Estudio bíblico: Hermenéutica - Introducción -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Introducción

Se plantea el asunto

La palabra "hermenéutica" extraña un poco, pero es una etiqueta conveniente (derivada de la voz griega "hermeneuo" que significa "explicar un texto") para resumir las distintas consideraciones, principios y normas que nos ayudan a llegar a una interpretación adecuada de las Sagradas Escrituras. Por la ayuda de tales normas podremos hacer una buena exégesis de cualquier pasaje bíblico. Esta voz también es una palabra griega que significa "poner en claro un texto".
Para darnos cuenta de la importancia de este estudio debiéramos considerar dos puntos de vista opuestos en cuanto a la comprensión del texto sagrado. Si hablamos de la hermenéutica, por ejemplo, a un hermano sencillo pero poco estudioso, nos responderá:
"¿Qué necesidad tengo yo de normas para entender la Palabra de Dios? ¿No nos la dio Dios para que la entendiéramos? ¿No dice el apóstol Juan: "la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe" (1 Jn 2:27)?. ¿No dice el profeta Isaías que el camino es tan claro que hasta los insensatos no yerran (Is 35:8)?"
Desde luego, hay algo de verdad en lo que diría tal hermano (y la actitud es conocidísima), pero hay que saber distinguir la verdad del error que encierra su contestación. La interpretación de las citas bíblicas que da es un ejemplo de lo que pasa cuando se quiere entender textos con sentido individualista, sin tomar en cuenta ni el contexto ni el conjunto de las enseñanzas bíblicas. Es una bendita verdad que un alma sencilla que busca la voluntad del Señor por medio de la Palabra la hallará. Hay innumerables casos de personas que se han convertido por la sencilla lectura de la Palabra, sin enseñanza humana. También hemos conocido casos de hermanos que han llegado a una buena comprensión de las doctrinas fundamentales de las Escrituras por una constante meditación en la sola Palabra cuando no han tenido a mano maestros que les orientasen. Ningún alma humilde y deseosa, pues, será defraudada si busca la voluntad de Dios para sí en la Palabra, según el principio de (Jn 7:17): "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios".
Ahora bien, es necesario considerar el reverso de la medalla, pues muchos son los creyentes que sacan ideas erróneas de las Escrituras, y las herejías suelen fundarse precisamente sobre determinados pasajes arrancados de su contexto, y subrayados sin relación con la perspectiva de las enseñanzas de la totalidad de la Biblia. Los propagadores de las terribles herejías de los "Testigos de Jehová" se ufanan precisamente por su conocimiento superior de los Escritos sagrados. Estos hechos han llevado a otros a una posición completamente contraria:
"Es tan difícil interpretar las Escrituras que sólo los teólogos especializados pueden hacerlo."
Los hermanos que se afirman en esta posición señalan las muchas cuestiones eruditas que conciernen al texto de la Biblia, su transmisión a nosotros, su traducción, etc., recordándonos que los eruditos han pasado toda su vida comentando el sentido de pasajes bíblicos y aun así no se ponen de acuerdo entre sí. ¿Qué ha de hacer el lego, pues? ¡Solamente puede engañarse a sí mismo, desviándose por alguna senda particularista, resultado de su ignorancia de las cuestiones a tratar!
Más abajo expondremos algunas de las dificultades que verdaderamente existen en cuanto a la interpretación de las Escrituras. Pero hemos de hacer notar que la posición última que hemos señalado deja fuera de consideración el hecho de que Dios quiere hablar con sus hijos por medio de la Palabra. Sin caer en el error de quien no acepta ayuda, estamos seguros de que puede cumplir su propósito, siempre que sus hijos, por su parte, se acerquen a las Escrituras con deseos de saber su voluntad, y dispuestos a toda diligencia en la búsqueda de sus tesoros. Podemos concretar esta posición media de esta forma:
El creyente diligente y espiritual puede llegar a interpretar correctamente las Escrituras, pero ha de conocer las dificultades y estar dispuesto a emplear los medios que Dios le pone a su alcance.
El hermano que piensa que no necesita ayuda debiera tomar en cuenta un hecho muy sencillo y evidente. Como no existe una lengua universal, Dios escogió el hebreo (con algo de arameo) para expresar lo que quería comunicar en la antigua dispensación, y el griego como medio para dar a conocer las verdades del Nuevo Pacto. Son lenguas antiguas y difíciles, de modo que personas que ya poseen la base de una buena cultura, conjuntamente con el don de idiomas, necesitan años de profundos estudios antes de dominar estas lenguas hasta el punto de poder verter su sentido exacto a las lenguas modernas que conocemos nosotros. Cada vez que un hermano sencillo lee un pasaje de la Palabra en una versión castellana, debe parar con el fin de dar gracias a Dios por los esfuerzos de los hermanos eruditos que han hecho posible que él, sin conocer más que su lengua materna, pueda aprovechar el tesoro de la Palabra divina. De igual forma, debemos muchísimo a quienes se han esforzado por aclarar el fondo histórico y literario de los libros de la Biblia, con el fin de que nosotros, en nuestro día y generación, podamos entender más exactamente su sentido.
Para finalizar esta sección, notemos distintas actitudes de las cuales se ha valido el diablo para impedir que la Palabra divina haga su debido efecto en el corazón, la mente, la vida y el servicio de los hombres: El modernista mutila la Palabra, el tradicionalista añade a la Palabra, el perezoso ignora la Palabra y el ignorante tuerce la Palabra.
En una lección posterior notaremos los postulados del verdadero evangélico al estudiar la Biblia, tan distintos de los del modernista. Solamente diremos aquí que, de una forma o de otra, el modernista (o "teólogo liberal") exalta la comprensión humana por encima del Verbo escrito de Dios, escogiendo ciertas porciones que, según su criterio propio, contienen "valores espirituales y religiosos", y calificando las demás como torpes balbuceos de niños que buscaban caminos parecidos a los de las demás religiones del mundo. Mutila la Palabra, y aun en el caso de moderados, que aparentemente aceptan mucho de lo básico de la fe cristiana, la tendencia es funesta y peligrosa en extremo.
El tradicionalista acepta, como dogma de la fe que la Iglesia adelanta, que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Pero también tiene que hacer caso de la tradición oral, de los dichos de los Padres apostólicos, de las decisiones de los Concilios y de las declaraciones "ex cátedra" del Papa, en el caso de los católicorromanos.
Entre tanta cosa añadida, hay mucho que contradice tanto la letra como el espíritu de la Biblia. En la inmensa y poderosa esfera del catolicismo romano, por ejemplo, la Palabra es escondida bajo la paja de innumerables tradiciones, ritos y costumbres que niegan el valor de la Palabra que teóricamente se acepta.
El perezoso se halla en todas las congregaciones, pero abunda más allí donde se acepta la tesis de que la interpretación de la Biblia se ha de dejar para el teólogo especializado. Escucha un sermón de vez en cuando, pero no medita en su casa, de modo que su alma se halla en estado raquítico, faltándole alimento y vitaminas espirituales.
El ignorante es el que se cree capaz de dar el sentido de cualquier texto por una luz interior, sin querer ser enseñado, interpretando a su antojo las preciosas promesas de la ayuda que el Espíritu dará al alma humilde y diligente. Sus frases predilectas son: "A mí me parece", o "el Señor me ha dicho"; pero de hecho no utiliza el texto más que para colgar en tal "percha" sus propios pensamientos, torciendo lamentablemente el verdadero sentido del pasaje tal como se dio por el siervo inspirado de Dios.
Las lecciones siguientes se dirigen a cristianos que aman la Palabra, que se dan cuenta de su propia incapacidad frente a tanta riqueza divina, pero que, diligentes y anhelantes, desean apreciar lo más exacta y profundamente posible las cosas reveladas que son para nosotros y para nuestros hijos (Dt 29:29).

Ejercicio

Inténtese una explicación de (1 Jn 2:27) a la luz del contexto y de los pasajes siguientes: (2 Ti 3:14-17) (2 Ti 2:2,15) (1 Ti 4:11-16) (Ef 4:10-16) (Hch 8:31) (Hch 18:24-28) (especialmente el versículo 26), notando los medios que utiliza el Espíritu Santo para dar a conocer la verdad divina.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Argentina
  Javier Perez  (Argentina)  (13/08/2021)
Paz a vosotros amados. excelente explicación, la verdad es de mucha ayuda sus comentarios bíblicos, se puede comprender con más claridad las Sagradas Escrituras. Saludos desde Formosa-Argentina.
Argentina
  Javier Perez  (Argentina)  (13/08/2021)
Paz a vosotros amados. excelente explicación, la verdad es de mucha ayuda sus comentarios bíblicos, se puede comprender con más claridad las Sagradas Escrituras. Saludos desde Formosa-Argentina.
Colombia
  Lus Astrid Cruz Torres  (Colombia)  (02/08/2021)
Es de bendición y de mucha ayuda me hace entender mejor las sagradas escrituras
Argentina
  Leonor Sus  (Argentina)  (02/08/2021)
GRACIAS!!! Cuánto bien me hace y cuánto me ayuda a dar lo bueno, lo esencial, lo trascendente!
Gloria a Dios por esta Escuela Bíblica!!👌
Bendiciones a todos!!!🙏🏻😘
Paraguay
  Derlis Olazar  (Paraguay)  (16/07/2021)
Muy buena y concreta explicación sobre la necesidad que tenemos los hermanos de ocuparnos en el estudio de la palabra, profundizando en ella a través de todas la herramientas o recursos disponibles para lograr una interpretación correcta de la verdad. Saludos cordiales, bendiciones.
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