Estudio bíblico de Juan 12:1-26

Juan 12:1-26

El testimonio de Judíos y gentiles en cuanto a Jesús

Al llegar al capítulo 12, acompañaremos a Jesús en su visita al hogar de Lázaro, María, y Marta, en Betania. En este Evangelio de Juan, hemos visto que Jesús comenzó Su ministerio público en las bodas de Caná de Galilea. Y terminó Su ministerio público con una visita a este hogar de Betania. Nuestro Señor puso gran énfasis sobre el hogar, el hogar cristiano. El matrimonio, pues, goza de la bendición de Dios. Y así llegamos ahora a esta hermosa escena. Leamos los versículos 1 al 3 de este capítulo 12:

"Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume."

En Jerusalén, los principales sacerdotes conspiraban y planeaban Su muerte; pero aquí, en Betania, sus amigos planeaban una fiesta para Él. Allí mismo, a la sombra de la cruz, aquellos que le amaban, le preparaban una comida. Estudiaremos esta escena entrañable en todos sus aspectos.

Lázaro, el hombre que había sido resucitado de los muertos disfrutaba de una relación de compañerismo con Cristo. Jesús había dicho: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25). Esto fue cierto en cuanto a Lázaro en un sentido físico. Él había sido levantado de los muertos. Y es la verdad en cuanto a Ud. y a mí en un sentido espiritual. Estábamos muertos en delitos y pecados. No teníamos ningún conocimiento de Él, ni ninguna relación con Él. Sin embargo, si hemos creído en Jesucristo, aunque estemos muertos, viviremos. "Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26).

Entremos en esta escena familiar. Aquí hallamos a Lázaro disfrutando de una maravillosa comunión con el Señor Jesús. María se encontraba a los pies de Jesús, creciendo en su conocimiento espiritual de Cristo. Y vemos a Marta sirviendo a los demás, preparando la comida. Esa era su habilidad y la estaba ejercitando. Esto nos recuerda que hay tres elementos esenciales en la iglesia cristiana actual: Lázaro nos recuerda la nueva vida en Cristo, María, la adoración y Marta, el servicio. Este hogar de Betania debiera ser hoy una imagen real en la comunidad cristiana.

Todo esto ocurrió en un hogar donde Jesús estaba con los suyos, los que le amaban. ¿Sabía usted que la Iglesia empezó en un hogar? Esta imagen hogareña debiera ser un referente para examinar, por medio de una crítica constructiva, la realidad de la iglesia moderna, ante la necesidad de un retorno a estos valores espirituales, para que el avance de la secularización no los convierta en un simple recuerdo del pasado.

Ahora nos fijamos en la devoción y la adoración, en el apego y en el afecto profundo de esta mujer, María. Ella ungió los pies de Jesús con perfume de nardo puro, de precio muy elevado, y los enjugó con sus cabellos. Algunos creen que esta es la misma historia que la de la ramera que lavó los pies de Jesús. Pero éste es un incidente totalmente diferente y el relato nos habla de personas distintas. La ramera había lavado los pies de Jesús con sus lágrimas y además, el resto del incidente es diferente. Lo único que fue igual en los dos casos, es que las dos mujeres enjugaron Sus pies con sus cabellos. Y la fragancia del perfume llenó la casa. ¡Qué delicioso debe haber sido aquel aroma! Leamos los versículos 4 al 6:

"Dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que lo había de entregar: ¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios y se les dio a los pobres? Pero dijo esto, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella."

Judas Iscariote reveló su verdadera naturaleza. Era el tesorero del grupo, y no tenía interés en los pobres. Más bien tenía interés en sí mismo y era ladrón. Se estaba apropiando del dinero de la bolsa. Dijo que quería que este dinero fuera dado a los pobres, a fin de que él mismo pudiera manejarlo y guardarse un buen porcentaje.

En aquel entonces, trescientos denarios equivaldrían más o menos al salario anual de un obrero. El nardo puro era demasiado costoso para que María lo usase para sí misma y por tanto, lo derramó sobre Jesús. Estimado oyente, si aprendiéramos a sentarnos a Sus pies, nosotros también le daríamos más. María había guardado este precioso perfume en un frasco de alabastro. En aquellos tiempos, el nardo sólo crecía en la India, en la región de los montes Himalaya, y por eso era un perfume tan caro. Posiblemente lo tenía guardado para que cuando ella muriera, pudiera ser usado sobre su cuerpo. Pero prefirió derramarlo sobre los pies de Jesús. Ésta era una expresión de afecto, de adoración, y de apego total a la persona de Cristo. Y la fragancia de aquel perfume llenó la casa. Continuemos leyendo los versículos 7 y 8:

"Entonces Jesús dijo: Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto. A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis."

Éste fue verdaderamente un incidente extraordinario, y el Señor aquí indicó que lo que ella hizo revelaba que ella se había identificado con Su muerte. Sin embargo, los apóstoles no comprendieron el verdadero sentido de este incidente. Ella percibió que Él iba a morir por los pecados del mundo, y le ungió de anTemano. Mateo registró que Jesús dijo que dondequiera que se predicara el evangelio, este incidente sería contado, y así fue. Aun hoy, en todo el mundo, la maravillosa fragancia de su gesto es inspiradora para todos los creyentes.

¡Qué contraste hallamos aquí ente ella y Judas Iscariote! Aquí es donde la luz y las tinieblas aparecieron juntas. Judas representaba a las tinieblas y María a la luz.

Hay también una aplicación para nosotros aquí. Jesús dijo que siempre tendríamos con nosotros a los pobres; pero que Él no siempre estaría con nosotros. Esto no contradice Su declaración de que Él siempre estaría con nosotros y que nunca nos abandonaría ni nos desampararía. Lo que dijo aquí es que siempre nos sería posible servir a los pobres, porque ellos siempre están con nosotros, pero este servicio nunca debía sustituir a la actitud de sentarnos a Sus pies. De otra manera, llegará el día cuando será demasiado tarde para poder asimilar todo lo que Él tiene para nosotros. Leamos ahora los versículos 9 al 11:

"Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y fueron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús."

Estos eran buscadores de curiosidades. Los principales sacerdotes querían eliminar a Lázaro. La gente llegó por curiosidad, posiblemente, más para ver a Lázaro que para ver a Jesús, y la fe que se describe aquí era muy similar a la fe de la multitud cuando Jesús llegó anteriormente a Jerusalén. Recordemos que la multitud creyó en Él, pero que Él no se fiaba de ellos. La credulidad aquí no estaba basada en el Señor Jesús, sino que era más bien un interés basado en la curiosidad por ver a Lázaro.

Leamos los versículos 12 al 15, que comienzan una sección que podríamos titular

La llegada de Jesús a Jerusalén

"El siguiente día, grandes multitudes que habían ido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirlo, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Halló Jesús un asnillo y montó sobre él, como está escrito: No Temas, hija de Sión; tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna."

Observemos como Juan introdujo a Aquél que había surgido de la eternidad, en el calendario del mundo. Era la época de la fiesta de la Pascua y la multitud estaba expectante. Recordemos que en el relato de Mateo, Jesús nació y fue visitado por los magos o sabios que le llamaron "Rey de los judíos". Ahora, al final de Su ministerio, fue presentado nuevamente como el Rey de los judíos.

Ésta fue la última presentación pública de Jesús. Fue el ofrecimiento público que Él hizo de Sí mismo como Su Rey, y las autoridades judías, por supuesto, le rechazaron. Ya no caminaba entre las multitudes ni les enseñaba. Esa actividad ya había cesado. En este episodio Él actuó en cumplimiento de la profecía. Se estaba ofreciendo a la nación. Pero ésta no fue realmente una entrada triunfal. Durante su ministerio público, Jesús entraba en la ciudad discretamente, por la puerta de las ovejas. Durante todo ese ministerio público, Jesucristo solía mantenerse apartado de las multitudes. Ahora, cuando Su ministerio público estaba terminando, Jesús protagonizó la acción más pública que jamás había realizado. Se presentó públicamente al pueblo.

Y lo hizo para cumplir la profecía. La frase "Como estaba escrito..." se repite con frecuencia en los Evangelios. Él entró en Jerusalén para cumplir la Palabra de Dios y para cumplir la voluntad de Dios. Juan nos dejó un relato muy breve de esta entrada de Jesús, pero sí dijo que con ella cumplía la profecía de Zacarías 9:9, que dice así: "Alégrate mucho, hija de Sión; ...mira que tu rey vendrá a tí, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna". Jesús se presentó públicamente en Jerusalén como el Mesías. La multitud le aclamó con las palabras: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!" ¿Pero, qué iban a hacer con su Rey? Pues, le crucificarían. Continuemos leyendo el versículo 16, de este capítulo 12 de Juan.

"Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho."

Juan escribió su evangelio muchos años más tarde y admitió que simplemente no comprendió lo que Jesús había hecho ese día. Probablemente les preguntó a Santiago, a Pedro, y a Andrés, y ellos tampoco las habían entendido. María fue la única que se había identificado con la verdad de Su muerte. Los otros no comprendieron hasta después que Jesús hubo muerto y fue resucitado. Después de Su muerte y resurrección, entonces, se acordaron de las cosas que habían sido escritas en cuanto a Él. Leamos los versículos 17 al 19:

"Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de los muertos. Por lo cual también había salido la gente a recibirlo, porque había oído que él había hecho esta señal. Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él."

Aquí, tenemos una situación explosiva. La multitud se entusiasmó debido a Su milagro; pero su interés se centraba en Lázaro y no en la persona de Cristo. Los fariseos procuraban matarle. Y todo esto ocurría cuando Jerusalén se encontraba abarrotada de gente para la Pascua.

Evidentemente, Jesucristo pudo haber tenido la corona, sin ir primero a la cruz. Sin embargo, si hubiera asumido la corona directamente, si Él fuera el soberano hoy en la actualidad, usted y nosotros nunca podríamos haber sido salvos. Tuvo que ir a la cruz para salvarle a usted y a cada uno de nosotros. Aunque durante aquella entrada a Jerusalén antes de Su muerte, tuvo un breve momento de triunfo, ésta no fue Su entrada triunfal. En el futuro, cuando entre como Señor de Señores, y Rey de Reyes, entonces sí que tendrá lugar Su entrada triunfal.

Hay un cuadro de la crucifixión que muestra las tres cruces vacías. Los cuerpos de los crucificados han sido quitados de las cruces y están en sus respectivas tumbas. Un poco más atrás hay un burro que come de una rama de palma. ¡Qué mensaje! La rama de palma abandonada y la cruz son los recuerdos de Su llamada entrada triunfal. ¿Dónde estaba la multitud que gritaba: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!"? ¿Serían los mismos que al día siguiente gritarían: "¡Crucifícale!"? Y ahora se habían ido y Él estaba en la tumba. Es que Jesús aquí, se ofreció a ellos públicamente como su Rey, pero ellos le rechazaron.

Leamos los versículos 20 al 22, que nos relata el momento en que

Jesús habló con los griegos

"Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús."

Al parecer, Jesús fue al templo y entró. Y como había un patio para las mujeres y otro para los no judíos, estos griegos no podían entrar al lugar donde estaba Jesús. Felipe tenía un nombre griego, quizás hablaba el griego, y creemos que fue por ese motivo que se dirigieron a él. Pero Felipe, siendo de carácter sencillo y algo retraído, se dirigió a Andrés en busca de ayuda. Después, entre los dos trajeron a estos griegos ante Jesús. Leamos ahora los versículos 23 al 25:

"Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que desprecia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará."

Jesús les habló. Creo que la palabra "les" incluía a los discípulos, y también a los griegos. Creemos que Jesús salió para hablarles. No creemos que hubiera rehusado recibir a cualquiera que le buscase.

