Estudio bíblico: El complot para matar a Jesús - Juan 11:45-57

Serie:   El Evangelio de Juan   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
Resultado:
Votos: 25
Visitas: 44591

El complot para matar a Jesús - Juan 11:45-57

(Jn 11:45-57) "Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle. Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen."
Después de que Jesús resucitara a Lázaro, el evangelista analiza las diferentes respuestas de los hombres ante esta nueva revelación de Dios a través de su Hijo. Algunos responderán creyendo, mientras que otros se endurecerán aun más en su incredulidad. En especial tendremos que considerar la reacción de las autoridades judías, que encabezadas por el sumo sacerdote, decidirán la muerte de Jesús en sustitución por todo el pueblo. De esta manera quedó establecido el marco para los sucesos de la Pascua. Sólo faltaba, por lo tanto, que la hora señalada en el calendario de Dios llegara.

Diversas reacciones ante el milagro

Una vez más el milagro de Jesús provocó diversas reacciones y la gente quedó nuevamente dividida. La presencia, la enseñanza y las obras de Jesús en este mundo obligan a cada persona a posicionarse. La decisión es libre, pero las consecuencias inevitables.
Por otra parte, notamos también que ni la fe ni la incredulidad pueden permanecer estáticas. Son progresivas por naturaleza. Así que pronto vamos a ver que la incredulidad de los dirigentes judíos cada vez se vuelve más agresiva y ellos se muestran más impacientes por acabar con Jesús. Comencemos entonces a analizar las diferentes reacciones.
1. "Entonces muchos de los judíos creyeron en él"
Hubo fruto inmediato de este milagro. El evangelista nos dice que muchos de los judíos creyeron, y no tenemos razones para dudar de la realidad de su fe. Cualquier persona dispuesta a recibir la verdad de Dios habría quedado conmovida por un milagro así. Al fin y al cabo, nunca se había oído que un hombre que había estado muerto durante cuatro días y que su cuerpo había comenzado ya el proceso de descomposición, hubiera sido resucitado como lo fue Lazaro. Incuestionablemente, Lázaro era un milagro vivo. ¿Qué otra cosa razonable se podía hacer sino creer en Jesús?
2. "Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho"
Por otro lado, algunos se apresuraron a ir a los fariseos para contar lo que habían visto y hacer notar los progresos que el Señor estaba haciendo en las inmediaciones de Jerusalén.
No podemos saber a ciencia cierta cuáles eran sus propósitos al hacer esto. Quizá querían convencer a los fariseos de que estaban equivocados acerca de Jesús. O simplemente se sintieron en el deber de informarles de lo ocurrido, puesto que ellos eran los guías religiosos de la nación y debían estar al corriente de algo tan extraordinario como lo que acababan de presenciar.
Pero también cabe la posibilidad de que no tuvieran intenciones tan nobles, sino que obstinados en su incredulidad, estuvieran irritados por el milagro que habían presenciado y porque otros estaban creyendo en Jesús. En ese caso, su propósito al informar a los fariseos sería el de transmitirles su alarma y pedir su intervención. Y como veremos a continuación, eso es exactamente lo que ocurrió; el anuncio cayó como una bomba en el Sanedrín y precipitó una decisión drástica que culminaría con la crucifixión de Jesús.
3. "Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales"
Al margen de cuáles fueran las intenciones de los que informaron a los fariseos, está claro que la reacción de las máximas autoridades religiosas de Israel fue totalmente negativa. Tanto despreciaban a Jesús que cualquier obra que hiciera, por extraordinaria que fuera, sólo lograría despertar aun más el odio que sentían contra él y que su corazón siguiera endureciéndose. Pero ¿por qué reaccionaban así?
Aunque nunca lo reconocerían, lo que irritaba al Sanedrín era ver que Jesús no dejaba de presentar pruebas incontestables que demostraban que era el enviado de Dios. Esto en sí mismo no debería haber sido un problema, pero lo había llegado a ser porque ellos se negaron una y otra vez a aceptarle como tal. Así que, cuantas más señales hacía Jesús, más quedaban ellos en evidencia.
Y puesto que no podía negar las extraordinarias obras que Jesús hacía, su posición de liderazgo pronto podría llegar a ser cuestionada por el pueblo. ¿Sobre qué base podían negarse a aceptar que Jesús era el enviado de Dios después de que había resucitado a un muerto de cuatro días? Antes habían intentado convencer al pueblo de que Jesús echaba fuera los demonios por el príncipe de los demonios, lo cual era completamente absurdo, pero ¿qué dirían ahora? ¿De dónde provenía el poder que tenía para resucitar a los muertos?
Fue entonces cuando se dieron cuenta de que si no impedían que Jesús siguiera haciendo milagros, su fama continuaría aumentando, y en la misma medida el prestigio del Sanedrín disminuiría. Y eso era lo que realmente les preocupaba y la razón por la que le odiaban. Así que se preguntaron: "¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales".

