Estudio bíblico: La consagración de Aarón y de sus hijos - Exodo 29:1-31:18

Serie:   El libro de Éxodo   

Autor: Ernestro Trenchard y Antonio Ruiz
Email: antonio_ruiz_gil@hotmail.com
España
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La consagración de Aarón y de sus hijos (Exodo 29:1-31:18)

El propósito y el orden de la consagración

"Para que sean mis sacerdotes" (Ex 29:1). Los conceptos de (Ex 28:41) se recogen cuando llega el momento solemne de consagrar a Aarón y a sus hijos "para que sean mis sacerdotes". Ya hemos visto que el sistema levítico —gracias a lo que simboliza— es la base y fundamento del orden legal que había de durar hasta ofrecerse el sacrificio del Dios-hombre "como fin (consumación) de la ley para justicia" (Ro 10:4), de modo que el acto que se ha de describir se reviste de la mayor importancia. Dios tendría sus sacerdotes, cuyo ministerio haría posible el cumplimiento de los propósitos de Dios hasta el advenimiento del Mesías.
Los sacrificios ofrecidos durante la consagración. Se hace difícil un comentario ordenado sobre el texto del capítulo 29 por el hecho de que anticipa (necesariamente) elementos del culto levítico que no se detallarán hasta Levítico 1-7, donde se ordenan los ritos para los sacrificios de sangre, con otras diversas ofrendas. Nos limitamos aquí a hacer constar que los sacrificios se dividen en ciertas categorías, cada una con sus características respectivas.
El sacrificio por el pecado se prescribe en Levítico 4 como medio para expiar (simbólicamente) el pecado de todo el pueblo, o el de distintas clases de personas que se mencionan. En la categoría más característica de este tipo de sacrificio sólo la gordura arde sobre el altar, quemándose la víctima fuera del campamento. Todo el énfasis recae sobre el pecado en sí como algo que Dios aborrece y que ha de ser expiado, siendo la víctima "hecha pecado" según las tremendas implicaciones de (2 Co 5:21).
Los holocaustos (sacrificios del todo quemados) eran ya conocidos y los hemos comentado anteriormente. Son sacrificios de "olor suave", pues subrayan la necesidad de satisfacer las demandas de Dios por un acto perfecto de obediencia.
En los sacrificios de paces la gordura se quema sobre el altar, pero partes del sacrificio se reservan para los sacerdotes, y aun para los oferentes, introduciéndose, por lo tanto, el concepto de comunión que ya se destacó cuando los israelitas comieron juntos el cordero asado en la noche de la Pascua. El becerro del rito de consagración era "ofrenda por el pecado", el primer carnero un holocausto, y el segundo una modificación del sacrificio de paces, como veremos al pasar a la consideración de estas ofrendas. Lo importante por el momento es que comprendamos, en sus líneas generales, el concepto de "categorías" de sacrificios, que ponen de relieve distintos aspectos de la obra de expiación.
El orden general del culto de consagración. Tengamos en cuenta que en el capítulo 29 tenemos el origen general de la consagración, tal como Dios lo dio a Moisés en el monte, y este resumen debiera complementarse por la lectura de la realización del acto según los detalles de Levítico 8-9. Veremos diez facetas del acto que son como sigue: 1) la ablución de Aarón y de sus hijos a la puerta del santuario, por supuesto utilizando el lavacro (Ex 29:4); 2) Moisés les viste con la túnica interior; 3) se ciñe esta túnica; 4) Moisés reviste a Aarón de la vestidura de azul; 5) es ceñido del efod; 6) se abrocha el cinto del efod; 7) se coloca el pectoral; 8) se colocan los "Urim y Tumim" en el pectoral; 9) Moisés coloca el turbante en la cabeza de Aarón; y 10) la lámina que dice "Santidad a Jehová" se ata al turbante.

La preparación, la investidura y la unción de Aarón (Ex 29:1-7)

La preparación de las ofrendas (Ex 29:1-3). Fue necesario preparar los elementos necesarios para las ofrendas, ya que se trata de la iniciación de un nuevo tipo de culto y de servicio que anticipa bastante lo que después será el ritual normal del culto levítico. Había de haber tres sacrificios de sangre, el becerro y los dos carneros, que habían de estar a mano en la puerta del tabernáculo. Había también ofrendas sin sangre, que se llaman "panes sin levadura", "tortas sin levadura" y "hojaldres sin levadura", desterrándose todo lo leudo como en el caso de los panes de la Pascua, ya que la fermentación llegaba a ser figura de la obra insidiosa del pecado. ¡Naturalmente eran estos panes y tortas que habían de colocarse en el canastillo, y no el becerro y los demás animales! (versículo 3). Las tortas habían sido amasadas con aceite y las hojaldres untadas con aceite. En el terreno simbólico, todo sacrificio de sangre ordenado por Dios tipificaba el sacrificio de la cruz. Las ofrendas hechas de harina de trigo, sin levadura, y asociadas con aceite, pueden tomarse como símbolos de la sagrada humanidad del Señor, nacido él por el poder del Espíritu y ungido también por el Espíritu para el cumplimiento de su excelsa misión.
La ablución de los sacerdotes (Ex 29:4). Antes de la investidura fue preciso lavar a los sacerdotes, utilizando, sin duda, el lavacro que se debía colocar entre el altar de holocaustos y la puerta del tabernáculo. La simbólica limpieza externa señalaba la necesidad de la santidad —separación del mal— en todo lo que se refería al servicio de Jehová. La suciedad que podía adherirse al cuerpo viene al recordar las manchas de pecado que afean al alma, de modo que se prescriben abluciones en distintas facetas del culto levítico, lo que viene a ser el símbolo más obvio de aquella "limpieza ceremonial" que se requería del israelita que participaba en los servicios del tabernáculo. No debe confundirse con "bautismos", ya que no se conocen como parte normal del ritual levítico, bien que se habían introducido como rito inicial de la comunidad del mar Muerto antes del advenimiento del Mesías, y también se bautizaban los prosélitos al judaísmo. "La doctrina de bautismos", de (He 6:2), significa más bien la de "abluciones" o "lavamientos". Hemos de entender (He 10:22) —"Acerquémonos ... lavados los cuerpos con agua pura"— en sentido figurado, basándose el simbolismo sobre el pasaje que tenemos delante juntamente con las demás abluciones prescritas más tarde. Cuando el Maestro lavó los pies a los discípulos —Juan 13— les hizo comprender que aun siendo "lavados" por el valor de su sacrificio, próximo a consumarse, necesitaban librarse de las manchas producidas por el caminar de la vida diaria por medio de la acción purificadora de la Palabra y del Espíritu Santo.
La investidura (Ex 29:4-6). Véase el párrafo anterior sobre el orden general del rito de consagración.
La unción de Aarón (Ex 29:7). Recordemos el sentido de la unción con aceite, que significaba el apartamiento del sacerdote para su obra, la cual había de llevar a cabo en el poder del Espíritu Santo. Es la culminación de la investidura de Aarón, ya que los sacrificios subsiguientes hablan de la expiación, lo único que podía mantener al siervo de Dios en su lugar para el cumplimiento de sus funciones.

La investidura de los sacerdotes (Ex 29:8-9)

Ya hemos visto que los hijos de Aarón le sirven a él haciendo posible su labor, bien que la obra mediadora depende del sumo sacerdote. De ahí la brevedad de la descripción de su investidura con las prendas que ya hemos notado. Con todo, el momento es solemne para todos, y se dice de ellos: "... tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos" (versículo 9).

La ofrenda por el pecado (Ex 29:10-14)

La imposición de manos (Ex 29:10-12). Recordando que el simbolismo del sacrificio por el pecado subrayaba el horror del mal delante de Dios, con la necesidad de una expiación eficaz, podemos comprender fácilmente el significado de la "imposición de manos" que se nota en el versículo 10, que establecía una identificación entre los oferentes y la víctima. Ellos deberían haber muerto a causa de sus pecados, pero "transfieren" la culpabilidad a la víctima inocente, cuya sangre ha de fluir al ser inmolado. La sangre siempre representa "la vida ofrendada en expiación" que luego se exhibe en los cuernos del altar. Sólo la sangre de la víctima por Aarón y por todo el pueblo se llevaba al propiciatorio, según los requisitos de Levítico 16 —el día de la expiación—, y normalmente los cuernos del altar servían para presentar la sangre en la presencia de Dios, dando fe de la consumación del sacrificio vicario.
El cuerpo de la víctima por el pecado (Ex 29:13-14). "La grosura" que cubría las vísceras de la víctima representaba lo más rico de la ofrenda, quemándose por lo tanto sobre el altar. En el caso especial de la ofrenda por el pecado —otro tipo se describe en (Lv 5:13), etc., en el que parte de la víctima servía de alimento para los sacerdotes, la víctima fue quemada fuera del campamento. El autor de Hebreos hace una aplicación de este símbolo al Señor, quien "padeció fuera de la puerta" (He 13:12). Es mejor no sacar más aplicaciones que las precisas, ya que el simbolismo de quemar la víctima fuera del real encierra profundos y sagrados misterios, y sería posible sugerir explicaciones que no rindieran todo el honor debido a la bendita persona del Señor como "Cordero de Dios que lleva y quita el pecado del mundo". En el caso de los sacerdotes representa la obra fundamental de expiación por el pecado sin la cual no les sería posible ejercer sus funciones.

El carnero de holocaustos (Ex 29:15-18)

Hemos señalado anteriormente que el holocausto es el sacrificio que se quemaba en su totalidad sobre el altar, y es el primer tipo que se presenta en Levítico 1. La imposición de manos tiene igual significado que en el caso del sacrifico por el pecado. La sangre se rocía sobre y alrededor del altar como acto de la presentación de la muerte consumada. Los pedazos se colocan sobre el altar y se queman. Simbólicamente este tipo de sacrificio —conocido ya por Noé, lo que indica que se ofrecía con anterioridad a sus días— sugiere que el concepto más fundamental del sacrificio de sangre es la "satisfacción" que se rinde a Dios como una respuesta adecuada a las demandas de su justicia. Aquí ni sacerdotes ni oferentes comen nada de la víctima sino que todo asciende en llamas sobre el altar. Por eso se llama "holocausto de olor grato para Jehová", frase que no se emplea para la ofrenda por el pecado.

El carnero de las consagraciones (Ex 29:19-28)

Un sacrificio de paces. En este tipo de sacrificio hallamos el concepto adicional de "participación", empleándose el rito normal para significar que, esencialmente, todo es de Dios, por la quema de la gordura sobre el altar. Sin embargo, éste hace provisión para los sacerdotes y normalmente para los oferentes (bien que no hay lugar para ello aquí). Así se destaca la comunión que se basa sobre el sacrificio ázimo en la Pascua. La imposición de manos se repite en este sacrificio, y seguramente parte de la sangre fue presentada delante del Señor.
La sangre aplicada a los sacerdotes (Ex 29:20). Este sacrifico de "consagraciones" se reviste de rasgos muy especiales y elocuentes, ya que parte de la sangre fue aplicada por Moisés a la oreja derecha de los sacerdotes, y también al pulgar de su mano y pie derechos. Como en la primera celebración de la Pascua en Egipto, cuando la sangre del cordero fue aplicada a los postes y al dintel de las casas significando la separación de todos los de aquella familia para el Señor, aquí es señal de que el valor del sacrificio ha de ser experimentado en la vida y funciones del sacerdote afectando todo su ser: su oído para obedecer, su mano para obrar y su pie para andar en los caminos del Señor.
La aplicación de sangre y aceite a los sacerdotes y sus vestiduras (Ex 29:21). La aplicación de la sangre y del aceite viene a ser la consumación de la consagración en sí, ya que se añade la declaración: "... y él (Aarón) será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él". Las vestiduras constituían la señal externa de la dignidad y eficacia del servicio de los sacerdotes, y habían de ser rociadas, conjuntamente con las personas, relacionándose todo con el simbolismo del sacrificio y del aceite, siendo éste indicio de la presencia y del poder del Espíritu Santo.
Es natural que la figura del rociamiento se recoja en el Nuevo Testamento como figura de la aplicación del valor de la sangre (valor de expiación en vista de la vida entregada) con referencias retrospectivas al Antiguo Testamento que iluminan la posición del creyente en el Nuevo. Así, una de las características de "Sion" como esfera de la gracia en (He 12:22-24) es ésta: hemos llegado a "la sangre rociada que habla mejor que la de Abel". En (He 9:21-22) sé recuerda que Moisés "roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio" siendo "casi todo purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión".
Quizá se halla una referencia más directa a la consagración de los sacerdotes en (1 P 1:2): "Elegidos ... en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo...". Sin duda Pedro percibía una relación entre el aceite y el Espíritu santificador, siendo el rociamiento de la sangre el recuerdo constante de la expiación de la cruz aplicado a los elegidos.
La ofrenda mecida delante de Jehová (Ex 29:22-27). Según estas instrucciones, Moisés había de seguir actuando como mediador hasta que Aarón fuese constituido sacerdote. La ofrenda mecida anticipa tipos de ofrendas que se detallan, según su uso normal, en Levítico. Ya vemos el propósito del canastillo, que había de recoger las ofrendas "mecidas" dispuestas para ser elevadas en la presencia del Señor. Es obvio el significado de esta presentación que señalaba que todo era de Dios antes de ser usado según los reglamentos. La "grosura" que se nombra en el versículo 22 había de ser quemada sobre el altar, como hemos visto en otros casos (versículo 25). En cambio la espaldilla solía ser porción de los sacerdotes, juntamente con el pecho, como también las tortas, y las hojaldres (versículo 23). En este acto inicial parece ser que todo había de ser "mecido" antes, y por esta vez la porción de los sacerdotes correspondía a Moisés (versículo 26). Los versículos 27 y 28 forman un paréntesis que anticipa lo que sería normal en el caso de la espaldilla y del pecho en las ofrendas de paces, pues pasarían a ser la porción de Aarón y de sus hijos.

Los siete días de la consagración con instrucciones para el porvenir (Ex 29:29-37)

Las vestimentas y los sucesores en el cargo (Ex 29:29). He aquí un versículo parentético que prescribe el procedimiento a seguir cuando un sumo sacerdote muere y le sucede su hijo. Las vestimentas han de ser conservadas (habiendo sido santificadas una vez para siempre) y han de servir para consagraciones sucesivas. Se suponen precauciones para mantener la vestidura sagrada en buen uso.
Los siete días de la consagración (Ex 29:30,35-37). Los sacrificios habían de repetirse durante un período de siete días y quizá todo el ceremonial de consagración. No hay duda de que, en las Escrituras, el número siete señala "una serie completa", basándose el concepto sobre todo en los siete días de la creación y el descanso que se reflejan en la semana completa del calendario.
El uso de los sacrificios de paces (Ex 29:32-34). Existe una relación estrecha entre el sacrificio de paces —aquí se trata del caso especial de consagraciones— y "la comida sagrada" que lo seguía. Ya hemos visto que lo normal era la inmolación, la presentación de la sangre, la presentación de las porciones de los sacerdotes (incluyendo las tortas, etc.) como ofrenda mecida, la separación de la porción de los sacerdotes —la espaldilla y el pecho— y aún quedaba el resto del animal, que, normalmente, comerían los oferentes. En este caso no hay más oferentes que los sacerdotes mismos, que han de cocer la carne en "lugar santo" y participar de ella. Como siempre, lo que sobraba había de ser quemado para evitar el riesgo de corrupción.
La purificación del altar (Ex 29:36-37). Todo el tabernáculo había de ser "santificado" (Ex 40:9) por medio de una unción de aceite, pero el altar de holocaustos, dada la importancia especialísima de su significado, había de ser santificado con la sangre del becerro (ofrenda por el pecado) y por aceite, repitiendo el proceso siete veces como en el caso de los sacerdotes.
Al fin de todo este proceso se había establecido la diferencia entre "lo santo" y "lo común", que había de ser rasgo fundamental del régimen levítico mientras durara su misión. Sólo la consumación de todo el simbolismo de la sangre por el sacrificio de la cruz pudo trasladar el concepto de "lo santo" a la esfera espiritual, quitando la importancia del símbolo material y pasándola a personas redimidas por el Señor. Sobre este terreno espiritual aún queda la verdad de que "el extraño no las comerá, (las cosas sagradas) porque son santas" (Ex 29:33). El camino a la esfera de bendición pasa por la cruz, y los elegidos son los rociados por la sangre y los santificados por el Espíritu (1 P 1:2).

El holocausto continuo (Ex 29:38-46)

Las características del sacrificio continuo (Ex 29:38-41). Muchos de los sacrificios prescritos en el libro de Levítico dependerían de la voluntad del oferente en las diversas circunstancias de su vida, pero la entrega del holocausto, símbolo del sacrificio que pertenecía a Dios en todo tiempo, no podía dejarse al libre arbitrio de los hombres. Todas las mañanas y todas las tardes un cordero de un año había de ser ofrecido sobre el altar de holocaustos, fuese en el tabernáculo o en el templo. Sin duda ya estamos familiarizados con los diferentes tipos de sacrificios, y sabemos que el holocausto se ofrecía enteramente sobre el altar como "olor suave", tipificando la preeminencia de las demandas de Dios en el significado de la ofrenda.
Los acompañamientos del sacrificio continuo (Ex 29:40). Además de la víctima, los sacerdotes habían de ofrecer flor de harina amasada con aceite, apartando también una cantidad de vino para la "libación", que, por lo menos en parte, había de echarse sobre el sacrificio. Dentro de su perspectiva histórica este rito enseñaba a Israel que había de ofrecer todos los elementos de su vida material a Jehová en sacrificio total: animales de los rebaños, flor de los cereales de los campos, y vino de los viñedos. El simbolismo es análogo a los demás holocaustos. Quizá nos sea permitido ver indicaciones de la perfecta humanidad de Cristo en la flor de harina y alusiones al Espíritu Santo en el aceite. El uso del vino como "libación" nos extraña, ya que se solía excluir todo elemento fermentado de los sacrificios. Pablo hace uso de la figura de "libaciones" en (Fil 2:17).

La base de reunión y de comunicación (Ex 29:38-46)

"Me reuniré con vosotros para hablaros allí". En comentarios sobre varios pasajes anteriores (Ex 25:22) hemos subrayado que el tabernáculo, con cuanto significaba, hacía posible la presencia de Jehová con su pueblo facilitando la comunicación de su Palabra a ellos. Es oportuno que en este lugar, casi al final de la descripción del tabernáculo y de la consagración de los sacerdotes, el Señor volviera sobre el tema de una forma muy solemne. Detrás de todo el sistema levítico, que ya se ha ordenado en sus partes principales, se halla la obra de la redención determinada antes de los tiempos de los siglos (2 Ti 1:10-12) (Ap 13:8) (1 P 1:13-22), de modo que Dios, pese a los pecados de los israelitas, puede afirmar: "Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios" (versículo 45). Él mismo ha santificado el lugar y establecido el orden, de modo que podrá manifestar allí su gloria y comunicarse con su pueblo. La sección termina con la "firma" divina que lo garantiza todo: "YO, Jehová su Dios".

