Estudio bíblico: Apéndice 6 - Los judíos: su vida y costumbres -

Serie:   Hechos de los Apóstoles (II)   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Apéndice 6 - Los judíos: su vida y costumbres

El judaísmo

Existe una vasta literatura sobre el judaísmo de los tiempos de Cristo y de los apóstoles, y, obviamente, no nos es posible apuntar en este apéndice más que algunas notas que sirvan para orientar en la materia a los lectores de Los Hechos. El judaísmo que forma el fondo de la génesis del cristianismo no era meramente la aplicación en un período dado de la religión del Antiguo Testamento, entendida en sentido algo legalista, sino la resultante de la operación de numerosos factores que habían surgido en el transcurso de la vida nacional y religiosa de Israel.
1. Los hebreos antes del cautiverio
A pesar de las enseñanzas y disciplinas de la época de los patriarcas, de Moisés y de David, los israelitas daban muestras de una tendencia inveterada a dejarse arrastrar por los sistemas idolátricos de las naciones circundantes, como es evidente por la historia de Los Reyes y por las reiteradas denuncias y amonestaciones de los mensajes proféticos. Sin duda la mayoría reconocía a Jehová como el Dios de su nación, pero no quería darle el lugar único que le correspondía, como Dios único, Creador de los cielos y de la tierra. Los "reyes buenos" eran aquellos que restauraban el Templo y sus servicios, escuchando la voz de los profetas. Por eso podían ser bendecidos. Los "malos" eran aquellos que mezclaban el culto de otros dioses con el de Jehová (la fornicación espiritual), y al parecer Manasés abolió el culto de Jehová totalmente durante años. Las reformas no afectaban más que una parte del pueblo. Sin embargo, el "Resto Fiel" de almas piadosas mantenía el testimonio, siendo ayudado por los profetas que prometían bendiciones para los sumisos, con la intervención final de Jehová a su favor, al par que denunciaban los pecados del pueblo y predecían los castigos inmediatos y lejanos que habían de caer sobre ellos.
2. Los hebreos durante el cautiverio
La dispersión de los israelitas empezó cuando Sargón, rey de Asiria, deportó a muchos de los habitantes del reino del norte (Samaria) en el año 722/1 a. C. Judea padeció igual suerte en manos de los babilonios, culminando con una serie de deportaciones, a la que siguió la destrucción de Jerusalén y del Templo en el año 586 a. C. Al hallarse desterrados de Israel y esparcidos entre las gentes, los hebreos tenían que decidirse por una de dos alternativas: a) seguir sus prácticas idolátricas, mezclándose con las gentes y perdiendo su identidad nacional; o b) afirmarse en su religión monoteísta y mantener su integridad nacional en medio de las gentes. Sin duda muchos se perdieron por seguir la primera alternativa, pero el grueso de la raza reaccionó bajo los mensajes proféticos —cuyo cumplimiento habían experimentado en sus propias carnes—, en el sentido de aborrecer los "dioses" que habían causado su ruina. Desde entonces el judío ortodoxo ha sido estrictamente monoteísta. Sin duda el sentimiento nacionalista y patriótico se reavivó por el mismo hecho de la dispersión, y era evidente que la cohesión nacional (o siquiera racial) dependía en primer término de su religión superior, monoteísta y exclusiva.
3. Las sinagogas
El mayor factor que impidió la desintegración de la raza, garantizando la continuidad de su religión, se halla en la institución de la sinagoga. El Templo, antiguo símbolo y centro de su religión, había sido destruido, pero muchos rollos de los libros sagrados se habían llevado a los distintos lugares del destierro. Por un proceso natural e inevitable —aunque carecemos de datos sobre el detalle histórico—, los hebreos se reunían para la lectura de la Ley. Al estabilizarse las condiciones en el destierro sería natural habilitar algún lugar para tales reuniones que no fuese una casa particular. Pronto cada colonia tendría su "lugar de reunión", que después recibió la designación griega de "sinagoga". En su forma desarrollada, la sinagoga llegaba a ser una sala más o menos suntuosa, presidida por la "cabeza de la sinagoga" señalado de entre los ancianos de la colonia. Como ayudante tenía al Hazzán, guardián de la propiedad y de los rollos —que se conservaban en un arca—, y, entre la semana, maestro de los niños de la colonia.
Los cultos eran sencillos, pero adecuados, pudiendo verse en ellos el patrón de las primeras iglesias locales cristianas. Se iniciaba el culto con la recitación del Shema, o credo: "Oye Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón... " (Dt 6:4-5). Luego seguían alabanzas a Dios y oraciones rituales hasta que llegara el momento de la lectura de la porción seleccionada de la Ley, dividida en 154 secciones. Los judíos de Israel —tratamos ahora de los tiempos que sucedieron la restauración— repasaron toda la Ley en el curso de tres años, añadiendo porciones apropiadas de los Profetas. Era normal que alguien predicara un sermón después, aclarando el sentido de las lecturas (Lc 4:16-27) (Hch 13:15).
La Ley formaba la base de la enseñanza de los niños —las niñas se instruían por sus madres en casa— durante la semana, y la formación de la mentalidad judía, en lo que tiene de bueno y de malo, depende sobre todo de la influencia de la sinagoga y de la instrucción en la Ley que recibía todo varón. No se trataba de dotar a los alumnos de una amplia cultura, pero sí de inculcarles los principios fundamentales del temor de Dios, de la obediencia a la Ley y a la Ley oral (véase abajo), además de las obligaciones sociales, religiosas y raciales que competían a todos los circuncisos.
Los ancianos de la sinagoga se formaban en tribunal con atribuciones suficientes para juzgar ofensas religiosas que no necesitaban pasarse al Sanedrín (Jn 9:12-34) (2 Co 11:24).
4. El Templo
Después de la restauración de un remanente del pueblo por el decreto de Ciro y bajo la guía de Zorobabel primero y de Esdras después (véase el Libro de Esdras), los judíos volvieron a edificar el Templo, en escala reducida y en medio de grandes dificultades (compárese también la profecía de Hageo y la primera parte de Zacarías). Después de muchas vicisitudes, la gente mezclada del centro de Israel —los samaritanos— edificaron su propio templo cismático sobre el Monte Gerizim. Los galileos del Norte —donde abundaban los gentiles— fueron sometidos al judaísmo por los príncipes de la casa asmonea, llegando a ser, sin embargo, los defensores más valientes de la ortodoxia judía, a pesar de su sangre mezclada y su dialecto, poco grato a los oídos de los jerosolimitanos.
El segundo Templo sufrió mucho durante las guerras de liberación contra los Seléucidas, reyes de Siria, quedando intacto probablemente sólo el santuario interior. El Templo de los Evangelios y de Los Hechos es el que se llama "de Herodes", ya que este usurpador idumeo, para gloria suya y para congraciarse con los judíos, inició la reedificación del edificio sagrado, según planes grandiosos e inteligentes, en el año 20 a. C. Poco a poco iba reemplazando la estructura anterior, ampliándola y dotándola de patios mucho más amplios, sin interrupción de los cultos. Toda la obra fue hecha por sacerdotes. Seguía la reconstrucción durante todo el período de los Evangelios y Los Hechos, bien que muy adelantada ya. Compárese (Jn 2:20), donde no se implica la terminación de la obra, con (Mt 24:1-2). La obra no fue terminada del todo hasta el año 64, siendo arrasado por los romanos en el año 70 d. C.
Es evidente que los judíos no podían llevar a cabo el ritual levítico cuando el Templo no estaba en pie y consagrado a su uso normal. Su funcionamiento prestaba mucha importancia a la casta sacerdotal; contrariamente, su destrucción dejó a los intérpretes de la Ley y de la tradición como los únicos guías religiosos del pueblo.
5. Un resumen histórico desde los tiempos de Esdras
a) El período bajo el imperio persa, 537-332 a. C. Las fortunas de la colonia de israelitas en Judea fluctuaba según el favor del monarca persa. En general era un período de gran debilidad, durante el cual los judíos se hallaban hostilizados tanto por los samaritanos como por otros pueblos circundantes. Los sumosacerdotes tendían a asumir poder político.
b) Bajo Alejandro Magno y sus sucesores, 332-167 a. C. Según Josefo, Alejandro sentía simpatía por los judíos y los favorecía; pero como consecuencia de su temprana muerte, su vasto imperio fue dividido entre cuatro de sus generales, hallándose los judíos luego entre los "dos fuegos" de la dinastía seléucida, al Norte (Siria), y la egipcia de los Ptolomeos. Israel llegó a ser campo de batalla donde estas dinastías rivales dirimían sus cuestiones. La tiránica opresión del rey sirio, Antíoco Epífanes, quien se empeñó en "helenizar" a los judíos, llegando a violar el Templo, produjo un alzamiento encabezado por un sacerdote llamado Matatías y por sus hijos (los Macabeos o Asmoneos). La suerte de los judíos en esta guerra de liberación fluctuaba mucho, pero por fin los Asmoneos fueron establecidos como príncipes-sacerdotes de Israel, a pesar de no pertenecer a la línea sacerdotal de Sadoc ni a la línea real de David. Por desgracia, las heroicas hazañas del primer período dieron paso luego a las intrigas y violencias que mancharon la historia de los últimos príncipes Asmoneos. Por fin Herodes, un idumeo, pudo hacerse con el poder, llegando a ser "rey de los judíos", por gracia y favor de los romanos, quienes ya se habían establecido en el Oriente.
6. Las "costumbres"
¿Cuáles eran las "costumbres" que los cristianos judíos de Jerusalén observaban con fanático celo? Había ciertos ritos y observancias que distinguían al judío "practicante" de todo aquel que no lo era y que servían de "santo y seña" de su fe ortodoxa. La circuncisión de cada varón, a los ocho días de nacer, era "sello del Pacto" que Dios había hecho con Abraham. Tan típico es el rito de la raza que a menudo los judíos se llaman "la circuncisión" en el Nuevo Testamento, siendo los gentiles la "incircuncisión". Guardar las leyes alimenticias de Levítico capítulo 11 y de Deuteronomio capítulo 14, que excluían ciertos animales, peces y aves de la dieta de los israelitas, típicamente el cerdo. Muy enlazada con esta diferencia entre "animales limpios e inmundos" era la prohibición de comer carne con la sangre (Lv 17:1-12). Ningún proceso de limpieza en un matadero gentil bastaba para este caso, pues la carne "kosher" había de prepararse según un proceso exclusivo por los carniceros judíos. Guardar el sábado según las instrucciones de la ley oral. Guardar las demás fiestas, subiendo los varones de Israel a Jerusalén tres veces al año para la celebración de las más importantes de ellas, a ser posible. Ofrecer sacrificios y ofrendas en el Templo mientras que éste estuviera en pie. Asistir fielmente a los servicios de la sinagoga, que suponía ser fiel también a las obligaciones normales de la familia y de la sociedad hebrea del pueblo o de la colonia.
7. Las fiestas religiosas
Además de la fiesta semanal del sábado, los judíos habían de guardar aquellas que se detallan en Levítico capítulo 23.
La Pascua era fiesta anual que conmemoraba la salida de Egipto, basándose en las instrucciones de Éxodo capítulo 12. En la "Pascua permanente" no sólo se sacrificaba el cordero pascual en la noche del día 14 del mes Nisan, sino que los israelitas comían "ázimos" (pan sin levadura) durante siete días, ofreciéndose sacrificios en el Templo. Todo el período se llamaba "La Pascua". Durante la historia de los reinos de Israel hubo períodos de olvido de esta fiesta básica, pero el pueblo restaurado la guardaba con celo religioso, acudiendo multitudes a Jerusalén para la ocasión.
Al segundo día del período pascual se ofrecía una gavilla de grano de la nueva cosecha, lo que coincide, en el pensamiento cristiano, con la Resurrección como principio de la cosecha de la Cruz.
La fiesta de Pentecostés, o "de las semanas". Véanse notas en el capítulo III sobre esta fiesta, que llegó a ser tan célebre en los anales cristianos.
La fiesta de las trompetas, que dio principio al año civil en el primer día de Tishri (octubre), fue ocasión de regocijo. Fue seguida, durante el mismo mes, por el solemne ayuno que acompañaba el Día de Expiaciones (Lv 16) con (He 9) (Hch 27:9). La de los tabernáculos recordaba las peregrinaciones en el desierto y anticipaba la seguridad y gozo del Reino milenial, por lo que los israelitas pasaban unos días en enramadas. "El último y gran día de la fiesta" se nota en (Jn 7:37). La fiesta de las Luces (o de la Dedicación) conmemoraba la reapertura del Templo por los Macabeos y se menciona en (Jn 10:22). La de Purim se basa sobre la liberación de los judíos de una matanza general según se relata en el Libro de Ester. Las dos últimas no se prescriben en la legislación mosaica.
8. La ley oral, o las "tradiciones de los ancianos"
Sin duda los patriarcas se regían por "tradiciones" religiosas y éticas, con anterioridad a la entrega de la Ley —con la restante legislación mosaica— en el Sinaí, y que quedaron incorporadas en el nuevo sistema legal. Los fariseos, sin embargo, insistían en que Moisés pasó a Josué y a los ancianos, no sólo la Ley escrita, sino también tradiciones orales suplementarias y de igual autoridad. De hecho esta "ley oral" data de los tiempos de Esdras, surgiendo en un principio de la necesidad de resolver problemas de comportamiento que no se preveían en los tiempos de Moisés. Ya hemos visto que la pérdida del Templo motivó que las Escrituras llegasen a ser el centro de la vida de la nación. El hebreo clásico se perdió como lengua hablada durante el destierro, siendo reemplazado por el arameo. Por eso la Ley, escrita en el idioma sagrado, necesitaba intérpretes si había de ser comprendida por el pueblo. La persona y obra de Esdras señalan el surgimiento de hombres piadosos que se entregaban a esta labor de estudio y de enseñanza, llegando el escriba, o el doctor de la Ley, a ser el verdadero guía religioso del pueblo, aun después de la renovada inauguración del Templo. Los comentarios sobre puntos difíciles se transmitían de una generación de escribas a otra, llegando éstos a ser maestros en el sutil arte de la casuística, o sea, la aplicación de las normas legales a la gran diversidad de casos y problemas que iban surgiendo. Por ejemplo, se preguntaría en qué consistía "guardar el sábado", ya que la absoluta pasividad física era imposible, y que asuntos como el nacimiento de criaturas, enfermedades peligrosas, muertes, sacrificios en el Templo, etc., no admitían demora. Los escribas consultarían opiniones de los maestros anteriores, o adelantarían opiniones de los modernos, sacándose la conclusión, por ejemplo, que un hombre podía andar "el camino de un sábado" en el día sagrado —como mil metros— sin quebrantar la Ley. En cambio si arrancaba espigas de trigo en tal día, restregando las espigas para comer el grano, entonces había quebrantado el sábado porque había segado, trillado y molido en el día de descanso (Mr 2:23-28).
La ley oral se llama la Mischna, y de las interpretaciones de ella salió la Midrasch, subdividida a su vez en varias secciones, según la naturaleza del comentario. Las traducciones (o paráfrasis) del texto hebreo en arameo se llamaban los Targum. Aparte las traducciones, esta masa de literatura —un tanto indigesta— se incluye bajo el título general del Talmud, que influye por lo menos tanto como el Antiguo Testamento en la vida, pensamientos y religión de los judíos.
Sería erróneo, sin embargo, creer que todo se había codificado durante el primer siglo. En los tiempos de Cristo y de los apóstoles, seguía siendo "ley oral", que se elaboró, se codificó y se redactó por escrito en centros como Babilonia y Jamnia (oeste de Israel) después de la destrucción de Jerusalén y durante los siglos siguientes. De ahí la dificultad en discernir siempre aquella parte del Talmud que verdaderamente puede aplicarse al judaísmo de los tiempos bíblicos.

Las sectas de los judíos

1. Los fariseos
Eran "los separados" de los difíciles siglos de la historia de los judíos que precedieron el Advenimiento, siendo celosos por la Ley, pero aceptando como inspirados todos los libros canónicos del Antiguo Testamento de nuestra Biblia. Tuvieron su origen durante las guerras de los Macabeos, pero se oponían por fin a los príncipes de esta dinastía porque no separaban las funciones reales y sacerdotales, hundiéndose también en la mundanalidad helenista. Eran los grandes defensores de la tradición oral como "cerco alrededor de la Ley". Doctrinalmente eran los más sanos del pueblo, admitiendo la resurrección del cuerpo, la existencia de ángeles, la vida espiritual, etc. Su actitud de "separación" se convertía fácilmente en hipocresía, pero hemos de tener en cuenta que todos los israelitas que esperaban la Promesa formaban en las filas de los fariseos, como por ejemplo Nicodemo, José de Arimatea, y, sin duda, los primeros discípulos, uno de los cuales pasaba más allá, llegando a ser un celote, miembro de la secta que estaba dispuesta a emplear violencia con tal de librarse de la dominación del Imperio de Roma.
2. Los saduceos
Según la tradición de ellos, se derivaba su nombre de Sadoc, como sacerdote en los tiempos de David y de Salomón. Los sacerdotes (todos ellos descendientes de Aarón) se habían multiplicado mucho, llegándoles el turno de servir en el Templo muy de vez en cuando (Lc 1:8-9). Por lo tanto no hemos de confundir la generalidad de los sacerdotes con la casta sacerdotal que, por manejos políticos, detentaba el poder en Jerusalén en el período que tratamos. La existencia de tal casta se deriva de los malos tiempos de los últimos asmoneos, siendo el sumosacerdote ipso facto el jefe religioso y civil de la nación. La casta y sus secuaces se llamaban "saduceos". Siendo mucho menos numerosos que los fariseos y careciendo de la popularidad de éstos frente a las multitudes, lograban mantenerse en el poder por ocupar los altos cargos sacerdotales y por estar dispuestos a transigir con los romanos. Eran materialistas que interpretaban la Ley (Torah) en sentido estrictamente literal, no admitiendo una esperanza de la vida futura, ni la resurrección de los muertos, ni la existencia de ángeles.
Perdieron toda autoridad con la destrucción del Templo, persistiendo el judaísmo en su forma farisaica. Los saduceos y demás sectas desaparecieron de la historia.
3. Los esenios
Los esenios formaban una comunidad "monástica" que se retiraba de la vida agitada e inmunda de la nación. No se mencionan en la Biblia pero el descubrimiento de los "rollos del mar Muerto" que pertenecían a una comunidad asceta de Qumram ha vuelto a suscitar el interés de los eruditos en los esenios. No hemos de creer que Juan el Bautista fuese miembro de esta secta, cuyas doctrinas correspondían a las de los fariseos.
4. Los herodianos
Los herodianos formaban un partido más bien que una secta, siendo oportunistas que aceptaban la dinastía herodiana como "mal menor", preferible al dominio directo de los romanos.

El Sanedrín

Éste era el Consejo supremo religioso y civil del pueblo de Israel, reconocido como tal hasta por los judíos de la Dispersión. A los judíos les agradaba creer que arrancaba la institución de los Setenta Ancianos que Dios concedió a Moisés según (Nm 11:14-25), pero de hecho halla su origen en los tiempos de los asmoneos. En intranquila combinación, ya que no podemos hablar de una alianza (Hch 23:1-11), se asociaban las altas jerarquías sacerdotales con los más destacados rabinos de los fariseos para formar un Consejo nacional presidido por el sumosacerdote, constituyendo el cuerpo la máxima autoridad indígena hasta donde los gobernadores romanos permitían el ejercicio de su poder. Véanse más notas sobre el Sanedrín en el Capítulo V.

La diáspora o la dispersión

La Diáspora abarca a todos los judíos que vivían fuera de Israel. Se originó, desde luego, en las transmigraciones ordenadas por los reyes de Asiria y de Babilonia, pero hemos de saber que muchos de los judíos se arraigaban en las tierras de su cautiverio, prosperando en sus negocios hasta tal punto que no querían volver a Israel cuando Ciro les abrió las puertas. Las conquistas de Alejandro Magno dieron más facilidades aún a estos judíos, ya que podían viajar sin dificultad, hallando muchos buenos centros donde establecerse y enriquecerse. Llegaron a ocupar todo un sector de Alejandría, siendo prácticamente autónoma esta importante colonia. El estudio de Los Hechos nos revela que había judíos en todos los principales centros de población que visitara Pablo y sus compañeros. Habiendo un mínimo de diez varones, abrían sinagogas para todos los efectos que hemos visto anteriormente.
Sin duda muchos judíos de la Diáspora llegaban a mezclarse con las gentes, degradando el noble culto de Jehová por un sincretismo adulterado por los sistemas idolátricos de la vecindad. La gran mayoría, sin embargo, mantenían la religión de sus padres con "las costumbres" más esenciales a pesar de hablar el griego o el idioma nativo de su región (Hch 2:9-11). La sinagoga constituía el centro religioso y civil de cada colonia, y el ejercicio de sus cultos se hallaba protegido por las provisiones excepcionales de una "religio licita". Su apartamiento de la vida social de sus vecinos, además de lo que parecía ser su apego fanático a su "solo Dios", les hacían ser objetos de recelo y animadversión de parte de los habitantes de las ciudades y regiones del Imperio; quizá el antisemitismo milenario se inflamaba más aún por la habilidad comercial tan característica de los judíos. No rehusaban pagar cada uno el "medio siclo" anual como contribución al mantenimiento del Tempo y de sus servicios.
Las verdades reveladas de la Palabra inspirada del Antiguo Testamento brillaban en medio de las tenebrosidades del paganismo, si los judíos lo querían o no. Muchos eran los prosélitos que se añadían a las sinagogas mediante la circuncisión, y muchos más los "temerosos de Dios" que escuchaban la Palabra y se apartaban de lo más vil de los sistemas idolátricos.
Pablo se llama "hebreo de los hebreos", a pesar de ser judío de la Dispersión, ciudadano de Tarso y del Imperio (Fil 3:5). Representa a los "hebraístas" que guardaban su conocimiento de la lengua antigua de su nación además de cumplir las "costumbres" con todo rigor. En esto se distinguían de los helenistas que hablaban solamente el griego o el idioma de la tierra de su adopción. Los helenistas podrían ser tan celosos como los demás (Hch 6:9), pero sin duda en su caso el trato continuo con los "incircuncisos" había rebajado en algo la barrera entre su raza y los pueblos gentilicios.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Guyana
  Eugenio Rodríguez Nivar  (Guyana)  (05/01/2023)
Buenas noche que la paz del todo poderoso sea con cada uno de ustedes escribo para felicitarlo por el excelente trabajo y lo buenos estudio que he encontrado en esta página .
A la verdad me siento satisfecho con los estudio de esta página por que están bien desarrollados y bastante claro y bien explícito.
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