Estudio bíblico: Mirando las cosas eternas - 2 Pedro 1:9-18

Serie:   2 Pedro   

Autor: Eric Bermejo
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Mirando las cosas eternas (2 Pedro 1:9-18)

En este punto debemos recordar algunas de las cosas que el apóstol Pedro ya nos ha dicho. Un detalle fundamental es que al convertirnos hemos sido hechos participantes de la naturaleza divina, y por lo tanto, disponemos de todo lo que necesitamos para vivir de acuerdo con el modelo que tenemos en Cristo; creciendo siempre y madurando hasta que su carácter se forme en nosotros.
Ahora bien, también consideramos que esa nueva vida que tenemos en Dios, no puede crecer ni se desarrolla sin una correcta comunión con nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, todo depende de que tengamos una intimidad creciente con Él. Y es la falta de esto lo que provoca que muchos creyentes sigan siendo niños inmaduros con vidas carnales, incluso después de años de convertidos (1 Co 3:1).
El creyente que no tenga claras estas cosas en su mente y corazón, siempre tendrá una visión muy limitada, incluso raquítica, de la verdadera vida cristiana, y quedará expuesto a graves peligros.
No podemos olvidar que hemos sido creados con una dimensión de eternidad, y que por lo tanto, necesitamos amplios horizontes delante de nosotros. Así que, si simplemente enfocamos nuestra vida espiritual con una actitud religiosa, nunca podremos ver y disfrutar esos hermosos horizontes que Dios ha colocado delante de nosotros, y fácilmente seremos tentados a buscarlos dentro del mundo, donde, por supuesto, nunca los encontraremos de verdad. ¡Cuánto necesitamos hacer nuestra la oración de Pablo que encontramos en Efesios!
(Ef 1:15-23) "Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."
Otro detalle importante que no debemos confundir, es que Pedro no nos está hablando en esta epístola acerca del desarrollo de nuestros dones espirituales, sino del desarrollo en nosotros de un carácter espiritual, celestial, auténticamente cristiano (como el de Cristo). Y en este sentido, hay que decir que nadie tiene más ventaja o posibilidades que los demás. Es importante recordar esto. Por ejemplo, una ancianita en la iglesia, que nunca tuvo mucha educación y no parece tener unos dones sobresalientes, puede, por medio de una vida de auténtica devoción al Señor, desarrollar un carácter mucho más apto para el Reino de Dios que un famoso predicador de masas. Siempre es importante tener en cuenta que la escala de valores por la que se rige el Señor es muy diferente de la nuestra. Recordemos el caso de la ofrenda de la viuda pobre y el comentario que el Señor hizo de ella (Lc 21:1-4).
Habiendo llegado aquí, ya sabemos de qué manera nos podrá ser otorgada una "amplia y generosa entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P 1:11). Y ahora que ya sabemos lo que significa todo esto, es conviene que dediquemos unos momentos a solas con el Señor para reflexionar sobre todo ello antes de seguir adelante.

Exhortación a prepararse para la vida eterna (2 P 1:12-15)

