Estudio bíblico: Esforzaos, cobrad ánimo y trabajad - Hageo 1:1-15

Serie:   Hageo   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Esforzaos, cobrad ánimo y trabajad (Hageo 1:1-15)

Introducción histórica

El libro comienza situándonos "en el año segundo del rey Darío" (Hag 1:1). Para entender bien la situación será necesario que completemos esta información con la que nos facilita el libro histórico de Esdras.
En los dos primeros capítulos de Esdras se nos informa del edicto de Ciro autorizando la vuelta de los judíos cautivos a Jerusalén para edificar la Casa de Dios, y nos relata cómo varios miles de ellos emprendieron el largo viaje de retorno bajo el liderazgo de Zorobabel.
El tercer capítulo nos sitúa en Jerusalén donde los judíos habían comenzado ya la reedificación del templo. Lo primero que edificaron fue el altar, lo que les permitió comenzar a celebrar sus cultos. Una vez terminado esto echaron los cimientos de la Casa de Dios, e hicieron una especie de inauguración con gran júbilo. Había música, cánticos y gritos de alegría, mientras que otros lloraban de emoción recordando el primer templo. El sonido de todo esto llegaba hasta muy lejos.
Pero en el capítulo cuatro hay un cambio importante. Los enemigos de Judá, viendo que el templo estaba siendo reedificado, hicieron lo posible para parar la obra, usando para ello toda clase de tácticas y artimañas.
El primer argumento que usaron sonaba claramente a ecumenismo: "Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios" (Esd 4:2). Pero Zorobabel salió al paso y dijo que eso no era cierto, y que ellos solos edificarían la Casa de Dios. A partir de ese momento, aquellos "amigos ecuménicos" se volvieron fieros enemigos que usaron toda clase de tácticas para intimidar al pueblo de Dios. Finalmente lograron presionar a la autoridad civil para que hicieran parar la obra de la Casa de Dios por la fuerza. El triste resultado de todo esto queda recogido en (Esd 4:24) "Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y quedó suspendida hasta el año segundo del reinado de Darío rey de Persia". Por lo tanto, la obra quedó parada durante dieciséis años.
Ahora bien, todas estas cosas acontecieron para enseñarnos lecciones muy importantes a nosotros en el día de hoy (1 Co 10:11).
El gran enemigo de Dios está siempre en contra de la edificación de la Casa de Dios y sigue empleando ahora las mismas tácticas que empleó entonces. Esto lo sabemos bien aquí en España. No hace mucho tiempo, durante la dictadura militar del general Franco, el "nacional catolicismo" usó de denuncias contra la "pequeña manada" de evangélicos a fin de forzar a la autoridad civil para que cerraran las capillas evangélicas e hicieran la vida imposible a los creyentes, con el único propósito de detener la predicación del evangelio. Pero cuando por fin cambió el régimen, entonces la religión oficial cambió de táctica y adquirieron un talante más ecuménico, dando a entender que en el fondo todos somos iguales y deberíamos unirnos (claro está, bajo la suprema autoridad de la Iglesia Católica), ya que nuestra desunión, decían ellos, es un escándalo para el mundo.
¡Que Dios nos dé la misma claridad de visión, el mismo espíritu y el mismo coraje que tuvo Zorobabel para no caer en esa trampa!
Siguiendo con la lectura de Esdras llegamos al capítulo cinco, donde ante la situación descrita, Dios mandó a dos profetas, Hageo y Zacarías, a fin de despertar al pueblo para que volvieran a edificar la Casa de Dios arruinada y abandonada. Y es justo en este momento donde comienza el libro del profeta Hageo.

