Estudio bíblico: Sólo Dios es digno de recibir adoración - 2 Reyes 18:4

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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Sólo Dios es digno de recibir adoración (2 R 18:4)

(2 R 18:4) "El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán."
Después de que el rey Ezequías al principio de su reinado exterminó en Judá los "lugares altos", las "imágenes" y las "Asera", poniendo fin a la evidente idolatría en el pueblo de Dios, ahora echó mano de un objeto de unos 700 años de edad, que en Judá gozaba de sumo respeto y era venerado correspondientemente. Era la serpiente "ardiente" o serpiente "de bronce" por medio de la cual Dios había dado sanidad y salvación al pueblo de Israel al final del viaje por el desierto muchos siglos atrás (Nm 21:8-9).
En aquella ocasión el pueblo de Israel "habló contra Dios y contra Moisés" quejándose amargamente y calificando de "pan tan liviano" al maná, al "pan del cielo", dando a entender claramente que les repugnaba. En respuesta a esa queja, Dios había enviado "serpientes ardientes" entre el pueblo, cuya mordedura provocaba un dolor agudo y era mortal.
Como tantas otras veces, Moisés hace de mediador y suplica al Señor en favor del pueblo. Dios le escuchó y le mandó que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un asta, para que todos la pudieran ver. Todos los que habían sido mordidos y miraban con fe a esa serpiente de bronce, fueron sanados y quedaron con vida.
Esta historia nos es bien conocida, sobre todo, porque el Señor Jesús recuerda a Nicodemo este acontecimiento, interpretándolo como una figura de lo que pocos meses después ocurriría en el Gólgota:
(Jn 3:14-15) "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna."

¡Cómo pudieron cambiar un símbolo de la gracia de Dios!

El pueblo de Israel lógicamente, conocía bien esta historia; seguramente que la transmitían de generación en generación. Probablemente también nombraban el lugar donde se podía ver este testimonio notable de la gracia de Dios. La Biblia no menciona dónde y cómo guardaron esta serpiente. No sabemos si en aquel entonces ya hicieron algo como un "lugar de peregrinación" en honor a la serpiente, o si había un "relicario", donde la habían colocado para que pudiera ser contemplada. Quizás había un día conmemorativo en el año, donde se recordaba este acontecimiento; lo cierto es que esta serpiente fue venerada durante siglos, e incluso le quemaban incienso.
Así, finalmente, el símbolo de la gracia y misericordia de Dios se transformó en un objeto venerado y adorado. Incluso le traían sacrificios. Este símbolo con una historia tan gloriosa detrás, con el tiempo se transformó en ídolo, y el rey Ezequías lo desenmascaró como tal y lo hizo pedazos para que nadie lo pudiera reconocer. Seguro que muchos de sus súbditos se espantaron al ver lo que había hecho.
El que Ezequías destruyera los lugares altos, las imágenes y los símbolos de Asera, es algo que comprendemos bien y podemos aplicar a la situación actual en las iglesias. Pero ¿qué podemos aprender de la destrucción de la serpiente de bronce para nuestros días? ¿Hay personas o cosas que Dios ha dado a la iglesia como gran bendición, y que no obstante pueden convertirse en ídolo, gozando de una veneración que no les corresponde?

¿"Virgen perpetua, engendradora de Dios"?

Aquí no es el lugar para escribir extensamente sobre la veneración y adoración de María dentro de la Iglesia Católica Romana y la Iglesias Ortodoxas. El mero hecho de que en los dogmas católicos es denominada "Mediadora del Mediador", "Madre de Dios", "Virgen perpetua", "Engendradora de Dios", "Madre y Reina del mundo", "Reina de los cielos", "Mediadora de la gracia" etc., muestra que aquí una mujer recibe una veneración que se puede calificar de idolatría. Precisamente María, que en su cántico a Dios, le llama su "Salvador" (Lc 1:47) es adorada de esta forma.
Por supuesto que María fue "muy favorecida" (Lc 1:28) por Dios, "bendita entre las mujeres" (Lc 1:42), porque Dios la había escogido y dignificado, para que fuera la madre de Jesús. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento se nos exhorta a venerarla. La última vez que está mencionada en la Biblia es en (Hch 1:14), donde es denominada "madre de Jesús" y estaba reunida para la oración con sus otros hijos, los apóstoles y otras mujeres en un aposento alto. En la joven iglesia de Jerusalén era una hermana entre hermanas; ni mas ni menos.
Cuando el reformador escocés Juan Knox (1514-1572) tuvo que pasar 19 meses como esclavo en las galeras francesas, un día vino un sacerdote al barco exigiendo de los "herejes blasfemos" que adoraran una imagen de la "santa virgen". Cuando le tocó el turno a Knox, se burló diciendo: "¿Madre? ¿madre de Dios? Eso no es ni madre de Dios ni madre de nadie, es un trozo de madera pintada. Pienso que lo mejor será echarlo al agua antes que adorarlo". Y con estas palabras lanzó la imagen al agua.
Tal y como Ezequías destruyó la serpiente de bronce llamándola Nehustán (cosa de bronce), nosotros debemos ver a María, como lo que fue verdaderamente según la Palabra de Dios: "Madre de Jesús". Todas las demás doctrinas sobre el significado de María y toda clase de veneración no son conciliables con la Biblia.

¿Un "sacrificio eucarístico"?

Pan y vino, los símbolos de la entrega y del sufrimiento de nuestro Salvador, que él mismo instauró como la "Cena del Señor" la noche que fue entregado, serán muy apreciados e importantes para cualquier seguidor de Jesucristo. Una y otra vez deben recordarnos el sacrificio de su amor y su segunda venida (1 Co 11:23-26).
Pero cuando de esta sencilla cena recordatoria se hace un "sacrificio eucarístico", donde "por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre", entonces esta falsa doctrina católica lleva a la adoración de cosas materiales, lo cual es idolatría:
"El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. La Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión en medio de la alegría del pueblo."
Caer de rodillas ante el pan y el vino, eso es idolatría en nuestro siglo XXI tan avanzado.

Cruz y crucifijo

El comentarista Henri Rossier (1835-1928) expresa unos valiosos pensamientos en su apreciada meditación sobre nuestro texto. No es necesario comentarlos:
"Igual que la serpiente de bronce, la cruz de Cristo también ha dado ocasión para ritos supersticiosos. Besar un trozo de la "cruz genuina", o venerar una pieza de bronce o marfil que muestre al Señor muriendo en la cruz, eso es una costumbre general en una gran parte de la cristiandad.
El hombre se aferra a un símbolo y le atribuye un valor o una determinada propiedad. Hace su dios de ese símbolo. ¿Es eso mejor que la idolatría que hace dioses de los atributos de Dios? Seguro que no; es igualmente idolatría, pero más peligrosa aún, porque se apodera de un objeto que es más bendito y santo: la cruz, como centro del consejo de Dios, y símbolo del amor eterno, convirtiéndola en un ídolo que los ojos de la carne pueden contemplar y la boca besar, mientras que la cruz misma ni tiene ojos para ver ni oídos para oír.
La fe echa fuera de sí estas cosas y las toma como lo que son: nada más y nada menos que un trozo de madera o bronce."

... Y los otros peligros

Para la mayoría de los lectores, las desviaciones que hasta aquí hemos mencionado (y podríamos añadir muchas más), no representan ningún peligro. Pero hay otros peligros de los que quizá no somos conscientes. Por ejemplo, cuando atribuimos una autoridad u homenajeamos demasiado a hombres que Dios ha usado como instrumentos de gran bendición para su pueblo en la historia de la iglesia pasada o actual. Ellos mismos seguro que lo hubieran detestado.
Spurgeon en un sermón comentó este problema sin rodeos y claramente, como acostumbraba a decir las cosas:
"Todos nosotros tenemos la tendencia de poner nuestra confianza en hombres que por la infinita gracia de Dios han sido puestos como líderes en la iglesia ... Cuando Dios da a su iglesia un hombre apto para aumentarla, fortalecerla o afirmarla, le da su más rica bendición por su pacto de gracia. Pero surge el peligro que nosotros contemplemos su autoridad y capacidad con cierto grado de confianza supersticiosa — tengo que decirlo así. Hermanos, los santos han dimitido, aborrecemos el pensamiento de venerarlos, pero no obstante, podemos caer poco a poco en el peligro de canonizarlos y levantar otra tanda de "santos" entre nosotros.
¿No es verdad, que algunos casi adoran a San Calvino y San Lutero? No pueden salirse de sus enseñanzas. Otros admiten reverentes sobre sí el cetro de San Juan Wesley o San Carlos Simeon ... Si sobreestimamos las bendiciones que Dios nos da en nuestros maestros y predicadores, es mejor que nos los quite otra vez. No debemos ensalzar las tuberías, sino el manantial. No debemos dar las gracias por la luz a las ventanas, sino al sol. No demos las gracias a la cesta que contiene el alimento ... sino al maestro divino que bendice y multiplica el pan saciando a las multitudes ... Amad a los predicadores de Cristo, pero no caigáis en lo que fue la veneración de la serpiente de bronce, que os rebaja a ser siervos de los hombres."
Cuando Pablo se enteró de que en la iglesia de Corinto se habían formado partidos y un grupo se calificaba "de Pablo", reaccionó enérgicamente diciendo: "¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿ó habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?" (1 Co 1:13). "¿Qué pues es Pablo? ¿y qué es Apolos? Ministros por los cuales habéis creído" (1 Co 3:5).
Cuando en Listra quisieron adorar como dioses a Pablo y Bernabé después de la curación del hombre cojo, queriendo sacrificar bueyes en su honor, los apóstoles rasgaron sus vestidos en señal de horror. Impidieron con todas sus fuerzas esa clase de veneración de hombres, para dar sólo la gloria a Dios (Hch 14:11-18). El bendecido predicador del avivamiento George Whitefield dijo lo siguiente en un momento cuando estaban a punto de formarse partidos alrededor de él mismo y de su amigo mayor Juan Wesley:
"Que mi nombre perezca, que mis amigos me olviden, no importa, con tal de que la causa de Cristo bendito avance. No quiero llevar a las almas a un partido, sino a que sientan que están perdidos y a la verdadera fe en Jesucristo. ¿Qué es Calvino, qué es Lutero? Pasemos por alto todos los nombres y partidos y que Jesús sea nuestro Todo, para que Él sea predicado... Sé cual es mi lugar: ser siervo de todos. No quiero tener gente que se llame según mi nombre."
Que el Señor nos dé un aborrecimiento santo frente esta idolatría aparentemente inofensiva y espiritual que hoy en día tolera o incluso cultiva esta forma de culto a los hombres, y que nos dé un celo santo para la gloria de Dios, como se hizo visible en la vida de Ezequías.

Comentarios

México
  Sofia Morales Vasquez  (México)  (22/06/2022)
Un saludo con la Paz de Dios, agradeciendo a Dios primeramente por la vida de todos los colaboradores de estos estudios que son de mucha edificación en mi vida y seguramente de todas las personas que tienen hambre de aprender para enseñar a otros. Que Dios siga bendiciendo y extendiendo su Reino.
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