Estudio bíblico: La limpieza de la casa de Dios - 2 Crónicas 29:3-6

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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La limpieza de la casa de Dios (2 Cr 29:3-6)

(2 Cr 29:3-6) "En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. E hizo venir los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. Y les dijo: ¡Oidme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia. Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le dejaron, y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le volvieron las espaldas."
Hemos visto las reformas en la vida y el entorno del joven rey narradas en el segundo libro de los Reyes. Ahora vamos a reflexionar sobre las primeras actividades de este hombre, según lo narrado en 2 Crónicas 29.
Como ya hemos mencionado, en 2 Reyes 18 están descritos más bien los cambios morales y políticos en Judá bajo el reinado de Ezequías, mientras que el texto de 2 Crónicas habla de la limpieza del templo y la restauración del culto en Jerusalén. Es interesante ver que esto no se menciona en 2 Reyes. No es fácil reconocer el orden cronológico de los acontecimientos en la vida de Ezequías; posiblemente ocurrieron las reformas morales y políticas simultáneamente con la reforma del culto.
Lo cierto es que ambos relatos, inspirados por el Espíritu Santo, enfocan diferentes aspectos omitiendo parte del desarrollo. Evidentemente ambas reformas de Ezequías son tan importantes que están escritas minuciosamente.

Que no haya "esquizofrenia espiritual"

En esta observación seguro que podemos sacar lecciones importantes para nuestra situación actual en el pueblo de Dios: ningún ámbito de nuestra vida debe estar excluido del señorío de Cristo. Tanto nuestra vida en sus relaciones familiares, profesionales y sociales, como también nuestro culto y nuestra vida en la iglesia, debe desarrollarse según la Palabra de Dios y bajo la mirada de nuestro Señor. Es imposible separar la vida profesional o empresarial de la vida espiritual. Haciéndolo, nuestro carácter no será creíble y negaremos al Señor como nuestro amo.
Aquí parece residir una causa del bajo nivel espiritual general. Hay creyentes que en su vida cotidiana son seguidores ejemplares de Cristo, pero en cuanto a la vida en la iglesia tragan con muchas cosas que no agradan al Señor, por ejemplo, opiniones y prácticas claramente paganas, seculares o incluso ocultistas.
En el otro lado están los creyentes que enfatizan enormemente los principios neotestamentarios para la iglesia, apartándose de cualquier impureza religiosa, pero que en su vida privada y profesional se portan peor que los paganos, afirmando abiertamente que el sermón del monte y sus condiciones para la vida del discípulo no valen y no pueden practicarse. "A un Estado que con nuestros impuestos financia los abortos, no le daré ni un euro de impuestos" — eso me dijo hace poco un empresario creyente que por lo demás da mucha importancia a la santificación.
Un avivamiento espiritual sólo puede ocurrir cuando todos los ámbitos de la vida se miden y ajustan por las normas de la Palabra de Dios. En esto también Ezequías es un vivo ejemplo para nosotros.

Una breve retrospectiva

El valor y la determinación de Ezequías adquieren especial importancia cuando consideramos con qué maldad y desprecio su padre Acaz "barrió" de su país el último resto de piedad y temor de Dios:
Acaz "había actuado desenfrenadamente en Judá, y había prevaricado gravemente contra Jehová" (2 Cr 28:19).
"Ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado, y dijo: Pues que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también ofreceré sacrificios a ellos para que me ayuden..." (2 Cr 28:23).
Acaz quedó tan impresionado por el altar idólatra de Damasco que envió el diseño y la descripción al sacerdote Urías (cuyo nombre significa nada menos que "el Señor es mi luz") para que construyera una copia y lo pusiese en el templo de Jerusalén. Para este fin apartó el altar de bronce, hecho según el mandamiento de Dios, que estaba en el atrio del templo (2 R 16:10-16).
Finalmente Acaz "despojó la casa de Jehová, y la casa real, y las de los príncipes, para dar al rey de los asirios" (2 Cr 28:21).
Después de este intento de soborno frustrado, en su ira "quebró los utensilios de la casa de Dios", y cerró las puertas del templo (2 Cr 28:21-24).
"Provocó así a ira a Jehová el Dios de sus padres" (2 Cr 28:25). Eso es lo último que leemos de este líder impío del pueblo de Dios.
Un templo saqueado, las puertas de la casa de Dios cerradas, altares idólatras "en todas las ciudades de Judá" (2 Cr 28:25), esa fue la herencia que Acaz dejó a su hijo Ezequías.

Un nuevo comienzo radical

Cuando vemos brillar el celo de Ezequías sobre este fondo oscuro de la herencia lúgubre de su padre, nos viene a la mente la Reforma del Siglo XVI.
Ezequías mismo echa mano de la palanca, las tenazas y el martillo y "abre las puertas de la casa del Señor y las arregla". En vez de mandar a los sirvientes, para que ellos se mancharan las manos, él mismo arrimó el hombro — parece ser que lo hizo en solitario, por su cuenta. Con ello crea las condiciones necesarias para abrir el acceso a Dios, y para que la luz del día muestre a todos los interesados en esta casa la devastación y los escombros en el templo de Dios.
Esto nos hace recordar a Lutero en Wittenberg, a Calvino en Francia y Suiza, a Zwinglio y los demás reformadores suizos, que al principio practicaron y defendieron en solitario sus convicciones. Recordemos también a los reformadores ingleses que tanto tuvieron que sufrir. Casi todos fueron estrangulados o quemados, porque osaron irrumpir con la luz del evangelio en medio de las tinieblas medievales, poniendo en evidencia toda la superstición pagana.

Las repercusiones del ejemplo

No es difícil imaginar las miradas críticas y temerosas de sus súbditos, y los sentimientos de éstos que acompañaron los actos decididos de Ezequías. Pero la decisión y determinación espiritual va siempre unida con la autoridad espiritual que tiene un efecto refrescante, desafiante y contagioso para el entorno. Los sacerdotes y Levitas que durante el reinado de Acaz estaban sin empleo o tuvieron que cambiar de profesión, aceptaron la invitación del joven rey, que los reunió en la "plaza oriental" (2 Cr 29:4) y les dio un mensaje breve, pero claro y con poder:
"Santificaos ahora, y santificaréis la casa de Jehová el Dios de vuestros padres,... porque nuestros padres se han rebelado..." (2 Cr 29:5).
Salta a la vista que en la descripción de la condición desoladora de la casa de Dios, Ezequías no menciona el nombre de su padre como culpable principal, sino que habla de "nuestros padres". Denuncia públicamente el pecado con toda claridad, sin traspasar el mandamiento "Honrarás a tu padre...". Esta actitud muestra una madurez espiritual que a nosotros a menudo nos falta, cuando tenemos que pelear con los pecados de generaciones pasadas y sus consecuencias.
Paul Humburg comenta en su meditación "El cántico del Señor":
"Se nota el dolor que sintió el rey Ezequías por tener que poner de relieve las transgresiones de su pueblo (2 Cr 29:6-7). Constata los hechos consciente de su seriedad y verdad, pero en sus palabras no advertimos ninguna palabra dura o severa.
¡Qué diferentes, en cambio, los levitas: necesitan el grito de alarma de Ezequías para despertarse de su sueño! Ocurrió lo que más adelante ocurriría tantas veces: que los culpables del mal estado en el reino de Dios, después de despertarse, actúan con más severidad y dureza que el hombre entregado a Dios por el cual se han sobresaltado y salido de su indiferencia pecaminosa. Aquí parece que expresamente dicen palabras hirientes y duras cuando hablan de los utensilios que en su infidelidad había desechado el rey Acaz (2 Cr 29:19). ¡Cuán diferente se nos presenta al rey Ezequías! No se le escapó ninguna palabra áspera, porque tenía un corazón humillado. No estaba tan seguro de sí mismo, porque sabía que él también tendría que pasar por tentaciones. Conocía sus propios pecados y por eso juzgaba a otros con benignidad. ¿No era su propio padre a quien condenaban rigurosamente con palabras tan mordaces?¿No le amaba como padre?"

La santificación tiene que comenzar en mí mismo

"Santificaos ahora, y santificaréis la casa de Jehová" — Ezequías comienza su convocación con esta exhortación. Guardémonos de servir a Dios o de querer limpiar y renovar la iglesia de Dios con manos sucias o con un pasado no purificado. Ningún cirujano querrá operar una herida supurante con manos sucias y bisturís sin esterilizar. La santificación tiene que comenzar en mí mismo, en mi corazón, en mis cuatro paredes, en mi entorno más cercano, y entonces podré intentar poner de manifiesto y eliminar la suciedad en la vida de mis hermanos y la basura en la iglesia. Solamente la persona que haya reconocido y confesado delante de Dios la maldad y suciedad de su propio corazón, será capaz de limpiar el santuario de Dios con una actitud de humildad.

La santificación tiene que ocurrir en el corazón

La intención de Ezequías no era solamente arreglar la fachada, para dar una buena imagen, sino tener un corazón entregado a Dios. Su discurso conmovedor a los levitas termina con las palabras:
"Ahora, pues, yo he determinado hacer pacto con Jehová el Dios de Israel... Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso" (2 Cr 29:10-11).
Seguir a Cristo y servirle tiene que ser siempre un asunto del corazón, si queremos que perdure. Las formas exteriores y las costumbres pueden ser legítimas y buenas, pero si no salen de un corazón que ama, terminarán siendo frío formalismo, y fariseismo repelente. Posiblemente, por algún tiempo siga izada la bandera de la ortodoxia, habiendo perdido hace tiempo ya la bendición y aprobación de Dios.

La santidad no significa ser un creyente en solitario

Ezequías quería hacer "un pacto con el Señor", un "compromiso" u "obligación". Tales compromisos tienen ya un carácter de rareza no sólo en la sociedad, sino lamentablemente también entre los creyentes. Se ha infiltrado y establecido lo opcional y facultativo entre nosotros, y eso dificulta enormemente el trabajo en conjunto en la iglesia, el trabajo fiable y resuelto.
Los "pactos" juegan un papel importante en el Antiguo Testamento. Pensemos por ejemplo en los patriarcas, en David y Jonatán, en los reyes Salomón, Asa y Josías, en Esdras y Nehemías.
En la historia de la iglesia hallamos también tales uniones. El Conde de Zinzendorf hizo varios pactos a lo largo de su vida. Con 16 años fundó con su amigo Federico de Wattewille, recién convertido, "un pacto para la conversión de los paganos", y más tarde una orden llamada "el grano de mostaza".
Aunque hoy sonreímos sobre semejantes promesas de fidelidad, vemos aquí en contraste nuestra pobreza en cuanto a relaciones y amistades, lo cual a menudo termina en la soledad y el individualismo sin corazón.
Un avivamiento verdadero siempre irá acompañado de tales relaciones. El Espíritu Santo las ha obrado en los corazones que laten sobre todo por el Señor Jesucristo.
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