Estudio bíblico: Introducción general a la vida de Eliseo -

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
Email: estudios@escuelabiblica.com
Alemania
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Introducción general a la vida de Eliseo

Estas reflexiones se van a centrar en el profeta Eliseo, cuya vida ha­llamos descrita con gran detalle en el Anti­guo Testamento. Desde su llama­miento en su juventud, hasta su muerte, es impresionante la vida de este hombre de Dios. Sin embargo, Eliseo es poco conocido, except­uando unas pocas escenas, y para muchos creyentes está como un poco a la sombra de su padre espiritual Elías.
Como ningún otro profeta —aparte de Moisés quizás— se nos describe su vida, su carácter y su servicio con todo detalle y muy vivamente. Son aproximadamente 19 escen­as de su vida las que podemos leer y es­tudiar en el pri­mer y segundo libro de los Reyes. Contienen mu­chas lec­ciones prácticas y valiosas para aquellos que seguimos al Se­ñor Jesucristo.
Eliseo no llama la atención por haber pronunciado poten­tes y largos discursos como por ejemplo Isaías, Jeremías o Eze­quiel, por medio de los cuales Dios anunció sus planes para con el pueblo de Israel y el resto de las naciones. No, su cometido era decir la Palabra de Dios en numeros­as circunstancias de la vida cotidiana, indicando la direc­ción correcta en cada situación. Esto es precisamente lo que hace que su vida sea tan accesible para nosotros y tan digna de ser imitada. Y al mismo tiempo nos duele ver que en nuestros días, es este importan­te aspecto precisa­mente el que falta en gran parte del ministerio pro­fético.

Con "santa naturalidad"

Heinrich Kemner (1903-1993) fue un pastor muy original en Alema­nia. Durante décadas buscó ayudar a los creyen­tes con ne­cesidades y problemas espirituales. Muchos acudían a él para hablar a so­las con este hombre de Dios. Y de su experiencia en este campo surgió el di­cho ya fa­moso: "La santidad, que sea natural, y la naturali­dad que sea santa".
Esta "naturalidad santa" es lo que salta a la vista de cual­quier lector que esté estudiando la vida de Eliseo. Sin darnos cuenta nos recuerda al Señor Jesús, quien vivió perfectamente esta virtud. De su "bon­dad y amor para con los hombres" leemos en (Tit 3:4-5): "Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericor­dia?"
La aparición de Elías, su precursor, casi siempre atemori­zaba a la gente. Su carácter se caracterizaba por el "fue­go" y el "torbellino", los elementos que acompañaron su ministerio y también su "ascen­sión al cielo". El carácter de Eliseo, por lo contrario, equivale más bien al "silbo apacible y delicado" (1 R 19:12).
La aparición de Elías personificaba y predicaba la santi­dad y justicia de Dios. Era como la llamada al arrepenti­miento con voz de trueno. Eliseo, sin embargo, casi siem­pre personificaba y predicaba el "evan­gelio" de la gracia y misericordia de Dios. Voy a decirlo de manera más concisa: Cuando aparecía Elías, los israelitas se refugia­ban don­de podían y se mantenían a distancia. Pero cuan­do aparecía Eliseo, su sucesor, la gente le salía al encuen­tro, buscaba estar cerca de él y le exponían sus problemas y necesidades.

Consejería entrañable

Mientras que de Elías leemos largos monólogos, de Eli­seo leemos casi siempre diálogos, breves conversaciones con personas de todas las clases sociales. Estas conversa­ciones comienzan casi siempre con una breve y precisa pregunta, y vemos en ello una sabiduría y un don para la consejería espiritual, que son un ejemplo para cualquier cre­yente que practique la ayuda espiritual. "Aquel que quiera ayudar es­piritualmente a otros tiene que ser de una confianza tal, que sea po­sible enterrar la propia honra en su presencia". Esta advertencia es también de Heinrich Kemner y el ministerio de Eliseo es una ilustra­ción adecuada y alentadora de este hecho. La gente podía confiar en él y encomendarle sus preocupaciones, penas y deseos más secretos, incluso podían decírselo a gritos, como veremos más adelante.

Un hombre de Dios intachable

Eliseo es uno de los pocos hombres de la Biblia cuya vida es narrada ampliamente sin darnos a conocer un solo pecado suyo. Esto es ex­traordinario. Ni siquiera leemos de alguna debilidad por su parte.
Mientras que hombres como Isaac, Moisés, Samuel, Da­vid, Salomón e incluso el mismo Elías muestran en su ve­jez una disminución de su sabiduría y un desfallecimien­to de su fuerza espiritual y decisión, ha­llamos en Eliseo una lucidez y firmeza espiritual inquebrantable des­de el primer momento hasta la última escena en su lecho de muerte. Su vida fue una vida sin roturas, sin parches, ín­tegra.
Por supuesto que no fue sin pecado, pero Dios no permi­tió que se registrara algún pecado o debilidad suyos.

El profeta de los milagros

A pesar de que Eliseo vivió en los tiempos más oscuros de Israel en cuanto a la política, la moral y la espirituali­dad, Dios obró por medio de él milagros extraordinarios. No vemos nada comparable en otros períodos del pueblo de Dios: muertos fueron resucitados, un leproso fue sana­do, una fuente envenenada fue limpiada, hubo leyes natu­rales que perdieron su vigencia, ojos cegados que fueron abiertos, acei­te multiplicado, etc.
Esto debería infundirnos valor y animarnos a contar con la gracia e intervención de Dios aún en nuestra cristian­dad tan espiritualmente pobre y moralmente descuidada.
Por otra parte, veremos también que al lado de los mu­chos milagros de la gracia, Eliseo obró también cuatro milagros que fueron juicios.
Es interesante que Eliseo, al igual que Elías, viviera y obrara en el rei­no apóstata de las diez tribus con Samaria como capital. Allí los líde­res políticos y también los sa­cerdotes practicaban la impiedad, idola­tría e inmoralidad de forma casi insuperable, con lo que hacían que el pue­blo de Dios se fuera arrastrado al abismo.
Justamente en esta parte del pueblo, Dios llamó a un Eli­seo obrando por él milagros desconocidos en la parte fiel de las tribus de Israel con su culto en Jerusalén.
Este hecho debería dar que pensar también a aquellos que piensan ser la única iglesia fiel y bíblica, creyendo basar­se únicamente en el fundamento de la Palabra de Dios, o al menos profesando ser el úni­co grupo que representa la iglesia de Dios en la tierra según el mode­lo bíblico.
Evidentemente, a Dios le place a veces suscitar profetas como Elías, que testifiquen de la santidad y justicia de Dios aún allí donde la Bi­blia es rechazada como única y firme autoridad, o que testifiquen de Su gracia y miseri­cordia como Eliseo.
Basta echar un vistazo a la historia de la iglesia en los úl­timos siglos y también en el tiempo presente para ver confirmada esta observa­ción. Humildemente y con gozo deberíamos reconocerlo, pero sin sa­car conclusiones equivocadas y entregarnos ciegos al ecumenismo.
A lo mejor a veces nos preguntamos: ¿Cómo pudieron aguantar en la iglesia anglicana de Inglaterra esos gran­des predicadores del aviva­miento George Whitefield y Juan Wesley? ¿O C. H. Spurgeon con los bautistas? ¿O en Alemania Heinrich Kemner, Wilhelm y Johan­nes Busch en la iglesia evangélica estatal?
Demos gracias a Dios de que ha llamado y capacitado a estos hom­bres para tocar claramente la trompeta del evangelio y llamar a miles al arrepentimiento y a entre­garse a nuestro Señor. Aprendamos a ma­ravillarnos ante la soberanía de Dios que a veces nos cuesta tanto com­prender.

Ni asceta, ni vividor

Cuando pienso en Elías me imagino un hombre flaco, as­cético y poco acogedor, con facciones agudas, como por ejemplo Girolamo Savona­rola, Juan Calvino o también Juan Wesley. Elías, evidente­mente amaba la soledad y se en­contraba cómodo en el desierto. Fue ali­mentado por los cuervos junto al arroyo de Querit y después le sus­tentó una pobre viuda.
Eliseo, por el contrario, me recuerda más bien a un Mar­tín Lutero, al Conde de Zinzendorf o también a George Whitefield, que siempre buscaban estar cerca de las per­sonas, y no tenían problemas a la hora de comer con polí­ticos e intelectuales de alto rango, así como con sencillos obreros.
En efecto, hallamos a Eliseo hablando con capitanes del ejército y re­yes, hospedándose donde la mujer sunamita pudiente, pero en otras ocasiones donde una pobre viuda y en compañía con los hi­jos de los profetas que estaban pasando hambre y que tenían "la muerte en la olla". El expositor bíblico Hamilton Smith describe el carácter de Eliseo muy acertadamente:
"Trajo misericordia a los culpables, pero caminó aparta­do de su culpa. Enriqueció a muchos con la bendición del cielo, mientras que él mismo se conformó con ser un hombre pobre. Fue rico, pero no para sí mismo... Sin provisiones alimentó ejércitos enteros; cosas con efecto mortal las transformó en inofensivas; sin pan alimentó a una multitud; sin medicina sanó a enfermos; sin solda­dos venció a los enemigos; aun estando muerto dio vida." (Hamilton Smith, Elías y Eliseo)

A la sombra de uno mayor que él...

Después de esta cita no es difícil ver la similitud con nuestro Señor Jesucristo. El nombre hebreo de Eliseo sig­nifica "Mi Dios es salva­ción" y el nombre griego de nuestro Señor "Jesús" significa "Dios es salvación".
Así como las vidas de Elías y Eliseo por algún tiempo se cruzaron, también las vidas de Juan el Bautista y de nues­tro Señor Jesucristo se cruzaron por cierto tiempo.
Aquí sólo una breve comparación:
Elías predicó arrepentimiento y juicio — Eliseo predicó la gracia y mi­sericordia de Dios.
Juan el Bautista predicó el "arrepentimiento" — Jesús pre­dicó "pala­bras de gracia".
Elías vivió en el desierto y la soledad — Eliseo vivía entre los hom­bres.
Juan vivió y predicó en el desierto — Jesús vivió y predicó donde vi­vía la gente.
Elías vivió de forma ascética y apartado exteriormente — Eliseo siem­pre se halló entre las personas, pero interior­mente vivió separado.
Juan se alimentaba de langostas y miel salvaje — Jesús se alimentaba como las demás personas. Él mismo dijo de Juan y de sí mismo: "Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tie­ne. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre co­milón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores" (Mt 11:18-19).
El carácter de Elías fue áspero y basto — el carácter de Eliseo, por lo contrario fue apacible, bondadoso y atra­yente.
El carácter de Juan: provocador y severo — el carácter de Jesús: man­so e inspirando confianza.
Después de ser encarcelado Juan el Bautista, Jesús dijo sobre él: "él es aquel Elías que había de venir" (Mt 11:14). Esta comparación sólo esbozada, podríamos ampliarla fácilmente. Sólo queríamos apuntar que durante el estudio bíblico podemos ver en las diferentes etapas de la vida de Eliseo correspondencias con el carácter y el ministerio del Señor Jesucristo. Y esto es lo que hace tan valiosa y desafiante la meditación y reflexión sobre este hombre de Dios, pues descubriremos en él mucho parecido con nuestro Se­ñor.

El ambiente de entonces y las semejanzas con nuestro tiempo presente

Ya hemos señalado la impiedad y la idolatría de los líde­res políticos y religiosos de aquel entonces, y no es difícil descubrir desarrollos parecidos en nuestro tiempo.
Acab, el rey de entonces, se había vendido "para hacer lo malo ante los ojos del Señor; porque Jezabel su mujer lo incitaba" (1 R 21:25). O sea, un líder en el pueblo de Dios que era una marioneta en manos de su mujer.
La feminización de la iglesia evidentemente no es nada nuevo y me hace pensar en una afirmación del presidente de la alianza evangélica alemana que dijo: "¡Más femini­dad en nuestras filas!".
El "culto" de entonces lo dirigían 850 sacerdotes y profe­tas que co­mían "a la mesa de Jezabel", y que eran, por lo tanto, aduladores y zalameros pagados, que predicaban y profetizaban lo que la mayoría quería oír, conforme a sus concupiscencias. En Betel y Dan había dos suntuosos becerros de oro a los que sacrificaban sacerdotes de todas las tribus. Ya no era necesario ser de la descendencia de Aarón para poder hacerlo. Ahí vemos que ya entonces había cultos "modernos", "vanguardistas", enfocados a los de afuera, agradables para los visi­tantes. Los cultos eran según el gusto y las ideas del pueblo. Hoy también muchas congregaciones hacen cosas para ser más atracti­vas a aquellos que no conocen al Señor. Su estrategia es tomar presta­do lo que ven en la cultura e incorporarlo en la vida de la iglesia para que así la gente no experimente un shock total de lo que ven y oyen en el mundo secular comparado con lo que ven en el culto a Dios. No hubo que esperar el juicio de Dios anunciado con respecto a esta apostasía (Dt 28). Comenzó pronto. Vemos, por lo tanto, un número sorprendente de viudas, hambrunas, es­terilidad, pobreza, opresión y asedios en los tiempos de Elías y Eliseo. No es difícil ver circunstancias parecidas en las iglesias actuales: poco alimento espiritual en la predicación, pocas conversiones, poco fruto para Dios, iglesias en extinción, cre­yentes solitarios y numerosas in­fluencias, ataques y asedios de parte del mundo de las re­ligiones, la esotérica, la psicología y del postmodernismo.
Pero también vemos cosas positivas que nos saltan a la vista: mien­tras que los hombres en aquellos tiempos eran débiles y pálidos, sin convicciones ni valor o interés espi­ritual, hubo, sin embargo, mujeres que llamaron la aten­ción positivamente: La viuda de Sarepta en (1 R 17), la viuda pobre de (2 R 4), la sunamita rica en (2 R 4) y también la muchacha que servía a la mujer de Naa­mán (2 R 5). Estas observaciones también las vemos reflejadas en la actualidad: ¿No son más las mujeres que visitan las reuniones de oración? ¿Quienes buscan y cuidan sus contactos evangelísticos? ¿Quién participa en la misión? ¿Quién se interesa por temas espirituales y libros?
La mayoría de las editoriales cristianas y librerías tendrí­an que ce­rrar; las misiones y las reuniones de oración se extinguirían si Dios no hubiese despertado en nuestros días hermanas fieles y entregadas, cuyo celo y temor de Dios deberían avergonzarnos a los hombres y poner en evidencia nuestra mundanalidad insípida.

Otras interpretaciones

Como ya hemos indicado, descubriremos en la vida de Eliseo alu­siones admirables que apuntan a nuestro Señor Jesucristo. Pero Eliseo es también un ejemplo impresionante para todos aque­llos que quieran servir al Señor y al pueblo de Dios y que quieran crecer en su vida espiritual. Esto tam­bién podemos aprenderlo aquí.
Las relaciones entre Elías y Eliseo, como también en­tre Eliseo y los "hijos de los profetas" nos proveen de ejemplos sumamente prác­ticos y dignos de ser imitados en cuanto a la comunión entre dos cre­yentes y la bendi­ción de una colaboración armónica y complementa­ria, donde uno suple la falta del otro y donde el joven trabaja junto con el mayor.
Algunos comentaristas ven e interpretan los relatos históricos como indicios acerca del futuro del pueblo de Israel en el marco de la historia de la salvación.
Pido la comprensión del lector, ya que quiero centrarme solamente en los tres primeros niveles, ya que responden a mi horizonte limita­do y son más que suficientes para dar lugar a examinarnos a nosotros mismos e inspirarnos a vivir una vida dedicada a Dios, vivida con "una natura­lidad santa".
Con la ayuda de Dios vamos a comenzar con ello en los próximos ca­pítulos.

Comentarios

Costa Rica
  José David  (Costa Rica)  (04/01/2022)
Excelente estudio. Gracias a Dios en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
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