Estudio bíblico: El testimonio del Espíritu Santo en el mundo - Juan 16:8

Serie:   El Evangelio de Juan   

Autor: Luis de Miguel
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España
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El testimonio del Espíritu Santo en el mundo (Juan 16:8)

En los versículos anteriores el Señor había dicho a los discípulos que tendrían que dar testimonio de él ante un mundo opositor, pero les había dicho también que en esa labor la responsabilidad principal estaría a cargo del Espíritu Santo (Jn 15:26-27). Ahora, en los versículos que tenemos por delante, vamos a ver cómo el Espíritu Santo realiza esa labor.
Veremos que existe una estrecha cooperación entre el Espíritu Santo y los creyentes en la tarea de dar testimonio de Cristo, aunque, por supuesto, mientras que nosotros dependemos del Espíritu Santo, él no depende de nosotros para llevar a cabo su obra. Aun así, de manera habitual, Dios quiere usar los canales humanos para llevar su Evangelio a los perdidos. Debemos preguntarnos si estamos siendo instrumentos fieles en sus manos en la realización de esta misión. Sin lugar a dudas, es un enorme privilegio que él nos use como canales por los que fluya su gracia hacia los perdidos.
A lo largo de la historia hemos aprendido que la iglesia ha progresado cada vez que ha reconocido de manera apropiada el papel del Espíritu Santo en la tarea del evangelismo. Pero es cierto que en demasiadas ocasiones los creyentes han buscado otras alternativas, y han establecido estrategias en las que el Espíritu Santo ha ocupado un papel secundario que de ninguna manera le corresponde. No olvidemos que a los apóstoles se les prohibió comenzar la misión evangelística hasta que no hubieran recibido el Espíritu Santo.
(Hch 1:4,8) "Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí... pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra."
Ahora bien, para que el Espíritu Santo pudiera desempeñar apropiadamente esta función en los apóstoles, debería llevar a cabo un doble ministerio. Por un lado tendría que iluminar sus mentes para que entendieran correctamente el mensaje que debían transmitir, y por otro, el Espíritu Santo tendría que obrar directamente en el corazón perdido de los hombres y mujeres de este mundo para convencerles de la verdad que estaban escuchando. En el pasaje que ahora estudiamos encontramos los versículos más claros que hay en toda la Biblia sobre la labor que el Espíritu Santo desarrolla en relación al mundo perdido.

El Espíritu Santo convencerá al mundo

(Jn 16:8) "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio."
1. Una controversia teológica
Muchos comentaristas han encontrado difícil la exposición de este versículo, pero ha sido debido principalmente a que no encaja con sus ideas teológicas previas. Por ejemplo, en la traducción calvinista se parte de la base de que el hombre "está muerto en delitos y pecados" (Ef 2:1), lo que es interpretado como si la persona estuviera completamente incapacitada para responder a ningún estímulo espiritual. Esto se conoce como "Incapacidad Total", un término, de dicho sea de paso, no encontramos en ninguna parte de la Biblia. Con frecuencia ilustran este hecho diciendo que si un predicador fuera a un cementerio a predicar a los muertos allí enterrados, ninguno de ellos respondería, porque al estar muertos son incapaces de hacerlo. Otros hablan de un cadáver que está en el fondo de un océano, absolutamente imposibilitado para aferrarse al salvavidas que le lanzan en la superficie.
Tal es el énfasis que se hace en esta interpretación de la "muerte espiritual" del hombre, que llegan a decir que el hombre no puede ni siquiera creer en el evangelio cuando le es predicado. Según su punto de vista, si realmente estamos muertos en ese sentido, será necesario que previamente seamos resucitados para que después podamos responder al Evangelio. Mientras esto no ocurre, el hombre sigue siendo completamente insensible a cualquier llamado de parte de Dios. Para ilustrar este punto usan con frecuencia el milagro de la resurrección de Lázaro; él no pudo hacer nada hasta que previamente fue resucitado por Cristo.
Esta resurrección tiene lugar por medio de la regeneración o nuevo nacimiento realizados por el Espíritu Santo. Por lo tanto, la persona debe nacer de nuevo antes de que se pueda convertir. Y, por supuesto, sólo aquellos que han sido predestinados por Dios desde la eternidad para ser salvos son los que luego Dios regenera. Una vez que el nuevo nacimiento ha tenido lugar, la persona ya no tiene otra opción que convertirse. Realmente, este planteamiento es difícil de entender: ¿por qué se tiene que convertir una persona que ya ha sido regenerada y ha nacido de nuevo por la obra del Espíritu Santo? ¿Cómo puede ser regenerado sin creer en la Obra de la Cruz? ¿Acaso no es necesaria la obra de la cruz para la salvación?
Ahora bien, cuando llegamos a este pasaje del evangelio de Juan en el que se trata de la obra del Espíritu Santo en las personas del mundo, encontramos que su labor consiste en convencer "al mundo", es decir, a todas aquellas personas que están apartadas de Dios. No dice que sea una labor que realiza únicamente con aquellos que previamente han sido regenerados. Y es aquí donde el calvinismo tiene un problema: ¿Cómo se puede convencer a una persona que está muerta? Para lleva a cabo esa misión, la persona debe tener alguna capacidad para razonar sobre los asuntos espirituales de los que a continuación va a tratar: pecado, fe, justicia y juicio. Pero los muertos no razonan ni sienten. Usted se puede colocar junto a un cadáver, y por mucho que le hable, no entenderá nada. Entonces, ¿cómo puede el Espíritu Santo llevar a cabo esta labor con las personas del mundo que están muertas en sus delitos y pecados?
Llegados a este punto nos preguntamos hasta qué punto es correcto usar la analogía de un cuerpo físicamente muerto para tratar lo que significa estar muertos espiritualmente. Lo cierto es que la Biblia nunca lo hace, y esto debería ser un importante aviso para todos aquellos que insisten en establecer esa relación.
La mejor manera para entender correctamente lo que significa estar "muertos en delitos y pecados" es regresar al relato de Génesis después de la caída. Allí vemos que una vez que Adán y Eva pecaron, murieron espiritualmente, lo que significó la ruptura de su relación con Dios, pero aun así, comprobamos que en todo momento siguieron respondiendo a distintos estímulos espirituales. Por ejemplo, se nos dice que "fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales" (Gn 3:7). Por lo tanto, sentían vergüenza y culpa por su pecado, algo imposible para un "muerto". También encontramos que Dios busca al hombre, le llama, y éste le contesta, entablando una conversación con Dios sobre asuntos morales (Gn 3:9-10). Más adelante, cuando Dios les pidió cuentas por lo que habían hecho, tanto Adán como Eva intentaron eludir su responsabilidad, culpándose el uno al otro y a la serpiente. Evidentemente sabían que eran responsables por lo que habían hecho, y que merecían el castigo (Gn 3:11-13). Y en el capítulo siguiente ocurre algo similar con Caín (Gn 4:6-15). A la luz de todo esto, no parece que las deducciones que el calvinismo hace del término "muerto" se correspondan con lo que la Biblia enseña, puesto que después de pecar, Adán y Eva seguían siendo capaces de hacer múltiples cosas en el terreno físico, mental, moral y espiritual.
Por otro lado, en otras ocasiones donde el término "muerto" se utiliza en la Biblia para referirse al estado espiritual del hombre caído, vemos que no se aplica el uso que el calvinismo le da.
Se dice del hijo pródigo que estaba "muerto" (Lc 15:24,32), sin embargo, vemos que tenía la capacidad de razonar sobre su propio estado y tomar la decisión de volver arrepentido a su padre y pedirle perdón (Lc 15:17-21).
Cuando Dios se dirige a la iglesia en Sardis, le dice que "está muerta", pero inmediatamente le exhorta a despertar, fortalecer lo que todavía le quedaba con vida y arrepentirse (Ap 3:1-6). Si hubiera estado muerta en el sentido calvinista, no habría escuchado la voz de Dios, tampoco podría despertarse, ni hacer nada por cambiar las cosas que estaba haciendo mal.
En (Ro 6:2,7) se dice que ahora que estamos en Cristo hemos muerto al pecado. Pero sabemos por experiencia que todavía seguimos pecando, algo imposible si estuviéramos muertos en el sentido calvinista de este término.
Por lo tanto, podemos concluir que en la Biblia estar "muerto" no implica "incapacidad total". Sólo usando una lógica humana defectuosa se puede intentar equiparar la muerte espiritual con los cadáveres físicos. No hay ninguna parte de las Escrituras que nos digan que como consecuencia de la caída Dios le quitó a la humanidad la capacidad de escuchar, razonar, tomar decisiones y actuar.
Por otro lado, la Biblia también usa otras metáforas cuando se refiere al estado espiritual del hombre después de la caída.
"Enfermos" (Mr 2:17) (Sal 38:3). Un enfermo puede darse cuenta de su situación y aceptar el tratamiento que un médico le ofrece.
"Perdidos" y "extraviados" (Mt 18:11) (Tit 3:3). Como ovejas que no saben encontrar el camino, pero pueden oír la voz del pastor.
"Esclavos" y "prisioneros" (Ro 6:17,20) (Tit 3:3). Si en esta situación se le presentaran las condiciones para su libertad, las podría aceptar.
"Trabajados y cargados" (Mt 11:28). Pueden ir a Cristo cuando les ofrece descanso.
"Débiles" (Ro 5:6). Un hombre débil todavía puede pedir ayuda.
"Insensatos" y "rebeldes" (Tit 3:3). A un insensato se le puede enseñar.
"Sucios" (Is 64:6). Una persona sucia puede permitir que Cristo le lave, tal como hizo el Señor con sus discípulos en (Jn 13:3-5).
Cuando un sistema teológico se basa en una sola metáfora para su construcción, y no tiene en cuenta el conjunto total de la revelación bíblica, llegará a distorsionar gravemente la verdad.
Para entender adecuadamente lo que significa el término "muerto" en el sentido espiritual, primero deberíamos tratar de entender lo que significa la "vida" espiritual. La Biblia nos enseña que la vida del hombre consiste en la comunión con Dios, la Fuente de la Vida, por lo tanto, la muerte espiritual implica la ruptura de esta comunión. Lo que ocurrió cuando Adán pecó fue que su pecado causó la separación de Dios. Veamos cómo lo explicó el profeta Isaías:
(Is 59:2) "Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír."
Y siguiendo con esta misma idea, la segunda muerte que encontramos en Apocalipsis consiste en la separación eterna del hombre de Dios (Ap 21:8).
Concluimos pues que cuando en la Biblia se habla metafóricamente de la muerte, nunca se describe como una condición moral de absoluta incapacidad debido a la Caída, sino como una condición de separación de Dios por nuestra propia rebelión.
Una vez dicho todo esto, debemos reconocer que, si bien el hombre todavía tiene alguna capacidad de responder a las ofertas de la gracia de Dios, es verdad que ha quedado completamente imposibilitado para salvarse a sí mismo. Por otro lado, y no menos importante, en su estado pecador el hombre tampoco tomará nunca la iniciativa de buscar a Dios: "No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios" (Ro 3:11). Incluso su forma de entender las cosas de Dios ha quedado completamente dañada. Esto nos lleva a reconocer que la iniciativa en todas las áreas de la salvación surge siempre de Dios. Es Él quien ha tomado la iniciativa en revelarse a los hombres por medio de la Biblia. Pero incluso esto resulta insuficiente dado el estado en que el pecado ha dejado al hombre, por eso, el Espíritu Santo que inspiró las Escrituras, trabaja en los creyentes iluminando sus mentes para que las puedan entender. Pero aún hace más, también obra en lo más íntimo de los incrédulos para convencerles de su culpabilidad y llevarlos a Cristo. Si no fuera por esta labor, ninguna persona llegaría finalmente a conocer a Dios.
El versículo que encontramos aquí es una prueba maravillosa de esta iniciativa: Dios envía su Espíritu Santo al mundo para convencerle de pecado, de justicia y de juicio. Sin esta labor ninguna persona se acercaría a Dios ni le entendería.
2. "Cuando él venga"
Cuando el Señor habló en este pasaje de la venida del Espíritu Santo para convencer al mundo, no debemos interpretar sus palabras como si él no hubiera estado activo antes en este mundo. Vemos que contendió con los hombres antes del diluvio y con generaciones de israelitas incrédulos:
(Gn 6:3) "Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años."
(Hch 7:51) "¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros."
3. "Convencerá al mundo"
Con esta declaración el Señor muestra cuál es la primera obra del Espíritu Santo en la vida de cualquier persona: "Convencer". Solo una vez que le demuestra que está equivocada acerca del pecado, la justicia y el juicio, puede ser conducida al arrepentimiento y la salvación, aunque también es posible que la persona resista esta labor y endurezca su corazón para su propia perdición, tal como acabamos de ver que ocurrió a muchas generaciones en Israel, el pueblo escogido de Dios (Hch 7:51). En este punto es importante notar que Dios se acerca al hombre respetando su libertad de elección.
Generalmente pensamos en la obra del Espíritu Santo en relación con los creyentes y la iglesia, pero aquí vemos que su obra alcanza también a todos los hombres del mundo sin distinción. Y como ya hemos dicho, esto tiene que ser lo primero, porque de otro modo la persona nunca llegaría a tener convicción de pecado, el primer paso antes del arrepentimiento y la fe.
Debemos subrayar que esta labor de convencer se realiza sobre todo "el mundo". No hay nada aquí por lo que debamos creer que se trata únicamente de "algunas personas escogidas del mundo", tal como el calvinismo suele interpretar este tipo de pasajes en los que se trata del amor de Dios y su gracia sobre todos los seres humanos por igual.
Pero dejando a un lado todas estas controversias, debemos reflexionar seriamente sobre la importancia que el Espíritu Santo tiene en relación con la evangelización del mundo. Sin su labor de "convencer" a las personas, nuestra evangelización siempre resultará estéril e ineficaz. Deberíamos orar y depender mucho más del Espíritu Santo en nuestros planes para proclamar el Evangelio de la gracia de Dios. En especial deberíamos pedirle que dé auténtica convicción de pecado a aquellas personas que se acercan al Evangelio. Este asunto es cada vez más importante, puesto que esta falta de convicción está generando un número cada vez más elevado de conversiones falsas y superfluas. Las personas que aceptan el Evangelio sin darse cuenta de su verdadera condición espiritual no pueden ser auténticos creyentes. Y, claro está, los propios predicadores del evangelio también deberían insistir en este asunto.
4. ¿Cómo interpretar el término "convencer"?
Dadas las interminables controversias que han surgido en el calvinismo en torno a este tema, es de esperar que tampoco haya acuerdo sobre el significado del término "convencer". Pero consideremos algunos detalles al respecto.
Los léxicos griegos coinciden en explicar el término griego usado aquí como convencer, redargüir, poner en evidencia, reprender, acusar, generalmente con la sugerencia de avergonzar a la persona así redargüida. Estos son todos los versículos donde este término aparece en el Nuevo Testamento: (Mt 18:15) (Lc 3:19) (Jn 3:20) (Jn 8:9,46) (Jn 16:8) (1 Co 14:24) (Ef 5:11,13) (1 Ti 5:20) (2 Ti 4:2) (Tit 1:9,13) (Tit 2:15) (He 12:5) (Stg 2:9) (Jud 1:15) (Ap 3:19).
Leyendo estos pasajes vemos que siempre conserva la idea del examen o interrogatorio al que se somete a una persona hasta que admite sus errores o se muestra convencido por un razonamiento de algo que no había comprendido antes. Está claro que este proceso puede conseguir dos cosas: Que la persona llegue a la convicción de su culpabilidad sin llegar a confesar su pecado, o que lo reconozca y se arrepienta.
¿Cómo se ha interpretado este término en el pasaje que estamos estudiando?
Los comentaristas de tendencia calvinista, que asumen que el hombre está "muerto" en el sentido de la "Incapacidad Total" que antes hemos explicado, ven imposible que una persona pueda ser convencida a fin de que se arrepienta y ponga su fe en Cristo sin que previamente haya sido regenerada, así que, puesto que esta labor del Espíritu Santo descrita aquí tiene que ver con "el mundo", es decir, con personas no regeneradas, no pueden admitir que puedan ser convencidos de una manera racional para que cambien de actitud y se conviertan a Dios.
Así que, con esos condicionantes previos, cuando llegan a este pasaje interpretan que el Espíritu Santo viene al mundo a condenarlo por su culpa, como un fiscal que busca exponer los delitos de los criminales ante el juez. Y, por supuesto, niegan cualquier obra personal del Espíritu Santo en el corazón de las personas. Toda su obra se limita a una exposición objetiva y fría de una serie de hechos que dejan al hombre convicto ante Dios. No hay ninguna intención de salvar al hombre, sólo de condenarle, de demostrar que está objetivamente equivocado y que su incredulidad es inexcusable.
Como vemos, esta interpretación presenta al Espíritu Santo como un fiscal acusador que expone la maldad del mundo ante un juez a fin de que sean condenados. El problema es que esta interpretación no tiene en cuenta el contexto. Por ejemplo, en la enseñanza de Jesús aquí no hay ningún juez ante el cual el Espíritu Santo esté actuando como fiscal acusador. Tampoco encontramos ninguna otra parte de las Escrituras donde el Espíritu Santo actúe ante Dios como un fiscal acusador, esa labor parece que se corresponde más con Satanás, quien es descrito como el "acusador" (Ap 12:10). Además, interpretar este pasaje como si estuviéramos acudiendo a un juicio en el que el veredicto de culpabilidad ya ha sido decidido, y sólo falta presentar las pruebas antes de que la sentencia sea dictada, no tiene nada que ver con el propósito del Señor. No olvidemos que a lo largo de todos los versículos anteriores, la finalidad con la que Dios dijo que enviaría al Espíritu Santo y a sus discípulos a este mundo era para que dieran testimonio de él a fin de que las personas llegaran a conocerle y creyeran en él para su salvación (Jn 15:26-27). En estudios anteriores hemos tenido la ocasión de considerar que esa era la respuesta de Dios al odio del mundo.
