Estudio bíblico: La presencia de Dios prometida - Exodo 33:1-23

Serie:   El libro de Éxodo   

Autor: Ernestro Trenchard y Antonio Ruiz
Email: antonio_ruiz_gil@hotmail.com
España
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La presencia de Dios prometida (Exodo 33:1-23)

Consideraciones generales

Es evidente la relación de este capítulo con el precedente. Más difícil, en cambio, parece ser la ilación de pensamiento. Probablemente lo mejor sería vincularlo con (Ex 32:34), aunque algunos expositores lo hacen depender de la oración que hallamos en (Ex 32:7-14), que, a nuestro juicio, es una referencia más lejana. Aparentemente Jehová sigue hablando a Moisés para explicarle las nuevas condiciones de la marcha a Canaán; si fuese así, el pensamiento fluye de forma natural.
Lo más importante del capítulo 33 es el tema de la presencia de Dios en medio de su pueblo; nos arriesgamos a decir que todo gira alrededor de este tema, que dicho sea de paso, es fundamental en todo el libro. Antes de pasar a examinar su contenido hemos de hacernos dos preguntas: ¿cómo puede ser experimentada la presencia divina una vez dejado Sinaí? ¿Cómo puede experimentar la presencia divina un pueblo "duro de cerviz"? Lo último nos parece más fundamental. Sintetizando los diversos movimientos del argumento hacia la plena restauración nos encontramos con lo siguiente: 1) la propuesta de destruir al pueblo. Jehová "cede" ante la ardiente intercesión de Moisés (Ex 32:7-14). 2) El mandato de partir (Ex 32:34) pero en condiciones precarias (Ex 33:1-3). 3) La intercesión en el tabernáculo de reunión (Ex 33:7-11), y en el monte (Ex 33:12-23), que decidió plenamente la cuestión.
Es obvia la intención de educar al pueblo al mismo tiempo que moldear a Moisés como mediador indiscutible y único del viejo pacto mediante una fuerte disciplina.

La presencia perdida (Ex 33:1-6)

1. El contenido de la noticia (Ex 33:1-3)
Nueva comisión (Ex 33:1): "Anda, sube de aquí...". Dos cosas llaman la atención de este mandato recibido por Moisés. En primer lugar tiene que ver con "el pueblo que sacaste de Egipto", claro indicio del desagrado divino ante la transgresión cometida sin que hasta el presente hayan habido muestras visibles de arrepentimiento; en segundo lugar la comisión se relaciona con "la tierra de la cual juré diciendo: A tu descendencia la daré", que muestra la continuidad de las promesas de gracia dadas a los "padres". El pueblo avanza a impulsos de la fidelidad divina.
Nuevas condiciones (Ex 33:2-3). "Yo no subiré en medio de ti", expresa la idea principal con lenguaje antropomórfico. De forma gráfica se describe a Jehová andando con su pueblo haciendo sentir así su presencia No subir con el pueblo tendría dos resultados: primero dejarían de ver las señales de gracia, guía y protección; segundo, no serían consumidos, ya que implícito está el pensamiento que Dios no vería la infidelidad evitándose de esta forma la destrucción. Vuelve a ser enfatizada tanto la santidad como la misericordia divina.
Pero Israel no iría solo, la oferta se concreta en dos palabras: "enviaré" y "echaré". Moisés había de enfrentar una nueva prueba que consistía en una contestación indirecta de las promesas divinas. Si anteriormente no había aceptado una nación nueva, salida de sus lomos, tampoco ahora había de conformarse con menos que con el Dios de toda gracia. Hay diversas opiniones en cuanto a la identidad del "ángel" que sería enviado, aunque la interpretación va en dos direcciones: 1) los que identifican a este ángel con el "Ángel de Jehová" (ver VM) del cual hemos hablado al exponer (Ex 23:20). 2) Los que entienden que es un enviado angélico (minúscula en RV-60) que les había de guiar hasta Canaán, en quien verían tanto el cuidado como la ausencia divinas. Pensamos que (aunque ha sido sugerida también una referencia a Josué), hemos de entenderlo del "Ángel de Jehová" aunque de forma vaga; Moisés mismo comprenderá después mucho más de las relaciones de Dios con los hombres y la verdadera naturaleza de Jehová (ver más adelante el comentario sobre los versículos 12 al 23).
2. El efecto de la noticia (Ex 33:4-6)
Un expositor, cuyo nombre no recordamos, ha dicho que aquí, "se toca lo finito y lo infinito, la mente mutable del hombre y la inmutable de Dios". Jehová actúa con aparente lentitud pero con el más firme propósito de producir en Israel conocimiento de pecado y arrepentimiento genuino. Hasta donde podemos juzgarlo, la respuesta de la nación fue humilde ante la perspectiva, nada halagüeña por cierto, de perder la presencia divina. En lo que sigue palpamos la sabiduría con la que el Señor trata a su pueblo, repitiendo primero la amenaza de destruirles a causa de su obstinación, caso de ir con ellos, y después dándoles un resquicio de perdón al decirles: "para que yo sepa lo que te he de hacer", en otras palabras, decidiré lo que haré cuando vea como respondéis (versículo 5). En vista de la reacción positiva del pueblo (versículo 4) trata de incentivar la humillación incipiente para transformarla en arrepentimiento genuino, condición indispensable para conseguir la remisión. ¡Nadie como el Señor anhelaba perdonar a la nación!
"Se despojaron de sus atavíos" (mismo verbo que en Ex 3:22), es el síntoma externo de la actitud contrita del corazón. No debería extrañarnos la condición puesta por Dios, ya que tales atavíos habían sido ocasión de pecado y tuvieron su parte en la adoración del becerro. Despojarse de ellos tenía gran significado mirando a la ofensa hecha al Señor y la renuncia necesaria a repetir el mismo pecado en lo sucesivo. Acorde con esto, "se despojaron... desde el monte Horeb", dicho de otra forma, asumieron la actitud conformada a un espíritu compungido desde ese momento. De hecho, los bienes habían de ser más tarde canalizados para el servicio del Señor (Ex 35:22), pero para ello era preciso la vuelta del corazón, sede de todo cuanto contamina al hombre.

Separación de la presencia de Dios (Ex 33:7-11)

1. La identidad de la "tienda"
Creemos necesario hacer este apartado en vista de las teorías sobre el tema. Estas hipótesis son enunciadas unas veces partiendo del vocabulario empleado (véase comentario sobre el capítulo 25), otras como mera especulación. La estructura gramatical, construida con verbos en tiempo imperfecto, ha dado lugar también a elucubraciones que no sólo han discutido la identidad de la "tienda" sino que han llegado a cuestionar la colocación de los versículos 7-11 en este contexto. ¿Es quizá esta tienda el tabernáculo ya construido, y los versículos 7-11 nos dan noticia de algo posterior que fue insertado aquí? ¿Se trata de alguna morada temporal de Jehová perteneciente a los antepasados de Israel y traída desde Egipto? ¿Es acaso el lugar donde moraba un arca anterior a la que había de ser construida? ¿O, en fin, se construyó un arca con los ornamentos citados en el versículo 6, haciéndose necesario una tienda para contenerla?
Por nuestra parte pensamos que hemos de respetar el texto y no desquiciarlo si no hay motivo alguno para ello; al hacerlo así, llegamos a las conclusiones siguientes:
1. Los versículos 7-11 siguen de forma natural al contexto anterior. Los verbos imperfectos nos hablan de acciones acostumbradas o repetidas que comenzaron en ese momento y fueron mantenidas por un tiempo indefinido, quizá hasta la construcción del tabernáculo previsto o el inicio de su construcción; mientras tanto se daba el tiempo necesario para la renovación del pacto. No es necesario, por tanto, aplicarlo a una supuesta costumbre de Moisés siempre que era levantado el campamento. Además, todo esto encaja perfectamente con la narración que continúa en el versículo 12.
2. Sin duda hemos de respetar la secuencia de acontecimientos referidos que ya hemos explicado anteriormente. Cuando hacemos esto nos hallamos en un momento crítico en el cual la nación había de aprender la gravedad que suponía la separación entre Dios y el pueblo. Es, de hecho, un paso adelante en el argumento hacia la renovación del pacto. Por tanto, el tabernáculo, que fue mandado construir en los capítulos 25-31, no debe ser identificado, ni en su totalidad ni en parte, con la tienda mencionada aquí.
3. Se trata de una tienda colocada por Moisés después de los sucesos descritos en los versículos 1-6. Si asumimos la traducción de la Peshitta y de la LXX que leen "su tienda" (citado de Gispen), se haría aún más clara la vinculación con el contexto y la identidad entre esta tienda y la utilizada por Moisés para su ministerio oficial con el pueblo; tal vez la misma que conoció Jetro (Ex 18:7,13). Concluimos, pues, quedándonos con lo que nos parece más adecuado al contexto, tanto inmediato como lejano, lo que menos nos obliga a conjeturar mientras parece lo más sencillo y probable, y, sobre todo, lo que a nuestro juicio trata con mayor reverencia la revelación divina.
2. El significado de la "tienda"
Simboliza la pérdida de identidad del pueblo. Los templos paganos eran levantados a cierta distancia de las ciudades, y es posible que la "tienda" haya sido removida para mostrar hasta qué punto ha perdido su peculiaridad como pueblo al asociarse con los paganos en la desobediencia idolátrica del becerro de oro.
Llega a ser una oración visible. "Lo levantó" tiene el matiz de levantar "para sí mismo"; este hecho pone de manifiesto hasta qué punto Moisés tomó en serio las advertencias e instrucciones del Señor (versículos 1, 3, 5) y se propuso buscar el remedio. El pueblo había de entender plenamente lo que implicaba la separación de la presencia divina, siendo preciso despertar en ellos un anhelo profundo de renovación. La descripción que encontramos en el versículo 8 sobre el comportamiento del pueblo nos asegura de la ansiedad por saber el adelanto o retroceso en las "conversaciones" que tenían lugar en la tienda. Moisés por su parte tenía el arrepentimiento del pueblo (versículos 6) como baza importante que presentar a Jehová a fin de atraer su misericordia por la nación.
Era tabernáculo "de reunión" (Ex 33:7). Se le llama de reunión porque estaba destinado a ser lugar de encuentro. Pero al designarlo del mismo modo que el que había de ser construido (Ex 29:42-46) percibimos algo del contenido de la oración. En efecto, le han sido mostrados unos "planos" en el monte, figura de cosas celestiales, cuyos puntos focales son el trono y los sacrificios, todo ello tendente a abrir un camino a la presencia divina y a hacer permanente la morada del Dios de Israel en medio de la nación. No vamos de nuevo a volver al significado ya explicado en capítulos anteriores, pero recordemos que es sobre la base de la sangre que se hace posible la reconciliación y consiguiente comunión entre Jehová y el hombre pecador. A través de todo lo que contempló en el monte, Moisés había conocido en mayor medida el carácter y los propósitos divinos, y esto lo reclama de dos maneras. 1) levantando una "tienda de reunión" con el fin de recordar al Señor sus instrucciones sobre el tabernáculo, con todo el significado de gracia asociado a la propiciación provista en los sacrificios. 2) Mediante oración intercesora propia del gran mediador que era, cuya intensidad alcanza su momento álgido en los versículos 12 al 33, pasaje que explicaremos en su lugar.
3. La función de la "tienda"
Es el lugar escogido por Dios para comunicar su voluntad. Aunque fuera ocasionalmente, la "columna de nube" (versículo 9) "descendía", lo que probaba que Moisés no había dejado su comunión con Dios y podía seguir "gestionando" la solución del difícil e inacabado contencioso. No deja de llamar la atención la comparación entre el tabernáculo de reunión y las tiendas de los israelitas (versículo 10), cuyas puertas eran el lugar donde adoraban; debió ser un alivio saber que la separación era mitigada por la presencia, aunque esporádica de Jehová. Por otro lado, el versículo 7 nos informa que cada miembro del pueblo tenía la posibilidad de ponerse en contacto con Dios, a través de Moisés, buscar solución a sus necesidades y hallar respuesta.
Dio ocasión de discipulado (Ex 33:11). No sabemos exactamente el papel que Josué jugó en esos momentos, aunque suponemos que no dejó de estar al servicio de Moisés; en cualquier caso, no estuvo presente en el incidente del becerro, y todo nos lleva a pensar que repudió tal pecado. Por tanto, no tenía dificultad para acercarse a Jehová. Pero lo que queremos destacar es este otro eslabón en la preparación del sucesor de Moisés al frente del pueblo; no dudamos que todo lo sucedido debió dejar una huella muy profunda en Josué.
Sirvió como escenario de la inefable cercanía entre Moisés y Jehová (Ex 33:11). "Cara a cara" (Dt 5:4) (Dt 34:10), es una expresión excelente para definir el grado de comunión alcanzado en la oración. Sin duda, se debe a la condescendencia divina no hablarle desde el cielo sino de forma personal, "boca a boca" (Nm 12:6-8), como hablan dos amigos, con la mayor confianza. El gran título de Moisés sería el de "siervo de Jehová" (Dt 34:5), comenzando así un proceso de revelación que culminaría en Isaías 53 con el Mesías como antitipo. Con todo, el siervo no queda excluido del "consejo" de Jehová, anticipando de esta forma una situación propia del Nuevo Testamento: "os he llamado amigos" (Jn 15:15).

La presencia de Dios asegurada (Ex 33:12-23)

Nos encontramos ante uno de los pasajes más bellos, exquisitos y enriquecedores de todo el Antiguo Testamento. Enlaza perfectamente con lo anterior e ilustra a la perfección el hablar "cara a cara" que acabamos de comentar y que será la fuerza motriz de lo que sigue. Somos introducidos al diálogo entre dos amigos, sin detrimento o merma de la soberanía divina, y hechos espectadores de excepción de una oración sin igual que alcanza la meta buscada. Tanto Moisés como Jehová van desvelando paulatinamente su voluntad hasta llegar a una prueba magnífica de la condescendencia divina junto con la contestación esperada a la oración. En todo el proceso percibimos la sabiduría divina al tratar con su siervo.
El tema de la "presencia" es coherente con todo el capítulo. La presencia fue negada al Israel rebelde, pero no a Moisés ni a Josué. El gran siervo de Dios ha de "gestionar" que se supla tan lamentable pérdida; vuelca su corazón buscando resolver no sólo el contencioso entre Dios y el pueblo, sino su propio lugar como mediador; un mediador ciertamente necesitado de aliento en medio de la situación creada.
1. Oración buscando la presencia (Ex 33:12-17)
La petición formulada (Ex 33:12-13)
1. La perplejidad de Moisés (versículo 12). Moisés ha llegado al punto cuando le es preciso recibir contestaciones concretas de parte del Señor. No ha olvidado su llamamiento de sacar al pueblo de Egipto y llevarlo a Canaán (capítulos 3-4), no ha dejado de pensar en cómo cumplir la misión encomendada, y la palabra "mira" trata de llamar fuertemente la atención divina a la situación aparentemente inviable. La nación se ha despojado de sus atavíos, la "tienda" había sido retirada, el pueblo no había dejado de mostrar reverencia ante la manifestación intermitente de la "nube" de la presencia. ¿Por qué, entonces, continuar sin conocer el propósito divino en cuanto ha de surgir? Por otra parte, Jehová habló de enviar su "Ángel" (Ex 32:34) (Ex 33:1-3) con el fin de guiarles a la tierra, pero, ¿quién es aquel "a quien enviarás conmigo"? Algunos expositores han supuesto que como ocurrió en (Nm 27:16) estaba buscando un ayudante en el camino a la tierra prometida, siendo la contestación específica la designación de Josué como futuro guía al frente de la nación. Por nuestra parte creemos que Moisés está pensando más bien en el "Ángel", su "categoría" y su verdadera relación con Dios y con él mismo. Conocer esto le sería de gran consuelo.
La oración que elevó muestra una vez más la solidaridad profunda con su pueblo hasta el punto de asociar el favor de Dios hacia él con las bendiciones que alcanzarán a Israel. Este hecho, no sólo está en la esencia misma de la mediación, sino que, además, revela la conducta consecuente de Moisés con su posición y labor.
2. La apelación de Moisés (versículos 12 al 13). "Tu camino" es el meollo de lo que trata de conocer, ¿pero a qué se refiere al hablar de este "camino"? Es muy posible que aluda a los planes que Dios tenía para Israel. Desearía conocer el programa y las intenciones divinas que seguirían en el avance a Canaán. Pero esto incluye conocer la base sobre la que descansan los tratos de Dios con Israel, pensamiento que irá ganando terreno en la mente de Moisés. La situación de Sinaí no es un hecho aislado; el pueblo es "duro de cerviz"; pueden reincidir situaciones semejantes, y si este fuera el caso, ¿qué hacer? ¿Volverá a repetirse el drama actual o hay otro fundamento más firme sobre el que asentar la salvación con certidumbre? De ahí la finalidad de la petición anterior: "para que te conozca", en tu carácter y propósitos porque el "Ángel" y "el camino" te pertenecen, por eso el tiempo presente: "halle gracia a tus ojos". En otras palabras, a Moisés no le interesa solventar una situación aislada sino resolver para siempre la relación entre Jehová y la nación. A fin de resolver esta petición pone ante el Señor tres cosas:
a) "Tú dices: Yo te he conocido por tu nombre" (versículo 12). Este conocimiento tiene que ver tanto con la elección de su persona como con la intimidad que gozó. Por consiguiente, espera tanto la información como la capacitación necesarias para llevar a cabo la voluntad de quien le llamó.
b) "Y has hallado también gracia en mis ojos" (versículo 12). No sabemos cuándo Dios le había dicho esto, aunque podemos pensar en la respuesta a la primera oración, pero por el contexto es evidente que ocurrió (versículo 17). Moisés ha oído la propuesta divina de consumir a Israel y levantar otro pueblo (Ex 32:10), que no había de ser raído de su libro (Ex 32:33-34); ha sido introducido a una comunión sin precedentes (Ex 33:11). Por lo tanto, pide que este hallar gracia se haga realidad en la resolución del problema que enfrenta.
c) "Y mira que esta gente es pueblo tuyo" (versículo 13). Tú has hablado del pueblo que saqué de Egipto, pero la verdad (que va más allá de mis posibilidades), es que TÚ los has redimido y son TU pueblo, tú eres el Dios que hiciste pacto con ellos, por tanto no mires sólo tu favor hacia mí sino como Señor de Israel mira tu amor hacia ellos. ¿Cómo podría llevarles Moisés sin la presencia de quien los sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido? ¿Quién les redimió iba a dejarles ahora entregados a sus pobres fuerzas? No; Jehová ha de recibirles como pueblo propio y esto implica ser su Dios.
La petición contestada (Ex 33:14-17). Las palabras que encontramos en el versículo 14 han sido entendidas de dos maneras:
1. Leyendo en forma de pregunta (Keil), para evitar que el versículo 17 venga a ser una redundancia con este: "¿Mi presencia ira contigo y te dará descanso?" Jehová habría escuchado todo lo anterior, y desearía que Moisés hiciera una petición clara y firme, a lo que este responde (versículos 15-16), hallando la contestación en el versículo 17.
2. Aceptando el texto como una afirmación. Sería una promesa específica y personal para Moisés. Sin embargo, este no sólo ha mencionado (como ya hemos notado), el haber hallado gracia en sus ojos, sino también ha deducido de aquí la petición de que Jehová tome a Israel como a su pueblo y sea su Dios. El siervo del Señor acepta la promesa pensando que es mejor Sinaí que Canaán, si allí ha de faltar la presencia de Dios y en tanto implique su extensión hacia la nación. De ahí que "conmigo" (versículo 15) debe enlazarse con "yo y tu pueblo ... que tú andes con nosotros". De esta forma, la contestación que encontramos en el versículo 17: "También haré esto que has dicho", añade a la seguridad de la presencia la certeza de recibirles de nuevo como pueblo peculiar (sin lo cual no podría morar en su medio), y tratarlos así en el futuro.
Podría ser entendido el versículo 14 también como contestación completa en sí misma, siendo los versículos 15 y 16 otro intento de Moisés de asegurar la promesa que acababa de escuchar. Pero, a nuestro juicio, esto haría más difícil la interpretación del versículo 17.
En cualquier caso, la contestación depende enteramente de Dios. Aún cuando es verdad que podemos aprender mucho de las oraciones ejemplares de Moisés, en el último análisis toda la gloria pertenece al Señor.
La "presencia" de Jehová (Ex 33:14-17). La palabra "presencia", o más literalmente el "rostro", lo hallamos tres veces en estos versículos, ya que en el versículo 16 la frase "que tú andes con nosotros" incluye la palabra "rostro" (podríamos leer también "que venga tu rostro con nosotros"), y se refiere a la presencia personal de Jehová. ¿Qué significa entonces esta expresión? El "rostro de Jehová" es una manifestación del Dios trascendente (como lo es su nombre, gloria o Ángel) mediante la cual percibimos la presencia divina. Esta manifestación relacionada con el arca como "trono de misericordia" había de guiar al pueblo por el desierto.
Es evidente que en el rostro de una persona es posible leer los más variados sentimientos. En castellano hablamos de la cara como del "espejo del alma"; de igual manera, en sentido bíblico, el rostro es una metáfora que expresa toda una gama de sentimientos y actitudes asociadas con la persona misma de Dios. Una ilustración la hallamos en el encuentro entre Jacob y Esaú. El primero de ellos tiene motivos para temer a su hermano a causa de sus engaños pasados; pasa la noche orando a Dios recibiendo en contestación la bendición especificada (aunque no la única) en (Gn 33:10). Vio el rostro de Esaú "como el rostro de Dios". Jacob podía leer en el rostro de su hermano el perdón por el pasado y su predisposición de gracia para el futuro.
De igual manera, en el rostro de Dios vemos a éste en su amor o en su ira, si bien lo último es mejor expresado por ocultar el rostro, no ser favorable o tomar una actitud de juicio. El rostro vuelto hacia el pueblo habla de instauración de relaciones de gracia, de presencia sin restricción. Supone grandes bendiciones para la nación. En el (Sal 17:15) hallamos la expresión "ver su rostro en justicia", con la que el salmista revela la experiencia de misericordia en íntima comunión con Dios para consuelo en medio de perplejidades y sufrimientos. Es, desde luego, una figura muy común en los Salmos, donde los piadosos miran al arca o al templo buscando el rostro como aquello que resume los más profundos anhelos espirituales; es la búsqueda de la gracia concedida desde el lugar de la presencia del Señor. Así pues Moisés pide una comunión renovada sobre la base del perdón, una vez concedido éste, que resulte en la manifestación de la presencia divina en gracia, no en juicio, y la identificación divina con Israel como pueblo peculiar. Habría "descanso", lo cual mira sobre todo a Canaán (Dt 3:20) (Dt 12:10) (Jos 22:4), de forma que se cumpliría la misión de sacar al pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida. Pero para ello era necesaria la "presencia" divina, la cual es idéntica que "el ángel de su faz" (Is 63:9) y el "Ángel" (Ex 23:20-23) (Ex 32:34) (Ex 33:2).
2. Oración buscando la "gloria" (Ex 33:18-23)
La naturaleza de su petición (Ex 33:18). Casi nos es posible "ver" el ruego apasionado en esta pequeña frase: "que me muestres tu gloria".
Esta es sin duda la cumbre de experiencia en la oración que prevalece. Moisés acaba de escuchar la promesa de acompañarles, lo que implica el reconocimiento de Israel como pueblo peculiar. Al cruzar la sima entre la apostasía y el perdón, con todas las bendiciones resultantes de gracia, comienza a entender el "camino" del Señor. Pero, ¿cómo conjugar algo que parece tan diferente entre sí como es la verdad y el amor, la justicia y la paz? (Sal 85:10-11). ¿Acaso no tendrá esto que ver con el ser esencial de Dios? ¿Por qué entonces no pedir que Jehová manifieste su gloria?
Moisés ha visto muchas cosas sublimes a lo largo de unos pocos meses. Ha hablado con Dios cara a cara, y la gloria de Dios ha aparecido ante los ancianos y el pueblo de Israel; pero esto fue bajo el velo de la nube (Ex 16:7,10), o la columna de fuego, o como "embaldosado de zafiro" (Ex 24:10,11,16,17). El mismo Moisés, a pesar de sus grandes privilegios, sólo vio una similitud de Jehová (Nm 12:8). Ahora desea ver su gloria, sin figura ni velo. Esto no es posible (versículo 20), y hemos de esperar aún muchos siglos antes de ver la plena revelación de Dios en su Hijo encarnado (Jn 1:14,18) (Jn 14:9).
Sin embargo, no fue una oración nacida de la curiosidad sino de impulsos de un anhelo creciente e imparable de conocer a Dios y fundamentar su obra de mediador plenamente. Como heraldo que era de las revelaciones de salvación había de preparar el camino para el Mediador sin igual, más que siervo Hijo sobre su casa. No había de quedar ningún matiz que perturbara el compañerismo con Dios en el ejercicio de su tarea, y siempre quedaba la necesidad de afirmarse en la firme "roca" del ser divino en futuros tropiezos del pueblo. Jehová le da respuesta, aunque de manera atenuada, considerando las mismas limitaciones de Moisés.
La respuesta a la oración (Ex 33:19-23)
1. "Y le respondió" (versículo 19). La respuesta, que incluye la posterior revelación de la "gloria" tiene como causa única la misericordia, aunque no esté ausente el principio dado en el Nuevo Testamento e ilustrado en muchas partes de las Escrituras, por el cual "al que tiene se le dará". La promesa fundamental la encontramos en las palabras "y proclamaré el nombre de Jehová", proclamación que más tarde veremos (Ex 34:5-7), y comentaremos con detalle en su lugar.
La naturaleza divina es definida como "todo mi ser", vinculado a esto con la gloria que encontramos en el versículo 22. La palabra "bien" significa habitualmente hermosura, belleza de apariencia (Os 10:11) (Zac 9:17), o define la bondad del Señor mostrada al otorgar buenas cosas (Neh 9:25) o salvación a su pueblo (Is 63:7) (Sal 25:7) (Sal 145:7). Aquí se describe en términos de misericordia, cuyo objeto es el Israel pecador. Jehová es el Creador, fundamento y garante del pacto, Dios fiel que cumple sus promesas de gracia; si el caso fuese otro la nación estaría perdida irremediablemente.
"Tendré misericordia", dice Hyatt, "es una frase idiomática hebrea usada cuando no se desea ser más específico, o el escrito no puede ser más explícito (Ex 3:14) (Ex 4:13) (Ex 16:23) (1 S 23:13) (2 S 15:20) (2 R 8:1)". Son palabras que han causado no pocos trastornos a los exégetas, y hemos de evitar introducir algún elemento supuesto de arbitrariedad en la forma de actuar de Dios. De este pasaje hace eco Pablo en un contexto donde enfrenta los argumentos de personas obstinadas, refractarias a la soberanía divina; su propósito allí es derribar toda pretensión humana al participar en la salvación gratuita traída por el Mesías. "El Nombre de Jehová, que equivale a su Ser en operación, que siempre será operación de gracia a no ser que la contumacia de los rebeldes exija la aplicación de los principios de juicio" (Trenchard, Epístola a los Romanos). Personas sumisas como Moisés sólo verían la inefable gracia que brota del ser de Dios cuyo fundamento es la cruz. El contexto mismo muestra que donde halla arrepentimiento genuino no hay limitación de la misericordia divina.
2. "Dijo más" (versículo 20). Como ya vimos al examinar los versículos 14 al 17, el "rostro de Dios" designa la presencia personal de Jehová, refiriéndose asimismo a lo que revela de su persona invisible cuando entra en relación con los hombres. Moisés mismo habló cara a cara con el Señor, siendo uno de los piadosos que buscaban "su rostro", en vista que Dios mismo se había dado a conocer. Pero sigue siendo verdad que el hombre no puede ver a Dios en su ser esencial con los ojos de la carne, enseñanza que se reitera en muchos otros pasajes (Gn 32:30) (Dt 4:33) (Dt 5:24-26) (Is 6:5) (Jue 6:22) (Jue 13:22). Su infinito poder, sabiduría, santidad y perfecciones contrastan de manera absoluta con la limitación, y más aún con la pecaminosidad de la criatura humana. Habrá de llegar el momento anunciado en (1 Jn 3:2) para que se haga posible una relación más inmediata, y aun entonces, siempre será verdad que la perfecta gloria de Dios que iluminará la ciudad celestial nos llegará a través del Cordero quien es la "lumbrera" de la Nueva Jerusalén.
Estas palabras, que parecieran una especie de paréntesis en este pasaje, son no obstante enfáticas y esenciales en el contexto.
3. "Y dijo aún Jehová" (versículos 21-23). La mención de "un lugar junto a mí", no debería servir de base para especulaciones en cuanto al lugar exacto donde ocurrió la teofanía. De igual manera, "la hendidura de la peña" ha servido para comparar el paralelo con (1 R 19:9-13) y enumerar las semejanzas, que sin embargo no pasan de ser formales, introduciéndonos por contra en una exégesis de "curiosidades" si no pintoresca. En cuanto al lugar nos basta con saber que fue en la cumbre del Sinaí (Ex 32:2), y en lo referente a la relación entre Moisés y Elías habremos de encontrarla más bien dentro de las amplias perspectivas de su misión y caracteres respectivos que en los detalles y semejanzas externos.
En cuanto a la teofanía notamos dos detalles significativos. Uno es la frase "te cubriré con mi mano" (versículo 22), mediante lo cual Jehová cubriría y a la vez protegería a Moisés quien era una criatura limitada y pecaminosa. Sin esta prevención podría haber sido destruido. El otro detalle es el alto grado antropomórfico de las expresiones utilizadas con el fin de adecuar las realidades y los hechos divinos al lenguaje humano. "Espaldas", citamos de Hyatt, es un vocablo utilizado de: a) La parte posterior del tabernáculo (Ex 26:12), b) la parte escondida del lavacro de bronce en el templo (1 R 7:25), c) las espaldas de los que adoran en el templo en la visión de Ezequiel (Ez 8:16), y d) aquí, sin duda, una expresión figurada como lo es la "mano" o el "rostro".
En contraste con "rostro" (versículo 20) puede hacer alusión al reflejo de la gloria de Dios. Algunos lo aplican a las obras, palabras y manifestaciones de Jehová al pueblo, aunque es dudoso que haya de ser restringido a las consecuencias de la actividad divina. Ciertamente, la naturaleza esencial del Señor queda escondida del conocimiento humano (Jn 1:18) (Jn 6:46) (1 Ti 1:17) (1 Jn 4:12), pero "rostro" y "espalda" son sustancialmente idénticos, y, a nuestro juicio, sólo se diferencian en cuanto a grado de revelación. Algún expositor ha adelantado la teoría que Jehová se reveló en forma humana, y que la visión fue a modo de profecía de la encarnación de la Palabra, en cuyo caso, rostro y espalda podríamos entenderlos literalmente. Según pensamos lo que percibió Moisés no estuvo lejos de eso, pero mejor entenderlo como metáfora. Si se nos permite una definición diríamos que se trata de la estela de la revelación (fruto de su ser en operación) que Dios deja al pasar con su obrar en la historia, y, que en sustancia, manifiesta el carácter que es propio del Verbo encarnado y que se muestra en tonos sublimes en la gloria armónica de la cruz (Sal 85:10-13).
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