Estudio bíblico: ¡Cuidado con la idolatría! - 2 Reyes 18:4

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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¡Cuidado con la idolatría!

(2 R 18:4) "El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán."
Ya hemos visto en qué momento y en qué entorno más desolador se crió Ezequías. Pero estas circunstancias deprimentes no fueron un impedimento para Dios diera un avivamiento que comenzó con el joven rey Ezequías. Dios le formó como instrumento de su gracia. Su pauta era el ejemplo de su antecesor, del "hombre según el corazón de Dios" e "hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre".
Mientras (2 Cr 29:3) nos explica que Ezequías en el primer año de su reinado abrió las puertas de la casa de Dios, y mandó sacar la inmundicia del santuario para que pudiera establecerse otra vez el culto, (2 R 18:4) nos dice que Ezequías, al principio de su reinado, exterminó tajantemente toda clase de idolatría en el pueblo de Dios.
No vemos claramente en qué orden trabajó Ezequías: si primero destruyó la idolatría y después posibilitó el culto en el templo, o vice versa. Aunque en la Biblia y en la historia de la iglesia hallamos algunas excepciones, no obstante, por lo general, un avivamiento comienza con volver a Dios, con arrepentimiento y limpieza.

El problema con los lugares altos

Dios había repetido al pueblo de Israel con empeño, clara e inequívocamente, cómo debían proceder frente a la idolatría de los pueblos paganos en la tierra de Canaán:
(Dt 12:1—3) "Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados... derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego."
Es interesante que aquí hallamos el mismo orden de "lugares altos", "estatuas" y "símbolos de Asera" tal como Ezequías los destruyó. Parece ser que aquí debemos aprender una importante y actual lección sobre la idolatría en el pueblo de Dios: comienza con los "lugares altos". Eso eran montes o collados, es decir, lugares "elevados", donde los paganos habían puesto sus altares para servir a sus dioses. Los "lugares altos" siempre han desempeñado un papel trascendental en el pueblo de Israel. Así leemos en (1 S 9:12—13) que el profeta Samuel ofrece un sacrifico sobre un "lugar alto". Posiblemente sobre el altar que normalmente se hallaba en el atrio del tabernáculo, que en ese momento, parece ser que no estaba montado.
En (2 Cr 1:3) leemos que al principio del reinado de Salomón el tabernáculo estaba en un "lugar alto" que había en Gabaón, donde Salomón ofreció mil holocaustos. A la noche siguiente le apareció Dios y le bendijo. No leemos que Dios censurara a Samuel o a Salomón por sus sacrificios, todo lo contrario. Pero después de que Salomón hubo edificado el templo y el arca del testimonio hubo encontrado su lugar, estos "lugares altos" perdieron su justificación temporal, y para el pueblo de Israel ya no había razón alguna para ofrecer sacrificios allí. Muy pronto (Ex 15:17) y también poco antes de entrar en la tierra prometida, Dios había hablado de un "lugar" que Él escogería "para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios..." (Dt 12:5—6).
Pocos versículos más tarde leemos el aviso encarecido: "Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; (Dt 12:13). El culto de los israelitas, por lo tanto, no debía estar determinado por las circunstancias exteriores o de la imaginación y creatividad, sino por los claros mandatos de Dios, y el no cumplirlos acarrearía daños.
Es lamentable que precisamente el rey Salomón, quien edificó el templo de Jerusalén, pocas décadas después edificara "un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén" (1 R 11:7). Y tristemente, muchos de los reyes posteriores en el pueblo de Israel siguieron su mal ejemplo.
No obstante hallamos en la historia de Judá también la situación que "el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para Jehová su Dios" (2 Cr 33:17), a pesar de que el culto ya era posible en el templo.
Resumiendo, vemos por lo tanto lo siguiente:
Antes de la construcción del templo en Jerusalén, aparentemente se ofrecían sacrificios en los "lugares altos" sobre el altar del holocausto con el permiso de Dios.
Al final del reinado de Salomón, el culto se hacía en el templo y al mismo tiempo se ofrecían sacrificios a los ídolos en los "lugares altos".
Después de la división de Israel hallamos, sobre todo en el reino del norte, un culto idólatra muy extendido en "los lugares altos", "en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas, para provocar a ira a Jehová. ... Y servían a los ídolos" (2 R 17:7—18).
También Acaz, el padre de Ezequías "cerró las puertas de la casa de Jehová" en Jerusalén e "hizo también lugares altos en todas las ciudades de Judá, para quemar incienso a los dioses ajenos, provocando así a ira a Jehová el Dios de sus padres" (2 Cr 28:24—25).
Bastante al final de la historia de Judá leemos que el pueblo de Dios sacrificaba tanto en el templo, como en los "lugares altos" al Dios de Israel.

¿Qué podemos aprender para nuestros días?

Hoy también hay dentro de la cristiandad algo como "cultos" durante ciertos eventos ecuménicos o "interreligiosos", donde se veneran y adoran toda clase de dioses paganos. Cualquier cristiano temeroso de Dios, que se tome en serio la Biblia, abominará tal idolatría pagana y no lo apoyará de ninguna de las maneras.
Los que de todo corazón queremos servir al Señor con nuestros cultos bienintencionados, también a veces nos parecemos a aquellos israelitas que servían a su Dios en los "lugares altos", y eso ocurre cuando no nos sujetamos a las instrucciones del Nuevo Testamento o las cambiamos según nuestro parecer. Así como en el Antiguo Testamento finalmente sólo había un lugar para la adoración de Dios y sólo un altar donde debían ser ofrecidos los sacrificios del pueblo, así también hay en el Nuevo Testamento sólo un modelo establecido y vinculante de cómo ha de ser la iglesia y el culto: "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef 2:18—22).
Especialmente las cartas de Pablo nos muestran cómo ve Dios la iglesia y cómo deben ser dirigidos sus cultos y sus tareas por la autoridad y la presencia de Cristo como cabeza de la iglesia.

Las "imágenes"

Ya sabemos que en el "segundo mandamiento" (Ex 20:4—5) queda terminantemente prohibido adorar cualquier "imagen tallada" o "semejanza". Las imágenes o estatuas que más tarde fueron puestas en los "lugares altos" en Israel, no eran necesariamente imágenes de ídolos, sino que al principio eran casi siempre utilizadas como símbolos, para ser una ayuda en la adoración de Dios. Debían ser imágenes visibles impresionantes, algo placentero para los sentidos. Quizás representaban simbólicamente algún atributo de Dios con la intención de impulsar la adoración de Dios.
Cuando Ezequías quebró las imágenes sin dejar ni una, seguro que provocó el sobresalto de muchos "patrocinadores", amantes de las bellas artes y personas en Israel que consideraban el arte como un valor esencial. La historia del cristianismo muestra un desarrollo parecido. En los primeros siglos de las persecuciones de los cristianos el culto se celebraba de forma sencilla, sin utilizar otros símbolos que los prescritos en el Nuevo Testamento. Pero ya en el Siglo IV, cuando bajo el gobierno de Constantino los cristianos ya no eran perseguidos, sino en parte incluso favorecidos, se construyeron los primeros edificios cristianos o catedrales, a los que se dio el nombre de "iglesia" o "casa de Dios". Con ello ocurrió una confusión de conceptos que tendría de graves consecuencias después.
Al cabo de poco tiempo ya no eran suficientes los impresionantes "templos cristianos", de modo que en lo sucesivo se buscó aumentar la solemnidad del ambiente y el atractivo de los lugares de culto adoptando elementos o símbolos del paganismo, pero dándoles un significado cristiano. Estos símbolos empezaron a llenar y decorar "las iglesias". Ropajes vistosos, agua bendita, incienso, altares, cuadros e imágenes talladas, días festivos y muchos otros objetos y ritos que impresionan a los sentidos, hicieron su entrada, degenerándose con el tiempo hasta convertirse en una idolatría abominable en la Edad Media.
Durante la Reforma se reconoció y condenó esta aberración del cristianismo. En algunos lugares fueron destruidas las imágenes, o profanados los objetos y símbolos "santos". Aunque estos actos a veces degeneraron en grave vandalismo injustificable, la intención de los reformadores, sin embargo, era totalmente legítima. Querían liberar y limpiar la iglesia de toda basura pagana.
C. H. Spurgeon lo describió de manera sustanciosa y algo drástica:
"En el fondo, nuestros reformadores obraron bien y de acuerdo al ejemplo bíblico, cuando vertieron su desprecio sobre los ídolos de Roma ... Había un profundo significado en la destrucción de las cruces y en la quema de las imágenes de los santos. El lino blanco de las ropas sacerdotales sirvió bien como ropa interior para los pobres y las piedras del altar eran excelentes para la pared protectora detrás de la estufa ... Los recipientes para el agua bendita fueron dados a los campesinos para que los usaran como gamellas para los cerdos. Aquellos tiempos eran tiempos muy prácticos. Las campanitas que se usaban para ensalzar la hostia se las colgaron a los caballos, y el cofre que contenía la imitación abominable de nuestro Dios hecho hombre, que es lo que los papistas más adoran, fue quebrado en pedazos."
Es lamentable que en nuestros días también podemos observar nuevamente la entrada, incluso en círculos evangélicos, de imágenes y símbolos, sonidos estimulantes, y olores, etc. Y dentro de la "iglesia emergente" también se oyen cada vez más voces que piden una "vida espiritual retro", un "culto para todos los sentidos". Así ya no es de asombrar que en los catálogos de algunas editoriales cristianas se ofrecen cada vez más utensilios que esperaríamos encontrar en un bazar medieval.
Aún no se negocian reliquias, pero parece ser que no estamos muy lejos de ello, cuando vemos que el "profeta" americano Chuck Pierce ofrecía puntualmente para la semana santa su aceite de unción "libertad" con la correspondiente vela. "El precio: ¡sólo 20 dólares! La intención es que haga recordar a los cristianos la pascua. Nosotros lo denominamos el óleo de la libertad. Unge los postes de tus puertas con él y proclama que cualquier estrategia del enemigo pasará de largo y que tú estarás libre para el futuro. Usa el óleo durante todo el año hasta que hayas entrado en tu nueva tierra ... Al utilizar este óleo simbolizamos nuestra petición: Señor límpiame y líbrame del pecado, para que amanezca en mí una nueva libertad del amor y de la pasión por ti."
Que Dios nos dé, como entonces a Ezequías, una santa radicalidad y aversión contra cualquier clase de paganismo en ropaje supuestamente espiritual.

Y los símbolos de Asera

Asera ("la feliz" o "que trae buena suerte") era la diosa pagana de la fertilidad, representada por columnas de madera sagradas, árboles e imágenes. Estos objetos sagrados a menudo se ponían junto a un altar (Jue 6:25), cosa que Dios prohibió expresamente en (Dt 16:21—22): "No te plantarás bosque de ningún árbol cerca del altar de Jehová tu Dios, que tú te habrás hecho. Ni te levantarás estatua; lo cual aborrece Jehová tu Dios".
Los símbolos de Asera no eran una imagen o un símbolo que representaba posiblemente un atributo de Dios, sino que era claramente un ídolo pagano lo que se adoraba allí. Algunos suponen que más tarde este culto estaba vinculado con la prostitución en el templo. El orden: "lugares altos", "imágenes" y "símbolos de Asera", muestra pues un desarrollo preocupante del culto aparentemente bien intencionado hasta llegar a la idolatría directa. Dios ya había avisado desde muy temprano al pueblo de Israel, prohibiendo que se plantaran Aseras junto al altar, y nos preguntamos cómo es posible que eso exactamente se practicara en la historia del pueblo de Dios: Nada menos que el hijo de Ezequías, Manasés, "puso una imagen de Asera que él había hecho" en la casa de Dios (2 R 21:7).
Este desarrollo deja claro lo importante que es combatir el mal desde los principios. La cosa casi siempre parece inofensiva, pragmática e inocente al principio. La historia del cristianismo y una mirada a nuestro propio corazón muestran muy patentemente cómo el "altar" y "una imagen de Asera" pueden convivir lado a lado en nuestra vida y en nuestras iglesias ? idolatría y culto a Dios. Aparente adoración de Dios en conexión con evidentes aberraciones sexuales.
Todd Bentley, cuyas intervenciones groseras como "predicador del avivamiento" atrajeron en el año 2008 en pocos meses más de 400.000 visitantes de todo el mundo, es un triste ejemplo de esto. Este "Avivamiento de Lakeland" en seguida fue celebrado como el mayor de la historia. Pero en el año 2009 Bentley desapareció del escenario, después de que saliera a la luz que había vivido en pecados morales masivos y que se había divorciado de su mujer. Su historia vergonzosa muestra de lo que cada uno de nosotros somos capaces, si el Señor Jesús no llena nuestro corazón. La fuerza espiritual y el gozo no se consiguen con pactos profanos y haciendo compromisos. ¡Un corazón dividido no puede obtener una bendición plena!
Ezequías se puso del lado de Dios y vivió una obediencia sin hacer compromisos, ni ceder. Sigamos su ejemplo y aprendamos de su historia para nuestra vida presente.
A. W. Tozer dijo:
"Las personas que se convierten, se convierten a una forma de cristianismo sin fuerza, que poco tiene que ver con el Nuevo Testamento. El cristiano medio, supuestamente fiel a la Biblia, es una triste parodia de lo que es la verdadera santidad ... Tenemos que insistir en la santificación neotestamentaria con las personas que se convierten bajo nuestro ministerio, nada menos que eso; y debemos llevarles a un estado de limpieza de corazón, amor ardiente, separación del mundo y completa entrega a la persona de Jesucristo. Sólo por este camino podremos elevar la situación espiritual baja a aquel nivel que según la luz de las Escrituras y de los valores eternos debería tener."
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