Estudio bíblico: Que os améis unos a otros como yo os he amado - Juan 13:34-35

Serie:   El Evangelio de Juan   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
Resultado:
Votos: 6
Visitas: 12485

"Que os améis unos a otros como yo os he amado" (Juan 13:34-35)

Inmediatamente después del anuncio del Señor sobre su inminente partida, dio a sus discípulos un mandamiento que habría de servirles para fortalecer las relaciones entre ellos: "Que os améis unos a otros". En cierto sentido, la ausencia física del Señor habría de ser compensada por el amor mutuo entre sus discípulos. El Señor sabía que el mundo iba a ser un lugar hostil para los creyentes, y sería en el amor entre ellos donde podrían encontrar refugio; un espacio de afecto donde ser restaurados de las heridas del mundo. Lamentablemente, debemos admitir que en muchas ocasiones la iglesia de Cristo no ha sido ese oasis de paz en medio del mundo que el Señor deseaba. El mismo evangelista había visto iglesias amargamente divididas por las disputas, tal como se evidencia a lo largo de su primera epístola, en donde una y otra vez recuerda este mandamiento del Señor a fin de prevenir las divisiones entre hermanos.

"Un mandamiento nuevo os doy"

(Jn 13:34) "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros."
1. "Un mandamiento"
En primer lugar debemos fijarnos que el Señor no duda en dar "mandamientos", del mismo modo que lo hacía el Padre. Por lo tanto, debemos darnos cuenta de que él no nos estaba dando un consejo o una buena recomendación, sino un mandamiento divino que debemos cumplir.
Por otra parte, al presentar el amor al prójimo como un "nuevo mandamiento", de alguna manera lo estaba relacionando con la Ley de Moises anunciada en el pasado. De hecho, cuando practicamos seriamente las implicaciones de este mandamiento, estaremos cumpliendo toda la antigua Ley en lo relacionado con nuestro prójimo. ¿Será necesario que nos amonesten a que no matemos a nuestro prójimo, ni le robemos sus bienes, ni demos falso testimonio contra su carácter, si le amamos de verdad? ¿No seremos entonces librados de terribles pecados como la envidia, el odio, el egoísmo y cualquier otro tipo de maldad hacia nuestros semejantes?
2. ¿Qué había de nuevo en este mandamiento?
Ahora bien, ¿por qué dice que es "nuevo" si ya el Antiguo Testamento había expresado mandamientos similares? Por ejemplo podemos leer en:
(Lv 19:18) "No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová."
Una vez más la clave se encuentra en "los pequeños detalles". Comparemos los dos mandamientos: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19:18) y "que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 13:34). De esta comparación se desprende que la diferencia radica en el modelo para amar: "como a ti mismo", y "como yo os he amado". Pensemos por un momento en estos dos modelos y veremos las enormes diferencias. En la antigüedad el modelo y la motivación tenía que ver con nosotros mismos ("como a ti mismo"), porque, como diría el apóstol Pablo: "nadie aborreció jamás su propia carne, sino que la sustenta y la cuida" (Ef 5:29). Pero aunque este instinto natural está en todos nosotros, la verdad es que el pecado ha trastornado incluso el amor que nos tenemos a nosotros mismos. Por ejemplo, un drogadicto se inyecta heroína buscando que le proporcione cierta sensación de placer, pero al mismo tiempo está destruyendo su cuerpo. ¿Cómo podrá una persona así amar correctamente a los demás si los ama como a sí mismo? ¿No será un amor envenenado? O pensemos en aquellas personas que quieren vivir haciendo lo que les apetece en cada momento sin que nadie les diga nada por ello, haciendo en muchos casos cosas que les perjudican. Una persona así que ame a los demás como se ama a sí misma, estimará que cumple ese mandamiento si deja a los demás hacer lo que les apetezca. Cuando pensamos en casos como estos, u otros muchos similares, rápidamente nos damos cuenta de que ese mandamiento, tal como había sido expresado en el Antiguo Testamento, tenía un carácter provisional.

"Como yo os he amado"

Pero pensemos un poco más en el nuevo modelo que Cristo introdujo: "como yo os he amado". Inmediatamente nos damos cuenta de que el tipo de amor que Cristo sacó a la luz era completamente desconocido hasta este momento. Pensemos en algunos detalles.
1. Cristo se presenta como nuestro ejemplo
Lo primero que observamos es que él no nos manda hacer algo que él mismo no haya hecho primero. Él no era como los maestros de su época. Recordemos lo que dijo acerca de los escribas y los fariseos:
(Mt 23:2-3) "En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen."
2. El amor de Cristo no buscaba nada para él mismo
Hay algo en este mandamiento que nos llama mucho la atención. Tal vez nosotros habríamos completado el mandamiento de una manera diferente: "que como yo os he amado, que vosotros también me améis". En nuestro caso, cuando amamos a otra persona, normalmente esperamos ser correspondidos, y tristemente, esta es una de las falsas razones por las que a veces "amamos" al prójimo. Pero vemos que el amor del Señor era completamente desinteresado en cuanto a él mismo, y que lo único que buscaba era el beneficio de la humanidad. Con esto queda demostrado que el amor de Dios no es absorbente ni busca acaparar toda la atención del hombre.
Por el contrario, el amor por el prójimo tal como lo interpretaban los judíos, era muy egoísta. Siempre estaban pensando en lo que podían recibir a cambio de lo que hicieran por los demás. El Señor condenó su "amor" egoísta tal como vemos en (Lc 6:27-36) y como les exhorta en:
(Lc 14:12-14) "Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos."
Desgraciadamente abunda este tipo de "amor" que siempre espera algún tipo de contrapartida de la otra persona. ¡Cuántas veces escuchamos de personas que se van de las iglesias acusando a sus hermanos de que no tienen amor! En muchas ocasiones este tipo de quejas intentan esconder el amargo egoísmo de aquellos que no reciben de los demás todo lo que creen que merecen. Pero el verdadero amor nos lleva a amar a los demás aunque los demás no nos amen. Recordemos que Cristo nos amó y entregó su vida por un mundo que estaba enemistado con él.
Otro ejemplo de esto mismo lo encontramos en los esposos que prometen amarse y respetarse "hasta que la muerte los separe", pero cuando surgen las dificultades en el matrimonio, separan sus caminos y a partir de ahí mantienen una actitud de odio amargo hacia el cónyuge al que delante de Dios habían prometido amar para siempre. ¡Cuánta tristeza produce al corazón de Dios ver cómo el número de divorcios entre los creyentes está aumentando vertiginosamente! Antes era un problema que se manifestaba principalmente en el mundo, y ocasionalmente entre algunos creyentes, pero ahora ocurre por igual en todos los ámbitos. ¡Hasta los pastores se divorcian sin el menor rubor! ¿No habla todo esto del fracaso de la iglesia en cumplir el mandamiento del Señor de amarnos unos a otros como él nos amó? ¿No tiene esto que ver con el hecho de que nuestro amor no es incondicional como el del Señor, sino que por el contrario está condicionado por lo que recibo de la otra persona?
3. El amor de Cristo llega al sacrificio
Cristo amó al mundo de tal manera que entregó su vida en sacrificio por el (Jn 3:16). Por lo tanto, lo que aquí se nos está diciendo es que el amor que Cristo espera de nosotros no se limita a amar al prójimo "como a uno mismo", sino que es un amor que llegará a "sacrificarse a sí mismo" por su prójimo. Es decir, lo que el Señor nos manda aquí es que amemos a nuestro prójimo más que a nosotros mismos.
4. El amor de Cristo abarca a sus enemigos
Cuando el Señor citó el mandamiento del Antiguo Testamento tal como lo entendían los judíos de su tiempo dijo: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo" (Mt 5:43). Evidentemente ellos habían añadido una cláusula que no estaba en el original: "aborrecerás a tu enemigo". Con esto daban a entender que sólo estaban dispuestos a amar a aquellos que fueran sus amigos. Esto fue algo que el Señor condenó con contundencia:
(Lc 6:27-36) "Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso."
No hay ninguna duda de que el Señor amaba también a sus enemigos. En esa misma noche había expresado todo su amor hacia Judas, el traidor, quien en ese momento, mientras Jesús pronunciaba estas palabras, le estaba entregando a los judíos para matarlo. Y el mismo amor manifestó por todos nosotros cuando murió en la cruz. Tal como dice Pablo: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Ro 5:8). No fue cuando ya éramos sus amigos que Cristo murió por nosotros, sino cuando éramos sus enemigos (Ro 5:10).
5. El amor de Cristo no consistía en decir cosas bonitas
Con demasiada frecuencia nuestro amor se expresa únicamente con palabras y no con hechos, pero en Cristo tenemos un ejemplo perfecto de este nuevo tipo de amor que él espera de nosotros. Si repasamos lo que ya hemos visto en el capítulo 13 de Juan, podríamos decir que el amor consiste en servir a nuestros semejantes (lavando sus pies); que este amor se extiende a todos, incluso a los enemigos (como Judas el traidor), y que no se impone por la fuerza, sino que respeta plenamente la libertad, ganando por ser más fuerte que el odio.
Cristo nos ha dejado un vivo ejemplo de en qué consiste este amor y debemos imitarlo con cuidado. Podríamos decir que es un amor práctico que implica el sacrificio constante de los deseos del yo en una búsqueda incansable para que otros sean bendecidos y enriquecidos por nuestro comportamiento.
Hay muchas formas en las que este amor puede ser expresado. Podemos pensar en algunos ejemplos, como predicar el evangelio a una persona que no conoce a Cristo, visitar a un enfermo, llevar una palabra de aliento al que está desanimado, o una promesa bíblica al que se ha descarriado, orar por las personas, mostrar ternura, paciencia y perdón con los que nos ofenden... Estas son formas que fácilmente asociamos con el amor al prójimo, pero hay otras, que sin ser tan populares, son expresiones igualmente válidas y necesarias, como la labor de enseñar la Palabra, que puede incluir la exhortación, reprensión y hasta la disciplina (He 12:6). Creemos que es importante subrayar esto último porque muchas personas interpretan que los demás les aman cuando les dan la razón en todo y les permiten hacer lo que les apetece, pero no debemos olvidar que sólo amamos a nuestro prójimo cuando edificamos su vida en la dirección correcta. Debemos huir de la idea de que el amor consiste en sonreír a todo el mundo y decirles únicamente lo que quieren escuchar. Esto no tiene nada que ver con el auténtico amor, y en muchos casos no esconde más que un profundo egoísmo que sólo busca "quedar bien" con los demás para que tengan un bello concepto de nosotros mismos. Pero debemos mirar nuevamente a Cristo y recordar la forma como él amaba a las personas, y rápidamente nos daremos cuenta de que él constantemente llevó la contraria a muchas personas y las reprendió por su mal comportamiento y por sus falsas enseñanzas. Todo esto resulta muy impopular en nuestros días, pero es una manifestación necesaria del amor al prójimo.
6. El amor de Cristo llega hasta el fin
Otra de las características del amor de Cristo quedó revelada cuando dijo: "los amó hasta el fin" (Jn 13:1). Esto implica que los amó hasta el final de su vida, pero también que en su amor no había límites. Recordemos lo que él dijo: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Jn 15:13). Sin lugar a dudas, la expresión más alta del amor es el sacrificio de uno mismo, y él lo hizo.
Ahora nosotros somos exhortados a amar de esa misma forma. Volvamos a leer las palabras de Juan en su primera epístola:
(1 Jn 3:16) "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos."
Considerando estas cosas llegamos a la conclusión de que amar al prójimo puede resultar en una experiencia muy dolorosa y costosa. Al Señor le llevó a morir en una cruz, y a nosotros nos conducirá a tener que negarnos muchas cosas.
7. El amor de Cristo era inteligente
Nosotros identificamos normalmente el amor con los sentimientos y no con el intelecto, pero el amor de Cristo por sus discípulos implicaba un conocimiento perfecto de ellos, y es importante subrayar esto por varias razones. Después de haber convivido con ellos por más de tres años conocía bien todas sus rarezas y debilidades, y aun así los amaba. En nuestro caso, es frecuente, por ejemplo, que un joven idealice a una chica y llegue a enamorarse "perdidamente" de ella. En esos casos se dice que "el amor es ciego". Pero el verdadero amor debe ser inteligente y realista. Amar lo que uno se imagina no es verdadero amor. Es por esa razón que cuando esos jóvenes llegan a conocerse realmente, la desilusión y el desencanto les lleva a la ruptura. Ahora bien, lo bueno del amor de Cristo es que nos conoce perfectamente y aun así nos ama intensamente.
Y por otro lado, si el verdadero amor consiste en buscar el bien de la persona amada, esto implicará que para poder amarles de una forma consecuente tendremos que conocer sus necesidades reales, y esto sólo se consigue estando cerca de las personas e interesándonos por ellas.
8. El amor de Cristo implicaba perdón
Él murió en la cruz para conseguir nuestro perdón. Incluso en aquellas horas previas a su sacrificio, él trató con la traición y el abandono de sus discípulos, pero su amor le impulsaba siempre hacia el perdón. Todos somos pecadores y necesitamos ser perdonados por Dios y por nuestro prójimo una y otra vez, de otro modo, cualquier amor que no incluya el perdón está destinado a morir.

Los recursos para cumplir este mandamiento

Cuando examinamos el tipo de amor con el que Cristo nos amó, y pensamos en imitarlo con nuestro prójimo, fácilmente nos puede inundar una sensación de impotencia. No encontramos las fuerzas dentro de nosotros mismos para cumplir correctamente un mandamiento como este. Y entonces más que nunca debemos recordar la advertencia que poco después el Señor hizo a sus discípulos: "Separados de mí nada podéis hacer" (Jn 15:5). Por lo tanto, si el Señor nos dejó este "nuevo mandamiento" fue porque era posible cumplirlo, pero no por nuestras fuerzas, sino por su poder obrando en nosotros.
En cuanto a esto debemos decir que sólo se puede amar como Jesús si previamente "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Ro 5:5). Es el Espíritu Santo quien nos capacita para amar como Cristo. Y por otro lado, es imposible expresar ese tipo de amor si antes no lo hemos experimentado profundamente en nuestros corazones. Ese amor no está en nosotros; debemos recibirlo de Dios antes de poder entregárselo a otros. Cuando más dejemos que su amor inunde nuestros corazones, más podremos amar a los demás.

"En esto conocerán que sois mis discípulos"

(Jn 13:35) "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros."
Antes decíamos que la manifestación de un amor como el de Cristo sólo es posible por medio de la obra del Espíritu Santo en el corazón del alma redimida (Ga 5:22), por lo tanto, es algo distintivo del pueblo de Dios, y el Señor dijo que debería ser su seña de identidad, la principal característica de un discípulo de Cristo.
Esta cuestión es realmente importante porque son muchas las iglesias que pretenden ser la verdadera representante de Dios en la tierra. ¿Cuál es la auténtica? Pues en este versículo tenemos la clave para identificarla con claridad: aquella en la que exista un auténtico amor por el prójimo tal como el que vemos en Cristo.
Hoy en día la autenticidad de una iglesia se mide equivocadamente por otros parámetros. Veamos algunos ejemplos:
No tiene nada que ver con la cantidad de conocimientos teológicos o la capacidad intelectual de sus miembros, el orden de sus ceremonias, la estructura de su organización, las riquezas acumuladas que posean, el poder social, político, militar o económico que puedan ejercer, la antigüedad de sus ritos o tradiciones...
Tampoco tiene que ver con el crecimiento numérico, la elocuencia de palabra de sus líderes, una vestimenta especial, el uso de collares con cruces u otros objetos adornados con temática cristiana (pegatinas con logos cristianos en los automóviles o en las tazas de café)...
El que en una iglesia se hagan milagros, se expulsen demonios o haya dones espectaculares, tampoco la constituye necesariamente en auténtica: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:22-23).
Según Cristo ninguna de estas cosas identifica a una iglesia como su verdadera Iglesia. Por ejemplo, los conocimientos pueden ser adquiridos por personas que no conocen a Cristo, pero un amor como el suyo sólo puede surgir por la influencia divina. Los mismos fariseos del tiempo del Señor tenían muchos conocimientos teológicos, vestían de una forma piadosa mostrando diferentes distintivos de su religiosidad, pero despreciaban a todos aquellos que no eran como ellos y a los que Jesús sí amaba. Como el apóstol Pablo explicó, podemos llegar a hacer las cosas más espectaculares, pero si no tenemos amor, no sirve de nada (1 Co 13:1-3).
La verdadera marca de la Iglesia de Cristo, y de los creyentes, debe ser el amor al prójimo. Cuando una iglesia persigue con violencia y crueldad a los que no creen lo mismo, o emprende guerras contra otros, la conclusión inevitable es que no son cristianos, y mucho menos pueden llamarse la verdadera iglesia de Cristo en la tierra.
El mundo se da cuenta de estas cosas y rechaza la autenticidad de estas pretensiones. Y tristemente la historia nos ha dejado demasiados testimonios de que estas barbaridades se han cometido durante siglos por una falsamente llamada cristiandad que nunca ha conocido a Cristo.
Todo esto contrasta con la verdadera iglesia de Cristo que vemos descrita en su Palabra. Por ejemplo, en los primeros tiempos, se nos describe a la primera iglesia en Jerusalén de esta manera:
(Hch 2:44-47) "Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."
(Hch 4:32) "Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común."
¡Cuánto tenemos que aprender de todo esto! Especialmente en días como hoy cuando las divisiones, las disputas, las murmuraciones, los enfrentamientos, el lenguaje brusco... son tan frecuentes en las iglesias.
Cuando el Señor insistió tanto en el amor entre los creyentes antes de partir de este mundo al Padre fue por dos razones fundamentales:
La primera era porque sólo por medio de un amor genuino y sin fingimiento (1 P 1:22) sería posible mantener unido a su pueblo hasta su regreso. El Señor sabía perfectamente las dificultades que su Iglesia iba a atravesar en medio de un mundo hostil, y por eso, si se mantenían unidos en amor, la Iglesia se convertiría en un oasis de paz donde las fuerzas del creyente serían restauradas para poder continuar con la misión encomendada en este mundo. Lamentablemente, con demasiada frecuencia, la iglesia no es un lugar de paz para el creyente, sino el sitio donde sus luchas se hacen más intensas, y eso porque falta el auténtico amor cristiano.
Y en segundo lugar, porque el amor entre los creyentes y a nuestro prójimo en general, sería la única forma efectiva de llevar a otras almas al evangelio. Hoy se hace mucho hincapié en buscar nuevos métodos para cumplir la misión encomendada por el Señor de llevar el evangelio a todas las partes del mundo, pero la realidad es que mientras que no solucionemos nuestros problemas internos, careceremos de credibilidad en cualquier cosa que prediquemos.
¡Qué hermoso sería que el mundo pudiera señalarnos como discípulos de Jesús porque el amor reina dentro de su Iglesia!

Comentarios

Colombia
  Flor Elena Fonseca Millán  (Colombia)  (27/01/2024)
Hace menos de una semana encontré su escuela. Ha sido de gran bendición para mí vida cristiana. Y hace tres días comencé con la lectura diaria de la biblia, gracias a su trabajo. Dios los continúe bendiciendo y a nosotros también a través de sus vidas.
Argentina
  Rosamoreno  (Argentina)  (13/08/2022)
Gracias por enseñarme que primero debe estar el amor de Jesús dentro, que no es nuestro, a veces nos esforzamos equivocadamente .
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO