Estudio bíblico: Dios no puede ser burlado - 2 Reyes 2:23-25

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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Dios no puede ser burlado (2 Reyes 2:23-25)

(2 R 2:23-25) "Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡calvo, sube! Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos. De allí fue al monte Carmelo, y de allí volvió a Samaria."

Contrastes extraños

Acabamos de ver a Eliseo en Jericó, aquella ciudad que al principio estuvo bajo la maldición de Dios. La esterilidad como resultado de esa maldición era un duro castigo, pero Eliseo reveló la gracia inmerecida de Dios al sanar el manantial mortífero, y con ello abrió la vía para nueva vida.
Ahora Eliseo estaba de camino a Bet-el, un lugar que recibió su nombre del patriarca Jacob, quien había tenido allí un encuentro trascendente con Dios cuando huía de su hermano Esaú. Y ese lugar, donde Dios se le había manifestado y había derramado bendiciones sobre él, lo llamó Bet-el, "Casa de Dios".
Claro, de esto hacía ya siglos. Entre tanto, el rey impío Jeroboam, había escogido precisamente ese lugar para poner allí un becerro de oro para que fuese venerado como "Dios" (1 R 12:28-29). Con ello había declarado la idolatría como religión oficial para Israel. Entonces el profeta Oseas se lamentó sobre ello y pronunció el juicio de Dios sobre esa ciudad degenerada dándole el nombre de "Bet-avén" ("Casa de ídolos" o "Casa de sacrilegio") (Os 4:15).
Es extraño que la ciudad Jericó, que estaba bajo la maldición de Dios, se convirtió en un lugar de bendición, mientras que Bet-el, el lugar de las bendiciones de Dios, cayó bajo maldición y bajo el juicio divino. Eliseo el portador de la bendición de Dios, que hasta su muerte llamó la atención por obrar numerosos milagros basados en la gracia, vive aquí precisamente en Bet-el, un primer y estremecedor "milagro de juicio". Ocurrió justamente lo contrario de lo que aconteció en Jericó. La visita a Bet-el termino con la muerte y el entierro de 42 muchachos en vez de ocurrir un avivamiento.

¿Una historia irritante?

La gran mayoría de los comentaristas evitan esta historia dramática, mientras que los teólogos críticos ven confirmados en ella sus dudas sobre la inspiración divina de la Biblia.
Es lógico que al principio nuestros sentimientos se rebelen al leer que 42 muchachos son despedazados por dos osos solamente por una travesura tonta y una burla atolondrada. Hay Biblias que traducen "niños", en lugar de "muchachos", pero la palabra hebrea denota "jóvenes", es decir personas entre 12 y 30 años, que sabían muy bien lo que hacían. Era una banda de rebeldes burlándose de un siervo de Dios. Quizá repitieran solamente las palabras que habían oído en casa o en el mercado.
Se trata aquí de una agresión intencionada que probablemente reflejaba la actitud negativa de los ciudadanos impíos de Bet-el.

¿Un espejo de nuestros tiempos?

En los versículos 13 al 23 pudimos observar tres grupos diferentes de hombres que fueron a Eliseo:
Primero los "hijos de los profetas", que en presencia de Elías y Eliseo y bajo sus instrucciones, habían acumulado muchos conocimientos teóricos y con toda seguridad se esforzaban sinceramente por agradar a Dios. No obstante, su comportamiento manifestó inmadurez, candidez y algo de arrogancia juvenil. Vieron la longanimidad y paciencia del hombre de Dios.
Luego vimos "los hombres de la ciudad", que expusieron sin rodeos ante Eliseo las preocupaciones de la población de Jericó, para luego obedecer al consejo y a las instrucciones que les dio. Con ello dieron a Dios la oportunidad de liberar la ciudad de la maldición y de la esterilidad. Vieron la gracia sobreabundante de Dios.
Ahora vemos a los jóvenes de Bet-el, que premeditadamente salieron al encuentro de Eliseo para frenarle, burlarse de él y demostrar públicamente su menosprecio y rechazo del profeta de Dios. Experimentan de forma estremecedora la santidad, el poder y la justicia de Dios.
En nuestros días tenemos experiencias semejantes. Gracias a Dios, llegamos a conocer a jóvenes hermanos que confiesan libremente que son del Señor, que tienen ánimo de trabajar y celo en las cosas espirituales, pero que a menudo quieren saberlo todo mejor, sobreestimándose a sí mismos y siendo poco aplicados y faltándoles humildad. A estos hermanos debemos soportarlos, corregirlos y acompañarlos con la porción necesaria de paciencia y amor.
Es asombroso y a la vez gratificante ver hoy a hombres hechos y derechos, con responsabilidad en las iglesias, que no cierran los ojos ante la triste situación de las iglesias, su mundanalidad y falta de fruto. Ven con gran preocupación que algunas iglesias están en peligro de desaparecer y otras en peligro de sufrir una separación, o paralizadas por el cansancio y la indiferencia.
Estos hombres, y mujeres también, sufren por estas circunstancias, se reúnen perseverando en oración, exponiendo así delante del Señor sus preocupaciones y anhelos con una actitud humilde. Saben que ellos mismos no son sin culpa en lo que respecta a la condición de la iglesia y al igual que los hombres de Jericó verán la contestación de sus oraciones y recibirán la dirección del Señor.
Lamentablemente también hay en nuestros días un creciente número de gente joven y también gente mayor en las iglesias que menosprecian la Palabra de Dios y sus preceptos o que la rechazan como anticuada. Se burlan del "Dios de las venganzas" del Antiguo Testamento, se ríen de los que esperan la segunda venida de Jesús, de los que testifican que la Biblia es literalmente inspirada por Dios, y de todos aquellos que no van con la corriente.
Hamilton Smith comenta sobre este párrafo:
"En Bet-el, que en la historia de Israel fue honrado con el nombre "Casa de Dios" hallamos una banda de burlones. En este tiempo de la gracia ocurre lo mismo ... la característica más horrible de los últimos días será la aparición de burladores dentro de la confesión cristiana, dentro de la confesión que dice ser la casa de Dios. Para éstos es el juicio, un juicio que comienza en la casa de Dios (2 P 3:3) (1 P 4:17).

"Una generación cuyos dientes son espadas..." (Pr 30:14)

De camino a Bet-el, le salieron al encuentro a Eliseo este grupo de jóvenes que aparentemente se habían preparado bien para este encuentro. "¡Calvo, sube!" repitieron a coro. No sabemos si el que le llamaran "calvo" era porque posiblemente lo era, o porque en aquellos días era una injuria para expresar desprecio y abominación. Pero es probable que estas palabras cínicas hirieran a Eliseo más que los pitos y abucheos con los que a veces se recibe en algunos lugares a personas indeseadas.
Al decirle "sube" puede que aludieran a la ascensión de Elías, de la que probablemente habrían oído. Con otras palabras le dijeron: "¡Para ti no hay lugar en Bet-el!".
Eliseo tuvo que vivir lo que siglos después vivió nuestro Señor: las personas que habían sido testigos de sus poderosos milagros, no obstante no podían soportar su presencia. Desplazado, perseguido, burlado y finalmente desechado, así terminó el Hijo de Dios su vida siendo crucificado, porque para él no había lugar en esta tierra: "¡Fuera, fuera, crucifícale!" (Jn 19:15). Nosotros, que confesamos seguir al Crucificado, ¿acaso esperamos que nos traten con más honra y respeto en este mundo?
El conocido periodista Markus Spieker comenta al respecto en su libro "Dios hace feliz - y otras mentiras más":
"Es propio del trabajo del predicador y profeta que le pongan antes en la lista negra que en la lista de convidados a un banquete. Y si aparecieran en esa lista, eso debería darnos mucho que pensar... Por eso es prudente tener sanas dudas cuando altos personajes del campo cristiano son obsequiados con premios, recibiendo elogios y honores de la escena secular."

Una última mirada ...

"Y mirando él atrás, los vio..."
¿Hubo en esta mirada de Eliseo una oportunidad para reflexionar y arrepentirse para estos jóvenes que se estaban burlando de él? ¿Tuvieron durante unos segundos la ocasión de pedir perdón por su comportamiento vergonzoso? No lo sabemos. Pero nos hace recordar la mirada de nuestro Señor Jesús cuando fue llevado como prisionero a la casa del sumo sacerdote y vio en el patio a Pedro. Pedro estaba calentándose al fuego en medio de los soldados y enemigos de Jesús, después de haber negado tres veces a su Señor. También aquí leemos las mismas palabras conmovedoras: "Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro". Y esa mirada de amor le recordó a Pedro las palabras de su Señor acerca de su propio terrible fracaso. Esa mirada le dio la fortaleza para abandonar al grupo de burladores y le dio el arrepentimiento para llorar amargamente por su pecado (Lc 22:61-62).
También Judas, el traidor, tuvo una última oportunidad para arrepentirse, cuando Jesús pocos segundos antes de su arresto le dijo: "Amigo, ¿a qué has venido?" (Mt 26:50). Pero Judas no se arrepintió y tampoco lo hicieron los burlones de Bet-el.

¡Dios no puede ser burlado!

Eliseo "los maldijo en el nombre del Señor", anunciándoles como profeta el juicio de Dios. Y Dios se puso del lado de Eliseo: Dos osos salieron del bosque y despedazaron a 42 de los jóvenes que se habían burlado de Eliseo. En este juicio estremecedor de Dios vemos un trágico ejemplo del aviso en (Ga 6:7): "No os engañéis; Dios no puede ser burlado".
"La severidad del castigo reflejó la magnitud del crimen. El juicio espantoso fue el aviso de Dios para todos los que trataran de estorbar el joven ministerio del profeta"; así comenta John MacArthur esta escena en su Biblia de estudio.
Lamentablemente, parece que no hizo mucha mella en los habitantes de Israel este serio juicio divino. Otros profetas posteriores que trataron de llegar a los corazones y a las conciencias del pueblo en Judá y en el reino del norte para que se arrepintieran, tuvieron que sufrir burla, escarnio y marginación. Por eso Dios tuvo que juzgarlos:
(2 Cr 36:15-16) "El Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, y no hubo ya remedio."
¿Reacciona Dios hoy también enviando un juicio inmediato tras ser burlado y blasfemado? La respuesta es que por lo general no, pero a veces sí.
En los países islámicos actualmente los misioneros y creyentes que no niegan su fe son decapitados, fusilados y quemados, sin que Dios intervenga visiblemente. En Europa los "nuevos ateos" escarnecen y blasfeman maliciosamente la Biblia y el cristianismo; y Dios calla. Hay muchos teólogos que niegan los milagros de la Biblia y se burlan del nacimiento virginal de Cristo y la resurrección corporal de Jesús; y no cae fuego del cielo.
Pero de vez en cuando Dios interviene visiblemente para todos enviando una señal de aviso, para dejar claro que habrá un juicio sobre toda impiedad. Veamos un ejemplo de ello: El pastor evangélico alemán Johannes Busch (hermano de Wilhelm Busch) perteneció a la iglesia confesante durante el período de los nazis. En los años desde 1933 hasta su llamada a las filas en la Segunda Guerra Mundial tuvo que sufrir toda clase de vejaciones por parte de los militares de la SS que querían hacer callar a este intrépido testigo del evangelio: registros, interrogatorios, la prohibición de hablar públicamente, perturbación de las reuniones etc.
Un día le arrestaron y fue llevado a la prisión de Bochum. Para él fueron días de tortura, porque en aquella sucia cárcel contrajo una infección muy dolorosa. Pero a pesar de todo, esos días precisamente se convirtieron en un tiempo especialmente rico.
Wilhelm Busch cuenta al respecto:
"Un día se abrió la puerta de hierro y uno de los guardas entró en la celda de Johannes Busch. Cuidadosamente cerró la puerta detrás de sí, se sentó en la banqueta y le contó lo siguiente: Anoche estábamos todos los guardias juntos en nuestro cuarto. No sé por qué motivo, pero comenzamos a hablar de usted. Entonces uno de los nuestros empezó a blasfemar de tal forma que a los demás nos pareció muy exagerado. A las 10 este hombre terminó sus horas de servicio y en seguida se despidió de nosotros. A la salida hay tres escalones de piedra. Allí resbaló al pisar una cáscara de plátano y se dio con la parte trasera de cabeza en la piedra de tal forma que murió en el acto. En ese momento yo supe de cierto que era Dios quien había hablado. Ahora tengo miedo de Dios. ¿Qué debo hacer?"
Johannes Busch tuvo que contener las lágrimas. Ahora sabía por qué Dios le había llevado allí. Los pocos días de su encarcelamiento los aprovechó para llevar a Jesús a este hombre, porque Él es quien apacigua la ira de Dios y nos da la paz.

Bonanza tras la tormenta...

Volvamos a Eliseo. Esta historia estremecedora concluye con una corta nota: "De allí fue al monte Carmelo".
Allí se había retirado también Elías tras el juicio sangriento sobre los profetas de Baal, para postrarse en tierra y poner su rostro entre las rodillas. Allí había rogado a Dios que bendijera al pueblo de Israel con una potente lluvia después de años de sequía (1 R 18:42) (Stg 5:17). Allí en el silencio y en la presencia de Dios también el corazón agitado de Eliseo seguramente se calmaría.
Allí tomó nuevas fuerzas para su próximo cometido donde no se trata de muchachos burladores, sino de reyes ciegos, descarriados y sin esperanza con sus soldados, que en medio del desierto se están enfrentando a la muerte por falta de agua.
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