Según la interpretación calvinista parece que Dios envió a su Hijo al mundo para condenarlo, es decir, para tener las pruebas que luego usaría el Espíritu Santo para acusarle definitivamente ante Dios, pero sabemos que no fue así:
(Jn 3:17) "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él."
Lo más natural es entender que el Espíritu Santo llevaría a cabo una labor de convicción sobre el verdadero estado de las personas es su relación con Cristo, a fin de que se volvieran de su pecado y fueran salvados. Se trataría entonces de una obra del Espíritu Santo en la conciencia de las personas a fin de guiarles a la conversión. No una obra objetiva e impersonal sobre el mundo, sino una labor personal e íntima, que apela a la conciencia y a la capacidad de razonar que el hombre caído todavía conserva en alguna medida (Ro 2:15), y que el Espíritu Santo se encarga de potenciar.
Es verdad que el "mundo no puede recibir" el Espíritu Santo (Jn 14:17) en el sentido de llegar a morar permanentemente en él, pero de lo que se trata aquí es de "escuchar su mensaje", que es algo muy diferente.
Creemos que la labor del Espíritu Santo está destinada a llevar a los hombres y mujeres del mundo a reconocer su necesidad, y así volverse a Jesús con arrepentimiento y fe, dejando de ese modo de ser "del mundo".
5. Un ejemplo de cómo el Espíritu Santo convence a los pecadores
Para comprobar si esta forma de entender el término "convencer" es la adecuada, la mejor manera de hacerlo es viendo algún ejemplo bíblico de esta labor del Espíritu Santo. Y rápidamente encontramos un caso muy claro al comenzar el libro de los Hechos de los Apóstoles, el mismo día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre la Iglesia. El apóstol Pedro predicó enfatizando la culpa de sus oyentes:
(Hch 2:22-23) "Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole."
El Espíritu estaba allí presente para convencer a los oyentes, con el siguiente resultado:
(Hch 2:36-37) "Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?"
Fueron "compungidos de corazón", se sintieron culpables y condenados, por eso preguntaron buscando una solución: "Hermanos, ¿qué haremos?". Vemos que su labor no consistió únicamente en decirles o demostrarles que eran pecadores, también les trajo una convicción interior de su pecado que les llevó a creer en Cristo como su Salvador.
6. El Espíritu Santo continúa la labor de Cristo en la tierra
Otro detalle que nos ayudará a entender correctamente el término "convencer" lo encontramos en el ministerio terrenal del Señor Jesucristo. Como ya sabemos, el Espíritu Santo iba a venir a este mundo en sustitución de Jesús, por lo tanto, su obra seguiría las mismas directrices que él había marcado. Y cuando examinamos cómo había dado testimonio el Señor, nos hacemos una idea muy exacta de lo que podemos esperar que hará el Espíritu Santo.
Y en este sentido, ya hemos tenido ocasión de comprobar que él "testificaba del mundo que sus obras eran malas" (Jn 7:7). Se identificó como la "Luz del mundo" (Jn 8:12), que "alumbra a todo hombre" (no sólo a un grupo de escogidos), para que los que le siguen no anden en tinieblas (Jn 1:9). Hizo señales entre ellos a fin de que creyeran en él (Jn 12:37) (Jn 15:22-24). Nunca usó la coerción o la fuerza para que creyeran en él, sino que apeló a la conciencia y la capacidad de razonamiento de las personas con las que trataba, y no hay ninguna razón para pensar que el Espíritu Santo fuera a hacer algo diferente cuando le sustituyera en este mundo.
7. "De pecado, de justicia y de juicio"
El Espíritu Santo convencería en cada parte de la tierra las ideas erróneas que los hombres tienen acerca del pecado, la justicia y el juicio, llevándoles a una compresión mucho más elevada de la que ellos nunca antes habían tenido. Haría que los hombres vieran más claramente la naturaleza del pecado y la certeza del juicio. Esta es una obra que sólo el Espíritu Santo puede hacer.
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