Los milagros de Jesús

Notemos de paso que aun los peores enemigos del Señor reconocieron la veracidad de sus milagros. Por supuesto, nadie dudaría de que si hubieran tenido la más mínima oportunidad los habrían negado, pero el hecho es que no pudieron. Eran demasiados, demasiado públicos y demasiado grandes como para ignorarlos o negarlos. Ante un hecho así debemos preguntarnos qué valor tiene entonces que dos mil años después los críticos modernos de Jesús cuestionen sus milagros cuando los que le llevaron a la cruz no pudieron hacerlo. ¿Con qué autoridad pueden hacerlo ahora? Este testimonio del Sanedrín debe ser tenido en cuenta como una evidencia muy importante y nada sospechosa a favor de los milagros de Jesús.
Por otro lado, es curioso ver cómo el mismo milagro llevó a unas personas a creer en Jesús y a otros a odiarle aun más. Pero como alguien ha dicho: el mismo fuego que derrite la cera es el que endurece la arcilla. Al final todo depende de cómo sea el corazón del hombre, si es "buena tierra" o si no lo es.
Esta situación nos sirve para darnos cuenta de que los milagros por sí mismos no pueden suscitar la fe ni transformar vidas. Quienes imaginan que cualquier persona que vea un milagro en apoyo del Evangelio se convertirá en un cristiano inmediatamente, se engaña a sí mismo. El mismo Señor contó una historia de un hombre rico y de un mendigo llamado Lázaro, los cuales una vez que murieron fueron a destinos diferentes. El rico clamaba desde el Hades para que Abraham fuera a dar testimonio a sus hermanos para que ellos no fueran también a ese lugar de tormento, a lo que Abraham contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos" (Lc 16:31). Según Jesús, ni siquiera algo tan sobrenatural como la resurrección de un muerto sería suficiente para persuadir a aquellas personas que no quieren creer. Y la reacción de las autoridades judías frente a la resurrección de Lázaro confirmaba plenamente sus palabras.

Los miembros del Sanedrín

Como estamos viendo, la información recibida de los testigos de la resurrección de Lázaro dio origen a una reunión al más alto nivel de los líderes religiosos de la nación: "Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio". Notemos que los principales sacerdotes eran saduceos, una secta del judaísmo constantemente enfrentada con la de los fariseos, pero que a pesar de eso, no dudaron en enterrar momentáneamente sus diferencias y unirse entre ellos cuando se trató de ir en contra de Jesús. Es muy triste ver cómo los hombres pueden llegar a unirse en su odio contra Jesús.
Por otro lado, esta reunión del concilio o sanedrín nos ha dejado otro hecho igualmente sorprendente: todas aquellas personas que veían a Jesús como un problema eran gente muy religiosa, que tenían estudios teológicos y que conocían muy bien todo el Antiguo Testamento. ¿Cómo entonces podían ser tan incoherentes y malvados? La razón está en que ni la religión ni el conocimiento teológico pueden cambiar a las personas. Hace falta una relación personal con Dios, y evidentemente, los líderes del judaísmo no la tenían. Y lamentablemente ese no ha sido el único caso en que ha ocurrido esto, ya que la historia de las grandes iglesias oficiales llamadas cristianas también nos ha dejado muchos casos de persecución en el nombre de Dios, llegando incluso a la tortura y el asesinato de aquellas personas que leían la Biblia en su propia lengua o que no se sujetaban a su pretendida autoridad religiosa.

