Estudio bíblico: El secreto de la fuerza espiritual - 2 Reyes 2:9-13

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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El secreto de la fuerza espiritual (2 Reyes 2:9-13)

(2 R 2:9-13) "Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. Él le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán."

El examen del carácter

Consiente de su inminente partida, Elías había dirigido la pregunta decisiva a su joven amigo y sucesor. La res­puesta iba a manifestar las metas, esperanzas y deseos se­cretos del corazón de Eliseo para su próximo servicio.
En esta seria y solemne situación, sin espectadores, Eli­seo no pidió tiempo para pensárselo. Tampoco deseó consultar con sus padres, amigos u otros consejeros. Ya hacía mucho tiempo que había tomado la decisión sobre la meta de su vida, renunciando al valor pasajero y a la posesión de bienes materiales. Dios le había llamado a ser el su­cesor de Elías y en los meses pasados en la co­munión con este hom­bre de Dios había conocido valores eternos que habían marcado la di­rección que debía tomar su vida.
Y en seguida Elías escuchó la respuesta de su sucesor que segura­mente estaba esperando con ansiedad. Lo que escuchó fue un deseo sencillo y breve, pero con un pro­fundo significado: "Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí".
Con esta breve respuesta seguramente causó una inmensa alegría a su padre espiritual, porque con miras a sus tare­as futuras, Eliseo había reconocido su propia incapacidad y debilidad. Era consciente de que los conocimientos, formación y talento intelectual no eran suficiente para ser un portador de la bendición de Dios, especialmente en tiem­pos difíciles. Vio que para este difícil servicio era necesaria una fuer­za y una autoridad espiritual.
El expositor bíblico Matthew Henry comenta muy acerta­damente al respecto: "Los más preparados para recibir bendiciones espiritua­les son aquellos que más sienten el valor de las mismas y al mismo tiempo saben de cierto que no merecen obte­nerlas".

Una "doble porción"

Considerando este deseo de manera superficial, podría­mos tener la impresión de que Eliseo fue inmodesto pi­diendo la doble porción de la fuerza espiritual de Elías. Pero el contexto de esta historia y el he­cho de que Dios había dado instrucción de que el primogénito siem­pre de­bía recibir la doble parte de la heredad del padre (Dt 21:17), muestran que Eliseo podía considerarse como el "primogénito" entre los numerosos "hijos" del profeta.
Frente al peso y seriedad de sus futuras tareas, como "pri­mogénito", Eliseo deseó poseer la doble parte de la fuer­za espiritual que Elías iba a dejar como heredad a los hi­jos de los profetas.

"Cosa difícil has pedido..."

Nos asombra la reacción de Elías ante este deseo sabio y espiritual de su sucesor. Más bien hubiésemos esperado ver al anciano profeta lle­no de regocijo, después de mani­festarse que Eliseo había aprobado su "examen final" con "sobresaliente". Pero junto al gozo y agradeci­miento sobre la actitud tan buena y la madurez espiritual de su suce­sor, su respuesta revela algo del peso, significado y responsabilidad de esta "herencia":
Era "cosa difícil", porque la fuerza espiritual no se hereda como los bienes materiales. Nadie tiene la autoridad o ca­pacidad de heredar o transmitir dones espirituales a otras personas. En tiempos de los apóstoles, el mago Simón pensaba que podía comprar con dinero un "don de Dios". Pedro tuvo que pronunciar el juicio demoledor sobre este "negocio" (Hch 8:18-21).
Hoy también hay muchos "apóstoles" — según ellos — y tele evangelis­tas que piensan y proclaman que supuesta­mente son capa­ces de transmitir dones espirituales (p. ej. sanidades o profecía) me­diante la imposición de manos, por tener una "unción divina especial". Para estos falsos profetas es algo de lo más fácil transmitir a otros dones espirituales, con tal de que haya muchos micrófonos, cá­maras de te­levisión, multitudes entusiasmadas y suficien­tes cubos para recoger las colectas.
No, Elías sabía muy bien que este deseo estaba más allá de las capa­cidades humanas y que al mismo tiempo no se llevaría bien con nuestra vieja naturaleza no quebrantada.
Wilhelm Busch escribe al respecto:
"Especialmente a los de naturaleza un poco entusiasta quiero decir­les que cuando el Espíritu Santo llena un co­razón eso es algo duro ("cosa difícil") y no conlleva como ellos piensan éxtasis y arrebatos. Estos arrebatos extáticos que hoy pregonan como plenitud del Espíritu son más bien de otro espíritu que nada sabe de quebran­tamiento y abnegación."
Pero el deseo de Eliseo era también "cosa difícil" porque era "de peso", de "graves consecuencias". En el Antiguo Testamento leemos a menudo de profetas que hablaban de una "carga" que Dios les ha­bía dado como mensaje y cometido. El poder espiritual es un valioso regalo y al mismo tiempo una carga de gran responsabilidad.

