Estudio bíblico de Efesios 1:15-23

Efesios 1:15-23

Hoy llegaremos al final de este capítulo 1 de Efesios. Después de una introducción, hemos visto, en primer lugar, como Dios el Padre planeó la iglesia (vv. 3 al 6). En segundo lugar, vimos como Dios el Hijo pagó el precio por la iglesia derramando Su sangre en la cruz, por lo cual al creer en Él fuimos redimidos (vv. 7 al 12). En tercer lugar, destacamos que Dios el Espíritu Santo protege a la iglesia (vv. 13 y 14). La última parte de este capítulo incluye la oración del apóstol Pablo, pidiendo conocimiento y poder para los creyentes. Esta sección se extiende desde los versículos 15 al 23.

En el día de hoy, las circunstancias que nos impulsan a orar son las dificultades, las enfermedades, los problemas, o una crisis de una determinada iglesia. Y es triste que nuestra oración tenga que estar motivada por causas negativas. Pero en el caso del apóstol Pablo, lo que le impulsaba a orar a él, eran las cosas positivas. En nuestro caso, la oración a Dios está motivada por el deseo de tener ciertas cosas y de esa manera, se convierte en una lista de pedidos. ¿Por qué no le expresamos nuestro agradecimiento con mayor frecuencia?

Éste fue el impulso que sintió el apóstol Pablo cuando recibió las noticias e informes de la iglesia en Éfeso. Y dijo, "no ceso de dar gracias por vosotros". Resulta interesante que no pensamos con demasiada frecuencia en Pablo como un destacado hombre de oración. Le colocamos en el primer lugar de la lista como un gran misionero de la cruz. No nos imaginamos un mejor ejemplo de apostolado que el del apóstol Pablo. Si tuviéramos que preparar una lista de los 10 mejores predicadores de la iglesia, con toda seguridad le colocaríamos en el primer lugar. Pablo también fue uno de los mejores maestros de las Sagradas Escrituras. El Señor Jesús fue, por supuesto el mejor maestro: Recordemos lo que dijeron los guardias en su informe a los principales sacerdotes y fariseos sobre Jesús, palabras registradas en Juan 7:46: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! Y el apóstol Pablo continuó con esa tradición. Y también fue un ejemplo como un buen pastor. De acuerdo con el relato de Lucas en los Hechos 20, Pablo lloró al despedirse de los creyentes en Éfeso. El les amaba profundamente y ellos a él.

Siempre solemos evaluar el nivel de vida espiritual de una iglesia por la manera en que sus miembros aman a su pastor, o a sus líderes, siempre y cuando éstos sean fieles a la Palabra de Dios. La iglesia en Éfeso no solo amaba al apóstol Pablo, sino que también amaban a la Palabra de Dios.

Como hemos dicho, siempre que pensamos en alguien que se destacara en un área del servicio cristiano en la iglesia primitiva, el nombre de Pablo ocupa el primer lugar. ¿Por qué no colocarle también en un lugar de honor como representativo de un gran hombre de oración? Consideramos a Moisés como un gran intercesor en oración en la cima del monte. Recordamos al rey David con sus salmos y la confesión de su grave pecado. Pensamos en el profeta Elías, que se puso en pie él solo frente a un altar empapado con agua en el Monte Carmelo, y ante cuya oración descendió fuego del cielo. Y después recordamos al profeta Daniel que abría su ventana orientada hacia Jerusalén y oraba, aunque vivía en una tierra hostil gobernada por un poder enemigo. Y el Señor Jesucristo fue el Hombre de oración, hasta tal punto que uno de Sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos a orar". (Lucas 11.1).

¿No sabía usted que Pablo fue un gran hombre de oración? Si hiciéramos una lista de citas Bíblicas de las veces en que Pablo dijo que estaba orando por alguien, nos sorprendería comprobar la extensa lista de oración que tenía el apóstol. Él oró por mucha gente. Fue un gran hombre de oración.

En esta epístola hay dos de las oraciones de Pablo. Estas oraciones revelan la preocupación de Pablo como un hijo de Dios por otros creyentes. Una de las razones para evaluar si una persona es un hijo de Dios es su vida de oración. ¿Qué nivel de dependencia de Dios siente esa persona? Si ella tiene una necesidad personal, se dirigirá a Dios en oración. Y también acudirá a Dios en intercesión por otros. Recordemos, según el relato de los Hechos 9:11, cuando Ananías, en la ciudad de Damasco, se inquietó cuando el ángel le dijo que se acercara a Saulo de Tarso. Él puso objeciones porque Saulo era el hombre que perseguía a la iglesia. Pero entonces el ángel le dijo que Saulo estaba orando. Ésa fue una indicación a Ananías de que algo le había sucedido a Saulo de Tarso, a quién luego conoceríamos como el apóstol Pablo.

En el versículo 16 de este capítulo 1 de Efesios, Pablo dijo que no cesaba de dar gracias a Dios por ellos. Ellos estaban en su lista de oración y suponemos que todas las iglesias estaban incluidas en dicha lista.

Continuó diciendo haciendo mención de vosotros en mis oraciones. Seguramente mencionó a los Efesios por sus nombres. El mencionar nombres concretos en nuestras oraciones es un ejemplo a imitar.

Ya hemos mencionado que el motivo de la oración de Pablo eran buenas noticias. Ahora veremos que no oró por cosas materiales sino por bendiciones espirituales. Éstas son las bendiciones de primera importancia. Vamos a comenzar nuestra lectura de hoy por el versículo 16, que no puede separarse del versículo 17:

"No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él"

Habiendo escrito que la iglesia es el cuerpo de Cristo. Y que el Padre la planeó, que Dios el Hijo pagó un precio por ella, y que Dios el Espíritu Santo la protegía, reconoció que los Efesios no serían capaces de comprender estas verdades, a menos que el Espíritu de Dios fuera su maestro y les explicara la Palabra de Dios. Porque sólo el Espíritu de Dios puede revelar el conocimiento de Dios.

Un destacado maestro de la Biblia, el Dr. Ironside, practicó una dependencia total del Espíritu Santo en su propio ministerio. En una ocasión, cuando estaba enseñando el libro del Cantar de los Cantares, dijo que nunca había quedado satisfecho con el material que había encontrado en los tratados de Estudio Bíblico y entonces, se puso de rodillas y le pidió a Dios que le revelara el mensaje de ese libro. La verdad es que este hombre escribió una obra sobre el Cantar de los Cantares y, con toda sinceridad, su interpretación es la única que ha satisfecho mi propio corazón.

¡Qué experiencia hermosa y fructífera es tener al Espíritu de Dios como el maestro que nos enseñe! El versículo 17 dice: "Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo. . . os de espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de él". ¿Y cómo tendrá lugar esa acción divina? Se llevará a cabo por el Espíritu de Dios, el único que puede abrir nuestros ojos y enseñarnos la Palabra de Dios.

"Que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos"

Otra versión, de forma más adecuada, traduce literalmente el comienzo de este versículo 18 de la siguiente manera: "que os sean iluminados los ojos del corazón". Porque son los ojos del corazón los que tienen que entender. Uno puede ser intelectualmente brillante, pero eso no garantiza que habrá una comprensión de la verdad espiritual. Las Sagradas Escrituras ponen más énfasis en la comprensión del corazón que en la de la mente. En Romanos 10:9-10, el apóstol Pablo escribió: "9Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, 10porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".

En lo que se refiere al conocimiento espiritual, ninguna persona puede comprenderlo aparte del Espíritu de Dios. Eso es lo que el apóstol Pablo, citando al profeta Isaías, escribió en Primera de Corintios 2:9-10: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios". Y este ministerio del Espíritu Santo se convierte en realidad entre nosotros, sólo en cuanto a lo que usted y yo estemos dispuestos a permitir que el Espíritu de Dios nos enseñe.

