Estudio bíblico: La libertad en Cristo y el fruto del Espíritu - Gálatas 5:2-26

Serie:   Exposición a los Gálatas   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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La libertad en Cristo y el fruto del Espíritu (Gálatas 5:2-26)

Consideraciones generales

Magistralmente Pablo ha venido acumulando sus poderosos argumentos contra la hipótesis de los judaizantes de que los creyentes en Galacia habían de perfeccionar la obra iniciada en sus corazones por ingresar en la república de Israel, aceptando la señal de la circuncisión y colocándose bajo la Ley. Una y otra vez había demostrado que la Ley, frente al hombre pecador, no podía hacer más que condenar las infracciones de sus preceptos, reduciendo al hombre a la desesperación en cuanto a sus propias obras y obligándole a buscar la salvación en la gracia de Dios manifestada en Cristo. En general el argumento ha sido negativo, evidenciando lo que la Ley no podía hacer. Pero el deseo de los gálatas de perfeccionarse en el camino cristiano era bueno en su intención, bien que equivocado en cuanto al método, y era preciso pasar a otra etapa del argumento: sólo las potentes operaciones del Espíritu Santo en los corazones de los creyentes podían llevarles a la santificación práctica que en vano buscaban por medios legales. Llegamos, pues, en esta ocasión, a la antítesis entre la carne y el Espíritu, que viene a suplementar aquellas otras, ya tratadas, entre la Ley y la gracia y entre las obras y la fe.
Toda la Palabra de Dios contiene instrucción en justicia (2 Ti 3:16-17), pero es un error volver a los preceptos de la Ley como si no se hubiera producido ya el hecho de la Cruz y la Resurrección. La ética del Nuevo Pacto depende de la obra de Cristo, vitalizada en la vida del creyente por el poder del Espíritu de Cristo. La doctrina de la santificación reemplaza el esfuerzo por cumplir la Ley, y nada tiene que decir el código antiguo a quienes producen el fruto del Espíritu en sus vidas (Ga 5:22-23) (Ro 8:3-4).
Pablo redacta su carta en el momento crítico cuando muchos gálatas prestan oído a las enseñanzas de los judaizantes, sin que hayan llegado aún a someterse al rito de la circuncisión. Este momento angustioso de indecisión se refleja en las declaraciones sobre la circuncisión, y lo que implica en el caso de los gentiles, que ocupan los versículos 2 a 12 de nuestra sección. Nos damos cuenta del ambiente tenso y del gran esfuerzo que realiza Pablo por salvar a sus queridos hijos en la fe de un grave error, reflejándose su emoción en los cambios abruptos de la construcción gramatical del pasaje. Pablo espera que sus palabras hagan efecto en los vacilantes gálatas, pero su condenación de quienes quieren seducirles es tajante y llega casi a la violencia.
Aun antes de abordar el tema de la lucha del Espíritu contra la carne, el apóstol señala los grandes principios del nuevo siglo cuya operación anula la necesidad de las sombras del viejo régimen, pues la fe, la esperanza y el amor, obrando sobre la base de la Obra de Cristo y vitalizados por el Espíritu Santo, llevan al creyente hacia la meta, manifestándose sobre un plano inmensamente superior a las lecciones gráficas que precedieron al advenimiento de Cristo. Cualquier confianza en ritos externos ?que llega a ser confianza en la carne? vacía de su sentido esencial la Obra perfectísima del Salvador.
Si tanto se inclinaban a la Ley ?decía Pablo?, que considerasen el significado del compendio de la Ley, el amor al prójimo, que, juntamente con el amor rendido a Dios, cumple todos sus capítulos y pasa íntegramente a la nueva Creación, reconociéndose, sin embargo, que el cumplimiento de la ley fundamental del Reino no está al alcance del hombre carnal, sino que es fruto del Espíritu en una vida regenerada (Ga 5:13-15,22).
La exposición de la antítesis entre el Espíritu y la carne, que ocupa los versículos 16 a 26, es de suma importancia, ofreciéndonos aspectos de la doctrina del Espíritu y de la verdadera santificación que complementan aquellos que hallamos en los capítulos 6 a 8 de Romanos y los capítulos 14 a 17 del evangelio de Juan. Conjuntamente los pasajes que hemos notado señalan normas que hemos de tener constantemente delante al considerar los discutidos temas de la Ley, la santificación y la Persona y Obra del Espíritu Santo, invalidando todo intento de volver a colocar al creyente bajo la Ley de la forma que sea. Es a la luz de esta revelación máxima que hemos de volver a estudiar las lecciones del Antiguo Testamento, y no a la inversa.

¿La circuncisión o la obra de Cristo? (Ga 5:2-6)

1. El significado de la circuncisión para el creyente gentil (Ga 5:2-4)
Ya hemos tenido ocasión de notar que Pablo no enseñaba que los israelitas dejasen de circuncidar a sus hijos varones al octavo día, ya que era costumbre de su raza (1 Co 7:18). En el caso de Timoteo él mismo había tomado la iniciativa al hacerle circuncidar con el fin de aclarar su posición racial frente a los judíos, quitando así un obstáculo a su labor dentro de las sinagogas. Con todo, el judío circuncidado había de salvarse por la obra de Cristo exactamente igual que el gentil no circuncidado. Tratándose de los gentiles el caso era muy diferente. No había nada en su caso que aconsejara la circuncisión, que, en su aspecto físico, les resultaría más bien repugnante. Si se prestaran, pues, a que se cumpliese el rito en sus personas, sería única y exclusivamente por haber entendido que la Obra de Cristo no bastaba para perfeccionarles en el camino cristiano, creyendo que era necesario hacerse judíos de religión a fin de participar de las bendiciones prometidas a Abraham. Anteriormente, en (Ga 3:1-5), Pablo les había hecho ver la locura de pensar que podían añadir algo a la perfecta obra ya realizada en ellos por la predicación de la Cruz y las operaciones del Espíritu. Aquí, más terminantemente aún, recalca que, al escoger el camino de la circuncisión, se echaban fuera de las normas espirituales que correspondían a su vida en Cristo: "De nada os aprovechará Cristo". No quería decir que se habían de perder eternamente si aceptasen el rito que los judaizantes les proponían, sino que cesaban de aprovechar las riquezas de Cristo que sólo se administraban por los principios fundamentales de la fe y del amor. La enseñanza se enfatiza por referencia a la autoridad apostólica de Pablo, establecida en argumentos anteriores: "Mirad, yo, Pablo, os digo...".
El hecho de que dejaban de aprovechar las normas de Cristo dependía de otro anterior: "Todo hombre que se circuncida está obligado a guardar toda la Ley" (Ga 5:3). Insistimos en que se refiere al gentil que voluntariamente se sometiera a un rito que no era el suyo, y que, habiendo declarado que se salvaba por Cristo, pasa luego a ponerse debajo de la Ley como medio para perfeccionarse delante de Dios. La necedad de tal paso quedaba demostrada anteriormente por el hecho de que todo aquel que está debajo de la Ley está obligado a cumplirla en todas sus partes, siendo infractor, sentenciado a muerte, si falla en uno solo de sus preceptos (Ga 3:10). Como nadie puede adelantar la loca pretensión de haber cumplido toda la Ley, con todas sus exigencias y bajo todos sus aspectos, los gálatas estaban en peligro de dejar la seguridad de la Roca para hundirse en las arenas movedizas de los esfuerzos humanos.
En la exégesis del versículo 4 hemos de tener en cuenta que el verbo traducido "vacíos sois de Cristo" o "completamente os habéis apartado de Cristo" es "katargeo", que significa "anular", "quedar caducado o sin valor", al que se antepone la preposición "apo", "fuera de". Es decir, si alguno intentara justificarse por la Ley, Cristo perdería su valor para el tal en lo que se refiere a su progreso en la vida espiritual, sin que la declaración nos diga nada en cuanto a su salvación eterna. Se señala que los caminos son antagónicos, de modo que el que se entregara a los esfuerzos legales para perfeccionarse no podría valerse de la fe en la obra completa de Cristo. La frase conjunta: "de la gracia caísteis", subraya la misma lección, puesto que toda vida espiritual en Cristo proviene de la gracia de Dios y se aprovecha por la fe del creyente. Si se hiciera legalista se trasladaría a otro terreno y, por ser este terreno carnal, muy por debajo de la posición anterior, sería una triste caída, muy lejos del "adelanto" que prometían los judaizantes.
2. Los verdaderos principios de la justicia (Ga 5:5-6)
"Pues nosotros" lleva fuerte énfasis en el original, y señala la posición de los creyentes que rechazaban las palabras seductoras de los judaizantes, reconociendo la superioridad del camino de la gracia y de la fe. Se hallan "en Cristo Jesús" donde la cuestión de "circuncisión" o de "incircuncisión" es indiferente en sí, tratándose de una mera operación de cirugía menor. No hay contradicción aquí con las fuertes declaraciones de (Ga 5:3-4), pues Pablo no había de olvidar tan pronto lo que acababa de afirmar. Antes trató del caso del creyente gentil que creía necesario añadir a su fe el aparente valor del rito en su afán de perfeccionarse por medios legales; aquí se trata del rito en sí: normal para los judíos y completamente innecesario y contraproducente en el caso de los gentiles, afirmándose la insignificancia de todo rito externo para quien se hallaba ya "en Cristo" por la fe.
Sobresalen en estos dos versículos los conceptos de la fe, la esperanza, la justicia y el amor, vitalizados todos por el Espíritu. Es verdad que no hay artículo en la frase "por (el) Espíritu" en el griego de (Ga 5:5), como es normal cuando se trata del Espíritu de Dios, pero el contexto total enfatiza hasta tal punto la obra del Espíritu Santo que es legítimo creer que el apóstol pensaba en su obra al contrastar los principios de la gracia con la locura del legalismo.
Los judaizantes se creían especialistas en el tema de la justicia, pero Pablo declara: "Nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de justicia". Igual que la salvación, la justicia se manifiesta en tres etapas: pasada, presente y futura. Por la fe el creyente es justificado delante de Dios, revestido de la justicia de Cristo (Ga 3:6-14) (Ro 3:20-28), que es un hecho ya realizado en su experiencia; en el tiempo presente el Espíritu Santo obra de forma tal que la justicia de la Ley se manifiesta en la vida del creyente en la medida de su ardiente expectación (Ro 8:3-4); con todo, la consumación de la justicia espera la manifestación del Señor, rodeado de los redimidos; acontecimiento que pertenece a una época futura. El verbo "esperar" o "aguardar" lleva el sentido de "ardiente expectación", y nos hace pensar en (Ro 8:19), donde el "continuo anhelar de la creación espera la manifestación de los hijos de Dios". Recordamos también las palabras del apóstol Pedro: "Esperamos cielos nuevos y tierra nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia" (2 P 3:13).
El punto principal de la declaración viene a ser que la justicia es obra de la gracia de Dios; como tal no se alcanza por los estériles esfuerzos de hombres y es asequible sólo a la mano de la fe de los humildes que esperan en Dios.
La última frase de (Ga 5:6) es de suma importancia práctica: "la fe que obra por el amor". Todo poder se halla en Dios, de modo que se produce la paradoja espiritual de que el creyente humilde que espera en Dios, despreciando las obras humanas, es el único que puede "obrar", ya que su fe establece contacto con el Omnipotente, pasando su "plenitud" por el cauce que Dios ha ordenado. Luego, si el hermano fiel ama a otros, deseando su bien antes que el suyo propio, la "plenitud" puede ser conducida a través de él para la transformación de otras vidas. Por lo tanto, la fe dista mucho de ser meramente pasiva, siendo al contrario activa y enérgica, ya que encauza a los hombres la potencia divina. No nos olvidemos de que si de verdad la mano de la fe descansa en Dios, no faltará la otra mano, la del amor, que haga contacto con el prójimo. Los dos elementos son precisos si hemos de ser medio de bendición para otros. He aquí la vitalidad de los principios de la gracia y del Espíritu en contraste con la esterilidad de las obras legales.

Los perturbadores (Ga 5:7-12)

1. La carrera interrumpida (Ga 5:7-9)
Pablo se servía con frecuencia de la metáfora de las carreras en los juegos olímpicos (1 Co 9:24-27) (Fil 3:14) (2 Ti 4:7) volviendo su pensamiento aquí a la primera época del testimonio de los gálatas, cuando "corrían bien", puestos los ojos sobre la meta y despojándose de todo estorbo. Pero cierta persona (o personas) ha estorbado su buena carrera, con una "intromisión" que ha causado un triste desvío del camino señalado. La pregunta "¿quién os estorbó?" es retórica, pues seguramente Pablo había sido informado en cuanto a la personalidad de los jefes de los judaizantes que perturbaban a los gálatas. El número singular indica quizá que uno se destacaba entre sus compañeros como el más peligroso de todos. Tal "persuasión" (quizás "el dejarse persuadir" más bien que el acto de persuadir) no tuvo su origen en Dios, quien los había llamado por medio del Evangelio, sino de otra fuente, indicándose la herejía de los judaizantes.
La frase "un poco de levadura leuda toda la masa" podría significar que el foco del mal quedaba aún reducido a pocas personas; pero el "leudo" (siempre figura de un mal insidioso en las Escrituras) podría muy bien extenderse de la manera en que una pequeña cantidad de levadura, por el proceso de fermentación, llega a afectar toda la masa.
2. La confianza de Pablo (Ga 5:10)
"Yo tengo confianza en el Señor de que no seréis de otro sentir", y quizás hemos de añadir con la Vers. H. A., "que yo". Es la expresión más clara del optimismo del apóstol en cuanto al fin de la contienda, fundándose posiblemente sobre noticias que recibió en el curso de redactar la carta, o aun sobre alguna revelación que Dios le había concedido en cuanto al testimonio futuro de las iglesias en Galacia. Sea ello como fuere, el "padre" levanta la cabeza ya, con el brillo de una firme esperanza en sus ojos, convencido de que la obra de Dios no se ha de perder y que los hijos volverán al camino, reanudando la buena carrera del principio.
Si feliz había de ser el fin de la lucha en cuanto a los vacilantes gálatas, no sería así con el perturbador (de nuevo notamos el número singular). Podría ser muy distinguido en sus círculos, pero la nefasta obra de desviar a los cristianos poco formados de Galacia llevaría su condenación. Más tarde Pablo ha de enfatizar el principio: "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará", y lo adelanta aquí en el caso del jefe de los perturbadores. La doctrina de la gracia no anula la norma de que cada uno dará a Dios cuenta de sí, recalcándose una y otra vez en las Escrituras que cada obra trae su recompensa o su retribución, aun en la esfera de la Iglesia (2 Co 5:10).
3. La supuesta vacilación del apóstol (Ga 5:11)
La táctica de los herejes siempre incluye la siembra de rumores insidiosos en cuanto a los verdaderos siervos de Dios. Por eso notamos un repentino cambio de tema aquí puesto que el perturbador había insinuado que Pablo mismo predicaba la circuncisión cuando le convenía hacerlo, y es posible que se refleja aquí una versión tergiversada de la circuncisión de Timoteo que ya hemos explicado. Los gálatas quedarían perplejos ante este rumor, que es lo que quería el jefe de los judaizantes. Pablo recoge la insinuación sólo para rechazar la especie con cierta vehemencia. Los gálatas mismos podrían juzgar la verdad del caso, pues si Pablo admitía la circuncisión como una parte de su mensaje apostólico no había explicación posible de los violentos ataques de los judíos y de los judaizantes contra su persona y predicación. El odio contra él surgió precisamente del "escándalo de la Cruz", o sea, la predicación universal del Evangelio, que colocaba a judíos y gentiles sobre el mismo plano en cuanto a su salvación, lo qué suponía la nulidad de la circuncisión como base de una bendición especial.
4. Una declaración severa (Ga 5:12)
Sin duda hemos de traducir este versículo como en la Vers. H. A.: "¡Ojalá también se mutilasen los que os trastornan!", lo que ha causado no poca dificultad para muchos lectores sensibles, a quienes les parece casi increíble que Pablo empleara tales términos y expresara tal deseo frente a los perturbadores judaizantes. Hemos de tener en cuenta que los tiempos son diferentes y que costumbres corrientes entonces podían mencionarse en conversaciones o en predicaciones, mientras que ahora, habiéndose olvidado las costumbres, los términos correspondientes han caído en desuso. Lo cierto es que precisamente en Pesino, en Galacia, los sacerdotes de Cibeles se mutilaban en honor de su diosa, siendo bastante extendida tal costumbre en la época, de modo que no extrañaría alguna referencia al hecho en la conversación. A Pablo le parecía que la circuncisión, cuando perdía su verdadero sentido de separación para Dios, no pasaba de ser un mero "cortamiento" o "mutilación" según el margen de la Vers. H. A. en (Fil 3:2); frente, pues, al intento de volver a verdaderos hijos de Dios hacia un rito que no podía significar más que un desvarío en su caso, asemejaba su obra a la de los engañados y fanáticos sacerdotes de Cibeles. Más que un deseo, viene a ser una declaración del hecho de la degradación del limpio sentido original de la circuncisión al nivel de las mutilaciones paganas. El hondo sentir y la repulsa violenta del apóstol frente a la nefasta labor de los perturbadores de los gálatas quedan bien patentes en tan severas palabras. Más abajo Pablo ha de señalar la longanimidad, la bondad y la templanza como frutos del Espíritu, pero igual que Pedro y Juan en contextos similares no admite la mixtura de mentiras diabólicas con la verdad de Dios, señalando dramáticamente el error juntamente con el juicio de Dios sobre quienes lo propalan. Recordamos al lector el comentario sobre la aparente intransigencia del apóstol en (Ga 1:6-9).
5. Libertad y amor (Ga 5:13-15)
Libertad controlada. Según la traducción literal de (Ga 5:13), los gálatas habían sido llamados sobre la base de la libertad, que era algo consustancial con el verdadero Evangelio, puesto que la Obra de Cristo había soltado, no sólo las cadenas legales, sino toda sujeción que se relacionaba con el sistema del pecado. Como hemos tenido ocasión de notar anteriormente, el término redención subraya la libertad esencial del creyente como "libertado del Señor", aun cuando se hallase bajo el yugo de la esclavitud dentro de la sociedad humana (1 Co 7:22). Nada de lo que dice Pablo en este lugar puede anular las declaraciones anteriores que animaban a los gálatas a mantenerse enhiestos en la libertad de Cristo, sin volver a someterse ni por un momento al yugo de servidumbre legal (Ga 5:1).
Con todo, la bendición inalienable de la libertad del hombre en Cristo trae consigo la obligación de hacer uso de ella sabiamente, dentro de la ley del amor, que es la fundamental del Reino. Cuando estemos revestidos del cuerpo de resurrección en la Nueva Creación, habiendo dejado atrás al "viejo hombre", sabremos disfrutar de nuestra libertad dentro de la órbita de la voluntad de Dios sin que se produzca roce alguno con los demás redimidos. Pero aquí, en las condiciones de nuestro testimonio en el mundo, la carne, con sus engaños, quisiera falsear el concepto de "libertad" en sus propios intereses, obrando en contra del impulso del Espíritu Santo y en perjuicio de los hermanos. "¡Cuidado ?avisa Pablo en efecto? de no aprovechar la libertad mal entendida como base de operaciones (así literalmente) para impulsos carnales!". La libertad se nos concede a fin de que sirvamos a Cristo con entera devoción. No somos libres para entregarnos a actividades egoístas, sino para servir al Señor en la persona de los suyos: "por medio del amor ser siervos los unos de los otros" (Ga 5:15).
Pablo avisa contra el peligro de utilizar la libertad mal entendida como ocasión para actividades egoístas, mientras que Pedro adelanta una admonición parecida en vista de que la "libertad" podría servir de capa para la malicia (1 P 2:16): "como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios". La idea de que somos libres de varias formas de servidumbre para mejor servir al Señor en amor es común a los dos pasajes, pero quizá Pedro, según deducimos del contexto, pensaba en que los libertados en Cristo podrían caer en el error de pensar que se hallaban ya exentos de las obligaciones normales de la sociedad, excusándose de sus deberes so pretexto de su libertad en Cristo. Desde luego, el creyente que entiende bien el significado de haber muerto con Cristo al pecado y al "yo" para compartir su vida de Resurrección, no confundirá los términos, y sabrá distinguir bien entre la libertad y el libertinaje (Ro 6).
La ley del amor (Ga 5:15). Escondidos dentro del antiguo cuerpo legal mosaico se hallan indicios del sentido real de la Ley, que había de elevarse a su verdadero plano espiritual por las enseñanzas del Maestro (Mt 5:17-38) (Ro 7:7-23). En el décimo mandamiento ?no codiciarás? se trata de algo interno, ya que sólo el ojo de Dios podía percibir el movimiento del alma que ansiaba apropiarse de los bienes ajenos. El otro indicio se halla en el compendio de la Ley (Dt 6:4-5) (Lv 19:18) (Mr 12:28-34), pues hasta algunos rabinos comprendían que el amor rendido a Dios y el amor fraternal al prójimo abarcaban todos los demás preceptos que detallaban las obligaciones del hombre frente a Dios y dentro de la sociedad humana. Tanto en este contexto como en (Ro 13:8-10) Pablo subraya que el amor al prójimo lleva implícita en sí la deuda universal del cristiano frente a sus semejantes.
No por eso vuelve a colocar a los gálatas bajo la Ley, anulando así la fuerza de sus argumentos anteriores, sino que les dice en efecto: "Si os hablan de cumplir los preceptos de la Ley, acordaos del mandato que exige el amor, pues amando al prójimo habréis cumplido todo lo demás". Pero este amor (ágape) no es el mero sentimentalismo del humanitario, sino el reflejo de la naturaleza de Dios, quien es Amor, no pudiendo surgir, pues, del esfuerzo natural del hombre caído, sino sólo de las operaciones del Espíritu de Dios en el corazón que se rinde a él (Ga 5:22). El compendio de la Ley, o sea su esencia espiritual, no nos vuelve al sistema legal, sino que nos introduce al Reino fundado sobre la Obra de Cristo y vitalizado por las energías del Espíritu Santo. Ya hemos visto que los principios fundamentales del Reino son la fe, la esperanza y el amor (Ga 5:5-6), en contraste total con los ritos externos de una mera religión. De las hondas raíces de la fe y del amor brota el abnegado servicio que un hermano presta a otros y a las almas perdidas.
El legalismo no produce amor sino rencillas (Ga 5:15). "Mas si unos a otros os mordéis y os devoráis, mirad que no seáis mutuamente consumidos". Tales palabras reflejan una situación real en Galacia, de la cual Pablo había tenido noticia, y podemos deducir que el equivocado esfuerzo por colocar a los creyentes bajo la Ley ?resultando en las acaloradas discusiones de quienes defendían distintos puntos de vista? había producido el amargo fruto que siempre se asocia con el legalismo: disputas, ataques personales, excitación carnal, amargos resentimientos, etc. Los gálatas se mordían y hasta se devoraban, temiendo Pablo que el fin de las luchas sería el exterminio del testimonio de todos. Sobre el negro fondo de una obra carnal, exacerbada por el legalismo. Pablo presenta el camino divino de la santificación de los creyentes, enfatizando la obra del Espíritu de tal forma que viene a complementar la misma doctrina que se basaba sobre la obra de la Cruz y la Resurrección en (Ro 6).

La lucha del Espíritu contra la carne (Ga 5:16-26)

1. Una definición necesaria
Al buscar el verdadero sentido de este pasaje, hemos de estar prevenidos contra la tendencia popular de equiparar "pecados carnales" a los desvaríos sexuales de los hombres. Desde luego, éstos se incluyen en la definición bíblica, pero lo importante es comprender que "la carne" abarca mucho más que un solo capítulo de ofensas contra la voluntad de Dios.
En las Escrituras el vocablo "carne" puede llevar su sentido literal de "la sustancia del cuerpo", pero, por una extensión natural del sentido, pasa a designar o la vida natural del hombre, o la raza de los hombres, o la humanidad. En su más elevado sentido, "el Verbo llegó a ser carne y habitó entre nosotros", pero generalmente el término enfatiza la flaqueza moral y física del hombre (1 P 1:24) (Jer 17:5). Es preciso, pues, examinar el vocablo en su contexto para no equivocarnos en cuanto a su sentido. Pablo y Juan emplean a menudo el término "carne" en sentido teológico para significar, no ya la vida del hombre como miembro de la raza creada por Dios, sino la del hombre caído. Por ende, la "carne" en (Ro 8) (Ga 5), etc., tiene sentido peyorativo, abarcando todo lo que surge de la Caída, o sea, de la victoria que alcanzó el diablo al engañar al virrey de Dios en la Tierra. El significado no se limita en manera alguna al cuerpo material del hombre pecador, pues toda su personalidad cayó cuando volvió las espaldas a su Dios, de modo que el espíritu del hombre, igual que su cuerpo, lleva sus contaminaciones que necesitan purificarse (2 Co 7:1). Esta "carne" no se mejora jamás, hallándose sus tendencias en perpetuo desacuerdo con la voluntad de Dios (Ro 8:7). Pero "los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus deseos" (Ga 5:24), ya que se han identificado por la fe con aquel que murió en su lugar. Sólo el Espíritu de Dios puede luchar contra la carne, utilizando como base la victoria ya conseguida por Cristo en la Cruz. Viene a ser un grave error, pues, creer que (Ga 5:17) describe la lucha del espíritu del hombre contra su envoltura física. Ya hemos notado que el espíritu del hombre participó en la Caída, de modo que la tendencia antidios rige en todas las partes de su ser, con referencia especial a su voluntad, pudiendo ser contrastada únicamente por Dios mismo, o sea, por el maravilloso don del Espíritu de Dios: "Es Dios que en vosotros obra tanto el querer como el hacer en relación con su buena voluntad" (Fil 2:13).
Quizá sea preciso señalar que algunas de las feas obras de la carne de la lista de (Ga 5:19-21) se llamarían "leves" hasta por ciertos hermanos, como si no merecieran reprensión dentro de la familia espiritual. Pero no se trata de nuestro pobre criterio, sino de las normas divinas, pues la "religión" más pura en su forma externa ?el judaísmo?podía ser obra de la carne al no operar en ella el Espíritu de Dios (Fil 3:4-9). Nosotros hemos de aprender que todo lo que no surge de la gracia de Dios por la Obra de Cristo y las operaciones del Espíritu Santo constituye "carne" según el pensamiento inspirado del apóstol Pablo, y lo que es "carne" es corrupto y desemboca a la muerte (Ga 6:8).
2. Caminando por el Espíritu (Ga 5:16)
Pablo contrasta sus enseñanzas, aprendidas en la presencia del Señor, con el pretendido camino de perfección legal que los judaizantes presentaban a los gálatas: "Esto empero digo: Caminad por el Espíritu y no satisfaréis el deseo de la carne". La traducción "por el Espíritu" es más exacta que "en el Espíritu", ya que no se trata aquí de que el cristiano viva en la esfera espiritual ?que es verdad?, sino de que por la ayuda del Espíritu pueda adelantar en el camino de la voluntad de Dios, que es la verdadera santificación práctica. Si los pasos se determinan por los gustos, propósitos y ambiciones del individuo, el camino es carnal, llevando al creyente en sentido contrario a la voluntad de Dios. En cambio si el Espíritu impulsa los pasos, el camino se ordena según el designio eterno de Dios para su hijo. La metáfora del "andar por una senda" es tan conocida y clara que no necesita más explicación.
La sujeción del deseo carnal (Ga 5:16). La última frase de este versículo debe leerse como en la Vers. H. A. y no como en la Vers. R. V.: "y no satisfaréis el deseo de la carne". No se trata de una exhortación, sino del resultado lógico del "andar por el Espíritu", pues si el creyente es llevado por el camino de la santidad, en cada "paso" suprime el deseo que surge de la naturaleza adámica, ajustándose a la voluntad de Dios. Reiteramos que no se trata tan sólo de una separación de una vida ambiciosa y escandalosa, sino de dejar a un lado todas las tendencias carnales, tales como los celos, las rivalidades, los enfados, etc., por "natural" que nos parezcan según las normas de la sociedad que conocemos.
3. Los grandes antagonistas (Ga 5:17)
Lógicamente la declaración parentética "éstos son opuestos entre sí" ?con referencia a la carne y el Espíritu? precede la descripción de la lucha entre ambos contrincantes. La lucha surge del hecho de que no hay absolutamente nada en común entre el Espíritu de Dios y las tendencias, deseos y operaciones de la carne, fruto toda ella de la invasión satánica del Edén. El Espíritu no se preocupa por mejorar las tendencias carnales del hombre, sino que las tiene por muertas gracias a la Muerte de Cristo en la Cruz, de modo que su función es la de reforzar el "nuevo hombre", o sea la naturaleza espiritual del nacido de nuevo. Evitaremos muchas expresiones poco bíblicas en nuestras oraciones y exhortaciones ?por sinceras que sean? si entendemos que la santificación no se efectúa por el lento avance de toda la personalidad humana, arruinada por el pecado, sino por una lucha victoriosa contra los elementos satánicos de la carne en la que el "nuevo hombre" es auxiliado por el Espíritu de Dios. A los efectos de la disciplina y del robustecimiento de sus hijos, no le ha placido a Dios exterminar la carne en nosotros en seguida, sino solamente colocarla en el lugar de muerte en la Cruz, haciendo posible la victoria sobre ella en todo momento con tal que la voluntad del creyente colabore con los impulsos del Espíritu residente.
Según la primera fase de (Ga 5:17), la carne "desea", o ejerce sus impulsos, en contra de la obra de Dios, pero halla que el Espíritu también "desea", o "lucha", en sentido contrario, conforme a la voluntad de Dios. El creyente, pues, no es llevado irremisiblemente hacia abajo por los elementos adámicos que aún se hallan en él, sino que es posible que deje de hacer lo que habría querido realizar como hombre natural: "a fin de que no hagáis lo que quisiereis". El Espíritu Santo cumple su cometido como el gran "Paracleto" llamado en auxilio del hijo de Dios, quien, si se hallara solo, no podría ofrecer resistencia eficaz al impulso de la carne.
¿Qué significa esta lucha en la experiencia diaria del creyente? ¿Cómo consigue éste la victoria? La doctrina es clara, pero a veces no vemos cómo la hemos de llevar a la práctica. En primer término es preciso una diagnosis exacta de los movimientos de la carne, pues el "yo" puede engañarse muy fácilmente, justificando obras carnales y llegando hasta creer que cumple la voluntad de Dios cuando de hecho se deja llevar por la naturaleza vieja. La diagnosis se aclara por la constante meditación en la Palabra de Dios, siendo precisa la sentencia que se pronuncia sobre su "amor propio". El Espíritu de Dios, quien nos dio la Palabra, puede también aclarar su sentido haciendo que llegue a ser "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos... discerniendo los pensamientos y propósitos del corazón" (He 4:12). En segundo término es preciso aprovechar el auxilio del Paracleto divino y no contristarle (Ef 4:30). Hemos de aceptar sus indicaciones, para "andar por el Espíritu" en cada una de las múltiples decisiones que constituyen el "hacer" de cada día. Hallamos aquí una analogía con la presentación de la doctrina de la santificación en Romanos capítulo 6, donde el problema de la victoria sobre el pecado se presenta en primer término como un hecho, algo que Dios ha realizado ya en la Cruz donde "morimos al pecado" y quedó "fuera de uso" el viejo hombre. Pero al llegar al versículo 11 leemos: "También vosotros tomad en cuenta que de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal". ¿De qué manera hemos de "tomar en cuenta" el hecho consumado de la Cruz? Sencillamente, al llegar a las muchas encrucijadas de la vida, donde se nos presentan dos caminos, hemos de evitar el que escogeríamos si viviéramos aún como hombres naturales, escogiendo aquel otro que es manifiestamente conforme a la voluntad de Dios para nosotros según la Palabra. En el momento de la decisión hemos de decir: "Soy muerto a aquello de antes, y, por el auxilio del Espíritu Santo, dirigiré mis pasos a aquel camino que es conforme a la Palabra, y de acuerdo con mi nueva naturaleza". Quizá nos gustaría más pasar por una tremenda crisis espiritual, venciendo una vez para siempre las tendencias carnales, saliendo a una vida de constante triunfo. Algunos creyentes creen que lo han conseguido, pero normalmente su victoria absoluta no es tan evidente a los ojos de los hermanos que los rodean. De hecho hemos de echarnos sobre Dios en demanda de su auxilio en cada momento, dándonos cuenta de la potencia y malicia del traidor que llevamos dentro. Con todo, Dios "no da su Espíritu por medida" y la victoria en tal momento es posible, y aun segura, si "tomamos en cuenta" que somos muertos con Cristo al pecado y que el Paracleto residente puede y quiere ayudarnos a triunfar.
4. El Espíritu liberta de la Ley (Ga 5:18)
El apóstol se preocupa primordialmente por señalar el antagonismo entre el Espíritu y la carne, pero no deja de notar el otro contraste: el del poder del Espíritu frente al método legal. "Si sois guiados por el Espíritu ?escribe? no estáis bajo la Ley". Otra vez notamos la analogía entre este pasaje y Romanos 6, donde por dos veces, después de insistir en que la santificación surge de nuestra muerte al pecado en Cristo, Pablo declara que los santificados no están bajo la Ley, sino dentro de la esfera de la gracia (Ro 6:14-15). La Ley no tiene nada que hacer allí donde el fruto de la Obra de Cristo se vivifica plenamente en la vida del creyente por la operación del Santo Espíritu. En manera alguna hemos de volver a los miserables rudimentos después de haber disfrutado de la consumación de la Obra de Cristo. Léase de nuevo las tajantes declaraciones de (Ro 8:3-4).
5. Las obras de la carne (Ga 5:19-21)
Una lista repugnante. Según los mejores textos griegos, Pablo nombra quince "obras de la carne", indicando también que había otras semejantes a las que señala como terrible "muestra" de la cosecha de la Caída. El propósito es el de ayudar a los gálatas a distinguir entre los feos brotes de la carne y el bendito fruto que produce el Espíritu en vidas que se entregan a Cristo (Ga 5:22-23).
Es posible discernir cierta clasificación, notando que 1 a 3 son formas de impureza sexual; que hay enlace entre la idolatría y la hechicería dentro de los sistemas paganos (son 4 y 5); que 6 a 13 surgen en su gran mayoría de la falta del amor, o sea, de las actividades del "yo" al afirmar sus deseos y su poder en contra del prójimo; y que 14 y 15 son similares por constituir ambos el triste remedo en el mundo de la gozosa confraternidad de los santos.
Los desvaríos del cuerpo (Ga 5:19). "Fornicación" es toda unión sexual fuera de la sagrada unión del matrimonio, y podemos aquilatar su gravedad por las enseñanzas de Pablo en (1 Co 5:1-6:20). Abundaba mucho en el mundo grecorromano del primer siglo, y es preciso volver a recalcar su naturaleza satánica en todas las épocas.
"Impureza" se emplea en el Nuevo Testamento en sentido análogo, con referencia a todo lo que degrada las funciones del cuerpo, incluyendo las perversiones.
"Lascivia" traduce "aselgeia", que abarca todo movimiento desordenado, insolente y caprichoso, que atenta contra las buenas costumbres y las normas morales y sociales.
Idolatría y hechicería (Ga 5:20). Estas dos manifestaciones de la carne parecen muy remotas a las costumbres de nuestra decantada "civilización occidental", pero tengamos en cuenta que, después del temprano testimonio del Evangelio entre los judíos ?estrictamente monoteístas, desde luego?, Pablo y los demás siervos de Dios iban proclamando las Buenas Nuevas en medio de sociedades paganas, en las que una gran parte de las actividades de la vida se relacionaba con el culto de algún "dios" o "diosa" (Hch 17:16), gobernándose las personas por un sinfín de supersticiones y prácticas mágicas (Hch 19:19). Abundaban tanto las imágenes, que alguien dijo de Atenas ?quizá se trata de una exageración irónica? que era más fácil hallar un ídolo que una persona. Los diferentes sistemas habían brotado de la imaginación del hombre que rehusaba doblegar la rodilla delante del Dios verdadero, siendo espantoso el fruto moral y espiritual de sus desvaríos. Estos temas no han pasado de moda, sin embargo, porque hemos de recordar que todo objeto que se interpone entre el alma y su Dios llega a ser un "ídolo", y en este sentido amplio la idolatría se halla muy extendida en nuestro siglo XXI, tanto en el corazón del individuo como en diversos aspectos de nuestra civilización (Ro 1:19-24). Es posible un resurgir de la idolatría literal al fin de nuestra época (2 Ts 2:4) (Ap 13:15). "Hechicería" traduce "pharmakia", de donde procede etimológicamente nuestro vocablo "farmacia". En el primer siglo podía significar tanto el empleo de drogas benéficas, como otras dañinas relacionadas con las artes mágicas del día, lo que justifica la traducción "hechicería", pues obviamente se usa en mal sentido en esta lista de las obras de la carne.
Los devaneos del "yo" (Ga 5:20-21). Enemistades, contiendas, celos, arrebatos, rivalidades, disensiones, partidos (sectas o herejías) y envidias surgen de las actividades incontroladas del "yo", en rebeldía contra Dios y opuesto a sus semejantes. La personalidad humana fue creada para moverse en la órbita de la voluntad de Dios, que abarcaba la ley del amor entre las criaturas (Ga 5:13). La Caída significa que el "yo" humano quiere marcar su propio rumbo sin someterse a Dios ni tomar en consideración los deseos y conveniencias de sus semejantes. Sin duda la buena crianza y la disciplina de una sociedad bien ordenada pueden frenar hasta cierto punto las locas pretensiones del "yo", pero los brotes de tan profundas raíces se dejan ver por doquier, manifestándose escandalosamente en ciertos momentos y medios. Lo triste es que las envidias, rivalidades y divisiones llegan a considerarse como algo casi normal aun dentro de la familia de la Fe, y pocos hermanos comprenden que todo cuanto contraviene la ley fundamental del amor constituye una abominación delante de Dios. Tales ofensas arruinan la felicidad de la "familia" e impiden a menudo la extensión del Reino, ya que entristecen el Espíritu de Dios. Aquí se colocan al lado, de la fornicación y la impureza sexual como "obras de la carne". Deben ser ajenos, pues, a todo aquel que profesa, por su bautismo, haber muerto con Cristo al pecado para andar en novedad de vida.
"Partidos" ("sectas" o "herejías") traduce la voz griega "haireseis", con el sentido primario de "lo que uno escoge para sí". Si la opinión personal y voluntariosa está en pugna con la Palabra de Dios, llega a ser una "herejía", que a su vez agrupa a ciertos engañados secuaces en "sectas" o "partidos" por falta de la debida subordinación a las normas de la Palabra divina.
Borracheras y orgías (Ga 5:21). El "yo" rebelde, lejos de hallar una plena satisfacción en su pretendida "libertad", tiene que darse cuenta del vacío de su corazón y de una constante perturbación en su vida, ya que no descansa sobre la Roca de los Siglos. Faltándole el gozo, que es el fruto del Espíritu, va en busca de alegrías ficticias que en su forma extrema le llevan a las borracheras y las orgías, muy en boga éstas entre los adinerados del primer siglo, hallando su analogía en los "placeres del mundo" de nuestro tiempo. Hay "placeres" más inocentes y otros más viciosos y escandalosos, pero todos ellos constituyen el intento de beber de las "cisternas rotas" de parte de quienes no quieren satisfacer su alma en la abundante Fuente de la plenitud de Dios. Muy diferentes son las legítimas expansiones de los cristianos que pueden glorificar a Dios mientras se gozan en los ricos dones que su mano derrama.
Un aviso solemne (Ga 5:21). "Acerca de las cuales (de las obras de la carné) os digo de antemano (como os lo dije antes) que los que practican tales cosas no heredarán el Reino de Dios". Es un fenómeno extraño, pero bien conocido, que el legalismo, que pretende una santidad superior en su lucha sobre detalles externos y secundarios, condenando a quienes no se amoldan a sus normas, suele dejar pasar muchas de las obras de la carne que quebrantan la ley fundamental del Reino, que es el amor. Por el aviso que hemos citado, deducimos que Pablo había notado tales tendencias en el curso de su segunda visita a Galacia, amonestando a los creyentes entonces sobre el peligro de perder el fruto del Espíritu por la nefasta influencia de sus luchas internas. No le habían hecho caso y el mal se había agravado, lo que motiva la reiteración del aviso aquí.
Es preciso fijarnos en el verbo "practicar" ("prasso") en este versículo. Por desgracia es posible que el creyente caiga en cualquier pecado de la lista que hemos venido considerando, ya que el germen de todo mal se halla en el "hombre viejo", pero si de verdad es hijo de Dios ha de darse cuenta del mal que ha hecho, pudiendo ser limpiado y restaurado por el valor permanente de la Sangre de Cristo y por el socorro del Abogado que actúa a su favor a la Diestra de Dios (1 Jn 1:5-2:2). Pero la práctica continua de las obras de la carne revela profundas actitudes de rebeldía contra Dios que son incompatibles con el Reino, al que entramos para hacernos "niños", sometiéndonos al Padre y confiando sólo en él. Por el fruto se conocerá el árbol (Mt 7:15-23). El que profesa haber entrado en el Reino es avisado por el apóstol que examine la realidad de su vida interior para ver si está "en la Fe" o no (2 Co 13:5), pues no quiere que nadie se engañe a sí mismo o a otros, creyendo que está en el Reino de Dios mientras se dedica a prácticas que caracterizan al reino de las tinieblas.
6. El fruto del Espíritu (Ga 5:22-23)
Es evidente el contraste entre el bendito fruto del Espíritu ?las características de la vida de Cristo que se reproducen en la vida de los santos que se dejan llevar por las influencias divinas?, y la terrible lista de las "obras de la carne", El fruto es muy diverso, pero el número singular destaca la unidad del origen de la obra de gracia en el creyente. Todo es de Dios, por su Espíritu, sobre la base de la redención que Cristo consiguió a nuestro favor. "Obras" señala una penosa realización, aun tratándose de las actividades del camino ancho, pero el "fruto" se produce por el surgir, suave y potente, de la savia de la virtud del Espíritu de Dios en la vida del hijo de Dios. Primero es la vida y luego sus manifestaciones.
El carácter de Cristo. Sólo en Cristo se ha manifestado plenamente el fruto del Espíritu, pues sólo en él se veían siempre el amor, el gozo, la paz, la longanimidad, etc. Pero es el Espíritu de Cristo quien toma posesión del corazón del creyente de modo que su semejanza puede ser reproducida en quienes se han recreado en su imagen, siempre que la sumisión de la fe permita que se desarrollen plenamente las operaciones del Espíritu. El que es guiado por el Espíritu, andando por la ayuda del Espíritu, según las normas de la santificación que ya hemos considerado, también llevará el fruto del Espíritu en su vida. El fruto de un árbol no puede esconderse y por él la naturaleza del árbol es conocida, de modo que se trata de mucho más que unas buenas intenciones. Nuestros familiares y compañeros han de percibir las virtudes de Cristo en nuestras vidas.
Amor. Según las consideraciones que ya adelantamos al estudiar los versículos 6, 13 y 14 de este capítulo, el amor es "amor divino", la anulación de las inclinaciones del "yo" en beneficio de nuestros hermanos y semejantes, como reflejo del amor que llevó al Padre a enviar a su Hijo para redimirnos. Pablo analizó las características de este amor, principio fundamental del Reino de Dios, en (1 Co 13:1-7), y se ha notado que todas las manifestaciones del fruto del Espíritu aquí se incluyen en la poética definición del amor en el capítulo citado, ya que en sus manifestaciones y acciones produce el gozo, la paz, la bondad, etc.
Gozo. La experiencia que se indica por "chara" en el griego es compatible con la aflicción, pues no se trata de manifestaciones superficiales del placer, sino de una honda satisfacción que brota de nuestra relación con Dios, ya ajustada a las normas de su justicia y de su amor. Si amamos a Dios en Espíritu y miramos con amor a nuestros hermanos, el gozo surge potente de tan hondos manantiales independientemente de las circunstancias.
Paz. "Eirene" se deriva de un verbo que indica la unión de diversos elementos. Empieza por la justificación por la fe, que nos proporciona la "paz para con Dios", pero aquí, como algo que caracteriza la vida de los santos, indica la tranquilidad que experimentamos y manifestamos porque han cesado las luchas del "yo", no impresionándonos ya los vaivenes de esta vida. Es aquella paz que el Señor pudo dejar como precioso legado a los suyos momentos antes de ir a Getsemaní para el principio de la agonía que llegó a su consumación en las horas de tinieblas. El gozo y la paz se esconden en las cámaras más secretas del corazón, pero por eso mismo ejercen su influencia sobre la totalidad del ser del creyente, "equilibrando" sus relaciones con los hombres y sus reacciones frente a las alternativas de la vida.
Longanimidad. La voz griega es "makrothumia", "largura de ánimo", la actitud que no se irrita fácilmente, sino que soporta tanto las adversidades de la vida como los rudos golpes que nos asestan los hombres. Encuentra su perfecta manifestación en Cristo en el curso de su ministerio terrenal, "quien cuando le maldecían, no retornaba maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente" (1 P 2:23). El testimonio y el servicio del cristiano han de realizarse frente a la oposición de Satanás, en medio de la persecución de los enemigos del Evangelio y a pesar de la incomprensión de muchos hermanos. Por eso es preciso que el Espíritu produzca en nosotros la "longanimidad", pues de otra forma estropearemos nuestro testimonio por vernos envueltos en luchas carnales, en la defensa propia y en la condenación acerba de otros. Mejor es que recibamos la exhortación de Santiago: "Mas tenga la paciencia perfecta su obra, para que seáis perfectos y cabales (en madurez espiritual), sin faltar en alguna cosa" (Stg 1:4).
Benignidad, que traduce "chrestotes", es aquella bondad que es todo lo contrario de la dureza en el trato. Abarca la cortesía, la cariñosa consideración por otros, la palabra suave y apacible, sin que por eso se haya de borrar la diferencia entre la verdad y la mentira. Contemplemos al Señor en la casa de Simón al recibir y perdonar a la mujer pecadora (Lc 7) y luego escuchemos las denuncias de la maldad hipócrita de los fariseos que ocupan el capítulo 23 de Mateo, para ver cómo nuestra palabra puede ser siempre con gracia, sazonada con sal, sabiendo cómo conviene responder a cada uno (Col 4:6).
Bondad ("agathosune"). Este término señala el carácter esencialmente bueno del hombre en quien obra el Espíritu del Dios de bondad. Señala la raíz que produce "chrestotes" o la benignidad en el trato con otros.
Fidelidad. La palabra es "pistis", que normalmente quiere decir "fe" en el sentido que se ha ilustrado tantas veces en esta Epístola. Pero admite también el sentido de "fidelidad", que es lo que se requiere en este contexto, ya que se trata de una manifestación del fruto del Espíritu y no el medio por el cual recibimos la salvación. "¿Mas quién hallará al hombre fiel?", pregunta el sabio en (Pr 20:6), no muy animado en su búsqueda, ya que sabe por su experiencia cómo escasean los rectos. Con todo, el testimonio del creyente dista mucho de ser perfecto si no es hombre fiel, sabiendo apreciar todas sus obligaciones a la luz de la Palabra y cumpliéndolas, cueste lo que cueste. De hecho hasta los patronos del mundo llegan a apreciar ?y a veces recompensar? la fidelidad del cristiano en quien se manifiesta este fruto del Espíritu, pero ha de ser fiel, no porque pueda ser apreciado, sino porque la fidelidad es propia del Reino de Dios.
Mansedumbre, que traduce "prautes", es una cualidad análoga a la benignidad, pero señala más bien la condición esencial del hombre que no se estima a sí mismo en nada, estando dispuesto a ceder ante las pretensiones de otros. Esta mansedumbre no es fruto de la debilidad, sin embargo, ya que el manso obra por la potencia del Espíritu. Podría "pelear" igual que otro, pero, contemplando la vida desde el lugar que ocupa con Cristo en Dios, no concede valor alguno a los objetos que atraen la atención codiciosa de los hombres naturales, ni a las posiciones que anhelan sus mezquinas ambiciones. Deja pasar las cosas con el fin de dedicarse a lo que concierne al Reino. Por una paradoja que se funda en las leyes del Reino, son los mansos precisamente quienes heredarán la tierra, puesto que las últimas recompensas se repartirán por la mano del Dios que todo lo ve, ordenando el fin según las normas de la más perfecta justicia (Mt 5:5).
Templanza ("engkrateia"). Significa "el control de uno mismo", con referencia especial a los deseos de la carne. Como tal era palabra predilecta de los estoicos, quienes consideraban que el hombre, gracias a su nobleza esencial, podía dominarse y ordenar su camino en este mundo, lo que supone un orgullo muy distante del Espíritu de Cristo. Pablo emplea el término en relación con la obra del Espíritu de Dios, así que no ensalza la voluntad del hombre natural, sino que nos hace ver que la vida espiritual abarca el control de las pasiones y los impulsos que son propios del "viejo hombre". Así comprendemos cómo llega a ser una manifestación del fruto del Espíritu. Además de su empleo aquí, la voz se halla en (Hch 24:25) (2 P 1:6).
7. Una clasificación de las manifestaciones del fruto del Espíritu
Las manifestaciones son nueve, clasificándose fácilmente en tres grupos de tres. Esta armonía se contrasta con la lista de las obras de la carne, en la que notamos cierta agrupación de características, pero quedamos con la impresión total del desorden que corresponde a las actividades del diablo. El número tres se usa a menudo para expresar la consumación de una obra divina, de modo que "tres por tres" señala una cuerda de poderosas hebras que no se rompe fácilmente.
Amor, gozo y paz, según las definiciones anteriores, indican las hondas condiciones de la vida del hombre "en Cristo" movido por la potencia del Espíritu Santo.
Longanimidad, benignidad, bondad, señalan el carácter de bondad manifestado en el agradable trato del cristiano con sus hermanos y semejantes.
Fidelidad, mansedumbre y templanza, designan el valor esencial, el "temple" del hombre en Cristo. De nuevo recordamos que la perfecta manifestación del fruto del Espíritu se halla sólo en el Hombre Perfecto, quien andaba siempre en el sendero de la voluntad de su Padre, pero no por eso hemos de relegar el tema a la esfera de un elevado idealismo que no hace más que excitar nuestra admiración, pues la perfecta obra del Espíritu debe ser normal en la vida de los hijos de Dios. Nada más "práctico" que el fruto del Espíritu si nos amoldamos a los principios básicos de la vida verdadera, que es la que hemos recibido de Cristo resucitado. Y nada puede rendir "réditos" espirituales y eternos comparables con este "andar" por la potencia del Espíritu en medio de un mundo que se precipita a la perdición.
8. La carne crucificada (Ga 5:24)
Este versículo debe traducirse de esta manera: "Y los que son de Cristo Jesús crucificaron la carne con sus pasiones y sus deseos", quedando así enlazado directamente con las declaraciones sobre la obra consumada en Cristo de Romanos capítulo 6: "Nosotros que morimos al pecado... fuimos... sepultados juntamente con él en su muerte... nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo" (Ro 6:2,4,6). Pablo no exhorta a los gálatas a la "mortificación de la carne" en el sentido de hacer sufrir el cuerpo, según las erróneas prácticas de ciertos ascetas, sino que señala el fin de la carne con sus pasiones y malos deseos en la Muerte de Cristo. Nosotros asentimos a lo mismo en nuestro bautismo, dando a entender que nosotros, por voluntad propia, participamos en lo que Dios había efectuado en la Cruz. Siendo de Cristo Jesús por la fe, lo que supone una íntima asociación con su Persona y Obra, nos consideramos ajenos a las actividades del "viejo hombre" que fue ajusticiado en la Muerte de Cristo. "Pasiones" denota los profundos movimientos de la vieja naturaleza dentro de nosotros, mientras que los "malos deseos", o las "concupiscencias", señalan la búsqueda activa de los pecados y vicios en un intento de satisfacer las "pasiones". La declaración de este versículo se relaciona con las dos listas de los versículos 19 al 23, pues a la luz de ella las "obras de la carne" se hallan bajo sentencia de muerte, dejando expedito el camino para la manifestación del fruto del Espíritu. Además de las enseñanzas en Romanos capítulo 6 debemos considerar las analogías que hallamos en (Ga 2:19-20) (Ga 6:14) (2 Co 5:14-17) (Fil 3:8-12) (Ro 13:13-14).
9. La lógica de la vida espiritual (Ga 5:25)
Esta sección empezó con la exhortación de caminar por la ayuda del Espíritu y según sus normas (Ga 5:16), para terminar con un llamamiento similar, bien que esta vez, en vista de lo mucho que el apóstol ha adelantado sobre la obra del Espíritu, apela a la comprensión espiritual de sus lectores: "Si (como es cierto) vivimos por las energías del Espíritu, lógicamente debemos andar por la ayuda del mismo Espíritu". Compárese con (Ro 8:12). No tenemos derecho de andar carnalmente "si nos da la gana" porque ello supone el desprecio descarado de cuanto Dios ha hecho por nosotros por medio de su Hijo y su Espíritu. El verbo "stoicheo" indica que los gálatas habían de andar en formación, juntamente con sus hermanos, por los caminos del Espíritu, venciendo la tendencia a la división que iba surgiendo del legalismo incipiente, y así añade un nuevo concepto al caminar ("peripateo") del versículo 16.
10. Un aviso práctico (Ga 5:26)
En la sección siguiente Pablo hará aplicación práctica, en varios casos concretos, de los grandes principios que hemos venido estudiando, según su costumbre de colocar primeramente el fundamento doctrinal para pasar, hacia el fin de sus Epístolas, a las aplicaciones prácticas de sus enseñanzas. Es un poco difícil decidir si la exhortación negativa de (Ga 5:26) corresponde a la sección anterior o a la siguiente, pero, en vista de que el apóstol vuelve a dirigirse a los "hermanos" en (Ga 6:1), hemos optado por incluirla en esta sección, considerándola como la antítesis del andar por el Espíritu. Ser vanaglorioso, provocar al prójimo y envidiar a quienes ?según nuestro parecer? tienen más posesiones y honores que nosotros, son manifestaciones groseras del egoísmo que se yergue petulante y quejoso, dispuesto a todo con tal de salir con lo suyo y rebajar a otros. El Espíritu nos impulsa a la bondad, a la generosidad y a la mansedumbre, de modo que quien cayera en las tristes manifestaciones de (Ga 5:26) diría en efecto: "Di lo que quieras, Pablo; pero yo no he de andar por el valle de la humildad, sino en las alturas para dar a conocer lo que valgo". La sección termina, pues, con este doble cuadro: hay algunos que conjuntamente se dan cuenta de la lógica de su posición "en Cristo", disponiéndose a andar por la ayuda del Espíritu y en vista de la crucifixión del "viejo hombre". Otros no vislumbran siquiera lo que quiere decir el andar por el Espíritu y necesitan amonestaciones concretas contra obras de la carne que son notorias, y hasta ridículas, a los ojos de personas de cierto criterio, aun cuando no sean cristianos.
11. ¿Cuál es nuestra responsabilidad personal?
Al llegar al fin de esta sección consideremos en la presencia del Señor la manera en que el apóstol nos ha planteado de nuevo la tremenda alternativa que es la nota predominante de la Epístola: ¿la carne o el Espíritu...?, ¿nosotros mismos o Dios...?, ¿las normas del Cielo o las inclinaciones y gustos del mundo? Tenemos que escoger entre vivir a la manera del hombre natural, no pasando en tal caso de ser cristianos carnales, o aceptar sin reservas las consecuencias lógicas de nuestra posición en Cristo, dejándonos llevar por el poderoso impulso del Espíritu por el camino de la voluntad de Dios. Tanto en el camino de la santificación como en la obra de la salvación la base de todo es la Cruz; el poder es el Espíritu Santo y el medio para aprovechar la Obra de Dios a nuestro favor es la sumisión y la fe. Reiteramos la exhortación de Pablo: "En vista de que vivimos por el Espíritu, por el Espíritu también andemos".

Temas para meditar y recapacitar

1. ¿Qué quiere decir "carne" en esta sección? ¿Cuáles son sus obras?
2. Discurra sobre las operaciones del Espíritu en esta sección, subrayando los grandes principios de (Ga 5:16-18,22-23).
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
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