Estudio bíblico: El detector de mentiras - 1 Reyes 3:16-28

Serie:   La lucha entre lo bueno y lo malo   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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El detector de mentiras (1 Reyes 3:16-28)

A la orden del rey, el verdugo levanta su filosa espada. Los ojos de este hombre fiero, acostumbrado a ejecutar a criminales, se nublan por las lágrimas. Nunca antes había hecho lo que ahora le han ordenado hacer. Con su espada cortante y sanguinaria había terminado con la vida de muchos criminales; pero este caso era tan distinto.
Sobre una mesa de madera han colocado a un recién nacido. Ha sido atado con cuerdas. El inocente bebé se retuerce y trata de cambiar de posición como si presagiara lo que le van a hacer. El cuerpecito del pequeñuelo es blanco, los deditos de las manos y los pies son perfectos, y su rostro parece una escultura de Miguel Ángel.
La orden ha sido dada; el verdugo sostiene su pesado instrumento y está listo a partir al niño en dos pedazos iguales. Esos brazos y piernas que se mueven hacia todos lados, en pocos segundos van a ser inmovilizados para siempre.
Sobre el asiento judicial está sentado el rey. Su rostro es impenetrable. Parecería que no siente nada al dar la brutal orden. Los presentes hacen un gesto mostrando su estupor y horror. Algunos cierran los ojos.
Todo había comenzado la mañana anterior. Dos "mujeres de la vida" habían dado a luz con tres días de diferencia. Vivían bajo el mismo techo. Ni ellas mismas sabían quién había sido el padre de esas criaturas. En esa casa había tan solo una cama que las dos mujeres compartían. Durante la noche anterior, mientras dormían, una de las madres, sin darse cuenta, asfixió con su cuerpo al recién nacido. Al despertarse, nota que el niño no llora ni se mueve. Enseguida se da cuenta de lo que ha pasado. El dolor brutal saca a la luz sus tendencias más egoístas y salen a la luz sus instintos más crueles. La vida, con toda su dureza, le ha enseñado a pensar con rapidez en las situaciones de crisis o emergencia. Sin que su compañera se dé cuenta cambia a su hijo muerto por el niño vivo de esta. Cuando la otra se despierta se da cuenta de que "su hijo" no reacciona. La mujer engañada empieza a llorar intensamente. Toma el cuerpo muerto del bebé y lo besa con todo cariño. Las lágrimas corren por el rostro de esta atribulada mujer, quien ha tenido a muchos que le dijeron que la querían. Ella sí amaba verdaderamente a ese niño, a quien había acariciado tantas veces cuando estaba en su propio vientre. Quizá por primera vez en su vida iba a amar a alguien con pureza y con todo su corazón.
Al mirarlo una vez más, con los ojos nublados por el llanto, se da cuenta de que el bebé muerto no tiene la "marquita" violácea arriba del ojo derecho. Una terrible sospecha cruza por su mente. Mientras tanto, su "compañera de trabajo" la consuela diciéndole que no se preocupe, qué algún día a va a tener otro hijo.
La madre que ha sido engañada se acerca para observar cuidadosamente al bebé que su "amiga" estrecha firmemente entre sus brazos. De pronto, la mujer lanza un grito de dolor y furia como el ciervo que siente los dientes filosos del leopardo. ¡Se acaba de dar cuenta de que le han robado a su hijo!
En vano grita, argumenta y explica. La ladrona, que es más fuerte que ella, ni siquiera le permite tocar a su propio hijo. Desesperada sale y hace saber a las autoridades lo que le ha pasado. Van delante de un juez que no sabe qué hacer. Las dos, vociferando a pleno pulmón, son llevadas a otro juez de más experiencia que tampoco sabe qué decidir. No hay ningún testigo. Por fin, llegan al tribunal supremo que es el mismo rey Salomón.
Pero regresemos a la sala de justicia. El verdugo solo espera un gesto del rey para asestar el golpe brutal. El monarca ha ordenado que el cuerpo del niño se divida en dos partes iguales. A cada lado de la mesa donde reposa el bebé cada mujer grita lo mismo: "¡Es mío, es mío, es mío!".
Los consejeros y los ministros han concurrido para ver cómo el rey resuelve el caso. De repente la impostora ruge:
— Quiero mi parte, ¡que lo partan!
Su voz es fuerte y chillona. Sus ojos muestran dolor y odio.
A la verdadera madre ya no le quedan lágrimas. Sus ojos expresan hondo dolor, pero en vez de odio muestra ternura. Toca por última vez el pequeño pie del bebé. Mira al rey con una mirada indescriptible y dice:
— ¡Hay Señor mío! Dad a ésta el niño vivo, no lo matéis.
Insólitamente, sorprende a todos la inesperada reacción de la otra:
— Ni a mí, ni a ti; pártanlo.
En ese momento el rey ordena detener la ejecución. El recio soldado da un hondo suspiro y envaina su espada. El monarca ahora dice:
— Dad a aquélla el hijo vivo. No lo matéis; ella es su madre.
La mujer toma al niño entre sus brazos, lo llena de besos y se va a su casa hablando sola por el camino: "Este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir" (Lc 15:24).

La historia bíblica y nosotros

Salomón empleó una maniobra psicológica para resolver un caso que ocurrió hace 2.900 años. La espada del ajusticiador actúa como un detector de mentiras. De la misma manera que un detector de mentiras puede sugerir quién está diciendo la verdad y quién no, la técnica que el sabio rey ha aplicado ha dado el mismo resultado.
Salomón ha escudriñado a estas dos mujeres y su veredicto es indudablemente el correcto. El rey tiene conocimientos prácticos de sicología. Aun antes de que la verdadera madre diga: "Dad a ésta el niño vivo", él ya ha visto en el rostro de esa mujer que ella tiene compasión y que está diciendo la verdad. Es la falsa madre quien se delata a sí misma. Sin saberlo, testifica en su contra delante de toda la concurrencia.
En los momentos de crisis y desesperación el ser humano actúa, a veces, de manera imprevisible. Quizá podríamos preguntarnos cómo actuaríamos frente a la crisis, a lo inesperado, a la pérdida súbita.
Es interesante el principio que se observa. Hace tres mil años aun aquellos miembros de la sociedad que vivían vidas inmorales "tenían derecho a un juicio justo". Esto es así aunque ello demande la atención de los dignatarios más altos del sistema judicial.
Mathew Henry nos dice que para poder encontrar a la madre verdadera, el rey Salomón no podía intentar determinar a quién el bebé amaba más. Por lo tanto, él trata de encontrar quién es la mujer que ama más al niño. Las dos mujeres pretendían amar al niño. Sin embargo, la autenticidad de su amor es probada cuando el niño está en peligro.
Al verdugo le costó mucho conciliar el sueño esa noche después de esa experiencia imborrable en su mente.
Esta historia tan gráfica y casi brutal termina esplendorosamente. El amor y la verdad triunfan sobre el egoísmo y la mentira. Esta mujer a quien la vida (y/o su concupiscencia) la había llevado a esta triste ocupación es capaz de expresar un amor puro y profundo.
Al pasar de los años este bebé ha crecido y es un hombre maduro. El podría decir: Yo estoy en la familia que me ama porque mi rey tuvo sabiduría.

Notas al margen

En sus escritos, Salomón escribe sobre el tema de la justicia:
Repercusión a nivel nacional: "La justicia engrandece la nación" (Pr 14:34).
Dificultades para hacerlo: "El testigo perverso se burla del juicio" (Pr 19:28).
Importancia de hacerlo: "Practicar la justicia y el derecho es más aceptable al Señor que el sacrificio" (Pr 21:3).
Remuneración espiritual: "Le es alegría al justo practicar el derecho" (Pr 21:15).
Favoritismo: "No es bueno hacer distinción de personas en el juicio" (Pr 24:23).
Consecuencias de estabilidad política: "El rey con la justicia da estabilidad al país" (Pr 29:4).
Será universal: "Dios traerá a juicio toda acción" (Ec 12:14).
El detector de mentiras utiliza los registros de los cambios en varios elementos biológicos que se producen cuando alguien miente, a diferencia de cuando alguien dice la verdad (presión arterial, pulso, respiración y conducción del calor en la piel).
Es muy probable que la justicia y sabiduría de Salomón le acompañara solo durante el tiempo que él siguió los mandamientos del Señor. Hacia el final de su vida (murió a los 59 años) parecería que la situación cambió. Su propio hijo, el príncipe Roboam, lo describe como alguien que puso un yugo pesado sobre el pueblo y que lo castigó con látigos (1 R 12:11). Es improbable actuar de esa manera y a la vez ser justo.
Es interesante que una de las óperas más famosas de Giuseppe Verdi (Il trovatore) tiene también como tema el intercambio de niños. Uno que muere y otro que vive. En nuestra historia no se nos dice qué sucedió con la impostora. El mentir deliberadamente en un juicio era y es un delito grave. Lo que sí sabemos es que el resto de su vida llevó la triste carga de la muerte accidental de su hijo. Y toda la ciudad supo que era mentirosa y cruel.
Podemos pensar en otras armas que no llegaron a cumplir su nefasto propósito:
El cuchillo de Abraham (Gn 22:10).
La espada del juicio de Salomón (1 R 3:24).
La espada de Herodes planeando ejecutar a Pedro (Hch 12:2-3).
La espada del carcelero de Filipos: "Sacó su espada y estaba a punto de matarse" (Hch 16:27).
Y el arma que sí cumplió su propósito
La espada que hirió al pastor: "¡Levántate, oh espada, contra mi pastor y contra el hombre compañero mío, dice el Señor de los Ejércitos...!" (Zac 13:7).

El líder que hay en mí

Cuando hay un conflicto el líder tiene que poder discernir entre quién tiene la razón y quién no. Esto puede ser muy difícil. Si el líder tolera voluntariamente la injusticia se produce un efecto muy negativo en el equipo de trabajo. Se pone en tela de juicio si éste tiene en verdad las calificaciones morales para la función que trata de desempeñar. En general en una determinación o juicio tenemos la tendencia a favorecer a la persona que nos gusta más, a la que tiene algo en común con nosotros o que coincide con nuestra filosofía. Sin embargo, el juez justo tiene que mirar la situación por encima de todo esto.
Es muy probable que Salomón, alguien que conocía la naturaleza humana, supiera la respuesta de quién era la verdadera madre solo con escuchar sus palabras y ver el "lenguaje corporal". Sin embargo, la orden de dividir al niño en dos partes iguales sirve para que los presentes se den cuenta, sin lugar a dudas, de quién es la madre verdadera y quién la impostora.
Es muy importante que al hacer un juicio que va a traer un cambio significativo, el líder esté convencido en sí mismo; pero también tiene que presentar razones contundentes a su "equipo", tal como lo hizo Salomón. Aquel que es mucho más grande que Salomón, Jesucristo, fue "probado muchas veces" y siempre demostró su sabiduría. Se le hicieron preguntas muy envenenadas que siempre respondió en forma admirable. Por ejemplo, se le preguntó: "¿Es lícito dar tributo a César?". Y su maravillosa respuesta fue: "Dad a César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22:17-21).
¿Qué es lo que la gente percibe en el líder? ¿Indiferencia, interés espiritualidad, compasión? El rey vio la ternura de la verdadera madre.
Alguien podría decir: "Yo nunca voy a tener la sabiduría de Salomón". Es cierto que nadie tiene todo el conocimiento que es necesario para todas las situaciones de la vida. Sin embargo, no se equivoque, hoy el creyente tiene la guía del Espíritu Santo que mora en él; y además, tiene la promesa del Señor: "Y si a alguno... le falta sabiduría, pídala a Dios, quien da todos con liberalidad y sin reprochar; y le será dada" (Stg 1:5).

Temas para el estudio en grupo

La importancia de la sabiduría al tomar decisiones.
¿Cómo obtener sabiduría?
La mentira versus la verdad.
El testigo falso.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Qué nos llama la atención de la solución dada por Salomón en referencia al niño recién nacido?
2. ¿Qué podemos hacer los creyentes cuando tenemos que decidir entre quién está diciendo la verdad y quién está mintiendo?
3. ¿Qué principio legal básico establece Salomón en cuanto al derecho a la justicia para personas de "mal vivir"?
4. Mencione algunos de los conceptos mencionados por el rey Salomón en el libro de Proverbios sobre el tema de administración de justicia.

Comentarios

Perú
  Diana Chuquicondor Riveros  (Perú)  (19/08/2020)
Gracias por compartir la palabra de Dios . Los estudios biblicos me ayudan mucho a crecer como creyente . Ruego a Dios les siga dando sabiduría y dicernimiento.
Benciones .
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