Estudio bíblico: Cuando el éxito conduce a la irreverencia - 2 Crónicas 26:1-23

Serie:   La lucha entre lo bueno y lo malo   

Autor: Roberto Estévez
Email: estudios@escuelabiblica.com
Uruguay
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Cuando el éxito conduce a la irreverencia (2 Crónicas 26:1-23) (2 Reyes 15:1-7)

— Majestad, lo siento pero no puede entrar al santuario dijo el sacerdote Azarías al rey Uzías.
El monarca está acompañado de su guardia personal, que lo sigue a corta distancia.
— Yo voy a donde quiero. Yo soy el que manda y nadie me lo puede impedir — vocifera el rey Uzías.
— Por favor alteza. Sabemos que usted es el rey y respetamos su posición, pero sencillamente usted no puede pasar.
El sacerdote Azarías y 80 sacerdotes más tratan en vano de impedir que el rey Uzías entre al santuario. A pesar de la resistencia, el rey Uzías se precipita osadamente en el lugar santo. La guardia personal del rey queda afuera. Uzías lleva en su mano un incensario para quemar incienso. Azarías y los ochenta sacerdotes lo rodean. El Rey está acorralado en esa "jaula humana". El sacerdote Azarías con voz firme le dice:
— ¡No te corresponde a ti, oh Uzías, quemar incienso al Señor, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que han sido consagrados para ello! ¡Sal del santuario!
El rostro del rey está enrojecido por la ira, y sus ojos brillantes echan chispas. Es la primera vez en su vida que alguien le ha dicho "no" a algo que él quiere hacer.
El sacerdote Azarías continúa:
— ¡Esto no te servirá de gloria delante del Señor Dios!
— ¡Yo soy el que manda aquí! Para eso soy el rey — dice Uzías airado.
Los sacerdotes lo tienen rodeado. El rey Uzías está a punto de ordenar a su guardia personal que ataque sin piedad a los "profetas rebeldes". El monarca "está que explota". Los músculos de su cara están contraídos. Levanta su brazo y señalando a los sacerdotes en forma amenazadora les dice:
— ¡Ahora van a aprender quien soy yo!
Pero de pronto, su rostro ha cambiado; el buen color que tenía en su rostro, a causa de su furor, ahora ha empalidecido. De pronto, queda como paralizado. Siente en todo su cuerpo una sensación extraña de picazón. La comezón va en aumento y es insoportable. Le parece que todo su cuerpo está cubierto de miles de hormigas que marchan en sus incesantes caravanas. Mira a los sacerdotes, quienes retroceden como si una fuerza sobrenatural los empujara hacia atrás. El rostro de los levitas muestra terror. Al unísono exclaman:
— ¡El Rey está leproso! ¡El Rey está leproso!
El tono de las palabras muestra la combinación de tristeza y horror.
El rey Uzías se observa las manos. Las manchas inequívocas de la lepra están allí. Los sacerdotes las ven en su frente. Uzías está aterrorizado. Por unos segundos está completamente paralizado. Mira desconcertado a los que hasta hace unos minutos estaban amenazándolo. Unos segundos atrás los sacerdotes tenían miedo del Rey. Ahora el rostro de los sacerdotes muestra pavor. Ahora no tienen miedo de él, sino por él.
El rey Uzías sale del lugar santo y corre con todas sus fuerzas como si estuviera huyendo de una casa que se está incendiando. Tan pronto sale del templo observa nuevamente su piel y se da cuenta de que las manchas persisten. Regresa a la morada real. Su guardia personal lo sigue con dificultad en su rápida carrera. Se coloca delante de un espejo y nota con espanto que la lepra está en todo su cuerpo. Llora amargamente. La noticia corre por toda la ciudad.
Han pasado varios años después de esta triste experiencia.
Es probable que Isaías, al llegar al palacio, entrara a la gran sala principal de la residencia real donde está un trono hermoso. El rey Uzías ha tenido gran éxito en campañas militares; llevó al país a una buena condición de crecimiento y estabilidad económica por medio de la reforma agraria que él implantó.
En esta ocasión el trono está vacío y cubierto de polvo por el desuso. ¡Ni el príncipe heredero, por miedo al contagio, se quiere sentar en él!
Quizá por la mente del profeta pasa, una y otra vez, la imagen del rey leproso. Es probable que sólo haya visto al rey, y ese trono abandonado, a la distancia.
Cierta mañana, las trompetas "aúllan" con pena sus tristes sonidos anunciando que el rey Uzías ha muerto.
Los meses han pasado y el profeta Isaías no ha podido olvidar aquel recuerdo de un hermoso y lujoso trono. Una y otra vez quizá se ha preguntado cómo fue posible que este rey tan piadoso llegara a pecar de esa manera tan brutal.
La siguiente escena sucede en ese mismo año que ha quedado marcado con la muerte del rey Uzías. En el silencio de la noche Isaías tiene una visión: "Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo" (Is 6:1).
El trono no estaba en el templo pero el borde de esas vestiduras lo llenaban.
Isaías continúa observando y ve que "Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban" (Is 6:2).
Quizá Isaías se acordaba del pobre rey Uzías, que cubría con vergüenza su cara para que la gente no viera las manchas de la lepra. Pero aquí son esos seres celestiales los que están cubriendo su rostro honrando al que está sentado en el trono.
Isaías está maravillado de esa visión que comienza primero como algo visual y luego continúa con un mensaje auditivo. "Había serafines... El uno proclamaba al otro diciendo: ¡Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!" (Is 6:3). "Estas cosas dijo Isaías porque vio su gloria y habló acerca de él" (Jn 12:41).

La historia bíblica y nosotros

Uzías fue capaz de recuperarse de los daños de un gran terremoto. Pudo vencer a todos sus enemigos militares. Evitó los pecados de la impureza. A diferencia de sus vecinos los reyes de Israel, Uzías nunca se inclinó a los dioses paganos. Sin embargo, no pudo controlar su orgullo.
No fue un ídolo o el adulterio lo que hizo caer a Uzías, como ocurrió con la mayoría de los otros reyes. Con humildad miramos a este hombre que tenía tantos dones y a quien Dios había prosperado. Sin embargo, su vanagloria lo va a hacer pecar gravemente. Las Escrituras nos dan más detalles: "Su corazón se enalteció hasta corromperse" (2 Cr 26:16).
Él sabía que los reyes de los países vecinos actuaban como sacerdotes invocando su condición "divina".
Parecería que Uzías asume equivocadamente que él tiene un "permiso especial" o una prerrogativa que los otros reyes no han tenido.
A veces, nosotros podemos pensar lo mismo. Esto es muy peligroso. Actuamos como si el Señor por nuestra "fidelidad o constancia" nos diera un salvoconducto especial.
La Escritura dice: "Pues no hay distinción de personas delante de Dios" (Ro 2:11).
Sin duda, Uzías podría mirarse a sí mismo y decir: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres... ni aun como este publicano" (Lc 18:11).
Uzías cometió su pecado en público y Dios utilizaría algo que iba servir de ejemplo.
¡Uzías quiso tener el honor y privilegio que no le correspondía, y terminó con la enfermedad que todo el mundo detestaba y temía!
¡Era el rey pero quizá llegó a envidiar al sirviente más pobre porque estaba sano! Uzías desechó el principio de que en su providencia el Señor ha determinado límites. Cuando estos límites son ultrajados, el castigo puede ser muy severo (Nm 16:32) (Hch 5:9).
El soberano no podía ignorar que el ofrecer el sacrificio era un derecho exclusivo de los sacerdotes; y de estos, solamente los descendientes directos de Aarón (Ex 30:7-8) (Nm 18:7).
El monarca no podía desconocer que el castigo al infractor era la muerte (Nm 18:7).
El desobedecer voluntariamente al mandato específico de Dios era algo grave. En ese momento Uzías demostró que había perdido el temor reverencial a Dios que antes sí poseía.
Al tratar de entrar al lugar santo, el rey Uzías no se dio cuenta de su condición pecaminosa. Isaías, que era un hombre muy santo, al tener la visión del trono se percató de su condición impura (Is 6:5).
Un énfasis desequilibrado sobre algunos de los atributos de Dios, ignorando otros como su santidad, nos ha llevado a ignorar la importancia del temor reverencial del Señor. Uzías, en un sentido, trató el lugar santo como cualquier otro lugar. (Nuestros abuelos entraban en un templo evangélico con reverencia para escuchar el ministerio de la Palabra). Hoy, en algunos lugares, se entra con la misma actitud como si fuera un club deportivo.
Uzías, al comienzo de su vida pública, era como esa divinidad de la mitología griega (Midas) que todo lo que tocaba se transformaba en oro. Sin duda Dios lo había prosperado abundantemente. Desde su juventud buscó y agradó al Señor de los Ejércitos (2 Cr 26:5).
Su vida se caracterizó por triunfos y éxito en todas las empresas que ejecutaba. Sus campañas militares eran coronadas con victorias por dondequiera que fuera.
Cuando el Señor bendice, ¡qué fácil es creer que lo hemos logrado nosotros por nuestras propias habilidades o esfuerzo!
Este rey se perfila como un hombre que impacta la sociedad y el país de una manera importante. Sin embargo, los lugares altos de adoración persisten (2 R 15:4).
El relato bíblico nos enseña "que hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Amasías" (2 R 15:3).
Hay una edad de oro espiritual para el rey Uzías. Durante el tiempo del sacerdote Zacarías, él buscó a Jehová. Mientras el mentor y guía está presente en su vida todo marcha bien.
El rey Uzías no buscó al Señor para ser prosperado, sino que fue prosperado porque buscó al Señor. Alguien ha llamado a este período el "veranillo de San Juan" del pueblo de Judá.
El rey Uzías se nos presenta como un hombre con muchas habilidades inusuales. Hay varias "facetas o actividades" en la vida del rey Uzías que se entremezclan, pero las separamos para su estudio. Cada una termina con una frase positiva.
En la primera tenemos a Uzías como el restaurador: "Él reedificó Eilat... hizo lo recto ante los ojos del Señor... Se propuso buscar a Dios en los días de Zacarías... Dios le prosperó" (2 Cr 26:2,4,5). Uzías tiene la guía espiritual de un hombre "entendido en las visiones de Dios".
En la segunda, tenemos a Uzías como el militar. Como militar emprende campañas contra distintos reinos y vence (2 Cr 26:6). Pero además: "Dios le ayudó contra los filisteos... su nombre se difundió hasta la entrada de Egipto, porque se había hecho poderoso en extremo" (2 Cr 26:7-8).
En la tercera fase vemos a Uzías como el arquitecto y agricultor. Edifica torres de protección en las ciudades y en el campo. Construye pozos para obtener agua y se produce un aumento importante del ganado: "era amante de la agricultura" (2 Cr 26:10). Hoy lo llamaríamos un ecologista innato.
En la cuarta perspectiva vemos a Uzías como el comandante en jefe. Organiza el ejército y prepara armamentos defensivos y ofensivos. Es una de las primeras citas en la Biblia del uso de ingeniería militar con equipo de tipo catapulta. La Escritura dice: "Su fama se difundió muy lejos, porque halló ayuda de manera sorprendente" (2 Cr 26:15).
Si el capítulo terminara en el versículo 15 podríamos decir que Uzías fue uno de los más prósperos reyes de Judá. Su vida y su obra hubieran sido casi ejemplares.
La frase que anuncia la tragedia es solemne: "Mas cuando fue fortificado su corazón se enalteció, hasta corromperse, porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar sahumerios en el altar del perfume" (2 Cr 26:16). Al entrar en el lugar santo asume la función de sacerdote que no le corresponde.
Los oficios de sacerdote y rey solamente fueron ejercidos por Melquisedec y por el Señor Jesucristo (He 5:6) (He 7:17).
Aun el creyente que trata de seguir al Señor tiene este peligro de jactarse del don especial que el Señor le ha dado y actuar como si fuera una habilidad propia (1 Co 9:15-18).
Hoy el creyente puede entonar un himno de alabanza al Salvador: ¡El fracaso no es imprescindible. No es necesario naufragar! El libro de Apocalipsis está repleto de la frase: "Al que venciere" (Ap 2 y 3). Esta expresión significa que eso es posible. El Señor nos ha dado las herramientas o "armas espirituales" para lograrlo (Ef 6:11-17).
Las Escrituras no nos dicen más de Uzías sino que "quedó leproso hasta el día de su muerte" (2 Cr 26:21). No se hace mención de ninguna oración por su sanidad. Esto nos recuerda las palabras del apóstol Juan: "Hay pecado de muerte, acerca del cual no digo que se pida" (1 Jn 5:16).
Uzías permanece leproso hasta el día de su muerte viviendo aislado en una casa. Es sepultado en los campos adyacentes a las sepulturas reales pero no en las mismas.
Vemos la gracia de Dios una vez más al ser incluido su nombre en la genealogía de nuestro Señor Jesucristo (Mt 1:8-9). También vemos la misericordia del Señor en la valentía de los sacerdotes impidiendo que el rey Uzías ofreciera el sacrificio.
La evaluación final de su vida fue: "hizo lo recto ante los ojos del Señor" (2 Cr 26:4).
Y como si esto no fuera suficiente, cuando se habla de su hijo Jotam, la Escritura nos dice: "Él hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Uzías, salvo que no entró en el templo del Señor" (2 Cr 26:2). Como resultado de la disciplina sufrida por el padre el hijo aprendió y no cometió el mismo pecado.

Notas al margen

El ejército de Judá contaba con 307.500 soldados "entrenados para la batalla".
Reflexionamos si acaso la lepra, aunque grave, fue más bien una demostración de la gracia de Dios siendo que Uzías cometió un pecado que debía ser castigado con la muerte.
La lepra tiene una evolución lenta y crónica. Normalmente lleva muchos años antes de ocasionar la muerte.
Es interesante recordar a las personas castigadas con lepra en el Antiguo Testamento:
María, por murmurar contra Moisés (Nm 12:1,9).
Guejazi, por su avaricia (2 R 5:20-27).
Uzías, por su orgullo y profanación del templo (2 Cr 26:20).
En el Nuevo Testamento no hay mención a un castigo por lepra pero sí lo hay por otros padecimientos: "Hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen" (1 Co 11:30).
En las Escrituras hay diversas formas de enfermedades o padecimientos que el Señor ha utilizado como disciplina o castigo. En el caso de Nabucodonosor es con una enfermedad demencial transitoria (Dn 4:33). En la situación de Ananías y Safira con muerte súbita (Hch 5:9). En el asunto del rey Herodes con una enfermedad mortal (Hch 12:23).
El terremoto que se menciona en (Am 1:1) y en (Zac 14:5), al parecer fue de gran magnitud. Josefo dice que sucede en el mismo momento en que Uzías trata de ofrecer el sacrificio.
Lockyer supone que Uzías podría haber pasado el resto de sus días cuidando de sus ganados y de sus tierras cultivadas, actividades que él disfrutaba mucho. Si fue así no estuvo absolutamente confinado en su casa (2 Cr 26:21). Uzías muere a los 68 años luego de reinar 52 años.
Rossier concluye su discusión de la vida del rey Uzías diciendo: "Es verdad que este rey que fue fiel en sus comienzos, pero luego se transformó en un transgresor, fue juzgado severamente en la tierra como si hubiera sido salvado por fuego".
Es posible que aun los mismos siervos de Uzías le "tuvieran miedo al contagio".

El líder que hay en mí

En el capítulo 26 de 2 Crónicas tenemos tres grupos distintos de líderes.
En primer lugar tenemos a un líder espiritual llamado Zacarías. Este ejerce una influencia benéfica en el joven monarca. Como resultado de esa "ascendencia", el rey Uzías tiene un verdadero crecimiento espiritual.
En segundo lugar tenemos el liderazgo del rey Uzías, cuando busca al Señor. Su liderazgo es en múltiples áreas. Dirige hábilmente campañas militares contra los enemigos que lo rodean. También se destaca con construcciones defensivas y en el desarrollo de la agricultura.
En tercer lugar, la persona que también se destaca como líder es el sacerdote Azarías (suponemos que era el sumo sacerdote). Este cumple con su deber aun con riesgo de su propia vida para negarle al rey Uzías la entrada al templo. El historiador Josefo nos dice que el rey Uzías amenazó a los sacerdotes con matarlos si no lo dejaban entrar.
El siervo del Señor tiene que estar dispuesto a ser fiel a la doctrina claramente expresada, aun a pesar del costo que tiene que pagar. El caso que ocurrió con el rey Uzías no fue uno de duda o de interpretación. Era algo establecido (Nm 18:7).
Sin duda es difícil decirle nada menos que a la autoridad máxima del país: "no se puede". Es encomiable que 80 sacerdotes acompañen a su superior en una empresa que podría haber terminado con sus vidas. Estos hombres sabían que lo más importante era seguir y obedecer al Señor antes que a los hombres (Hch 4:19).

Temas para el estudio en grupo

La importancia de un buen instructor en la vida espiritual del joven.
El principio de que "Dios honra a los que le honran", en la parte inicial de la vida de Uzías.
Cuando Dios tiene que disciplinar a sus hijos. Ver (He 12).
Uzías no perdió la salvación pero sí perdió años de servir al Señor de una manera eficaz.
Otras personas castigadas con lepra en el Antiguo Testamento.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Qué es lo que trató de hacer Uzías cuando fue al templo?
2. ¿Qué le dijo el profeta Azarías al rey Uzías?
3. ¿Qué vio el profeta Isaías el mismo año que murió el rey Uzías?
4. ¿En qué áreas de la vida fue exitoso Uzías?
5. ¿Quiénes son los tres líderes que se mencionan en (2 Cr 26)?
6. ¿Cuál fue el pecado de Uzías?
7. ¿En cuáles áreas de nuestras vida corremos peligro de cometer el mismo pecado de Uzías?
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