Estudio bíblico: Hermenéutica - El lenguaje de las Escrituras -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
Resultado:
Votos: 4
Visitas: 4115

Hermenéutica: El lenguaje de las Escrituras

La variedad de las formas lingüísticas

La expresión del pensamiento por medio de palabras es una facultad especial que Dios ha concedido al hombre. Constituye una de las mayores glorias de la raza hecha a imagen y semejanza de Dios. En el curso de la historia, el hombre ha desarrollado esta capacidad innata de distintas maneras, creando una gran variedad de formas literarias y adaptando la misma facultad de expresión a los asuntos científicos y técnicos. La expresión varía, no sólo según el idioma, sino también dentro del mismo idioma, según la presión del medio ambiente, el impulso de factores psicológicos y el grado de cultura. Por nuestra propia experiencia sabemos que los campesinos, que no tienen costumbre de leer mucho, pero que están en contacto con la vida del campo, se expresan de una forma, mientras que los habitantes de las ciudades de poca cultura tienen su modo distinto de hacerse entender. Personas de más cultura sienten la influencia de las ideas sacadas de los libros, que expresan por un vocabulario más amplio. Pasando al uso especializado del lenguaje, los poetas plasman distintos aspectos de la vida —con referencia especial a la hermosura en general y a las emociones y estado de ánimo del individuo— en formas armoniosas y rítmicas. Los filósofos han desarrollado sus propios medios de expresión, y los científicos de las múltiples especialidades de la ciencia los suyos, en los que los números y los signos juegan un papel importante. No sólo eso, sino que los hombres, desde sus principios, han adornado y enriquecido la expresión hablada y escrita por medio de figuras, que sirven de ilustración del concepto, siendo algunas de ellas hasta tal punto una parte integrante del habla común que las empleamos sin darnos cuenta.
En un capítulo anterior insistimos en la necesidad de examinar bien el texto bíblico que tenemos delante, que abarca desde luego estas cuestiones lingüísticas, puesto que, para una recta exégesis, es necesario determinar el género literario del libro que estamos estudiando, el ambiente cultural de la época en que se escribió, fijándose a la vez en los elementos figurados o simbólicos. Si roza el contenido del pasaje con cuestiones científicas o históricas, tendremos que considerar la relación que pueda existir entre la ciencia y la historia de los estudios seculares. Hemos de dedicar espacio en capítulos sucesivos a algunas de estas cuestiones, pero adelantamos aquí unos factores básicos que es necesario tomar en cuenta siempre.

Unos factores básicos

1) La Biblia presenta la revelación que Dios da de sí mismo, como también el desarrollo del plan de la redención. He aquí un hecho fundamental que hemos tenido ocasión de destacar varias veces, en vista de su importancia fundamental para la interpretación de las Escrituras. Reiteramos que todo lo que la Biblia dice, y la forma en que lo expresa, se adapta a esta finalidad. Si tenemos en cuenta este principio, no buscaremos en las Sagradas Escrituras lo que no pretenden darnos.
2) Cada porción de las Escrituras se dirigió a determinados sectores de ciertas generaciones de la raza, y por ende tenía que expresarse en el idioma cultural de la época. Existe un acervo común de conocimientos, experiencias, ideas y conceptos, que es el patrimonio de todo hombre civilizado. Pero además se va formando cierto "clima" que es peculiar a cada etapa de las sucesivas civilizaciones. De modo que conceptos y expresiones que son muy apreciados por los hombres de una generación pasan de moda y se hacen hasta ridículos en la sucesiva. Si meditamos por un momento este hecho tan evidente, comprenderemos que fue imposible que las distintas porciones de las Escrituras se redactasen en lenguaje moderno, pues lo que es moderno hoy será anticuado mañana, y lo moderno nuestro habría sido, en gran parte, incomprensible anteriormente. Por necesidad, pues, los autores sagrados hablan el lenguaje de su época. Esto no obsta para que la personalidad y la preparación del autor humano se impriman sobre la obra escrita, siempre dentro de su época y bajo la dirección última y final del Espíritu Santo.
3) Aplicando el principio anterior a las porciones que rozan con cuestiones científicas, podemos notar lo siguiente:
a) Según el apartado 1 la Biblia no tiene por qué dedicar largas secciones a describir hechos y procesos de la naturaleza que los hombres pueden investigar por su cuenta, sin necesidad de una revelación. Cuando se notan estos hechos y procesos de paso, podemos esperar que lo que realmente dicen las Escrituras, en el idioma común de la época del escrito, no ha de contradecir los hechos probados de la ciencia, ya que ésta no es más que la descripción sistemática de algunas de las obras de Dios. Las contradicciones surgen del intento de concordar lo que algunos creen que las Escrituras declaran (según criterios limitados y distanciados de la sana exégesis) y las teorías sin probar de la ciencia. La naturaleza se describía siempre tal como parecía al ojo del observador, quien no tenía por qué expresarse en una jerga científica que no se había inventado aún.
b) Se redactan las descripciones bíblicas en lenguaje llamado fenomenal, o sea, según el aspecto de lo que se presenta a los cinco sentidos, y sin necesidad de investigar más a fondo la naturaleza esencial del objeto o proceso que se describe. Nosotros hacemos igual cuando decimos que "el Sol se levantó a las seis", o que "se puso a las siete y media". Si nos acordamos de las lecciones de la escuela, sabemos que el Sol, con referencia a la Tierra, no se mueve, mientras que el globo terráqueo gira sobre su eje. De modo que es el observador el que se mueve, juntamente con la superficie de la Tierra, cambiando su posición frente al Sol. Pero basta que aparentemente el Sol salga por encima del horizonte oriental, y baje detrás del occidental, para que digamos con verdad, en cuanto al fenómeno observado: "El Sol se levanta", o "El Sol se pone". Normalmente es un error buscar anticipaciones de la ciencia moderna en el lenguaje bíblico. Sin duda, conforme a una doctrina real de inspiración, es posible que el autor se haya expresado con más exactitud de lo que él mismo comprendía. Pero por lo general todo se explica por la inteligente observación del fenómeno, ya que el propósito del mensaje siempre sería espiritual, y no científico.
c) Con todo, el proceso de inspiración siempre guardaba a los autores de caer en los errores de su época. Cada época tenía su propio concepto de la construcción del universo y de los procesos naturales, y la literatura antigua abunda en descripciones de sistemas cosmológicos, o sea, teorías sobre el funcionamiento de la Tierra, la Luna, los planetas y los astros. El ptolomeico, que era sensato en su tiempo, concebía un sistema en el que la Tierra era el centro, girando a su alrededor, en esferas invisibles, el Sol, los planetas y los astros. Otros sistemas eran ridículos, y se asociaban estrechamente con el abundante politeísmo de las naciones paganas. Pero fuese el sistema sensato o absurdo, las Escrituras no se comprometían con ninguno —ni siquiera con el sistema copérnico que rige hoy—, pues la verdad de Dios quedaba firme por encima de todas las fluctuaciones de las teorías humanas, y los inspirados siervos de Dios eran llamados para anunciar esta verdad en las circunstancias de su día.
4) La Biblia había de entenderse por los hombres de todos los tiempos. Precisamente por esta sencillez, que huye de lo técnico del día y se expresa en el lenguaje común de un observador fiel de entonces, la Biblia, en su mensaje esencial, puede entenderse por los hombres de todos los lugares y tiempos. Esto no quiere decir que el fondo no presente dificultades, sino que, por ser tan humano el lenguaje, y tan universal y divino el mensaje, se presta a la traducción en todos los idiomas, y lleva la convicción del pecado y el conocimiento de la salvación —amén de todas las riquezas de la revelación— a todos los hombres de buena voluntad de todas las razas y épocas. De ahí que la Biblia es por muchísimo el libro más extendido y leído de la literatura universal, dedicándose las Sociedades Bíblicas a editar millones de ejemplares y porciones de ellas todos los años.
5) La Biblia presenta la historia según la finalidad dominante del Libro. Los libros históricos de la Biblia se escribieron con un propósito moral y espiritual, además de señalar el desarrollo de los planes de Dios para su reino. Por eso unos pocos renglones bastan a los autores para tratar de un mero potentado del mundo, mientras que consagran largas secciones a personas desconocidas por la historia secular —o por lo menos de una importancia muy relativa en ella—, ya que el criterio de selección se determina por los grandes principios morales y la relación de cada acontecimiento con el plan de la redención. Para la historia secular Abraham es la cabeza legendaria de una raza que llegó a desempeñar un papel bastante importante en los acontecimientos del mundo, especialmente por medio de lo que se llama su genio religioso. En cambio, en la Biblia, Abraham es el instrumento escogido por Dios para iniciar una nueva e importantísima etapa de la historia de la redención, y su llamamiento es un momento eje que solamente es rebasado en importancia por la venida al mundo del Mesías, con el cual, por añadidura, tiene estrecha relación. Por eso hallamos todo un "Libro de Abraham" encajado en el Génesis, y su nombre se halla diseminado por toda la Biblia, mientras que poquísimos de los monarcas contemporáneos del patriarca se mencionan, y eso sólo en la medida en que rozan con la vida de Abraham. Guiados por este claro ejemplo nos será fácil discernir el criterio de selección en muchas otras porciones históricas y biográficas.
6) En la Biblia Dios se describe a menudo en términos antropomórficos. "Dios es Espíritu", declaró el Maestro a la mujer samaritana (Jn 4:24). Este hecho trascendental dificulta enormemente la expresión de las grandes verdades acerca de su persona, ya que los hombres, aun teniendo su parte espiritual, están aún en el cuerpo y reciben sus impresiones y conocimientos a través de los cinco sentidos. Cuando se trata de la persona de Dios y de la esfera espiritual y eterna, por desconocer nosotros la forma de la realidad eterna, ésta tiene que expresarse por figuras y símbolos. Entre ellos, y refiriéndonos a la persona de Dios, hallamos los llamados "términos antropomórficos", o sea, que los autores describen a Dios y su obra como si tuviera un cuerpo humano (anthropos = hombre, y morphe = forma, en el griego). Así hallamos muchas referencias al "brazo de Jehová", o a la "mano del Señor", o a los "ojos" de Jehová. Por ellas los sencillos o ignorantes suelen formarse una idea de Dios como si fuera un Ser grande, poseyendo un cuerpo como el de un hombre. Pero tal concepto (y conste que simpatizamos con quienes ignoran por sencillez o por falta de instrucción) rebaja el sublime concepto del Eterno, a quien nadie ha visto ni puede ver con estos ojos de la carne (Jn 1:18) (1 Ti 6:16). Desde luego, el "brazo" habla de sus poderosas intervenciones en los asuntos humanos, la "mano" de su ayuda a favor de los suyos y los "ojos" de su omnisciencia.
Las teofanías, o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento, a menudo bajo el título del Angel de Jehová (Gn 16:7-13) (Gn 18:1-33), no son revelaciones de la persona y ser de Dios en su esencia, sino manifestaciones parciales, limitadas a los efectos de la necesaria comunicación de Dios con sus siervos, y ordenadas según los abundantes recursos del Omnipotente.
Los términos "Hijo" y "Primogénito", aplicados a la segunda Persona de la Santísima Trinidad, han de entenderse de una forma parecida. No se ha de pensar en lo que es un hijo en la experiencia del hombre mortal, y luego cometer la torpeza de decir en efecto: "Si un hijo humano es engendrado por un padre anterior a sí mismo, también la existencia del Hijo tuvo un principio y el Padre es anterior a él. La verdad es que Dios se digna utilizar tales términos con el fin de darnos algún concepto de lo que en sí es inefable e incomunicable. Para los hebreos un hijo es uno que participa en la naturaleza de otro con personalidad distinta. Así el término pudo aplicarse al Hijo eterno, cuya comunidad de existencia con el Padre, y cuya eternidad se revelan por pasajes como (Jn 1:1-3). De igual modo hemos de evitar la idea superficial de creer que "Primogénito" o "Unigénito" son términos que indican que el Hijo fue engendrado en los siglos, pues se limitan a señalar tan sólo que es único en su relación con el Padre, y preeminente frente a toda cosa creada (Col 1:15-19) (Ro 8:29).