El secreto de la fuerza espiritual

La segunda parte de la respuesta de Elías deja claro que la bendición deseada está ligada a una condición: "Si me vieres cuando fuere qui­tado de ti, te será hecho así". Esta condición dejó claro que Eliseo no debía perder de vista al anciano profeta. Esto exigía de él atención y concen­tración absoluta. Bien podemos imaginarnos que durante la caminata y la conversación que siguieron, Eliseo no apartó los ojos de su maestro para mirar a su alrededor a otras cosas sin importancia. A toda costa buscaría la mi­rada de Elías para no perderse el momento decisivo de su vida, del cual dependía la bendición.
Esta observación contiene una importante y valiosa lec­ción para to­dos aquellos que buscan con anhelo tener fuerza espiritual. El que pone la mirada en sí mismo — dependiendo de su carácter — o bien se convierte en arrogan­te y engreído, o bien caerá en una depresión y se desani­mará. La introspección no es abono, sino veneno para el crecimiento espiritual.
Por mucho que valoremos el ejemplo de hermanos en la fe, debemos siempre tener en mente que siempre tendrán sus limitaciones por ser humanos.
Especialmente el poner la mirada en el Señor, en Su ejemplo como hombre en esta tierra y como el Hijo de Dios glorificado en el cielo, nos llenará de fuerza y de gozo, y al mismo tiempo nos dará más y más de Su pare­cer.
(2 Co 3:18) "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transfor­mados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor."
Vivir cada día y cada hora conscientes de la presencia del Señor, to­mándole como ejemplo en todos los ámbitos de la vida; esto no es una tarea "fácil". ¡Cuántos deseos, cir­cunstancias y preocupaciones en nuestra vida diaria tra­tan de ofuscar o apartar nuestra mirada del Señor Jesús! El diablo tratará de poner ante nuestros ojos toda clase de cosas y también las riquezas de este mundo, para que nuestro co­razón no se centre en nuestro Señor y los valo­res eternos. ¡Es cosa difícil!

Una última andadura poco vista y bendecida...

"Y aconteció que yendo ellos y hablando...". Cuatro veces queda enfa­tizado en los versículos 7 al 11 que iban juntos y conversando. El an­ciano profeta que sabía que habían llegado los últimos minutos de su atribulada vida sobre esta tierra se mostró dispuesto a partir sin hue­lla de amargura para estar con su Dios. Que escasos y precia­dos son tales hermanos y hermanas que al borde de la eternidad son capaces de tener una comunión de confian­za con la generación que les suce­derá a ellos. Y cuán va­liosos son los hermanos jóvenes que en una si­tuación se­mejante buscan la comunión con los hermanos más an­cianos sin anticipar en sus deseos el relevo como sabelo­todos engreídos que piensan que lo harán todo mejor que sus padres...

Una mirada llena de emoción y un grito desesperado...