El altar de incienso (Ex 30:1-10)

La forma del altar (Ex 30:1-5). No sabemos con certeza por qué se dejara la descripción de este importante mueble fuera de la lista de los capítulos 25 al 27 para añadirla aquí. Podría tratarse de un accidente de redacción, pero, con mayor probabilidad, convenía dejarla hasta después de los mandatos sobre la consagración de los sacerdotes por ser este altar el mueble que se relacionaba de una forma particular con la adoración. Ésta, juntamente con los trabajos de inmolación, constituía la corona y gloria de la función sacerdotal. El altar era pequeño —un cuadrado de un codo por dos de altura— y se situaba directamente delante del Señor. Los materiales de su construcción eran los normales: madera de acacia cubierta de oro, y como adorno, cornisa de oro. Sólo se habla de dos anillos para recibir las varas de transporte, quizá por ser tan pequeño el altar.
El uso del altar (Ex 30:6-9). El altar se reservaba para un solo uso: el de quemar el incienso aromático preparado según una receta muy especial. Todo lo que tenía que ver con los sacrificios se llevaba a cabo en el altar de holocaustos, pero, como "rito perpetuo", el sumo sacerdote había de quemar el incienso sobre este altar de oro dos veces al día, coincidiendo la hora con la de la inmolación de los sacrificios perpetuos y con la operación de aderezar las lámparas. Por la narración de Lucas 1 sabemos que el servicio no se limitaba al sumo sacerdote, bien que sólo se menciona a Aarón aquí. El uso del incienso para "agradar" a los dioses era algo muy conocido en los sistemas politeístas de las naciones orientales, pero, sin duda, los israelitas piadosos comprendían que representaba la alabanza y la adoración que debía ascender constantemente de sus corazones delante del Señor, ya que eran su pueblo, redimido por el sacrificio.
Dentro de las vastas perspectivas del plan de la redención es este sacrifico, comprendido como centro de toda la obra, lo que hace posible la oración y la adoración de los "sacerdotes espirituales" (1 P 2:5). El autor de Hebreos recoge el mismo pensamiento en (He 13:15): "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre". La receta del incienso —que había de ser única— nos recuerda las excelencias de Cristo que nosotros presentamos delante de Dios como única "sustancia" de nuestra adoración, y ya hemos visto que el autor de Hebreos nos recuerda que es "por medio de El" por lo que nos es posible adorar a Dios. El incienso tapaba el mal olor que se producía al aderezar las lámparas de aceite, lo cual puede sugerir la idea de que sólo las excelencias de Cristo pueden "cubrir" el proceso de mantener brillante la llama de nuestro testimonio cuando la "aderezamos" por medio de la confesión.
La expiación del altar de oro (Ex 30:10). Hemos visto que este altar no había de servir para ofrendas de sangre, pero no por eso deja de haber una estrecha relación entre los dos altares, ya que una vez al año, en el gran día de la expiación, el sumo sacerdote había de untar los cuernos del altar de incienso con la sangre del sacrificio por el pecado que se ofrecía en el altar de holocaustos a favor de todo el pueblo. Así "hacía expiación sobre él", ya que todo servicio del tabernáculo dependía del significado de la sangre, siendo este altar "muy santo" puesto que representaba nada menos que la adoración del pueblo.

El medio siclo de expiación (Ex 30:11-16)

La utilidad del impuesto. Los israelitas habían de dar con generosidad con el fin de cubrir lo necesario para la construcción del tabernáculo. Sin embargo, convenía, además, que cada uno tuviera que entregar una cantidad fija de plata, no sólo porque aquel metal se había de utilizar en grandes cantidades en los fundamentos, sino con el fin de enseñar a cada uno su responsabilidad en la gran obra. Los primeros capítulos de Números detallan el censo de los hijos de Israel en este período de formación nacional al pie del monte de Sinaí, y en relación con este recuento se exige el medio siclo de plata de los varones de veinte años en adelante.
El significado del impuesto (Ex 30:15-16). No creemos que se utilizara dinero acuñado en los tiempos de Moisés, y el medio siclo significaba un peso reconocido de plata. Es posible que el versículo 13 sea una aclaración hecha por un redactor posterior, cuando ya se había establecido la equivalencia exacta del "siclo del tabernáculo". Lo que nos extraña es que se llame "la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas", ya que hemos visto que la sangre es el elemento fundamental de la expiación, y no podemos pensar que se fundara sobre metales preciosos (1 P 1:18-20). Creemos que aquí se trata de evaluar la reacción del individuo, quien, al entregar lo que Jehová ordenaba, reconocía que su posición y obligaciones como miembro del pueblo redimido dependían enteramente de Dios. Si pudiéramos imaginar a un israelita que dijera: "¿Por qué tengo yo que dar medio siclo de mi plata? ¿No hemos hecho mucho ya con nuestras ofrendas?", tal persona se separaría en espíritu de todo cuanto significaba el tabernáculo, y quedaría sin la expiación. Como sabemos por la experiencia de David, estas épocas de censo, que revelan el número y la fuerza de una nación, encierran peligros peculiares, ya que son capaces de despertar orgullo y jactancia humanos, de modo que convenía que en tal momento absolutamente todos los varones mayores de edad reconocieran sus obligaciones como israelitas redimidos por la gracia y el poder de Dios (2 S. 24).
La igualdad de las almas delante del Señor (Ex 30:15). Normalmente las ofrendas para Dios han de presentarse en proporción a la prosperidad en lo material del donante (1 Co 16:2), pero no en este caso especial del medio siclo. Significaba el valor de cada alma delante del Señor, y dentro de este concepto no hay ni rico ni pobre. Cada uno ha de aceptar la obra de la redención como un pecador que sólo vive espiritualmente gracias a la obra de misericordia que emana de Dios: "Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas".

El lavacro o fuente de bronce (Ex 30:17-21)

La forma y el lugar del lavacro (Ex 30:17-18). No sabemos nada de la forma del lavacro aparte de que se colocaba sobre una base. En el templo de Salomón se dio mucha importancia al lavacro, que se llama "un mar", siendo perfectamente redondo y de anchura de diez codos. Las bases tenían la forma de doce bueyes, muy adornados (1 R 7:23-40). Así enfatizaba la importancia de las abluciones de los sacerdotes. Sin duda todo era mucho más sencillo en el tabernáculo, pues la fuente había de ser llevada a hombros por los levitas durante las peregrinaciones, y quizá podemos pensar en una fuente circular de la anchura posible en tales circunstancias con provisión para renovar y verter el agua.
El uso del lavacro (Ex 30:19-21). Ya hemos notado la importancia de las abluciones en el sistema levítico (Ex 29:4), de modo que basta señalar aquí que los sacerdotes habían de lavar sus manos y pies antes de realizar los actos de servicio en el lugar santo, "para que no mueran". Percibimos una vez más la necesidad de la pureza en todo cuanto atañía al servicio de Jehová, Dios de Israel. Su labor al lado del altar de holocaustos suponía el manejo de animales con las manchas consiguientes. No podían entrar así en el lugar santísimo, y en el camino a la puerta habían de parar junto a la fuente con el fin de llegar con manos y pies limpios a la mesa, al altar de incienso y al candelero. En el día de la expiación el sumo sacerdote había de lavarse todo el cuerpo (Lv 16:4). Recordamos al lector las aplicaciones del simbolismo en el Nuevo Testamento que hemos señalado anteriormente.

El aceite de unción y el incienso (Ex 30:22-38)

La importancia de estas instrucciones. La unción de Aarón y de sus hijos se había prescrito ya, como también la construcción del tabernáculo y de sus muebles, y todo había de ser "santificado" por un acto simbólico. Era preciso, pues, que Moisés tuviera a mano el aceite de la unción y que recibiera minuciosas instrucciones en cuanto a su composición. Había de ser preparado con sumo cuidado, reiterándose que nadie había de imitar su composición puesto que era cosa santísima. Si recordamos que la intención espiritual de toda santificación depende del Espíritu Santo comprenderemos la insistencia sobre este punto de este pasaje.
La composición de la unción (Ex 30:23-24). La base era aceite fino, que "por arte del perfumador" —un arte muy apreciado en el Oriente— había de recibir la esencia de varias especias y sustancias vegetales, sin que sea posible dar a todas una equivalencia exacta en castellano. Arabia era una región famosa por sus hierbas aromáticas, y su cultivo y comercialización adquirían proporciones importantes en los tiempos de los grandes imperios de Egipto y de Mesopotamia.
El uso del aceite de unción (Ex 30:26-27). En cuanto a personas, sólo podía emplearse para la unción de Aarón y de sus hijos. Pero antes de ungir a los sacerdotes fue necesario santificar el tabernáculo mismo, con sus muebles y utensilios, con el fin de que los sacerdotes consagrados sirviesen en medio de "cosas santas", o sea, apartadas para Dios. Todo esto se realizó después de erigirse el tabernáculo, según el resumen que se nos da en el capítulo 40.
El incienso (Ex 30:34-38). El uso principal del incienso se ha contado al hablar del altar de oro. También el sumo sacerdote había de quemar incienso al entrar en el lugar santísimo en el día de la expiación (Lv 16:12-13). Como en el caso del aceite de unción, la composición había de ser única y lo mejor que pudiera producir el perfumador. Varias de las sustancias mencionadas se derivan de la sabia de varios árboles y de gomas aromáticas, y bien que todo ello no se producía en la península de Sinaí, no hay nada que impidiera a los israelitas que consiguieran las especias de los comerciantes que pasaban por las rutas de aquella región. Tan grave sería el pecado de imitar la composición que la persona que lo intentara había de ser "cortada de entre su pueblo", que, por supuesto, equivale a una sentencia de muerte. Igualmente grave era el pecado de procurar cualquier otro incienso para el culto de Jehová, como lo prueba el castigo de Nadab y de Abiú, quienes murieron delante del Señor por intentar usar falsificaciones a su propio gusto (Lv 10:1-3).
Bajo el nuevo pacto estas sustancias materiales no tienen importancia en sí, pero estos reglamentos contienen "lecciones gráficas" de gran importancia, prohibiendo la idea de salir de los límites de la Palabra de Dios o de intentar agradarle con algo que no sea el evangelio en su pureza, con la fragancia de Cristo como la esencia de nuestro culto. Somos llamados a aprender en la escuela de Cristo, y no a inventar religiones ni a modificar lo que Dios, en su gracia, nos ha revelado.

El llamamiento de Bezaleel y de Aholiab (Ex 31:1-11)

Los directores de la obra (Ex 31:1-6). Moisés ya ha recibido información exacta sobre la construcción del tabernáculo y sus muebles, con notas sobre varios elementos necesarios para el culto. Se ha discurrido sobre el sumo sacerdote y los sacerdotes en general, y Moisés había recibido instrucciones sobre las vestimentas que habían de simbolizar su función mediadora. Ya sólo faltaba señalar las personas que habían de encargarse de poner el plan por obra. En un sentido se trataba de una obra material, y desde tal punto de vista Moisés había podido buscar personas conocidas por sus dones artísticos y entrenadas en la artesanía. Sin embargo, lo material había de servir para exhibir importantísimas lecciones espirituales, de modo que esta obra de Dios no podía dejarse al azar. Dios aparta a sus siervos no sólo para lo que son obviamente ministerios espirituales sino también para labores artísticas, técnicas y administrativas que también requieren la ayuda del Espíritu Santo. Estos directores —que recibirían la ayuda de muchos "sabios de corazón"— eran Bezaleel, de la tribu de Judá, y Aholiab, de la tribu de Dan.
Los siervos de Dios llamados por nombre (Ex 31:2-6). No hay muchos casos en la Biblia de siervos de Dios que "se llaman por nombre", y la frase sirve para subrayar la elección soberana de Dios, tratándose de algo que había de servir para la manifestación de su presencia, para el aumento de la revelación divina y para "profetizar" por medio de símbolos el cumplimiento del gran plan de redención. Con todo, es seguro que todo siervo de Dios es "llamado por nombre", aunque no conste la frase en el texto bíblico. En el Nuevo Testamento nos llama la atención el énfasis sobre la soberanía del Espíritu Santo al repartir éste los dones que se detallan en pasajes como 1 Corintios 12, Efesios 4, etc. Nadie puede ser un verdadero siervo de Dios si le falta la "santa unción" del Espíritu Santo, apartándole para la misión que ha recibido según el plan total de Dios.
La preparación de los siervos (Ex 31:2-6). Podemos estar seguros de que Bezaleel y Aholiab eran artistas y maestros artesanos bien conocidos en Israel, ya que el Dios Creador que forma la personalidad del hombre es el mismo que dirige su servicio, dotándole del poder del Espíritu Santo. No debiéramos divorciar el don "natural" del "don espiritual", pues ambos dependen de Dios, y lo normal es que el cristiano consagrado dedique su don natural a su Maestro de tal forma, que, animado especialmente por el Espíritu Santo, llegue a ser el medio para realizar la tarea que le ha sido encomendada. Juntamente con el llamamiento (específico de Bezaleel y de Aholiab se subraya la obra de Dios al llenarles del Espíritu de Dios en sabiduría, en inteligencia, en ciencia (conocimientos) y en todo arte (versículo 3). Los términos sabiduría, inteligencia y conocimientos abarcan tanto la comprensión profunda de la tarea que habían de cumplir como la preparación técnica necesaria, siendo todo avivado por el Espíritu Santo, quien solía "revestir" a los siervos de Dios de la antigua dispensación de tal forma que podían cumplir su misión en el poder de Dios (Jue 6:34).
Los ayudadores (Ex 31:6). Los directores de una obra necesitan la ayuda de quienes se interesan en la tarea poniéndose a la disposición de los encargados de ella. Esto es también obra de Dios, ya que dice a Moisés: "he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón para que hagan todo lo que te he mandado". De nuevo se trataba de hombres y mujeres dotados de la habilidad necesaria, pero es Dios quien derrama sobre ellos la sabiduría espiritual que actúa en la esfera del ánimo y del corazón. Por una referencia de (Ex 38:23), parece ser que Aholiab era experto en telas, tejidos, bordados, etc., y que había de dirigir la obra de las mujeres en esta esfera de la obra del tabernáculo. Los dirigentes no pueden hacer nada sin "los dirigidos", y éstos colaboran mucho mejor si lo hacen de corazón que no cuando se trata de trabajos forzados.

La lista de las obras por realizar (Ex 31:7-11)

Esta lista remata las instrucciones sobre la construcción del tabernáculo, enumerándose los muebles y provisiones mencionados en el texto que acabamos de estudiar. El orden es igual que el que hemos visto, con la excepción de que el altar del incienso se coloca en su lugar como mueble que pertenece al lugar santo, juntamente con la mesa y el candelero.

Se vuelve a recalcar la importancia del sábado (Ex 31:12-17)

"Es señal entre mí y vosotros" (Ex 31:13). Las repeticiones de ciertos temas en las Escrituras no son ociosas sino que obedecen a la necesidad de subrayar algo muy importante que de otra forma se olvidaría. En notas anteriores hemos escrito con alguna extensión sobre el sábado y los distintos matices de su promulgación y significado. Este pasaje no es mera repetición sino que añade dos rasgos que no fueron mencionados en (Ex 20:8-11) y en (Ex 23:12), es decir, que el sábado constituía la señal del pacto y que la sentencia de muerte había de ser aplicada al israelita que execrara el pacto por trabajar en día de sábado, fuera de los asuntos legítimos.
La circuncisión era señal del pacto abrahámico y seguía siéndolo (Gn 17:10-14), pero la observancia del sábado era un distintivo aún más evidente frente a las gentes que el rito de la circuncisión, ya que otras naciones circuncidaban a sus hijos varones, pero ninguna adoptaba el descanso del día séptimo. Ya hemos meditado en lo que significaba para el israelita piadoso, y sólo hemos de notar su carácter dual aquí, ya que Dios habla de "mis sábados" y también añade: "Guardaréis el día de reposo porque santo es a vosotros". De nuevo nos valemos del simbolismo del "anillo de la alianza" que recordaba a todos su relación especial con Jehová, por lo cual la profanación de una señal tan sagrada será un verdadero sacrilegio. La sentencia de muerte parecerá muy dura al hombre occidental de nuestros tiempos, pero si nos hemos empapado del sentido de lo que Dios venía haciendo con su pueblo y del simbolismo de la señal veremos que el rebelde se ponía a destrozar deliberadamente una obra divina de enorme trascendencia, siendo imposible que siguiera como miembro del pueblo escogido. En tiempos de flaqueza, en el futuro, no sería posible mantener estas normas enhiestas siempre, pero estamos en período constitutivo, que subrayaba los grandes principios de la vida nacional de Israel, y gracias a ellos llegó a ser posible el retorno a la norma en días de sumisión y de obediencia.

La entrega de las tablas de la ley (Ex 31:18)

La forma de las tablas. Moisés había subido al monte para recibir las tablas que llevaban inscritas, como en documento permanente las Diez Palabras del Decálogo. Antes de la entrega había de recibir el plano del tabernáculo, que, como hemos visto, encerraba lo esencial de todo el sistema levítico, de modo que había provisión para renovar el pacto aun antes de la entrega de sus requisitos fundamentales. Se practicaba mucho en Egipto el arte de grabar jeroglíficos en piedra, pero los grabadores solían trabajar sobre el interior de tumbas y sobre piedras naturales. Era excepcional que se labraran "tablas" especialmente para recibir una escritura documental. Dios mismo llevó a cabo esta obra con el fin de poner de relieve el origen divino de su santa ley. "Escritas con el dedo de Dios" es una frase antropomórfica para indicar lo que acabamos de expresar. No se nos dice dónde se habían de colocar estas tablas que se llaman "del testimonio". Podría ser que el arca del testimonio estuviese ya concebida como mueble depositario de las tablas desde el principio, siendo éstas la manifestación de la justicia de Dios que revelaba su gloria por encima de su trono. O podría ser que las tablas hubieran de servir como "testimonio de justicia" que había de erigirse en medio del campamento (Dt 27:1-8), recuerdo perpetuo de las demandas de la justicia de Dios. En este caso la colocación de las tablas debajo del propiciatorio habrá sido rasgo especial de la renovación del pacto, después del terrible pecado del becerro de oro.

El orden del relato

Recordemos que el relato, las leyes y la descripción del tabernáculo siguen un orden espiritual, aun cuando parezca extraño a nuestras ideas de redacción. El largo intervalo de los cuarenta días en el monte dio lugar a la manifestación del espíritu de rebeldía en el pueblo, pero antes de estallar éste ya se había hecho la provisión adecuada por medio del sistema levítico que había de expresar simbólicamente la obra eterna de la gracia de Dios en Cristo. De este modo la renovación del pacto fue posible, pese a la gravedad del pecado. Llegaremos ahora al gran fallo del pueblo, que tan recientemente había declarado que sería obediente a cuanto Jehová había mandado, pero después de este trágico paréntesis será posible ver la realización de los proyectos para el tabernáculo y los sacrificios. No hace falta ninguna "teoría documental", porque todo se coloca dentro de las amplias perspectivas del plan de la redención en esta parte de las Escrituras que "profetiza" la consumación futura por medio de símbolos.

Temas para meditar

1. Discurra sobre los principios generales de la interpretación de los símbolos del tabernáculo a la luz de (He 8-10) con (He 13:9-16).
2. Describa el tabernáculo y sus muebles, ilustrando la distribución de todo ello por medio de un gráfico sencillo.
3. A su criterio y a la luz de (He 8-10), ¿cuáles eran los muebles más importantes del tabernáculo?
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