Estudio bíblico: Las vestimentas de los sacerdotes - Exodo 28:1-43

Serie:   El libro de Éxodo   

Autor: Ernestro Trenchard y Antonio Ruiz
Email: antonio_ruiz_gil@hotmail.com
España
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Las vestimentas de los sacerdotes (Exodo 28:1-43)

Se aparta la familia sacerdotal (Ex 28:1)

Las funciones de los sacerdotes. El apartamiento de Aarón y sus hijos para ser sacerdotes se introduce de una forma casi incidental; sin embargo, su función ha estado implícita en toda la descripción del tabernáculo y de sus muebles, que para nada habrían servido si no se hubiera instituido un servicio sacerdotal para darles validez. La importancia de estas personas y su función se destacará más en los detalles de su consagración en el capítulo siguiente, pero las palabras: "Harás llegar delante de ti a Aarón ... y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes", nos recuerda el resumen del significado de las funciones del sumo sacerdote que se exponen en (He 5:1): "Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados". El sacerdote había de ser escogido de entre su pueblo con el fin de actuar a su favor en todo lo que se refería al culto público, sin que su obra anulase la adoración espiritual que subiera del corazón de cualquier israelita en aquel "reino de sacerdotes". En fin, era mediador entre Dios y los hombres, y las referencias en Hebreos nos hacen ver que el contacto necesario con hombres pecadores era perfecto en su caso, ya que él mismo era uno de ellos. En cambio, su contacto con el Dios santísimo era dificilísimo por la misma razón. Cuando se manifestó el gran Sumo Sacerdote todo cambió, pues El tenía perfecto contacto con Dios, siendo Dios, pero había de conseguir el enlace con la raza pecadora por los extraordinarios medios de la encarnación, su vida de sufrimiento entre los hombres y su entrega a la muerte a su favor bajo el peso de su iniquidad. He aquí el significado del tema del sacerdocio en ciertas secciones de Hebreos capítulos 2 al 7.
La presentación (Ex 28:1). En toda la obra de la formación de Israel —llamada "la casa de Dios" en (He 3:1-6)— Moisés había de actuar de parte de Dios, siendo fiel en todos los aspectos de su ingente labor. Delante de él, pues, hubieron de presentarse Aarón, Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Aparentemente había un enlace especial entre Nadab y Abiú, que siempre se mencionan juntos y que perecieron juntos en su pecado. Eleazar había de suceder a Aarón como sumo sacerdote, mientras que Itamar cumplía importantes cometidos al ordenar el servicio de los levitas.
Ya hemos notado el significado de que esta familia aarónica no se distinguía por ser diferente de sus compañeros de raza sino precisamente podía servir porque estaban identificados con ellos. No era necesario "importar" una raza sacerdotal para prestar dignidad a esta función —nueva en Israel— ya que toda la gloria había de ser del Señor, mientras que estos pocos hombres representaban a los demás al tener derecho de entrar en el tabernáculo.

El conjunto de las vestimentas sagradas (Ex 28:2-5)

La importancia de las vestimentas. El sistema levítico ha de considerarse como una "escuela" por medio de la cual Dios iba enseñando lecciones que se incorporarían en la plenitud del nuevo pacto fundado sobre el único sacrificio valedero. Hasta cierto punto las manifestaciones externas del sistema correspondían a nuestras ayudas audiovisuales que empleamos para captar la atención de los niños, recalcando ciertas lecciones. Es evidente que se da mucha importancia a las vestiduras, que se llaman "sagradas" siendo "para honra y hermosura". El valor de la función sacerdotal había de revelarse a través de las vestimentas y sus ricos apéndices de joyas. El sacerdote, por dentro, era un pobre hombre pecador como todos los demás; sin embargo, la gloria de su función como mediador sacerdotal había de manifestarse por medio de su ropaje.
Esto no pasa a nuestro siglo, pues todos los símbolos se cumplieron en Cristo, y el ministerio del Espíritu (Ro 10:4) (Ro 12:4-8) evidencia su valor por medio del poder espiritual y la sustancia bíblica que comunica a los oyentes. La ropa talar, con las mitras, báculo, etc., de los sistemas de Roma, la Iglesia Ortodoxa, la Anglicana, y otras, deben su uso a la confusión que reinaba en los siglos II al V d.C., cuando se leían los escritos del Antiguo Testamento en la versión griega LXX, aceptándose también corno canónicos los escritos apostólicos que conocemos en el Nuevo Testamento, pero con poco discernimiento, después de la muerte de los Apóstoles, entre lo "viejo" y lo "nuevo". El sencillo "ministro" llegaba a ser "sacerdote", y a éste se le comparaba con la familia sacerdotal de Aarón, cuyo cometido era muy diferente. El favor que el emperador Constantino prestó a la Iglesia dio lugar a un sincretismo que introducía ciertos elementos del pontificado pagano, con el resultado de que la sencilla comunión del Espíritu del primer siglo se convertiría paulatinamente en el sistema sacerdotal, ritualista e institucional que llegó a su apogeo en el siglo X.
Nosotros hemos de procurar volvernos al momento histórico que estamos considerando, sin permitir que errores posteriores mengüen el valor de lo que Dios ordenó para bien en su tiempo. El concedió "espíritu de sabiduría" a los "sabios de corazón" con el fin de que la obra humana reflejara en todo lo posible el pensamiento de Dios, pues las vestimentas constituían un elemento necesario "para consagrarle (a Aarón) para que sea mi sacerdote" (Ex 28:3). Iremos viendo la forma de las vestimentas de la lista del versículo 4: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra (turbante) y el cinturón. La luz se enfoca principalmente en el sumo sacerdote y sus vestimentas, siendo los sacerdotes —hijos de Aarón— una especie de reflejo o prolongación de la persona y el servicio del mediador.
Los tejidos, los colores y las joyas de las vestimentas (Ex 28:5). Tengamos en cuenta que, además del oro y de las piedras preciosas, se utilizaba el lino torcido con su azul, púrpura y carmesí, enfatizándose la "obra primorosa" que ya hemos estudiado en relación con el velo y las cortinas. Admitiendo la medida del simbolismo que notamos antes llegamos a la conclusión de que las vestimentas representan lo más sagrado de esta preparación para el ritual completo, y Hebreos identifica el sacerdocio de Aarón (como símbolo) con la consumación de la obra sacerdotal de Cristo.

El efod (Ex 28:6-14)

El efod y el pectoral. Se describe primeramente el efod, pero es evidente que su propósito principal fue el de llevar el pectoral, cuyas piedras preciosas representaban las tribus de Israel, y dentro del cual —se trataba básicamente de una bolsa— se llevaban las misteriosas piedras del "Urim y Tumim". Hemos de procurar formarnos una idea del conjunto de las vestimentas, distinguiendo las partes esenciales sin perdemos en la masa de detalles.
La forma del efod (Ex 28:6-8). Al parecer el efod constituía una especie de chaleco, con una pieza delantera y otra para las espaldas, unidas por una cinta que formaba parte integrante por lo menos de una de las piezas, pasando (probablemente) a juntar y ceñir la otra por medio de corchetes. Sin duda el oro se utilizaba en forma de hilos muy finos que podían entretejerse con el lino torcido y los dibujos de azul, púrpura y carmesí, como en los demás casos que hemos visto. Las dos piezas se juntaban también por los hombros. Es evidente la importancia que se quiere dar a esta prenda fundamental de las vestimentas sacerdotales, y los hallazgos rescatados de algunas tumbas en Egipto, con otros que corresponden a tierras bíblicas, nos han provisto de ejemplos de una fina labor de tapicería y de orfebrería. Esto significa que no hay nada de mera fantasía en estas descripciones sino una aplicación muy especial del arte del día a las simbólicas vestimentas.
Los nombres en las hombreras (Ex 28:9-14). No podemos estar demasiado seguros en cuanto a la terminología moderna que convendría para las piedras preciosas que se mencionan en este capítulo, pero el uso del término "ónice" (especie de ágata veteada) para las piedras de las hombreras parece bastante acertado ya que se presta a la "obra de grabador": arte muy desarrollado en la región y la época, como revelan los muchos sellos hallados por los arqueólogos. Los sellos se empleaban para garantizar o autorizar escritos, imprimiéndolos sobre algún material blando que luego se secaría. Los dibujos de los sellos se prestaban a una gran diversidad de motivos artísticos. Los ónices habían de engastarse en oro, sujetándose al efod por medio de trenzas de hilo de oro. En uno habían de figurar seis de los nombres de los hijos de Israel, cabezas de tribus, y seis en el otro, y en este caso han de inscribirse según el orden de nacimiento. Para que hubiera doce nombres sería necesario el uso de "José" para representar las tribus de Efraín y de Manasés, que, históricamente, habían llegado a ser dos tribus. Rubén vuelve a su lugar de primogénito, pese a la pérdida de sus derechos, pues se trata de lo que representan las tribus delante de Dios sin referencia a su testimonio a través de la historia.
El simbolismo de los nombres. Si recordamos que el sumo sacerdote era mediador entre Dios y su pueblo, el simbolismo del hecho de llevar él los nombres de las tribus sobre sus dos hombros "por memorial" delante de Jehová (Ex 28:12) resulta tan sencillo y sugestivo que huelgan las explicaciones. La debilidad moral y espiritual de las tribus halla poderoso auxilio en este hecho de hallarse delante de Dios sobre los hombros del sacerdote encargado de llevar a cabo una obra de mediación basada sobre la expiación. Seguramente porciones como (He 2:15-18) (He 4:14-16) (He 6:17-20) (He 7:23-28), que describen la obra actual de nuestro sumo sacerdote eterno a favor de su pueblo, se basan en parte en el simbolismo de los nombres del pueblo sobre los hombros del sumo sacerdote, que se ha de complementar con la figura igualmente hermosa de "los nombres sobre el corazón" (Ex 28:21,29).

El pectoral (Ex 28:15-30)

La forma del pectoral. Esencialmente el llamado "pectoral del juicio" era una bolsa de un palmo cuadrado tejido de los géneros que se empleaban para cosas muy sagradas, además del oro entretejido. La cara exterior del pectoral había de ser preparada de tal forma que pudiera sostener, por medio de filigranas de oro, doce piedras preciosas en cuatro hileras horizontales de tres joyas en cada una. Cada piedra había de ser grabada con el nombre de una de las doce tribus, en el mismo orden que vimos en cuanto a las piedras de ónice en las hombreras, pero juntándose todas las tribus en el cuadro externo del pectoral. El pectoral se sujetaba al efod por medio de trenzadas de hilo de oro, además de un cordón azul, que pasaban por los extremos inferiores del pectoral enlazándolo fuertemente al cinto del efod. Dentro del pectoral habían de colocarse las misteriosas piedras conocidas como "Urim y Tumim".
El pectoral del juicio y su simbolismo. El hecho de llevar Aarón los nombres de las tribus sobre su pecho refuerza la figura de los ónices de las hombreras, ya que el mediador se hace responsable por el pueblo en la presencia de Dios. Para nosotros el pecho, o el corazón, es sede de afectos, y el primer pensamiento es que la obra del sumo sacerdote sostiene al pueblo (los hombres) además de garantizar la manifestación del amor de Dios para con él (el pecho). Podemos aceptar esta hermosa figura en su parte esencial, pero notemos que es pectoral del juicio, y que el versículo 30 nos dice: "y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová". Seguramente esta frase, inesperada en el contexto, nos recuerda el hecho constante del pecado de las personas representadas por Aarón, y bien que cada piedra se hermosea con su brillo peculiar, solamente puede estar "delante de Jehová" por el hecho fundamental del juicio sobre el pecado que es el sentido de la "expiación", constituyendo la esencia del sistema levítico. Aarón no ostenta la propia gloria del pueblo sino la del pueblo que Dios mismo ha redimido por haber juzgado su pecado. La hermosura del pectoral no puede separarse de la aparente fealdad de los sacrificios del altar de holocaustos, y detrás de los sacrificios se halla la obra eterna de la cruz.
Las piedras preciosas (Ex 28:17-21,29). Ya hemos visto que cada joya lleva el nombre de una de las tribus grabado en ella según la mejor técnica de aquellos tiempos. Sin duda, pues, cada piedra representa una tribu, y las doce conjuntas en el pectoral hablan de la totalidad de Israel en el sentido ideal que corresponde a los propósitos de Dios. Es inútil procurar relacionar la naturaleza de las diferentes piedras con las características de las tribus, pues, por una parte, la terminología no es segura, y, por otra, el ejercicio se prestaría a vuelos de imaginación que la Palabra no autoriza. Sin embargo hay dos consideraciones válidas y hermosas: 1) que cada piedra es preciosa; y 2) que cada piedra es diferente de todas las demás, reflejando la luz de una forma peculiar a su propia sustancia. Dios se deleitaba en la totalidad de su pueblo, pero no permitía que las tribus perdiesen su carácter especial, y se gozaba también en cada una de ellas.
Por deducción podemos pensar también en cada israelita, ya que la relación fundamental es la que existe entre Dios y cada personalidad de los redimidos. Este concepto del valor del individuo dentro de la colectividad pasa al Nuevo Testamento y se ve en la Iglesia. Por ejemplo, cuando Pablo habla de la unidad de la Iglesia, nunca deja de reiterar la importancia de cada uno de los miembros del cuerpo total. Ningún lector atento puede dejar de notar la reiteración de la frase cada uno en pasajes como 1 Corintios 12 al 14, Romanos 12 y tantos más. Al pasar a la perfección de "los siglos de los siglos" persistirá la misma preocupación divina con el individuo dentro de la perfección de la totalidad de la obra ya consumada, como es evidente por la lectura de (Ap 2:17): "... Al que venciere ... le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe". El "nombre" es la expresión de la personalidad total en la Biblia, y el único sentido legítimo es que cada "vencedor" será conocido y apreciado de una forma peculiar y única de parte de su Señor, y sin duda este aprecio peculiar será recíproco.
El Urim y Tumim (Ex 28:30). Los términos empleados para estos misteriosos objetos significan "luces y perfecciones", y la lectura de todas las referencias a estos objetos en el Antiguo Testamento muestra que se relacionaban con los oráculos de Dios al señalar una decisión necesaria en algún asunto de gran importancia para la vida nacional (Lv 8:8) (Nm 27:21) (Dt 33:8) (1 S 28:6) (Esd 2:63) (Neh 7:65). Es inútil procurar averiguar la naturaleza de estos objetos, que podrían ser ricos diamantes ("luces y perfecciones") que se empleaban en estos casos especiales de crisis, que requerían una contestación breve, no pasando de negativa o afirmativa. Se relacionaba con los secretos más íntimos de la obra mediadora de los sumos sacerdotes del antiguo régimen hasta que viniera Aquel que también era "Verbo encarnado", sin que reemplazara a los medios normales de averiguar y aplicar la voluntad de Dios aun en aquel entonces.

El "manto de azul" del efod (Ex 28:31-35)

La forma de la vestidura (Ex 28:31-32). Quizá nuestra traducción "manto" no representa bien el sentido del original, pues se trata de una vestidura muy corriente en el Oriente: una sencilla prenda talar que se colgaba de los hombros y llegaba hasta los pies. Una abertura entre hombro y hombro permitía que el sacerdote se vistiera, pasando la cabeza por ella. Los bordes de la abertura eran reforzados para prevenir el desgaste del centro. Esta prenda se describe después del efod y del pectoral, pero, necesariamente, al vestirse, el sacerdote se ponía primero la vestidura azul, y luego el efod con el pectoral, pues de otra forma estos preciosos adornos, con todo su valor simbólico, hubieran quedado completamente escondidos debajo de la vestidura básica.
El adorno del borde inferior: granadas y campanillas (Ex 28:33-35). Las granadas eran artificiales, hechas con los sagrados géneros que ya conocemos, y, en la orla inferior, alternaban con campanillas de oro. Se conocía la campanilla en Asiria, y quizá no difería mucho de las nuestras. La granada, como fruto del granado, se distingue por el gran número de sus pepitas, llegando a ser símbolo de "lo fructífero". En cuanto a las campanillas se nos da una pequeña "clave" de su sentido en el versículo 35, ya que "se oirá su sonido cuando entre Aarón en el santuario delante de Jehová", y tan importante era el sonido que, si no se oyera, el sacerdote podía morir. Este "testimonio", que habla del servicio del mediador distingue el culto de Israel del de las naciones paganas, cuyos sacerdotes solían envolver sus movimientos en el mayor secreto estando en el santuario interior del templo. Lo que hacía Aarón se realizaba delante de Dios, pero a favor del pueblo, y los israelitas podían tener la seguridad de que su mediador cumplía sus funciones sagradas. Algún sentido tenía el adorno para los israelitas, pero, no hemos de apresuramos a sacar lecciones para nosotros, aparte de gozamos al pensar en el fruto y el testimonio de la obra mediadora de nuestro Gran Sacerdote.

El turbante y la lámina "Santidad a Jehová" (Ex 28:36-39)

El turbante. Cambiamos un poco el orden de presentación de estos objetos, ya que la lámina había de ser llevada en la parte delantera del turbante. Es casi seguro que el historiador Josefo tenía razón al describir el turbante como "una especie de corona hecha entretejiendo tiras blancas de lino torcido", que da la idea de "turbante" más que de "mitra", derivándose la forma de ésta de las vestimentas de los sacerdotes paganos. Es normal que los orientales usen diferentes formas de turbantes para cubrir la cabeza.
La lámina sagrada (Ex 28:36-38). El turbante en sí no llevaba adorno, pero, contra el fondo de su blancura, se destacaba la lámina de oro fino en la cual se hallaba grabada la frase "SANTIDAD A JEHOVÁ". Al mirar al sumo sacerdote en el desempeño de sus funciones, lo primero que vería el israelita sería este grabado, que subrayaba el hecho de "la santidad", como expresión del ser de Jehová, y que se situaba en la cúspide de todo el sistema levítico. Para nosotros lo más extraño es —recordemos la analogía del "pectoral del juicio"— que la colocación de la lámina sobre la frente de Aarón indica "que llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará (la lámina) continuamente para que obtengan gracia delante de Jehová" (versículo 38).
Al ofrendar sus sacrificios de holocaustos, de paces, etc., los israelitas presentaban símbolos de la muerte expiatoria y vicaria del Cordero de Dios en la consumación de los siglos, y por ello había esperanza para los hombres de fe. Con todo, movimientos carnales se mezclan con nuestras ofrendas más sagradas, y corresponde al sacerdote, como mediador, aceptar la responsabilidad de todas las deficiencias, haciendo constar la base justa de la redención en la presencia de Dios. La figura del Gran Sacerdote de la Epístola a los Hebreos cumple el simbolismo del turbante y de la lámina, ya que sólo él es capaz de proclamar, como cima de su obra: "Santidad a Jehová".
Algunas exhortaciones en algunas epístolas —pensemos en (Ro 12:1-2)— nos hacen ver que lo externo del culto no vale nada sin la consagración de todo el ser a Dios, con la "renovación de nuestra mente" por el poder del Espíritu Santo.

La túnica y el cinto (Ex 28:39)

En el versículo 39 se vuelve a mencionar el turbante de lino, pero las prendas nuevas que se mencionan son la túnica con su cinto. Sin duda se trata de la prenda interior: una especie de camisa larga que llevaban todos los orientales próxima al cuerpo. No se sabe bien lo que quiere decir la frase traducida por "obra de recamador" en relación con el cinto, pero la función del cinturón o faja era siempre la de recoger prendas sueltas al momento de ponerse la persona a trabajar. La túnica sería blanca, y esta prenda básica habla elocuentemente de la justicia personal e interior que conviene a los sacerdotes del Señor. Nadie veía la túnica aparte de Dios y el sacerdote mismo, pero sin ella éste no habría podido vestirse de sus ricos y simbólicos ornamentos externos.
Al volver a considerar las vestimentas del sumo sacerdote en su totalidad vemos que dos prendas —la túnica y el llamado "manto", que era la vestidura externa de azul— correspondían a las de cualquier oriental de cierta posición social, con sólo unas adaptaciones en cuanto al color y al cinto de la túnica. Encima de éstas se ceñía el efod, y de esta prenda especial dependían los ónices de las hombreras y el pectoral del juicio. El turbante también era común para proteger la cabeza, pero la lámina de oro y su grabado fue peculiar y único, ya que proclamaba el sentido final de todo el ritual: "Santidad a Jehová".

Las vestiduras de los sacerdotes (Ex 28:40-43)

Las vestiduras normales de los sacerdotes (Ex 28:40). La descripción de las vestimentas que se prescribían para los hijos de Aarón, y para los sacerdotes en perpetuidad, es tan escueta que no basta para formar una idea exacta de su apariencia. Quizá por la palabra traducida por "túnicas" debiéramos entender un vestido largo, como el azul del sumo sacerdote, pero de lino blanco. El adorno podría asociarse con los cintos, y las "tiaras" serían gorras que quizá admitían adorno también ya que son "para honra y hermosura". Los egipcios solían vestir calzoncillos, y el uso de éstos —en blanco— fue obligado para todos los sacerdotes en el desempeño de sus funciones. Estos detalles ponen de relieve que los sacerdotes eran hombres como los demás, pero, al ejercer su función mediadora, habían de estar en un perfecto estado de "limpieza ceremonial", según la exhortación de Isaías muchos siglos después: "... purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová" (Is 52:11).
Se anuncia la consagración de los sacerdotes (Ex 28:41). Implícito en la descripción de las vestimentas sacerdotales se hallaba el concepto de separación para un servicio especial. Dios ya declara esto claramente a Moisés en las palabras del versículo 41. Los vocablos "consagrar" y "santificar" son sinónimos que indican la completa separación de Aarón y de sus hijos para el servicio del Señor que se habrá de describir en detalle más tarde. La unción con aceite había de ser el símbolo externo de esta separación, y el acto total se detalla —corno mandato mirando al porvenir— en el capítulo 29. La realización del acto de consagración es el tema de Levítico 8-9.
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