El Dr. Vernon McGee visitó en una ocasión a una anciana, que no podía leer ni escribir, a quien sus amigos leían la Biblia. Teniendo en cuenta las limitaciones de la anciana, su propósito era compartir con ella las enseñanzas de la Palabra de Dios. Después de explicarle las implicaciones de Juan 14 y para su sorpresa, la anciana le señaló algunos detalles sobre ese capítulo que al Dr. McGee le habían pasado desapercibidos, que no figuraban en los comentarios Bíblicos que él había leído y que revelaron la percepción espiritual de aquella mujer. ¿Cómo los había ella deducido? Sencillamente porque los ojos de su corazón habían sido abiertos por el Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios quiere hoy enseñarnos. Y una de las razones por la cual muchos en el pueblo de Dios no alcanzan una comprensión plena de las Sagradas Escrituras es que no están dispuestos a que el Espíritu de Dios les enseñe. Los maestros, los cursos libres de Estudio Bíblico presenciales o a distancia, y los Seminarios tienen su lugar e importancia. ¿Por qué no permitir que el Espíritu de Dios sea quien nos enseñe? Estimado oyente, dedíquele tiempo a la lectura y estudio de la Biblia. A veces llegará usted a un pasaje al cual no le encuentra ningún significado. Si después de releerlo no le encuentra ningún valor para su propia vida, diríjase a Dios en oración manifestándole su dificultad para entender dicho pasaje Bíblico, y pidiéndole que el Espíritu Santo guíe sus pensamientos y le enseñe. Eso os lo que otros maestros y yo hacemos, y sentimos que Él nos ayuda a entender y a aplicar las verdades de la Palabra de Dios. Cuando usted lea un pasaje de las Sagradas Escrituras, estimado oyente, Él puede también enseñarle a usted e iluminar para su comprensión y aplicación práctica aquellas páginas de la Biblia que a usted puedan resultarle oscuras, ambiguas o incomprensibles. De todas formas, debemos aceptar que hay algunos pasajes de la Biblia que se refieren a asuntos no esenciales para la fe cristiana y su aplicación práctica, que son interpretados de diferente manera por diversos maestros de la Biblia o simplemente, con diferentes matices. Es que Dios no nos ha revelado la totalidad de los detalles de los tiempos futuros, de aquellas épocas muy cercanas a la culminación de la historia y al triunfo final de Jesucristo. Y debemos respetar las áreas en las que Dios no nos ha dejado información específica, sabiendo que algún día tendremos acceso a la totalidad del programa de Dios para sus relaciones con los creyentes y los no creyentes. Pero todas las verdades necesarias para la salvación, y la totalidad de las lecciones que deben ser aplicadas por los cristianos en su vida práctica para vivir una vida de calidad espiritual y humana, así como para agradar a Dios, se encuentran claramente expuestas en las Sagradas Escrituras.

La segunda lección de este versículo 18 parte de la frase para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Hemos mencionado anteriormente que tenemos una herencia en el Señor. También tenemos que saber que Él tiene una herencia en nosotros. Pensamos que encontramos una buena ilustración de esta verdad en la tierra de Canaán. La tierra de Canaán pertenecía a Dios, pero Él se la entregó a los israelitas para que la poseyeran. Ellos están vinculados a esa tierra. Sin embargo, llegará un día en el que Dios tomará posesión de todo este universo en el cual usted y yo vivimos hoy, y reclamará a Israel y a esa tierra como su propia posesión. En la actualidad, usted y yo, como cristianos, somos Su iglesia y Dios actúa por medio de nosotros. Pero llegará el tiempo en el cual reinaremos con Él. Dios nos reclamará como Su herencia. A veces nos hemos preguntado sobre el alcance de esa verdad y reconocemos que es un área demasiado profunda para asimilarla con nuestra mente. Y necesitamos que el Espíritu Santo la convierta en una realidad comprensible y que afecte a nuestra vida.

Continuando con nuestro estudio, vemos que Pablo continuó expresando su petición a Dios. Leamos el versículo 19 de Efesios capítulo 1:

"Y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa."

