Estudio bíblico: El ocaso de los héroes - 1 Reyes 10:14-29

Serie:   La lucha entre lo bueno y lo malo   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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El ocaso de los héroes (1 Reyes 10:14-29)

El palacio real estaba profusamente iluminado. Las teas (antorchas) brindaban su vacilante luz. Los estandartes colgaban majestuosos de las paredes de los corredores y de las amplias salas de la regia residencia.
El rey Salomón va a contraer matrimonio con la hija del faraón de Egipto (1 R 3:1).
Al sonido estridente de las trompetas aparece la princesa. Las joyas de piedras preciosas y oro resaltan la belleza de esa tez morena. Camina con la dignidad que ha aprendido desde niña en la corte imperial. Va acompañada por su séquito de damas. A ambos lados, soldados egipcios levantan sus puntiagudas lanzas que lucen los colores del faraón. El futuro esposo está vestido con ropas lujosas. Él parece bastante mayor que ella. Las bodas se celebran con gran pompa. Los más altos dignatarios del imperio egipcio están presentes. El sumo sacerdote preside la ceremonia representando a Israel.
El tiempo pasa inexorablemente; la primera dama va perdiendo sus atractivos físicos. Si bien el monarca le ha construido una magnífica casa con todas las comodidades que se puede imaginar, su esposo ya no la ve muy a menudo. Al contrario, en el palacio, en forma casi sucesiva, se observa un continuo desfile de bellezas de los reinos cercanos; al principio son sólo dos o tres bellezas al año; sin embargo, luego son docenas por mes. Todas ellas son, sin duda alguna, muy hermosas. La mayoría de ellas ha crecido en un ambiente pagano y han aprendido a adorar a los dioses falsos y vienen de diferentes regiones: Moab, Amón, Edom, Sidón. Parece que la lista no termina.
— Majestad — dice la hija del faraón — ¿se ofendería usted si yo edifico un pequeño altar para mi dios? Yo quiero servirle porque él ha sido muy "cumplidor" conmigo. Sólo le pido que me autorice construir un templete; es algo muy "chiquito". Usted me haría muy feliz si lo permite.
La reina insiste, presiona un poco y finalmente Salomón lo acepta:
— Está bien, pero que sea algo pequeño y que se coloque en un lugar no muy visible.
— Por supuesto — asiente la reina pagana con una gran sonrisa.
Un tiempo después, la princesa de los amonitas, otra de las esposas, solicita al rey algo parecido ejerciendo cierta presión con sus palabras:
— Majestad — dice — usted permitió que la hija del faraón adorara a su dios. Yo también, como su esposa, solicito permiso para tener mi "altar privado".
Este proceso se repite vez tras vez. De esta manera, las estatuas de las divinidades paganas se van multiplicando. Curiosamente, los ídolos van aumentando de tamaño. Es como si crecieran durante la noche. Además, se han movido desde el lugar donde "nadie los veía" a uno más prominente. Al paso de los años acontece lo inconcebible. El mismo Salomón rinde culto a Astarte, diosa de los sidonios, y a Moloc, ídolo detestable de los amonitas (1 R 11:5). Pero parece que no está satisfecho con eso, porque luego edifica un lugar alto a Quernós, ídolo detestable de Moab, en el monte que está enfrente a Jerusalén y a Moloc, ídolo detestable de los hijos de Amón (1 R 11:7).
Los años han transcurrido velozmente. Los acontecimientos del palacio real, la construcción del templo del Señor, la visita de la reina de Sabá, son ahora parte de la historia; todo eso ha quedado en el pasado. El rey acaba de cumplir 59 años. Las noches heladas del invierno parecen interminables. El viento y el frío se filtran por cada rendija. Los braseros tardan en calentar las grandes habitaciones del palacio. El rey está tendido en su majestuosa cama. Su cuerpo es corpulento pero su rostro se ve demacrado.
La historia de su vida le pasa por la mente como si se tratara de una película de cine. Recuerda aquel sueño cuando el Señor le habló por primera vez. Lo evoca como si el mismo hubiera ocurrido la noche anterior.
En ese tiempo él era joven; había sido recientemente coronado rey, y había ido a Gabaón para ofrecer sacrificios. Eran los tiempos en que "Salomón amaba al Señor y caminaba en los estatutos de su padre David" (1 R 3:3). Es cuando andaba en su "primer amor" (Ap 2:4). Podría contarlo con todos los detalles. Pero aquella noche estaba profundamente dormido y escuchó una voz. En su sueño se da cuenta de que es el mismo Señor quien le está hablando y le dice: "Pide lo que quieras que yo te dé" (1 R 3:5). Recuerda su respuesta: "Da, pues, a tu siervo un corazón que sepa escuchar, para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién podrá gobernar a este pueblo tan grande?" (1 R 3:9). Nunca olvidó la respuesta del Señor: "yo te daré un corazón sabio y entendido, tal que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y también te daré las cosas que no has pedido: riquezas y gloria tales que no haya nadie como tú entre los reyes en todos tus días" (1 R 3:12-13).
Hay una pausa; luego viene la condición: "Y si andas en mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos como anduvo tu padre David, yo prolongaré tus días" (1 R 3:14).
Años después, luego de que el templo del Señor había sido dedicado, se le aparece el Señor nuevamente exactamente de la misma manera. Reconoce esa voz inconfundible que exclama: "He santificado esta casa que has edificado para que yo ponga allí mi nombre para siempre. Mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días" (1 R 9:3).
Pero al final de la aparición la voz del Señor tiene una advertencia muy solemne: "Pero si obstinadamente... os apartáis de mí... y os vais y servís a otros dioses y los adoráis, entonces eliminaré a Israel... Y la casa que he santificado a mi nombre, la apartaré de mi presencia. Entonces Israel servirá de refrán y escarnio entre todos los pueblos" (1 R 9:6-7).
Al Rey le palpita el corazón con fuerza. el Señor lo ha hecho responsable no solamente por él sino también por todo su pueblo.
El viento helado del invierno sigue rugiendo afuera colándose por las ranuras. Las llamas de las antorchas parecieran como que se van a apagar pero siguen bailando sus vacilantes y arabescas danzas. En el suntuoso lecho real la llama de la vida se ha apagado.

La historia bíblica y nosotros

¿Cómo es posible que un hombre tan sabio abrace la idolatría? Una posibilidad a considerar es que al desviarse del Señor se pierde más y más esa sabiduría. Josefo nos cuenta la historia de una situación de acertijo en la cual Salomón pierde contra Hiram, rey de Tiro, al no saber la respuesta. Por haber perdido Salomón tuvo que pagar una gran cantidad de dinero a Hiram (uno pensaría cuán escasas son las probabilidades de que un historiador judío diera a conocer un detalle negativo del rey Salomón a favor de un monarca extranjero).
No sabemos exactamente en qué momento de su vida se produce la catástrofe. Suponemos que ha sido un proceso paulatino. Todas estas riquezas, este poder, terminan corrompiendo el corazón de Salomón. Qué acertado estaba el profeta al decir: "Engañoso es el corazón, más que todas las cosas..." (Jer 17:9). ¡Aquel que empezó tan bien termina tan mal!
Su nombre no está registrado en el monumento a los héroes de la fe levantado en la plaza principal de Hebreos 11.
El hecho de que Salomón tuvo dos visiones extraordinarias no evitó que cayera en la idolatría. Las "experiencias" maravillosas no confieren por sí mismas una "inmunidad" contra la caída.
Algunos sugieren que al final de sus días Salomón se arrepintió. Sin embargo, no hay pruebas de que lo haya hecho. El hecho de que los lugares de idolatría que él edificó persistieron por trescientos años más, hasta que el buen rey Josías los destruyó, está en contra de un verdadero líder que debe desistir de su pecado de idolatría (2 R 23:13).
Dios le había prometido prolongar su vida si él era obediente (1 R 3:14). Salomón murió a los 59 años, es decir, sus días no fueron prolongados (Sal 90:10) Dt 17:20).
La historia de David termina con la lista de sus valientes (2 S 23:18-39). La historia de Salomón concluye con los enemigos que Dios levantó contra él (1 R 11:26-40). Observamos el contraste entre un reino que finaliza con la estabilidad de los "valientes" y otro que caduca con la inseguridad de los "enemigos".
En el Nuevo Testamento el mismo Señor Jesús menciona las glorias de Salomón y su sabiduría (Mt 6:29) y (Mt 12:42); sin embargo, el sabio rey no es puesto como un ejemplo a seguir.
Nos podemos preguntar por qué Dios permitió que alguien que terminó tan mal escribiera tres libros de las Escrituras. Aquí vemos una vez más la gracia del Señor. Creemos que los escribió cuando caminaba en los senderos de Dios.
Durante el reinado de Salomón Jerusalén no era solamente un centro comercial de gran intercambio sino también un centro cultural. Salomón tenía buenas conexiones con Egipto (su esposa era la hija del faraón). Poseía buenos enlaces con Tiro y otros reinos cercanos.
Salomón se convirtió al paganismo de sus mujeres olvidando el versículo: "¡Qué ellos se vuelvan a ti; pero tú no te vuelvas a ellos!" (Jer 15:19).
Es interesante que las mujeres paganas lo hicieron pecar (Neh 13:26). ¡Salomón creyó que podía controlar el cuerpo de esas mujeres pero ellas le controlaron el alma! (1 Co 6:18). Ellas mostraron más fervor en propagar su falsa religión que el que tuvo Salomón en dar testimonio a los extranjeros del Dios creador del universo.
Seguramente esto hizo que el enojo contra Salomón, a quien Dios se le había aparecido dos veces, fuera todavía más intenso (1 R 11:9). Se cumple el principio de "... no os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos juicio más riguroso" (Stg 3:1).
Durante su segunda aparición el Señor le hace advertencias muy serias a Salomón. Las palabras muestran la gravedad del castigo en que podría incurrir:
1) "Si obstinadamente... os apartáis de mí
2) Y no guardáis mis mandamientos y mis estatutos...
3) y os vais y servís a otros dioses y
4) los adoráis" (1 R 9:6).
Es lamentable que aquel que escribió el libro de Proverbios que está repleto de sabias enseñanzas tuviera un hijo que no las practicó.
El libro El cantar de los Cantares es una joya literaria. Creo que este libro expresa el amor de Dios hacia su esposa Israel y por extensión el amor de Cristo por la iglesia. La hipótesis de que el libro de Cantares es un tratado sobre el "amor matrimonial" me parece inverosímil. Me cuesta creer que el Señor utilice como ejemplo de esposo a un hombre que tenía 700 esposas (y más 300 concubinas). Sin duda Salomón no nos puede enseñar nada en cuanto a ser fiel y amar a una sola esposa.
Del templo y el palacio de Salomón no queda nada. Su gran legado para la posteridad son sus tres libros incluidos por el Espíritu de Dios en el canon sagrado.
En el ocaso de su vida aquel reino que se había extendido tanto, que poseía riquezas innumerables y un gran poder militar se debilitó enormemente en unos pocos años.
Hoy, en cuanto a la historia y a nosotros, los creyentes en el Señor Jesucristo tenemos varias ayudas que no tuvo Salomón. Tenemos en primer lugar el Espíritu Santo morando en nosotros; en segundo lugar el Espíritu intercede por nosotros con "gemidos indecibles" (Ro 8:26); tercero nos "guía a toda la verdad" (Jn 16:13), y cuarto, nos "enseñará todas las cosas" (Jn 14:26).

Notas al margen

A pesar de todas las riquezas que Salomón posee, él trata de acumular más. El pueblo sufre y se le exigen tremendos impuestos.
Los grandes proyectos de edificios que llaman la atención a los extranjeros no son de gran consuelo para muchos. Es así que tan pronto Salomón muere, los diez reinos del norte se independizan. Sin duda veían a Jerusalén como "la capital" que consumía todo el tesoro del país.
En (1 R 10:14-28) se nos dice de algunas de las riquezas que Salomón poseía. La cantidad de oro que recibía era de 666 talentos. O sea un equivalente a 22 toneladas (calculando a 34 kilogramos el talento). Al precio actual sería un equivalente a más de 50 millones de dólares.
Dios había prohibido específicamente al rey el acumular caballos, mujeres, oro y plata. La Escritura enseña: "Pero él no ha de acumular caballos. No hará volver al pueblo a Egipto para acumular caballos, porque el Señor ha dicho: Jamás volveréis por ese camino. Tampoco acumulará para sí mujeres, no sea que se desvíe su corazón. Tampoco acumulará para sí mucha plata y oro" (Dt 17:16-17). La razón de la prohibición de acumular caballos era para que dependieran del Señor para su protección. Estos tres elementos que la ley específicamente prohibía, Salomón los ignoró.
La ejecución de Joab (comandante en jefe en tiempos de su padre), Adonías (su medio hermano) y de Simei nos perturba y alarma. Aunque ellos no eran personas intachables uno tiene la sensación de que las ejecuciones se hacen demasiado rápido. Estos hombres necesitaban la posibilidad de defenderse en un juicio aunque fueran culpables... Salomón tenía mucho poder sobre la vida de sus súbditos. Para él era muy fácil "suavizar" disidentes... la manera en que Jeroboam es forzado a huir del país lo demuestra (1 R 11:26-40).
Alguien podría preguntar jocosamente ¿qué tiene de malo tener 700 esposas? Bueno, el Nuevo Testamento nos enseña que hay que tener solo una (Mt 19:5) (1 Ti 3:2), y el Antiguo Testamento condenaba "acumular".
Ahora, en cuanto a estas esposas, ¿se puede imaginar la sensación de soledad de estas mujeres? En promedio pasaban un día con el rey cada dos años. Los hijos nacidos en el harem tenían el gran peligro de ser ejecutados para evitar que se convirtieran en opositores políticos. Por supuesto, la amonestación que cientos de años después hace el apóstol Pablo: "Esposos, amad a vuestras esposas" (Ef 5:25) era imposible de cumplir en esa circunstancia. Aquella jovencita que soñó con tener un esposo y una familia, en la realidad nunca lo iba a lograr. ¿No era esto una esclavitud? Es casi imposible leer el libro de Eclesiastés sin sentir esa pesadez y el cielo grisáceo de un alma que sabe lo que es la depresión emocional. Nos parece que Salomón está hablando de su propia experiencia al decir: "Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud: antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento" (Ec 12:1). Uno tiene la impresión de que el que habla sabe lo que está diciendo porque lo ha experimentado en su vida. Se está expresando como alguien que tiene una enfermedad debilitante y crónica.

El líder que hay en mí

Salomón se comporta como un rey autoritario y en las palabras de su propio hijo, alguien que oprime al pueblo y que es cruel: "Mi padre hizo pesado vuestro yugo... os castigó con látigos" (1 R 12:14).
Una de las funciones primordiales del líder es formar a otros líderes que lo puedan reemplazar. Cuando no sucede así, el proyecto tiene sus días contado. Salomón no preparó (y si lo trató no lo logró) a su hijo Roboam para que evitara una guerra civil. Tampoco capacitó a otros líderes. Al leer estos capítulos es interesante notar la falta completa de otros individuos a nivel de liderazgo. Parecería que Salomón los eclipsó o los intimidó a todos.
Si bien es cierto que Salomón tiene un general que se llama Benaías, este solo aparece para ejecutar enemigos políticos y luego se desvanece. El sumo sacerdote es mencionado solo "de pasada".
Uno tiene la sensación de que Salomón es un gran líder que vive aislado; la excepción es cierta relación con un arquitecto e ingeniero brillante llamado Hiram (1 R 7:13), y con el rey de Tiro, del mismo nombre (1 R 9:10-14,26-28). En cambio, David tenía al profeta Natán que cuando fue necesario lo amonestó. Salomón, al parecer, no tenía a alguien con ese ministerio.
No es hasta que él muere que nos enteramos de que en la corte ha funcionado un hombre muy dotado y que se llama Jeroboam; que por supuesto es el futuro rey de Israel. Sin embargo, Salomón se equivocó al no saber cómo mantener a Jeroboam "de su lado".
La sabiduría por sí sola no puede evitar la caída; esta puede evitarse si también está acompañada por la gracia de Dios (Lc 2:40).

Temas para el estudio en grupo

El casarse con incrédulos ("yugo desigual").
Modos y maneras por los cuales Dios habla hoy al creyente.
Los peligros de aceptar prácticas paganas en el servicio del Señor.
La tragedia de un hombre que empezó tan bien y podía haber terminado mejor.
El riesgo de perder el galardón o la recompensa (2 Jn 1:8).

Preguntas para reflexionar

1. ¿Cuáles fueron las consecuencias en la vida de Salomón al casarse con mujeres paganas?
2. ¿Qué dice la Biblia sobre la poligamia?
3. ¿Cómo se explica que un hombre tan sabio pueda torcerse y abrazar la idolatría?
4. ¿Por qué Salomón no está en la lista de los "héroes de la fe" mencionados en Hebreos 11?
5. ¿Pueden los creyentes casarse con incrédulos?
6. ¿Por qué la sabiduría, por sí sola, no es suficiente para el éxito final?
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