Los griegos deseaban ver a Jesús porque habían oído hablar de Él, probablemente de Sus milagros, y especialmente el de levantar a Lázaro de los muertos. Ahora Jesús dirigió la atención de los griegos hacia la cruz. Él se encontraba prácticamente a la sombra de la cruz y estaba muy consciente de la hora. ¿De cuál hora? La hora de crisis para la cual había salido de la eternidad, y hacia la cual toda Su vida se había orientado. Usted recordará que Él le había dicho a Su madre al principio de Su ministerio, que Su hora aún no había llegado. Pero ahora, su hora verdaderamente había llegado. Se estaba dirigiendo hacia la cruz.

Su concepción de la cruz fue muy diferente a la del pueblo romano. Para los romanos, la cruz era un lugar de infamia, deshonra y vergüenza. La cruz equivaldría hoy al dogal del verdugo, la silla eléctrica, o la cámara de gas. Jesucristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, para redimirnos de la maldición de la ley. Fue hecho maldición por nosotros, porque estaba escrito: "Maldito todo el que es colgado en un madero" (Gálatas 3:13). Luego, en el tercer día fue resucitado de los muertos y coronado de gloria y honra. Como dice Hebreos 12:2, sufrió la cruz menospreciando la vergüenza de semejante muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría, La gloria de Dios se vio en aquella cruz. Es por eso que pudo decir que la hora había llegado para que fuera glorificado. Estimado oyente, Jesucristo fue glorificado cuando murió por usted y por cada uno de nosotros. Fue glorificado cuando resucitó de los muertos. La misericordia y el perdón se hallan en aquella cruz.

Luego, nuestro Señor destacó un gran principio, haciendo uso de la analogía física de un grano de trigo. Aunque un grano de trigo muere en la tierra, produce la planta, la espiga y la cosecha. Tiene que morir para poder llevar fruto. Muchos creen que han visto a Jesús porque han leído los evangelios y han estudiado Su vida. Han visto a un Jesús histórico. Estimado oyente, usted no podrá realmente ver a Jesús, hasta que comprenda Su muerte y Su resurrección. Él murió una muerte redentora. Entregó Su vida a la muerte para que tuviéramos vida. No habrá visto a Jesús hasta que haya visto que Él es el que murió por usted en la cruz. Jesús es el que murió por los pecados del mundo.

Podría parecer extraño que Jesús hablara estas palabras a los griegos que habían llegado para verle. Les estaba diciendo que había algo más importante, que simplemente verle a Él físicamente. Lo importante para ellos era ver que Él iba a morir. Iba a ser sepultado en la tierra. Pero cuando aquel grano de trigo muriese, produciría la vida. Así también Él moriría, pero luego resucitaría. Y esto era lo más importante que ellos podrían ver de Él.

Luego Jesús procedió a explicarles a los griegos un gran axioma. Hay dos clases de vida que aquí se presentan en contraste. La vida que disfruta de las cosas de este mundo y encuentra su satisfacción en la gratificación de los sentidos. Es la clase de vida que consiste en pasarlo en grande. La frase "el que ama su vida", se refiere a la vida física, natural. Una persona podrá realmente disfrutar al máximo de todos los placeres imaginables, convirtiéndolos en los ídolos de su vida. Pero ¿qué sucederá al fin? Que algún día llegará la muerte y esa vida se perderá.

Pero después el Señor marcó el contraste con la otra clase de vida, diciendo: "el que desprecia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará". Esto significa que si usted no vive colocando las cosas de este mundo en el centro de su vida, y da la prioridad a Cristo, disfrutará de la vida eterna. Y la vida eterna proviene de aquel grano de trigo que cayó en la tierra, murió y resucitó, es decir del Señor Jesucristo. El creer en Él e incorporarle a la vida, es la única forma de preservarla para la vida eterna. Finalmente, dice el versículo 26:

"Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará."

Jesús les pidió que le siguiesen, y Él se encaminaba hacia la cruz. Ser siervo de Jesús exigía seguirle. Sus verdaderos discípulos, es decir, aquellos que le servían, le seguirían en su humillación y más tarde, en honor y gloria. Por lo tanto, estimado oyente, esta invitación de Jesús contiene una promesa esperanzadora. Esperamos que pueda usted aceptarla. Y creemos que vale la pena, sobre todo al escuchar estas palabras del Señor: Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará.

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