"Y Eliseo lo vio y clamó: Padre mío, padre mío..."
Había llegado el momento — para nosotros casi imposible de imaginar — cuando Dios en un torbellino arrebató al cielo a Elías de forma tan inusual, imponente y potente (encajando todo perfectamente con el carácter del profe­ta), y lo hizo mediante "carros de fuego" y "caballos de fuego".
Eliseo fue testigo ocular de este arrebatamiento dramáti­co que deci­diría sobre su camino futuro.
Eliseo lo vio y "la doble porción" del espíritu de Elías la tenía asegu­rada, aunque parece que en ese momento no pensó en ello. Lo cierto es que no es un grito de triunfo o júbilo, sino un grito de duelo y dolor, que mostraba lo que Elías había sido para él: "¡Padre mío, padre mío!". Eliseo había perdido a su padre espiritual.
Pero no sintió solamente la pérdida personal. Este grito angustioso: "carro de Israel y su gente de a caballo" im­plicaba también la pre­gunta acerca del futuro de Israel al haber desaparecido este valiente luchador solitario de los campos de batalla de Israel. ¡Qué actitud más humilde y modesta vemos aquí y qué relación más amistosa y entra­ñable tuvo que haber unido a estos dos hombres!
También es interesante que décadas más tarde, cuando Eliseo estaba en su lecho de muerte, el rey Joás se despi­dió llorando de él con la misma exclamación: "Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!" (2 R 13:14).
Eliseo, cuyo padre espiritual fue Elías, por su parte fue después tam­bién un padre espiritual para muchos jóve­nes. Este hecho debería animarnos a los que somos más mayores o padres, a invertir tiempo, fuerzas y experien­cias en la vida de nuestros hijos carnales o espiri­tuales.

"Y nunca más le vio..."

En estas pocas palabras hay nostalgia y dolor. Las rela­ciones huma­nas no son eternas y también las relaciones espirituales concluyen al­guna vez. Pero cuán bendecidos somos cuando podemos recordar agradecidos a padres y madres espirituales que nos mostraron el ca­mino al Señor y nos acompañaron y animaron en el camino como discí­pulos de Cristo. Pero la antorcha tiene que pasar a otros.
"¡Poner la mano en el arado y secarse las lágrimas, eso es cristia­nismo!". Esta cita de Watchman Nee podría ca­racterizar muy bien las emociones de Eliseo en aquel mo­mento. Elías estaba en la eterni­dad. No dejó ni corona ni cetro ni otros bienes materiales. Lo que de él quedó fue su manto — la señal inequívoca del hombre de Dios.
De la misma manera, el Señor Jesús tras su ascensión al cielo no dejó riquezas terrenales a los discípulos, sino su ejemplo tal y como está descrito en los evangelios.
(Lc 9:23) "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mis­mo, tome su cruz cada día, y sígame."
(1 P 2:21) "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que si­gáis sus pisadas."

"Y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes..."

La reacción de Eliseo es una impresionante ilustración de la exhorta­ción del Señor a negarnos a nosotros mismos y seguirle a Él.
Los vestidos que hasta ese momento le habían dado su identidad, en sus ojos, ahora ya sólo merecían ser rotos. Al hacerlo dio otra señal radical de su negación de sí mis­mo. Hace años había roto radical­mente con su oficio hon­rado, para seguir a Elías, y ahora, después de ser arreba­tado su maestro, ya no quería ser visto con sus propios ves­tidos, sino sólo en la ropa del profeta llamado a la pre­sencia de Dios. No pensó en depositar sus vestidos en al­guna parte, para ponérselos de nuevo en alguna circuns­tancia oportuna. Su vida debía ser sin fin­gimientos y sin tener ocasión para ambigüedad alguna.
"Eliseo rompe sus vestidos en dos partes. Ya no los nece­sita más, pues posee el manto de Elías y la doble porción de su espíritu. En esta fuerza caminará en medio de Isra­el. ¡Que sea así también con nosotros! Que rompamos nuestra ropa vieja después de habernos vestido de Cris­to, para ser un testimonio en el mundo" (H. Rossier: Meditaciones sobre el Segundo libro de los Reyes).

Comentarios

Reino Unido
  Bernarda del Pilar Atanache Sánchez  (Reino Unido)  (23/03/2022)
Muchas gracias hermanos de Escuela Bíblica, me fascinó el estudio sobre Eliseo, es una bendición seguir aprendiendo, que Dios los continúe bendiciendo y respaldando en gran manera.
México
  Beatriz Tapia  (México)  (14/03/2022)
Mas que excelente, muchas gracias por compartir, Dios les Bendiga.
México
  Marco Antonio Alvarado González  (México)  (14/03/2022)
Excelente enseñanza.
Venezuela
  Guillermo Román  (Venezuela)  (13/03/2022)
Buenas tardes.
Excelente, muchas gracias por el material enviado, es de bendición.
Puerto Rico
  Germán Vélez  (Puerto Rico)  (11/03/2022)
Excelente, Dios les bendiga .
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