Los razonamientos del Sanedrín

Como ya hemos visto, el Sanedrín reconoció la autenticidad de los grandes milagros que Jesús hacía, pero aun así no quisieron aceptar que fueran credenciales suficientes para aceptarle como el Mesías enviado de Dios. Pero, ¿qué les podría satisfacer entonces? Si después de haber resucitado a un hombre que llevaba cuatro días muerto todavía estaban insatisfechos, ¿qué más podía hacer Jesús para convencerles? Lo cierto es que no había nada más, y de hecho, este fue el último milagro que Jesús hizo antes de su propia resurrección.
Ahora bien, por mucho que intentaran disfrazar sus verdaderas intenciones, los líderes religiosos seguían pensando sólo en ellos mismos, y por eso su valoración de la situación resultó ser peligrosamente equivocada. Su planteamiento era el siguiente: "Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación".
Ellos pensaban que los continuos milagros de Jesús lo hacían cada vez más popular y era fácil que sus adeptos lo proclamasen rey, lo que inmediatamente llamaría la atención de los romanos, que lo considerarían un desafío y una amenaza contra el Imperio, por lo que no dudarían en aplastarlo con contundencia como ya habían hecho en el pasado con otros levantamientos mesiánicos similares. Una intervención así causaría un gran desastre, que podría derivar incluso en la destrucción del templo y el fin de la propia nación judía.
El Sanedrín, bajo la supervisión de los romanos, tenía la responsabilidad de mantener el orden en el pueblo, pero estaba claro que no podían controlar a Jesús, lo que lo convertía según ellos en un problema. Así que, puesto que no podían evitar que Jesús hiciera milagros y que la gente siguiera creyendo en él, la única solución aceptable que vieron fue matarle. De esa manera ellos seguirían gozando de la misma autoridad, prestigio, poder y privilegios ante el pueblo y además se evitaría una intervención de las tropas romanas que destruyera la nación. Desde su punto de vista, acabar con Jesús era la solución perfecta.
Pero, ¿qué había de cierto en ese planteamiento? Por un lado sabemos que el Señor había explicado que la naturaleza de su reino era espiritual, y por otro, ya se había negado con anterioridad a que las multitudes enfervorecidas le hicieran rey (Jn 6:15). Incluso cuando más tarde fue interrogado por Pilato, el gobernador romano, Jesús le dijo lo mismo: "Mi reino no es de este mundo". Cualquier podía ver esto, porque aunque hacía muchos milagros, nunca se vieron en él pretensiones de gobernar como un rey político que rivalizara con César. Pilato tampoco tuvo dudas sobre esto, y aunque los mismos judíos llevaron a Jesús ante él con la acusación de que quería hacerse rey, sin embargo él concluyó que no encontraba en Jesús ningún delito de los que le acusaban (Jn 18:36).
La verdad era que Jesús nunca pretendió hacerse rey en un sentido político, sino que fue un argumento ideado por los líderes judíos con el fin de acusarle ante los romanos. No debemos olvidar que aunque los judíos se quejaban mucho de la ocupación romana, en especial de los impuestos que tenían que pagar, sin embargo los líderes religiosos judíos estaban más o menos contentos porque seguían ostentando una posición que les permitía enriquecerse a cuenta de la devoción del pueblo. Por lo tanto, a ellos no les interesaba que Jesús fuera el Mesías, porque esto terminaría con su estatus dentro de la nación. Además, no olvidemos que el Señor ya había mostrado en dos ocasiones su profunda desaprobación con la forma en la que el Sanedrín gestionaba el culto a Dios en el templo. Esto lo hizo cuando volcó las mesas de los cambistas y echó fuera de allí a los que vendían animales.
Pero curiosamente, el argumento del Sanedrín funcionó bien entre el pueblo, y a base de infundir entre la gente el temor al César, finalmente lograron justificar la crucifixión del Hijo de Dios, y eso con el pretexto de salvaguardar la religión, el templo y la nación.
Toda esta situación resulta incomprensible. Por un lado, suponiendo que el Señor hubiera querido realmente llegar a ser rey en un sentido político, en ese caso ni los romanos, ni tampoco los líderes judíos habrían conseguido impedírselo. Los mismos milagros que hacía eran la prueba de que tenía un poder sobrenatural que nadie habría podido resistir, y que de igual modo, habría podido garantizar la seguridad de todos aquellos que confiaran en él. Desde ese punto de vista, la mejor manera de proteger a la nación habría sido haciendo rey a Jesús. Pero por otro lado, aunque el Sanedrín logró salirse con la suya y acabaron por llevar a Jesús a la cruz, esto no sirvió para alejar de ellos el peligro de una intervención romana. La historia nos dice que en el año 70 d.C. los ejércitos romanos vinieron contra Jerusalén y destruyeron el templo y la ciudad, llevándose cautivos a todos los que habían quedado con vida. Si lo pensamos bien, cuando la nación, con sus líderes a la cabeza, decidieron rechazar al Mesías de Dios, esto hizo que fuera imposible que subsistieran, y sin tenerlo en cuenta, ellos mismos decidieron su propia destrucción nacional cuando rechazaron y crucificaron a Jesús.

