Estudio bíblico: Falsos líderes espirituales - 2 Pedro 2:1-22

Serie:   2 Pedro   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Falsos líderes espirituales (2 Pedro 2:1-22)

Continuamos ahora considerando algunas de las características principales de los falsos líderes espirituales de los que nos habla el apóstol Pedro en su segunda Epístola.

"Niegan al Señor que los rescató" (2 P 2:1)

Tal como estos líderes son descritos aquí podríamos pensar que se trata de auténticos cristianos, pero lo cierto es que no lo son. En el versículo 3 se dice de ellos que "sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme". Pero entonces, ¿por qué dice que el Señor "los rescató"?
Para entenderlo nos puede ayudar una parábola que el Señor Jesucristo contó y que encontramos en (Mt 13:45-46). Allí vemos a un hombre que compró un campo entero para conseguir una preciosa perla que había en él. Por supuesto, estas parábolas fueron diseñadas para enseñarnos cosas espirituales que pertenecen a un nivel mucho más elevado, cosas que tienen que ver con el Reino de los Cielos.
En este caso, el campo representa a este mundo presente en el que vivimos, y que pertenece al Señor por derecho de creación. Ahora bien, allá en los umbrales de la historia humana, el diablo entró en el escenario y sedujo a Adán, el virrey que Dios había colocado para administrar y cuidar el mundo de Dios. Como consecuencia, el diablo se convirtió en el "príncipe de este mundo" (Jn 12:31) (Jn 14:30) (Jn 16:11) y se hizo con su control. Pero por su muerte en la Cruz, el Señor Jesucristo ha "echado fuera" al príncipe de este mundo (Jn 12:31) y ha comprado el mundo para él. Por lo tanto, ahora podríamos decir que con todo el derecho, este mundo es doblemente del Señor: primero por haber sido su creador, y segundo, por haberlo comprado o redimido.
Volviendo a la parábola de Mateo, notamos que él ha comprado este campo, que es el mundo, con el fin de sacar de él un especial y precioso tesoro. Esto se refiere a su Iglesia, que es presentada aquí como una hermosa perla que adornará las esferas celestiales al lado de su Señor por los siglos de los siglos.
Dios hizo esto con el fin de "reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col 1:20). O en palabras del apóstol Pedro: "la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Hch 3:21).
Pero estos falsos líderes religiosos que nos encontramos en esta epístola de Pedro, niegan el señorío del Señor y sus derechos, y lo hacen de varias maneras.
Por un lado, niegan que Jesús es el Señor en el sentido absoluto de la palabra. Es decir, se oponen a la clara declaración de fe que el mismo apóstol Pedro hizo en el primer sermón de la era cristiana: "Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo" (Hch 2:34-36). Este tipo de personas niegan que Dios ha sentado a su Hijo Jesús en el mismo Trono de los Cielos, reconociendo de ese modo su plena y absoluta naturaleza divina. Por el contrario, les escuchamos decir que Jesús era indudablemente una gran persona, un gran líder religioso, y otras cosas parecidas, pero no que fuera Dios.
Quizá un extracto del prefacio de un libro titulado "El mito de Dios encarnado", escrito por siete teólogos liberales de la Iglesia Anglicana, puede ilustrar lo que aquellos falsos líderes espirituales del pasado hacían:
"En el siglo XIX el cristianismo occidental adoptó dos modificaciones importantes como respuesta al gran avance del ser humano. Primero reconoció que el hombre es parte de la naturaleza, y que por lo tanto es parte del proceso evolutivo de la vida. Segundo, reconoció que los libros de la Biblia fueron escritos por una serie de seres humanos en circunstancias muy diversas, y que por lo tanto no se les puede conceder la calidad de Inspiración Verbal Divina.
La adopción de estas modificaciones produjo heridas que no se han sanado hasta el día de hoy. Sin embargo, como el saber humano sigue su avance a un ritmo cada vez más acelerado, sigue habiendo una fuerte presión sobre el cristianismo para que continúe adaptándose, hasta tomar una forma que pueda ser aceptada por personas honestas e inteligentes, que se sienten atraídas por la persona de Jesús y sus enseñanzas, pero que no pueden, con integridad intelectual, aceptar muchas cosas que de él se enseñan.
Los escritores de este libro estamos convencidos que ha llegado el momento ?casi al final del siglo XX? de introducir otra modificación teológica mayúscula, que se hace necesaria como consecuencia de nuestro actual conocimiento de los orígenes del cristianismo.
Es reconocer que Jesús era ?como dice (Hch 2:21)? un hombre "aprobado por Dios" para realizar un papel especial dentro del propósito divino. Pero el concepto de Jesús que circuló más tarde ?que Jesús era Dios mismo encarnado, la segunda persona de la Santa Trinidad, viviendo una vida humana aquí?, esto tiene que entenderse como una forma mitológica o poética de expresar su importancia para nosotros."
Leyendo estas declaraciones, no cabe ninguna duda de que también en nuestro tiempo sigue habiendo muchos falsos líderes espirituales que niegan el señorío de Cristo.
Pero hay más formas de negar el señorío de Cristo. Por ejemplo, cuando una persona se sube a un púlpito para decir que "tu cuerpo es tuyo y puedes hacer con él lo que te dé la gana, porque nadie tiene el derecho de decirte lo que debes o no debes hacer con tu cuerpo". Este tipo de cosas implican claramente negar al Señor que los compró, puesto que son enseñanzas que contradicen lo que él mandó: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Co 6:19-20).
Un auténtico creyente nunca podrá decir que su cuerpo es suyo, que su vida es suya, que su dinero es suyo, que su carrera y futuro son suyos, porque eso sería negar al Señor que los compró. Por el contrario, un verdadero creyente querrá progresar en la vida cristiana, y dirá como el apóstol Pablo: "Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven" (Ro 14:8-9).

Hablan mal de las potestades superiores (2 P 2:10)

Pedro no se refiere aquí a las autoridades de la iglesia. No olvidemos que muchos de los falsos líderes de los que está hablando serían autoridades eclesiásticas, y suponemos que no van a hablar mal de sí mismos. Y tampoco parece que se refiera aquí a las autoridades civiles, como vemos en otros pasajes (Ro 13:1-7) (Tit 3:1).
El apóstol trata aquí de las altas dignidades en las esferas celestiales, tal como traduce la N.V.I.: "No tienen reparo en insultar a los seres celestiales".
Si nosotros habláramos con algunos de estos falsos líderes espirituales, e intentáramos decirles que ellos, del mismo modo que Balaam en el pasado, están siendo usados por importantes poderes espirituales para intentar paralizar el progreso del pueblo de Dios, y frustrar así los grandes propósitos de Dios, se reirían de nosotros. La razón es que no creen en esas potencias espirituales de maldad de las que nos habla (Ef 6:10-12). Y, por supuesto, tampoco creen en la existencia del diablo o del infierno. Son personas que ni siquiera creen que exista un mundo celestial y eterno. Todo eso para ellos es como un cuento de hadas, y se ríen y hacen burla de los que sí creemos en ello.
Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado con dejarnos influenciar por este tipo de personas, aunque sean muy carismáticos, elocuentes, populares o de gran erudición, porque si lo hacemos, perderemos el auténtico sentido de la vida cristiana. Por supuesto, no en el sentido de la pérdida de la salvación, pero sí en el sentido de la pérdida de toda una vida, y sólo tenemos una. Volvamos a recordar las serias palabras del Señor Jesucristo: "Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?" (Lc 9:25).

"Harán mercadería de vosotros" (2 P 2:3)

Sus enseñanzas son populares y se enriquecen como consecuencia de ellas a costa de las almas ingenuas a las que logran engañar para su perdición. Desgraciadamente, todos conocemos demasiados ejemplos de este tipo de cosas.

Ultimas observaciones

En primer lugar, es interesante notar cómo este capítulo enfatiza la noción de la vida cristiana como un camino (2 P 2:2,15,21). Es descrito como "el camino de la verdad", "el camino recto" y "el camino de la justicia".
¡Efectivamente! Al convertirnos entramos por la puerta (Mt 7:13-14), pero esto sólo es el comienzo de un largo camino que debemos seguir. De esto se deducen dos cosas. La primera es que hay una puerta, que es Cristo, y también hay un camino por el que debemos andar y progresar en las cosas de Dios para prepararnos adecuadamente para ese mundo celestial que nos espera.
Ahora bien, se puede caer en varios errores en cuanto a esto. Por ejemplo, tanto el Señor en Mateo capítulo 7, como Pedro aquí, nos están avisando de que en el camino saldrán a nuestro encuentro líderes religiosos falsos que querrán desviarnos a fin de interrumpir nuestro progreso espiritual.
Velemos, pues, con toda la armadura de Dios bien colocada (Ef 6:13-20). Es muy triste encontrarse con personas que en otro tiempo fueron muy activas en las cosas de Dios, y que por las enseñanzas de algunos de estos falsos líderes en cuestiones teológicas, se encuentran hoy completamente fuera de juego. El asunto es realmente muy serio.
Aun así, no debemos desanimarnos, porque tal como dice (2 P 2:9), "sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio". Pero para eso es necesario vivir siempre cerca del Señor.
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