por fuerza que desempeñar un papel predominante en el desarrollo de su plan estratégico en cuanto al mundo grecorromano. Las expresiones de (Ro 15:24,28) revelan que ya pensaba en una labor pionera en la parte occidental del Imperio que correspondiera a la ya realizada en el sector oriental, considerando que España —tan romanizada ya— había de constituir la primera etapa de la campaña occidental.
En los capítulos que restan de Los Hechos veremos cómo la providencia de Dios concedió a Pablo el cumplimiento parcial de sus planes, utilizando al mismo tiempo la enemiga de los hombres con el fin de enderezar su camino hacia los reyes y gobernadores, ante quienes había de testificar según los términos de la comisión que se le dio por medio de Ananías.
Pablo despachó a Timoteo y Erasto a Macedonia para tratar de asuntos relacionados con su próximo viaje, y por (2 Co 2:12-13) (2 Co 7:6,13,14) sabemos que Tito había sido enviado por aquella época a Corinto con instrucciones de unirse con el apóstol en Troas. El encuentro se produjo en otra parte, pero sin duda tuvo por objeto preparar la visita de Pablo a Corinto.

Se levanta violenta oposición al "Camino" en Éfeso (Hch 19:23-40)

1. El alboroto en Éfeso (Hch 19:23-40)
Lucas pone fin a su relato del ministerio de Pablo en Éfeso narrando detenidamente el alboroto provocado por los plateros de la ciudad que veían amenazado su sostén material a causa del éxito del Evangelio en la ciudad y la provincia de Asia. Con anterioridad hemos notado que Pablo sufrió mucho en Éfeso, pero su historiador omite toda mención de estas crisis, pasando a un acontecimiento público en el que Pablo no participó de forma directa. ¿Cuál es el principio de selección que ordena el desarrollo de la historia de Lucas aquí? Probablemente hemos de entender que da por comprendidos los muchos sufrimientos del apóstol, de los cuales ha dado muestras anteriormente, interesándole presentar las reacciones del judaísmo y de las distintas fuerzas del Imperio frente a la proclamación del Reino de Dios. Hemos visto a Pablo afrontar una y otra vez los ataques de los judíos recalcitrantes; le hemos visto frente al paganismo crudo de Listra, en Licaonia; ha testificado ante los sabios del Areópago de Atenas; ha atacado grandes fortalezas satánicas en los puertos griegos de Tesalónica y de Corinto; en Éfeso ha vencido los poderes mágicos en el Nombre del Señor, pero queda el gran poder del culto de Diana de los efesios, el alma de la sociedad de Éfeso. Por una referencia a la sabia reticencia de los siervos de Dios que hallamos en el discurso del escribano (Hch 19:37), sabemos que Pablo no se lanzaba a ataques furibundos contra la divinidad tutelar de la ciudad que quería evangelizar, pero, con todo, la proclamación de Jesucristo como único Salvador y de Dios como el solo Dios verdadero, no pudo por menos que apartar a todo creyente del ámbito cúltico de Éfeso. El golpe había de ser mortal y es natural que los intereses creados procurasen levantar una ola de fanatismo con el fin de desterrar al embajador de Dios de la ciudad. Se pusieron en movimiento demasiado tarde, pues la labor fundamental de la evangelización de Asia se había realizado ya, y, aun saliendo Pablo, quedaron miles de hermanos activos en la provincia que podían continuar la gran obra que se hallaba ya en pleno desarrollo. Con todo, el objeto de Lucas se realiza plenamente a través del vívido cuadro que nos presenta del surgir de rancios prejuicios, ridículas supersticiones y violentos fanatismos, cuando los resortes que mueven las masas se tocan por las hábiles manos de hombres que se sienten lastimados en sus intereses a causa de la predicación del Evangelio. ¡Cuántas veces se ha reproducido la misma escena en sus rasgos esenciales durante la proclamación mundial de la Palabra!
2. "Diana de los efesios"
Ya hemos notado que la divinidad tutelar de Éfeso se llamaba Artemisa (o Diana según los romanos), sin que se apreciara semejanza alguna entre ella y la Artemisa de las leyendas griegas. "La imagen caída de Zeus" que menciona el escribano (Hch 19:35) sería probablemente un meteoro, y como nada se sabía del origen de tales piedras entonces era fácil que se rodeara de supersticiosa reverencia. La imagen ya descrita sería esta misma piedra toscamente labrada para representar la madre de la naturaleza. Se habían constituido complicadas jerarquías de sacerdotes y sacerdotisas en relación con el culto de la diosa, reinando la corrupción moral propia de los cultos de la naturaleza y de la fertilidad. Como es corriente en tales casos, el culto de la divinidad fue localizado, vinculándose con el patriotismo de los efesios: "¡Es nuestra diosa, Diana de los efesios, y nuestra ciudad es la guardiana de su Templo!".
3. Demetrio y los plateros (Hch 19:23-29)
Es probable que Demetrio fuese el presidente del gremio de los plateros que hacían los templecillos de Artemisa, ya que fue él quien convocó a sus compañeros para exponerles el riesgo que corría su negocio a causa de la predicación del Evangelio. Notemos que empieza sin ambages por tocar el móvil que más certeramente había de enfurecer a sus compañeros de oficio: "de este oficio obtenemos nuestra riqueza" (Hch 19:25). Luego hace un análisis a su manera de la predicación de Pablo y los resultados de ella: decía el apóstol que no eran dioses los hechos con las manos, y con tal "error" había extraviado a mucha gente no sólo en Éfeso, sino en casi toda Asia (Hch 19:26). Guarda como clímax el tema de la posible ruina de la gran diosa Artemisa, no sin otra referencia al peligro en que se hallaba el oficio de los fabricantes de modelos del santuario (Hch 19:27). Los ingredientes de la embriagante copa fueron sabiamente dosificados, de tal forma que la reunión de los plateros se terminó en un alboroto preliminar, con el consabido grito de "¡Grande es Diana de los efesios!", extendiéndose los disturbios luego a toda la ciudad. El cuadro de cómo demagogos interesados pueden levantar las masas es exacto y pintado en colores veraces y vivos. Probablemente Lucas recibió los detalles de Aristarco o Gayo, compañeros del apóstol, cuyas vidas peligraban aquel día (Hch 19:29). Las masas se precipitaron hacia el teatro con el fin de ventilar la cuestión, ¡aun sin saber cuál era la cuestión que habían de ventilar!
4. La escena en el teatro (Hch 19:30-40)
Según el testimonio de los arqueólogos, el teatro de Éfeso tenía cabida para 25.000 personas, siendo el lugar donde se celebraban las asambleas de carácter público convocadas por los oficiales efesios llamados "asiarcas", "magistrados" en (Hch 19:31). La ciudad era "libre", manteniendo sus propias instituciones hasta donde fuese compatible con la autoridad máxima del procónsul romano de la provincia.
Los únicos personajes que de verdad actúan aquí son por una parte, la turba fanatizada y enloquecida, que gritaba sin saber lo que quería, animada solamente por la idea de que peligraba la honra de su diosa como también la de ellos mismos, los efesios, que eran sus guardianes; y por otra el oficial que se llama "el escribano". Éste era el secretario del cuerpo de asiarcas, responsable de mantener los contactos entre dicho cuerpo del gobierno indígena y el procónsul, siendo, por lo tanto, la máxima autoridad en la ausencia de éste. Por fin controla la situación mediante un discurso hábil y despacha la multitud.
Los otros factores son confusos, como lo es también la actuación y el significado de las demás personas que se mencionan.
Pablo quería entrar en el teatro, sin duda con el fin de presentar el Evangelio mediante una autodefensa. Habría sido muy interesante saber de qué manera hubiera hablado frente a la multitud fiera, pero los discípulos (se entiende los hermanos destacados de la iglesia local) no le permitieron arriesgar así su vida y su actuación fue apoyada por varios de los asiarcas que eran amigos de Pablo (Hch 19:30-31). Era evidente el peligro de un linchamiento por la turba desbordada si vieran delante de sí a la persona que les había sido descrita como el enemigo principal de su diosa.
Gayo y Aristarco, compañeros de Pablo, fueron arrebatados por la multitud, y es de suponer que fueron llevados al teatro, pero nada más sabemos de su caso. Es evidente que el Señor guardó sus vidas de las pasiones de la masa.
