Estudio bíblico de Ezequiel 10-11

Ezequiel 10 y 11

Llegamos hoy, amigo oyente, al capítulo 10 de este libro de Ezequiel que estamos estudiando, y nos encontramos en esta sección que comienza en el capítulo 8 y que prosigue hasta el capítulo 24. En este capítulo 10 continúa la visión de la partida de la gloria del Señor.

Ya hemos visto en los capítulos 8 y 9 que este profeta Ezequiel fue arrebatado y llevado, creemos de forma sobrenatural, a la ciudad de Jerusalén. Observar la situación y así poder regresar e informar a la mayor parte del pueblo de Israel (que ya estaba en el cautiverio). Los falsos profetas les estaban diciendo que todo estaba bien en Jerusalén, y que ellos podrían regresar pronto a su ciudad. El debía decirles la verdad y por qué Dios iba a destruir la ciudad. Entonces, Ezequiel iba a pedir que el juicio de Dios cayera sobe ellos. Ya hemos visto en nuestro programa anterior, en el capítulo 8, que había suficiente prueba del pecado en la vida del pueblo en Jerusalén, porque Dios lo había puesto en evidencia para Ezequiel.

Nosotros también necesitamos ver claramente el hecho de que Dios juzga y castiga, y esta es una de las evidencias que tenemos del Dios viviente. Uno no puede salirse con la suya en la cuestión del pecado. El hecho de que uno no puede salirse y tiene que soportar las consecuencias del pecado, es una de las pruebas de que Dios existe. La visión de "ruedas dentro de ruedas" que Ezequiel contempló, nos habla de la energía de Dios a medida que él se mueve y actúa en los asuntos de los hombres.

La gloria del Señor se encontraba por encima de los querubines, entre los querubines y el lugar santísimo del templo. La nación de Israel tuvo lo que ninguna otra nación tuvo y lo que, de hecho, la iglesia no tiene hoy; y nos referimos a la presencia visible de Dios. Pablo, en su epístola a los Romanos, capítulo 9, enumeró 8 diferentes puntos de identificación que eran únicos y peculiares de la nación de Israel. Y uno de ellos era "la gloria". Este pueblo tenía "la gloria Shekinah", que era la presencia visible de Dios, aquella la gloria que Ezequiel vio, en el primer capítulo.

Ahora, como vimos en nuestro estudio anterior, la gloria comenzó su partida en el capítulo 8 y en el relato de este capítulo, continuaría esa partida. Salió del templo y se mantuvo sobre él. En los dos primeros versículos de este capítulo 10, de Ezequiel, leemos:

"Miré, y vi que sobre la bóveda que estaba sobre la cabeza de los querubines había como una piedra de zafiro, que tenía el aspecto de un trono que apareció sobre ellos. Habló al hombre vestido de lino, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad. Y entró a vista mía."

Aquí vemos que el hombre vestido de lino iba a esparcir estos carbones encendidos que estaban en el altar. La sangre del sacrificio, era tomada del altar y colocada en el propiciatorio o tapa del arca del pacto. Los carbones encendidos hablaban de juicio. El pueblo había rechazado la gracia, la misericordia y la redención de Dios; entonces, en ese caso debían soportar el juicio, el castigo.

Amigo oyente, esto es tan sencillo como esta realidad. Dios envió a su hijo porque Él le ama a usted. Como El es santo, tuvo que pagar la pena, el castigo por su pecado y el mío; tuvo que morir en la cruz. Él es la propiciación, Él es el propiciatorio por nuestros pecados, como aquella tapa del arca del pacto, y no solo por nuestros pecados sino por los pecados de todo el mundo. Hay un propiciatorio, al cual usted puede venir, pero si lo rechaza, entonces, el castigo de Dios caerá sobre usted. Cristo llevó su castigo, y esa es la única forma en que Dios le perdona. No es porque usted no sea una persona, muy buena y bien educada. Usted es un pecador perdido y en rebelión contra Él. Lo mejor que los cristianos podemos decir hoy, es que somos pecadores salvados; no somos en absoluto personas superiores a nadie.

Ahora, el juicio iba a caer sobre Jerusalén, ciudad que puede ser considerada el centro de la tierra. También será el centro del reino milenario, y del reino eterno de esta tierra. Es el lugar más sensible del mundo en lo referente a tierras y edificios. Y alguien ha dicho lo siguiente: "Palestina llegó a ser el centro nervioso de la tierra en los días de Abraham. Más tarde el país llegó a ser el centro de la verdad, debido a Moisés y los profetas. Finalmente, se convirtió en el centro de salvación por la manifestación de Cristo. Su rechazo hizo que llegara a ser el centro más tormentoso, y así ha continuado siéndolo por muchos siglos. Las Sagradas Escrituras predijeron que se convertirá en el centro de paz bajo el reino mesiánico; y será el centro de gloria en un nuevo universo, que aun no hemos experimentado". Hasta aquí la cita. A través de esta visión de Ezequiel estamos viendo el alejamiento de la gloria, de la presencia visible de Dios, de esa ciudad. Pero Dios tiene un propósito eterno en esta ciudad. Y en el versículo 4, del capítulo 10, de Ezequiel, se nos dice:

"Entonces la gloria del Señor se elevó de encima del querubín hacia el umbral de la puerta; la casa se llenó de la nube y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor."

La gloria Shekinah había estado confinada en el Lugar Santísimo, el lugar que indicaba el acercamiento de este pueblo a Dios. Sin embargo, en ese momento la gloria, que estaba encima de los querubines dejó el Lugar Santo, y se mantuvo sobre el templo, como esperando a que la gente regresara a Dios. Y leemos en los versículos 5 hasta el 8, lo siguiente,

"Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios omnipotente cuando habla. Aconteció, pues, que al mandar al hombre vestido de lino, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró y se detuvo entre las ruedas. Un querubín extendió su mano de en medio de los querubines al fuego que estaba entre ellos, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió. Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas."

Nuevamente esta "mano" denotaba la actividad de Dios al realizar ciertas cosas. En el Salmo 19, versículo 1, leemos: los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Este universo es obra de la mano de Dios. Pero la obra de Dios en Su redención del hombre fue mayor que la de la creación. Isaías dijo en el capítulo 53, versículo 1 de su profecía: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor? Aquí se nos habla de Su brazo. La única manera en que podemos entender la obra de Dios es usando términos con los cuales estamos familiarizados. Usamos nuestros dedos para hacer ciertas cosas, nuestras manos para realizar otras tareas, y nuestros brazos para llevar a cabo trabajos más pesados. Bueno, la obra más grande que Dios ha hecho es la de realizar la obra maravillosa de amor de la redención, que se llevó a cabo en la cruz de Cristo. Allí Él manifestó Su brazo, como expresó Isaías. Cuando Dios creó al universo, simplemente utilizó Su mano. O, como alguien dijo: "Dios creó el universo y ni siquiera se esforzó mucho". Y aquí en este capítulo de Ezequiel tenemos la mano de Dios actuando en juicio y castigo. Leamos ahora el versículo 9,

"Miré, y vi cuatro ruedas junto a los querubines, junto a cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como de crisólito."

Seguramente usted habrá observado una rueda cuando está girando. Parece una luz relampagueante, como la de una piedra preciosa. Estas ruedas estaban girando en una actividad continua, incesante, y nos hablan del hecho de que Dios está muy ocupado. El Señor Jesucristo dijo en Juan 5:17 Mi Padre hasta ahora trabajo, y yo trabajo. Y el Señor ha estado muy ocupado a favor nuestro desde que ascendió nuevamente al cielo, Ahora los versículos 10 y 11, de este capítulo 10 de Ezequiel, dicen:

"En cuanto a su apariencia, las cuatro eran de una misma estructura, como si estuviera una en medio de otra. Cuando andaban, hacia los cuatro frentes andaban; no se volvían cuando andaban, sino que al lugar adonde se volvía la primera, en pos de ella iban; no se volvían cuando andaban."

Dios nunca tiene que regresar para recoger algo que se había olvidado. No necesita desviarse de un lado a otro o tomar algún desvío. Él avanza directamente hacia el cumplimiento o realización de Su propósito en el mundo. Ahora, en los versículos 12 al 14 de este capítulo 10 de Ezequiel, leemos:

"Todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas, todo estaba lleno de ojos alrededor de sus cuatro ruedas. A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: ¡Rueda!. Cada uno tenía cuatro caras: la primera era un rostro de querubín, y la segunda, de hombre; la tercera era una cara de león, y la cuarta una cara de águila"

Nos damos cuenta que aquí se estaba hablando en sentido figurado y no queremos insistir en este punto, pero creemos que tenemos expuesto ante nosotros el mensaje de los cuatro Evangelistas. En el rostro del águila está representada la deidad de Cristo, y ese sería el mensaje del Evangelio de Juan. En el rostro del león, se ilustra le realeza de Cristo, el león de la tribu de Judá, y ese sería el mensaje del Evangelio de Mateo. En el rostro de un hombre, se representa la humanidad de Cristo, que es el mensaje del Evangelio de Lucas. Finalmente, en el rostro de querubín (a veces es un buey o un becerro, como vemos en la visión de Apocalipsis 4) vemos representado el servicio, el trabajo de un siervo, que es el mensaje del Evangelio de Marcos. El derramó Su sangre para que usted y yo pudiéramos tener vida eterna. Él hizo un propiciatorio para nosotros. En el templo eran los querubines los que miraban hacia esa sangre del sacrificio que se encontraba en el propiciatorio. Ahora, en el versículo 15, leemos:

"Se elevaron los querubines; este es el ser viviente que vi en el río Quebar."

Ezequiel se refirió aquí a la primera visión registrada en el capítulo 1. Leamos ahora el versículo 18 de este capítulo 10, que nos lleva a contemplar como

La gloria salió del templo

"Entonces la gloria del Señor se elevó de sobre el umbral de la casa, y se puso sobre los querubines."

La gloria del Señor se elevó desde del templo. Y dice el versículo 19:

"Y alzando los querubines sus alas, se elevaron de la tierra ante mis ojos. Cuando ellos salieron, también las ruedas se elevaron al lado de ellos, y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa del Señor; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos."

Aquí vemos que los querubines se elevaron y la gloria se desplazó situándose en la puerta oriental. Y continúan diciendo los versículos 20 al 22:

"Estos eran los mismos seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel junto al río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cada uno cuatro alas, y figuras de manos humanas debajo de sus alas. La semejanza de sus rostros era la de los rostros que vi junto al río Quebar, su misma apariencia y su ser; cada uno caminaba derecho hacia adelante."

Opinamos que esta es una que visión ilustra el hecho de que Dios se encarnaría o, como lo expresó Juan, Y el Verbo se hizo carne, es decir, que se convirtió en un hombre. Llegamos así al

Ezequiel 11 Profecía contra los dirigentes de Jerusalén

Aunque la mayoría del pueblo había sido conducida al cautiverio, Jerusalén aun no había sido destruida. Sedequías aun se encontraba en el trono. Los gobernantes no solo estaban en rebelión contra Dios; estaban también en rebelión contra Nabucodonosor, rey de Babilonia. Leamos el versículo 1 de este capítulo 11 de Ezequiel:

"El espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehová, la cual mira hacia el oriente; y he aquí, a la entrada de la puerta, veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jaazanías hijo de Azur, y a Pelatías hijo de Benaía, jefes del pueblo."

Aquí el profeta mencionó a individuos específicos que eran príncipes del pueblo. Continuemos leyendo los versículos 2 y 3:

"Me dijo: Hijo de hombre, estos son los hombres que maquinan perversidad y dan en esta ciudad mal consejo. Ellos dicen: No será tan pronto; edifiquemos casas; esta ciudad será la olla, y nosotros la carne."

En otras palabras, los príncipes estaban diciendo: "la ciudad es ahora nuestra. La mayoría de los habitantes se ha ido y nosotros vamos a permanecer aquí. Vamos a tener paz, abundancia y prosperidad:" El de ellos era realmente un materialismo de la peor clase. Y dicen los versículos 4 y 5 de Ezequiel 11:

"Por tanto, profetiza contra ellos, ¡profetiza, hijo de hombre!. Vino sobre mí el espíritu del Señor y me dijo: Di: Así ha dicho el Señor: Así habéis hablado, casa de Israel, y las cosas que suben a vuestro espíritu yo las he entendido."

Dios conoce también lo que nosotros estamos pensando. El conoce nuestros pensamientos aunque parezca que esté muy lejos. Y luego, en el versículo 6, continuamos leyendo:

"Habéis multiplicado vuestros muertos en esta ciudad; habéis llenado de muertos sus calles."

Aparentemente los dirigentes habían asesinado a aquellos que permanecieron fieles a Dios. Y el versículo 10 nos dice:

"A espada caeréis; en los límites de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy el Señor."

El propósito del juicio de Dios era que el pueblo le conociera. Ahora, en este capítulo 11, en el versículo 11, leemos:

"La ciudad no os será por olla ni vosotros seréis la carne en medio de ella; en los límites de Israel os juzgaré."

O sea que Dios cambió sus planes y les dijo que los iba a juzgar. Veamos ahora, lo que nos dicen los versículos 14 al 16:

"Vino a mí palabra del Señor, diciendo: 15«Hijo de hombre, tus hermanos, tus propios hermanos, los hombres de tu parentela y toda la casa de Israel, son aquellos a quienes dijeron los habitantes de Jerusalén: Alejaos del Señor; a nosotros es dada la tierra en posesión. Por tanto, di: Así ha dicho, el Señor Dios: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y los he esparcido por las tierras, con todo les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen."

Dios les dijo: "Habrá un remanente fiel que me buscará. Cuando lo hagan, voy a hacer un pequeño templo, un pequeño santuario, y ellos podrán acercarse a mí". Este sería el arreglo de Dios durante el tiempo en que el templo permaneciera destruido. Daniel y muchos otros estuvieron entre aquellos que buscaron al Señor durante este período. Y leemos en los versículos 17 al 20 de Ezequiel 11:

"Di, por tanto: Así ha dicho el Señor Dios: Yo os recogeré de los pueblos, os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos y os daré la tierra de Israel. Volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios."

Dios haría regresar al pueblo a la tierra. ¿Y quién regresaría? Aquellos que estaban buscando a Dios. Había menos de 60.000 en el grupo del remanente que regresó a Jerusalén al final de los 70 años de cautiverio. Ahora, pasando al versículo 21, leemos:

"Pero a aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, yo traigo su camino sobre sus propias cabezas, dice el Señor Dios."

Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y Dios mediante, continuaremos nuestro recorrido por este libro de Ezequiel en nuestro próximo programa. Le invitamos a acompañarnos en el estudio del capítulo 12, en el cual veremos nuevamente al profeta representando su profecía en parábolas.

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