Estudio bíblico: Hermenéutica - Postulados fundamentales -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Hermenéutica - Postulados fundamentales

La necesidad de unas normas

La rama del saber más exacta que se conoce es la de las matemáticas, y gracias a éstas, aplicadas a la física y otras disciplinas, el hombre ha logrado aumentar mucho su dominio sobre la naturaleza durante el último siglo y medio. Tan fundamentales son las matemáticas en las investigaciones científicas, que algunos creen que son una especie de ley que existe por sí sola. Eso es una equivocación, sin embargo, pues aun las matemáticas necesitan axiomas que forman la base de todo el sistema de razonamientos que luego se va elaborando. Que “la recta es la distancia más corta entre dos puntos” no se puede probar, sino que “se supone”. En la práctica no hay tal cosa como una línea absolutamente recta, ni un punto que no ocupe lugar, ni triángulo perfecto, etc.; pero el matemático ha de creer que pueda haberlas, y que los principios que él ilustra en un pedazo de papel tienen validez universal, o sea, que pueden aplicarse por igual a dimensiones muy pequeñas que al estudio de los astros.
Los materialistas se ríen de los cristianos porque (según ellos) suponen que hay un Dios, sin que lo puedan probar; suponen que la Biblia es la Palabra de Dios, cuando es una literatura antigua como las demás. Esta mofa barata es ridícula, pues de hecho toda persona que piensa supone muchas cosas que no puede probar, y lo que luego cree que está probando se basa sobre estas suposiciones. La prueba absoluta no existe en la esfera del pensamiento humano.
El cristiano tiene la humildad suficiente para no fiarse de su razón, que sólo puede trabajar dentro de ciertos límites sobre la base de hechos inseguros, y prefiere esperar que Dios se revele a sí mismo. Hay varias consideraciones que son necesarias como base de nuestro estudio sobre la recta interpretación de la Biblia, y si no fuesen ciertas, no valdría la pena estudiarla. Por lo menos, no la estudiaríamos más que por la mera curiosidad de saber lo que hombres como nosotros han pensado sobre la religión en distintas épocas de la historia.
El hecho de que el teólogo liberal, o modernista, no acepte los postulados que hemos de presentar, hace que su labor difiera mucho de la del estudiante ortodoxo, pues, no confesando el carácter especial y plenamente inspirado de la Biblia, ni estando dispuesto a comprender que hay un plan total que determina la estructura de las Escrituras, se pone a examinar los estratos del pensamiento humano sobre Dios, el hombre, el pecado, la salvación, etc., que halla en estos escritos, sin relacionarlo todo al Dios que habla al hombre por la Palabra. Por eso emplea frases como las siguientes: “En los estratos primitivos de los Evangelios las ideas sobre X son así...”; “La contribución que hace Pablo al concepto de Y es tal o cual cosa...”. Siempre es el hombre religioso en esta o la otra época que razona sobre Dios, o recibe inspiraciones como las que podrían recibir Goethe o Shakespeare, siendo de más o menos valor según el criterio del erudito que las analiza. Claro está que tales eruditos pueden acertar, y a veces han arrojado mucha luz sobre el fondo de las diversas épocas que abarcan las Escrituras, pero esto dista mucho de lo que extrae y enseña el verdadero ministro de la Palabra, quien escucha primero para proclamar luego que Dios ha hablado. Nosotros no hemos de acercarnos a las Escrituras en busca de conceptos religiosos, sino para percibir la Voz de Dios. Creemos en una doctrina de revelación real, fruto de una cristología que no puede admitir limitaciones en el Verbo encarnado, quien, si es cierto que es Dios Salvador, ha de ser también el Maestro perfecto. Así podremos tomar en cuenta todas las partes de las Escrituras, juntando toda su evidencia como base de nuestras doctrinas, y esperando oír “Palabra de Dios” para nuestras almas en todo cuanto él nos ha dado en la Biblioteca divina.
1. Postulado primero
Creemos que hay un Dios y que quiere revelarse a los hombres.
Hay ciertas demostraciones accesibles a la razón humana que señalan en la dirección de Dios, pero nosotros no vamos a enumerarlas. Empezamos con la idea de Dios, que es común a todas las razas de los hombres, y que sólo se pierde (y la pérdida es más bien cuestión de palabras que no de profundas convicciones) cuando el hombre se desorienta en la niebla de sus propios orgullosos razonamientos. Hay un Dios.
Algunos deístas admiten que hay un Dios, pero, según ellos, es tan impersonal en su remota perfección que no quiere revelarse al hombre. A nosotros no nos interesa una idea abstracta que lleve el nombre de Dios, sino que queremos contemplar al Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien se deleita en darse a conocer a sus criaturas. Aun más, parece ser que las Escrituras señalan una divina necesidad en el mismo ser de Dios que exige que él se revele. Y si hay un Dios, y este Dios desea revelarse, la primera obligación del hombre es la de prestarse a recibir lo que Dios quiere darle, sintonizando los poderes receptores de su mente, su corazón y su voluntad, con la onda de revelación que procede del Eterno.
2. Postulado segundo
Creemos que Cristo es el Verbo eterno encarnado, medio principal y consumación de esta autorevelación de Dios.
Aquí no podemos detenernos para examinar todas las consideraciones doctrinales y apologéticas que se relacionan con este postulado. Basta reafirmar que los documentos de los cuatro Evangelios son históricos —no legendarios— y que presentan una Figura que sobresale por encima de todas las demás de la historia, siendo imposible que ningún autor o autores la inventasen como una creación artística o literaria. Cristo mismo, aun siendo tan humilde en su persona humana, reclama para sí autoridad y atributos divinos y sus declaraciones en este sentido constituirían una blasfemia en uno que no fuera de hecho Dios manifestado en carne. Cristo se prueba a sí mismo, pues es imposible explicarle, y hemos de aceptar lo que él mismo declara de sí mismo, y lo que los apóstoles, como testigos fieles, vieron y comprobaron en él. Dios nos habla de forma suprema “por el Hijo” (He 1:1).
3. Postulado tercero
Instruidos por Cristo, creemos que toda la Biblia es la Palabra escrita de Dios, y plenamente inspirada en todas sus partes.
No hay manera de separar el Verbo encarnado de la Palabra escrita. La palabra del Antiguo Testamento estaba siempre en el corazón y en la boca del Maestro, quien hallaba en ella su alimento, sus armas de defensa, sus credenciales como Mesías, y la base para sus propias enseñanzas. Hace referencia a todas las grandes secciones del Libro santo, y a muchos de sus libros. Antes de marcharse de esta tierra, indicó que el Espíritu Santo, por el testimonio de los apóstoles, había de completar la revelación escrita, y vemos el cumplimiento de su propósito en el contenido del Nuevo Testamento.
La importancia de este postulado en relación con la interpretación de la Biblia es inmensa, pues determina que no hemos de acercarnos a ella como si fuera una colección de libros sagrados y religiosos donde podemos aprender algo bueno (escogiendo esto y rechazando aquello) que nos podría ser de provecho espiritual; ni tampoco para hallar en la Biblia la revelación de Dios, por el mismo proceso —sobre un plano superior— de escoger lo que nos parece digno de ser revelación, y de rechazar aquello que consideramos como mero marco humano. Reconocemos que hay partes de la Biblia de más inmediata aplicación a nuestras necesidades que otras, y que algunas tratan de asuntos más comunes, y otras de temas más sublimes. Pero aun viendo esto, estudiaremos toda la Biblia creyendo que es en sí la Palabra de Dios, siendo todas las partes igualmente necesarias para la revelación en su totalidad. Muchas de nuestras interpretaciones dependerán de nuestra convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios y no sólo que contiene la Palabra de Dios.
4. Postulado cuarto
Creemos que toda la Biblia es la revelación que Dios da de sí mismo, y que su tema es el desarrollo y consumación del plan de la redención.
Es este postulado, juntamente con el anterior, el que garantiza la unidad de las Escrituras, y subraya, como veremos más adelante, que cada porción de la Palabra escrita ha de estudiarse a la luz de la totalidad de las Escrituras. Por encima de todas las diferencias y aparentes contradicciones, hemos de ver un plan y reconocer una verdad en la Biblia. Al pensar en los diferentes géneros literarios tendremos que tener en cuenta que están escritos a lo divino. Por ejemplo, no hallamos la historia como tal en los libros históricos, sino historia en la perspectiva del plan de la redención.
5. Postulado quinto
Cristo es el centro de la Palabra escrita de Dios, y las interrelaciones del Antiguo y el Nuevo Testamento han de determinarse por referencia a su persona.
Al hablar con los dos caminantes que se dirigían a Emaús, el Señor les declaraba “en todas las Escrituras lo que de él decían”. Y estando con los once más tarde dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lc 24:27,44-45). Ya hemos visto la manera en que Cristo identificaba su propia autoridad con la del Antiguo Testamento, y lo que notamos aquí por añadidura es que él es la clave para la comprensión de las Escrituras. En todas sus partes los escritos antiguos hablan de él, y en él tienen su razón de ser. Naturalmente es mucho más fácil aún ver cómo él es el tema único del Nuevo Testamento. No es fácil siempre, apreciar exactamente las interrelaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, pero podemos estar seguros de que ninguno de los problemas que éstas encierran hallará su solución si no la buscamos en Cristo.
6. Postulado sexto
Hay una revelación progresiva en el Antiguo Testamento que no estorba para que sea Palabra de Dios en todas sus partes.
La luz de las Escrituras puede compararse con la de la aurora, pues no pasamos en seguida de la oscuridad de la noche al brillo del mediodía. La intensidad de la luz va lentamente en aumento hasta salir el sol en la plenitud de su fuerza y claridad. Pero el primer rayo de luz matutina es tan “luz solar” como los abrasadores rayos del mediodía. Este postulado tiene que tomarse en cuenta al procurar descifrar el significado de algunos detalles de las vidas de los patriarcas y héroes del Antiguo Testamento, pues no podemos esperar que éstos se porten como cristianos que han visto la Cruz y en quienes habita el Espíritu Santo, sino considerar cómo reaccionan frente a la luz que Dios va dándoles en medio de las densas tinieblas circundantes.
En el caso muy comentado de Jacob, por ejemplo, lo más significativo de su vida no son los métodos de dudosa moralidad que empleara para conseguir la primogenitura y la bendición en la primera etapa de su carrera —métodos reprensibles, pero normales en su medio ambiente—, sino su aprecio de la promesa dada a Abraham, su abuelo, por la que Dios había de traer la salvación al mundo. Supo reaccionar con agrado y sumisión a la luz del rayo de esperanza divina que había caído sobre su linaje, y por eso llegó a ser Israel, dando su nombre a todo el pueblo escogido. Esaú podía ser más simpático y noble, pero era carnal, sin una partícula de interés frente a la misión celestial de su familia, y por ende no pasaba de ser raíz de amargura, padre de la raza enemiga de Edom.
7. Postulado séptimo
Creemos que el Espíritu Santo, que mora en los creyentes, aclara el sentido de la Palabra, siempre que el estudiante se acerque a ella con humildad y la examine con diligencia.
De este punto ya hemos hablado, pero es importante que conste aquí como postulado fundamental de la hermenéutica, puesto que es consideración básica que lo que Dios ha dado por su Espíritu ha de discernirse también por el auxilio del mismo Espíritu.
8. Postulado octavo
Creernos que todo intento de estudiar las Escrituras sin una finalidad devocional o práctica tiende a desvirtuarlas, ya que no se dan para satisfacer nuestra curiosidad o para el desarrollo de nuestra inteligencia, sino para nutrir nuestro espíritu y llevarnos a Dios.
Se ha manifestado ya que la inteligencia —un don de Dios— es necesaria para la debida interpretación de la Biblia. Pero este postulado hace constar que la función intelectual no ha de divorciarse jamás de la adoración, ni de la sumisión a la voluntad divina, ni de nuestro deseo de servir eficazmente a quien nos compró con su preciosa sangre. ¡Pobre estudiante el que sólo ve en la Biblia un libro más de estudio! ¡Cuidado con las sequedades teológicas!

Ejercicio

Los críticos han querido relegar el libro de Daniel al segundo siglo antes de Cristo, calificándolo de libro popular cuyo autor anónimo se escuda tras de una figura legendaria llamada Daniel, de la época del cautiverio babilónico (siglo sexto antes de Cristo), considerando, además, que las profecías son de hecho historia local ya cumplida. Lea las palabras del Maestro en (Mt 24:15-18) y dé su opinión sobre esta teoría a la luz de los postulados de esta lección.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Colombia
  Campo Elias Palma MillÁn  (Colombia)  (15/08/2021)
La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Demostrado y hasta ahora no refutado.
Dios es un Dios de misericordia: Vívalo, Siéntalo y para que esto suceda, hay que estar preparado en la palabra, en la fe, en el amor y en la vivencia de un Espíritu Santo en mi que me permite creer en ello, tanto como que la distancia mas corta entre dos puntos es una línea recta.
Argentina
  Cristian Fabian Da Rosa  (Argentina)  (03/08/2021)
Hola. Buenas tardes. Respetuosamente quiero comentar que su análisis sobre las ciencias esta bastante errado, en su afán de querer justificar la creencia de los cristianos en Dios, manifiesta que en las ciencias es "todo relativo" y que no hay nada que se pueda comprobar, sino que la misma se basa en suposiciones. La ciencia respeta ciertos procedimientos, que conjugan elaboración de hipótesis, análisis, observación y comprobación empírica. Esto no quiere decir que la información que se obtenga a través del procesamiento de los datos arrojados por la utilización del método científico no pueda reversé, de hecho todas las afirmaciones hechas por la ciencia están en continua revisión, sin embargo se considera como verdadera a toda afirmación científica que no pueda ser refutada, hasta que lo sea. Más allá de esto, su error consiste en comparar a la ciencia con la fe. La ciencia se practica en el presente, son cuestiones empíricas, de análisis y observación, mientras que la fe, como bien lo manifestó el apóstol cuando escribió que "es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreros 11:1). No se puede comprobar científicamente la existencia de Dios, eso es algo reservado exclusivamente a la fe. Quisiera concluir que resulta un poco desafortunado estas comparaciones, ya que el cristianismo no se sostiene en un pensamiento lógico como se sostiene la ciencia, por el contrario, la ciencia se ocupa de lo terrenal y el cristianismo de lo espiritual y celestial. En el futuro le recomiendo que evite estas comparaciones que no son provechosas, sino que por el contrario generan más confusión. Con respecto a las otras partes del estudio, le comento que me resultaron provechosas. Que la Paz de nuestro Salvador sea con Ud. Dios lo bendiga.
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