Convenía que Jesús muriera

El sumo sacerdote tuvo un papel determinante en las deliberaciones del Sanedrín. Juan nos dice que Caifás era el sumo sacerdote "aquel año". Esta nota aclaratoria es interesante, porque tal como nos informa el historiador Flavio Josefo, en 107 años había habido 28 sumos sacerdotes diferentes. Esto se debía a que el sistema judío por el cual el oficio de sumo sacerdote pasaba de padre a hijo había sido anulado, y después de los tiempos de Herodes eran los romanos quienes elegían a los sumos sacerdotes que ellos deseaban, razón por la que cambiaban con tanta frecuencia.
En cuanto a Caifás, tenía fama de rudo en su trato con otros, y aquí justificó esta descripción cuando se impuso a los demás miembros del Sanedrín llamándoles ignorantes: "Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada".
Según él, sus correligionarios sólo sabían quejarse, cuando lo que realmente hacía falta era una intervención contundente. Así que ridiculizó al resto del Sanedrín por su debilidad y propuso medidas más violentas, que como veremos tenían que ver con la muerte de Jesús.
Quedaba claro que Caifás era una persona sin escrúpulos y que no le importaba la justicia. Era el tipo de hombre que está dispuesto a salirse con la suya al precio que sea, no dudando incluso en derramar sangre inocente. Tampoco dudaría en usar los recursos que su oficio de sumo sacerdote le facilitaban para cometer un asesinato. Todo ello movido por la envidia que tenía a Jesús, aunque cuando llegó el momento de presentar el caso ante Pilato, dijo que lo hacía por su fidelidad al César (Jn 19:15). Así que, además de ser un hombre violento y cruel, era también un auténtico hipócrita carente de principios.
Veamos en qué términos planteó su crimen: "Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca".
¿En qué sentido "convenía" la muerte de Jesús? Según Caifás era una conveniencia política: si era necesario que hubiera un sacrificio, mejor perder a un hombre que no a toda la nación. Si había que congraciarse con alguien, mejor hacerlo con César que con Jesús. Si tenían que elegir entre sus propios intereses particulares o la voluntad de Dios, no tendrían duda en elegir lo primero.
Desgraciadamente, los gobiernos de todo tipo han cometido muchos crímenes a lo largo de la historia en aras de la conveniencia, pero no lo olvidemos, lo que está mal moralmente nunca puede ser correcto desde ningún otro punto de vista. No se puede gobernar para agradar o beneficiar a la mayoría cometiendo injusticias. Nunca se puede conseguir el bien haciendo el mal. Lo útil y conveniente nunca es legítimo si no se ajusta a los principios de la justicia divina. Y el Sanedrín, como máximo órgano de gobierno espiritual de la nación judía tenía que haberlo tenido muy en cuenta en las decisiones que estaba tomando. Y también debe ser considerado por todos los gobernantes de nuestro tiempo, que sin duda son tentados a cometer injusticias con el pretexto de buscar el bien de la mayoría.
Por otro lado, en este caso concreto, el hombre que el sumo sacerdote creía que era conveniente que muriera era precisamente el único hombre justo, bueno e inocente que ha vivido en nuestro mundo. ¿Cómo podía convenirle tal cosa a la humanidad?

La profecía de Caifás

Como ya hemos señalado, las intenciones de Caifás eran claramente egoístas y homicidas, pero Dios iba a hacer que sirvieran para adelantar sus planes de salvación para la humanidad. Así que, sin saberlo, hizo una declaración profética que se cumpliría con toda exactitud: "Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación".
Caifás, como sumo sacerdote, era el encargado de entrar una vez al año en el lugar santísimo y ofrecer un sacrificio expiatorio a favor de toda la nación. Y sin saberlo, estaba anunciando que la víctima que iba a presentar ese año sería el mismo Señor Jesucristo, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1:29). Por todo esto, resultaba especialmente apropiado que fuera Caifás quien pronunciara estas palabras, puesto que como sumo sacerdote era él quien estaba entre Dios y el pueblo.
Por lo tanto, el Espíritu Santo utilizó su posición como sumo sacerdote para profetizar un hecho cierto a pesar de que su corazón era rebelde y malo. Además, estaba anunciando que la sustitución era la única alternativa para el pago de la culpabilidad por nuestros pecados.
Ahora bien, con esto no debemos entender que el Espíritu Santo le obligó a decir o hacer algo en contra de su voluntad. Él pensó muy bien lo que quería hacer, pero Dios en su soberanía lo usó para cumplir sus propósitos, dando un significado mucho más profundo a sus palabras. Caifás estaba hablando de lo que él pensaba que era conveniente políticamente para la nación, pero Dios usó sus palabras para referirse a la necesidad espiritual de perdón que la nación de Israel tenía. Una vez más, sin saberlo, los hombres llevaban a cabo los planes de Dios. Como dijo el salmista: "Ciertamente la ira del hombre te alabará" (Sal 76:10).
El cuanto al hecho de que un hombre como Caifás hablara proféticamente no debe sorprendernos. Recordemos que en el pasado, a Balaam, un profeta mercenario, no le había quedado más remedio que hablar de parte de Dios al rey Balac (Nm 24:10-13). Incluso en una ocasión Dios usó una asna para llevar su palabra (Nm 22:28). Y también el impío rey Saúl asombró a todos los que le conocían cuando comenzó a profetizar en medio de una compañía de profetas (1 S 10:11). Todo esto nos lleva a pensar que puede haber circunstancias excepcionales en las que Dios use medios poco apropiados para transmitir su mensaje. El mismo Señor Jesucristo advirtió que si sus discípulos dejaran de transmitir sus palabras, entonces las piedras comenzarían a clamar (Lc 19:40).

La providencia divina

Aunque Caifás dio un significado a sus palabras, el Espíritu Santo hizo que tuvieran otro muy diferente, y es aquí donde vemos con toda claridad no sólo la soberanía de Dios, sino también su providencia. Sólo Dios podía hacer que el mayor crimen cometido por los hombres llegara a producir la mayor bendición para la humanidad. Sólo Dios puede hacer algo así.
De hecho, la providencia de Dios, unida a su amor, iba a conseguir que esa bendición alcanzara no sólo al pueblo de Israel, sino también a los gentiles. El evangelista añade el siguiente comentario: "Y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos". Es decir, Jesús no solamente moriría por los judíos, sino también por los gentiles, y por todos aquellos que llegarían a creer en él. Esta explicación dada aquí por el evangelista coincide con las palabras que Jesús había dicho anteriormente cuando se refirió a las otras ovejas que tenía que no eran de ese redil, a las cuales también iba a llamar para congregarlas en un solo rebaño (Jn 10:16). El apóstol Pablo desarrolló más adelante la unión de judíos y gentiles dentro de la Iglesia, unión que sólo pudo ser conseguida por Cristo mediante su muerte en la cruz:
(Ef 2:11-18) "Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre."

"Así que, desde aquel día acordaron matarle"

En aquella reunión el Sanedrín tomó el acuerdo oficial de dar muerte a Jesús. A partir de ese momento buscarían la ocasión más apropiada para prenderle sin causar alborotos entre el pueblo, después presentarían testigos que lo acusarían, lo interrogarían y finalmente lo condenarían. Pero todo ese proceso sería una auténtica farsa, puesto que su sentencia ya había sido tomada de antemano, como estamos viendo aquí.
El largo proceso de confrontación entre Jesús y la religión oficial estaba llegando a su culminación. Hasta aquí habían hecho distintos intentos ocasionales para matar a Jesús, pero a partir de esta reunión del Sanedrín, las diferentes sectas religiosas del judaísmo se unían con el firme propósito de cometer un crimen de estado que acabara con Jesús.
Pero todo esto es incomprensible. ¿Cómo pudieron llegar a tomar la decisión de ajusticiar a alguien por sanar a un paralítico, por devolver la vista a un ciego o por resucitar a un hombre que llevaba cuatro días muerto? En realidad, estos milagros deberían haber sido aceptados como las credenciales divinas que el Señor Jesús había presentado delante de ellos y que le confirmaban como el auténtico Mesías de Dios. Pero en lugar de aceptar estas pruebas, ellos se sumergieron más hondamente en su propia maldad y ya no dejaron de conspirar contra él hasta que consiguieron matarlo.

Jesús se aparta con sus discípulos a otra región

El Señor se dio cuenta de su malvado plan y salió de la ciudad para irse al desierto: "Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos".
La hora para que Jesús muriera no había llegado todavía, así que, aunque los hombres ya hubieran tomado la decisión de matarle, todavía tendrían que esperar. Por esa razón el Señor consideró oportuno abstenerse de aparecer en público en Jerusalén por un tiempo y se dedicó mientras tanto a estar en comunión con su Padre y a la preparación de sus discípulos para los acontecimientos que estaban por llegar de manera inminente. Esta fue su preocupación en este periodo, ya que no se menciona que hiciera ninguna otra obra pública.

"Y estaba cerca la pascua de los judíos"

No sabemos cuánto tiempo estuvo Jesús con sus discípulos en el desierto, pero el evangelista nos dice que estaba cerca la fiesta de la pascua, a la que Jesús, como buen judío, asistía con regularidad. ¿Iría Jesús ese año? Esto es lo que los judíos que iban llegando a la ciudad pronto comenzaron a preguntarse.
En cuanto a la fiesta de la pascua, era una de las tres fiestas anuales en las que los judíos tenían la obligación de ir a Jerusalén para su celebración. Muchos de ellos llegaban antes para purificarse, es decir, para limpiarse ceremonialmente antes de que comenzara la fiesta, puesto que de otro modo no podrían celebrarla (Nm 9:4-13) (2 Cr 30:17-20). Esta limpieza se conseguía por medio de diferentes abluciones ceremoniales y también por medio de determinados sacrificios.
Seguramente el evangelista se refiere a este hecho con el fin de establecer un contraste entre la preocupación que el pueblo judío tenía por la limpieza ceremonial externa y lo poco que les importaba la pureza interna del corazón. Porque cuando leemos estos pasajes, no podemos dejar de preguntarnos cómo se podían afanar tanto por cumplir con el ritualismo ceremonial para estar bien preparados para celebrar la pascua, y una vez comenzada presentarse ansiosos a pedir la muerte de Jesús ante Pilato.
Todo esto nos tiene que hacer reflexionar también a nosotros mismos, porque no estamos libres de mostrar mucho celo en determinadas formas externas del cristianismo y al mismo tiempo ser insensibles con los pecados que anidan en el corazón. Y ya sabemos que la pureza que Dios desea es la que surge de adentro. Vemos además que las formalidades externas carecen de valor alguno para conseguir la santidad interior.
En relación a esto, nunca deja de asombrarnos que en los países católicos donde se observa la cuaresma con mayor rigor, ésta comienza con el carnaval, un período de permisividad y descontrol. ¿De qué les sirve no comer carne durante varios viernes si antes se desenfrenan en otros vicios? Sin lugar a dudas, todo esto no tiene nada que ver con la purificación interior que agrada a Dios.
Así que, mientras los judíos hacía sus rituales de purificación, no dejaban de preguntarse si Jesús iría a Jerusalén a celebrar la pascua: "Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?". Parece que Jesús se había convertido en el tema de conversación durante aquellos días. Es probable que muchos simpatizaran con él y no sintieran el mismo antagonismo que las autoridades religiosas. Otros quizá esperaban ver algún milagro de Jesús como en otras ocasiones anteriores, y más después de que hubieran escuchado lo que había ocurrido con Lázaro. Ahora bien, ¿cuántos estarían dispuestos a enfrentarse al Sanedrín y desobedecer sus indicaciones en cuanto a Jesús?
Porque la orden estaba clara: "Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiere dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen". Había llegado la hora de la verdad. ¿Cuántos de todos aquellos le amaban de verdad y estarían a su lado cuando llegaran las dificultades? En los próximos capítulos veremos que Jesús murió solo, y que fue precisamente uno de sus apóstoles quien facilitó la información al Sanedrín que permitió prenderle en secreto.
Y así termina este capítulo que contiene una de las narraciones más largas. Por nuestra parte, viéndolo en su conjunto, no podemos dejar de asombrarnos. Hemos comenzado considerando el mayor milagro del Señor para ver después cómo éste llevaba a los dirigentes religiosos del judaísmo a acordar su muerte. Mientras el Señor trae vida a los muertos, sus enemigos se esfuerzan en matarle. Pero al fin y al cabo, esta es la tensión que se respira a lo largo de todo el evangelio: mientras Dios busca la forma de bendecir al hombre, el hombre no piensa en otra cosa que en sacar a Dios de su mundo. Y tristemente, esto es lo mismo que sigue pasando en nuestros días.

Preguntas

1. Explique las diferentes reacciones que produjo la resurrección de Lázaro. ¿Le parecen razonables?
2. Explique por qué las autoridades estaban molestas porque Jesús hiciera milagros.
3. Caifás dijo que era conveniente que Jesús muriera para evitar así que toda la nación fuera destruida. ¿En qué estaba pensando él y que sentido dio a sus palabras el Espíritu Santo? ¿Cuáles fueron las consecuencias de esta decisión?
4. ¿Cómo se muestra la providencia de Dios en este pasaje? Busque otro ejemplo de la providencia divina en el Antiguo Testamento.
5. Busque tres pasajes en los que Jesús acusó a los religiosos judíos de preocuparse por mostrar una religiosidad externa mientras desatendían la pureza interna.
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO