Después de la división de Israel hallamos, sobre todo en el reino del norte, un culto idólatra muy extendido en "los lugares altos", "en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas, para provocar a ira a Jehová. ... Y servían a los ídolos" (2 R 17:7—18).
También Acaz, el padre de Ezequías "cerró las puertas de la casa de Jehová" en Jerusalén e "hizo también lugares altos en todas las ciudades de Judá, para quemar incienso a los dioses ajenos, provocando así a ira a Jehová el Dios de sus padres" (2 Cr 28:24—25).