(2 P 1:12-15) "Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas."
En estos versículos Pedro expresa de forma elocuente la tremenda importancia y urgencia que tiene para él el tema que está tratando. Y al pensar en ello, nosotros también deberíamos buscar a Dios con ese mismo espíritu, tal como dice el autor de Hebreos: "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (He 12:28-29).
Siendo las cosas así, sería una auténtica insensatez que como predicadores estuviéramos predicando un evangelio "light" a fin de promocionar vidas cristianas "light". Por ejemplo, algunas veces se fomenta la idea de que a la juventud hay que darles cosas entretenidas para que no se vayan de las iglesias. Se dice que ellos no toleran que se les predique mucha Biblia porque esto les aburre. Y puesto que lo que les gusta y entretiene es la música y las coreografías, pues eso es lo que se les da en muchas iglesias. Y además hay que dejarles que ellos dirijan los tiempos de cánticos en la congregación, pero cuando llega el momento de la predicación, muchos de ellos no parecen tener el más mínimo interés en la Palabra.
Actitudes así indican una auténtica tragedia espiritual, tanto en los jóvenes como en los pastores que promocionan este tipo de cristianismo. Es imposible que un cristiano se prepare adecuadamente para ese otro mundo, el Reino eterno de nuestro Señor, si no lee y estudia la Palabra de Dios. Porque ¿en que otra parte se pueden aprender los grandes principios de ese glorioso Reino aparte de la Biblia?
A este tipo de situaciones que describíamos hace un momento es precisamente a lo que apunta el apóstol Pedro cuando dijo: "Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados" (2 P 1:9).
Pedro siente una enorme responsabilidad, porque desea ardientemente que las personas sepan qué camino deben seguir para tener "una amplia y generosa entrada" en el Reino de Dios. Y no sólo él; también todos los demás predicadores deberíamos tener el mismo ánimo para enseñar con seriedad estos principios bíblicos. Aunque, por supuesto, no sólo los predicadores son responsables, de hecho, cada creyente de manera individual tiene también el deber de escuchar cada día la voz de su Creador que les quiere hablar por medio de su Palabra.
Queda claro que les hacemos un flaco favor a nuestros jóvenes (y también a los mayores), si les damos la impresión de que la vida cristiana consiste en entretenimiento, fomentando entre ellos un cristianismo hueco, carente de sus verdaderos valores: la Cruz, la renuncia, el sacrificio, el esfuerzo y la disciplina. Y esto es especialmente trágico si desde la misma iglesia es donde se comienza a rebajar la seriedad y dignidad del evangelio de Dios.
¿Qué diríamos si en los institutos y universidades donde van a estudiar nuestros jóvenes se adoptase la misma filosofía, y se comenzase a bajar el listón de las exigencias académicas, de tal manera que en lugar de aprender, sólo se prepararan para ellos actividades que los entretuvieran? Los padres que envían allí sus hijos saben que si un día van a tener la posibilidad de conseguir un buen puesto de trabajo, tendrán que tomar en serio sus estudios, "hincando codos y quemándose las cejas" mientras están allí. ¡No hay otro camino! Tendrán que esforzarse en desarrollar sus actitudes científicas, artísticas, literarias, musicales... para formarse al más alto nivel posible. Deben ser consciente de que su futuro está en juego.
Todos los que somos padres entendemos esta cuestión. Pero ahora debemos hacernos una pregunta muy seria: ¿Van a ser los negocios del eterno Reino de Dios de menor importancia que nuestro futuro laboral en esta vida presente?
El razonamiento es simple: Si un joven malgasta su tiempo durante su época de estudiante, luego no podrá acceder a trabajos de responsabilidad. Y del mismo modo, quien no toma en serio la formación de un verdadero carácter cristiano en este tiempo presente, tampoco estará capacitado para presidir, administrar, dirigir, gobernar o colaborar en las importantes tareas del glorioso y eterno Reino de Dios que nos aguarda.
Los jóvenes pueden recordar aquel incidente cuando el Señor Jesús, con tal solo doce años, se quedó en el templo en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Su padres estaban preocupados por él, pero su respuesta fue: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?". Él tomó en serio "los negocios de su Padre" desde bien jovencito, atendiendo a la Palabra y estando con aquellos que la conocían. Y el capítulo termina diciéndonos que "Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lc 2:41-52). ¡Qué buen ejemplo para todos nosotros, pero especialmente también para los jóvenes!
Acabamos de ver que el Señor Jesús disfrutaba estando en la Casa y en los negocios de su Padre. Como ya sabemos, la Casa de Dios en este tiempo presente no está en el templo de Jerusalén, sino que como muy bien explicó el apóstol Pablo, es la iglesia local. Leamos lo que le escribió a Timoteo: "Te escribo, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente" (1 Ti 3:14-15).
A veces los creyentes no tienen mucho aprecio por sus iglesias locales, pero la verdad es que son la Casa de Dios donde nos podemos preparar para nuestra entrada futura en el cielo. Podríamos decir que cada iglesia local es como una Embajada de la Casa Real celestial en un terreno extranjero. Y los creyentes somos embajadores de ese gobierno celestial en este mundo. Estamos aquí para representar y cuidar los intereses del Cielo.
Ahora bien, cuando visitamos una Embajada, rápidamente nos damos cuenta de que intenta reflejar con dignidad y esmero el ambiente, los valores y el carácter del país al que representa. En muchos sentidos, el prestigio de ese país en el extranjero dependerá en gran medida de la imagen que proyecte su Embajada y sus funcionarios.
Y al mismo tiempo, esos funcionarios están siendo entrenados para áreas de servicio mayores. Si son fieles, leales y competentes en la Embajada de un país pequeño, serán promovidos a una Embajada más importante.
Y esto mismo ocurre con cada iglesia local en el plan divino. Son la Casa de Dios y existen para representar y comunicar los intereses del Cielo en este mundo hostil. Debemos hacerlo con dignidad, dando siempre una imagen de la seriedad y altura que reflejen el carácter del mismo cielo y sirvan para honrar a Dios.
Tomemos estas cosas muy en serio y preparémonos para ese día cuando entremos plenamente en el "Reino inconmovible" de nuestro Dios (He 12:28-29).
Recordemos que una verdad que subyace a lo largo de toda esta corta Epístola es que este mundo es temporal y un día desaparecerá sin que quede nada de él. Por lo tanto, cualquier creyente que haga la principal inversión de su vida en este mundo, se encontrará un día con que lo ha perdido todo.
Ahora bien, algunas veces los creyentes sostienen una lucha en este punto. Por un lado, este mundo llega a parecerles un lugar estable, mientras que por otra parte, sienten que el día del Señor cuando él hará todas las cosas nuevas, les resulta cada vez más distante y lejano. En esos casos, el mundo temporal que habitamos empieza a tener en nosotros un impacto que no debería tener, y nos sentimos impulsados a vivir para las cosas de este mundo en el tiempo presente, ignorando las realidades eternas de las que nos habla su Palabra.
Muchas de las cosas que Pedro dice en su Epístola tienen que ver con este problema. Por ejemplo, en los versículos anteriores enfatizó el carácter temporal de este mundo desde su propia experiencia personal. Veamos algunos de los términos y expresiones que utilizó: "Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado" (2 P 1:14).
La idea aquí es que Pedro sabía que la muerte le podía sobrevenir en cualquier momento y llevarle de repente a ese Reino eterno del cual nos está hablando. Ninguno de nosotros sabemos cuánto tiempo nos queda aquí, así que, debemos "despertar" (2 P 1:13) y vivir constantemente para ese otro mundo y no para éste.
Es interesante notar que la palabra traducida aquí por "cuerpo" es realmente "tabernáculo" o "tienda", lo que enfatiza claramente la fragilidad de la vida y su carácter temporal.
Y a continuación nos habla de la Segunda Venida del Señor (2 P 1:16-18). Nos dice que será de repente, como ladrón en la noche al que nadie espera (1 Ts 5:2) (Mt 24:42-44). Velemos pues, dice el Señor, porque nadie sabe la hora a la que él va a venir, sino que vendrá cuando no pensamos.
Y si esto es así en cuanto a la Segunda Venida del Señor en poder y gloria (que es de lo Pedro está hablando aquí), cuánto más inminente será el Rapto de la iglesia, que no depende del cumplimiento de ningún acontecimiento profético previo, y que por lo tanto podría ocurrir en cualquier momento.
Habiendo considerado la importancia de todo esto, Pedro se esfuerza para que antes de partir de este mundo pueda dejar constancia de estas verdades a sus hermanos, y de ese modo pueda animarles: "También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas" (2 P 1:15).
Por nuestra parte, debemos escuchar lo que él nos ha dejado escrito por el Espíritu Santo, a fin de que nos preparemos adecuadamente, sabiendo que nuestro progreso en la vida espiritual dependerá de la importancia que demos a estos hechos. No hacerlo sería tener "la vista muy corta" (2 P 1:9).