Aquí la palabra poder corresponde a la palabra griega "dunameos", el poder de la dinamita; la palabra acción corresponde a la palabra griega "energeian", que enfatiza la capacidad de ese poder para activar, para transmitir energía. ¿Y qué pudo lograr ese gran poder, esa gran fuerza, esa gran energía? Leamos el versículo 20:

"Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales"

Este tremendo poder fue suficiente para resucitar a Cristo de entre los muertos. Y no sólo fue poder para la resurrección, sino también para colocar a Cristo en su posición a la derecha de Dios, o sea, que fue un poder para la ascensión de Cristo. En muchas iglesias no se le da la debida importancia a la Ascensión. Siempre se enfatiza la Navidad y la llamada Semana Santa, pero parecemos relegar a un segundo plano el gran evento que ocurrió después. ¿Nos hemos detenido a pensar en el poder que llevó a Cristo nuevamente a su posición en el cielo? Humanamente hablando, nos impresiona el poder y la fuerza necesaria para elevar una nave y proyectarla hacia el espacio, transportando a personas y equipos de investigación a distancias siderales, y la energía para reintegrarlos a la tierra. Ese poder actúa en el ámbito físico. Pero el poder que intervino para que Cristo regresara a ocupar el lugar que le correspondía a la derecha de Dios en el cielo es el mismo poder que se encuentra disponible para los creyentes en la actualidad. Por tal motivo el apóstol Pablo oró a Dios para que los cristianos pudieran conocer la grandeza de ese poder. El apóstol escribió lo siguiente en Filipenses 3:10, "Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección". Leamos, finalmente por hoy, los versículos 21 al 23 de este primer capítulo de Efesios:

"Sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."

Y así, el apóstol Pablo concluyó su oración con una nota elevada. La iglesia es un organismo, es el cuerpo de Cristo, y Cristo es la Cabeza de la iglesia. Algún día futuro todo va a estar bajo Su control. El escritor de la carta a los Hebreos lo expresó con claridad en su capítulo 2:8, cuando dijo: "Todo lo sujetaste bajo sus pies. En cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. "

En la época actual lo único que se encuentra bajo Su control es la iglesia. Y al decir "iglesia" nos referimos a la verdadera iglesia, la que está formada por verdaderos cristianos, por auténticos creyentes. Hay muchos grupos organizados que se identifican como iglesias, pero habría que evaluar si escuchan y obedecen al Señor de la iglesia. Porque algunos sectores del cristianismo parecen estar paralizados. Es que la visión más trágica de un hijo de Dios, figurativamente hablando, es contemplarle postrado en cama, impotente, incapacitado para salir de esa situación, habiendo perdido su capacidad mental o espiritual, como si su cerebro estuviera separado de su cuerpo. A veces hemos visto a algunos que profesan ser cristianos, que actúan como si estuvieran separados o distanciados de Cristo, que es la Cabeza de la iglesia. Estimado oyente, Él dijo, en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis mandamientos". En otras palabras, yo pude mover un dedo o cualquier otra parte de mi cuerpo porque mi cabeza controla la situación. Y cuando Él quiere que usted se mueva, es decir, que ejercite cualquier don que Él le haya dado, tendrá que practicarlo con amor; si no es así, significará que usted no está unido a Cristo. Y esto tiene una gran importancia en los tiempos que vivimos. El apóstol Pablo ilustró la iglesia y nuestra relación con ella de la siguiente manera en Primera de Corintios 12:12-13, cuando escribió: "12Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. 13Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados para constituir un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu".

Lo que tenemos que ver con claridad es que Cristo es la Cabeza del cuerpo, que es su iglesia, y al estar unidos a Él, todos estamos bajo Su autoridad. En nuestro próximo programa comenzaremos a estudiar el capítulo 2 de esta carta a los Efesios, en el cual veremos a la iglesia como un templo. Pero hoy, estimado oyente, le invitamos a que evalúe en qué condición se encuentra su relación con Dios, y al examinarse a sí mismo pueda comprobar si verdaderamente se considera usted unido a su Salvador, el Señor Jesucristo.

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