Estudio bíblico: Hermenéutica - El lenguaje figurado -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Hermenéutica - El lenguaje figurado

Adornando el idioma

Ya hemos notado la tendencia del hombre, al desarrollar su capacidad innata de expresión, de enriquecer el habla corriente y llana por medio de figuras, las llamadas "figuras retóricas", en las que aplicamos ciertas características del mundo físico para iluminar o dramatizar lo que queremos decir. Los autores bíblicos, por ser orientales, embellecen sus escritos con todas las figuras retóricas de uso general, y a veces se pasan de lo que parecería propio a la sobriedad occidental. Nos fijaremos en algunos ejemplos.

El símil

Esta figura consiste en una comparación claramente expresada entre las personas, objetos o procesos de que hablamos y otros que ilustran su naturaleza. La palabra de enlace entre la realidad y la ilustración suele ser "como", o "semejante a".
(Dn 12:3) "Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad."
(Mt 13:43) "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre."
Si el símil se prolonga, y se hace historia, llega a ser parábola (véase más abajo).

La metáfora

Esta figura es un símil implícito, ya que no se expresa claramente la comparación, sino que deja que ésta se sobreentienda.
(Sal 84:11) "Porque sol y escudo es Jehová Dios". El sentido desarrollado en símil sería: "Jehová Dios es como el sol y como un escudo para nosotros", pero las ilustraciones son tan bien conocidas y comprendidas que la figura se emplea metafóricamente sin necesidad de mayor precisión.
(Mt 5:13-14) "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?... Vosotros sois la luz del mundo", que en forma de símil sería: "Vosotros en la tierra sois como la sal que conserva la carne de corrupción, o como una luz que alumbra en lugar oscuro".

La hipérbole

La hipérbole consiste en la graciosa exageración, que tiene el efecto de llamar la atención del oyente o del lector a la verdad fundamental que se quiere expresar. Quizá nos parezca extraño hallar esta clase de figura en la Biblia, pero de hecho es precisamente el Maestro mismo quien más la emplea en el uso de su divina sabiduría como enseñador. El caso más notable es aquel por medio del cual reprocha la hipocresía de los piadosos criticones de su día.
(Mt 7:3) "¿Y Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?". Aquí tenemos una combinación muy llamativa de dos metáforas, la "paja" y la "viga", que indican faltas que otros ven en nosotros, conjuntamente con la graciosa exageración. Ampliando el cuadro, vemos a un buen señor criticón que anda con nada menos que una viga atravesando su propio ojo, convencido de que él es el llamado para quitar la paja que cree percibir en el ojo de su vecino.
Muchos expositores dedican bastante espacio para explicar que "el ojo de una aguja" en la comparación de (Mt 19:24) se refiere a un portillo al lado de las puertas grandes de las ciudades orientales por donde peatones podían pasar aun después de cerrarse de noche la entrada principal. Podría ser, pero de todas formas se trata de una hipérbole, y cuanto mayor la imposibilidad del caso natural, tanto más eficaz resulta la lección.
Hallamos también frases hiperbólicas, bien entendidas por los orientales, que resultan ser muy difíciles para la mentalidad práctica del lector occidental, pero que tienen por objeto enfocar la luz sobre la lección principal, dramatizándola hasta el punto máximo.
(Lc 14:26) "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo". Otras Escrituras enseñan precisamente que es necesario honrar a los padres, amar a la mujer como Cristo amó a la Iglesia, y cuidar y guiar a los hijos. Pero la aparente discrepancia desaparece si tenemos en cuenta que se trata de una figura retórica, siendo frase hiperbólica que, bien entendida, dramatiza la necesidad de que el discípulo dé al Señor una posición de absoluta preeminencia en su afecto y obediencia, hasta tal punto que los sagrados afectos naturales, ordenados por Dios mismo, lleguen a ser aborrecimiento en comparación con el amor supremo que exige la persona del Amado.
(Mal 1:2-3) (Ro 9:13) "Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí", "A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí". Hemos de pensar aquí también en la figura hiperbólica, que no indica un odio de parte de Dios hacia un ser antipático a sus ojos, sino sencillamente que en Jacob se hallaba el aprecio de la promesa dada a los padres, y que desembocaba en la venida de la Simiente, el Mesías; mientras que Esaú era el hombre carnal, preocupado únicamente por las cosas de abajo. La frase fuerte indica que el camino carnal es abominación delante de Dios, mientras que puede bendecir abundantemente a quien le busca, a pesar de los defectos de carácter que tantas veces se comentan en el caso de Jacob.

La paradoja

Esta figura entraña una contradicción aparente, que se resuelve en la esfera moral o espiritual de la vida cristiana. El hecho de que la verdad celestial de la Biblia resplandece en medio de un mundo donde el hombre ordena su vida natural por normas egoístas y materialistas, presta fuerza muy especial a la paradoja, que se emplea con frecuencia por el Señor mismo y por el apóstol Pablo.
(Mr 8:35) "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará."
(2 Co 4:18) "No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."

La fábula

En la fábula el autor hace accionar y hablar a los animales y plantas con el fin de apuntar alguna lección moral, o sabiduría práctica. Fue perfeccionada en la literatura secular por Esopo, el esclavo griego del siglo VI antes de Cristo, y el género se cultivó con mucho éxito por Samaniego en España en el siglo XVIII. Los orientales empleaban también la fábula, pero, como es natural, no halla mucho lugar en las Escrituras. Los dos ejemplos, con lecciones sobre la prudencia política, se hallan en (Jue 9:7-20) y (2 Cr 25:17-20).

La parábola y su interpretación

La parábola merece párrafo aparte por el realce que se le da en las enseñanzas del Maestro divino, bien que no podemos hacer más que indicar muy someramente su significado y los métodos de interpretación, por ser el tema muy amplio.
La palabra griega traducida por "parábola" indica que se coloca una cosa al lado de otra a los efectos de una comparación: lo que caracteriza toda figura retórica en su esencia. Pero, como definición, hemos de pensar en una narración, dentro de la esfera de lo posible, que ilustra principios que rigen en la esfera espiritual. Una mera ilustración generalizada no es parábola, pues falta el elemento claramente narrativo. En (Jn 10:6), en la Versión Reina-Valera, 1602, leemos: "Esta parábola les dijo Jesús"; en la Versión 1960 leemos: "Esta alegoría les dijo Jesús", con referencia a la ilustración del pastor, la puerta y las ovejas. Pero el vocablo es paroimia y no parabole. Aplicando nuestra definición, no ha de considerarse como una verdadera parábola, ya que se trata de una generalización. Por ejemplo, cualquier persona que no entrare por la puerta se señala como ladrón y no como el verdadero pastor, y no se hace historia de un caso concreto.
Al principio de su ministerio, el Señor no utilizaba ampliamente el método parabólico. Pero después de una larga presentación de su persona y doctrina frente a los galileos, adoptó dicho método con preferencia a otros, según las indicaciones del gran capítulo parabólico, (Mt 13). Servía la parábola para aleccionar a los fieles que tenían "oído para oír", a la vez que velaba la verdad frente a quienes no se sometían a su persona. En otras palabras, era una piedra de toque que distinguía entre el "oro" de la sumisión y la fe, y el "oropel" de las profesiones religiosas, llegando a ser, hasta este punto, un medio de juicio para los infieles, al par que resultaba en grandes bendiciones para los de limpio corazón.
Reiteramos que la historia ha de ser siempre posible. El Maestro sacaba las suyas de todas las esferas de la vida de su día, de modo que los oyentes siempre tenían algo significativo para incitarles a buscar la verdad velada. Así las mujeres oían hablar de sus asuntos: la levadura en las medidas de harina, la moneda que se perdió en la casa, etc. Los hombres trabajadores entenderían bien la forma externa de las descripciones de las tareas del campo o de la pesca. Había historias que parecían calcadas sobre acontecimientos contemporáneos, como aquella en que el noble iba a buscarse un reino y volver, que halla analogías en la vida de la familia de los Herodes. Querellas judiciales proveen el tema de algunas parábolas, y en otras se habla de administradores, sin dejar los temas más alegres de los banquetes, las bodas, etcétera. El Maestro creó todo un mundo parabólico, pero sin salir de lo que podría interesar a los hombres de su generación, y podría ser comprendido tanto por los sencillos como por los privilegiados.
La interpretación de la parábola no es tan fácil como parece, según vemos por las diferentes opiniones que hombres entendidos y piadosos han expresado sobre el significado de algunas parábolas. Estas dificultades suelen surgir del intento de sacar más de la narración de lo justificado en su contexto, y el estudiante debiera acordarse de las reglas siguientes:
a) Búsquese el tema principal de la parábola en primer término. Esta lección puede percibirse en general por las circunstancias que dieron lugar a la enseñanza parabólica, y a menudo se subraya por una frase introductoria, o por las explicaciones que el mismo Señor nos da a modo de epílogo.
b) Recuérdese que hay detalles en la parábola que forman un marco necesario que da realce a la lección. Algunos teólogos han hablado del "cuerpo" y del "alma" de la parábola, o sea que hay elementos externos y puramente narrativos que encierran la lección espiritual, pero que no son en sí significativos. Por ende, podría ser mera fantasía procurar hallar equivalencias espirituales para todos los detalles.
c) Las parábolas no sirven como fundamento para doctrinas, sino como inspiradas ilustraciones de doctrinas que se explican en términos claros en otros lugares.
Los precedentes principios de interpretación necesitan ilustrarse por medio de casos concretos, pero para eso nos falta espacio. Tenemos que contentarnos con la conocida y breve parábola de la "viuda importuna" (Lc 18:1-8). El contexto indica que el Señor está ilustrando el cuidado que tiene Dios de los suyos en días difíciles, pues los desamparados son escuchados, a pesar de las apariencias contrarias (Lc 18:7-8). Pero la viuda consigue su petición a fuerza de su perseverancia, que nunca se cansa de suplicar. Así la lección individual es la de la persistencia en oración en medio de un mundo enemigo. Pero si quisiéramos seguir interpretando todos los detalles lógicamente, llegaríamos a conclusiones bien extrañas. Evidentemente la viuda suplicante representa a los fieles que claman a Dios (Lc 18:7). Pero en la historia quien por fin la escucha y remedia su situación es un juez injusto. ¡De ninguna manera podemos decir que un tal personaje representa a Dios! Tenemos que contentarnos con la lección principal y ver en lo demás el marco que la sustenta por la descripción de una situación humana. Cabe desde luego deducir: "Si la súplica perseverante era eficaz ante un juez despreocupado, ¡cuánto más ante nuestro Padre celestial, quien es además perfecto en justicia!"
Algunos predicadores y expositores alcanzan fama de profundos por sacar mucho de las figuras bíblicas. Pero tenemos que distinguir entre una exégesis fiel y los llamativos resultados de la fantasía humana. Un prestidigitador recibe aplausos cuando saca toda una familia de conejitos de un sombrero de copa aparentemente vacío, pero sabemos bien que todo ha sido un juego de manos. Y si logra hacer aparecer los conejos al fin del truco, es sencillamente porque anteriormente los había colocado en el sombrero, sin que nos diéramos cuenta. De igual modo hay quienes primeramente meten sus pensamientos en el texto, para luego sacarlos con aire triunfal. Seamos sensatos y sobrios en nuestra labor de exégesis, dando preferencia a la interpretación natural, y sin creer que cada frase tiene que encerrar un símbolo esotérico.

Ejercicio

Interprete la parábola contenida en (Mt 20:1-16), de acuerdo con lo que ha aprendido en este capítulo.
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