Estudio bíblico: El siervo del centurión - Lucas 7:1-10

Serie:   Los milagros de Jesús   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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El siervo del centurión (Lc 7:1-10) (Mt 8:5-13)

Jesús acababa de dar un discurso. Había terminado de hablar sobre el hombre que edificó la casa sobre la roca con buen cimiento en contraste con aquel que lo hizo sin fundamento.
(Lc 7:1): "Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaum". A esta porción se la llama: "El siervo del centurión", pero yo creo que más convendría llamarla: "El patrón del siervo", dado que éste es tanto o más importante en la narración que el enfermo sobre el que se verifica el milagro. Porque lo que aquí vemos no es solamente un hombre muy enfermo, sino alguien de jerarquía en esa sociedad que tiene dos características muy inusuales. En primer lugar, ha desarrollado una amistad y relación con su siervo, de tal manera que cuando éste se enferma gravemente, se preocupa y trata de hacer todo lo que está a su alcance para ayudarlo. Suponemos que esta relación ha sido el fruto de largos años de trabajo del siervo, que con diligencia y eficacia ha cumplido sus funciones. El centurión ha sido impresionado por el carácter de este hombre, y la estima que le profesa es muy inusual en una sociedad donde el sirviente, al caer enfermo, podía se desechado y reemplazado. Observemos el versículo 2: "Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir". No se necesitaba ser médico para darse cuenta de que el caso era desesperante. La enfermedad había progresado al punto de que ya estaba moribundo. Miremos lo que nos dice Mateo en la misma historia en (Mt 8:5-6): "Cuando Jesús entró en Capernaum, vino a él un centurión y le rogó diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores".
Notamos aquí tres cosas de esta situación: El siervo estaba postrado. Aquel que antes trabajaba con diligencia ahora estaba postrado en la casa. Pero noten que dice algo más: que está paralítico. Es obvio que el individuo aquí no puede caminar y que está tendido sobre un lecho o cama, hasta que Jesucristo hace el milagro. Notamos también que estaba con "terribles dolores". Es decir, sufría desesperadamente. Esa expresión se traduce como "atormentar" y se utiliza en (Mt 8:29) con referencia al endemoniado gadareno: los demonios dicen: "¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?". Ver también (Ap 20:10). Pero volvamos a este hombre. Estaba enfermo, paralizado, en un grito de dolor, y casi agonizando. Desde el punto de vista médico creo que este hombre tenía una enfermedad probablemente infecciosa que lo había dejado paralítico y a punto de morir. El hecho de que se estuviera muriendo podría significar insuficiencia respiratoria; es decir, el problema de mantener la respiración que se ve en muchas enfermedades de este tipo. Pero volvamos al relato bíblico.
(Lc 7:3-5) "Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: "Él es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga". Este centurión realmente era un hombre extraño. No solamente era muy bondadoso, sino que siendo romano había demostrado aprecio y respeto por la religión hebrea, a tal punto que les había edificado una sinagoga. Jamás hubiera él pensado que ese hecho pudiera luego servir de argumento a sus amigos judíos, como para alcanzar alguna gracia especial de su Mesías prometido.
Edificó un lugar de estudio religioso: una sinagoga. ¿Qué clase de personas somos nosotros? ¿De cuántos se podría decir que somos como Nehemías, edificadores? ¡Qué triste es pensar que algunos son como Gesem, Sambalat y Tobías! Personas prontas a destruir. Observemos que con delicadeza los judíos le insisten al Señor que el centurión es digno de que algo se le conceda porque ha obrado siempre tan bien (1 Co 3:10, 13-15).
Si correlacionamos las narraciones de Mateo y Lucas, vemos que la secuencia de lo que sucede parece ser así: el centurión manda los emisarios, Jesús se dirige a su casa, aquél lo encuentra ya acercándose a la casa y le dice la famosa frase: "di la palabra, y mi criado será sanado" (Mt 8:8).
(Lc 7:3) "Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo". Observemos que el envío de los ancianos no fue porque él estuviera muy ocupado como para no ocuparse personalmente de cumplir tal diligencia, sino porque se consideraba indigno de hacerlo así. Los extranjeros se daban cuenta de que de alguna manera el pueblo de Israel tenía el privilegio especial para heredar las bendiciones de Dios. En (Mr 7:25-30) tenemos la historia de esa mujer griega, de nacionalidad sirofenicia. Parecería que tenía por lo menos dos nacionalidades. (Mt 15:22) la presenta como la cananea que clamaba por su hija presa del demonio. Recordamos que Jesús la prueba con el argumento de que los hijos tienen prioridad ante los perrillos, y su respuesta provoca la admiración del Señor, quien pondera su fe.
Volviendo a (Lc 7:4), decíamos que este hombre era absolutamente extraño. Los centuriones romanos normalmente no amaban el país que habían conquistado y en el cual ejercían su autoridad militar, indeseable para los lugareños, cuando no resistida. Pero este hombre, de alguna manera, tuvo conocimiento de la fe de los hijos de Abraham. No sabemos si había leído o escuchado hablar de Jehová de los Ejércitos. Suponemos que de alguna manera había conocido la fe de los israelitas. Seguramente, había escuchado que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob era un Dios viviente. Era un Dios santo, un Dios misericordioso con su pueblo. Observemos que dicen de él que "ama a nuestra nación". A veces una persona puede tener admiración por otro país, quizás por su cultura, o por lo que han logrado del punto de vista social, o por la personalidad de sus héroes, o por las características de su gente. Pero este centurión amaba a la nación de Israel, creo que por ninguno de aquellos motivos, sino simplemente porque era el pueblo elegido de Jehová de los Ejércitos. Si este centurión todo lo que tenía era un deseo de hacer filantropía, hubiera edificado una escuela, una biblioteca o alguna cosa similar. Sin embargo, les edificó una sinagoga.
En (Esd 7:27) leemos una historia similar con referencia al rey Artajerjes de Persia: "¡Bendito sea Jehová Dios de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para honrar la casa de Jehová que está en Jerusalén!".
(Lc 7:6) "Jesús fue con ellos...". Al parecer no hubo respuesta oral extensa. Quizás el Señor Jesús podría haberles dicho como al joven rico que le preguntó sobre lo bueno que debía hacer para poseer la vida eterna. Recordamos que Jesús dijo que para ser perfecto debía vender lo que tenía y darlo a los pobres; y tras eso seguirlo. Pero la Escritura dice sencillamente que Jesús fue con ellos. Y ¡qué precioso es en nuestra vida cuando el Señor Jesús va con nosotros!
"Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: Ve, y él va; digo al otro: Ven, y él viene; y digo a mi siervo: Haz esto, y él lo hace" (Lc 7:6-8). Notemos que el centurión comienza enviando amigos en vez de venir él. Él no se considera digno ni siquiera de ir delante de Jesús de Nazaret. Y agrega: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo". Me parece que el centurión estaba absolutamente en lo cierto. Él no era digno de ir delante del santo Hijo de Dios y tampoco era digno de que el Mesías entrara bajo su techo.
Tenemos que entenderlo bien: no era que el centurión era humilde, y por supuesto que lo era, pero estaba reconociendo la dignidad y la grandeza del Señor Jesús. Por lo que él ha escuchado decir del Mesías, él está convencido de que es realmente el enviado de Dios, dado que las señales y los milagros que hacia sólo los podía hacer uno enviado por Dios. De alguna manera nos hace recordar (Is 6:1-5) cuando Isaías tuvo la visión de la gloria del Señor. Ver también (Mt 3:11).
Observemos nuevamente las palabras del centurión: "Por eso, no me tuve por digno de ir a ti" (Lc 7:7). ¡Qué triste en el día de hoy cuando vemos a las personas hablar y referirse a las cosas de Dios con falta de seriedad y reverencia! El centurión no estaba equivocado en cuanto a que él no era digno. Ningún ser humano es digno de la presencia del Hijo de Dios en nuestra casa. Supongamos que un rey o un presidente nos llamara y nos dijera que va a venir a nuestra casa. ¡Qué privilegio!, diríamos. Trataríamos de limpiar al máximo todo lo que fuera posible; dejar cada cosa en su lugar y ordenar todo; ¡ajá! y hasta esas manchas detrás de la puerta. Cuando hablamos del Hijo de Dios que viene a nuestro lugar, nos damos cuenta de lo grande que él es. ¡Qué profundas son las palabras de (Jn 6:44): "Nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga; y yo lo resucitaré en el día final".
"Di la palabra, y mi criado será sanado". ¿Cómo sabía este hombre que para Jesús de Nazaret el hablar era todo lo que necesitaba para que algo sucediera? El texto no contesta la pregunta.
Continuemos con (Lc 7:8): "Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad". Comparemos al centurión con el Señor Jesús: El Señor Jesús tiene un nombre que es sobre todo nombre. Fuera de su relación filial con el Padre, en relación con los hombres él no está puesto bajo autoridad sino que tiene autoridad sobre todos ellos así como sobre las criaturas angelicales. En (Ef 1:20-21) leemos: "Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera".
El centurión tiene soldados; el Señor Jesús tiene legiones de ángeles. Aquel tiene soldados y siervos que le obedecen porque él es su superior; el Señor Jesús tiene siervos que le obedecen por amor: "Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará" (Jn 14:23).
Versículo 9: "Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: ¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!". Observemos con cuidado que esto no se le dijo al centurión, como para adularlo. Se le dijo a la gente. Es muy probable que el centurión no estaba presente sino solamente sus enviados cuando estas palabras se pronunciaron. En (Mt 8:11-12) se agrega: "Y os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes". El Señor Jesús dice en forma pública que habrá muchos de los gentiles, es decir, no de la nación de Israel, que se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero notemos: Él se maravilló y destacó la singularidad de tanta fe.
Quisiéramos considerar unos versículos en cuanto al Señor Jesús y la fe:
1) La fe en crecimiento: "Los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe" (Lc 17:5).
2) La fe que escasea: "Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lc 18:8).
3) La fe cuestionada: "Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?" (Lc 8:25).
4) La fe imperfecta: "¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!" (Mr 9:24).
5) La fe estimulada: "No temas; sólo cree" (Mr 5:36).
6) La fe que salva: "El que cree en él no es condenado" (Jn 3:18).
8) La falta de fe que condena: "El que no cree ya ha sido condenado" (Jn 3:18).
9) La fe probada: "¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres" (Mt 15:28).

Temas para predicadores

La gravedad del enfermo.
La moralidad y carácter del centurión.
El poder de Jesucristo.
La fe del centurión.
Edificadores o destructores.

Comentarios

Costa Rica
  Olga Muñoz Astorga  (Costa Rica)  (16/07/2023)
Encontré grandes verdades que sola no las hubiera descubierto. Esto aumenta mi fe y ayuda para mi vida diaria!!
Estados Unidos
  Amantinagarcia  (Estados Unidos)  (06/06/2023)
Magnifico estudio, vi que observó todas las razones posibles, y vi que Jesús vio la fe dentro de las palabras de sus amigos, y los honorables ancianos. La fe que es su punto central, y el reconocimiento de la estirpe y rango del señor por el centurión. Aprendí mucho. Muchas gracias. Amén.
República Dominicana
  Nurys  (República Dominicana)  (12/01/2023)
Excelente estudio, de veras que me ayuda a entender con claridad la palabra.
México
  Andrés Briceño  (México)  (18/07/2022)
El principio de Autoridad en la vida del centurión le ayudó a expresar su fe de una manera sencilla y práctica. Estar bajo Autoridad nos posiciona en el terreno de la fe. Luc. 7:1-1.
Nicaragua
  Ramon Augusto Mairena Salgado  (Nicaragua)  (24/03/2022)
Excelente información que contiene esta herramienta de estudio bíblico de tal manera que podemos adentrarnos en el texto y comprenderlo con facilidad pero sobre todo nos enamoramos mas de la palabra, máxime cuando uno está iniciando a conocer de ella.
Radico exiliado en usa y no saben como me ha ayudado conocer de Jesucristo.
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