Esquema del libro y tema principal de Hageo

El libro de Hageo se compone por cuatro mensajes breves:
Primer mensaje (Hag 1:1-15).
Segundo mensaje (Hag 2:1-9).
Tercer mensaje (Hag 2:10-19).
Cuarto mensaje (Hag 2:20-23).
El tema del libro tiene que ver con la Casa de Dios o el Templo. Se menciona diez veces en sus treinta y ocho versículos (Hag 1:2,4,8,9,14) (Hag 2:3,7,9,15,18).
Recordemos que dentro de la Casa de Dios estaba el arca del testimonio, que representaba el mismo Trono de Dios aquí en la tierra, y que servía como testimonio ante el mundo incrédulo de la presencia del Soberano Creador y Dueño de este mundo. Y con ese mismo propósito, Dios había forjado una relación especial con su pueblo Israel en el desierto de Sinaí a fin de que por medio de su culto y conducta fueran testigos vivientes ante el mundo entero de esta gloriosa verdad.
Por supuesto, como ya hemos considerado, todo esto tiene implicaciones también para nosotros en el día de hoy, porque si somos creyentes de verdad, entonces somos la Casa de Dios (He 3:2,6), y también hemos sido llamados a dar testimonio de él, trabajando a favor de su causa e intereses en este mundo. Nosotros también deberíamos reaccionar con la misma diligencia que el pueblo al que se dirigió Hageo en su tiempo. Notemos que cuando Hageo pronunció su primer mensaje, sus conciencias fueron despertadas y comenzaron a trabajar con seriedad en la Casa de Dios.
En relación con todo esto, podríamos resumir este mensaje de ánimo del profeta Hago con algunas de las palabras que él usa en su libro: (Hag 2:4) "Esforzaos... cobrad ánimo... trabajad". Estas palabras han seguido haciendo eco a través de los siglos hasta nuestros días, y nos han llegado con el mismo énfasis y el mismo sentido de urgencia.
Por lo tanto, a lo largo de estos mensajes, Hageo va a poner el dedo en la llaga al señalar los problemas específicos que estaban entorpeciendo la obra de Dios. También expondrá el camino para rectificar estos problemas, y exhortará al pueblo para que retomen la obra de la Casa de Dios con toda seriedad y urgencia.
Pero vamos a considerar con un poco más de detalle este primer mensaje.

El primer mensaje de Hageo (Hag 1:1-15)

(Hag 1:1-5) "En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos. Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios, en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío."
1. La Casa de Dios en ruinas
En primer lugar notamos que la Casa de Dios estaba en ruinas desde que fue destruida por los ejércitos babilónicos. Recordamos que esto había ocurrido por cuanto Israel tenía un testimonio igualmente ruinoso en este mundo. No olvidemos que la Casa de Dios y el testimonio de su pueblo van íntimamente relacionados.
Pero por la misericordia de Dios, ellos habían sido restaurados a su país. No obstante, la Casa de Dios seguía todavía sin ser reedificada. ¿Por qué? ¿Qué es lo que pasaba?
De una manera gráfica, Hageo presenta al pueblo de Israel corriendo cada uno a su propia casa. Para ese momento ellos ya habían edificado sus casas artesonadas y cómodas, mientras que la Casa de Dios estaba literalmente por los suelos. A nadie parecía importarle esta situación. Tal vez ni se habían detenido a pensar en esta tremenda incongruencia. Por lo tanto, lo primero que Hageo va a hacer es instar al pueblo para que reflexione sobre esta situación.
Pensemos por un momento en lo que estaba pasando. El Soberano Dios de la gloria, quien un día creó los incontables millones de galaxias que giran sobre nuestras cabezas y quien además las sostiene con la palabra de su poder, ese Dios que está sentado en el Trono del Universo en excelsa gloria, rodeado de millones de seres resplandecientes que atienden a su voluntad, tiene una Casa aquí, en nuestro pequeño planeta Tierra, y estaba en la más absoluta ruina. Y todo esto, porque sus pequeñas criaturas, que vivimos unos pocos años en este mundo, sin apenas tiempo para demostrar nuestra lealtad a ese gran Dios haciendo una buena y sensata inversión en su Casa para la eternidad, muchas veces estamos más interesados en gastar en nuestras propias casas, que desaparecerán de este mundo en muy poco tiempo, en lugar de invertir en la Casa de Dios que es eterna.
Sin duda la situación era anormal. Recordemos que ese mismo Dios acababa de sacudir el mapa político del mundo de aquel entonces, derribando al gran imperio babilónico en una noche, para que su pueblo pudiera volver a su país y retomara su vida nacional. Y ahora, ese Dios estaba sin Casa mientras que ellos ya vivían en sus casas artesonadas.
Ante una situación así el profeta interviene, y lo hace sin rodeos, sin buscar que su mensaje sea políticamente correcto:
(Hag 1:4) "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?"
Pero notemos que no es tanto Hageo quien está hablando, sino que Dios mismo está protestando por la situación. Y tenía toda la razón. Así que el profeta les va a urgir para que se pongan manos a la obra y reedifiquen la Casa de Dios.
2. El problema del materialismo
El pecado que Hageo denuncia es el del materialismo. Ahora bien, ¿qué es el materialismo? Pues el materialismo consiste en dejar que las cosas materiales de la vida (que pueden ser legítimas en su justo lugar), lleguen a ocupar un lugar tan prominente en nuestras vidas, que las cosas de Dios y de su Casa van quedando en el olvido. Los síntomas son claros: nuestra comunión con el Señor es cada vez más escasa y nuestra vida espiritual se vuelve débil e ineficaz, mientras que dedicamos todas nuestras energías e ilusiones a nuestras cosas.
Este era el problema del pueblo de Dios en los tiempos de Hageo, aunque ya habían pasado por situaciones similares mucho antes. De hecho, Dios conocía bien lo que había en sus corazones, y antes de entrar a la Tierra Prometida les había hecho solemnes advertencias sobre este particular:
(Dt 6:10-13) "Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás."
Pero a pesar de todas las advertencias divinas, eso fue precisamente lo que ocurrió. Ellos decidieron ir por el camino que Dios les había prohibido, y poco a poco se fueron distanciando de él y hundiéndose en la mundanalidad mientras arruinaban su testimonio y su misma razón de ser.
Pero esto es algo que no sólo les ocurrió a ellos. En la carta que el Señor envió a la iglesia en Laodicea, vemos que los miembros de aquella congregación eran ricos y tenían todas sus necesidades materiales cubiertas en abundancia, sin embargo, su pobreza espiritual era lamentable. La comunión íntima con el Señor era inexistente, hasta el punto de que el Señor estaba fuera de la iglesia llamando para poder entrar (Ap 3:14-22). Un cuadro desolador.
Y esto mismo está pasando hoy. Al escribir estas notas, tengo delante de mí una revista misionera con fecha de agosto del 2009, que contiene entre otras noticias un artículo escrito por un misionero canadiense que estaba trabajando en Chile. Al final de su reportaje escribe lo siguiente: "Durante los últimos 25 años el país ha prosperado económicamente, pero esto ha resultado en mucha pobreza espiritual, y mucha apatía. Los creyentes se dejan atrapar en el remolino del materialismo, y pierden de vista las prioridades eternas".
Y una situación similar se ha vivido también en España. Los que hemos visto la trayectoria de este país en los últimos cincuenta años, tendríamos que subscribir lo que ese misionero canadiense dijo sobre Chile.
Por lo tanto, el libro de Hageo tiene un mensaje de tremenda actualidad para nosotros en el día de hoy. Así que, no debemos dejar que sus palabras caigan en saco roto, sino que debemos pedir al Señor de todo corazón que él toque y despierte nuestros espíritus de la misma forma que toco y despertó el espíritu de aquella gente (Hag 1:14). Y que la meditación y el estudio de sus palabras sirva para que surja una nueva generación de jóvenes dispuestos a ser gigantes espirituales, totalmente dedicados a Dios y a los intereses y negocios de su Casa.
3. Las excusas del pueblo para no atender la Casa de Dios
La situación política
Como ya hemos comentado más arriba, la obra de la Casa de Dios había sido detenida por orden del gobierno (Esd 4:21). Frente a esta situación el pueblo decía que el tiempo no era propicio y que no se podría hacer nada hasta que hubiera un cambio de ley o de régimen. A simple vista parecía una buena excusa.
Ahora bien, según vemos en los capítulos 5 y 6 de Esdras, la reedificación de la Casa de Dios no tuvo lugar como consecuencia de un cambio de ley o de régimen, sino como consecuencia de la Palabra de Dios anunciada por Hageo.
Por supuesto, Hageo no aceptó las excusas del pueblo, sino que por el contrario les mandó por Palabra del Señor que pusieran manos a la obra, sin esperar el permiso del gobierno persa.
En este detalle encontramos una lección de tremenda importancia para los creyentes de todos los tiempos: La Obra de Dios nunca puede estar supeditada a la autoridad de ningún gobierno humano. Su Obra se debe realizar con o sin permiso gubernamental, por cuanto el que lo manda es el Soberano Dios que está sentado sobre el Trono del Universo, y que tiene dominio sobre todo cuando existe. Por lo tanto, su autoridad y sus órdenes tienen precedencia sobre todo lo demás.
Esto lo tuvieron muy claro Pedro y Juan cuando en Hechos 4 los vemos frente a la autoridad religiosa judía de aquellos días, quienes les querían prohibir que no hablasen más en el nombre de Jesús, a lo que los apóstoles contestaron: "Juzgad si es justo delante de Dios, obedecer a vosotros ante que a Dios" (Hch 4:19).
Claro está, tomar esta actitud implicará tener problemas, algunos de ellos muy serios, pero no debemos olvidar que servimos al Soberano Dios del Cielo, y él tiene siempre la última palabra.
La historia de la iglesia del Señor a través de los siglos está llena de ejemplos de hombres y mujeres fieles que tuvieron esa misma visión de las cosas, que vivieron y trabajaron para el Señor según esta regla. Algunos de ellos en circunstancias políticas muy adversas. Por ejemplo, aquí en España (entre los años 1936 al 1975) durante la dictadura militar, casi no se podía hacer nada legalmente para la predicación del evangelio, pero se hizo, y la iglesia del Señor creció y tuvo vigor y calidad.
Y cuando vengan de nuevo tiempos malos, y vendrán, debemos recordar este principio esencial: La Obra de Dios en este mundo depende de la autoridad de Dios, no de ningún gobierno humano.
"No tenemos tiempo"
Por lo que se deduce del contexto, el pueblo justificaba su desinterés por la Casa de Dios con la excusa de la falta de tiempo. ¡Esto se escucha también con tanta frecuencia en nuestros días! Y mientras tanto, las cosas de Dios son desatendidas tanto en la vida personal como en la iglesia.
Podemos imaginar que en aquellos días, recién llegados de la deportación en Babilonia, ellos tenían mucho trabajo, pero Hageo, hablando de parte del Señor, no admite esa excusa. Lo que les va a hacer notar es que la Casa de Dios estaba en ruinas porque ellos decían que no tenían tiempo, sin embargo, al mismo tiempo, ellos habían edificado casas artesonadas y lujosas.
Ante esta situación Hageo vuelve a contestar de la misma manera que lo hizo antes: La obra de la Casa de Dios en este mundo tiene precedencia sobre todos nuestros negocios, asuntos, intereses y actividades. No hacerlo así sería tratar a Dios como los paganos trataban a sus ídolos: los adoraban en su templo el día santo de su religión pero después lo dejaban quieto y olvidado sobre su pedestal mientras ellos seguían sus vidas.
Y es que para un creyente auténtico no existe tal cosa como "mis asuntos e intereses" en contraposición a los "asuntos e intereses de Dios". Desde que nos convertimos y le entregamos nuestra vida a Dios, todo lo que somos y tenemos es de él. Estas fueron las condiciones del Señor que nosotros aceptamos: "Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (Lc 14:33).
Por eso, el Señor nos encarga que al atender todos nuestros asuntos diarios, demos siempre la prioridad a las cosas de su Casa, no olvidando nunca que un día tendremos la responsabilidad de rendir cuentas ante él por cómo hemos administrado sus bienes (Lc 16:1-15). Recordemos también las palabras del Señor en el Sermón del Monte: "Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt 6:33). Notemos que el contexto de esta última cita tiene que ver con nuestra vida cotidiana, negocios, trabajos, quehaceres y preocupaciones.
A no ser que tengamos siempre una visión muy clara de estos principios, caeremos, como cayeron ellos, en el materialismo, con todas las calamitosas consecuencias que esa actitud tuvo para la obra y los intereses de Dios en este mundo, así como para sus propias vidas tanto aquí como en el futuro.
Sí, también en el futuro, porque tal como leemos en el profeta Hageo, pronto va a llegar un día en el que Dios va a hacer temblar los cielos y la tierra, y en ese día, Dios trastornará todos los reinos de este mundo, y establecerá aquí, en esta tierra, su Casa Real y su glorioso Reino universal. Y en ese día, los que hayan trabajado fielmente para el Señor como la principal prioridad de sus vidas (tal como hizo en su tiempo Zorobabel), tendrán puestos de autoridad en esa Casa y en ese Reino (Hag 2:20-23).
Por lo tanto, a fin de subrayar bien esta lección y de que ellos se pusieran en marcha de una vez, "el primer día del mes sexto" (Hag 1:1), les mandó subir al monte para cortar y preparar árboles que deberían ser transportados a Jerusalén a fin de comenzar en serio la obra de la Casa de Dios (Hag 1:8). Debían comenzar a hacer un trabajo duro y comprometido a favor de los intereses del reino de Dios.
Seguramente alguno de ellos se quejaría por lo que decía Hageo: "¿Cómo se te ocurre tal cosa? ¿No te das cuenta de que el mes sexto estamos en plena faena en el campo con muchísimo trabajo? ¿Has olvidado que es el tiempo de la siega y el trabajo nos desborda? No, no tenemos tiempo ahora".
Pero la cuestión es que llevaban dieciséis años diciendo que no era tiempo, y mientras tanto la Casa de Dios seguía en ruinas. En vista de todo esto era necesario que recibieran una lección clara y decisiva, que ha quedado conservada en estas páginas también para nosotros.
La lección es que la obra y los intereses de Dios tienen que tener la precedencia sobre todos nuestros asuntos e intereses personales. ¡Así de claro! Y la forma en la que Dios les enseñó esta lección iba a quedar grabada en sus mentes. Dios les mostró que a pesar de todo el tiempo y esfuerzo que estaban dedicando a sus casas y negocios, las cosas no les estaban saliendo bien. El rendimiento de su trabajo no guardaba ninguna relación con el esfuerzo invertido, y por lo tanto, habían quedado profundamente insatisfechos (Hag 1:6). Y aquí es donde el profeta les explica la razón de su fracaso: no habían dado prioridad a los espiritual. Y la mano de Dios estaba detrás de toda esta situación para enseñarles (a ellos y a nosotros también) que las cosas materiales, en sí mismas, nunca pueden satisfacer las hondas aspiraciones del ser humano. Y esto es porque Dios nos ha creado como seres espirituales, con una profunda necesidad de comunicarnos con el Soberano Dios de este mundo; de conocerle, adorarle y servirle en sus planes y proyectos de una forma inteligente. Y si esto no llega a ser una realidad en nuestras vidas, siempre habrá en el fondo de nuestro ser una profunda insatisfacción que nada de este mundo podrá llenar. Como diría el poeta Antonio Machado: "Tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado". Eso mismo nos pasará a nosotros; nuestra vida se verá devaluada.

Comentarios

Estados Unidos
  Marcelino Arista  (Estados Unidos)  (02/02/2023)
Bendiciones, gracias por compartir esta palabra, la compartiré con la iglesia.
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