Alejandro el judío. Algunas personas de la multitud creyeron que un cierto Alejandro tendría alguna cosa que alegar, empujándole los judíos hacia delante, quizá con la idea de justificarse a sí mismos y para aprovechar la ocasión en perjuicio del Evangelio. De todas formas, el misterio de la presentación de este personaje queda sin aclarar, pues el solo hecho de que Alejandro fuese judío, miembro de una raza tradicionalmente opuesta a la idolatría, bastaba para que los efesios le hiciesen callar por sus continuos y desaforados gritos de "¡Grande es Diana de los efesios!". No teniendo otra cosa que decir, siguieron clamando lo mismo durante dos horas, hasta que el escribano, suponiendo que empezaba a operar el cansancio natural que resultaba de tanto gritar y de la frustración de no conseguir nada, subió a la tarima con el fin de dirigirles la palabra. Ya hemos notado que era efesio, la máxima autoridad del pueblo, de modo que su presencia y gestos bastaron para acallar el griterío.
5. El discurso del escribano (Hch 19:35-40)
El oficial anónimo era gran psicólogo, evidentemente acostumbrado a manejar multitudes por halagar sus prejuicios para luego insinuar peligros y por fin, sencillamente, mandarlas a casa. He aquí la esencia de su intervención, que analizamos con algo más de detalle con el fin de notar algunos rasgos de interés general.
a) Era notorio —decía el magistrado— que Éfeso era la ciudad guardiana de la diosa, de modo que un hecho tan evidente debería mantenerse con dignidad y tranquilidad y no con escandalosas asambleas ilegales.
b) Los hombres contra quienes gritaban, los siervos de Dios en general y Pablo en especial, no habían cometido sacrilegio con respecto a la Artemisa efesia, ni la habían insultado. El punto es interesante, pues pone de manifiesto la prudencia apostólica frente a los arraigados sentimientos de las personas que querían evangelizar, en marcado contraste con épocas posteriores cuando los cristianos se deleitaban en insultar a las falsas divinidades, precipitando por ello un martirio prematuro en muchos casos.
c) Demetrio y su gremio tenían abiertas las vías legales para la presentación de cualquier querella ante las audiencias, o aun delante de los procónsules, de modo que podían defender sus personas y legítimos intereses sin alborotar la ciudad. De paso la mención de "procónsules" (en el plural) es interesante, y quizá refleja un momento crítico en la historia de la provincia, ya que el procónsul Silano había sido envenenado por instigación de Agripina, madre de Nerón, funcionando dos oficiales como "procónsules" hasta el nombramiento del sucesor de Silano. Por eso el magistrado emplea la vaga frase, "procónsules hay".
d) Si el asunto fuese de importancia general, sería posible ventilarlo en "asamblea legal", o sea, la asamblea de todos los ciudadanos libres de Éfeso que funcionaba dentro de la constitución de la ciudad libre (Hch 19:39).
e) Por fin el magistrado recalcó el peligro de que la tumultuosa reunión fuese representada delante de los romanos como un acto sedicioso, ya que era completamente irregular y sin justificación legal.
"Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea" ("he ekklesia" en el griego). He aquí el pacífico fin de tanta tempestad humana, gracias a la habilidad de un oficial que supo intervenir prudentemente en el momento oportuno. Sin embargo, no hemos de creer que la tormenta había sido ficticia, pues Pablo, sus colegas y los hermanos habían corrido grave peligro. Podría no haber sido entonces cuando Pablo "si como hombre batallé en Éfeso contra fieras..." (1 Co 15:32), pero es seguro que las "fieras" andaban sueltas aquel día, surgiendo de los bajos fondos de antiquísimas y diabólicas tradiciones, dispuestos a devorar a cualquiera que insinuara un solo movimiento en contra de su diosa protectora. Quedamos agradecidos al arte de Lucas que supo intercalar este incidente, que no repercutió inmediatamente en la Obra, ni para bien ni para mal, pero que revela a lo vivo un aspecto fundamental del mundo grecorromano en los años en que el Evangelio se iba extendiendo hacia el Occidente.

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre la ciudad de Éfeso y su importancia como base en el avance del Evangelio alrededor del mar Egeo.
2. Escríbanse breves notas sobre: a) Apolos; b) los doce discípulos que Pablo halló en Éfeso; c) los siete hijos de Esceva; d) la hoguera de los rollos mágicos; e) el alboroto provocado por Demetrio.
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