Estudio bíblico: Advertencia sobre la permisividad sexual - 2 Pedro 2:1-22

Serie:   2 Pedro   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Advertencia sobre la permisividad sexual (2 Pedro 2:1-22)

En el capítulo 1 de esta Epístola hemos visto que el apóstol Pedro ha colocado el énfasis principal en el hecho de que hay un mundo sobrenatural y eterno más allá del que habitamos ahora. Es el glorioso Reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y cada día que pasa estamos más cerca de sus portales de esplendor.
Esto implica que la vida cristiana es una vida de peregrinaje por este mundo presente, mientras nos dirigimos al eterno Reino de Dios (1 P 2:11) (He 11:13). No somos de este mundo, estamos aquí sólo de paso (Jn 17:14), así que, no clavemos las estacas demasiado hondas. Nuestra auténtica ciudadanía está en los cielos (Fil 3:20), lo que quiere decir que no podemos adoptar los valores de este mundo presente, sino el de aquel al que pertenecemos y al que nos dirigimos.
Por otro lado, en los estudios anteriores hemos considerado también que nuestro progreso espiritual en el presente determinará qué clase de entrada tendremos en ese glorioso Reino. ¿Será amplia y generosa, o escasa y con pérdida (2 P 1:11)? Dios está muy interesado en nuestro progreso espiritual, y desea formar en nosotros un carácter consonante con el carácter de su Reino, para que estemos preparados cuando lleguemos a él. Un carácter maduro y auténticamente cristiano, un carácter semejante al carácter de Cristo (2 Co 3:18).
Ahora, en los capítulos 2 y 3, el apóstol Pedro nos va a avisar de manera muy seria de los grandes peligros que vamos a encontrar en nuestro peregrinaje. Se trata de fuerzas de oposición muy poderosas y perversas que están empeñadas en impedir nuestro progreso, y frustrar así el propósito y el programa de Dios. Este programa consiste, como veremos, en el establecimiento del Reino de los Cielos en este mundo con toda su gloria y plenitud. En ese momento, los millones de hombres y mujeres que han creído en Cristo, y han sido transformados por él, compartirán también con él el gobierno de ese nuevo mundo. Eso implicará necesariamente que el poder será quitado a los actuales gobernantes de este mundo, y a las tenebrosas fuerzas de maldad espirituales que actualmente operan en aquí. Pero por el momento, todas ellas están fanáticamente opuestas al Reino de Dios. El apóstol Pablo nos habló de ellas y nos exhortó a usar toda la armadura de Dios para protegernos de ellas. Notemos lo que dijo: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef 6:12).
Esto quiere decir que estas potestades en las regiones celestes saldrán a nuestro encuentro con la intención de resistir nuestro progreso espiritual, ponernos fuera de juego y frustrar así el propósito divino. Sus "asechanzas" o "artimañas" (Ef 6:11) (2 Co 2:11) son múltiples, están bien pensadas, y han sido ampliamente probadas en millones de personas a lo largo de los siglos. Por supuesto, detrás de esas fuerzas oscuras se encuentra el principal enemigo de Dios, el Maligno (Ef 6:16).

Los falsos profetas y maestros de la antigüedad

Pedro comienza el capítulo 2 recordándonos que en la historia pasada del pueblo de Israel hubieron falsos profetas que hicieron mucho daño al pueblo de Dios. En (2 P 2:15) menciona a Balaam hijo de Beor. Aunque hubo otros muchos, éste es al único que se menciona por su nombre, por lo que pensamos que detrás de su historia se encuentra una lección importante para nosotros también.
Como ya sabemos, este personaje apareció en un momento muy crucial de la historia del pueblo de Israel. Ellos se encontraban en el territorio de Moab, junto al Jordán, poco antes de que terminaran su peregrinaje y entraran en la Tierra Prometida para comenzar su conquista. El relato de la historia de Balaam la encontramos en los capítulos 22 al 24 del libro de Números, aunque las consecuencias de su malvado plan las vemos también en el capítulo 25. Leamos el resumen que hizo Moisés de sus diabólicos consejos:
(Nm 31:15-16) "Les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres? He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová."