Ejemplos adicionales

La creación (Gn 1). El sublime relato de la creación fue dado sin duda a Moisés en visión, y sirvió para presentar todas las ideas sobre el principio de lo material que harían falta para la debida comprensión del plan de la redención. El lenguaje tenía que comunicar estos conceptos a todos los hombres en todos los tiempos, y de todos los grados de cultura. Dios escogió el único instrumento capaz para tan magna y difícil tarea: un canto compuesto de sencillas estrofas que iban trazando el desarrollo de la creación desde el caos hasta la creación especial del hombre. Detrás de esta sencillez se esconde la enorme diversidad de las obras de Dios que se van revelando por las investigaciones geológicas y zoológicas.
En la creación del hombre, lo que se destaca de (Gn 1:26-28) (Gn 2:7) es que el hombre es una creación especial, con su parte material y su parte espiritual, hecho a imagen y semejanza de Dios por sus especiales cualidades espirituales, morales, intelectuales y racionales que, juntamente con el libre albedrío, le hicieron un ser completamente distinto de la creación meramente animal, y señor de todo lo creado en el mundo, bajo la voluntad de Dios. Todo ello concuerda exactamente con nuestros conocimientos del hombre. La palabra traducida "costilla" en (Gn 2:22) es una voz misteriosa, y lo único cierto que se puede sacar de la descripción de la creación de la mujer es la unidad esencial de varón y hembra como hombre completo, correspondiendo la mujer a un principio vital y complementario de tal hombre completo.
La caída del hombre. Los más de los expositores sanos en la fe admiten elementos simbólicos en los capítulos 2 y 3 del Génesis, que corresponden al lenguaje simbólico que describe el Paraíso nuevo de (Ap 22:1-5). Carecemos de base para argumentar sobre la naturaleza exacta del "árbol del conocimiento del bien y del mal" y del "árbol de vida". En el primer caso, la clase de árbol no tiene importancia, pero sí el hecho de que constituía la prueba del libre albedrío del hombre. Antes de desobedecer podía saber todo el bien, ya que Dios le iría revelando verdades siempre más maravillosas. Habiendo comido y desobedecido, ya conocía el mal, que consiste esencialmente en lo que se opone a la voluntad de Dios. Por desgracia, este conocimiento se aumentaría progresivamente, mientras que el bien ya dependería de la gracia de Dios al ir revelándolo de nuevo a hombres ya ciegos por el pecado que escogieron.
Jehová se arrepintió. En (Gn 6:6) leemos: "Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra...", mientras que en (Nm 23:19) leemos: "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta".
Para la exégesis de tales versículos, aparentemente contradictorios, tenemos que tener en cuenta dos principios que hemos considerado ya: a) La doctrina fundamental sobre la naturaleza de Dios nos enseña su inmutabilidad (Stg 1:17), y nuestra interpretación ha de estar de acuerdo con este principio básico. b) Dios y sus obras (inefables e incomunicables en sí) han de expresarse en lenguaje que el hombre limitado pueda comprender, y según el punto de vista del observador, (Gn 6:6) no indica, pues, un fallo en la omnisciencia de Dios, ni que estuviera frustrado en sus intentos —que sería una herejía—, sino que el observador humano e inspirado vio lo que pareció ser un cambio de plan, ya que la raza, con excepción del hombre fiel y los suyos, había de ser destruida. Echa mano a una frase antropomórfica, y describe este aparente cambio de plan (que era realmente la transición de una dispensación a otra) por la voz "arrepentirse", pues tal habría sido tratándose de un hombre. Véanse puntos 1 a 4 de este capítulo.

Ejercicio

Explique por qué la Biblia no está escrita en el lenguaje científico del siglo veintiuno.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO