Estudio bíblico: El último viaje - 2 Reyes 8:7-15

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
Resultado:
Votos: 2
Visitas: 4179

El último viaje (2 Reyes 8:7-15)

(2 R 8:7-15) "Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí. Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Tomó, pues, Hazael en su mano un presente de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente. Y el varón de Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios. Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas. Y Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria. Y Hazael se fue, y vino a su señor, el cual le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente sanarás. El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar."
En la última historia se nos narró cómo Eliseo se preocupó de una viuda y su hijo para preservarles del período de hambre que duraría siete años. Ahora encontramos al profeta de camino a Damasco. Allí debía efectuar el mandato que Dios dio a Elías (1 R 19:15-16) de ungir primero a Hazael como rey de Siria y luego a Jehú como rey de Israel.
Elías no pudo cumplir este mandato antes de sus ascensión al cielo, pero había dejado a Eliseo su manto de profeta, y con él también el mandato aún sin cumplir, para que él lo ejecutara muchos años más tarde. Probablemente habían pasado décadas desde entonces, pero Eliseo no había olvidado ni reprimido este mandato tan explosivo y peligroso.
Es el último viaje que nos narra la Biblia de la vida de Eliseo. Y ese viaje le lleva precisamente a Damasco, el centro y la sede del gobierno de los sirios, en aquel entonces bajo Ben-adad, enemigo probado del pueblo de Israel, a quien ya conocimos en los capítulos anteriores.

¿Por quién late nuestro corazón?

Como muchas otras veces durante su vida, hallamos a Eliseo caminando y preocupándose de aquellos que eran débiles y estaban afligidos, de los que no tenían un gran nombre. Contrastando con esto, la Biblia también nos narra encuentros en los que Eliseo se encuentra ante personalidades de alto rango e importancia, como reyes o generales del ejército. Y por encargo de Dios interviene en la política mundial y crea nuevos hechos. Sin embargo, siempre tenemos la impresión de que Eliseo no aspiraba a ser honrado y reconocido por parte de los grandes de este mundo. Su corazón latía especialmente por los bajos y despreciados de la sociedad, preocupándose por su bienestar.
Con ello revela una actitud que más tarde brillaría con mucha más claridad en la vida de nuestro Señor Jesús. Vemos como el Hijo de Dios habla de noche con un importante teólogo de su tiempo, pero un capítulo más adelante vemos como hace un largo viaje para encontrarse durante el calor del día con una mujer despreciada y sola, con un pasado bastante negativo; y nuestro Señor hace ese largo viaje para cambiar la vida de esa mujer. Estos encuentros tan llenos de contrastes los podemos observar en los evangelios hasta las últimas horas de su vida. Por una parte está frente a un político corrupto como Pilato dando testimonio de la verdad, y pocas horas más tarde, durante las horas más vergonzosas de su vida, su atención es para un revolucionario y asesino crucificado a su lado; y a éste se lo llevará consigo al paraíso. También estuvo allí su madre María.
Esta actitud y forma de vida debería reflejarse en todo discípulo de Jesús: humildad, bajeza y un corazón abierto para con los pobres, los necesitados, los solitarios y los despreciados de este mundo, y también de entre el pueblo de Dios.

Cuando la cosa se pone seria

De alguna manera le llevaron al rey de Siria la noticia de que "el varón de Dios" había llegado a Damasco. Seguro que no hizo falta el servicio secreto sirio, porque en todas las historias que hemos visto, Eliseo nunca iba por caminos secretos, sino siempre viajaba con toda franqueza, incluso por tierra enemiga. Dios le había dado un claro cometido y por eso no había lugar en su corazón para el temor a ciertas personas.
En los versículos 7 al 11 Eliseo es referido tres veces como "varón de Dios". Si conocemos el Antiguo Testamento, sabemos que este título es una distinción que pocos hombres de la Biblia recibieron. Expresa virilidad y autoridad. Allí donde Eliseo actuaba en público, la gente le reconocía como enviado por el Dios de Israel. Esa era su identidad y así le apreciaban, honraban, temían y amaban también. ¡Qué testimonio, pues, de boca de un rey pagano y enemigo probado de Israel!
Cuando Ben-adad aún no había enfermado, mandó un fuerte ejército para buscar y capturar a Eliseo (2 R 6:8-14). Ahora, en el lecho de muerte, busca su presencia y ayuda y se denomina a sí mismo: "Tu hijo, Ben-adad" (2 R 8:9). Frente a la muerte se da cuenta de su impotencia. La enfermedad le ha hecho humilde y por eso busca ayuda en aquel que en el pasado había perseguido como enemigo y cuyo nombre significa "Dios es salvación".
Es bastante espeluznante ver cómo comienza el segundo libro de los Reyes, pues allí encontramos al rey de Israel, Ocozías, quien estando en su lecho de muerte envió a sus mensajeros a Baal-zebub, ("dios de las moscas"), un ídolo de los filisteos, para que le dijera si sanaría de su enfermedad o no.
En nuestro capítulo, el rey de siria, un pagano, no va con esta misma angustia a sus propios adivinos, sino al "varón de Dios" de Israel.
Esto ocurre también de tarde en tarde en nuestros días, cuando algunos que durante toda su vida fueron blasfemos, aborreciendo la Biblia, en las últimas horas de su vida, sienten dónde verdaderamente pueden encontrar la verdad. Entonces, de repente, viendo llegar la muerte, piden una Biblia o llaman a una persona conocida como buen creyente fidedigno, buscando ayuda y salvación en Aquel, cuya existencia habían negado.

Insobornable

Hazael, probablemente un oficial de Ben-adad o ministro de alto rango, recibe la orden de ir a Eliseo y preguntarle si sanaría de su enfermedad o no. Para conseguir su favor le dice que le lleve un regalo a Eliseo.
Efectivamente, Hazael le lleva un presente de tal magnitud, que necesita 40 camellos para transportarlo.
¿No estaba informado el rey acerca del estilo de vida del varón de Dios, o había olvidado quizá que su general Naamán había intentado en vano hacer que aceptara buena cantidad de oro, plata y mudas de ropas?
Las riquezas ofrecidas a Eliseo, ¿fueron realmente una tentación para Eliseo, ahora que había envejecido y pasado siete años de hambre en la tierra?
¿Se debilitaría y cedería en la vejez ante el deseo comprensible de tener una jubilación segura con algo de prosperidad en el ocaso de su vida? ¿Se podría mantener firme ante elogios y halagos, después de que el rey se había descrito humildemente a sí mismo como "tu hijo"?

El corazón de un varón de Dios

No, Eliseo sabía que Hazael era el asesino futuro de su rey Ben-adad, y que más tarde, como nuevo rey de Siria, haría atrocidades y actuaría con brutalidad contra Israel. Así que le miró fijamente hasta que éste sintió vergüenza y Eliseo empezó a llorar explicando después su conmoción: "Sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas".
Hamilton Smith comenta así esta escena tan emotiva:
"La respuesta de Eliseo muestra claramente que sus lágrimas no surgieron por la enfermedad del rey, ni por la maldad de Hazael, sino por los sufrimientos que el pueblo de Dios tendría que soportar de mano de Hazael. Eliseo concluye su ministerio público con lágrimas por un pueblo que permaneció indiferente ante todos sus milagros de gracia. Así es un ejemplo de un Señor mucho mayor que él, quien en los últimos días de su ministerio de gracia lloró por la ciudad que había desechado su gracia y despreciado su amor".
¿De qué le hubiese servido a Eliseo esa carga innecesaria de regalos, sabiendo que pronto todo sería destruido por el fuego y que innumerables jóvenes, niños y embarazadas serían asesinados cruelmente?
Tal actitud ante las cosas pasajeras y la abundancia en nuestra vida, debería distinguirnos también a nosotros, para que podamos concluir los últimos circuitos de nuestra vida con la mirada puesta en nuestro Señor y la eternidad, para honra de Dios.

El fin de Ben-adad

La profecía de Eliseo, de que Ben-adad sanaría aunque a pesar de ello iba a morir, muchos por equivocación lo han interpretado como una verdad a medias.
Cierto es que el rey no murió de su enfermedad, sino que sanó de ella. Pero un día después de llegarle esta buena noticia, Hazael asfixió al rey que seguramente aún estaba debilitado; y lo hizo con un paño mojado mientras dormía. No esperó a que llegara el momento fijado por Dios, sino que en su maldad le asesinó de esta manera cruel para tomar él mismo las riendas de la profecía de Eliseo sobre Ben-adad y sobre sí mismo como rey futuro de Siria.
"El ministro principal se convierte en asesino y el asesino en usurpador del trono. Aquel hombre que llegó al trono mediante el asesinato, no dudará en defender ese trono con violencia y crueldad. Tal y como lo había visto Eliseo de antemano, Hazael llevaría fuego y espada al pueblo de Dios."
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO