Estudio bíblico: Hermenéutica - El fondo del libro -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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El fondo del libro

El libro

Dentro del concepto de una biblioteca divina que hemos formulado en cuanto a la totalidad de la Biblia, el libro es la unidad natural y divinamente ordenada. Corresponde a los expositores bíblicos señalar las secciones naturales interiores. Ya hemos visto que la división en capítulos es defectuosa, cortando a menudo los argumentos en lugar de destacarlos. Pero cada libro en sí es una unidad, constituyendo un volumen de la sagrada biblioteca, y hemos de estudiarlo como tal. La única excepción es la serie de libros históricos que se llaman 1 y 2 Samuel con 1 y 2 Reyes, que forman un conjunto, dividido desde tiempos muy antiguos por ser tan extenso.

El fondo del libro

Al señalar las dificultades de la interpretación de las Escrituras, notamos que porciones de esta literatura divina se escribieron durante el transcurso de 1.500 años, por una gran variedad de autores, siendo éstos muy diferentes en su cultura y procedencia social, y bajo la presión de una gran diversidad de motivos o necesidades. La unidad total se suple necesariamente por el plan divino detrás de esta diversidad, que, sin esta dirección divina, no pasaría de ser una colección de escritos dispares. No hemos de perder de vista ni por un momento que todos los volúmenes de la biblioteca divina adelantan en su medida la revelación y la historia del plan de la redención. Pero hemos de comprender también que cada uno lleva su signo y que fue redactado en determinadas circunstancias, por personas elegidas y preparadas por Dios, para cumplir una misión especial dentro del plan total. De ahí surge la gran importancia, desde el punto de vista exegético, de aprender todo lo que se pueda acerca del libro. Por el fondo queremos decir todo cuanto se relaciona con el autor: el momento en que vivió, el auditorio a quien se dirigió, con sus condiciones naturales y espirituales. También es preciso saber algo de la tierra donde moraba, y las circunstancias geográficas e históricas que directa o indirectamente se relacionan con la producción del libro. Hemos de considerar la clase (género) de literatura a la cual pertenece la obra; pero eso constituye un tema aparte, que se tratará más adelante. Quizá las preguntas más importantes que hemos de formular y contestar en el curso de nuestras investigaciones son éstas: "¿Por qué escribió el autor este libro? ¿Cuál es el propósito inmediato de esta producción literaria?".
Las investigaciones sobre el fondo del libro bíblico se llevan a cabo mediante la ayuda de 1) evidencia externa, y 2) evidencia interna. A veces hay abundancia de evidencia externa que nos ayuda a situar el libro, como la arqueología, por ejemplo, en el caso de Los Hechos de los Apóstoles. Refiriéndose a este mismo libro, y a los cuatro Evangelios, hallamos también un número considerable de menciones y citas en las obras que se han conservado de los llamados Padres apostólicos del siglo segundo, así como en las de otros autores cristianos de los primeros siglos de nuestra era. De gran interés son las notas sobre la época diseminadas por las obras de Flavio Josefo, el historiador judío. Gracias a los modernos descubrimientos arqueológicos se aumenta cada vez más la evidencia externa del fondo de todos los libros bíblicos. Otra luz muy importante es la que otros libros bíblicos pueden arrojar sobre el que estamos estudiando. Llega a ser imponente el conjunto de esta evidencia externa y es en sí una amplia esfera de estudio.
La evidencia interna es la que podemos sacar de cada libro por notar, en su contexto, todo cuanto se relaciona con el autor, los lectores y las circunstancias del momento. Para la Epístola a los Hebreos no existe más que la evidencia interna. Pero es notable lo que podemos saber del fondo de esta gran carta por analizar los conceptos que ella misma encierra.

Manuales bíblicos

Los estudiantes de hoy son afortunados por disponer de muchos libros de referencia que suplen, en forma conveniente, los datos más esenciales en cuanto al fondo de los libros bíblicos.

La geografía bíblica

Dios escogió cierto escenario para explayar las maravillas del plan de la redención. El centro de este escenario es la tierra de Israel, pero abarca también los países comprendidos desde Persia hasta Italia, o sea, la parte oriental de lo que ahora llamamos Europa (que es un concepto moderno) y el Medio Oriente. El estudiante debiera hacerse amigo de buenos mapas que representan estas tierras bíblicas.
1) Israel. Es una tierra muy limitada en extensión, pero ha adquirido por la elección divina una importancia que la hace ser el eje del mundo. Es preciso notar su posición entre el Mar Mediterráneo y los desiertos de Arabia, pues de ella depende su carácter de pasillo por donde habían de pasar los emigrantes, los comerciantes y los ejércitos de los conquistadores (o de los derrotados) que querían transitar entre los grandes imperios que ocupaban Mesopotamia, por una parte, y el valle del Nilo por otra. Los accidentes orográficos permanecían y permanecen iguales, influyendo silenciosamente en el desarrollo de la historia, pero el mapa político iba cambiando constantemente, de modo que ha de estudiarse según la época de que se trata: la patriarcal, la de la conquista bajo Josué, la de los Jueces, la de la monarquía bajo David y Salomón, la de la división de los reinos israelitas, la de los tiempos herodianos, etc.
2) Los grandes imperios. Los imperios que más influyeron en la vida de Israel, y por consiguiente en la composición de los libros bíblicos, son: Asiria y Babilonia (que ejercían alternativamente la hegemonía de Mesopotamia, o sea, las tierras regadas por los grandes ríos Eufrates y Tigris), Persia, Grecia y Roma. Para la debida interpretación de sus muchos libros es preciso que el lector de la Biblia adquiera conocimientos de los fluctuantes límites de estos imperios, con sus principales ciudades.
3) Son importantes los países que lindaban con Israel, sujetos a veces al pueblo de Dios, y enemigos otras, empleados a menudo como varas en la mano de Dios para el castigo de su pueblo infiel. Todos estos países tocaban la historia de Israel en algún momento, y con variable intensidad: Siria al Norte (que no ha de confundirse con Asiria), Moab, Amón, Edom, Filistea y Fenicia (ahora el Líbano). Es importante poder localizarlos en un mapa, y recordar el nombre de sus ciudades más destacadas.
4) Deben conocerse las tierras que mediaban entre Jerusalén y Roma en los tiempos de San Pablo, y que constituían el escenario de la evangelización de los gentiles bajo la guía de este gran apóstol. En ellas se hallan las bases de Jerusalén, de Antioquía en Siria, de Tesalónica, de Corinto y de Efeso, desde las cuales el Evangelio se extendió por toda aquella parte oriental del Imperio de Roma, y que forma el fondo geográfico de los Hechos y de las Epístolas.

La historia de los tiempos bíblicos

Si es importante el escenario, aún más lo son los grandes hechos históricos que van jalonando el desarrollo del plan de la redención. Lo más importante se halla en la Biblia misma, y el centro es siempre el pueblo escogido. Pero debiéramos adquirir conocimientos sobre lo más destacado de la historia de los países e imperios en cuanto rozan con la de Israel. Pensamos especialmente en la de Asiria desde el reinado de Tiglat Pileser III en adelante; la del renovado imperio de Babilonia (que fue medio en las manos de Dios para castigar al pueblo rebelde, destruyendo tanto el trono como el templo); la de Persia, que interesa por el contenido de Daniel, Esdras, Nehemías y Ester; la de Grecia, a la que se alude proféticamente en Daniel, y cuya breve hegemonía preparó no sólo el idioma del Nuevo Testamento, sino también muchas de las características de la civilización que vemos en operación en los tiempos del Señor y de los apóstoles. Roma ocupa un lugar preeminente, por sus relaciones con los principios de la Iglesia, como también por su lugar en la palabra profética.
El estudiante no debe desanimarse ante la tarea, pues no sugerimos que aprenda todo lo señalado en un periodo de meses, sino que, si de verdad le interesa entender exactamente la Palabra divina, vaya adquiriendo estos conocimientos poco a poco. Es notable lo que se puede hacer con esfuerzos ordenados acompañados de entusiasmo, durante un periodo de años. La tarea es ardua, pero a la vez muy grata, ya que por ella nuestra comprensión de la Palabra va siempre en aumento, lo que en sí es un rico galardón.

La fecha

Cada libro se sitúa en un distrito geográfico concreto y en un periodo determinado de tiempo. La pregunta "¿Cuándo se escribió este libro?" es de gran importancia, ya que las condiciones espirituales del pueblo variaban constantemente, y de ellas surgían los mensajes. Los profetas Jeremías y Ezequiel eran contemporáneos, profetizando ambos en los años anteriores a la destrucción de Jerusalén (amén de algunas profecías posteriores), lo que determina la naturaleza de sus oráculos. Las marcadas diferencias obedecen a diferencias en el escenario y en el auditorio, puesto que Jeremías ministraba dentro de la ciudad rebelde de Jerusalén, mientras que Ezequiel quería educar a los cautivos que se hallaban ya en Mesopotamia, frente a la tragedia que se precipitaba hacia su fatal desenlace en la patria. La misión profética de Isaías es muy parecida en su esencia a la de los dos profetas mencionados, pero surgen importantes diferencias y matices en vista de que profetizaba en Jerusalén durante el siglo octavo, mientras que los "profetas del fin" proclamaban su mensaje de juicio al principio del siglo sexto antes de Cristo. Bastante se ha dicho para que el estudiante se interese en la fecha de los libros, que, aun tratándose de un periodo mucho más limitado, tiene igual importancia en el Nuevo Testamento que en el Antiguo.

La ocasión del libro

Desde el punto de vista de la exégesis de un libro, la consideración de mayor importancia es la siguiente: ¿Por qué se escribió? Aun en estos días de la multiplicación desmedida de publicaciones (alguna razón tendrá el autor al dar una obra al público), pero en la antigüedad costaba mucho más plasmar los pensamientos en un escrito. Además, los libros de esta biblioteca divina fueron seleccionados por el Espíritu de Dios, lo que da un realce especial tanto a la ocasión inmediata como al mensaje permanente.
En cuanto al hermoso Evangelio según San Juan, se nos explica el porqué del escrito en el libro mismo: "Estas (señales) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn 20:31). A lo que podríamos añadir otros versículos clave como (Jn 1:14,18) (Jn 3:16-17), etcétera. Los cuatro Evangelios se escribieron para dar a conocer la "gloria de Dios en la faz de Jesucristo", bien que se distinguen por presentaciones diferentes y complementarias, según el propósito inmediato del autor.
Las epístolas ofrecen buenos ejemplos de escritos que se motivaron por circunstancias claramente determinadas, y que han de tomarse en cuenta cuidadosamente si hemos de llegar a una exégesis adecuada. La Epístola a los Gálatas, por ejemplo, se redactó con el fin de salvar a ciertas iglesias de la provincia de Galacia del peligro de dejarse arrastrar por las doctrinas de los judaizantes, o sea, los judíos que había aceptado a Jesús como su Mesías nacional, pero creían que los convertidos gentiles debían entrar en el redil del judaísmo mediante el rito de la circuncisión, para luego someterse a las demandas de la Ley de Moisés. La urgencia de la ocasión impone una gran homogeneidad sobre el escrito, hasta el punto de que no hay un solo texto que no tenga referencia al propósito. Si desconociéramos la ocasión perderíamos mucho del sentido de la presentación magistral y fuerte de la doctrina apostólica en esta epístola.
La primera Epístola a los Corintios también fue motivada por unas noticias y cartas que Pablo había recibido de la iglesia. Pero en este caso la situación era compleja, y es más difícil en ciertos pasajes discernir el porqué de la contestación o aclaración apostólica. Pero con todo, muchos puntos se iluminan si se consideran sobre el fondo de las circunstancias que podemos vislumbrar. En la sección sobre géneros literarios tendremos ocasión de mencionar el propósito detrás de los Libros de Crónicas, que sirve de clave para comprender el principio de selección que admite o excluye ciertos incidentes históricos.

Consejos prácticos

Suponemos que el estudiante de las Escrituras que se interesa en considerar las normas exegéticas de esta pequeña guía se habrá preocupado también por adquirir compendios y manuales que le provean de las ayudas precisas para orientarse sobre el fondo de los libros bíblicos. Recomendamos que antes de estudiar un libro el estudiante lo lea varias veces, seguida y cuidadosamente, en varias traducciones. Al mismo tiempo puede ir recopilando datos sobre el fondo, utilizando las ayudas que tenga a mano. Después debe poder distinguir el análisis del libro, o sea, el desarrollo del pensamiento, destacando las secciones y subsecciones naturales. Conociendo ya el fondo y el contexto, estará preparado para examinar el texto minuciosamente, según las indicaciones anteriores, y por fin, y siempre que busque humildemente la iluminación del Espíritu Santo, se habrá posesionado de estos tesoros que su Padre celestial ha provisto para el aumento de su riqueza espiritual.

Ejercicios

1. ¿Qué figura escoge el Apóstol para hacernos comprender las verdades de (Ef 6:10-17)? ¿Tiene alguna relación con lo que veían a menudo los receptores de la carta?
2. Enumere las cosas que necesitaríamos conocer para comprender bien todo lo que hay en el libro de Los Hechos. Razone su contestación.
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