El cielo es real (2 P 1:16-18)

(2 P 1:16-18) "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo."
En cuanto a ese otro mundo sobrenatural y eterno, Pedro nos asegura en estos versículos que existe de verdad, y que ellos lo pudieron ver con sus propios ojos cuando estuvieron con el Señor en el Monte de la Transfiguración. En aquellos momentos Dios descorrió el velo que normalmente esconde ese mundo de nuestra vista, y pudieron verlo de verdad.
Pedro enfatiza la realidad de ese otro mundo celestial porque está convencido de que si vamos a progresar de verdad en la vida cristiana, tal como ha venido exhortándonos, es imprescindible que previamente estemos convencidos de la realidad de ese mundo eterno, es más, como dice el autor de Hebreos: que vivamos "mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo" (He 11:13). Y aún más, tendremos que tener una comunión real y constante con ese mundo, oír la voz de Dios que nos habla desde allí, respirar su aire, apreciar su gloria, y ver las cosas de este mundo desde la perspectiva de ese otro mundo eterno. ¿Cómo se puede hacer esto?
La respuesta la encontramos en el Señor Jesucristo y en la transfiguración, a la que ahora se hace referencia en este texto. Aquel incidente nos enseña que Él podía estar en ambos mundos a la vez. Él es el enlace entre nosotros y ese mundo sobrenatural. En la medida en que tenemos comunión íntima con él, al mismo tiempo estamos teniendo comunión con el Cielo y podemos empezar a disfrutar ya de sus increíbles realidades. Como diría el apóstol Pablo, estamos ya "sentados en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Ef 2:6). Ver también (Col 3:1) (He 12:22-24).
Claro está, el mundo moderno se ríe de todo esto. Para ellos la idea de un mundo Sobrenatural y Eterno allí afuera, es un absurdo y lo rechazan enérgicamente. Y por supuesto, creen que nosotros, que creemos en él, somos unos pobres ignorantes, con una visión medieval de las cosas.
Ellos llegan a estas conclusiones porque la ciencia moderna lo rechaza basándose en la filosofía naturalista o materialista, según la cual sólo existe este universo físico que podemos ver. Y partiendo de estas presuposiciones, descartan también cualquier origen divino del universo. Queda claro que Dios no tiene cabida en su concepción del mundo, ni tampoco cualquier cosa que no se pueda ver o medir con sus sofisticados aparatos.
Ahora bien, la verdad es que los científicos no tienen capacidad para comprobar la existencia de otro mundo diferente del nuestro, y por lo tanto, tampoco deberían opinar sobre ello, y mucho menos dogmatizar sobre el asunto tal como hacen constantemente.
Y esto es así porque la ciencia no tiene ningún método ni aparato capaz de detectar una realidad que no sea material. Por eso, cuando se pronuncian sobre temas espirituales, se están extralimitando, porque hablan de algo que está fuera del alcance de su campo de investigación.
Aunque curiosamente, muchos científicos que siguen esta corriente (que por supuesto no son todos), se jactan de que sus conclusiones se basan en evidencias científicas que se pueden verificar, mientras que tratan a los cristianos de tener una fe absurda carente de cualquier evidencia científica. Pero no debemos dejarnos confundir por su lenguaje altanero y prepotente, porque la verdad es que cuando este tipo de científicos hablan de esa manera, han dejado a un lado la ciencia para elevar sus teorías, basadas en prejuicios, al nivel de dogmas religiosos. Lo que hacen es edificar un gran edificio sobre arenas movedizas. Nunca se podrá sostener frente a una mirada racional y lógica.
Así pues, puesto que ese otro mundo está fuera del alcance de la investigación científica, será necesario que para poder conocer algo de él, previamente Dios tendrá que tomar la iniciativa de revelarse y darnos a conocer cómo es ese otro mundo celestial. Y esto es lo que ya ha hecho de varias maneras, pero de forma suprema en la persona de Jesús, el Hijo de Dios (He 1:1-3).
Pero cuando decimos esto, nuevamente surge la oposición, y en esta ocasión desde el campo de los modernos teólogos liberales. Para ellos, lo que ocurrió en el Monte de la Transfiguración, o el nacimiento virginal de Jesús, o la Resurrección de Cristo, solamente son mitos. No se atreven a decir que son mentiras, sino que los califican como mitos. Con esto quieren decir que aceptan que los apóstoles tuvieron experiencias auténticas con Jesús que impactaron sus vidas, pero como no sabían cómo expresarlas, inventaron este tipo de cosas que ellos llaman mitos. Por lo tanto, según su criterio, estos mitos son una especie de parábola que les ayudaban a expresar de una forma gráfica sus experiencias íntimas. Pero claro está, nosotros no debemos tomarlas literalmente, nos dicen, puesto que nada de todo lo que dijeron ocurrió realmente.
Por ejemplo, inventaron la historia del nacimiento virginal de Jesús para comunicar la idea de que él era muy especial para ellos. Lo mismo hicieron con su Resurrección para dar a entender que, aunque estaba realmente muerto, sus enseñanzas e influencia seguían vivas en sus corazones y mentes. Y compusieron el relato de la Transfiguración para dar a entender que Jesús era más grande que todos los profetas que le habían precedido.
Como vemos, la verdad de Dios encuentra feroces enemigos en todas partes. Hay un deliberado interés en multiplicar teorías a fin de encerrarnos en un laberinto imposible en el que terminemos confundidos sin poder ver la verdad de las cosas. Y que duda cabe que el diablo está también detrás de todo esto, orquestando cada cosa a fin de que las personas pierdan la confianza en la Biblia y en la persona del Señor Jesucristo. Si lo consigue, habrá apartado al mundo de la salvación y del disfrute del eterno Reino de Cristo.
Ahora bien, ¿tienen estos teólogos liberales capacidad o autoridad para decidir si lo que los apóstoles escribieron eran verdades históricas literales o simplemente se trataba de mitos? ¿Y cómo podemos saber si las impresiones de los apóstoles fueron reales?
El apóstol Pedro se anticipó a todas estas cuestiones al hablar de la Transfiguración. Notemos lo que él dice exactamente: "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad" (2 P 1:16).
Es evidente que Pedro conocía bien la diferencia entre un mito o fábula, y un hecho real, histórico y literal. Y lo que él esta afirmando con toda claridad aquí, es que lo que vieron y escribieron fueron hechos reales que pudieron contemplar con sus "propios ojos". La cuestión queda completamente zanjada, y ningún crítico moderno tiene autoridad para decir que realmente no vieron lo que vieron, o que estaban hablando de mitos cuando Pedro mismo dice que no lo estaba haciendo. Es más, el mismo Señor Jesucristo les había anunciado unos días antes que algunos de ellos "verían el Reino de Dios" (Mr 9:1).
Habiendo dejado esto claro, terminamos este estudio recordando qué es lo que los apóstoles oyeron exactamente mientras estuvieron en el Monte de la Transfiguración. Pedro nos lo explica: "Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia" (2 P 1:17).
Con esto nos quiere decir que en Cristo tenemos la vida que debemos imitar si deseamos llegar a ser cristianos maduros, preparados y competentes. Sólo así dejaremos de ser niños fluctuantes, superficiales e inestables.
Notemos también que cuando Mateo, Marcos y Lucas recogen en sus evangelios estos hechos, añaden la recomendación divina: "A él oíd" (Mt 17:5) (Mr 9:7) (Lc 9:35).
Efectivamente, si queremos saber la verdad de las cosas, tenemos que escuchar a Cristo. Sólo él puede librarnos de este caótico mundo en el que vivimos, lleno de opiniones, ideas, teorías y filosofías de todo tipo y color, que siempre están cambiando y chocando unas contra otras como las olas de un turbulento mar, y que tienen como fin confundirnos para que nunca lleguemos a escuchar la voz del Hijo de Dios que nos trae la verdad absoluta, infalible e inmutable. Sólo en él encontramos el sólido faro de luz inextinguible que puede guiarnos en el viaje de esta vida hacia ese otro mundo celestial y eterno.

Comentarios

España
  Guido Cabrera  (España)  (03/10/2021)
Precioso estudio, Dios siga usando sus vidas llenando más de su sabiduría. Dios los bendiga.
Estados Unidos
  Anabel Mejia  (Estados Unidos)  (06/03/2021)
Que maravilloso mensaje!!todos los maestros de Escuela Bíblica son excelentes les bendigo y agradezco en preservar la verdadera enseñanza de La Palabra de Dios .
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