Como vemos, Balaam buscó por todos los medios posibles hacer tropezar al pueblo de Dios, y finalmente lo consiguió, haciéndoles un enorme daño que detuvo seriamente su progreso. De hecho, de no haber sido por el sincero arrepentimiento del pueblo, el desastre habría sido incalculable.
La lección para nosotros es clara y pertinente. No obstante, alguien podría cuestionarlo, diciendo que se tratan de viejas historias de un pasado remoto que ya no tienen ninguna relevancia para el hombre moderno del siglo XXI. Pero en ese caso, recuerden lo que dijo el apóstol Pablo: "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos" (1 Co 10:11).
Por lo tanto, este desaste espiritual que sufrió el pueblo de Israel en el pasado, ha quedado recogido en las páginas de las Escrituras para enseñarnos lecciones de vital importancia a nosotros. ¿Cuáles son estas lecciones?
Empecemos por recordar brevemente la historia. Israel había sido redimido de Egipto, del poder de Faraón y del juicio de Dios, por medio de la sangre del cordero pascual. En aquella terrible noche cuando Dios visitó con juicio al pueblo egipcio, rompió por fin la resistencia de su despótico gobernante y dio libertad a Israel.
Pero la historia no terminó ahí. Dios les dijo que al otro lado del desierto él tenía una gloriosa herencia esperándoles; un país que fluía leche y miel había sido reservado para ellos. Ninguno de los israelitas lo había visto, pero lo creyeron. Y entendieron también que para tomar posesión de esa herencia, no podían permanecer sentados con sus brazos cruzados mirando las estrellas allí donde estaban. Era necesario que emprendieran un viaje a través del desierto que los separaba de su herencia, avanzando paso a paso, kilómetro a kilómetro, progresando diariamente hasta llegar por fin a ese glorioso país que Dios les tenía reservado más allá del río Jordán.
Ellos emprendieron el viaje, un viaje lleno de pruebas, peligros y vicisitudes de todo tipo; permitidas por Dios para que su pueblo llegara a conocerle mejor, y aprendieran a confiar plenamente en su poder, sabiduría, recursos, promesas, propósitos y gran fidelidad. Todo con el fin de que llegaran a ser de verdad el pueblo de Dios, capaces de tomar plena posesión de la herencia preparada para ellos, y ser canales de la bendición y salvación de Dios para las naciones paganas de alrededor, que se encontraban sin Dios y sin esperanza.
Y es justo allí, cuando se encontraban en el desierto, tratando de progresar hacia la Tierra Prometida, cuando de repente aparece en el escenario el malvado rey de Moab, un tal Balac, que estaba empeñado en impedirles el paso. Balac temía, y no sin razón, que si este pueblo llegara a establecerse en Canaán, sería el fin de su dominio en toda esa zona. Así que mandó venir a Balaam, al que ofreció mucho dinero para que por medio de sus hechicerías los maldijera con el fin de poderles derrotar y echarles de allí.
El texto bíblico nos presenta a estas dos siniestras figuras, el rey Balac y su cómplice, el falso profeta Balaam, juntos en las alturas de un monte observando al pueblo de Israel con la intención de detenerles y vencerles por medio de sus encantamientos diabólicos.
Pero Dios no lo permitió. Todos los poderes del infierno juntos nunca podrían frustrar los propósitos de Dios. Él había escogido y redimido a su pueblo, y no los iba a abandonar nunca, ni cambiaría sus planes y proyectos para con ellos, a pesar de sus muchos fallos e infidelidades. Así es el Dios de Israel y el nuestro. Un Dios completamente fiel a su pueblo y a sus propósitos. Y por supuesto, totalmente capaz de cumplirlos pase lo que pase.
Por todo eso, vemos que Balaam no pudo maldecir al pueblo y frustrar los propósitos de Dios. Pero él no se dio por vencido. Balaam recurrió a una estrategia diabólica de mucha sutileza, que sigue teniendo una tremenda resonancia también para nosotros en el día de hoy, si es que tenemos oídos para oír.
¿Cuál fue la estrategia de Balaam? Él aconsejó a Balac que usara como "cebo" a sus bellas jóvenes para seducir sexualmente a los varones israelitas para que fornicaran con ellas (Nm 25:1-2) (Nm 31:15-16). Y así ocurrió. Las jóvenes moabitas, guapas, simpáticas y bastante atrevidas, salieron al encuentro de los jóvenes israelitas. Ellas pertenecían a una cultura con costumbres muy diferentes, más relajadas, vestidas de una forma más moderna y provocativa que las chicas israelitas. Y por supuesto, no tenían tampoco tantos tabúes en cuento a lo sexual. Eran jóvenes liberadas en todos esos sentidos.
Ellas invitaron a los muchachos israelitas a algún tipo de encuentro social "amistoso". Y allí comieron y bebieron en un ambiente distendido y seductor. Después de esto vinieron otras invitaciones, y poco a poco fueron persuadidos a tomar parte en alguno de sus actos religiosos paganos. Pero claro está, en su religión, la fornicación no sólo estaba permitida, sino que se animaba a practicar la inmoralidad sexual como algo natural y agradable. Finalmente, aquellos jóvenes terminaron acostándose con ellas.
El daño causado al pueblo de Israel por esta malvada artimaña del falso profeta Balaam fue inmenso. El Nuevo Testamento dice que Balaam puso tropiezo a los hijos de Israel, y ¡vaya si lo hizo! Veinticuatro mil personas cayeron como consecuencia de la acción disciplinaria de Dios. Y como ya hemos dicho antes, si no hubiera sido por el sincero arrepentimiento del pueblo, sólo Dios sabe en qué tipo de desastre hubiera terminado la cosa.
Ahora, antes de seguir adelante, debemos notar los puntos de convergencia que esta historia del pueblo de Israel tiene con nuestra propia situación actual.
Porque no debemos perder de vista que esa historia tiene un poderoso mensaje también para nosotros. La fornicación (cualquier tipo de relación sexual ilícita, ya sea prematrimonial o extramatrimonial), es un pecado que Dios reprueba, y que tiene consecuencias desastrosas a nivel de nuestra vida cristiana aquí, y también repercusiones negativas y eternas en ese otro mundo celestial al cual nos dirigimos. Y debemos prestar especial atención a ello, puesto que vivimos en medio de una sociedad que practica, promociona y hace alarde de todo este tipo de inmoralidad sexual. La "nueva moralidad" a la que nuestra sociedad se ha volcado de una forma desenfrenada, tiene como nota predominante la permisividad sexual. Se promociona por todas partes; en el cine, la televisión, revistas, novelas, internet y hasta en la publicidad. La inmensa mayoría de los personajes que llenan las pantallas de las televisiones y ordenadores, y que tienen fascinadas a las masas, viven bajo esos principios y se glorían de ello.
Pero esta "nueva moralidad", que ha roto con los esquemas y valores que antaño se consideraban correctos y decentes en nuestra sociedad, no tienen nada de "nuevo" ni de "moralidad". No es ni más ni menos que la "vieja moralidad" de siempre. Tan vieja como es la historia del mundo y de la humanidad.
Una inmoralidad que en varias ocasiones ha llevado a drásticas intervenciones de juicio de parte de Dios sobre los que descaradamente la practicaban. Por ejemplo, el castigo del diluvio, vino cuando "viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas" (Gn 6:2). Y Dios tuvo que intervenir debido a que la maldad de los habitantes de la tierra había desbordado ya todos los límites posibles. Y lo mismo ocurrió con las ciudades de Sodoma y Gomorra, notorias por su increíble perversidad moral, donde se entregaban sin vergüenza a los actos sexuales más depravados que podamos imaginar.
Y esos juicios, que ya han ocurrido en la historia de nuestro mundo, son, nos dice Pedro, un solemne aviso que anuncia y garantiza la realidad de que va a haber un día de juicio universal que marcará el final de la historia humana, un juicio del cual no escapará nadie.
Pero estos juicios que ya han tenido lugar en nuestra historia, sirven también como solemnes avisos de que no es necesario llegar al día del juicio final para que Dios manifieste antes su profundo desacuerdo con el desenfreno moral de nuestros días, y que puede intervenir en juicio en cualquier momento, como ya hemos visto.
Por ejemplo, el historiador Gibbon, en su obra magistral sobre la caída del Imperio Romano, cita la tremenda degeneración moral que llegó a caracterizar la sociedad romana, como una de las razones por las que se produjo su inexplicable colapso, mucho antes de que sucumbieran ante las hordas bárbaras. Su desenfreno sexual carcomió sus almas y espíritus, de tal manera que cayeron sin remedio, como cae la fruta podrida del árbol cuando sopla un poco de viento.
¿Y no será posible que nos encontremos ante una situación similar en nuestros días? Parece que el mismo enemigo está golpeando fuertemente a las puertas de un mundo sumido en el mismo tipo de desenfreno moral que ocasionó otros juicios de Dios en el pasado. Un mundo sin convicciones ni valores, con el espíritu y el alma carcomidos, podridos y listo para caer.
Y ante tales juicios en la historia, ¿qué diremos? ¿Que todo eso ocurrió como consecuencia de simples causas naturales? La Biblia afirma que fue la consecuencia de la actividad del Dios que está sentado sobre su Trono en el Cielo (Sal 103:19), y que tiene pleno dominio en el reino de los hombres (Dn 4:32).
Como creyentes sabemos y creemos que Dios está sentado en su Trono, y que no mira este mundo como un observador pasivo, sino que interviene en su gobierno providencial con el fin de avisar, contener y cumplir sus propósitos eternos.
Y siendo así, pidamos a Dios que nos mantenga firmes como fieles testigos suyos en medio de una "generación adúltera y pecadora" (Mr 8:38). Porque si nos avergonzamos de él y de su Palabra en el día de hoy, él también se avergonzará de nosotros "cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles".

Líderes religiosos falsos de la actualidad

(2 P 2:1-3) "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme."
Si no fuera un mal suficientemente grande el vivir en una sociedad que está cada vez más sumida en los perversos valores de la "vieja inmoralidad", Pedro nos avisa de que el mal se ha introducido también dentro de su propia casa, su Iglesia, lo cual es mucho más peligroso y dañino.
Pedro anunció que aparecerían (y de hecho ya han aparecido) dentro de la misma Iglesia de Cristo, líderes religiosos falsos, cuyas vidas y enseñanzas están ayudando poderosamente a esas "huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef 6:12) para llevar a cabo su labor de impedir el progreso del pueblo de Dios hacia su meta y frustrar así los magníficos propósitos de Dios para su futuro.
El mismo Señor había alertado a sus discípulos sobre el hecho de que surgirían entre ellos falsos profetas, que se presentarían como inocentes ovejas, pero que por dentro serían lobos feroces que harían mucho daño al pueblo de Dios (Mt 7:15). Y el apóstol Pablo repitió lo mismo en (Hch 20:29), diciendo que "después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño". Todo esto debe llevarnos a tomar conciencia de la gravedad del asunto.

¿Cuáles son las características de estos falsos profetas?

1. La permisividad sexual
En el capítulo 2 de esta Epístola de Pedro hay un marcado énfasis en cuanto a que estos falsos líderes justifican, fomentan, predican y hasta practican la permisividad sexual.
En (2 P 2:2) dice: "Y muchos seguirán sus disoluciones". Es interesante notar que la palabra "disoluciones" es la misma que otras ocasiones se traduce como "lascivia", y que vuelve a ser empleada en el versículo 7 para describir la "nefanda conducta de los malvados" de Sodoma y Gomorra, o como dice otra traducción, "la vida en lascivia de los inicuos". En ese contexto queda claro que nos está hablando de una vida entregada a actos sexuales ilícitos.
La misma idea vuelve a aparecer en el versículo 10: "andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío". Y vuelven a ser descritos en el versículo 14 como personas que están entregados a sus apetitos sexuales ilícitos: "Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar". En el versículo 15 son comparados con Balaam, que como ya hemos considerado, aconsejó al malvado rey Balac a usar a las jóvenes moabitas para seducir y practicar sexo con los muchachos israelitas. Y otra vez más en el versículo 18: "Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error".
Por lo tanto, una de las principales características de estos falsos líderes religiosos es la defensa, justificación y propagación de lo que la Biblia describe con inmoralidad sexual.
Puede parecer increíble que este tipo de cosas puedan ocurrir dentro del cristianismo, pero veamos algunos ejemplos.
Leyendo el libro de Apocalipsis nos damos cuenta de que la enseñanza de Balaam ya se había introducido en la Iglesia en los tiempos del apóstol Juan. El Señor le dice a la iglesia de Pérgamo: "Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación" (Ap 2:14).
Y esto que aquí es descrito como la "doctrina de Balaam", existe hoy con más fuerza que nunca. Veamos lo que dice William MacDonald en su Comentario al Nuevo Testamento: "No es ningún secreto que los falsos líderes religiosos, que se hacen pasar por ministros de Cristo, se caracterizan a menudo por bajas normas morales. No sólo se gozan ellos mismos en actividades sexuales ilícitas, sino que abogan abiertamente por el libertinaje. El Capellán Episcopal de una escuela de señoritas en Baltimore, Maryland, escribió: Todos tendríamos que relajarnos y dejar de sentirnos culpables por nuestras actividades, pensamientos y deseos sexuales. Y quiero decir esto, tanto si estos pensamientos son heterosexuales como si son homosexuales o autosexuales... El sexo es divertido... y esto significa que no hay leyes adjuntas que se deban cumplir o no cumplir. No hay reglas de juego por así decirlo".
"Es cosa significativa que los clérigos liberales están en la actualidad volviéndose más y más defensores de la perversión sexual. Un funcionario de la Iglesia Unida de Cristo, escribiendo en Social Action, recomendaba que la iglesia dejase de discriminar a los homosexuales en las admisiones a los seminarios, en las ordenaciones y en el empleo como personal de la iglesia. Noventa y nueve sacerdotes Episcopalianos se pronunciaron recientemente en el sentido de que los actos homosexuales entre adultos que consienten son moralmente neutros. Los falsos maestros religiosos están en la vanguardia de los movimientos para legalizar este pecado".
A la luz de estos ejemplos no es de extrañar que en una encuesta del año 2006, en los EEUU, el 26% de los que se consideraban evangélicos tradicionales, no veían como un pecado el sexo prematrimonial. El mismo artículo decía que entre los creyentes del Reino Unido, el 9% de los jóvenes de edades comprendidas entre los 18 y 24 años, estaban cohabitando sin estar casados. Y en España, un pastor mencionaba el comentario que a su hijo le había hecho un amigo suyo que no era creyente: "Es muy fácil buscar chicas para el sexo, incluso entre las chicas creyentes".
Y otro ejemplo más citado por MacDonald:
"No es accidente que esta Epístola, que trata acerca de la apostasía, tenga tanto que decir acerca de la inmoralidad. Las dos cosas van a menudo juntas. La apostasía tiene frecuentemente sus raíces en el fracaso moral. Por ejemplo, un hombre puede caer en un grave pecado sexual. En lugar de reconocer su culpa y de buscar la purificación por medio de la sangre de Cristo, decide deshacerse de su conocimiento de Dios, y vivir en un ateísmo práctico. A.J. Pollock cuenta que una vez se encontró con un joven que había profesado ser cristiano, pero que ahora estaba lleno de dudas y de negaciones. El señor Pollock le preguntó: Amigo mío, ¿a qué pecado te has estado entregando últimamente? El joven bajó la cabeza, llevó la conversación a un rápido fin, y se fue avergonzado".
Este último caso sirve para ilustrar y confirmar la lección principal de este capítulo: el pecado sexual es grave ante los ojos de Dios porque, entre otras cosas, paraliza el progreso espiritual en la vida del que lo practica. Y esto es realmente trágico, ya que tendrá repercusiones negativas eternas. De ahí los constantes avisos de Pedro para que "os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 P 2:11) (1 P 1:14) (1 P 4:2-3) (2 P 1:4). Y también de los constantes avisos contra los líderes religiosos falsos que justifican y promocionan esos deseos carnales (2 P 2:1,10,18) (2 P 3:3).
La cuestión es tan seria que el castigo de estas personas será drástico e ineludible. Entre otras razones porque el daño que hacen sus enseñanzas y conducta en las vidas de los que se dejan influenciar por ellos es tan grande, que su progreso en el camino hacia el eterno Reino de Dios se ve comprometido seriamente: "Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cueles el camino de la verdad será blasfemado" (2 P 2:2).
Pero esta enseñanza daña también muy seriamente al Evangelio. Al fin y al cabo, el ser humano es un ser moral, con una conciencia que le ayuda a discernir lo que está bien y lo que está mal. Y aunque llegue a endurecerse y justificar su propia conducta inmoral, sabe que los que profesan ser cristianos no deberían comportarse así, y si lo hacen, entonces el evangelio que profesan queda totalmente desacreditado, o como dice Pedro, "el camino de la verdad será blasfemado".
Cuando una persona comienza a interesarse por el Evangelio, antes de llegar a creer en él, está buscando la forma de "huir de los que viven en el error" (2 P 2:18), y esto es porque han empezado a ver con otros ojos la corrupción moral que existe en el mundo. Pero, si cuando han llegado a entender que sus vidas necesitan ser limpiadas y transformadas, en ese momento aparece uno de estos falsos líderes religiosos predicando un "evangelio" que les anima a sentirse libres para dar rienda suelta a sus apetitos sexuales como una cosa normal y hasta saludable, entonces, si se dejan seducir, volverán a la vida de antes, pero como dijo el Señor: "Su postrer estado viene a ser peor que el primero" (Lc 11:26). De estos es de los que trata Pedro en los versículos 17 al 22 de este capítulo.
Una vez vistos los terribles efectos que produce su enseñanza y conducta, no nos extrañan las durísimas palabras que el apóstol emplea en los versículos 3, 9, 12 y 17.
Estas personas resultan ser una especie de "quinta columna" dentro del cristianismo, minando y destruyendo desde adentro. Muchos son los que han escuchado a este tipo de líderes, y sus vidas han quedado completamente arruinadas como consecuencia de ello. Si hay Justicia en alguna parte del Universo, y la hay, estos falsos profetas tendrán que recibir un día el justo pago por sus injusticias (2 P 2:13), porque Dios toma muy en serio estas cuestiones.
Y nosotros, como creyentes, aprendamos que a pesar de que vivimos en días de mucho relajamiento moral, no podemos hacer lo mismo que hace el mundo.
Pero aunque todavía hay más razones por las cuales "su perdición no se duerme" (2 P 2:3), eso lo veremos en otro estudio. Ahora, antes de terminar esta sección sobre la permisividad sexual, hay una cosa más que debemos decir.
Tal vez, ante la seriedad con la que estamos exponiendo este asunto, alguien podría reaccionar pensando: ¡Ay de mí! Si una vez, por descuido, tengo un tropiezo de este tipo, o de cualquier otro, ¿qué pasará conmigo? ¿Estará todo perdido? ¿Tendré que desaparecer de la iglesia y olvidarme de la vida cristiana? La respuesta es un NO rotundo.
Recordemos la historia de Israel en el desierto a la que antes hemos hecho referencia, y no olvidemos tampoco que estas cosas han quedado recogidas en las Escrituras para enseñarnos a nosotros en el día de hoy.
Ahora bien, cuando Israel pecó con las mujeres moabitas, es verdad que hubo un juicio de parte de Dios, pero después de esto el pueblo se arrepintió y pudo seguir adelante. Reemprendieron el viaje y continuaron su marcha hacia la Tierra Prometida.
Leyendo la historia completa de Números, vemos que ocurrieron varias cosas que contienen importantes lecciones para nosotros:
La primera es que Dios les disciplinó, y como consecuencia de ello murieron 24.000 personas (Nm 25:9). Les disciplinó, no porque no estuviera con ellos, sino por todo lo contrario. Claro que estaba con ellos, pero por esa misma razón debían entender que no se puede vivir en la presencia de Dios y permitir el pecado. Era imprescindible, por lo tanto, que aprendieran la necesidad del arrepentimiento en esos casos.
Y Dios actúa de la misma manera con su pueblo en el día de hoy. En (1 Co 10:8-12) nos avisa seriamente acerca de la posibilidad de caer en el mismo tipo de pecado que ellos, porque la fornicación sigue siendo un pecado muy serio, diga lo que diga nuestra moderna sociedad, y digan lo que digan algunos falsos líderes religiosos.
Y un poco más adelante, en (1 Co 11:30-32), vuelve a asegurarnos que Dios nos disciplinará si permitimos el pecado en nuestras vidas. Por eso somos exhortados a examinarnos a nosotros mismos continuamente, ya que el pecado nos asedia y se introduce en nuestras vidas con gran sutileza y de mil maneras.
Como hemos visto, finalmente el pueblo de Israel reaccionó y se arrepintió, emprendiendo la batalla contra aquel enemigo que tanto daño les había ocasionado. Vemos que Finees, hijo del sumo sacerdote, tomó una lanza y ejerció la disciplina necesaria, de tal manera que la mortandad se detuvo (Nm 25:7-8).
Y en el Nuevo Testamento Dios nos enseña que hemos de hacer lo mismo. Por supuesto, no con armas de metal, sino con armas espirituales. Hemos de hacer morir por el Espíritu Santo las obras de la carne (Ro 8:13). Y en Efesios se nos exhorta a tomar la espada del Espíritu, que es la Palabra del Señor, para luchar contra esas potestades de maldad en las regiones celestes (Ef 6:17). Por cierto, notemos una vez más la tremenda importancia que la Palabra de Dios tiene para conseguir una vida cristiana victoriosa. Es necesario cultivar una mente profundamente bíblica como única forma de acabar con una mente mundana que nos conducirá al desastre.
Por último, el capítulo 31 de Números nos relata que consiguieron una gran victoria sobre los moabitas y también una gran cantidad de botín. Al final, después de ese proceso de disciplina, fueron grandemente enriquecidos, y los propósitos de Dios para ellos siguieron su curso. Esto es lo que Dios quiere, y lo hará en nuestras vidas si le dejamos.
Así que, ¡ánimo, hermanos! Aunque Dios tenga que disciplinarnos alguna vez, no olvidemos que él sigue estando por nosotros, y si hay un arrepentimiento genuino, también hay perdón. Todo esto nos ayudará a salir fortalecidos en esta lucha, y nuestras vidas serán enriquecidas. Así es la maravillosa gracia de nuestro Dios. ¡Sirvámosle, pues, con gratitud y con todas las fuerzas de nuestro ser!
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